Mi enemigo se nos folla a mi novia y a mí.
En un viaje a la playa con los amigos de mi novia mi enemigo hace de mi novia y de mí un par de putitas sumisas.
Este verano iba de excursión a la playa con mi novia y sus amigos. No éramos un grupo muy grande, unas diez personas, y conocía a casi todos. La mayoría me caían bien, pero había uno de sus amigos al que no soportaba. Se llamaba Julio, era grande, fuerte, de mentón prominente; un adonis. Sus virtudes de macho alfa dominante no se quedaban solo en su aspecto, era un mujeriego. Siempre andaba flirteando y tonteando con todas las chicas a su alcance. Y a ellas les encantaba, se decía que se había follado a todas las amigas de mi novia.
—Dicen que tiene un pollón enorme, que ninguna creía que les fuera a caber dentro cuando se la metiera —Me contó mi novia un día mientras estábamos en la cama.
—No quiero que me cuentes esos cotilleos, y menos ahora —Protesté indignado.
Estábamos en la cama, desnudos, a punto de tener unos momentos de intimidad, no sé cómo había surgido el tema. Marta, mi novia, ignoró mis protestas y continuó:
— ¿Cómo será tener una polla así de grande delante? ¿Te lo imaginas?
Mientras hablaba había empezado a toquetear mi pollita y a masturbarme lentamente. La verdad es que no era demasiado grande, pero Marta nunca se había quejado de su tamaño. Intentamos follar, pero yo no paraba de pensar en el idiota de Julio con su sonrisa arrogante sacándose una polla enorme delante de mi novia, que se relamía al verlo. No podía quitarme esa imagen de la cabeza y no logré que se me pusiera dura. Mi novia suspiró resignada:
—Cariño, si no puedes follarme al menos cómeme el coño, anda.
Baja hasta su entrepierna y empecé a darle lametones. Parecía que le encantaba, estaba gimiendo cada vez más fuerte. Cuando levanté la mirada me fijé en que se había puesto la almohada sobre la parte superior de la cara, tapándose los ojos. Seguía a lo mío hasta que se corrió en mi cara. Mientras me limpiaba los fluidos vaginales de la cara no podía evitar pensar que había estado imaginándose con otro.
Volviendo a nuestras vacaciones de verano. Ahí estábamos todos, mi novia, sus amigos yo... y Julio. Ya en el bus de camino a la playa Julio había empezado con sus bromas:
—¡Eh, Marta! ¿Te has acordado de traerte el consolador para follarte a tu novio?
Era una broma recurrente que tenía conmigo. Siempre insinuaba que como yo no podía follar a mi novia era ella la que me penetraba con un pene de goma. Como siempre todos se rieron de su gracia, incluida mi novia, que soltó una risita sentada a mi lado. Al ver cómo me empezaba a poner rojo de vergüenza me dijo:
—Es una broma, cariño. No te lo tomes a mal y ríete un poco.
Pasado ese momento el resto del viaje siguió su curso. Julio empezó a tontear con la chica que tenía al lado. Y mi novia, aburrida, se acurrucó conmigo y estuvimos escuchando música juntos el resto del viaje. Eso me subió el ánimo, puede que pudiéramos pasar unas buenas vacaciones en pareja a pesar de todo. Si Julio se enrollaba con aquella otra amiga estos días seguro que me dejaba en paz el resto del viaje.
Cuando llegamos al hotel nos repartieron las habitaciones. Mi novia y yo dejamos nuestro equipaje en la nuestra y salimos tan pronto como pudimos para disfrutar del primer día de playa. Al pasar junto a la habitación de Julio nos fijamos en que tenía una nota pegada en la puerta, al parecer escrita por él mismo: «Lista de espera para FOLLAR. Viernes. Sábado. Domingo.» Era una especie de calendario del sexo.
—¡Menudo prepotente! Se lo tiene muy creído —Soltó mi novia al verlo.
Me alegré de su reacción, y esperaba que el resto de amigas de mi novia se enfadasen al verlo, especialmente la chica con la que había estado tonteando en el bus. Con un poco de suerte Julio pasaría las vacaciones a dos velas mientras yo me podía acostar con mi novia cada noche.
—Espera cariño, se me ha olvidado la crema solar. ¿Puedes volver de un momento a por ella? —Me preguntó mi novia.
—Claro, ahora mismo vuelvo —le aseguré.
