Mi Elegante Directora

Hay veces que lo imposible pasa. una diosa nos deja acercarnos hasta conocer los placeres del olimpo.

Los nervios me matan, estoy esperando mi turno para la entrevista de trabajo a la que fui citada.

Por las buenas calificaciones en los finales de ingeniería informática, mi profesor me consiguió una entrevista para un contrato de seis meses en una de las consultoras más prestigiosas. Si bien seis meses no será la gran cosa, en estos tiempos es más de lo que podía pretender. La experiencia que puedo acumular era un punto interesante.

Me había vestido de una forma juvenil pero discreta. Mi 1,70 y mis 22 años me daban una apariencia agradable a mi gusto. Los senos que sin ser muy grandes mostraban una buena forma, y un trasero que sin ser exagerado era un poco respingón, alcanzaba para estar al gusto de quien me miraba. Pelo castaño, ojos color miel y una sonrisa que trataba que fuera simpática, era mi bagaje como presentación.

Me atendió la encargada del personal. Me saludó cordialmente, me preguntó por mi experiencia (que era ninguna) pero anotó mis datos.

Cintia Rivas Casero, 22 años, recién recibida en ingeniería, (parecía un borrador para tirar a la basura)

  • ¿Quién te recomendó? – le mostré la carta, y me miró extrañada – Tienes que ser bastante buena para que te recomiende el profesor Cansino. Creo que el contrato va a ser tuyo, son seis meses nada más, pero si tu capacidad es como tu recomendación, puedes quedar fija. Yo me llamó Estela, esta semana te confirmo, pero vete preparando.

Vivo sola, tengo un departamentito chico que me alquilan mis padres. Vengo de un ayuntamiento pequeño, dónde tenemos un campito con ganado y alguna plantación. No nadábamos en la abundancia, pero alcanzó para pagar mis estudios. Ahora que me había recibido, era hora que los aliviara trabajando yo.

Antes de terminar la semana, me llegó el aviso que tenía que presentarme el lunes a las nueve de la mañana.

Llegué con tiempo de sobra, tuve que esperar a Estela que fue la que me llevó a mi escritorio, un ordenador de los más modernos, unas planillas que pocas veces tenía que usar. Todos los datos, las ordenes las tenía que buscar en el ordenador. Otros siete escritorios estaban a mi vista, y todos con la misma tesitura, nadie nos mandaba, las directivas venían por correo interno. Era como si estuviéramos en casa, y el sistema estaba preparado para eso.

Teníamos un saloncito para tomar café, pero era tan chico que tratábamos de no juntarnos más de tres.

La consultora absorbía datos estadísticos de las firmas que nos señalaban, nuestro trabajo era ese, detallar cada movimiento y verificar que fuera correcto, eso después iba a estamentos superiores.

Todavía estaba tratando de agarrar el ritmo, cuando pasó una de las mujeres más elegantes que vi en persona.

Saludó de pasada con una voz tan amable que llamaba la atención. De los ocho que estábamos, tres hombres y cinco mujeres, todos la fuimos siguiendo con la vista. Era espectacular. Tendría unos treinta años, no era la belleza tipo Barbie. Era hermosa, pero sobresalía más por su elegancia que por su hermosura.

Era una de esas mujeres que podían gustarte, podías admirar, pero estaba tan distante que solamente podías llegar a eso. Era cómo una estrella de cine, la puedes admirar y nada más. Conversando con Julia, una compañera, me comentó que era la directora, que pasaba siempre cómo una estrella fugaz, todos la miraban pasar con admiración y envidia. Era verla y querer parecerse, cosa imposible.

Y así fueron pasando los días, regodeándome cómo todos, con la sonrisa y la figura de nuestra estrella fugaz.

No puedo negar que verla me emocionaba un poco, pero no más que a los otros, mujeres o hombres por igual. Era lógico semejante deidad no estaba al alcance de los humanos. Era cómo el sol, alumbraba a su paso, entraba en su oficina y se hacía la noche.

Se llamaba Isabel Mané, y algo más. No me quitaba el sueño. La admiraba cómo un cuadro en el Prado, era perfecta pero no estaba a mi alcance. Aparte mis tendencias, no estaban completamente definidas. Había andado con chicos, pero los encontraba un poco sosos, quizá la sosa era yo. Nadie se suicidó cuando lo dejé.

Seguía mi vida con normalidad (es decir bastante aburrida) cuando algo me movió el piso. Una tarde cuando estaba por irme, Estela me pregunta si me puedo quedar a buscar unos datos que necesitaba la directora. Le dije que sí, el tiempo me lo pagaban, y total no tenía mucho que hacer. Fueron dos horas, recopilé todo lo necesario y lo mandé a la dirección. Había terminado y ya me iba cuando aparece la diosa, se me acerca y me dice

  • Gracias Cintia, me sacaste de un apuro, eras muy capaz, lo voy a tener en cuenta, creo que vas a tener un buen futuro aquí con nosotros – solo pude contestar con un balbuceo. No era el hecho de que me diera las gracias, qué se supiera mi nombre (después supe que conocía el de los ocho) era emocionante, un pedazo de su cerebro lo ocupaba yo. Tampoco era mucho, pero mi ego agradecido.

Ese fue el día más emocionante de los últimos tiempos (era la pauta de lo emocionante que era mi vida) llegué a casa contenta. Sabía mi nombre, y me tenía en cuenta para el futuro. Quizá podía terminar en la plantilla. Conseguir un trabajo fijo en un sitio así no era nada fácil, menos en estos tiempos.

Al otro día en el trabajo, me crucé con Estela, se acercó con una sonrisa

  • Sí qué hiciste las cosas bien. Isabel quedó encantada, me pidió que me fijara como andabas, que si seguías así podías quedar efectiva.

  • ¿De verdad te dijo eso? No sabes lo bien que me vendría tener un trabajo seguro.

  • Mira Cintia, tú estás capacitada para eso, el profesor que te recomendó sabía porque lo hacía. Voy a tratar de que cuando necesite un trabajo especial te lo de a ti. Si haces las cosas bien puedes ganarte el puesto.

