Mi enfermedad cap X

Cómo hacer de su enfermedad virtud

La realidad, mejor que los sueños

Aunque el rodaje fue un éxito, no pude quitarme de la mente la cara de asco de las dos actrices cuando eyaculé sobre ellas. Nadie les había advertido de lo que iba a pasar y casi tuvimos que repetir la toma, uno de los cámaras se quedó tan petrificado cuando me vio soltando chorro tras chorro que no grabó la secuencia, menos mal que los otros dos no perdieron detalle y se pudo salvar el trabajo.

Vends había reservado una habitación en un hotel próximo, lejos del lujo del chalet donde habíamos rodado, me pareció más que suficiente, además era el mismo hotel en el que se alojaban casi todos los participantes en el rodaje, técnicos, actores y actrices. De camino hacia el hotel, una de las actrices, por supuesto ninguna de las que había inundado en la secuencia, me invitó a la fiesta que habían organizado para celebrar el fin de la filmación. La fiesta a diferencia de lo que yo me había imaginado, fue un tostón, los actores y actrices se dedicaban únicamente a hablar del mundillo, la fiesta era una especie de hábito que permitía a la gente del negocio comentar noticias y les ayudaba a mantenerse al día, proyectos en ciernes y oportunidades de trabajo, etc. La gran variedad de nacionalidades allí presente generaba una pequeña torre de Babel, cada corrillo tenía su propio lenguaje, húngaro, polaco, alemán, francés y un largo etcétera. El idioma que más se usaba era el inglés, por lo que casi no pude intervenir en ninguna de las conversaciones así que estuve casi todo el tiempo sólo, saltando de grupo en grupo; ponía caras de interés como si realmente estuviera entendiendo algo de lo que se hablaba y cuando veía que me podía alejar sin parecer un mal educado saltaba al siguiente círculo.

Cuando llegó Vends, ejerció de anfitrión, me presentó a casi todos los asistentes, hicimos el mismo recorrido que había hecho yo antes, pero esta vez para cada persona que me era presentada, Vends tenía una palabra amable, pero en cuanto nos marchábamos me contaba todo tipo de cotilleos malintencionados de cada uno de ellos. Así fue como me enteré que la mayoría de los actores y actrices estaban casados, incluso lo estaban con otros actores del gremio. Me sorprendió mucho este hecho, nunca me hubiera imaginado que alguien que se dedica a este negocio, pudiera casarse y mantener una vida de pareja normal y responsable, pero supongo que con mis escasos conocimientos sobre la vida y la poca experiencia que tenía, no llegar a comprender ciertas actitudes era lógico. Ya habíamos recorrido casi todos los grupos cuando me presentó a Gottdass Esel, una espectacular alemana, que me sacaba casi dos palmos de altura. Melenita muy rubia que apenas le cubría occipucio, con ojos azules claros ligeramente rasgados, más propios de los lapones que de los arios, tenía una dentadura perfecta que mostraba cada vez que sonreía, cosa que hacía a menudo. Lucía, con muy buen gusto, un vestido de satén verde oliva que dejaba toda la espalda al aire y que se sujetaba mediante un nudo al cuello que podía verse por debajo de su corta melena. Sus bamboleantes pechos libres de sostén alguno, provocaban que el tornasol del satén permitiera a los enhiestos pezones citarse con las miradas, el mundo al revés el Miura es el que tienta y el matador el aventado.

