Mi director

Se sentía solo, muy solo. Las primeras veces que iba yo a su casa, una verdadera mansión. Nos daban de cenar, vino francés, una copa luego, y a platicar. Qué a gusto lo hacíamos, nuestro acercamiento era cada vez, día a día, mayor.

MI DIRECTOR

A Juan Pablo, ese amigo tan querido,

con mucho cariño.

En la "Empresa" el Director General es un hombre enérgico, pero amable, justo, comprensivo. Es querido y estimado por todos. Es ya de cierta edad, y requiere algo de entretenimiento y descanso.

Se lo dijeron sus amigos, su médico, y su mujer.

Por fin hizo caso. Se iba por varios meses al extranjero, viajaría, estaría en casas de amigos, de parientes, de familiares.

¿Y su lugar por quién iba a ser ocupado? Varias versiones corrían, pero ninguna era la acertada.

Vino, llegó, su hijo único a ocupar su suplencia, con experiencia en el ramo. Un hombre joven, 28 años, tres menos que yo, Administrador de Empresas, que vivía en el D.F. México. Casi nadie lo conocía.

Nos presentó su padre, yo llevo varios años trabajando allí, y era de mucha confianza.  Nos caímos bien desde el principio.

Era un hombre muy parecido a su progenitor, alto, atractivo, fuerte, desenvuelto, con mundo, simpático, agradable.  Nos hicimos amigos.

Lo puse detalladamente al tanto de todo.  Aprendió.

Lo invité a cenar a la casa varias veces. En mi casa se esmeraban en hacerle buenos platillos, y como no si es el hijo del Director General donde yo trabajo, pero lo importante es que le gustaban, los saboreaba.  Platicábamos mucho, pero mucho, con amistad que era cada vez mayor, y de más confianza. Nos entendíamos bien, a todo dar. Sobremesas de horas. A veces hasta las tantas de la noche. El y yo solos. Todos dormidos.

No tenía amigos, pocos familiares, y solo uno que otro conocido que no le interesaba.

Se sentía solo, muy solo. Las primeras veces que iba yo a su casa, una verdadera mansión. Nos daban de cenar, vino francés, una copa luego, y a platicar.  Qué a gusto lo hacíamos, nuestro acercamiento era cada vez, día a día, mayor.

Éramos amigos inseparables. Compartíamos mucho.

  • ¿Vamos a tu casa o a la mía?, me preguntaba.

  • Donde tú quieras, le contestaba yo. Y sentía algo especial por él, de verdad, a lo macho, sin saber bien qué.   ¿No quieres que te lleve a algun lado?,  dime, con confianza, te siento muy solo, como que te faltara algo, como que alguna cosa necesitas...   Soy tu amigo... Yo sabía de algunos lugares "de entretenimiento para hombres", que no frecuentaba, pero por él iría, si lo deseaba... Dejarlo solo nó.

  • Me imagino a qué te refieres, pero nó. No seas cabrón.  Mejor, si no te importa,  me gustaría ver alguna película, fuerte, en privado, en mi casa, pero no solo, y verla despacio los dos, comentarla, pero no tienes tiempo, si alguna vez te pudieras quedar a dormir en mi casa... sería formidable...

Nos mirábamos, y creo que nos entendíamos...

Ambos pensábamos lo mismo, seguramente, sin habernos dicho nada.

  • Es difícil. No hay pretexto. Imposible, ya sabes... ¿Dormir en tu casa?. Me gustaría, no te lo niego, sí, pero casi imposible. ¿Dormir en tu casa...?

Y más nos mirábamos, disfrutando lo que con los ojos nos decíamos... calladamente... de amigo a amigo...

  • Sí, eso, eso. Oye, ¿y si tuvieras que salir de comisión un sábado, un fin de semana completo?.

  • Ah, pues iría...

  • Entonces "sales de comisión" este fin de semana. ¿De acuerdo?.

-¿Qué?  Me asombraba... me daba miedo. Un gran miedo,  y me imaginaba lo que entre los dos podía pasar... y lo deseaba... Era un amigo muy querido.