Volví corriendo a la habitación y me puse a buscar la crema solar, no la encontraba por ningún lado. Estuve varios minutos buscando por todos lados sin éxito. De pronto tuve una visión muy clara de la crema sobre la mesilla de la cama... en mi casa, se me había olvidado meterla en la maleta. En fin, seguro que el resto habían traído crema, no era un problema. Salí de vuelta al pasillo y lo primero que note es que mi novia no estaba esperándome, debía haberse aburrido mientras buscaba y se habría bajado ya a la playa. Fui tras ella pero al pasar de nuevo junto a la habitación de Julio no daba crédito a mis ojos. El cartel seguía ahí pero ya tenía algo escrito: «Lista de espera para FOLLAR. Viernes: Laura, Irene. Sábado: Alejandra, Cristina + María ;). Domingo: Sofía, Marta :P.» Ahí estaba el nombre de todas las amigas de mi novia, y también el nombre de mi novia. Debían haberlo escrito todas juntas a modo de broma, pero no pude evitar enfadarme al ver aquella muestra de humillación.
Al llegar a la playa vi a todo el mundo ya tumbado, habían plantado las sombrillas y las toallas y charlaban animados, como imaginaba mi novia había bajado con el resto sin esperarme. Lo primero que hice al verla fue preguntarla por la nota.
—Ah ¿eso? A las chicas nos pareció gracioso. Tranquilízate, no es que vayamos a hacerlo todas, no creo que al final suban más de dos o tres —comentaba mi novia despreocupada.
Tras unos segundos me di cuenta de lo que mi novia implicaba. Todas las amigas de mi novia tenían novio menos Irene, la que había estado tonteando con Julio en el bus. ¿Insinuaba mi novia que algunas de sus amigas iban a engañar a sus parejas con Julio aquellos días? Cuando me conto que se había follado a todas sus amigas imaginaba que había sido cuando aún estaban solteras. Busqué a Julio con la mirada, estaba en una toalla tonteando con Cristina y con María, las que habían escrito su nombre juntas en la nota. Los tres reían de alguna broma, las dos tenían novio, aunque ninguno les había acompañado a este viaje por motivos de trabajo.
—Por cierto, no he traído la crema, se me olvidó meterla en la maleta —le dije a mi novia.
—Joder cariño, eres un desastre... En fin. ¿Alguien tiene crema? A mi novio se le ha olvidado meterla —Esto último lo dijo en voz alta al grupo provocando algunas risitas por el doble sentido.
En seguida Julio se levantó con un bote de crema en la mano. Pero antes que en el bote me fije en el bañador que llevaba puesto, era bastante ajustado y se notaba un bulto considerablemente grande en su interior. Parecía que los rumores que le habían contado a mi novia podían ser ciertos. Me fije como mi novia también le miraba fijamente el paquete mientras se acercaba.
—Tranquila guapa, que yo te echo crema— le dijo Julio a mi novia.
Yo iba a protestar pero antes de que pudiese decir nada mi novia asintió:
—Claro, al menos hay aquí un hombre que tiene lo que hay que tener... para venir a la playa —añadió con una sonrisa.
Julio rió de la broma. Mientras mi novia se tumbó en la toalla y dejo la espalda lista para que Julio le echase crema, incluso se desabrochó el sujetador para facilitarle la tarea. Yo ardía de rabia mientras veía a Julio a horcajadas sobre mi novia echándole crema. Pensaba que terminaría pronto cuando acabase con la espalda. Pero cuando terminó y mi novia fue a coger el bote para terminar de echarse ella crema por el resto del cuerpo Julio aparto su mano y dijo:
—Mi crema, mis reglas, he dicho que ya te echo yo crema.
Y continuó embadurnando crema por todo el cuerpo de mi novia. Estaba claro que él lo estaba disfrutando, y por la mirada de mi novia, ella también. Cuando terminaron le pregunté si podía usar yo la crema.
—¿También quieres que te eche yo cremita? No me seas marica y échate tu solito —rio Julio, mi novia y alguna de sus amigas también le rieron la gracia.
Cuando termine de echarme crema le pedí a mi novia si podía echarme ella crema por la espalda. Pareció molestarla un poco, porque quería irse ya al agua pero accedió. Al menos fue agradable sentir las manos de mi novia por mi espalda, y la verdad no se dio ninguna prisa como temía. Me indicó que había terminado dándome un beso cariñoso en la mejilla. Y se levantó devolverle la crema a Julio.
—Quédate el bote, lo puedes usar de lubricante para el culito de tu novio esta noche —bromeó Julio. De nuevo, todo el mundo se rió.
El resto de la mañana siguió con tranquilidad, nos bañamos todos en la playa y jugamos un poco en la playa. Yo estuve casi todo el tiempo con mi novia y Julio nos dejó en paz todo el tiempo. Podía disfrutar del tiempo con ella y estaba deseando que pudiéramos seguir así todo el día. De vez en cuando notaba como Julio miraba a mi novia con interés, pero eso no podía reprochárselo, la verdad es que mi novia era muy guapa y el biquini la favorecía, mucho, tenía un cuerpazo. A veces me sorprendía como un tipo como yo había podido conseguir una novia así.