Desde sus casi dos metros de altura, al menos quince de esos centímetros gracias a los vertiginosos tacones de sus sandalias, coqueteaba con todos aquellos que se aproximaban a ella, permanecimos en su corrillo un buen rato y disfruté de cada uno de sus gestos, de cada una de sus miradas y de cada una de sus cornadas, estoy casi seguro que esa noche los pitones de Gottdass dejaron más heridos por asta que los vitorinos en una buena mañana de San Fermín. Yo no tenía experiencia en el trato con mujeres, no había pasado nunca de los revolcones como ya le he ido contado, ella fue la primera mujer a la que vi actuar en su hábitat natural. Verla manejar a la concurrencia con esa maestría fue un auténtico espectáculo, un cachete en la mejilla, un ligero bizqueo, una mueca, una sonrisa desgarbada. El repertorio no tenía fin, a cada uno le daba lo que quería o le decía lo que necesitaba cuando el interlocutor merecía su respeto, cuanto esto no se producía, sin un mal gesto que achacarla, se deshacía de ellos sin demasiado esfuerzo, mediante frases llenas de dobles sentidos que no permitían la ofensa a los que las recibían, pero que decían de una manera clara que no eran bienvenidos. Aunque noté que muchas de las conversaciones que había alrededor nuestro versaban sobre mi espectacular actuación, ella en ningún momento hizo referencia a lo que había sucedido, de alguna manera me rodeaba, introduciéndome en la conversación pero sin permitir que yo fuera el protagonista. No recuerdo el tiempo que estuvimos charlando en su pequeño círculo  pero se me hizo muy corto sobre todo por el arrobo que me provocó, no sólo física sino intelectualmente hablando. Vends le comentó a Gottdass que yo era español y ella se arrancó con las típicas frases que todos los turistas que pasan alguna temporada en España aprenden; “torrtilla de patatas”, “marricón de playa”, “paella”, bueno ya se imagina, no olvidó ninguna. Parecía que había terminado con la retahíla cuando aparecieron unos hoyuelos en sus mejillas, señal clara que estaba preparando alguna, inclinándose sobre mí, me agarró por los mofletes y me dijo: “Torrero,quierro ser tuya”, y me plantó un morreo de escándalo largamente ovacionado por los espectadores. El rubor se apoderó de mí, desde las piernas hasta las orejas se pusieron incandescentes, tuve que soportar algunas bromas al respecto, pero no me supuso ninguna contrariedad ya que Gottdass tras la magistral clase de español se había quedado apoyada en mi hombro. La postura causaba un constante roce de su pecho con la parte posterior de mi brazo, notaba como se me clavaba el aguijón impregnado de Pentothal en mis carnes produciendo que mi apéndice reproductor comenzase a despertar y que mi voluntad permaneciese fiel a sus deseos. Me entregué voluntariamente al suplicio que me suponía tenerla tan cerca siguiendo la conversación y susurrándome de vez en cuando confidencias al oído que terminaban en estallidos de carcajadas y de miradas de incomprensión por parte de nuestros contertulios.

Poco tiempo después, noté que la química fluía entre la rubia y yo, su mano acariciaba mi hombro como por casualidad, ligeros roces que hacían que mis bolas se declarasen en huelga a la japonesa, incremento de producción hasta romper las reglas de stocks, empezaba la cuenta atrás para el vaciado. A la hora ya notaba un bulto sospechoso en mis pantalones, no fui consciente del todo hasta que sorprendí la mirada que me dirigía a la entrepierna un sarasa que no se había separado de Vens en la última hora y que celebraba con aspavientos más propios de una loca que de una persona cuerda cada ocurrencia de este. Sus ojos navegaban de mis pelotas a mis ojos sin descanso, se le notaba que estaba salivando en grandes cantidades ya que tragaba ruidosamente y movía la cabeza con claros signos de incredulidad.

Intenté retirarme educadamente al baño para intentar aliviarme y poder continuar con la fiesta pero fue prácticamente imposible, dentro del aseo una jovencita con la que no pude comunicarme por mis problemas idiomáticos se empeñaba en no querer salir, los minutos transcurrían y mi situación empezaba a complicarse por momentos, los pantalones empezaban a ser una molestia. Después de varios minutos de estériles intentos para que saliera la tesitura en la que me encontraba empezaba a ser de alto riesgo por lo que empecé a aporrear la puerta gritándole que si no abría inmediatamente los porrazos los iba a empezar a dar con otra cosa. En esas estaba cuando noté que una mano se apoyaba en mi hombro y me retiraba suavemente de la puerta, era Gottdass que venía en mi auxilio, enseguida le explicó en un perfecto alemán a través de la puerta la urgencia y la puerta se abrió como si fuera la gruta de Ali-Baba. En cuanto vi la rendija empujé la puerta y saqué a trompicones a la inquilina, aún tenía que hacer mis maniobras para evacuar y no podía perder ni un minuto. La puerta a mi espalda se volvió a abrir y antes de poder decir nada una mano de uñas azules se posó en mi boca silenciándome, Gottdass entró y cerró la puerta a su espalda.