  • Lo que dije, si quieres...  ¿Quieres?

  • Sí.

  • Muy bien, hecho, y antes compras una buena película.

  • ¿Como cual... ?

  • Debes saber. A ver si sabes, si escoges una que nos guste a los dos...

  • ¿De tipo XXX?.

  • Claro, ya sabes... pero hay temáticas. Sé decidido, y no te equivoques, ya sabes... Que nos guste a los dos...

Y era ese fin de semana, dos noches...

Llegué a su casa con la tan comentada película, y después de algunos tragos Juan Pablo me dijo en tono seguro y audaz que le gustaría encuerarse y me preguntó si lo secundaba, de inmediato le contesté que si, y así lo hicimos. Desnudos los dos, a unos tres metros uno del otro, nos miramos, nos quedamos estáticos, solo mirándonos, contemplado nuestros cuerpos, recorriéndolos con la vista, sin decir nada, sin hablar, sin un solo comentario, ni movimiento.

Era como un sueño, una especie de ensoñación, algo no físico, sino anímico. De pié, con las piernas un poco abiertas, exponíamos todo a la vista del amigo, sin pena, con una especie de satisfacción, un premio, un obsequio, una condescendencia, una consideración especial, un gusto que nos dábamos los dos, mutuamente.

Yo le daba a él la satisfacción de verme, y él a mí.

Gusto y halago uno al otro.

Estar desnudos frente a frente, sin hacer nada, era amistad completa, era sinceridad a toda prueba, era saber que sí, que éramos amigos. Amigos del todo.

Nos habíamos visto muchas veces, vestidos, con ropa, con pantalones, traje, camisa, con todo, y esa era la primera vez de vernos desnudos, al natural, sin artilugios, sin adornos o cosas no del todo necesarias, tal como somos, por entero.

Era un placer.

No se podía haber hecho en otro lado, solo allí, en ese momento, en esa circunstancia, en ese ambiente, en ese estado de casi espiritualidad que la amistad determina.

No sé, pero creo que no es común que dos amigos se enfrenten así, se exhiban uno al otro de esa manera, solos, en una intimidad tal, una intimidad que subyuga, en un gusto tan sencillo, de solo verse.

Creo que no lo hacen muchos, que no se acostumbra.

¿Por qué será?.

Pasaban los minutos, y solo nos veíamos.

Disfrutábamos. Estábamos a gusto.

No estábamos erectos. Nuestros miembros solo algo más gruesos de como los llevamos casi todo el tiempo, y algo más grandes. Como solo un poco de más tamaño de lo habitual, bueno no tan solo un poco, algo más.

Comenzó él a hablar.  Solo dijo, con voz tenue, casi susurro, con timidez, mucha timidez :

  • Qué formidable eres, deseaba tanto verte, eres como un prototipo de hombre.

  • No, el que está fabuloso eres tú, dije. Y el que deseaba verte era yo también.

-Ah, amigo querido, dijo.

-Ah, mi querido amigo, dije.

Casi en un raro, extraño, estado de gusto y satisfacción estábamos.

  • Vamos a ponernos las batas, y encendemos el yacussi

  • Sí, vamos a hacerlo.

Nos las pusimos, pero sin cerrar del todo, sin anudar las cinturas. Abiertas, y ah, todo se nos veía... Era algo casi increíble de atracción, de excitación... Las piernas, los vellos, los miembros, los testículos, los vellos del pubis, se nos veían...

Un rato, mientras la tina se llenaba, nos sentamos en el blanco sofá. No juntos, algo separados. Las piernas estiradas. Las batas abiertas. La mano de uno algo cerca de la del otro, sobre los cojines.  En un momento pareció que se tocaban, sí se rozaban, sí, y la de un amigo se juntó con la del otro. Una sobre la otra, y luego al revés. Juntas. Qué sensación...

Las manos apretadas, juntas, y cada vez más apretadas...

Las manos juntas. Era darse amistad, amor... ¿Y qué hacer?

