Mi discoteca
La discoteca de Antonio es un lugar para muchas aventuras.
Antonio es un triunfador. Lo ha pasado mal en la vida, ha caído y se ha levantado, pero ahora todo le sonríe. Tiene una discoteca de esas de ensueños, de alto standing. Tres ambientes distintos, de rock, más de jóvenes y para seniors. Mucha seguridad, gente seleccionada, nada de frikis ni raritos. Es una máquina de hacer dinero, todo pasa por caja. Entradas, bebidas, servicios especiales… Tiene reservados, bebidas exóticas y productos especiales.
Ha cumplido los 41 años, separado, una hija y todo lo que desear. Buen cuerpo, muy trabajado en gimnasios, casa en la playa, apartamento dúplex, coche deportivo y todas las mujeres que desea.
En su discoteca tiene su bunker. Sobre el techo, con superficies acristaladas que le permiten ver todo pero sin que abajo vean nada. Un panel de cámaras en el que ve todo lo que ocurre. Y si dice todo, es todo. Pistas de baile, barras, cajas, servicios, aparcamientos. Todo grabado, ha aprendido mucho. El bunker tiene también de todo, su despacho, un apartamento para dormir, un bar privado, su caja fuerte, una disimulada armería.
Hoy es día de lleno absoluto. En todas las pistas. Y entrada a 40 euros con una consumición. Está mirando las pistas cuando oye llamar en la entrada. Enfoca la cámara y ve que es Juan, un buen amigo. Le abre.
- Hola, Antonio, ¿Cómo andas, tío?
- Bien, Juan, ¿Qué te trae por aquí, amigo?
- Mira, dos amigas que querían conocer esto.
Antonio enarca la ceja pues Juan suele tener buen gusto. Ya le ha traído a veces chicas de muy buen ver y mejor follar.
- Pasad, pasad, encantado.
Juan pasa y le siguen dos bomboncitos. Muy jóvenes. Mucho. Una rubia, delgada, ojos verdes, monísima, pantalón vaquero tan corto que permite verle el nacimiento de las cachas y un top ajustado que hace que se le vea el ombligo con una perlita, en un vientre completamente plano. La otra morena, de formas más redondas, con una minifalda vaquera y un top parecido a su amiga pero con unos pechos redondos, grandes, casi enormes, al menos una 95 que, con su delgadez, destacan más aun.
Ellas pasan y da un par de apretados besos en las mejillas a cada una de ellas.
- Veis, dice Juan, esto es maravilloso, desde aquí se ve todo.
- Oh, dice la rubia, es magnífico, jamás me imaginé algo así.
La dos miraban extasiadas las distintas pistas, reconociendo a algunas amigas bailando como locas, seguramente súper puestas con pastillitas al efecto.
- ¿podemos ir al servicio? Preguntó la rubita, que parecía más extrovertida.
- Claro, dijo Antonio, allí en la puerta naranja.
- Oye, cabrón, le dice a Juan, ¿de dónde has sacado estos yogures?
- Jajaja, ¿te gustan, eh? Son divinas y dispuestas a todo, están extasiadas.
- ¿Pero qué edad tienen?, ¿cómo las han dejado entrar?
- ¿Quieres que te lo diga? La misma edad que tu hija.
- ¡Eres un cabronazo! Te voy a partir el alma.
- ¿Qué? ¿qué no te la vas a follar?
Lo miré fijamente y ya empalmado.
- Lo sabía, te van estas nenas. A ver si me das el teléfono de tu hija para probar con ellas.
Cuando se fue para él para pegarle, salieron las chicas del servicio. Los dos se quedaron mirándolas. Ufff, ya era demasiado. Ostensiblemente se habían quitado los sujetadores y los pezones se marcaban como piedras en el top. La rubita se fue para Juan y le dijo que le enseñara las pistas. Se pusieron a mirar por los espejos comentando lo que veían. La morena se acercó a Antonio y se fueron para el panel de cámaras.
- ¿Y desde aquí lo ves todo, todo?
- Claro, todo. Mira.