Desde ese día, cada vez que tenía un apuro, Estela me lo pasaba a mí. Algunos trámites no venían de su sección, pero no protestaba, cuando Isabel se iba, me veía trabajando y me saludaba con una sonrisa. Aparte de pagarme extra, me ganaba la sonrisa de la directora. Hasta que no salía no dejaba de mirarla.

Sentía nada más que admiración. No me ilusionaba para nada. Era lo más inalcanzable para mí, y en ese momento ni siquiera sabía si tenía ganas de alcanzarla. ¿qué podía hacer con una diosa? Ni me lo preguntaba.

En el tiempo que paso desde esa primera vez (primera vez que me habló, que no fue otra cosa) fueron varias las veces que me pidieron ayuda, para mí era una alegría que me necesitaran, y que me pagaran bien, eso ayudaba.

Se estaba por vencer el contrato, tenía la ilusión que por lo menos me lo renovaran. El día anterior Estela me avisó con una sonrisa que pasara por la oficina de la directora. Iba confiada, entré con animó, Isabel me recibió con una sonrisa que casi me derritió. Me miró a los ojos, y creo que supo el efecto que me producía. Lo mismo que en todos

  • Cintia, hoy se termina tu contrato y no te lo voy a renovar – el tiempo se detuvo, tantas ilusiones para nada - Estuve observando tu desempeño, y no eres para ese puesto. Te quiero aquí en mi oficina programando todas mis cosas. Necesito una secretaria y tú creo que das la talla. ¿aceptas? – no me salían las palabras, estaba en modo pausa, movía la boca, pero nada. Sonrió con la sonrisa más linda del mundo - ¿Me estás queriendo decir que no?

  • ¡Sí! ¡no!, quiero decir que no estoy queriendo decir que no, quiero decir que sí.

  • Uhm, me parece que mi secretaria se comunica mejor con señas. Entonces ¿aceptas? – le afirme con la cabeza, un nudo en la garganta me dificultaba el habla, y no quería trabarme otra vez.

Eso era un avance que ni soñaba, por lo menos, no tan pronto. Le agradecí a Estela, me dijo que me lo merecía.

Sé que tuve una suerte enorme. La empresa tenía varios departamentos dónde podía haber, gente que lo merecía tanto cómo yo. Me tocó a mí, y yo feliz.

El trabajo era casi igual que antes, nada más que ahora se centraba en lo concerniente a lo que necesitaba ella.

Cuando no estaba Isabel, quedaba sola, por ahí venía Estela a buscar algo, pero ni tenía que salir para ir al baño. Tenía uno propio y muy bien instalado. Tanta soledad lo compensaba cuando estaba presente. Era tan elegante.

No eran ideas mías, cuando me encontraba con las otras chicas, me hacían notar la suerte que tenía. A ver si me contagiaba un poco de lo que le sobraba. Más de alegrarme los ojos, otra cosa no pretendía. Eso fue a lo primero, pero tanta exposición a su presencia me empezó a afectar.

Me trataba con tanta; no sé cómo decirlo, suavidad, amabilidad, elegancia, yo qué sé. Qué un algo empecé a sentir dentro mío. Lo que antes era admiración, se convirtió en mucho más que la necesidad de mirarla. Para colmo, a veces se ponía a pensar mirándome a mí. Sabía que no me estaba viendo, estaba con la vista perdida pensando en otra cosa, pero yo veía esos ojos azules y me hacía la ilusión que se estaba fijando en mí. A veces cuando volvía a conectarse, creo que se daba cuenta cómo estaba embobada. Me dedicaba una sonrisa que me dejaba más boba.

Fueron días en que estaba inestable. Días en que me concentraba en convencerme que me la tenía que sacar de la cabeza. Ella moraba en el olimpo. No era para los mortales, (para las mortalas menos) no podía ser para mí. Si ni siquiera había andado con una mujer, ¿qué me estaba pasando? Noches que me concentraba en pensar que la tenía para mí, que la besaba, que buscaba bajo su ropa dónde estaba el secreto de su elegancia, esas noches me hacía unos dedos memorables, quedaba de cama en la cama, soñando con ella.

No hubiese sido nada si la calentura quedara en casa. Lo malo eran los movimientos sísmicos que se producían en mi estómago cuando la miraba. Los arrebatos a veces no me dejaban razonar. Me temblaban las manos. No les acertaba a las teclas, eso lo corregía, lo malo cuando razonaba mal. Solamente me pasaba cuando estaba presente, pero era justo cuando me daba para que lo resolviera en el momento.

Me empezaron a salir las cosas mal. Era muy inteligente y tolerante, se daba cuenta de los errores y me los corregía de tan buenas formas, que era peor que si me regañaba. Me hacía sentir como una tarada que no merecía estar dónde estaba.

Trataba de hacer las cosas bien, pero cada vez estaba más nerviosa y más mal me salían. Hasta que una mañana me mostró un error bastante grosero y me lo señaló con toda suavidad

  • Cintia ¿qué te pasa? Mira, yo te traje aquí porque tenía mucha ilusión de tu capacidad. Yo pensaba que cuando tomaras más experiencia, ibas a estar a mi lado dándome los datos que necesitara en las reuniones, los más importantes – las lágrimas estaban inundando mis ojos – yo no me puedo dar el lujo de equivocarme, si piensas que no eres capaz, dímelo, tú pasas a otra sección y yo me busco quien te remplace, no pierdes el trabajo – me lo dijo tan calmada que lo sentí cómo un puñetazo. Solté a llorar y quise salir corriendo

  • ¡Cintia! - Me gritó, era la primera vez que la escuchaba gritar, me quedé paralizada – ven aquí – me acerqué mansamente – A ver, ¿qué te pasa? – me tomó de la barbilla y me miró a los ojos - ¿tienes problemas en tu casa? – no podía hablar, le dije que no con la cabeza, tomó unos pañuelos de papel, me pasó el brazo alrededor del cuello para secarme las lágrimas – Estás angustiada, ansiosa, ¿te peleaste con tu novio?

