Mi Emputecimiento

Mi esposa se decide a escribir "su" verdad de su emputecimiento, lo que me ha dejado pasmado. Va más allá de lo que me imaginaba.

MI EMPUTECIMIENTO I

Hola. Yo soy la esposa de José. A él le encanta que sea muy putita, pero a mi aún más. Me enloquece sacarle la leche a los hombres, cuanto más jóvenes sean, mejor aún.

Mi esposo ha contado algunas de mis aventuras, a las que él me ha empujado y que me han dado mucho placer a mi. Las pocas que el ha contado no son nada al lado de las que realmente he corrido, muchas de las cuales no sabe y se va a enterar por este medio. En cualquier caso, creo que será más feliz aún, al comprobar cuan puta puedo ser. Le pido perdón por haber sido tan egoista, al no contárselas antes.

Mi primera aventura la tuve con un profesor de aeróbica, que tenía por costumbre ofrecer masajes gratis a sus nuevas alumnas, pero curiosamente sólo a las mujeres y especialmente a las más jóvenes y bellas. Yo tengo unas medidas de 90 x 60 x 90 Cms. desde siempre, y mi cuerpo se mantiene firme y prieto gracias a mi fanatismo por la aeróbica. En especial mi culito y mis tetas, por ser pequeñas, se han mantenido muy erguidas y que he mejorado con un implante de siliconaque mi esposo me pagó para que pareciera y fuera más putita.

A todo esto, mi esposo con vocación de cornudo desde siempre me ha hablado de coger con otros hombres y que desea verme ensartada, mamando una buena verga y con la boca llena de semen. En un principio no me resignaba a ser infiel, ya que lo amo mucho y no necesitaba a otro hombre, porque me cumple muy bien en la cama.

Bueno, esta primera vez que fui infiel yo tenía 30 años, ya teníamos a nuestras dos hijas y yo no trabajaba, así que mi mayor distracción eran mis clases de aeróbica. Cuando el profesor me ofreció el masaje gratis, se lo conté a mi esposo y este me volvió a insistir que quería que fuera infiel y que me lo cogiera. Cuando teníamos estas conversaciones, nuestras sesiones de sexo eran espectaculares para los dos. Yo acababa con gran facilidad en medio de grandes gritos y mi cornudín podía acabar hasta tres veces en sólo una hora.

Por eso me decidí a aceptar el masaje. Si me esposo quería que lo hiciera cornudo, lo haría y para mi placer. Ese día me puse mi mejor tanga, la más chiquita y más linda que me quedaba, según mi esposo. Cuando le hice saber mi decisión, el profesor me pidió que después de bañarme lo esperara en la "sala de masajes". Una vez en la sala yo estaba muy nerviosa, ya que los majes es lo que más me calienta y no sabía cual sería mi reacción.

El profesor entró a la sala, también bañado, me hizo desnudarme, quedando sólo en tanga. Mis pezones se pararon de inmediato. Me puso boca abajo sobre una camilla muy cómoda y cerré los ojos. En cualquier caso el profe era muy buen mozo, alto y con los músculos muy bien marcados (todo un adonis). Comenzó con extenderme un aceite de agradable aroma en la espalda y comenzó con un suave masaje en mis hombros. Yo comencé a calentarme y gozar de inmediato, mi temor se fue rápidamente. Apenas podía reprimir los quejiditos que me delataban. Continuó por el torso hacía abajo y cuando llegó a mi culito, yo ya tenía el tanga totalmente empapado de mis jugos.

Me masajeaba rico los gluteos, lo que me hacía levantar el culito de placer, como yendo al encuentro de un pene imaginario. Fue tanta mi calentura que sin que me lo pidiera, estiré mi mano hacia atras y me bajé el tanga. ¡Sácamelo! Le dije con un gemido.

Me la sacó con suavidad y la tiró sobre una silla. Empezó un masaje exquisito, alternadamente sobre mi culito y mi cuquita, haciendome bramar de gusto. Me introdujo el dedo pulgar en la vagina y con el resto me masajeó el clítoris, que pedía a gritos un tratamiento, mientras me besaba la espalda. Acabé a los gritos, en un largo orgasmo.

El mismo me sacó de mi sopor post orgasmo con un masaje en los hombros, de pie frente a mi. No resistí y le toque el pene que se notaba en total erección bajo el pantalón de gimnasia. Era muy prometedor. Le bajé el pantalón y descubrí una hermosa polla con jugos preseminales que le sequé y saboree con mi lengua, con gran deleite. Esto lo decidió a tomar la iniciativa, tomándome en brazos me alzó y me puso sobre una colchoneta que estba en el suelo.

Yo me paré en la colchoneta y le saqué la camiseta. Comencé a besarlo en la boca, luego en el cuello y de ahí hacia abajo, llegando rápidamente a su pene que permanecía erguido. Le terminé de sacar los pantalones y lo arrastré conmigo a la colchoneta. Lo puse de espaldas y comencé a gatear sobre él. Le volví a besar la boca con pasión, y luego bajé lamiendo cada parte de su torso con mi hambrienta lengua. El cerraba los ojos y "ronroneaba", acariciando mi cabeza.

Le besé la punta del pene y se lo masajié con una mano. Luego lo recorrí con mi lengua a todo lo largo, varias veces. Este cabrón de mi esposo me acostumbró a mamarlo, tanto que es un vicio para mí. Luego de este tratamiento me lo tragué entero (lo que pude), hasta tocar mis amigdalas, lo que casi me hace acabar a mi, y empece a chuparselo con frenesí. Después de un rato, me tomó la cabeza y me detuvo. Me giró sobre la colchoneta y me puso de espaldas. Me comió la conchita con su boca, me enterraba la lengua y lamía el clítoris suavemente. Me sacó otro orgasmo y dejó descansar.

Después del segundo orgasmo, me acarició la cara y me besó con dulzura. Le di las gracias por el placer y le pedí que me hiciera el amor. ¡Damé tu pene! ¡Lo quiero en mi vagina! le dije. Esto lo enardeció porque giró sobre mi. abrió mis piernas y me ensartó su hermoso pene sin preámbulos. Lancé un gran quejido al sentir entra su tolete en mi conchita y comenzamos un mete y saca fabuloso. Como soy multiorgásmica, tuve al menos tres orgasmos más y él no acabó.

En un descansó sin sacármelo, le dije ¡quiero saborear tu semen! Su pene dió un respingo dentro de mi vagina, que me hizo gemir de nuevo. Me sacó un último orgasmo, rápidamente ya que esta muy sensible y se salió. Lo puse de espaldas y me lancé a su pene. Lo limpié de nuestros jugos y comencé una mamada de campeonato.

Se la recorrí con mi lengua y me la tragué toda, hasta tocar mis amigdalas, lo que lo hizo dar un quejido. Luego le lamí las bolas y el perineo, con gran placer para él. Esto lo hizo pedirme que lo chupara nuevamente, lo cual hice rápidamente. Junto con darle una mamada de campeonato la empece a pajear, haciéndolo eyacular a chorros dentro de mi boca. Saborié con deleite su semen. Se lo limpié con la lengua y me paré. ¡Estoy atrasada! le dije, me vestí y me fuí corriendo, mientras él aún no se recuperaba. Nunca más volví a hacerlo con él ya que pronto descubrí un nuevo amante, que me gustó mucho más.

María José