Al cabo de unas horas Julio sugirió que fuéramos a los acantilados del otro lado de la playa. Al parecer era uno de esos puntos desde los que se puede saltar al agua desde varias decenas de metros de altura y llegar a una cala pequeña en la que casi nunca había nadie. La idea de saltar al mar me parecía aterradora y por suerte al resto del grupo también, nadie quería ir. Julio parecía decepcionado y anunció que entonces iría él solo y empezó a caminar, entonces una voz junto a mí gritó:
—¡Espera! Que yo te acompaño —era mi novia.
La mire totalmente sorprendido, no daba crédito. No imaginaba que la idea de saltar de un acantilado fuera con ella, y mucho menos que quisiera irse a solas con Julio. No podía permitirlo así que anuncié que iba con ellos.
—Esto no es una excursión para mariquitas, hay que estar en forma para subir a las rocas —me dijo Julio. Pero yo insistí en acompañarles.
Se encogió de hombros y fuimos los tres hacia aquellos acantilados. Era una imagen curiosa de ver; de izquierda a derecha estábamos: Julio, un hombre hecho y derecho, con músculos por todo su cuerpo y un bulto importante en su bañador; Marta, mi novia, con una cara preciosa y un cuerpazo que, sin tener demasiadas curvas, quitaba el hipo; y yo, un chico delgado, de piel suave y sin nada que abultar en el bañador. Estuvimos caminando bastante rato por la arena y al final llegamos a las rocas. Me había imaginado que habría un camino más señalado pero no, había que subir entre pendientes y piedras, muchas veces impulsándose con manos y piernas. Era bastante agotador, yo no estaba acostumbrado a tanto ejercicio. Pero al parecer a Julio y a mi novia no les suponía ningún problema, ambos estaban en mejor forma que yo. No tardaron en dejarme atrás.
—Vamos mariquita, aprieta el ritmo o te quedas atrás— era la voz de Julio.
—Eso marica, aprieta el culito y date prisa— esta vez era mi novia la que había hablado.
Me quedé helado, mi novia nunca me había llamado así. Me puse rojo, no sé si de enfado o vergüenza. Oí como ambos reían más adelante. Al final llegue jadeando al borde del acantilado. Mi novia y Julio llevaban ya un rato ahí y reían alguna broma.
—¿Sabéis? Creo que la cala de ahí abajo es nudista, deberíamos desnudarnos aquí antes de saltar —dijo Julio.
Y sin darnos tiempo a reaccionar se bajó el bañador de un golpe. Me quedé con la boca abierta, el bulto que se intuía antes no hacía justicia al pedazo de polla que colgaba entre sus piernas. Era como mi muñeca de ancha y le llegaba hasta más de la mitad del muslo aun flácida. Julio sonreía victorioso, y al seguir su mirada me di cuenta de por qué. Mi novia miraba aquel pedazo de carne aún más hipnotizada que yo y se mordía de forma inconsciente el labio inferior. Estuvimos así en silencio unos segundos más hasta que mi novia reaccionó.
—Sí, vale, me parece buena idea— y empezó a desnudarse ahí mismo.
Se quitó primero la parte superior, dejando a la vista sus pezones pequeñitos y respingones pero claramente erectos. Acto seguido se quitó la parte inferior con un contoneo, dejándonos ver su pubis depilado. Julio se la estaba comiendo con la mirada.
—¿No te desnudas, cariño? Será divertido —Me dijo mi novia al ver que seguía sin moverme.
—Eh... no, no me apetece— contesté.
—Bueno, como quieras, a veces eres de lo más aburrido —contestó con cierto desprecio y se acercó al borde con Julio.
Me acerqué a mirar al borde. Debíamos estar como a 20 metros de altura, no me podía creer que nadie fuera a saltar desde ahí. Dije:
—Está claro que no se puede saltar, ¿Volvemos ya?
—¿Qué dices maricona? Es un salto fácil, ¡Atentas! —dijo Julio, y acto seguido salto al mar.
Tardó unos segundos el llegar al agua, zambulléndose con gracia. A los segundos surgió del agua, nadaba tranquilamente en el mar. Desde el fondo nos hacía gestos, invitándonos a saltar. Yo seguía aterrorizado pero mi novia parecía dispuesta a saltar.
—¿De verdad vas a hacerlo? Puede ser peligroso, ¿Y si caes mal?— La inquirí preocupado.
Intentaba disuadirla para que no saltara, pero ella estaba convencida en seguir a Julio, me dijo:
—Sí que es verdad que eres un poco mariquita.
Y, dejándome hay plantado con los ojos como platos por lo que me acababa de decir a la cara, saltó.