  • No tengo novio – le contesté hipando

  • No tienes novio, pero me parece que esto es mal de amores – afirmé con la cabeza - ¿qué pasa? Tú quieres, pero no te corresponden. Corazón, eres joven, esto va a pasar, eres hermosa, tienes toda la vida por delante, vas a ver que quien hoy no te hace caso, cuando se dé cuenta lo que se pierde se va a arrepentir. Tienes que ser paciente, lo que hoy te falta, mañana quizá lo tengas de sobra. No hay nada imposible.

  • Lo que yo quiero nunca va ser posible – las palabras apenas eran audibles, la miraba y las lágrimas seguían brotando.

  • No digas eso. Quizá tú te fijas en algo que no es para ti, pero seguramente con el tiempo encontraras algo mejor

  • No hay nada que sea mejor, y no es para mí; pero yo la quiero – me miraba con esa mirada que parecía que acariciaba mi corazón, estaba temblando, le pedía con los ojos una caricia nada más, ¿por qué no se daba cuenta? Me apretó más contra su pecho cómo si se diera cuenta, me secó las lágrimas con los dedos, los cerré agradeciéndole.

  • A ver qué podemos hacer, no llores más – se levantó la falda - ¿Me ayudas a sacar las bragas? – me quedé mirando sorprendida – ¿no quieres? – me preguntó amablemente, le hice señas que sí, me agaché y se la empecé a bajar despacio mirando embelesada el paisaje que estaba descubriendo, se sentó en la silla, levantó los pies – ten cuidado que no se enganchen en los zapatos – los saqué con todo cuidado, así sentada en el borde de la silla se abrió de piernas ofreciéndome todo – la miré incrédula

  • ¿No quieres? – sí, le contesté emocionada, no sea que se arrepintiera, me fui de boca desesperada, me paró con la mano en la frente – Espera ¿Lo hiciste antes? – ¡No!, contesté – Bueno, no te pongas nerviosa que yo te enseño.

Con dos dedos separó sus labios, su clítoris parecía que saltaba a mi encuentro, me acariciaba la cara mientras me guiaba - ¿Ves? Tienes que lamer muy suave, es un sitio muy sensible, da mucho gusto, pero si lo haces mal puede doler; así…, así…lo estás haciendo bien, no te quedes ahí, sigue pasando la lengua por entre los labios como si fuera una paleta hasta llegar ahí abajo, así, pásala más, muy bien, aprendes rápido. ¿Quieres meter un poquito la lengua adentro? Si quieres puedes. Bien, bien, bien…, ¡así corazón! no sabes el gusto que me das – yo quería meterle toda la lengua y si pudiera me metía yo, escuchaba sus palabras guiarme con calma, me parecía que era música viniendo del cielo, estaba en estado de gracia

  • No te quedes en el mismo sitio, tienes que volver por el mismo camino, repite ¡así! pasa bien la lengua por todos lados, vuelve aquí arriba, ¿Lo quieres agarrar entre los labios? Vamos chupa despacito, ahora que lo tienes entre los labios mueve la punta de la lengua suavemente sobre él. Uf… si qué aprendes rápido, no sabes cómo me pones – me seguía acariciando, sentía cómo la sacudían espasmos cómo estremecimientos, pero no dejaba de hablarme con la misma calidez – no te pares, sigue haciendo cómo te dije, así…por todos lados, que bien, ¿no te gustaría volver a meter la lengua adentro? ¡así bonita! ¡así…!, aprovecha qué esta paleta hoy toda es para ti. Que bien, que bien, linda… si sigues así vas a conseguir qué tenga un orgasmo, y si te quedas ahí sabes a donde va a parar, ¿verdad que sabes tesoro? mira que sí sale, te va a ir a la boquita, mi vida, ¿quieres que te vaya a la boquita? A mí me gustaría, pero a lo mejor a ti no - le hice señas que sí, era todo lo que estaba deseando, quería todo lo que me quisiera dar. Mientras yo seguía con mi lengua dentro de ella, se acarició el clítoris con la otra mano – Ay chiquilla, cómo me pones, por dios, me corro corazón, ¡aahhh…! Mi vida, ¡síiííí, Sí… En ningún momento gritó

Su vagina parecía como si estuviera absorbiendo mi lengua, empujó un poco mi cabeza para unirme más con ella, y sentí cómo se corrió. ¡Y sí! se corrió en mi boca, sentí el sabor del néctar de una diosa inundar mis papilas, seguí pasando la lengua para que no se desperdiciara nada. Se había corrido sin gritar, solamente suspiros, susurros, gimió despacito en un alarde de elegancia. Me tomó de la pera levantando mi cara.

  • Cintia, para ya y siéntate sobre mis rodillas – me hubiera gustado seguir, pero el coño era de ella. Subí y me senté a horcajadas. Me miró con ternura y me abrazó – Ves que no hay nada imposible, lo hiciste muy bien, me gustó mucho, ¿pero tú cómo estás, a ver? – metió su mano bajo mi falda – Cariño, cómo estás, estás muy mojadita, aquí vamos a tener que hacer algo para arreglarlo – me pasaba la mano por toda mi almeja y me volvía loca.

  • Pobrecita, cómo está esto, ¿Eres virgen? - No, le dije avergonzada – Mejor, va a ser más fácil, ven. - Me hizo aproximar contra su cuerpo, sentía sus senos duros a través de la ropa. una mano frotándome el clítoris mientras la otra me la metía bajo las bragas por atrás, estaba con la cara apoyada en su hombro, besando su cuello, cuando un dedo desde atrás se introdujo en mi vagina, eso fue el sumun, mi cuerpo empezó a tener vida propia, y un cumulo de espasmos me acometió.

  • Mi amor, si quieres sigue besándome, pero no me marques que queda feo.

  • ¡No! No te voy a marcar, pero…pero…pero…creo que yo también me estoy por correr

  • Ya lo sé corazón, estamos buscando eso, vamos a ayudar con otro dedito, ¡así! así…córrete bonita, hazlo para mí. No grites que no queremos que se entere nadie – vio que no podía evitar gritar – bésame ahora me pidió – la besé, no sé cómo hizo, pero consiguió robarme la lengua. En el momento de correrme solamente pude gruñir. No me quejo, su boca sabía a gloria. Quedé recostada sobre su hombro, me sacudió – Tesoro, párate que tengo que ir a lavarme, tenemos que seguir trabajando – me paré avergonzada

  • Perdona, es qué, sabes, esto es lo mejor que pasó en mi vida – me volvió a acariciar sonriéndome

  • Tu vida te va a dar tiempo para vivir cosas mejores, eres tan joven – quería decirle que mejor que eso no podía haber nada. Pero se metió en el baño y no me dio tiempo. Esperé a que volviera, salió tan compuesta, con la elegancia que la caracterizaba - ¿Me das las bragas?

