Mi discreta vecina... seduce a mi mujer (4ª)
Al momento otro hembra apareció en escena (¡Fiesta de pijamas!). Formas más rotundas. Ésta vestía con un tanga rosa y una camisa como de baloncesto (tiritas y amplia abertura lateral). Se agachó de espaldas y pude ver como se le había colado el tanga por sus labios rosaditos y sus grandes tetas
“Hola cariño, mi madre ha venido de compras a la ciudad. Me ha dicho que quería perder de vista a mi padre por un día” me dijo Desiré por el móvil. “Nos vemos mañana por la tarde; los nuevos clientes chinos quieren que vayamos a cenar, así que me quedaré a dormir aquí…¡Un momento!...”. Ahora ya puedo hablar, le dije “¿qué llevas puesto?, ¿el tanga blanco alto?, ¡qué daría por lamértelo por ahí! bajo”. Desiré dejó pasar unos segundos y continuo la conversación: “lo llevaba puesto pero ahora está en mi mano y te volverías loco por chupar mi cremita. Espera lo haré yo por ti… Uff!! que rica estoy; que suave y melosita. Estoy en el baño sentada en el borde de la bañera viendo toda mi vulva abierta en el espejo”. “No sigas calentándome Desiré; prepárate que mañana te comeré hasta la etiqueta del tanga”. Ella me matizó, “espero que me lo comas todo, todo y todo; mi coñito y mi culo; que mordiques mis pezones. Tu putita soñará con tu rabo en mi culo”.
Volví a entrar al hotel y les dije a mis invitados que fuéramos a un local que me habían recomendado. Esos modernillos donde puedes cenar y luego pasar al lounge a tomar una copa. Era miércoles (día de salida de separadas y divorciadas ya que los padres les “toca” niños) y el local estaba “petado” de buitres y una buena dosis de mujeres de unos cuarenta vestidas de comando “vietnamita” (se camuflan, llegan por sorpresa, atacan, te matan de gusto guarro y desaparecen hasta otra). Nos dieron una mesa cerca de la zona de copas. Mesas y sofás bajos. Al rato ya me importaba un comino la conversación de mi socio con los clientes. En la primera mesa del lounge dos veteranas vestidas al grito, “ si te acercas mejor que hayas bebido mucha agua porque vas a sudar hasta por los pelos del culo ”. La más cercana a mí llevaba una blusa negra (unos tramos horizontales translucidos y otros no) con un escote que dejaba entrever unas tetas muy pequeñas (sin sostén) pero diseñadas a conciencia. El tejano de perfil bajo, mostraba unas nalgas generosas con unas bragas, quiero decir, un hilo dental azul marino (la blusa se le había quedado doblada por atrás y ofrecía una panorámica no prevista por ella). Cada vez que se inclinaba charlando con su amiga el show era total: la camisa se vencía hacia adelante y el pechito izquierdo aparecía; el pantalón se bajaba aún más y podía ver un tramo mayor cada vez mayor de la raja de su culo . Algún suertudo esa noche iba disfrutar de un tetitas más propias de una quinceañera y un culo que reventar a gusto. De esas folladas desde detrás frente a un espejo. Chocando tus pelotas contra los cachetes y viendo el balanceo de sus tetas empitonadas al ritmo de las embestidas.
“Nos vamos” me comentó mi socio. “Si, si este ambiente me está poniendo malo; demasiada gente”, repliqué. Miré hacia atrás y la “vietnamita” seguía pidiendo a gritos que se la comiesen entera. “Si soy yo, te como hasta lo negro” musité. Llamé a Desiré y le comenté que porque no se quedaba en casa de su madre y así podían ponernos a suegro y al menda a parir a gusto. Estuvo encantada.
Me había puesto muy palote y saber que en dos horas me hizo pillar el coche y poner rumbo a casa. Si había suerte, podría disfrutar del espectáculo de mi vecina “la beata”. Paré en una gasolinera y compré red bull para aguantar el cansancio. La cajera mascando chicle, con una cara de troll que asustaba y un aliento que tiraba para atrás me enfrió todo el cachondeo. Como diría mi sobrino mayor, una “Braulia a full” (lo de Braulia por las pintas de basta, desaliñada/anti morbo y lo de full por lo total de su aspecto repelente).
