Mi Emputecimiento (2)
Mi esposo me empuja a serle infiel, quiere que sea muy putita, y yo lo complazco sin que el lo sepa.
MI EMPUTECIMIENTO II
Mi segunda infidelidad también fue a instancias de mi esposo. Ocurrió poco después de mi primera aventura, la cual me había dejado lista para cualquier cosa que viniera. Esta vez fue con el hemano de una compañerita de mi hija. Eduardo se llamaba, tenía sólo 18 añitos y era muy gentil cada vez que me veía, lo cual comenté con mi esposo, quien con su morbo acostumbrado me dijo que estaba caliente conmigo.
Ese comentario me hizo observarlo con mayor atención y de verdad me convencí que me miraba mucho y con ojos de macho en celo, pese a que era muy dulce y respetuoso a la vez. Eduardo insistía para que su hermanita se juntara con mi hija y se alegraba mucho cuando yo la iba a buscar al colegio. En verdad, él hacía de apoderado de su hermanita ya que sus dos padres trabajaban.
Yo empecé darle mayor atención, lo que aumentó su interés por mi llegando casi a acoso ya que me lo encontraba a cada paso que daba, siempre con gran respeto. Mi esposo, en conocimiento de ello, me alentaba a que me lo llevara a la cama. Que fuera buena con él, que seguramente no tenía con quien hacerlo y que quizás tendría el honor de desvirgarlo, de ser su primera mujer. Yo le prometí que trataría pero que me daba pena serle infiel.
Con este morbo en mi mente, comencé a desearlo también y lo empece a encontrar lindo. Mi moral ya estaba vencida con la anterior aventura con el profesor de gimnasia, que por supuesto mi esposo no sabía. Por lo que más insistía en que lo hiciera con este jovencito. Casi me lo rogaba. Yo me aprovechaba de su calentura para que diera unos polvos fenomenales.
Ante tanta insistencia, me propuse serle "infiel", para lo cual empecé a invitar a la compañerita de mi hija a mi casa, esperando que fuera su hermano quien la fuera a dejar y a buscar. La primera vez fue su madre, quien casi disculpándose me dijo que las próximas veces sería su hijo mayor quien lo haría, ya que ella trabajaba.
Fueron varias las visitas en que mi admirador fue a mi casa a dejar o a buscar a su hermanita, yo cada vez lo recibía en forma muy cariñosa y vestida muy juvenil y osadamente. El venía en el horario no estaba en la casa, así que lo recibía sola y le buscaba conversación cada vez que podía, esto produjo un mayor acercamiento y mi convencimiento de que estaba prendado de mi.
Luego en una ceremonia del colegio, a la que fueron sólo los padres, me encontré con el joven "apoderado" que había ido en reemplazo de su madre. Nos sentamos juntos y con mucha emoción sentí que se apegaba mucho a mi y me empecé a calentar rápidamente, elucubrando una manera de seducirlo.
Ya muy caliente, le dije que debía irme antes que terminara el evento y le pedí que me fuera a dejar ya que andaba sin coche, a lo que accedió feliz. Subimos al coche y, como estaba oscuro, sin más trámite lo besé suavemente en la boca, respondiendo con un beso dulce y apasionado. Estuvimos varios minutos besándonos sin hablar. Luego le pedí que me llevara a otro lugar, yo misma lo guié hasta un motel que había visitado con mi esposo. Pagué el importe y entramos con el coche hasta la habitación que nos indicaron.
Dentro le dije que hacía tiempo deseaba estar con él, que me gustaba mucho su manera de ser y que era feliz de que se diera esta oportunidad. Me confesó que no tenía experiencia y que me admiraba mucho, desde que me conoció.
Nos besamos nuevamente y dejé que explorara mi cuerpo con sus manos. Fue muy emocionante ver su torpeza y dulzura, con que lo hacía a la vez. Le ayudé a desnudarme y dejé que me besara todo el cuerpo, Mis tetitas, mi abdomen, mi espalda, mis hombros. No se atrevió a llegar a mi sexo con su boca. No lo apuré, pero mientras me comía la boca y las tetas con gran pasión, sus manos trabajaban mi conchita con tanto acierto que encontró rápidamente mi clítoris y me hizo acabar con gran placer, gracias a que soy de fácil orgasmo. Yo, acostumbrada a acabar con escándalo, suavicé mis quejidos para no asustarlo.
Recuperada rápidamente del orgasmo, gracias a sus mimos y a mi gran calentura de cogerme a un jovencito sin experiencia, comencé a besarlo con pasión y dulzura. Su boca era muy rica y fresca, así que la disfruté por largo rato. Luego baje por su cuello, su pecho lamiéndolos con mi húmeda y golosa lengua; luego llegué a su vientre que recorrí con suavidad, mientras él se dejaba hacer quietecito.