  • Isabel, te quiero pedir un favor, pero me da vergüenza.

  • Cintia, me parece que te di muestras de confianza, pídemelo y te digo si te lo puedo hacer

  • Mira, cuando cobre te compro el conjunto que más te guste, pero ahora ¿me regalas tus bragas? – estaba cómo un tomate

  • Chiquita, te prohíbo que me compres nada, mañana te la traigo lavadita y es tuya – vio mi cara de pena

  • Es que yo la quería así, usada, cómo está ahora – me miró confundida hasta que comprendió.

  • Corazón, no es que no te la quiera dar, es que tengo una reunión y no estoy acostumbrada a andar sin bragas

  • Sí, comprendo, era una ilusión que tenía – le contesté cabizbaja.

  • Cintia, tú quítate las tuyas que quedaron perdidas, las puedes lavar y las cuelgas en el baño que no va nadie, se te secan para la tarde. Sabes, para mí también fue un día fabuloso, cuando encuentres la pareja que te mereces, vas a tener muchos días como este. Lo que te pido es que lo que pasó no salga de aquí, me harías quedar muy mal.

  • No, te prometo que esto queda entre tú y yo – me regalo una sonrisa y se fue dejándome con el corazón palpitando. Me quedé todo el día pensando en lo que había pasado. Una diosa me había mostrado el olimpo, me dio a probar su esencia. No me podía quejar, eso seguramente era para pocas, yo era una de ellas.

A la tarde me habló para pedirme que la esperara. Quizá quería asegurarse que no dijera nada. Qué importancia tenía, aunque lo dijera ¿Quién me iba a creer? Llegó cómo si no hubiese pasado nada y se metió al baño, tardó cómo quince minutos, salió con una caja en la mano.

  • Perdóname te hice quedar hasta tarde, pensé que te necesitaba, deja que te acerco a tu casa.

  • No, no te molestes, no es tan tarde y a lo mejor tienes que hacer.

  • Sí, llevarte a tu casa y después irme a la mía, vamos – lo dijo cómo una orden, fuimos sin tocar el tema, llegamos y cuando me voy a bajar, me alcanza la caja.

  • Toma, esto es para ti – me imaginé lo que era, no me pude contener y le di un beso en la mejilla. Se sonrió

  • Ojalá que te sirva para pasar una linda noche. Nos vemos el lunes

Subí corriendo por la escalera. Entré y puse la caja en la mesa, estaba ansiosa por abrirla, pero una vez que lo hiciera, sabía que no me iba a aguantar, traté de calmarme, iba esperar a acostarme. Decidí cenar primero, terminé y pasé a ducharme, me tuve que contener para no tocarme, me acordaba de esa mañana y un calorcito me subía por el cuerpo, las manos se me iban a mi vagina, pero me aguantaba. Me estaba torturando para que el momento sea más explosivo. Pensaba en que esa caja estarían las bragas que había usado todo el día. No era lo mismo tocarme en la ducha que hacerlo en la cama oliendo el aroma de ella.

Dejé la ducha, puse una toalla sobre la sabana (me iba a tocar con alevosía) así desnuda llevé la caja a la cama. La abrí y contenía dos bolsitas, abrí la más grande y me emocioné. El sujetador con todo su aroma estaba para mi delicia. Abrí la bolsa, y ahí estaba el olor de ella, pero más cálido. Ahí estuvieron sus tetas todo el día. Aspirar eso me emborrachaba, la mano se me iba a la panocha. Abrí la otra bolsita, ¡sí! Estaban las bragas, cuando abrí la bolsa, un perfume inundo mis fosas nasales, no era el que tenían las bragas a la mañana, este olor era igual al que olí cuando tuvo el orgasmo, no podía creerlo, ¿estaría soñando? Me fijé y estaba mojada. No podía ser, le pasé la lengua y el gusto era el mismo, entonces en esos quince minutos que estuvo en el baño se masturbó para regalarme su esencia, casi me desmayo de la emoción, metí las bragas en la boca, cerré los ojos y me vi cuando estaba lamiendo su coño, el olor era el mismo, el gusto era el mismo, y mi calentura era mayor.

Usé las dos manos como había hecho ella, mi imaginación andaba a tope, tapé toda mi cara con la bolsita de plástico para que no se perdiera nada de su olor, tuve un orgasmo brutal, me hizo acordar al que me produjo Isabel. Gracias que fue bastante rápido sino termino asfixiada dentro de la bolsa.

Quedé un rato temblando con mis recuerdos, guardé todo en las bolsas para que no se perdiera ese perfume. Me puse boca abajo apoyada en la mano, miraba lo que contenía las bolsitas y no me aguanté. Las abrí de nuevo y las puse contra mi cara, me movía frotando la vagina sobre la mano, me penetré con mis dedos, mi cuerpo estaba ahí, sobre mi mano, todo lo demás estaba entre las piernas de Isabel. Volví a orgasmentar de una manera que me dejó devastada. Alcancé a guardar mi tesoro en la caja, y ya sin fuerzas me quedé dormida.

Ese fin de semana mi imaginación trabajo horas extras. Mi imaginación y mis dedos, tenía suficiente combustible para pasar un buen tiempo. Tuve tiempo de pensar que lo que había pasado, era un momento en mi vida dónde había llegado a lo más elevado. Un mundo que no era el mío. Si la felicidad son pequeños momentos, yo los gaste todos esos días. Tenía que parar de soñar, dedicarme a hacer bien el trabajo que es la única manera de hacerme el futuro al que puedo soñar. Isabel está en otro estrato, un sitio donde yo no puedo llegar. Me regaló un día de felicidad y pude hacer realidad mi sueño, era hora de despertar si quería mantener el empleo.

