Mi dócil hermana (3)

Descubrí que Raquel era dócil hace unos dieciocho meses. Yo estaba en el instituto todavía y ella estudiaba ya en la universidad. Era la época de los exámenes y los dos estábamos muy tensos. Mis padres se fueron al cine y yo, como ya había maquinado que masturbaría a Raquel y ella me lo haría a mí. Fui hacia ella, que....

MI DOCIL HERMANA(III)

Descubrí que Raquel era dócil hace unos dieciocho meses. Yo estaba en el instituto todavía y ella estudiaba ya en la universidad. Era la época de los exámenes y los dos estábamos muy tensos. Mis padres se fueron al cine y yo, como ya había maquinado que masturbaría a Raquel y ella me lo haría a mí. Fui hacia ella, que estudiaba en la mesa camilla y me puse detrás de ella, cogiendo sus pechos con mis manos. Como me había fijado, no llevaba nada. Comencé a mover mis manos manoseando sus tetas que giraban en el mismo sentido que mi mano. Ella me pedía que la dejara, pero yo no estaba dispuesto a dejar pasar la oportunidad. Pretendía ponerla cachonda, pero Raquel es muy responsable para los estudios y me gritó

-¡Michael! ¡Coño! ¡Déjame!.- Me aparté pero volví a los cinco minutos. Yo estaba muy caliente y me negaba a hacerme yo mismo una paja. Así que se levantó bruscamente ante mi insistencia y me dio un empujón que por poco me tira al suelo. Yo me enfadé, la seguí.

-¡Eres una calientapollas! ¿Te enteras? ¡Una calientapollas!

  • Yo se que no se debe tratar a una mujer con violencia, pero era muy joven y al fin y al cabo era una pelea entre hermanos. Se iba por el pasillo, con ese pantalón de chandal que le hacía un tipo esbelto. Le cogí del pelo por detrás y le dí un tirón. Ella gritó-¡Ay! - la arrinconé en un lado del pasillo. Raquel estaba asustada. Me miraba de medio lado, protegiéndose. Yo estaba decidido

-¡Ahora mismo te pones de rodillas y me la comes! ¡Vamos!.- Raquel entonces sufrió como un cambio y de una expresión de miedo pasó a la cara de placer más absoluto que le había visto jamás. Me besó apasionadamente. Me comió los morros mientras yo, con la mandíbula apretada le amasaba los pechos con rabia.

-¡Vamos ya, golfa calientapollas! - Raquel, al escuchar este insulto se agachó. Me abrió la bragueta y me la comió sin rechistar. Desde ese día descubrí, que Raquel, como mujer, adora hacer ciertas cosas que nunca admitiría que le gusta hacer, y yo fui descubriendo nuevas cosas de ella, introduciendo nuevos hábitos en nuestra relación, hasta convertirla en mi objeto de juego sexual. Me la he traído a la cocina. He tirado de la camiseta hacia debajo y se la he sacado por las piernas, luego le he subido las bragas y ahora la empujo en el hombro para que se siente en una silla. Aún está atada. Las manos están detrás de ella, que me observa cómo me desato la correa, me quito el botón del pantalón y me bajo la cremallera, y cuando el pantalón cae, como me bajo los calzoncillos y le enseño el mástil de mi bandera, mi torre de Pisa en la que se aprecia una gotita de líquido.

Se lo acerco. Se lo paso por los pechos. Ella se retuerce en la silla como si no quisiera que rozara sus peones con mi pene. Pero yo se que a ella le gusta tanto como a mí el que finja su disgusto. Luego tomo su nuca y la llevo hacia la punta de mi pene. Pero ella es muy traviesa y antes de metérselo en la boca, me lame el escroto, la funda de los testículos, me los mordisquea con los dientes y luego desliza la punta de su lengua lentamente por todo lo largo de mi pene hasta encontrar la cabeza. Raquel juega con mi cabecita en el interior de su boca. La lame con su lengua, la mete en su garganta y yo, que ya estoy más que excitado, comienzo a sentir que mi vientre se contrae, que mi pene se mueve, que mis testículos bombean. Comienzo a mover mis caderas ligeramente mientras con la voz entre cortada le dirijo unas palabras.