Llegué a casa más relajado pero no por ello más ansioso. Subí por la escalera para evitar cualquier ruido que alentase de mi actividad de mirón a mi vecina. Me fui al baño y me desnudé completamente. Mi polla estaba aún resentida del dolor de huevos que me produjo la cuarentona del restaurante pero mantenía un aspecto espléndido: hinchada y con el glande completamente descubierto. Mi líquido pre-seminal ya estaba ahí, sobresaliendo de la punta. Me pasé los dedos y lo chupé “algo saladito pero rico”. Me excitó probarlo directamente de mi polla; alguna vez mi mujer me había pegado un moreo de esos húmedos (en una sesión muy guarrilla) no ya por la lengua sino por los restos de mi propio semen que le había dejado momentos antes en su boca. La verdad es que con los años ciertos comportamientos/tabú sobre actitudes susceptibles de ser propias exclusivamente de la comunidad gay, compartidas en la intimidad (y con una gran confianza) con una hembra desinhibida y morbosa son un agradable descubrimiento y fuente de nuevos placeres. Aún recordaba la lamida en mi ano de la desconocida de hacía unas noches (mientras yo me comía el coño de mi mujer) y como me puso a cien esperando, mejor dicho deseando, que me penetrase finalmente con sus finos dedos humedecidos por su flujo y saliva.
¡Bingo! Había luz en el piso de Clara y se oían voces de mujeres encubiertas en parte por la música . Joder con la beata le pegaba fuerte al country light. Sonaba “Real Gone” de Ray Cirus (música ideal para conducir solo en el coche, con el volumen a tope y fumándote un cigarrito). La persiana interior de la ventana de su salón estaba bajada un tercio. ¡Mierda!, como no se siente el sofá me voy a perder el placer de ver sus tetas blancas debido a su bikini sobre su piel tostada. Empezaba el espectáculo: el culito de Clara lucía delicioso; solo llevaba un transparente culote negro con encaje en el borde de su cintura cayendo sobre el propio culote. Al momento otro hembra apareció en escena (¡Fiesta de pijamas!). Formas más rotundas. Ésta vestía con un tanga rosa y una camisa como de baloncesto (tiritas y amplia abertura lateral). Se agachó de espaldas y pude ver como se le había colado el tanga por sus labios rosaditos y sus tetas grandes pero firmes a través del lateral. Derramé el aceite de “niños” sobre mi mano y miembro.
Mi corazón palpitaba a tope. Era una visión alucinante. Dos hembrazas, cada una con sus particularidades, charlando y bebiendo a su rollo; en ropa interior de infarto sin saberse observadas. Clara en sillón en la misma postura que el día que la “descubrí” por primera vez. Sentada de lado con las piernas abiertas (una de ellas sobre el brazo del sofá) mostrando su cuerpo donde solo su sexo quedaba semi-oculto por su transparente culote. De espaldas a mi, la de las tetas grandes y tanga rosa tumbada sobre el sofá. Su redondo y bien torneado culo dividido en dos por su tanga y mostrando un sexo bien abultado y pegado a la tela. Me masturbaba con la mano derecha, esta vez, con calma pero de arriba y abajo, estirando toda la piel lo más hacia abajo posible, para acariciar mi capullo a “pelo”, es decir con mi mano aceitosa sobre el glande. Bebían y comentaban cosas sobre sus parejas. Me sorprendió que en un momento comenzarán a comentar un trio que se habían montado recientemente con esos detalles que no por femeninos menos explícitos (solo había escuchado de pasada cosas de este estilo y con ese vocabulario a mi mujer con su madre…, ¡Vaya experta era la abuela!).