El estar así nos hacía gozar... y comprendernos poco a poco. Era una primera entrega física, un primer contacto de dos cuerpos. Y se iba sabiendo con certeza que deseábamos más, pero sin atrevernos ninguno. Pero era también un momento propicio para hablar. Nuestras vergas ya no estaban tan dormidas, habían crecido y engordado más, sin darnos cuenta, y sobresalían de las batas abiertas. Lo sabíamos, y nos mirábamos... sin nada decir...

Las manos más apretadas una contra la otra, nuestro contacto corporal, solo ese, hasta casi sentir que la presión era mucho, y entonces se suavizaba ese contacto y caricias se sentían, y de nuevo una presión grande y varonil, que te hacía sentir algo más que esa amistad chingona entre dos hombres, algo mucho más intenso, más, y se quería llegar a otras cosas...

Suspirábamos los dos, nos mirábamos...  Y las miradas eran de natural deseo, que iba aumentando.

Suspirábamos...

¿Alguno comenzaría algo más íntimo y atrevido?

No lo sabíamos, esperábamos. Ninguno de los dos daba un paso que se considerara fuera de la "solo profunda y bella amistad"

Las manos entrelazadas y muy apretadas, tan solo eso... Puta...

Éramos hombres los dos, varoniles, amigos masculinos, normales...

Dos hombres. Dos hombres desnudos, juntos, a solas, en intimidad total.

¿ Y nos íbamos a atrever a otras cosas?. No lo sabíamos. Seguramente sí, pero surgirían lentamente, poco a poco.

Nos expresábamos amistad, pero tenía que llegarse a otras cosas, sin saber o decidirse cómo... Era más que amistad lo que sentíamos...

Yo hablé, le dije y comenté, como amigos íntimos, de confianza, algunas cosas.

  • Oye, ya llevas en la ciudad cerca de ocho  meses... ¿No has tenido necesidad sexual?. ¿No has sentido necesidad de ello?. ¿No has andado con alguien? ¿No te has desahogado? ¿No has tenido esa urgencia que se siente?

  • Sí, claro, he tenido, como cualquiera, esa necesidad, y mucho. Y no creas que poco. La he sentido fuertemente. No soy un hombre excepcional, sin esa necesidad, soy como cualquier otro.

Nos mirábamos a los ojos, y naturalmente a las entrepiernas que mostraban las vergas erectas, totalmente paradas, venudas, palpitantes por la sangre que se agolpa cuando se nos endurecen, gruesas, grandes, muy deseables las dos con sus glandes abrillantados y con los huevos cargados de leche masculina, ofreciéndose tanto verga como testículos a la vista del otro... Puta...

  • ¿Y qué has hecho?. ¿Cómo te has satisfecho, con quién? Dime cómo.

- Pues te soy sincero, como siempre. No he estado con nadie, hombre o mujer...  Me quedé sorprendido cuando mencionó la palabra "hombre". Se atrevió a decirla. Se atrevió con muchos huevos, con un chingo de huevos. Era algo que no pensaba fuera a tener en mente, o a decir, como posibilidad de acción sexual...

  • Y ganas he tenido, muchas, como no te imaginas, un chingo, de verdad un chingo...  continuó.

  • ¿Y entonces cómo?

  • Me masturbo, solo, solitario, muy solo, deseando estar con alguien, con algún amigo...  y con mucha frecuencia, casi cada día, en las noches, al regresar de la oficina, o de tu casa, sobre todo esto, al volver de tu casa ... solo, yo solo, sin ti...

  • Con algún amigo, dices...   ¿Al volver de mi casa? ¿A lo macho?

  • Sí.

  • ¿De verdad?.

  • Sí,  de verdad.

-¿Y por qué?. Dime, dime, ¿por qué?.  Ah, sentía que se me encendía la cara de rubor... Muy roja la sentía. Y era bonito lo que sentía, casi una confesión... de algo así como amor... Puta...

  • Dime por qué... continuaba, y repetía yo.

  • Lo sabes ya, lo sabemos los dos, nos lo estamos diciendo, lo sentimos ambos, lo sabemos, lo sabemos... Y estamos siendo correspondidos... Lo estamos sintiendo... ¿O no?

