Mi Emputecimiento (3)
Me hice de otro amante muy joven también, pero esta vez muy morboso, lo que hace gozar mucho.
MI EMPUTECIMIENTO III
Después de mi larga aventura de dos años con Eduardo, de 18 años, nos trasladamos a otro país, Argentina. Aquí conocí a varios pretendientes, pero me quedé con otro jovencito, de 22 años esta vez, estudiante universitario y miembro de una familia de dinero.
Lo disfruté mucho, aunque desde otra dimensión, ya que era muy lanzado y morboso. Si yo no hubiera estado felizmente casada y no amara tanto a mi esposo, les aseguro que hubiera caído en una pendiente sin fin, de degradación sexual y moral. Sólo el firme cariño por mi familia me salvó.
Este joven, de nombre Facundo, era de la Provincia de Santa Fé y estudiaba en Buenos Aires, tenía un piso con todas las comodidades y recursos imaginables para su disfrute y el de sus numerosas conquistas. Lo conocí con ocasión de un evento empresarial, al que mi esposo asistió en plan de trabajo y las esposas como invitadas.
Desde que me vió comenzó a hablarme y a tratar de envolverme con su conversación, a mi me hacía gracia su desfachatez y me atraía su hermosura y virilidad. Era alto, 1,80 Mts., distinguido, moreno, delgado y de facciones muy finas aunque varoniles por su tostado obtenido por su vida al aire libre.
Durante la fiesta me acaparó y me llevó al salón más alejado de mi esposo, el cual estaba acondicionado para bailar. Me llevó al medio de la pista, me abrazó fuertemente diciéndome que le gustaba, que era la mujer más hermosa y deseable de la fiesta y me dejé llevar. Después de 15 minutos, estábamos besándonos apasionadamente en una pequeña sala a la que entraban sólo lo socios del club en el cual se desarrollaba el evento.
Esa primera vez me cogió e hizo conmigo lo que quiso. Se lo mamé, me penetró por la vagina y me "hizo la colita", en sólo media hora. Era un amante feroz, aunque delicado. Sin embargo, aunque me dió mucho placer, esta aventura me turbó bastante ya que me hizo sentir como una colegiala sin experiencia, casi violada pero increiblemente satisfecha y feliz.
Luego de esta ocasión, creí que nunca más lo vería, pero luego me ubicó y empezó a invitarme con insistencia a su apartamento. Le hacía ver que era casada y que no podía salir. Pero con eso sólo lograba que insistiera cada vez más y me dejé arrastrar nuevamente a sus brazos.
Comencé las visitas a su piso donde me atendía con gran solicitud, me hizo sentir como una reina pero me culeaba como a una puta. Me decía que nunca había tenido una mujer tan dulce, pero a la vez tan caliente y que hiciera el amor tan rico como yo. Eso me derretía y me hacía caer una y otra vez en sus brazos.
La primera vez que lo visité me dió de beber champagne francés, que es mi perdición, nos bebimos la botella completa y comencé a besarlo yo. Le hice el amor como una puta contratada y experta. Lo lamí entero de la cabeza a los pies, lo hice gozar como nunca en su vida. Lo hice acabar en mi boca y saboree su semen como un manjar. Le entregué mi conchita y mi culito, cuantas veces quiso. Fueron cuatro horas de puro sexo, sexo y sexo. Me hizo delirar de placer, creo que nunca tuve tantos orgasmos en un sólo polvo. Fue infernal, salí agotada y directo a dormir a mi casa. Mi esposo no pudo despertarme, cuando llegó en la noche.
A los dos día recibí un sobre en mi casa, con agradecimientos por la velada y veinte billetes de cien dólares. Lo llamé rápidamente para reclamarle que porqué me regalaba dinero, pero me rogó que no me molestara, que sólo era porque quería verme muy bonita y que fuera a las mejores tiendas a comprarme lo que yo quisiera, partiendo por ropa interior, ya que quería disfrutarme con todos los sentidos. Que me pusiera lo más linda posible. Acepté finalmente, envuelta por sus explicaciones. Fue otro paso más en mi perdición. Junto con comprarme mucha ropa interior que era "para escandalizar", depile mi cuerpo por completo, en especial mi conchita, sin dejar ni rasto de pelos.
Nuestros próximos encuentros fueron más salvajes aún, sexo y solo sexo desenfrenado. Mi morbo creció geométricamente, por lo que pasaba en celo. No sólo me cogía a Facundo, sino que también mi esposo sufría los embates de mi libido exacerbado. Me lo culeaba todas las noches y se la mamaba a diario. Necesitaba acabar varias veces en el día. Me andaba huyendo el pobre de mi marido.