Cuando me asomé al acantilado estaban los dos en el agua, estaban bastante justos y parecían juguetear. No parecía que fueran a pasar a más pero me quedé ahí mirándoles, sin terminarme de decidir a saltar. Al cabo de un rato ellos seguían divirtiéndose en el agua y yo decidí que si no iba a saltar al menos bajaría, parecía que había un camino que llevaba a la cala, y me dispuse a encontrarlo.
En el agua, Marta y Julio jugaban salpicándose.
—Creo que tu novio se va a quedar ahí arriba para siempre— dijo Julio.
—Él se lo pierde— le respondió Marta.
Julio se zambulló bajo el agua y toqueteó las piernas de Marta desde abajo juguetonamente. Marta le apartó entre risas.
—¿Crees que se estará poniendo celoso? —preguntó Julio.
—Seguro que sí, tiene razones para ello ¿no?— Mientras Marta hablaba, alargó la mano para tocar la polla de Julio bajo el agua—. No había visto nunca una polla tan grande.
Julio sonrió triunfalmente, y echó su mirada más seductora a Marta, que le devolvió una mirada pícara mientras seguía acariciando su polla bajo el agua. Ella se acercó un poco más y le susurró mientras dejaba las caricias y agarraba firmemente esa polla que ya se estaba poniendo dura:
—Esta polla tan gorda me va a partir por la mitad, vas a tener que metérmela con mucho cuidado... al menos al principio.
Se acercaron a la playa y Julio levantó a Marta en volandas. Ambos desnudos, él con su enorme polla ya dura preparada para la inminente acción. Julio recostó a Marta sobre una roca plana y ahí, al sol del verano, se echó sobre ella para empezar a penetrarla. Al principio apenas pudo meter la cabeza de su rabo en el apretado coñito de Marta. Ella jamás había sentido algo tan grande invadir sus entrañas.
—¡Joder! Cabrón, me vas a partir —gemía Marta mientras el gigantesco glande de Julio estrechaba sus labios vaginales al máximo.
Una vez logró acomodar la cabeza de su polla en su interior Marta creía que no le entraría nada más. Pero de un golpe de cadera Julio le clavo el mástil hasta la mitad, provocando un inmenso gemido:
—¡Aaaaah! Dios, me has abierto entera. Mi coño, me lo has jodido, cabrón —gritaba Marta—. Sigue joder, sigue rompiéndome el coño. Dame caña, cabronazo.
Marta animaba a Julio a destrozar su coñito y Julio no se hizo de rogar, empezó a embestirla como un animal en celo, sacando y metiendo su monstruosa polla sin parar. A veces la sacaba entera solo para volver a meterla de un golpe, esto siempre provocaba gritos por parte de Marta. Ella estaba completamente fuera de sí, con la espalda sobre la roca y las piernas completamente abiertas, mientras arañaba la espalda de Julio a la vez que gemía y gritaba sin control, dejándose la voz. Nunca la habían follado de esa manera y ella se lo hacía saber:
—¡Si, dame bien! ¡Fóllame como nunca me han follado! Eso sí que es una buena polla y no la mierda que tiene mi novio. Qué gusto tener a un hombre de verdad jodiéndome por fin —gritaba Marta.
Estaba claro que Marta estaba insatisfecha con su vida sexual y aquella follada la estaba llevando al cielo.
—¡Me corro! Sí, cabrón, métemela bien al fondo que me corro —gemía ella.
Marta se empezó a correr sobre la polla de Julio, mientras este seguía taladrando sin piedad. A pesar de que empujaba con toda la fuerza de sus caderas no había logrado metérsela más que a la mitad. Su polla había hecho tope en el interior de Marta. Así, Marta siguió corriéndose una y otra vez, tenía los ojos en blanco de placer y solo gemía palabras sin sentido:
—¡Polla!... ¡sí!... ¡dame!... ¡rompe!... ¡gorda!... ¡polla!
Julio también se lo estaba pasando en grande. Al ver la cara que se le estaba poniendo a Marta— con los ojos en blanco y la lengua fuera— no dudó en meterla cuatro dedos en la boca y abrírsela a placer con una mano, mientras le daba pequeñas bofetadas en la cara con otra, al tiempo que la insultaba:
—Menuda zorra estás hecha. ¿Te gusta que te den polla? ¿El mariquita de tu novio no te folla así?
Según aumentaba el ritmo de las embestidas los insultos se volvieron más bestias:
—Pedazo de putón, te voy a romper el coño a pollazos. No vas a volver a sentir otra polla en la vida, pedazo de guarra. Zorra de mierda, malfollada, ¿Te gusta que te follen bien? ¿Te gusta correrte sobre mi polla, putilla?
De pronto la polla de Julio se puso aún más dura dentro de Marta, los dos sabían lo que iba a pasar.