“Tendrías que verle la cara de alucinado cuando le estabas chupando su culito. Creí que se corría y tendríamos que acabar montándonoslo nosotras hasta que se le pusiese dura de nuevo . Estaba tan salido que casi me mete toda la mano en el coño intentando encontrar no sé qué…como si por llegar a mis ovarios me iba a dar más gustito. Con lo rico es que no vayan tan adentro, con los dedos digo, y te rocen la cara anterior del principio de la vagina” dijo la del tanga rosa. “Y que lo digas”, respondió Clara, “yo prefiero un pollón de buen calibre y no tan largo (remarcando el comentario con un círculo formado por los dedos índice y pulgar de sus manos)…¡qué obsesión tienen los tíos por lo larga que la tienen!…yo disfruto más con una de esas gordotas de que te lo llenan de labio a labio, te rozan toda la piel del interior y te estiran el clítoris hacia abajo rozándolo simultáneamente”. La del culo bien torneado la interrumpió: “Clara has de probar la de mi marido cuando está perro porque lo tengo a pan y agua de sexo por alguno de sus olvidos de nuestros aniversarios. He probado otras y no te niego como me volvían loca de gusto también, como me ha encantado tragármelo todo y ya sabemos que no siempre tienen un sabor agradable, pero lo que tu dices solo lo he sentido con Ramiro”
….Ostia!!!!. Dejé de pajearme en el acto. El corazón se me heló. Mi polla quedó como un pimiento seco. Me asomé peligrosamente por la ventana para confirmar mi sospecha: ese culo grande sin un ápice de flacidez, esas tetazas, y el pelo corto de color negro intenso solo podían tener una propietaria… el de mi mujer, Desiré. Ostia!!!, me repetí a mi mismo por segunda vez. Blanco y en botella: el numerito del otro día con mi mujer y la “desconocida” era nada más que la “beata” Clara. Que calladito se lo tenían. Mi mujer ni un comentario jamás sobre la vecina y resulta que hasta habían compartido rabo, el mío.
No lo dudé y me fui a pillar directamente el móvil. Marqué el número y me fui a nuestro dormitorio donde, sin abrir la ventana podía divisar el salón de cara al sofá de los vecinos y hablar sin que me oyesen. Al momento de llamar ví como Carla se levantaba como un petardo del sofá. “Que sorpresa Ramiro”, dijo Carla (para entonces sonaba “Wicked Games” de Chriss Isaak en casa de Clara o eso me parecía a través del móvil). Le expliqué que estaba en el hotel tirado sobre la cama viendo una película XXX de pago. Que me había puesto cachondo tras la conversación antes de la cena y que en el restaurant las visiones laterales de las tetitas y rabadilla de la “vietnamita” me habían acelerado como una moto. Toda esa conversación la estaba teniendo con ella sentado sobre el brazo de la butaquita de nuestro dormitorio viéndola de pie con el móvil su tanga rosado marcando la unión de sus nalgas poderosas en el piso de enfrente.
Ahora iba a jugar un rato con ella. “Desiré me encantaría dormirme esta noche con mi cara sobre tu sexo oliendo su perfume tan característico tras haber sido penetrado y habernos corrido: el sudor de tu cuerpo, el de tus flujos entremezclados con mi semen” le susurré . Vi como Desiré sin parecerle importante si Carla estaba allí oyéndola y viéndola, deslizaba su mano por debajo del elástico de sus mini bragas y se las bajaba a medio muslo. Ahí tenía, un primer plano del coño depilado de mi mujer a menos de seis metros con su ropa interior por encima de sus rodillas y su mano derecha describiendo círculos sobre su clítoris. Carla se había incorporado y desde detrás de mi mujer coló sus brazos por las anchas mangas de la camiseta de mi mujer a cada lado. Veía como las manos de mi vecina se apoderaban de las tetas de mi mujer. Le acariciaba los pezones con las puntas de los dedos mientras le iba dando pequeños besos en el cuello y hombros de Desiré. Ésta, en un momento, giró la cabeza y su lengua se encontró con la de Carla. Con que vicio se lamían sus lenguas y labios.
“Ramiro, ¿qué películas ves?” preguntó. “De lesbianas amateurs jugando ahora mismo a recorrer su cuerpo, aún con sus braguitas puestas, en su etapa preliminar de jueguecitos” le respondí.
La sorpresa inicial estaba dando paso a una sensación de control total a distancia sobre dos mujeres con la líbido dirigida y acelerada desde mi cabeza. “No tienes remedio cariño, siempre buscando porno “realista” de mujeres frotándose los coños depilados con las piernas cruzadas”. La camiseta de mi mujer ya estaba en el suelo y los dedos de Carla se veían pellizcando los pezones de mi hembra engrandecidos y oscuros. Tomé la iniciativa a distancia, “Desiré, cariño, ¿te imaginas con los labios de una preciosa adolescente abiertos y mojados por encima de telita que cubre tu pubis recorriéndola a lametazos” . Carla que, desde luego, estaba oyendo la conversación, se movió. Se agachó y de cuclillas se le veía pasando su lengua por los labios rosados del coño de mi mujer que se apartó el tanga. La lengua brillaba y un hilo de flujo se tendía entre la rajita de mi mujer y la lengua de nuestra vecina cuando su cabeza se separaba y miraba hacia arriba para ver las tetas poderosas de mi mujer. “Sabes Desiré, me encantaría que estuvieras como las de la peli” le suspiré y le continué describiendo mi escena deseada.