Facundo sin embargo, me dejaba ahita de sexo cada vez que nos veíamos y cada vez se portaba más demandante conmigo, y yo feliz. Me citaba casi todos los días, a distintas horas, me culeaba y me despedía con muchos mimos.
Después de un mes de sexo desenfrenado en su apartamento, me invitó a salir en un velero que su familia tenía amarrado en la ciudad de Tigre. Conseguí un permiso de mi esposo para viajar a un retiro de cuatro días (feriado largo) y me embarqué a esta aventura. No sabía hasta donde me llevaría.
El bote tenía una cabina grande que en realidad era una alcoba, una gran cubierta delantera y tres tripulantes, de 25 a 40 años aproximadamente. Llegando me llevó a la alcoba y me agasajó con champagne y frutas. Me desnudó y me besó entera, dando especial atención a mi conchita y culo. Me dejó "calientita" con sus juegos sexuales y ya en medio del Rio de la Plata, camino a Santa Fé, me invitó a la cubierta a tomar el sol. Yo llevaba los bikinis que el me había hecho comprar, muy pequeños. Con mini tanga y un sujetador minúsculo, que lo único que hacía era resaltar mis tetas que lucían orgullosas los recientes implantes de silicona.
En la cubierta comenzó a calentarme y a meterme mano descaradamente delante de la tripulación del bote. Me sacó el sujetador pidiéndome que tomara sol en toples, me masajeaba y lamía mis tetas para deleite mio, de él y de la tripulación entera. Esto, finalmente, en vez de inhibirme, me calentó aún más, descubriendo mi veta exhibicionista. Luego me comió la conchita, terminando por sacarme la tanga, dejándome totalmente en pelotas ante los tres tripulantes que miraban impertérritos, como acostumbrados a estos excesos de su patrón.
Luego de hacerme acabar con la boca, me pidió que se lo mamara, lo que hice con urgencia para que luego calmara mis apetitos sexuales que el mismo había despertado. Sin embargo me hizo tragar la leche y me dejó con las ganas y a punto de acabar. ¿Quiere acabar mi putita? me dijo, ahora va a tener su recompensa. Se incorporó y llamó a la tripulación. Me presentó a Alberto que era el menor, de 25 años y a Roberto de 30 años. El Capitán conducía el bote y observaba desde el timón. Atiendan a la señora como se lo merece les dijo en voz alta y a mi me dijo en el oido, que quería que fuera muy putita con ellos.
Esta nueva situación me turbó, pero no me dieron tiempo para reaccionar, ambos se sacaron el short que traían como única prenda y desenvainaron unas vergas de unos 18 centímetros, aunque no muy gruesas. Entre ambos empezaron a pasarme bloqueador de sol por todo el cuerpo, enloqueciéndome con sus masajes. Manosearon mis hombros, espalda, piernas y culo, parecía que me estaba a merced de un pulpo. Creo que no era la primera vez que lo hacían, por su decisión y porque eran muy buenos. Después se dedicaron a mis tetas y a mi conchita con maestría, haciéndome acabar a los gritos.
Después, uno de ellos me hizo chupar su tranca, que atrapé golosa con la boca, iniciando una fellatio como las que yo sé hacer. En tanto el otro me comía la conchita con desesperación, haciéndome acabar nuevamente. Mi calentura no disminuía, al contrario aumentaba. Luego este mismo que me comía la conchita abrió mis piernas y me ensartó su pene con violencia. Entró con mucha facilidad y me causó sólo placer ya que estaba lubricada demás y ansiosa por recibir una buena verga por mi canal delantero. Me lo ensartó por casi quince minutos, sacándome dos nuevos orgasmos. El que tenía en mi boca le pidió un cambio, a lo que accedió. Se tendió de espaldas y me hizo sentar en su tranca que estaba paradísima.
Me ensarté en ella por la vagina y empecé a cabalgar y a rebotar con entusiasmo. El otro me hizo inclinar sobre el pecho del que me tenía ensartada y comenzó a trabajar mi culito con la crema bloqueadora. Metió un dedo, después dos y finalmente tres, dándome gran placer. Luego me hizo levantar un poco la colita y comenzó ensartarme su verga en el culo. fue mi primera doble penetración. Creí morir de placer, gritaba y rebuznaba como una burra. Mientras tanto Facundo comentaba y se reía con el Capitán.
Me acabaron ambos al unísono, uno en mi conchita y el otro en mis colita, dejándome llena de semen que caía por mis piernas. Luego de esta cogida monumental, quedé por varios minutos en éxtasis, como en un limbo. Cuando salí de el, Facundo estaba a mi lado con el Capitán. ¿Cómo está mi putita hermosa? me decía, acariciándome la cara, las tetas y el culo.