En sus ojos estaba el cielo y en su sonrisa un nuevo mundo, sin precipitación pues sabía que no me iba a costar demasiado vaciarme, me desabroché los pantalones, por cada pernera del calzoncillo sobresalía uno de mis huevos, grandes, repletos, rebosantes, como los que pone un pingüino emperador, aún cabían en la mano, pero de uno en uno. Tuve que estirar el elástico del calzón para poder liberar el mástil de proa, mientras ella que no apartó ni un solo segundo sus ojos de los míos, me tenía hipnotizado. En ningún momento bajó la vista ni hizo intención de tocarme, solo me miraba y sonreía, una sonrisa franca sin rastro de burla y que me mostraba claramente que no había venido a ver a un monstruo de feria sino que estaba allí para ayudarme y hacerlo más fácil. La descarga fue bestial, incontrolada, enormes salvas describiendo parábolas cumplían con la gravedad y caían en el suelo salpicando mientras nuestros ojos permanecían enganchados sin pestañear. Cuando hube terminado las piernas me flaquearon por un momento, teniéndome que sujetar al lavabo para no caerme. Dos lagunas azules me miraba mientras que con esas largas pestañas me abanicaban y me daban ese aire que tanto necesitaba. Se había aproximado a mí, notaba el roce de sus piernas forradas de satén y su aliento muy próximo a mi boca, nuestros labios se juntaron sellando nuestra amistad con un largo y profundo beso digno de los mejores finales hollywoodienses. Nos fuimos juntos al hotel, recogí mi mochila y mis pocas pertenencias de mi habitación y terminamos la noche acurrucados en su cama el uno en los brazos del otro. Un cachorrillo en brazos de una diosa.

Alrededor de las diez de la mañana nos despertó una llamada de teléfono, era Vends que nos esperaba para desayunar. Nunca he creído del todo en la frase de Rita Hayworth en la que decía que los hombres se acostaban con Gilda y se levantaban con Rita, cuando vi a Gottdass recién despertada con el pelo alborotado y los ojos vidriosos por el sueño casi me lo creí, pero no tuve más que mirar sus pechos asomando por el generoso escote del salto de cama para creer definitivamente que la frase era una falacia, una simple y vil falacia. Imposible no creerse Supermán con esa mujer en tu cama o mejor dicho, en su cama. Nuestras miradas se encontraron y su sonrisa apareció como por arte de magia, no solo sus labios sonreían, sus ojos descargaban electricidad a su alrededor, me dio un beso y cogiéndome de la protuberancia que asomaba en mi vientre tiró de mi para llevarme hasta el baño. Nos dimos una ducha llena de arrumacos y carantoñas que finalizó con un polvo espectacular. Colocado a su espalda, se reclinó haciendo que mi miembro penetrase profundamente en ella. El agua nos golpeaba y salía despedido de sus enormes pechos que se balanceaban al ritmo de mis embestidas, me sujetaba con fuerza a sus cachetes contrarrestando con mis empellones los suyos en sentido contrario recordándome el péndulo de Newton. Tras varios minutos de golpeteo se desacopló, se giró poniéndose en frente mía, gracias a la diferencia de altura pudo, doblando ligeramente las piernas, volver a meterse el botalón en su húmeda cueva y seguir con el fornicio. Aunque algo más incómoda que la anterior, esta postura me permitía besar su sonrisa y disfrutar de una vista maravillosa. Dado el ímpetu con el que nos acosábamos no tardé en soltar mi cargamento, una buena dosis que lancé sobre la bañera, evitando en todo momento salpicar a Gottdass con mi líquido vital. Unas carantoñas más y nos vestimos para el desayuno con Vens.

Huevos fritos, huevos pasados por agua, huevos escalfados, huevos revueltos, el buffet de los huevos. Fue mi primer desayuno continental que llaman, está claro que la mejor forma de que comamos es que nos pongan montones de comida al alcance de la mano. Mientras daba cuenta de un plato de salchichas, bacón y patatas fritas, noté que las caras de Gottdass y Vens se iban poniendo serias, hablaban en alemán, por lo que no entendí que estaban diciendo pero estaba claro que yo formaba parte de la conversación. No hubo ni un mal gesto, ni levantaron la voz en ningún momento a pesar que los ceños estaban cada vez más fruncidos, esta situación hizo que me acordará de mis padres por primera vez desde mi fuga y no fue para echarles de menos precisamente, me vinieron a la mente las discusiones a gritos y los aspavientos cuando alguno de ellos no quería dar su brazo a torcer, por supuesto con el tiempo me di cuenta que en ese aspecto si somos muy diferentes a los extranjeros.