El lunes nos vimos y le di las gracias nada más, tenía la ilusión que me dijera algo que me mostrara alguna posibilidad, pero no, el trato fue cálido como siempre, me dedicó una pícara sonrisa, pero nada más.

Fue como un lavado de cerebro. No es que no siguiera admirándola, eso no se me pasaría jamás, pero ya no perdía la noción de las cosas como antes. Me trataba con la amabilidad que le era característica, yo me esmeraba para hacerle los trabajos bien, sin pensar que pasara de ahí.

Me hizo bien. Fui ganando en eficiencia y no me volví a equivocar. Los fines de semana salía con mis amigas. Nadie sabía de mis tendencias, y alguna vez quise probar con algún chico medio guapo, pero nada más que eso. No era lo mío. Volvía a casa, y usaba la caja de mis pasados sueños para complacerme.

Un lunes Isabel me avisa que necesitaba procesar una serie de datos de una franquicia, a la que se le presentaría una compra amigable. Así todo, siempre algunos de los franquiciados podían poner inconvenientes. Nuestro trabajo era verificar todos los datos para ir sobre seguro.

Esa semana nos quedamos trabajando hasta tarde codo con codo. Pedía comida ligera que devorábamos en la oficina, para seguir trabajando. Ya de noche me acercaba hasta mi casa. Apenas llegaba me acostaba rendida.

El miércoles a la noche terminamos en clasificar los datos. Isabel los agarró para memorizarlos, pero me pidió si me animaba a acompañarla como asistente. Yo tenía que seguir la conversación, cosa que cuando me pidiera un dato, lo pudiera encontrar en el ordenador y pasárselo. Aunque ella se acordara, quería estar segura, y no darles la oportunidad de discutirla. Le dije que sí, yo también de tanto verificar sabía dónde podía encontrar cada cosa.

Hicimos un simulacro, y nos salió sin errores

  • Bueno, mañana podías pasarte por casa a eso de las nueve, la reunión será a las once, pero tenemos que arreglarnos antes.

  • Yo ropa formal cómo tú no tengo, pero puedo ponerme lo más discreto.

  • No te preocupes, algo vamos a encontrar en mi guardarropa de cuando era más joven.

  • Ay sí, porque ahora eres taaan vieja

  • Y… bastante más que tú, te espero mañana. – no sabía qué hacer con la alegría que llevaba, era cómo un ascenso, iba a ser asistente personal, en la que depositaba la confianza en una reunión tan importante. Al otro día estuve poco antes de la hora llamando a su puerta. Me atendió envuelta en una bata

  • Buenos días, ¿llegué muy temprano?

  • ¡No, no! Mejor, así tenemos más tiempo para vestirnos – no sabía por lo que a mí me tocaba, lo que estaba segura que como ella no iba a quedar. Me hizo pasar a su habitación. Tenía un vestidor de cuidado – Mira, ya separé algunos trapos, a ver cuál te queda mejor, aunque con ese cuerpo cualquier cosa te queda bien. – no sabía si cambiarme delante de ella, notó mi timidez

  • ¿Quieres cambiarte en el baño? Eres muy tímida, anda vete no te sientas incomoda – eran combinaciones de falda y blusas, trajes de pantalón y chaqueta, en fin, no iba a estar metiéndome en el baño cada vez que me cambiara. Me había puesto la mejor lencería que tenía.

Yo no era tan tímida, era ella la que me intimidaba, era tan elegante. Al fin eligió un traje que me quedaba pintado, un pantalón de corte, que dibujaba mi cuerpo sin perder la elegancia, con la chaqueta a juego, quedamos conformes. Pasé a la sala a esperar que se arreglara. Era un ambiente acogedor, un juego de sillones, en un costado un barcito, una tele de las más grandes, y una decoración coincidente con su persona.

Cuando salió estaba divina, no me sorprendió y me forcé por no imaginarme en ese momento lo que escondía dentro de esa ropa. Cuándo estábamos por salir me sorprendió poniéndome unos lentes

  • Pero si yo veo bien

  • Yo también veía bien a tu edad y los usaba. Mírate al espejo y vas a ver el aspecto intelectual que te pone, no tienen aumento, pero son intimidantes. – me miré y tenía razón parecía más aplomada, más segura.

Fuimos compenetrándonos en cómo sería mi papel de acuerdo a distintas circunstancias. Estaba nerviosa pero confiada, me daba ánimo, y me tenía confianza, que era lo que más me animaba.

En la reunión, me costaba no abstraerme viendo la seguridad con que se trataba con esos empresarios. Cualquier dato que expusieran, me preguntaba (sabía que muchos se los acordaba, pero se ahorraba discusiones) como llevaba el hilo de lo que se hablaba, me adelantaba a tener el dato en mi ordenador antes que lo pidiera.

Estuvimos dos horas en la primera reunión. Paramos otras dos horas para descansar y contar los tantos. ellos para ponerse de acuerdo. Nosotras para tratar de adelantarnos a otras posibilidades. Yo estaba un poco nerviosa, pero Isabel me decía que estaba haciendo todo muy bien, que siguiera así.

La reunión de la tarde fue un poco más áspera. Dos de los poseedores de la franquicia, insistían que sus ventas eran mayores, por lo que tendríamos que elevar el precio. Isabel con su tranquilidad le decía que no había ninguna constancia de que eso fuera así, ellos insistían casi prepotentemente. Mientras el ambiente se estaba caldeando, me dio tiempo a encontrar un dato, que por cierto no tendría que estar a mi alcance. La declaración de réditos, estaba acorde con lo que decía Isabel. Cuando se la pasé, la leyó y se levantó

  • Aquí me están pasando los datos. Si es cierto que tuvieron esas ganancias estuvieron evadiendo. Mi cliente quiere comprar una empresa, no un problema. Quizá sea mejor que dejemos todo pendiente y averigüemos cómo están las cuentas con el fisco. – un señor bastante enojado, la increpó.

  • Nosotros les mostramos las declaraciones y estábamos de acuerdo, a qué viene esto de echarse atrás.

  • Las declaraciones están, pero son estos señores que dicen que son falsas, que las ventas son mayores.