  • Sí, es verdad, lo estamos sintiendo... Y te digo... es a toda madre, es muy hermoso, es increíble...

  • Si, es algo muy bello...

Nuestras vergas estaban al máximo, húmedas, brillantes, atrevidas. No eran lo de hacía un rato, ahora eran casi dos grandes dotaciones puestas, prestas, listas, preparadas...

Nos miramos... Nos sostuvimos las miradas...

  • Te quiero.

  • Te quiero.

Y nos lo dijimos a la vez, simultáneamente, frente a frente, sin temores, con una franqueza total, de gran belleza.

Nuestros cuerpos se inclinaron uno sobre el otro. Nos juntamos cuerpo con cuerpo, todo con todo, abrazados, acostados en el sofá, y luego nos levantamos, y de pié nos juntamos en un abrazo apretado, las bocas juntas, abiertas, nuestras humedades en una, nuestras vergas por fin juntas, presionadas una contra lo otra, las piernas igual. Nuestras manos tocaban y acariciaban todo lo del otro, con una entrega total. Qué bello.... Puta

  • Vamos al baño, a la tina, dijo él.

  • Sí, vamos, amigo querido....

Y fuimos, abrazados de la cintura, besándonos, juntos en todo...  Era una entrega completa. Dos hombres en amor.

Nos fuimos hacia el baño abrazados, pero no avanzábamos.

El abrazo nos hacía gemir, gritar, profundos, sonidos de placer y angustia, de felicidad y casi de tristeza, de no creer esa realidad . Estábamos abrazados fuertemente, mucho, apretados al máximo, como queriendo penetrar uno en el otro, cuerpos fundidos... y el dolor nos valía... Era placer, y éramos hombres.

De vez en cuando nos separábamos un poco, y nos mirábamos. Qué miradas tan francas, tan ardientes, tan verdad, tan sinceras, sin vergüenza ni pena. Dos hombres haciendo el amor... y qué hermoso...

Éramos pura sinceridad.

Y de nuevo el abrazo. Sus labios frescos estaban en mi cuello, en mi pecho, en mis tetillas a ratos, y luego no era posible, por la presión que hacíamos uno contra el otro.

Y al separarnos mis manos iban a su pubis, a su enorme verga, a sus huevos, a sus muslos, a sus nalgas velludas... ah. El tomó mi verga también, y la acariciaba, la apretaba, le daba un masaje, suave y fuerte a la vez. Y me daba algo así, parecido,  en los huevos, los que tocaba primero a uno y luego a los dos. Lo que sentí al tocar su verga, sentirla  por primera vez, me es difícil expresarlo, no puedo decirlo, faltan palabras... puta...

  • Desde el primer día, cuando te vi., cuando nos presentó mi padre, me gustaste, y te he deseado todo el tiempo. Te vi., y desde entonces te quiero. He estado apasionado por ti. Me he masturbado decenas de veces pensando en ti. Y eran puñetas, jaladas, lentamente hechas, no con prisa...  Y llegaba a un orgasmo... que dolía...

Y casi se le salían la lágrimas...

  • No llores.

  • Déjame seguir un poco... te lo pido.  Me quería imaginar cómo era tu cuerpo, tu verga, tus testículos, tus vellos del pecho, del vientre, de la entrepierna, todo, todo, mi amigo... Y al poder mirarnos hoy... creía que no era esa realidad, tan fascinante, no lo creía...  En la oficina te quería pensar así... y no podía. Con sinceridad, toda la posible, toda, pero toda, ¿abajo de los pantalones, dentro de ellos, cómo será, cómo? ¿Llevará trusa o boxers? Hasta eso pensaba, ya ves hasta eso...Te miraba a veces, y casi te diste cuenta... y miraba para otro lado, con pena... con un chingo de pena. Y tu bulto lo veía de nuevo, con pantalones... Ah.  Y cada día, cada momento de estar cerca, de verte...  Y tu cara, tu mirada, todo tú...