  • Ya sabes... que te lo tienes que tragar...todo.- Nos hemos metido en la ducha y nos hemos lavado el uno al otro, sin mayores pretensiones sexuales que acariciarnos cariñosamente, como hombre y mujer que se han satisfecho mutuamente. Luego hemos salido del baño, nos hemos secado y nos hemos puesto únicamente unos calzoncillos y unas bragas mientras veíamos una película de vídeo de esas de acción.

-¿Te acuerdas cuando jugamos por primera vez a las películas? - Le pregunto. Está echada sobre mí, con su cabeza encima de mis muslos. Su respuesta es un beso en una de mis piernas.

-¿Qué vamos a hacer esta noche? - Me pregunta Raquel, esperando escuchar mis planes.

-Hay una fiesta en Derecho. El paso del ecuador. Jugaremos a la calientapollas. Te acercarás a la persona que te diga y la intentarás seducir. Os iréis a un sitio del local donde yo os vea y dejarás que se aproveche de ti. Luego, cuando a mí me parezca bien pareceré yo. Dirás que soy tu hermano y que te tienes que ir.- -¿Y ya está? - Comprendo a Raquel. Ella ya ha jugado varias veces a este juego. De hecho, a su novio último lo conoció así. Lo que no sabe es que después de meditarlo, he pensado introducir una variante que sin duda nos resultará muy excitante a ambos. He pensado en una persona. La semana pasada me la presentaron y me pareció tan interesante y excitante que no he dejado de darle vueltas. Irá a la fiesta de paso de ecuador por que de hecho, ya me había fijado en esa persona muchas veces y la he visto en otras fiestas universitarias. Nos hemos preparado los dos.

Yo voy vestido con unos vaqueros y una camisa. Me he peinado hacia atrás. A mi hermana le he dicho que se ponga una minifalda más larga que la que ya se ha puesto esta tarde. Le he dicho que se ponga unas braguitas blancas, discretas y elegantes, unos pantiemedias de color crema, unos zapatos de tacón más bajitos que los que le he obligado a llevar mientras la masturbaba en el fregadero, una camiseta del estilo de la que se ha puesto antes, pero más discreta. En conjunto, mi hermana va muy atractiva. Tiene una pinta sensual, fresca, alegre. No me gusta que vaya muy provocativa por que eso nos causa a los dos problemas. Raquel se ha pintado los labios de un rojo oscuro, y los párpados de color azulado. Un ligero toque oscuro en los mofletes le alarga la cara, le hacen parecer más delgada. Hemos entrado juntos a la fiesta.

Es un local de techo no muy alto, de iluminación deficiente y mucho humo en el ambiente. La música suena de forma desigual. No se de donde han sacado permiso para hacer la fiesta en el garage de la facultad. Pedimos unas copas. Los tíos nos marcan. Es decir, la están marcando a ella. Siento que la observan, que me miran envidioso y que no se explican que hace una mujer como Raquel con un chico aniñado como yo. Vamos a la barra y el eventual camarero, un estudiante de tercero de Derecho, seguramente, la mira esbozando una sonrisa picarona. Raquel lo mira serio y le pide dos combinados. El chico no se los cobra. Nos vamos juntos a un extremo de la pista. Espero que aparezca la persona en la que estoy pensando. Pasa media hora y no ha venido, así que nos pedimos otro combinado, al mismo chico y con el mismo resultado. Invitados de balde. Ahora llega. Viene junto con otras chicas. No se si mi hermana lo va a conseguir. Ella no sabe quién es. Le digo a Raquel al oído donde se tiene que ir a bailar.

  • ¿Quién es?- me pregunta -Ya lo sabrás si tienes éxito.