  • Si no podemos cerrar el trato, nos presentamos como acusadores de estos dos ante el fisco, todos los escuchamos.

Se armó una discusión entre ellos. Isabel buscó un interlocutor y les ofreció una hora para arreglarse entre ellos. Si la propuesta les interesaba, cerraban el trato, y si no, no había más que hablar. Nos retiramos a la cafetería del centro de reuniones, Isabel estaba tranquila, era una transacción por varios millones de euros y ella como si nada

  • ¿Cómo puedes estar tan tranquila con el lio que hay ahí a dentro?

  • Porque ahí adentro los que están nerviosos son ellos, yo no les puedo mostrar interés, vas a ver como se arreglan. Pasó la hora, cuando volvimos hablamos con el que se había erigido cómo vocero.

  • Bueno, nos pusimos de acuerdo, pero nos parece que podían mejorar un poco la oferta.

  • Acabo de hablar con mi cliente y me dijo que esto lo está cansando, hay otras oportunidades. La propuesta es la que hay. La toman o la dejan. Quizá más adelante haya otra oportunidad, ustedes verán – no había terminado de hablar cuando se levantaron para firmar el acuerdo. Estuvimos cómo una hora con el papeleo y las felicitaciones, por un acuerdo tan peleado. Cuando terminamos casi era de noche. Tenía que ir a casa de Isabel a cambiarme.

  • ¿Tienes que salir esta noche?

  • No, a decirte la verdad, con los nervios que pasé este día no estoy para ir a ningún lado – se echó a reír

  • Pues te vas a tener que acostumbrar, es nuestro trabajo – podía haber dicho, mi trabajo, pero dijo nuestro, un golpe de euforia me recorrió por todo el cuerpo – Pero te preguntaba si tenías que salir, porque si no me podías acompañar a cenar en casa, mientras comentamos un poco el día.

  • ¡Sí, sí! Te acompaño, va a ser un gusto – pasamos por un restaurant, nos sentamos a tomar un refresco mientras nos preparaban la comida, no le gustaba estar esperando que se la llevaran a casa. No ese día.

Llegamos a casa, entramos y dejamos la comida en la mesa. Isabel se tiró en el sillón

  • Por fin, estaba deseando llegar a casa para volver a ser yo y no la elegante directora – la miré sorprendida

  • Pero Isabel, ¿en qué te parece que cambias? Afuera o en tu casa sigues siendo tú, pero elegante

  • Bueno hoy porque estás tú, cuando llego a casa esta ropa se me vuelve insoportable y me la saco

  • Si es por mí, no sé porque no te la vas a sacar

  • ¿No te importaría? Tú también, ya que te tienes que cambiar, podías sentir esa libertad de estar cómo quieras.

  • Isabel, yo no tengo tu cuerpo

  • Bueno, tampoco que se te va a gastar si te lo miro un poco, el mío tampoco te creas que está tan mal

  • ¿Tú qué estás mal? estás de broma, si eres hermosa

  • Uf…ves, esta ropa me hace aparecer lo que no soy, cómo me voy a comparar con tu juventud.

  • Pero si al lado tuyo soy una niñata, tu eres una mujer por dónde te miren.

  • Mira, vamos a quitarnos la ropa, que niñatas de 22 años no se ven todos los días.

  • Es que me da vergüenza.

  • Está bien, me obligas a comer así, no es lo que más me gusta, pero en honor a la visita, comeremos así.

  • No, espera, yo no te quiero obligar a nada. Si me tengo que desvestir me desvisto.

  • Cintia, no te estoy obligando. Es una costumbre que tengo en mi casa, pero si no quieres, ya – me ponía nerviosa desnudarme, pero el premio era verla desnuda. Era un buen premio

  • No, no te preocupes, soy un poco tímida, pero no es nada que no lo pueda remediar – me saqué la ropa y quedé en interiores. Lo mismo hizo ella, se dio cuenta como la miraba

  • Cintia, por favor, déjame que me saco el sujetador, hazme el favor desabróchamelo – se puso de frente y tuve que abrazarla para llegar al broche, dejó que se cayera – Ah…qué gusto, ven siente tú también la libertad de que nada te oprima – ahora fue ella la que se puso de frente y me soltó el broche, me pasó las manos por los hombros haciendo que se cayera el mío. Quedaron nuestras tetas pegadas.

  • ¿No te sientes más libre, más ligera, más tú?

  • Me siento más en pelota – se puso a reír

  • Esa es la idea, primero nosotras, después vinieron los sujetadores para ocultar bellezas cómo las que tienes ahí.

  • Pues tus bellezas son más grandes que las mías. Y más bellezas – mientras comíamos no les apartaba la vista a esas esculturas, eran más grandes pero firmes. No sé si los pezones los tenía siempre así, pero sé que iba a soñar con ellos. Isabel tampoco escatimaba en mirar los míos. Me hacía la ilusión que le gustaban.

  • Cintia, cómo me miras, ¿de verdad te gustan?

  • ¿Cómo no me van a gustar si son preciosas? Lo sabes, pero te gusta que te adulen.

  • No te voy a mentir. Me gusta que cuando me miran, que todavía no noten tanto el paso de los años, no serán tan jóvenes como las tuyas, pero todavía se aguantan.

  • Isabel ¿te burlas? Mira lo que tengo yo, si al lado de las tuyas dan pena.

  • Cintia, tú en lo único que te fijas es en el tamaño, pero las tuyas están más frescas, míralas, si parecen que van a salir volando

  • Y tú en lo único que te fijas; en que si son jóvenes. Qué tiene que sean jóvenes, yo soy más joven que tú y no puedo hacer lo que haces tú. Te crees qué si nos ponemos a la par, alguien me va a elegir a mí, tu eres una mujer.