—Sí, joder, córrete dentro de mí cabrón, préñame —gritaba Marta descontrolada.
Julio la agarro con fuerza del pelo y le obligo a mirar hacía su propio coño mientras se corría. Empezó a soltar chorros de lefa dentro de Marta como si fuera una manguera. Marta gemía de placer mientras sus entrañas se llenaban de leche. La corrida era tan abundante que empezó a chorrear y a salirse del coño dilatado de Marta, goteando sobre la piedra. Al final el polvo terminó, Marta se dejó caer exhausta sobre la piedra mientras Julio sacaba la enorme polla de su interior centímetro a centímetro. Cuando terminó de sacarla un borbotón de leche salió del coñito aun abierto de Marta.
Al rato fueron recuperándose de sus respectivos orgasmos y se tumbaron tranquilamente al sol, uno al lado del otro. Marta apoyo la cabeza sobre el pecho desnudo de Julio y al cabo de un tiempo contemplando el mar juntos en silencio le comentó, con un susurro y la voz rota de tantos gritos:
—¿Sabes una cosa?
—¿Qué?
—Hemos hecho el amor en el lugar más romántico del mundo y nos ha faltado una cosa.
—¿El qué?
—No nos hemos besado.
Julio miró a Marta a los ojos y le dijo:
—¿Quieres besarme?
—Sí
Marta cerró los ojos y empezó a acercar sus labios a los de Julio.
—¡Pues bésame la polla!
De un golpe Julio agarró a Marta del pelo y le bajó la cabeza a la altura de su rabo. Marta al verse tratada de aquella forma no pudo hacer otra cosa: empezó a lamerlo. Empezó a dar lametazos a la base de su polla como una obsesa, le encantaba que Julio la tratase con ese menosprecio, como si no fuese más que un trozo de carne hecho para su placer. En seguida la polla de Julio volvió a ponerse dura y Marta empezó a darle lametones a la cabeza, preguntándose si le cabría en la boca. No se lo pudo preguntar mucho tiempo, porque Julio le agarró de los pelos y la forzó a meterse la polla en la boca.
—¡Ah, jogder, seh me rogmpe la mandigbulah!— Marta no podía vocalizar con aquel pedazo de carne en la boca.
Julio la mantenía bien agarrada del pelo y empezó a mover la cabeza de Marta arriba y abajo, usando su boca como juguete sexual para masturbarse.
Así fue como me los encontré.
Había dado un buen rodeo por toda la zona hasta encontrar el sendero que llevaba a aquella cala apartada de todo. Y cuando llegué a la entrada la imagen que me saludó fue la de Julio, sentado sobre una roca y mi novia, Marta, de rodillas delante suyo con aquella monstruosa boca llenándole la boca. Julio le agarraba la cara con las dos manos, marcando el ritmo de la mamada mientras ella le miraba con devoción, como si le estuviese chupando la polla a su amo y señor.
Me quedé de piedra, pensé en salir corriendo pero mis piernas no me respondían. Julio fue el primero en darse cuenta de mi presencia. Sonrió al verme, con esa mueca triunfal en su rostro. Y mientras me miraba fijamente apretó bien la cabeza de mi novia sobre su polla, clavándosela hasta el fondo de la garganta. Mi novia empezó a soltar arcadas y a dar golpes a las piernas de Julio, no podía respirar. Julio la mantuvo así bastantes segundos, hasta que mi novia empezó a ponerse roja, entonces la soltó. Mi novia se retiró tosiendo, con saliva y líquido preseminal saliéndole de la boca. Pensé que le gritaría, que se enfadaría, o que al menos pararía. Pero tan pronto como dejó de toser agarró la polla de Julio y se lanzó a darle lametazos de arriba a abajo para unos segundos después metérsela en la boca. Julio se llevó las manos a la nuca y me miraba sonriente mientras mi novia se forzaba ella misma la polla de aquel hombre por su garganta, atragantándose a sí misma hasta la arcada. Estaba completamente ida, nunca ha había visto así durante el sexo. Estaba completa y absolutamente entregada a dar placer a la polla de aquel hombre. Julio quiso enseñarme su dominancia sobre mi novia y se puso en pie.
—Mira zorra, tenemos público —le dijo Julio.
Mi novia no parecía querer apartar la mirada de aquella polla así que Julio le agarró la cabeza con las manos y se la giró para que me mirase. Al verme mi novia se echó a reír:
—¡Hola cariño! Mira, eran ciertos los rumores —Mientras hablaba recorría con la mano todo el largo de la polla de Julio.
—¡Eh mariquita! Ven aquí, quiero que veas bien como tu novia se come una polla de verdad —me ordenó Julio.