Le pedí que se estirase sobre la cama de su habitación en casa de su madre (donde estaba en teoría) y levantase su culo imaginando que una quinceañera de pechos incipiente y culito redondito, con el pelo lacio y largo cayendo sobre un lado de su cabeza, mientras hundía su cara entre sus nalgas para lamer su culo mientras le acariciaba su vulva húmeda. Si!!, mi obediente Desiré a cuatro patas sobre la mesita baja del salón de mis vecinos y Clara besándole su culo; veía la punta de su lengua acercándose paulatinamente a la rajita. Veía como las manos de Carla separaban las dos mitades y seguían chupando con la lengua llegando al negro agujero. Ahí se detuvo y estuvo largo rato metiendo y sacando la lengua. Mi mujer a duras penas mantenía el equilibrio con una mano mientras aguantaba el móvil con la otra. Sus pechos basculaban suavemente. Como se mordía los labios denotaban que se lo estaba pasando de miedo. “Ramiro lo estoy viviendo como si fuera real. Mi coño chorrea como si tuviera veinte años cuando me mordías las orejitas y me sobabas las tetas en el cine. Me imagino los labios de esa chavalilla poseyéndome con lujuria mi ano hasta el fondo” respondió.
Mis manos ocupadas a tope: una aguantando el móvil y la otra acariciando en círculos con mi dedo corazón mi glande untado en aceite. Clara le había quitado el tanga a Desiré del todo. Se puso de culo a mi y de pie pero agachada y apoyada en sus codos volvió hacia arriba y empezó a lamer las grandes tetas a su disposición. Su vulva denotaba su calentura. Había estirado su culote y este se había pegado a su abultadita mojadura. En un momento se las quitó con una mano y se las pasó por la boca de mi mujer.
“Ramiro, estoy muy perra. Me encantaría chupar el flujo pegado a las braguitas infantiles de mi amante” me suplicó sensualmente. “Desiré que daría por verte chupárselas mientras contemplas sus labios púberes inflados y estrechos ante tu cara”. Que actrices más obedientes: ahí estaba viendo como mi mujer lamía y se metía en su boca el culote de Carla; mientras la supuesta quinceañera (Carla y su cuerpo menudito) se ponía a cuatro patas sobre el cuerpo de Desiré. No tardaron, simultáneamente, en pegar sus bocas a los respectivos coños. “Ramiro te cuelgo, no puedo más tener la mano izquierda aguantando el teléfono; quiero meterme los deditos en mi coñito y por mi lado oscuro”, argumentó. Ahora era Clara que obedecía a Desiré: su boca enterrada en el coño de mi mujer, sus mejillas relucientes de saliva y fluido íntimo; el brazo derecho agarrando en el muslo de su amante lésbica y sus dedos de la mano izquierda, convenientemente mojados en el interior de la vagina colándose por la retaguardia. Mi semen empezó a brotar; los disparos más potentes llegaron a la pared y se quedaron pegados a ella (que semen más denso tenía últimamente).
Al otro lado la fiesta continuaba. El primer orgasmo de mi mujer la hizo arquear su estómago hasta pegarlo a las pequeñas tetas de Clara. Ésta al sentir la explosión de su compañera aceleró los movimientos de su boca sobre el clítoris y sus dedos entraban cada vez más adentro del culo de Desiré, restregando con fuerza su entrepierna sobre la cara de Desiré que relucía como nunca por su rojez y los líquidos esparcidos por toda su cara y el flequillo. Oía desde casa los gemidos desesperados de Desiré.
Cuando me despertó por la mañana el sonido del despertador. Me dolía todo el cuerpo al haberme quedado dormido en la butaca. Ellas ya no estaban en el salón. Solo el culote de Clara y la camiseta de mi mujer se veían sobre la mesa del salón de mis vecinos junto a las botellas.
Mi cabeza se pasó el día dándole vueltas al juego que podría darnos el triángulo amoroso no revelado pero funcionando a las mil maravillas. La vuelta a casa por la noche se intuía de lo más prometedor.