  • Raquel comienza a bailar. Un montón de buitres comienzan a pulular a su alrededor. Le hago una seña para que vaya más a la derecha. Más aún ¡Ahí! Raquel me entiende muy bien, hemos jugado a esto muchas veces. Raquel sigue sin saber quién es. Yo miro a la persona que me interesa. Ha clavado sus ojos en Raquel, no le quita ojos, como las otras tres chicas que le acompañan. Raquel me mira. Le hago una seña y pone esa cara de desconcierto que tanto me gusta, que siempre supone el inicio de nuestro mutuo placer. Parece que ha entendido que quiere que seduzca a una de las chicas que bailan en el corro de la izquierda. Lo ha captado por que de manera especial, esta chica tiene escrito en la fachada que es un macho perico. Raquel abandona la pista y se dirige hacia mí. - ¡No puedo hacer eso! ¡No me lo pidas!

  • Yo soy inflexible. – Raquel. Es mi deseo y tú eres mi esclava. ¡Lo harás!-

  • ¡Pero yo jamás he estado con una mujer!- - Bueno, pues ya va siendo hora. No me negarás que es guapa.-

  • Si, realmente es muy guapa, pero...-

  • ¡Pero nada! ¡Irás y te liarás con la rubita del pelo corto!- Raquel se va lentamente. He estado vigilando por si la rubita del pelo corto nos veía, pero la ha buscado por la pista sin encontrar a Raquel, que entra en la pista lentamente, dubitativa. No me juzguéis con severidad. Raquel disfruta siendo docil. Le excita hacer cosas que no desea hacer, que las hace por que se las ordeno yo. Cuando mañana le pregunte si le excitó estar con la bella lesbiana, me dirá que sí seguro. Raquel no sería docil si de primeras disfrutara con cualquier tipo de sexo, simplemente sería de ideas abiertas o de moral relajada. Raquel es docil porque le excita que la obligue a hacer cosas que la humillan, que la ponen en inferioridad, que son impuestas por mí.

Ahí está, bailando delante de esa rubita invertida a la que se le cae la baba al verla. No tiene nada que ver con las tres vacaburras que le acompañan. Las otras tres también se han dado cuenta y una de ellas, morena, gorda, vulgar se dirige a ella. Mi hermana ya ha entrado en la tela de las arañas. La morena gordita quiere ligársela, pero Raquel se arrima a la rubia de pelo corto y mantiene con ella una conversación. Raquel se pone en plan seductor, comienza a acariciar su pelo mientras habla, a mover la cabeza hacia un lado. Me acerco disimuladamente y la veo sonreir con picardía. Ahora van hacia la barra y se piden un combinado. Ahora van a la pista, pero ya se han separado de los otros tres marimachos.

Se dirigen a un lugar oscuro y apartado, en el que las parejas se abrazan y se entregan a sus besos apasionados, donde la compostura ha quedado postergada a un tercer lugar. Mi hermana está ahí junto a la rubia. La rubia se ha echado sobre la pared y mi hermana se echa casi encima de ella. Me entra un cosquilleo que me recorre la columna cuando veo que sus bocas se funden en un beso que empieza a durar demasiado. Mi hermana, o está disimulando muy bien o de veras está disfrutando. Sus caras se separan. Parecen hablar. Una mano de la rubia pasa por detrás de la cintura de Raquel. Ahora la veo que la agarra del culo. Mi hermana se queda quieta, callada. Me fijo alrededor mía. Unos chicos están tan absortos como yo en la escena e incluso diría que el chico de aquella pareja del final mira a mi hermana y su ligue de reojo. La rubia da un paso más y coloca su pierna entre las piernas de Raquel y de nuevo las bocas se funden en un beso de tornillo hasta que la rubia pone su mano sobre el pecho de Raquel, que empieza asustarse, a estar demasiado turbada.

Mira alrededor, intentando encontrarme con la mirada. Me escondo ligeramente. La rubia no cesa en sus caricias y finalmente Raquel parece darle una excusa y separarse de ella. La comprendo. Ha sido demasiado para ella. No importa. Sé que ha disfrutado y la próxima vez saldrá mejor. Yo me he quedado a punto de mojar el pantalón. Salgo a su encuentro. Me intenta dar una explicación. Yo no estoy ni mucho menos enfadado. La comprendo, pero tengo que fingir enojo.