No sé por qué obedecí, pero lo hice. Me sentía completamente derrotado y humillado y tenía sentido que hiciera lo que aquel hombre superior me ordenaba. Me acerque hasta donde estaban y me dejé caer de rodillas junto a ellos. Tenía la cara de mi novia a escasos centímetros de mí, al igual que la gigantesca polla de Julio. Mi novia seguía mirándome mientras masturbaba aquel descomunal rabo.
—¿Verdad que es enorme? Ahora entiendo porque nunca me he corrido con tu micropolla. Las mujeres necesitamos pollas de verdad, como esta, para disfrutar— hablaba con tranquilidad y con una sonrisa en los labios.
—Tu novia te ha hecho una pregunta, responde— me espetó Julio al ver que yo simplemente seguía embobado mirando a Marta con la mirada vacía.
—Eh... sí, es de verdad enorme— dije sin pensar.
—Se acabó la cháchara chicas. Sigue con tu trabajo, zorrita— mientras hablaba Julio volvió a agarrar la cabeza de mi novia.
Pero ella no necesitaba ningún incentivo, se lanzó voraz hacia aquella polla para tragársela entera delante de mis narices. Los pechos de mi novia bamboleaban mientras ella se movía arriba y abajo por aquella barra de carne. Oía el ruido húmedo que hacía el rabo de Julio al recorrer la boca de mi novia. Veía la saliva goteando por la barbilla de mi novia. Y olía el penetrante olor a polla y sexo que exudaba. Yo, mientras tanto, no podía apartar la mirada de aquella escena.
—Zorra, mira. Parece que a la putita de tu novio le ha entrado hambre— dijo Julio riéndose.
Marta dejó de chuparle la polla por unos segundos y me miró diciendo:
—Pues sí. Cariño ¿Te apetece probar? Seguro que te gusta.
Y dicho esto alargó su mano para cogerme de la nuca y empezar a acercarme a aquel pollón. Por un lado quería resistirme, pero por otro me sentía sumiso ante aquella polla superior. Menuda visión debía tener Julio, tenía postradas frente a su polla a mi novia y a mí, cara con cara. Se agarró la base de la polla y la movió para darme una bofetada con ella mientras decía:
—Ya sabía yo que a esta maricona le gustan las pollas. Cuanto más grandes mejor ¿verdad?
Julio seguía dándome pollazos en la cara y aunque debía de estar furioso por cómo me estaba tratando aquel olor a polla me estaba embriagando y el sentir los golpes de algo tan pesado y caliente sobre mi cara tenía un efecto extraño en mí, que hacía que sintiese mariposas en el estómago. Inconscientemente asentí y abrí la boca sacando la lengua.
—Así me gusta, tan putita como su novia— reía Julio.
Me agarró de la cabeza con su enorme mano mientras empezaba a acomodar la aún más enorme punta de su pene en mi lengua. Saboreé esa esencia de polla mezclada con la saliva de mi novia por unos segundos mientras ese monstruoso glande se deslizaba hacía mi boca. Intenté abrir los labios todo lo que pude pero aun así no entró.
—Espera, cariño, que te ayudo— dijo mí novia.
Se colocó detrás de mí e introdujo los dedos en las comisuras de mis labios y empezó a tirar para estirarlos. Según se me abrió más la boca la polla de Julio pasó hacía dentro llenándome por completo la boca de aquel pedazo de carne caliente.
—Así es, hasta el fondo. Al final sí que estabas hecho un mariquita— me susurro mi novia al oído —Con esa pollita diminuta que tienes ya me lo imaginaba.
A esas alturas la humillación de mi novia solo me excitaba más. Estaba deseando tragar más de aquella polla, y Julio estaba encantado de ayudarme a ello. Me hizo lo mismo que a mi novia y con la ayuda de sus fuertes brazos encajó bien su colosal rabo hasta el fondo de mi garganta dándome arcadas y me dejó ahí, con la polla clavada en la garganta y sin poder respirar hasta que pensé que perdía el conocimiento. Entonces me soltó y salí tosiendo. Antes me había indignado al ver como trataban así a mi novia. Y ahora ya lo entendía, era el papel de putitas como yo satisfacer a los machos alfa en todos sus deseos. Y al igual que mi novia me lancé de nuevo a lamer aquella polla.
Pasamos un buen rato lamiendo aquel caramelo salado y caliente, en un momento mi novia y yo nos besamos con el glande de Julio de por medio. No cabía en mí de la excitación. Miraba a mi novia mientras juntos le dábamos placer a aquella polla y ella me devolvía una mirada sonriente, parecía encantada de ver a su novio convertido en una vulgar chupapollas.
—¿Quién es mi putita? —preguntaba Julio con sorna.
—Yo, yo —respondíamos mi novia y yo al unísono.