Ahora quiero que sea aún más amorosa con nuestro Capitán, ¿ya?. El es el hombre más importante de este barco, así que merece todo su esmero. ¿Lo hará?. No se arrepentirá mi putita. Yo aún en el limbo de mis recientes orgasmos, le dije que si, que si él lo deseaba lo haría. Me besó en la frente y me dejó sola nuevamente, ahora con el Capitán. Este tenía cuarenta años, era alto y robusto como un toro, sin un gramo de grasa demás. Pese a ser el mayor, era el más fuerte y hermoso de los tres tripulantes.
Este me acarició el culito, esparciendo el semen de sus ayudantes y metiendo varios dedos en mi concha y culo. ¡Así me gustan las putitas, mojaditas! me dijo y me pidió que me parara y que le sacara la camiseta; se la saqué y disfruté de su pecho firme y cubierto de un pelo rubio, que le cubría todo el torso y se perdía más abajo del ombligo. Lo acaricié y bese con devoción. ¡Que buena eres putita!, me decía, sigue, sigue. Bajé por el pecho y el vientre, lamiendo cada centímetro, llegando hasta el borde el pantalón corto que vestía. ¡Sácamelo!, me pidió. ¡Ahora verás lo que es un buen polvo, putita!
Acaricié su pene por encima de la ropa, con mis manos y mi boca. Cuando le bajé el pantalón, encontré la verga más linda que había visto en mi vida. Era inmensa, al menos de veinte centímetros y muy gruesa. La más grande que me comería ese día. Se la mamé con frenesí y delicadeza a la vez. Después de unos diez minutos en que lo recorrí con mi lengua y lo chupé hasta tocar mi garganta me dijo, ¡quiero de te tragues mi leche putita!. ¡Dámela! le dije mirándolo a los ojos. Lo mamé con más ahinco y lo pajié un poco. Me descargó una gran cantidad de esperma espesa y caliente. Tragué lo que pude y el resto lo mantuve en mi boca para saborearlo y mostrársela. Entre sacudones me decía, ¡oooooooh, que rico mamas putita! ¡que rico mamas!.
Se recuperó rápidamente y me empezó a besar en la boca, sin importarle sus propio semen que aún tenía en los labios. Me comió entera con su boca, me lamió la vagina y mi culito, lo que fue como un bálsamo recuperador y gatillante de mi calentura. ¡Ahora verás putita, quien es el Capitán! ¡Si! le dije, ¡Cógeme!. ¡Hazme tuya!
Me acomodó de espaldas abrió mis piernas y sosteniéndolas con sus manos, me ensartó su tolete de una sola clavada. Me culeó por media hora, mis orgasmos se sucedían como si no me hubieran culeado en todo el día. Las paredes de mi vagina se contraían y abrazaban su pene como queriendo estrujarlo. Me acabó con grandes espasmos de su pene y chorros de semen que yo sentía golpear en las paredes de mi vagina y utero.
Me lo sacó y me dió vuelta, me puso de rodillas (a lo perrita) y esparciendo la esperma que salía de mi conchita en mi culito, me metió dos dedos con delicadeza y luego me ensartó su gran tolete lentamente en mi recto. En contraste con el polvo por la vagina, esta vez fue gentil y suave, lo que mi culito agradeció porque gozó como nunca.
Me llenó de leche los tres agujeros y luego me llevó en brazos a la cabina del bote. Me depositó sobre la cama y preparó una ducha tibia. Luego me bañó el mismo, con delicadeza y me acostó para que durmiera. Cuando desperté era de noche, estábamos llegando a Santa Fé, Facundo estaba acostado a mi lado y me llenaba de mismos. Eres fenomenal mi amor, me decía. Eres la mejor hembra que nunca he tenido. ¡Eres la mujer de mis sueños, quiero que seas mi putita, sólo mía. Sólo yo te diré si puedes culiarte a otros. Lo harás sólo con quien yo te diga!. Increiblemente, eso me hacía sentir muy halagada y orgullosa de ser su mujer, o su puta como me decía. Increiblemente, lo que tanto deseaba mi esposo, este sinverguenza lo había conseguido fácilmente. Era su putita. Sin remedio.
Continuará, ya que esta aventura es muy larga. Por favor escríbanme al mail " matrimonio_69@yahoo.es ". Necesito saber que hay otros hombres que desean emputecerme. Hacerme llegar a límites que no pueda imaginarme. Tengo el permiso de mi esposo, así que no hay problema.
María José