Acaricié su pene con mis tetitas y luego se lo besé amorosamente, bebí su líquido preseminal y luego se lo recorrí con mi lengua a todo lo largo, casi con adoración. Lamí sus testículos y luego subí hasta la punta de su glande, para tragarme casi entera su hermosa verga.
Bastó sólo eso para que se convulsionara y me tomara la cabeza tratándo de sacármelo de la boca. Adivinando su inevitable eyaculación, lo retuve y apuré mi mamada, pajiándolo suavemente. Empezó a tirarme borbotones de caliente semen en mi boca, los que trataba de tragar ávidamente. Deben haber sido unas diez chisgetadas de leche joven, que tragué integramente. Lo disfruté muchísimo. Continué mamando dulcemente su pene hasta que terminó de botar semen, se lo dejé limpio y no se le bajó.
Tomé un sorbo de gaseosa y me acosté a su lado acrariciándolo dulcemente, como agradeciéndole la leche que me había dado. Me besó en la boca nuevamente, casi con devoción, como diciéndome que le había gustado mucho y que estaba muy feliz por lo que le había hecho. Después comenzó a besar mis tetas y a bajar hasta llegar a mi sexo lamiéndolo con fruicción, hundiendo su lengua en mi vagina y besando mi clítoris, como tratando de compensarme por la faena que yo le había hecho.
Acaricié su cabeza y le dije ¡quiero que me penetres! ¡que me hagas el amor¡ ¡Quiero ser tuya!. Subió rápidamente sobre mi, en la misma posición en que se encontraba, me besó con urgencia. Moví mis caderas y abrí mis piernas acomodándome para que me penetrara. Tomé su pene con mi mano para dirigirlo a mi vagina, lo puse en la entrada y moví mi cadera para que entrara. El empujó con vehemencia y me hizo acabar de inmediato al sentir la profunda penetración.
Empezamos ambos a movernos con desesperación, yo con mi maestría de años de sexo y el con su vehemencia de sus cortos años y la urgencia de sembrar su semilla. Gracias a la reciente eyaculación, mi joven amante tenía una gran duración. Me hizo orgasmar varias veces, ahora sin ahorrarme quejidos. No miento si fueron tres orgasmos más que tuve en este polvo maravilloso. Después de quince minutos dándome con gran fuerza y gracias a mis culeadas expertas, empezó a palpitar su pene en mi cuquita que lo abrazaba con todas sus fuerzas. Empecé un movimiento de caderas endemoniado hasta hacerlo explotar a gritos en mi interior, dejándome encharcada de semen, que yo no quería dejar escapar por lo que lo apreté con mis piernas tratando de retenerlo.
Te amo, me dijo cuando se recuperó y me besaba con ternura. Yo también lo besaba con adoración y le dije que había sido maravilloso. Me preguntó si no tendría problemas con mi esposo, a lo que le respondí que si él era juicioso y cuidadoso, ello no ocurriría. También le dije que me gustaría continuar amándolo, pero con discreción, así que si se portaba bien me tendría cuando quisiera.
Este jovencito fue mi amante por dos años, hasta que nos trasladamos a otro país. Lo mantuve en secreto porque en realidad gozaba demasiado con él. Me daba la vitalidad que no conseguía con mi esposo y desarrolló mi gusto y morbo hacia los jovencitos, que no me abandona hasta hoy. Fue como vivir un nuevo noviazgo sin dejar de amar a mi marido.
En cualquier caso, desde esa primera vez, Eduardo venía casi todos los días a mi casa. Teníamos sexo casi a diario, ya que llegaba una hora antes de ir a buscar a mis hijas al colegio. Yo lo esperaba sin calzones y siempre húmeda. Cogimos en la cocina (Me subía la falda y me lo ensartaba de inmediato, acabando rápidamente ambos). Tragué más semen que en toda mi vida anterior, ya que se aficionó a que se lo mamara siempre que nos veíamos y yo era feliz, porque es mi deleite chupar penes y tragar esperma. Incluso se lo mamé estando mi esposo en casa, ya que él siempre nos daba las chances para que algo pasara entre nosotros, sin sospechar que ya pasaba todo.
Mi esposo disfrutó también, aunque indirectamente, ya que cada vez que Eduardo no alcanzaba a cogerme (sólo se lo mamaba) quedaba caliente y me desquitaba con mi cornudito. También se la mamé más que nunca a mi esposo ya que cada vez que Eduardo me dejaba agotada, yo sólo le hacía un fellatio a José para que me dejara tranquila, aunque con gran placer para él ya que también le encantan mis mamadas.
Perdóname mi querido cornudito, pero tu lo deseabas, Yo sólo cumplí tus deseos, aunque nunca te lo confesé.
Las aventuras posteriores sólo fueron morbo y placer, que luego les contaré.
María José