-¡No me des explicaciones!- La cojo de la mano y me dirijo hacia la puerta. La rubia de pelo corto se ha debido quedar más caliente que yo. Salimos de la fiesta y con el dinero que había destinado a pagar las copas pido un taxi que nos va a llevar a casa. Nos recoge un taxista cuarentón que nos pregunta la dirección. Raquel no me va a negar un capricho que se me ha ocurrido cuando he visto como la miraba. Nos sentamos los dos detrás y comienzo a subirle la falda. Raquel se pone nerviosa pensando que el taxista puede vernos pero a mí me da igual. Es más, me gustaría que nos viera. Toco su muslo caliente, firme y busco su boca. Nos entregamos a un beso como el que mi hermana se ha dado con la bella lesbiana.

Y cierra los ojos pensando que si ella no ve al taxista, él no la verá. Pero él nos ve. No tiene nada de particular. Supongo que es la primera vez que se suben a su taxi dos novios que se besan apasionadamente. Más difícil de encajar es quizás es hecho de que yo tenga una pinta de crío al lado de Raquel. Más difícil sería si el taxista supiera que somos hermanos. Más difícil sería si el taxista supiera que me pienso follar a Raquel esta misma noche y que ella aún no lo sabe. Raquel se pone cada vez más colorada por la vergüenza que le da saberse observada por el taxista. Ni siquiera se atreve a mirarle de reojo, pero encuentro su boca aún más tierna, aún más complaciente, mientras mi mano sube por su muslo y encuentra la tela de sus inmaculadas bragas al final de sus piernas. La palpo con suavidad y en medio de la apertura que se abre entre las piernas, encuentro la tela húmeda. Llegamos a casa, le pago al taxi y nos metemos en el portal. Lamo al ascensor y cuando estamos dentro, de nuevo la abrazo, la agarro bien de las nalgas y nos besamos de nuevo apasionadamente, hasta que el ascensor se para al llegar a nuestro piso.

Estamos ya dentro de la casa. Raquel ha ido a su cuarto y se ha puesto el camisón. Yo ya se en qué momento me acercaré a ella y la seduciré. Sale de su cuarto hacia el baño para lavarse los dientes. Yo ya he hecho lo propio. Me he metido en el bolsillo del pantalón un preservativo. No se como Raquel piensa que esta noche no lo vamos a hacer. Además, me lo debe. Me ha desobedecido con la rubia. Me quito la camisa y los zapatos mientras avanzo por el pasillo. Enciendo la luz de su cuarto. No me esperaba. Me mira con cierta sorpresa al verme tan sólo con los pantalones puestos. Me quiere volver a dar una explicación sobre por que me ha desobedecido con la rubia.

-es que...es que.

  • La corto con sequedad.

-¡No te preocupes! ¡Yo ya sabía que no ibas a ser capaz!- le digo mientras me desabrocho la correa del pantalón. Ni siquiera la miro cuando le ordeno.- ¡Quítate el camisón!- Raquel me espera tumbada sobre la cama. Me mira con expectación. Yo estoy en calzoncillos y me siento a un lado de la cama, recostado junto a ella. Raquel ya sabe que tiene que poner las manos por detrás de la almohada, agarrándose al cabecero. La beso en la boca levemente y comienzo a acariciar con suavidad sus pechos. Ahora me interesa parecer conciliador.

-¿Qué te ha pasado? ¿No te ha gustado que te guste la chica rubia? ¡Con lo guapa que era!.

  • Raquel calla mientras le manoseo los pechos.

-¡Pero si a ti te gusta mucho que te toquen así.- Luego mi cara baja a sus pechos y antes de lamerle los pezones como a ella le gusta, con lametones ásperos y amplios, sigo diciéndole cosas con suavidad .- Te podría haber comido tu tetita así, como yo lo estoy haciendo ahora, con esos ojazos azules, con esa carita sin pelos...no te entiendo, Raquelita. No te entiendo.-

Mi mano, mientras le lamo los pezones, se desliza por su vientre con suavidad y alcanzan el borde superior de sus bragas que desbordo, introduciendo mis dedos dentro, buscando su clítoris en su vientre depilado por mi expreso deseo. – Te podía haber tocado tu crestita así, como yo lo estoy haciendo, con suavidad, con mucha suavidad...como una chica se lo sabe tocar a una chica.- Y noto como mi hermana se abre de piernas, para hospedar mi mano en su bajo vientre, mientras después de acariciarle el clítoris, hundo mis dedos en su sexo, que lo encuentro húmedo, deseoso de ser ordeñado, de que obtenga de él algo más que su humedad, deseoso de que le produzca un orgasmo.