  • No llores, por favor... No, puta... Puta, ya no, ya no.

  • No, es solo de alegría, de gusto, de amor...

  • ¿Te digo una cosa?

  • Sí, dime...

  • Yo... yo... yo...  yo también me masturbaba, pensando en ti, deseándote, un chingo, pero un chingo, caliente, excitado,  y lo que dices de la ropa interior, a lo macho que también lo pensaba... te imagina en boxers.  Y alguna vez casi entré a tu baño, a ver... a ver si... pero no me atreví a la mera hora... Somos dos hombres, y ¿qué ibas a pensar? Me daba pena... como a ti... Puta...

  • ¿Es cierto? ¿De verdad?. ¿Es cierto? ¿Sí lo es? Ah...

  • Sí. Y es probable que nos hayamos estado masturbando a la vez, cada uno por su lado...

  • Te quiero...

  • Nos queremos...

El abrazo de nuevo, y las caricias, las caricias por todos lados.. La tuya... me encanta... Toma la mía... Son tuyos, lo que quieras... Ese masaje... ah... Qué grande y formidable la tienes... la tuya igual...

Y al llegar al baño, junto a la tina... antes de entrar a ella, un poco antes, muy poco antes, claro, con naturalidad, lo penetré con suavidad y delicadeza pero a la vez con el empuje necesario, lo hice sentir que el tiempo perdido valió la pena, lo penetré con esas ganas de hacerlo feliz, cuidando de no lastimarlo pero a la vez que su ano sintiera que una verga entraba en sus paredes, que la verga que él tanto deseaba y era motivo de sus masturbaciones solitarias al fin la tenía adentro para el solo, para que la disfrutara a sus anchas, que su culo terminará con ese suplicio de no tenerla enterrada, que su cuerpo experimentará el dolor y el placer simultaneo que el tanto deseaba que yo le proporcionará. Mi verga le sacaba desde lo profundo de su ser y de su culo lamentos, quejidos y gemidos de gozo y placer, Juan Pablo no cesaba de pedirme que no parara, y entre sus gemidos de así, así, así , su cuerpo se estremecía con cada arremetida que mi verga le daba, puta , cogimos como dos hombres enamorados. Como dos hombres que saben darse satisfacción  mutua, como dos hombres satisfaciendo sus necesidades de arrojar el semen acumulado, como dos hombres urgidos de entregarse uno al otro, en una expresión!!! Como dos hombres!!! Puta, el orgasmo fué increíble, los trallazos de leche que eruptaron de mi hinchada extensión fueron por demás placentero,  ambos dimos rienda suelta a nuestros pechos, gritamos, nos abrazamos, nos apretamos, vociferamos un montón de obscenidades y otras de amor... Fué un orgasmo de los dos, a la vez...  Qué venida, que eyaculada, qué acabada, uno al otro... nos salió todo el semen acumulado... Puta...

Estábamos eyaculado los dos, y abundantemente. Qué alivio, qué sensación de darse al otro, de entrega, de unión, de sentirse juntos dos hombres... El semen, del uno al otro, el mío en su culo , el suyo en mi mano ... Ah, puta...  gemíamos de placer gritando, ...  Ah, ah... ah... ah... ay, cabrón... Varios chorros, bastantes cada uno, y con fuerza. Y nos queríamos dar más... Juan Pablo se repegaba a mi diciéndome, dame más... dame más... ay, cabrón, ay, cabrón, por favor te lo pido... Te quiero, cabrón, me decía...Y lo mismo le decía yo, con toda la sinceridad...

Ay, cabrón...

Ah...

Ah...

Unos orgasmos tremendos... cuando terminamos por fin de esa vorágine de placer caímos desfallecidos

Habíamos estado mucho tiempo mirándonos, viéndonos, deseándonos, esperando, sin dejar ver nuestra prisa, esa ansiedad que en realidad los dos teníamos, ese gran deseo, esas ganas de coger y hacernos el amor.

No fué la única vez que lo hicimos, pero aseguro que cada una de ellas han sido experiencias inolvidables.