Y empezó a seleccionar imágenes. Se fue a los servicios y vieron a dos chicas esnifando sobre el lavabo y luego besándose como locas. Luego enfocó a los sofás de la zona oscura y se veía perfectamente como una señora, ya mayorcita, le hacia una mamada de campeonato a un chaval. En eso, Antonio miró a Juan y seguían mirando la pista pero le había desabrochado el pantalón y bajado un poco, y se veía el perfecto culito que tenía la rubia, con un mini tanga, y su mano lo recorría entero mientras ella reía como una loca.
Antonio se puso tras la morena y le besó el cuello. Ella suspiró, invitándole a seguir. Él le agarró esos dos melones que tenía por tetas mientras enfocaba el aparcamiento, donde se veía a dos chavales, uno agachado y comiéndole la polla al otro.
- Dios, dijo la morena, son Miguel y Luis, venían con nosotras, si son los machos del grupo.
- ¿Machos? Pues mira como le gusta chuparle la polla, le dijo mientras le metía la mano en la faldita y le agarraba todo el coño, que estaba súper empapado.
Ella miraba a su amiga, que ya estaba en el sofá, desnuda y abierta de piernas mientras Juan le comía el coño de forma muy ruidosa. Antonio le doy la vuelta y le comió la boca de forma casi agresiva, mientras la nena morena lo aceptaba casi con sumisión. A continuación, Antonio la cogió de los hombros y la empujó significativamente hacía abajo. Ella se dejó hacer y se arrodilló, jugando con sus manos a abrirle la bragueta. Cuando lo consiguió, se quedó mirando ese pedazo.
-¡Dios mío! Qué polla tienes, enorme, me vas a partir.
Y dicho eso empezó a lamerla como una profesional, de abajo a arriba, el capullo, vuelta a bajar, subía, hasta engullir la cabeza entera. Estaba en la gloria, cuando oyeron un prolongado ¡Ahhhhhhhh! Los dos miraron y la rubia se había sentado encima de la polla de Juan, clavándose entera. Antonio se puso a mil y la cogió, la levantó y la desnudó entera. La puso contra la mesa de mezcla de las cámaras y, sin miramiento, se la enchufó de golpe. Ella, chilló de placer y de dolor, pues no esperaba tan rápida entrada.
- Aguanta putita, que a eso has venido.
La daba con ganas, con ritmo, llegando al fondo de su útero, mientras ella botaba en la mesa y gemía fuerte, ya solo de placer. Entonces oyeron voces.
- ¡No, por ahí no, por favor!
Juan la había puesto a cuatro en el sofá y empezaba a intentar metérsela por el culo. Pese a sus quejas, se veía que iba entrando y ella gemía resignada.
- Mira, a tu amiga le van a dar por el culo…
Ella lo miró y apenada le dijo
- ¿Me vas a follar tú también mi culito?
- No, me voy a correr en tu coño
Ella dio un largo gemido y se corrió. Él siguió cada vez más rápido y ella encadenaba orgasmos seguidos.
Cuando miró a Juan, la tenía de rodillas y él se pajeaba en su cara, era evidente que se iba a correr en su carita. Antonio no pudo más y los borbotones de leche le llenaron el coño, mientras ella suspiraba.
Cuando acabaron ellas se juntaron y se fueron al servicio, mientras ellos se limpiaban con toallitas y se vestían.
- Vaya polvazo, ¡eh, Antonio! Nunca te fallo.
- ¡Ufff! Vaya dos viciosillas
- Pues cuando quieras te traigo a la madre de una de ellas, que es una madurita con ganas de marcha.
A esto salieron las dos, de nuevo con sus sujetadores y una sonrisa de oreja a oreja.
- Antonio, ¿podemos volver a venir a verte?
- Claro, preciosas cuando queráis.
Al salir, Juan se volvió y le dijo
-La próxima vez te traigo a tu hija y la follamos entre los dos.
- ¡Cabrón! Le dijo Antonio y le tiró un pisapapeles.
Juan cerró la puerta riendo, Antonio se quedó parado y pensando. Se estaba empalmando de nuevo…