Julio se reía y agarrando el tronco de su polla con su fuerte mano empezó a usarla para darnos golpecitos en la cara con ella. Notaba como su pesada verga caía sobre mi cara primero, luego sobre la de mi novia, mientras Julio se reía:
—Menudo par de zorras que tengo aquí.
—Sí, somos tus zorras, danos polla —respondió mi novia.
—Amo a tu polla —tercié yo.
No podía creerme que esas palabras hubieran salido de mi boca; estaba completamente poseído por la excitación y el olor a polla. Los golpecitos de Julio empezaron a ser auténticas bofetadas; usaba la polla cual porra para darnos golpes en la cara que nos derribaban a un lado. Pero tanto mi novia como yo en seguida nos levantábamos a por más.
—Chúpame los huevos —me dijo Julio mientras agarraba mi cabeza para hacer cumplir su orden.
Yo empecé a lamerle las pelotas de forma sumisa mientras mi novia se esperaba con su glande. Ahí estaba yo, chupando los cojones de aquel hombre mirando a mi novia a los ojos mientras ella hacía lo imposible por alojar aquella polla en su boca. Estuve un bien rato mirándola directamente a los ojos mientras ella subía y bajaba por aquel mástil. Su mirada lo decía todo: estaba disfrutando como nunca; no solo por tener aquella delicia en su boca, sino también por ver a su novio con la cara hundida en los huevos de aquel macho dominante.
—No todo va a ser lamer, señoritas. Vamos a pasar al plato principal —dijo Julio.
Mi novia obedeció de inmediato poniéndose a cuatro patas, estaba más cachonda de lo que la había visto jamás. Yo notaba un hormigueo en el estómago al ver la monstruosa polla de Julio posada sobre el trasero de mi novia. Aquel pedazo de carne iba a partirla en dos delante de mí.
—Vamos putita, ayúdame a ensartar a tu «fiel» novia —me ordenó Julio señalándose la polla.
Sabía lo que quería, lentamente alcé la mano y agarré aquella verga enorme. No podía ni cerrar los dedos a su alrededor; notaba todo su peso y su calor. Poco a poco fue dirigiendo aquella polla hacia el coñito de mi novia.
—¡Sii! Cariño, por fin me vas a meter una polla que me dé gusto —grito mi novia cuando el rabo de Julio empezó a penetrar sus carnes guiado por mi mano.
Julio empezó a mover las caderas, ensartando a mi novia con cada movimiento.
—¡Toma polla, zorra! —gritaba él.
—Sii, fóllame cabrón. Ábreme bien el coño. Reviéntame. Soy tu putita, solo tuya —gemía mi novia fuera de control.
Yo no podía aguantar más la excitación de ver a mi novia ensartada de aquella manera. Gritando y gimiendo como nunca la había visto. Estaba claro que por primera vez en su vida se la estaban follando de verdad. Notaba el pene completamente erecto en mi bañador. Y sin pensármelo dos veces me lo quité y empecé a masturbarme.
—Joder Marta, sí que decías la verdad. La pollita de tu novio es enana —rio Julio al verme.
Mi novia giró la cara entre embestidas para responderle:
—Cariño, tienes una pollita patética...¡Si, joder cabrón, dame más! ... normal que nunca me hayas dado placer con esa minipolla ¡aah, Dios, me vas a partir!
Mi novia apenas podía hablar entre gemidos. Entonces Julio se ensalivó un dedo y empezó a frotarlo por el culo de mi novia.
—¡No! Por ahí no, que no me gusta —protestó ella.
—Calla zorra, que me apetece follar un culo —insistía Julio mientras le empezaba a meter el dedo dentro.
—¡Aaah! no, no. Si quieres usa a mi novio para eso. Con lo mariquita que es seguro que le encanta.
Julio dejó de intentar penetrar el ano de mi novia y me miró con una sonrisa. Sacó la polla de mi novia con un sonoro «plop» y empezó a acercarse a mí. Intenté apartarme pero fui demasiado lento. Cuando quise darme cuenta Julio me había agarrado e inmovilizado de cara contra el suelo con el culito en pompa. Empezó a darme cachetadas.
—¿Ves que culito de maricona tiene? Está hecho para que se lo follen —le animaba mi novia.
Julio no se hizo de rogar. Empezó a meterme un dedo ensalivado en mi virginal culito. Di un respingo, era una sensación extraña. Me sentía completamente a merced de aquel hombre. El primer dedo dio paso a un segundo y luego a un tercero. Al poco rato me estaba follando con sus dedos mientras me dilataba.
—¡Ah... ah...ah! —de mi boca se escapaban pequeños gemiditos cada vez que Julio me clavaba sus dedos, provocando risotadas por parte de Julio y mi novia.
—Gime como una chica de verdad —decía Julio.
—Siempre ha sido más niña que hombre —reía mi novia.