Tras varios minutos de lo que aquí podría haber sido una educada charla de colegas y que yo interpreté como una bronca entre ellos cambiaron al francés con el claro objetivo de hacerse entender, había llegado el momento de exponer las conclusiones del jurado. Lo primero que me dijo Vens fue que debía intentar regularizar mi situación lo antes posible ya que les ponía en peligro ante la policía y las autoridades. No estaba claro cómo podía hacer eso ya que no estaba dispuesto a contarles que me había fugado de casa y mucho menos reconocer que me estarían buscando por toda España y posiblemente Francia, intenté explicarles que no estaba dispuesto a volver a casa, que podría volver a fugarme cuando quisiera si fuera necesario, a esas alturas era capaz de vivir mi vida sin ningún problema, con o sin ellos. Me sorprendió que Gottdass se pusiera tan del lado de Vens durante la discusión pero visto con la perspectiva del tiempo está claro que tenía toda la razón del mundo. Finalmente Vens fue el que propuso buscarme un documento de identificación francés falso por supuesto, de forma que me permitiría seguir con mi aventura sin comprometerles a ambos, supongo que ya lo tenía decidido de antemano y la discusión no fue nada más que para hacerme pensar que le debía un favor, en cualquier caso yo no tenía ningún problema con la situación, en poco tiempo tendría un documento y suficiente dinero para moverme a mi antojo sin tener que depender de nadie.

El segundo punto no fue una discusión sino una propuesta, Vens estaba organizando el rodaje de una nueva película en Suiza, en un pueblecito llamado Lassensieuns Ficken-Zusammen y tal como podrá escuchar más adelante, el nombre era muy apropiado para el guion de la película. La propuesta desde luego era muy interesante, tanto para Gottdass como para mí, para ella significaba protagonizar por fin una película y para mí, no sé, la verdad es que la idea de seguir con ella me gustaba aunque realmente no fuera enamoramiento, más bien yo creo que me había encoñado. Ya sé que estará pensando que una mujer de esa índole no podía ser buena y todo eso, además aunque no lo reconozca, también pensará que me iba a convertir en un gran cornudo, no olvidemos que era una actriz porno, pero debo reconocer que yo era un bendito inocente y en ningún momento se me paso por la cabeza que lo que ella hacía era incompatible con el amor o con que nos revolcásemos cada dos por tres en la misma cama, supongo que ya entonces veía la diferencia entre el sexo y el trabajo, aunque algunas veces la línea que los separa es demasiado débil. Posiblemente, el hecho de que ella hasta ese momento solo hubiera hecho escenas lésbicas pudo influir en mi forma de pensar, pero con solo el hecho de imaginar su profesión me producía mucho morbo y un estado de excitación constante. Además, no es el trabajo lo que define a las personas, y como luego me demostró era muy buena persona y muy buena amiga.

En esos momentos no se me ocurrió pedir el guion para leerlo o preguntar el argumento de la película, me dejé llevar por el momento y por el sí de mi rubia enamorada, todo parecía fácil, dinero, éxito y un metro noventa de sueños a mi lado, tampoco se me ocurrió pensar que yo tendría que hacer algún papel, supuse que mi trabajo sería el de doblador otra vez por lo que ni tan siquiera pregunte por ello, ni por el salario ni nada de nada, solo me centré en la posibilidad de seguir en ese mundillo que me aportaba todo cuanto deseaba.

No sé muy bien cuando fui consciente por primera vez que no tenía ninguna intención de ir a buscar a la francesita causante de mi huida pero creo que subconscientemente ya había tomado la decisión, una nueva página pasaba en mi corta vida.