  • Mira, sobre gustos colores, dejémoslo ahí, y vamos a brindar, este día lo merece, vete al sofá que traigo las copas. Trajo las copas y una botella de champaña, nos sentamos en el sillón grande, llenó las copas, nos pusimos de frente

  • El primer brindis, es por mi secretaria que hoy estuvo genial – tocamos las copas y para adentro

  • Isabel, brindemos por ti, por cómo dominaste la situación con esos dos sin perder la compostura. Eres lo más

  • Uf…no te creas que no tuve ganas de mandarlos al carajo, pero quedaría feo. Así que ahora brindo por mí, porque encontré a la secretaria perfecta, que aparte de ser perfecta como secretaria, me pone contenta cuando me adula con que tengo unas tetas hermosas. – bebimos nuevamente, me quedé mirándola

  • Yo no te adulo te digo la verdad, son hermosas, son…divinas – me mordí el labio inferior

  • ¿De verdad te gustan? ¿quieres? – puso la mano abajo y me la ofreció. Solté un gemido y allí fui, no me daba tiempo a respirar, debía ser una desviación de mi cerebro; una teta era una teta, pero para mí era el maná que no caía del cielo (venía de Isabel porque del cielo no) respiraba agitada, pasaba la lengua por su pezón, me la quería meter toda en la boca, era imposible, pero ella me había dicho que nada era imposible. Déjame la otra le pedí.

  • ¡No! Ven vamos al dormitorio, - nos acercamos a la cama y se acostó arrastrándome a su lado. Tomé su gemela con mis labios, ese pezón tenía gusto a lujuria, se dejaba mamar acariciándome como a una beba, respiraba con la boca abierta y me besaba la frente. Ya en ese momento había perdido la cordura, no me conformaba con esos senos generosos. Quería todo de ella, lo que conocía y lo que me faltaba descubrir. En un susurro le alcancé a pedir.

  • Isabel, ¿me dejas sacarte las bragas?

  • Sí cariño, sácalas que hoy todo es para ti – me fue empujando hasta llegar a su pubis, le enganché las bragas con los dedos y se la iba bajando mientras miraba hipnotizada el afán de mis afanes. Se las terminé de sacar sin apartar la vista de mi objetivo. Como una pantera volví reptando por esas piernas maravillosas, sin apartar la vista de ese conejo que terminaría siendo mi presa. No fue muy sigilosa la forma que me abalancé a él, escuché su gemido cuando hundí mi lengua en lo más profundo, no tuve compasión, movía la cabeza a los costados para encontrar otros rincones hasta ahora no explorados, saboreé ese gusto a éxtasis en mis neuronas, se estremeció, era la señal indicada que lo estaba disfrutando, subí abriendo surcos entre sus labios, hasta llegar al punto neurálgico de su placer. Jugué con su botoncito con glotonería, sus estremecimientos aumentaban el deseo por hacerla mía. Pasaba mi lengua a lo largo del capuchón, era un placer no tan explosivo, pero más constante. Sin que le dijera nada se tomó las piernas por atrás, empecé a lamer cómo una desesperada haciéndola levitar.

  • Si mi vida, sí, por ahí, por ahí, lámeme bien, méteme la lengua, te quiero sentir dentro mío, así, ay…me corro.

Fue como una riada y yo fui un mal dique de contención, sus jugos se me escapaban por el perineo; no lo podía permitir. La tomé de las nalgas hasta levantarla e ir a buscar lo que me había ganado con mi propio esfuerzo. Se había chorreado hasta el ano, y ahí fui a recogerlo. Volvió a gemir y me gustó, parecía que le seguían brotando porque sus jugos seguían llegando a dónde estaba lamiendo. Traté de forzar ese agujerito que acababa de descubrir, pero estaba muy apretadito o lo apretaba ella, no pude, pero no sé si era miedo o qué, que cuando le pasaba la lengua por ahí llegaba a tiritar y parecía que era de gusto.

Volví a buscar ese conejito que había dejado descuidado, lo caté por adentro y por afuera. Miré la cara de Isabel. Me estaba mirando con una expresión, mezcla de lujuria, deseo, sufrimiento; no sé si la estaba llevando al cielo o al infierno. No me importó, me acordé de todas las veces que tuve que pasar mis ratos, solamente con unas bragas que me hacían imaginar estos gustos y estos olores. Ahora no tenía que imaginar nada, tenía el frasco de perfume en mis narices, y el manjar que tanto había deseado en mi boca. No lo iba a desaprovechar. Seguí lamiendo, sentía las vibraciones de su cuerpo cuando se le iban escapando más jugos. Se había apoyado en un talón y se arqueaba buscando con su vagina mi boca.

  • Cintia, sigue ya…, hazme llegar otra vez, así…así…sigue pequeña que me voy… por dios, me corro ahhhhh, sí…

Me volvió a regalar ese néctar que tenía tan guardado. No lo podía creer. Una diosa me regaló su esencia dos veces en el mismo día. En medio de mi aturdimiento la alcancé a escuchar.

– Ven te quiero a mi lado – quise obedecerle, pero en el camino se me cruzaron dos tetas y me tuve que quedar ahí, me dejó un ratito, pero me reconvino – no seas egoísta, no tiene que ser todo para ti. Me hizo subir hasta su boca para gustar de sus besos, después de gustar en mi boca el sabor de sus jugos, me volvió a subir hasta que mis tetas quedaron al alcance de sus labios. Me mamó, me mordió los pezones con los labios, me chupó, yo estaba que me licuaba en un mar de deseo.

  • Me corro, me corro Isabel, ay por dios me corro.

  • ¡Espera! Así no – tiró con violencia para arriba mientras ella se dejaba deslizar hacia abajo hasta que mi coño quedó encastrado en su boca. Las brujerías que hizo ahí abajo, no sé, pero parecía que toda yo me diluía para ella. Quise aguantarme, el placer que me daba no era para que se terminara tan pronto, pero me fui, sentí cómo derretía en su boca toda la calentura que estaba acumulando desde que había llegado. Quise salirme, pero me regañó

  • Quieta que no terminamos – me agarró de las nalgas y siguió mimando toda mi cuevita, hasta que me la atendió con dos dedos mientras con la lengua jugaba con el resto. Mi cuerpo parecía un violín, tenso, afinado, los gemidos salían de acuerdo al punto en que tocaba; sabía dónde tocar. Mi clítoris parecía el amplificador, según como me lo tocaba, sacaba diferentes sonidos, yo ya no estaba en mis cabales, mi cuerpo era una orquesta entera.