Julio sacó los dedos de mi interior; de pronto sentí un vacío. Moví el culo instintivamente hacia atrás buscando algo que lo llenará.
—Tranquila zorrita, ahora tendrás tu ración de carne —me aseguró Julio.
Y sin avisar empezó a meterme aquella monstruosa polla suya.
—¡Aaah! —grité de dolor.
Aquel colosal rabo me estaba abriendo el esfínter por completo. Y poco a poco se estaba introduciendo dentro de mí, llenándome como no lo había creído posible. Mi novia estaba maravillada; se estaba masturbando mientras veía como su novio era ensartado por una polla gigante que hace unos segundos la había estado follando a ella. Julio empezó a mover las caderas, marcando el ritmo de la follada. El dolor pronto se transformó en placer. Aquel rabo estaba estimulando partes desconocidas de mi interior.
—¡ah, ah! sí... dame... sí —empecé a gemir por lo bajo.
Pero mi novia escucho perfectamente mis gemidos de placer:
—¡Le gusta! A la putita de mi novio le gusta que le metan una buena tranca por el culo —reía ella —. Vamos, enséñale lo que es bueno, Julio.
—Está zorra no se va a poder sentar en una semana.
Y tras decir eso me clavo la polla hasta el fondo y empezó a penetrarme de forma profunda. Notaba su polla por dentro de mi tripa; llenándome por dentro con un placer que nunca había sentido.
—¡Aaaah! Sííí.... — Y poniendo los ojos en blanco me empecé a correr sin haberme tocado la pollita, solo por la estimulación de la polla gorda de Julio en mi culo.
—¡Ja, ja, ja! La putita se ha corrido. ¡Se ha corrido como una chica! —mi novia, Marta, se reía mientras mi pollita salpicaba el suelo de la playa con algunas gotas de semen.
—Si eso te ha gustado, verás ahora —dijo Julio.
Acto seguido paso sus brazos por debajo de mis piernas y sobre mis hombros para acabar agarrándome la nuca por detrás mientras me levantaba en el aire. Era una postura increíblemente humillante, con las piernas abiertas completamente a los lados pateando al aire, los brazos colgando a los lados, la cabeza empujada hacía abajo; dirigiendo mi mirada a mi pollita que colgaba flácida en el aire, agitándose arriba y abajo con cada embestida de Julio. En esa postura las penetraciones eran aún más profundas y me llego a clavar su polla hasta los mismos huevos. Aun sensible por el anterior orgasmo no pude aguantar ni unos segundos, era un placer tan grande que mi cabeza daba vueltas.
—Ah...ah... sí, dame polla. Clávamela más, hasta el fondo. Métemela hasta el fondo. Fóllame. Hazme tu puta —las palabras salían solas de mi boca.
Enseguida mi pollita, aun flácida, empezó a gotear más esperma.
—¡Mira, se sigue corriendo! La zorrita está teniendo un orgasmo múltiple —reía mi novia sin parar de masturbarse frente a la escena que tenía delante.
Julio aflojó un poco la presión sobre mi nuca para dejarme levantar la mirada y mirar a mi novia. Estaba tirada en el suelo, masturbándose con furia mientras observaba encantada como aquel macho alfa tenía a su novio levantado en el aire mientras le clavaba su pollón a placer haciéndole correrse sin remedio como una putilla cualquiera.
Finalmente Julio me soltó y me dejé caer de rodillas frente a él, totalmente entregado. Julio se sacudió la polla un par de veces delante de mi cara y empezó a soltar un manantial de leche sobre mí, bautizándome en semen. Instintivamente abrí bien la boca y saque la lengua para disfrutar de aquel manjar que llovía sobre mí: la leche caliente de otro hombre. Julio no dejaba de soltar chorro tras chorro de lefa, parecía la manguera de un bombero. Cuando terminó tenía la cara empapada de semen, y por el pecho me chorreaba más lefa hasta el abdomen. Estaba completamente empapado en aquella sustancia viscosa y caliente. Relamía con la lengua el semen que goteaba por mi cara, para sentir aquel sabor salado en mi paladar. Mi novia me miro y se me acercó como su fuera a besarme, pero solo se puso a lamer el semen sobrante de mi cara, la entendía perfectamente. El semen de aquel hombre era mucho más excitante que un beso de su ahora emputecido novio.
Y así fue como mi enemigo se follo a mi novia y después me uso como su puta personal. A lo largo de las vacaciones nos follo varias veces más. Mi novia se trasladó a su habitación para follarselo cada noche dejándome a mí solo. Al volver a casa seguimos viviendo juntos pero ella dejo bien claro que ya no era su hombre. Empezó a traerse a otros hombres a casa y ya solo la veía desnuda cuando me follaba a esos hombres junto a ella.