Mi encuentro con Cecilia

Iba a mi habitación del hotel, y de pronto, escuché algo extraño en la escalera de incendios. Entonces vi a Cecilia...

Encuentro con Cecilia

Esa noche regresé tarde al hotel luego de una cena bastante aburrida con unos colegas de trabajo. Estaba en Barcelona, me alojaba en el Hotel Regente que está en la rambla de Cataluña, llegué, saludé al recepcionista y subí al ascensor hasta la 5ª planta. Estaba metiendo la llave en la cerradura cuando sentí que algo anormal ocurría, que algo no estaba en su sitio, en fin, esas manifestaciones del instinto, y lo primero que pensé fue que el la escalera de incendios había un ladrón.

Con temor fui, la puerta estaba entreabierta, la abrí de golpe, y ahí me encontré con alguien que describiré con precisión:

Tacones rojos muy altos, unas medias de red negras que cubrían unas piernas bastante bonitas, una minifaldita muy corta y ajustada de lycra roja, una blusa rosa también muy ajustada, y una larga cabellera platina de alguien que ocultaba su cara entre las manos. A su lado había una cámara fotográfica montada en un trípode.

_Hola....-saludé

-Hola...se me quedó la llave dentro- respondió quitándose las manos de la cara.

En ese preciso momento oímos que el ascensor abría sus puertas y dos voces, de una pareja, comentaban sus intimidades. Eran otros que también estaban en el hotel. Nos quedamos en silencio y le acaricié la cara.

-No te preocupes, que vamos a mi habitación y lo arreglamos- le dije.

-Gracias...no sabía qué hacer...- musitó, y nuevamente escuchamos a la pareja, el hombre decía que iba a la recepción a por hielo, y la mujer le preguntaba si no había bebido suficiente.

-Viene para acá... – musitó, y al parecer era cierto pues el hombre maldecía por la tardanza del ascensor.

Entonces la abracé y le dije que se tranquilizara. Para mi sopresa respondió muy bien a mi abrazo y mejor aún al beso que estampé en su boca. Tenía una deliciosa lengua gruesa y jugosa, y sabía besar con maestría. Mientras nos besábamos le acaricie los senos sobre la blusa, reconocí esas maravillas de silicona que son los mismos que yo uso, y cuando bajé la mano hacia el borde de su faldita, en la entrepierna, me estremecí de placer al tocar una polla pequeña pero durísima bajo la braguita.

-Eres la clase de mujer que me gusta- le susurré y ella respondió con un gemidito de placer.

Esperamos un par de minutos hasta que llegó el ascensor, entonces la tomé de la mano y fuimos rápido a mi habitación. Ahí, a salvo, le ofrecí un trago del minibar, se sentó en la cama, me excitó de manera increíble pues como se pusiera mostraba las braguitas negras, y me contó que le gustaba hacerse fotos vestida, que su gran aventura era salir de noche por los pasillos de los hoteles a hacerse fotos, en fin, las fantasías de todas las travestis.

-Qué suerte he tenido que llegaras tú, imagínate si me pilla otro, no quiero ni pensarlo- dijo ya más relajada.

Bebiendo, me dijo que le gustaba que la llamaran Cecilia y que, vaya sorpresas de la vida, yo era el primer hombre que la veía vestida, aunque tenía 45 años y lo hacía desde los 18.

-Cecilia, que lindo nombre. Me gusta, y como el destino lo ha querido así, yo también tengo una sorpresa para ti- le dije, y a continuación me paré, tomé mi bolsa de efectos muy personales y me fui al baño.

No estaba en mis planes verme con nadie, pero como me agrada ser yo, esa nena voluptuosa que amo cuando le veo en el espejo, siempre llevó algo de ropita, una peluca y mis tacones conmigo.

Salí el baño montada en mis botitas rojas de tacón, medias negras, liguero negro, una tanga negra, un sostén transparente negro, y mi peluca rubia rizada. Al verme se llevó las manos a la cara y dijo "mmmmm qué preciosa te ves".

-Bueno, tesoro, me llamo Antonia y estoy feliz de conocerte.

Cecilia sabía besar bien y rico, pero era inexperta en todo lo demás, era primeriza en todo sentido, ¡era vírgen! de tal manera que empezamos a dejarnos llevar por las caricias, nos besamos mucho frotando nuestros sexos todavía bajo las bragas, aunque duritos, de ahí pasamos a acomodarnos para que yo le hiciera honores a su pollita, que era y es preciosa, pequeñita pero muy gruesa, así, Cecilia tuvo su primer orgasmo en la boca de una amante, y cuando la senté en mi cara para hacerle conocer las delicias de un beso negro muy profundo, se transformó en una fierita que además de gemir daba grititos de placer, y solita se fue inclinando para besar y chupar mi polla que ya estaba en todo su esplendor. Fue un 69 maravilloso, yo lamiendo su culito y acariciando su pollita que de nuevo se puso dura, y ella tragando la mía y haciendo entre todo algo que me volvía loca; me daba mordiditas en los muslos y sus dedos jugaban en mi culo buscando abrir la entradita.

Cecilia, con tacones mide más o menos 1.75, yo con tacones llego al metro y 90. Se comprenderá que estaba loca con mis piernas largas y bien depiladas, ella era ligeramente velludita pero el culito y el sexo los tenía muy bien depiladitos.

Cuando me penetró lo hizo con torpeza de adolescente, así que la guié para que gozara y me hiciera gozar y fue una alumna fantástica porque consiguió lo más difícil y lo que más me gusta: hacerme llegar al orgasmo sin tocarme la polla, ni yo tampoco, por puro placer anal. Se mostró como una dulce fierita pues me cambió de poses, hasta que descubrimos como lo hacía mejor, y era teniéndonos a ambas de lado, yo con una pierna levantada y ella culeando con ganas.

Cecilia, esa fierita adorable , se sació conmigo esa noche, me echó dos polvazos, y cuando le llegó el turno de que fuera mía, por más que me ofrecía el culito, que los alzaba, que se abría las nalguitas, ¡ay! era tan estrechita que le dolía, y como se trata de gozar y de no sufrir, quedamos en que los haríamos poco a poco, además teníamos tres noches para nosotras en Barcelona.

Esa noche, la abracé fuerte, yo encima de ella, besando y mordiendo su nuca, y tuve una corrida salvaje frotando mi polla contra sus nalguitas mientras ella gemía de una manera maravillosa.

Nos dormimos abrazadas, pegajosas de semen, a la mañana siguiente se vistió con ropas mías que le quedaban enormes, y bajó a la recepción en busca de otra llave para su habitación.

La noche siguiente fue mía, pero eso lo contaré luego. Ahora sólo quería contar de cómo conocí a mi Cecilia, una nena preciosa de Madrid, a la que me une una amistad y un cariño enormes, como todo lo que se basa en el placer generoso que sólo sabemos darnos entre "nosotras".

Antonia