  • Isabel, no sé si me corro o me muero, no puedo más, aaahhh dios, qué es esto – no fue una corrida fue una maratón sexual. Se volvió a desplazar para arriba quedando yo sobre ella. Quedamos con la cara casi pegadas, yo estaba mareada, me besó, saboreé mi sabor, no estaba tan mal. Con tantas sesiones masturbatorias nunca se me había ocurrido probarlo. Claro que una cosa es probarlo en los labios de Isabel, y otra cosa sería en mis dedos. No era importante, ahora los probaba dónde más me gustaba.

  • Guapa, ¿te vas a quedar a dormir?

  • No sé, ¿me vas a dejar dormir? – se sonrió

  • Uhm…tan voraz te crees que soy

  • Tú conmigo no sé, yo contigo sí lo soy – tuvimos sexo otra vez, y nos quedamos dormidas abrazadas.

  • Me desperté a la mañana apoyada entre sus pechos. Me impresionó, así sin arreglarse, al natural se veía hermosa.

  • Te estaba mirando, eres tan linda que me das envidia – me quedé con la boca abierta.

  • Tú estás loca, ¿tú me dices linda a mí? ¿una mujer cómo tú puede tenerme envidia? Será porque eres fea

  • Bueno, fes no soy, pero tú aparte de hermosa eres joven, estás en tu plenitud. Yo lo que ves es mucho por cómo me visto, la ropa que uso, esa me da elegancia.

  • Yo ahora te estoy viendo en pelota, y no veo que hayas perdido elegancia, y de guapa, ni hablar.

  • No sé si te crees lo que dices, pero te digo, te quiero, y si tuviera unos años menos te pedía que fueras mi novia

  • ¿Y por qué no me lo pides ahora? O tu cariño lo gobierna el calendario.

  • Cintia, te llevo casi la mitad de tu vida, que dirían si nos vieran en plan de novias, que soy una asaltacunas, que me aprovecho de mi puesto para acosar a niñas necesitadas. – me cayó cómo la mierda escucharla hablar así.

  • No pensé que fueras tan machista, pero bueno, yo también tendré mis defectos – le dije cabreada

  • ¿Machista yo? ¿por qué me dices eso, dónde lo sacaste?

  • Mira, si me vieras noviando con un hombre de tu edad, serías capaz de decir que hacíamos la pareja perfecta, así que eres machista, o estas tratando de excusarte por lo que para ti fue un simple acostón.

  • Para mí, no fue un simple acostón, yo siento mucho por ti, pero te llevo diez años, eres muy joven y dentro de un tiempo te vas a dar cuenta que estos diez años son demasiados para tu juventud. – la miré con pena

  • Sabes, cuando me invitaste a cenar, tuve la ilusión de que pudiera pasar lo que pasó, te amo, pero no pedía más que eso, por eso te digo que no tienes que excusarte. En el fondo siempre tuve la loca esperanza de poder llegar a algo contigo, era solamente eso, una esperanza que hubiese durado y nada más. Ahora lo pusiste claro, que es por los años y me sacas la ilusión. Puedo ser paciente pero los diez años que me llevas, por más que espere no se van a acortar. Me parece que no soy la secretaria tan perfecta. Gracias por esta noche. Es hora de irme.

Agarré la ropa con la que había venido y me metí al baño, me iba a bañar para sacarme los olores de esa noche. Me di una ducha mientras pensaba en lo tonta que había sido. Era inalcanzable antes, y lo de esta noche no había cambiado nada. No me puedo quejar, estuve en el mejor sitio, era lógico que no me podía quedar. Salí cambiada para irme, con los ojos húmedos veía borroso.

  • ¿No vas a desayunar? – estaba envuelta en una bata

  • ¡No! Mejor me voy, las niñitas no podemos estar tanto tiempo fuera de casa

  • Qué, ¡ya sé! no quieres desayunar con tu novia porque es muy vieja – me di vuelta mirándola intensamente, el corazón me empezó a retumbar como un tambor, creo que hasta lo podía escuchar ella

  • ¿Me estás diciendo lo que creo que me estás diciendo?

  • No sé lo que crees, solamente quiero saber si soy muy vieja para ser tu novia – me le fui encima

  • Estúpida, te voy a enseñar que tan vieja eres – la empujé a la habitación le saqué la bata y la tiré en la cama. Le hice el amor con rabia, no me cabía en la cabeza que pensara que era vieja para mí. Y si lo era, que me importaba, la amaba y la seguiría amando a través de los años. Cuando bebí de su orgasmo se me ocurrió que a lo mejor me gustaba tanto porque era añejo. Nos revolcamos en la cama hasta que logró desnudarme. Quizá a ella mi orgasmo le pareció un tempranillo o algo así, sé que le gustó, y cuando juntamos las dos variedades todavía fue más sabroso. Se quedó arriba mío

  • Chiquita, te estás perdiendo el desayuno

  • Qué va, mejor que el desayuno que me diste no voy a encontrar en la mesa.

  • Uhm…que rica, ¿Qué tienes que hacer hoy y mañana?

  • Creo que estoy ocupada, me parece que tengo que hacerle mimitos a una ancianita, ¿y tú?

  • Yo tengo que enseñarle a una cría a usar una tijera sin cortarse – se estaba moviendo, rozando todo su cuerpo con el mío. Cruzó una pierna hasta juntar nuestras vulvas, los movimientos cada vez más convulsivos levantaban la temperatura, nos torcimos un poco para poder unir nuestros pezones y nuestros labios, los clítoris debían tener GPS porque solitos se encontraron

  • Isa. Me estás haciendo acabar otra vez, no me aguanto.

  • Espera un poquito que tenemos que aprender a hacer las cosas juntas, ¡ya va, ya va! Espera un poquito ¡vente conmigo! Asíííí, asííí, aahhh - Nos abrazamos más fuerte y nuestros orgasmos estallaron al mismo tiempo. Me di cuenta que de ahí en adelante muchas cosas podíamos hacer juntas, formábamos una buena pareja.

Al principio fue el cielo y la tierra. En el cielo moraban los dioses, en la tierra los mortales. Cierta vez una diosa copuló con una mortal y crearon el paraíso. Y fue bueno.

Espero que les guste, gracias.