La tarde la pasamos en la habitación, revolcándonos, por supuesto y planificando el viaje. Ella proponía que fuéramos con su coche, un viejo Skoda 440 que me recordaba al nodo y a Eisenhower cuando bajaba del coche con su gorra de plato para saludar a Churchill, estábamos a más de 600 kilómetros hasta la ciudad del rodaje y con ese coche podríamos tardar más de un día en llegar. Teníamos algo más de una semana antes de que empezara la película por lo que prometió enseñarme Suiza y hacer todas las paradas que nos apeteciese antes de llegar, esta última parte de la promesa me la hizo mientras picaronamente me guiñaba uno ojo, parecía un buen plan de vacaciones antes de las semanas de duro rodaje. Decidimos también salir al día siguiente por la mañana después de hacer algunas compras, Gottdass ya había hecho alguna referencia a mi escaso equipaje y mi nueva situación de estrella en ciernes, pero Vens fue quien nos puso los pies en el suelo, nada de salidas por la ciudad y menos viajes en coche hasta que no consiguiera mi nueva documentación, cuantos menos riesgos mejor para todos.

Apenas tres días tardó en tener mis papeles en regla, o todo lo en regla que podían tenerse en esas circunstancias, con solo una foto me había convertido en S

empre Carica

, un joven italiano de clase adinerada que viajaba por el mundo gastando sus buenas liras sin más objetivo que satisfacer a su compañera de reparto y de cama. Nada más tener la documentación en mi mano nos fuimos de compras, era un espectáculo, me llevó por todo tipo de tiendas, almacenes, y no sé cuántos sitios más con un solo objetivo en mente, transformar al pequeño pueblerino que yo era en un joven de mundo y  puedo garantizarle que lo consiguió, al menos en apariencia, que para muchos de nosotros es lo más importante aunque digamos lo contrario. Chalecos, camisetas, pantalones, hasta los calzoncillos tenían que ser a la última moda, puede parecer una tontería pero en mi profesión los calzoncillos es algo que debes cuidar tanto como tu dentadura. Tuvimos que comprar un par de maletas, mi mochila no era suficiente para todo ese armario. Cuando hubo terminado con mi ropa pasamos a mi pelo, me metió a la fuerza en una peluquería, salón de belleza o museo del horror, no supe muy bien diferenciarlo. Nada más entrar se nos abalanzaron tres o cuatro hombres todos con las manos por encima de los hombros y los codos pegados a sus costados gritando y haciendo aspavientos, si no me sujeta Gottdass me largo corriendo. Teóricamente uno iba a ser mi estilista, el otro mi peluquero y el otro no tengo ni idea pero se colgó de mi brazo y no me soltó hasta que salimos de allí casi cuatro horas después. Me hablaban a la vez con sus chillonas voces en un rapidísimo francés lleno de diminutivos y acompañado de todo tipo de gestos, yo no entendía nada y mi cara, estoy seguro, reflejaba el calvario que estaba padeciendo, ella se destornillaba de la risa, llamándome pequeño pueblerino y diciéndoles que me quitaran las pajas de la cabeza, yo entendí perfectamente el doble sentido de la frase y por la algarabía que organizaron las locas también lo entendieron todas las demás personas que estaba en el salón de belleza.

Uno de las torturas a las que me sometieron implicaba permanecer durante un buen cuarto de hora con una especie de gorro de baño en la cabeza y esperar a que hiciera efecto el potingue que me habían echado, aproveché ese ratillo de tranquilidad para ir al baño. Me costó decidirme a entrar ya que solo había una puerta y estaba claro que la peluquería era tanto para hombres como para mujeres, pero al fin empujé la puerta y me di de morros con dos hombretones que se besaban apasionadamente. Aún hoy le doy las gracias a mi madre por hacerme como me hizo, salió de mi toda la multiculturalidad y buena educación que había almacenado y lancé una carcajada que se escuchó en toda la manzana. Es curioso cómo funciona la mente humana, hasta ese momento no había sido consciente que dos hombres pudieran hacer semejante cosa, podía ver con absoluta normalidad que dos mujeres lo hicieran, incluso me provocaba un morbo especial pero ni una sola neurona de mi cerebro podía imaginar que algo así pudiera suceder.

Como era de esperar mi estúpido comportamiento provocó un revoltijo de manos y cuerpos que se separaban, Gottdass me recriminó mi actitud pero al que no perdí de vista fue al peluquero que me miraba con el ceño fruncido y una actitud claramente beligerante cepillo en mano a pesar de mis disculpas y mi carita de no haber roto un plato en la vida.

Continuará...