Mi dueño - La perrita Luci (2)

Luci pasa el día entre los nervios y la calentura de cumplir las ordenes de su vecino. Finalmente, al por fin encontrarse con él pasa una velada deliciosa y queda con la promesa de algo aún más caliente por venir.

Duré lo que parecían horas frente al espejo. Mi pelo bien arreglado con dos colas, mis zapatos brillantes, las medias bien puestas, la falda algunos centimetros arriba de las rodillas. Aún así estaba demasiado consciente de la falta de ropa interior debajo de esa falda. En mi mente me parecía que todo el mundo lo notaría, pero nada en el espejo me devolvía esa ídea.

Así que volví mi atencíón a mi torso desnudo. Empecé por mi estomago, con delicadeza, trazando las letras grandes y bien cuidadas. "Soy tu puta" se pudo leer al final. Traté de calmar mis nervios respirando profundo, y seguí con mis tetas, paradas por los nervios y subiendo y bajando por mi agitada respiración. A pesar de los nervios logré escribir en cada una. "SOY" en la parte superior, "TU" con el pezón justo en el medio de la "U"; "Perra" justo debajo. Puse encima mi camisa blanca; a través de la tela no se veía nada. Pero mis pezones si se marcaban claramente, y el movimiento exagerado de mis grandes pechos haría obvio a cualquiera que debajo de esa blusa no había nada más que mi propia piel. Él no lo había pedido, pero supuse que lo querría, ya que sí me había pedido la ausencia de bragas, a pesar de que no estaría nunca para revisar si su orden se había cumplido.

"Orden". Cada vez que dudaba de si seguir con lo pedido o no me decía a mí misma "Fue su orden" y mi cuerpo se electrizaba y mi mano instintivamente quería ir a la entrepierna para preservar el placer.

En el cámino al colegio un circulo vicioso se había creado en mi cuerpo. Notaba con algo de verguenza como la gente que pasaba dirigía su mirada directo a mis obvios pezones, y esto causaba que se endurecieran más y durará más su estado extremadamente erecto.

Pasé las primeras clases sin demasiado incoveniente, aunque mis pezones no dejaron todo el día su estado gracias a los chicos que casi babeando fijaban sus miradas en mis pechos y yo me hacía más y más consciente del roce de mis pezones con la tela de la camisa. Ya en el descanso se hizo imposible no imaginarme cada vez que notaba una mirada de algun chico, acercando mis pechos a sus aguadas bocas. Corrí a lavarme mi rostro en un intento desesperado de calmarme. Mirandome al espejo logré convencerme un poco de que mis pezones no eran tan notorios a través de la camisa.

Pero esa ilusión se venció cuando, saliendo ya para ir a clase, una profesora se me acercó para recomendarme, en tono de amiga y casi de madre, que gracias a mi cuerpo era conveniente que llevara una copa gruesa para las clases, ya que algunos chicos podrían distraerse. Caminé como pude, sintiendome tan humeda que hasta imaginaba que pronto tanta humedad empezaria a resbalar por mis piernas, hasta mi falda ya mostraba una ligerisima humedad. Al llegar a a clase pedí permiso para ir al baño, logré decir que eran mis días del mes y corrí de nuevo a los baños. Me encerré en un cubiculo y recé que nadie fuera a llegar, me quité la camisa y logré colgarla. Viendo mi piel escrita con las ordenes cumplidas de mi vecino dos dedos entraron en mi humeda vágina mientras mi otra mano apretaba mis tetas.

Después del orgasmo pensé que había logrado calmar mi ansía un poco, después de arreglarme un poco me dispuse a salir justo cuando entraba otra chica. Me lanzó una mirada inconfundible de total lujuría hacia mis pechos y con una mano me rozó mi pierna mientras se mordía el labio inferior con ganas. Mi "tiempo a solas" no había servido de nada. Ahora estaba más fogosa y mojada y mis pechos parecían querer perforar la tela.

Al final llegué como pude a la puerta de mi vecino. Cerré detrás de mí. Peleando contra los nervios que me querían dominar me quité la ropa y me quedé desnuda, sola, llena de nervios y sin saber que hacer. Me concentraba en respirar intentando matar los nervios. No sé cuanto tiempo pasó hasta que su sonrisa se presentó casi frente a mí.

-Muy bien. -dijo sonriente.

Mis ojos se aguaron de inmediato, mi cuerpo temblaba ya de los nervios, me estaban ganando la batalla y me estaban abrumando.

-Vas a ser mía? -preguntó con voz gruesa.

Ascentí con mi cabeza. Se acercó a mi oído y en un susurro agregó: "Mi puta"

Sentí que la fuerza de mis piernas desaparecia, su mano evitó que callera al piso y se desplazó hacia mi concha mojada. Notó mi humedad y me tomó del brazo. Me llevó hacia un espejo y me hizo inclinarme un poco. Sentí su pene en la entrada de mi concha mientras yo admiraba mi letra "Soy tu perra" se podía leer en mis pechos que en el espejo se reflejaban claramente. Tomó en cada mano una de las moñas de mi pelo y embistió penetrandome con su pene arrancando de mí un gemido. Mi humedad le hizo fácil penetrarme salvajemente una y otra vez mientras gritaba "Mi puta" y "mi perra". Mis exagerados gemidos le ayudaban a crear una base sonora deliciosa.

-DILO TÚ PERRA!

-soy tu puta. -dije en un suspiro, me propinó una nalgada y me ordenó hacerlo más fuerte. Esto se repitió y se repitió hasta que me encontré gritando con todas mis fuerzas "SOY TU PUTA" y el me premiaba taladrandome cada vez más fuerte la concha, lo que me llevó a dos orgasmos casi consecutivos.

Por fin salió de mi concha y casi que me arrojó al suelo de espaldas. Puso su pene entre mis pechos y empezó a masturbarse con ellas. Se retiró un poco y me soltó toda su leche en mis generosos pechos.

-Lamelas - ordenó. -Y luego lo que cayó al pisó

Despues de cumplir sus ordenes humillandome totalmente me ordenó irme a mi casa, mientras me vestía me preguntó como la había pasado. Le conté todo lo que me había ocurrido en el día.

-Ya. Pues acostumbrate, porque no vas a usar nunca más un sostén o algo que se le parezca. Y bragas solo con mi permiso. Cortale dos centimetros a la falda, la quiero más corta.

Miré al piso y ascentí, sin mirarlo intenté salir pero sentí un abrazo por detrás

-Eres mi putita hermosa, no lo olvides.

Me sonreí y seguí mi camino.

-Por ciertpo, como eres mi perra y te tocaste la concha sin mí permiso, mañana te tendré que castigar. -Dijo sonriendo sádicamente

Me quedé como una piedra por unos segundos, luego, sin saber porque, sonreí inocentemente.

-Gracias, dueño.

Le dije y me fui a mi casa.

-Genial -Me dije en voz alta ya en mi cama -Y cómo se supone que no me masturbe después de que me dice eso.