-¡En fin! ¡En vista de que no quieres hacer el amor con una mujer...Lo tendrás que hacer con un hombre!- Cuando termino de decir esto noto en Raquel una nueva excitación. Aparto mi mano, pues estoy seguro que de tener mi mano un momento más en su sexo, se correría. Otras veces la he masturbado y luego me la he follado, pero hoy tengo gana de correrme a la vez. Quiero hacerle el amor a conciencia. Me levanto y comienzo a quitarme los calzoncillos, apartando el borde de mi vientre para dejar salir de él mi miembro excitado. Ella mientras se está bajando las bragas, sacando sus manos de detrás de la almohada. Miro su expresión. Hoy no la voy a atar. Quiero sentir las manos sobre mi espalda. Hoy la quiero sentir libre. Que no pueda decir luego que la obligo. La sumisión debe de ser libremente aceptada. Hoy toca demostrarle que me acepta libremente como su dueño.

Me pongo el preservativo y me coloco de rodilla entre sus piernas y apoyo mis manos en mis rodillas para obligarle a abrir las piernas. Me agacho al ver asomar su crestita enrojecida y coloco mis labios en la parte superior de su sexo, lamiendo su clítoris con fuerza y mordisqueándolo con los labios. Raquel acaricia mi nuca y yo comienzo a percibir ese olorcillo que tanto me excita. Le doy algunos lametones más y pongo la punta de mis dedos en la parte baja de las nalgas, esas que asoman por debajo de su sexo. Separo sus nalgas y con ella abro su sexo y le doy un par de lametones. Su sabor me indica que está excitada ya, así que me incorporo, poniéndome de rodillas y avanzo hacia su cara, hasta que me tiendo sobre ella y noto como ella me recibe, con la boca entreabierta. La beso y ella coloca sus manos en mis costados. Noto la parte suave del interior de sus muslos en la parte alta y posterior de los míos, el calor de su vientre en mi vientre, sus pechos suaves sobre mi torax.

Tomo sus manos con las mías. Las cojo por las muñecas y comienzo a insertar mi pene dentro de su grieta. Noto la suavidad de su interior, aunque el preservativo me impide percatarme de su humedad deslizante. Raquel me pide que la penetre con lentitud y yo le concedo ese deseo, pero no le doy tregua. En unos instantes estoy totalmente acoplado. Me siento a punto de reventar y sólo necesitaba darle el puntillo moviéndome dentro de ella. Raquel por su lado estaba ya muy excitada. Comienzo a menear mis caderas desde delante hacia detrás mientras noto que Raquel coloca sus manos sobres mis nalgas, que yo contraigo y relajo para aumentar el efecto de mis penetraciones. La temperatura de nuestro cuerpo aumenta y empezamos los dos a sudar ligeramente. El pelo revuelto le cubre la cara. Se lo aparto para besarla de nuevo y me responde a mi beso con la misma pasión desbordante. Le anucio que me iba a correr.- ¡Espérame un momento!.- Me dice. Me aguanto unos segundos y comienzo a vaciarme en su vagina. Unos segundos después, ella empieza a correrse, gritando con ronquidos graves y cortos. Yo permaneco dentro de ella hasta que ella termina de correrse, esforzándome por seguir moviéndome hasta que me percato de que su pasión se ha desvanecido.

La beso en la boca de nuevo y ambos quedamos tumbados en su cama callados. Paso la noche pegado a ella, durmiendo hasta el amanecer, en que me voy a mi cama. No es conveniente que se despierte conmigo dentro de su cama. Me haría mostrar débil.

CONTINUARA