Mi dios del sexo negro. mi primer amante. parte 1
Mi marido no me daba lo que necesitaba
Lo recuerdo como si fuera ayer, y eso que ya han pasado 5 años. Por aquel entonces, tenía 28 años, llevaba el pelo largo, liso y rubio, ojos azules, alta, 95 de pecho, talla 38, me gustaba vestir con trajes de chaqueta, minifaldas, zapatos de bastante tacón, ropa intima sexy, vestidos por encima de la rodilla y en plan informal, vaqueros de pitillo, tops, pantaloncitos cortos en verano…
Por cierto me llamo Roxana.
Me había casado con un apuesto ejecutivo de una multinacional muy importante dedicada a las importaciones y exportaciones de productos de lujo.
Mi marido Robert ganaba mucho dinero y recientemente, le habían ascendido, se había convertido en un alto directivo, y eso también le suponía que tenía que viajar continuamente por negocios.
Yo trabajaba de secretaria de dirección en una empresa que acababa de quebrar, mi esposo, hablando con Tomás, su jefe, había conseguido que este me recibiera en una entrevista con el fin de obtener un empleo.
El lunes, fuimos juntos a su empresa, Tomás me recibió en su despacho, me ofreció ser su secretaria, ya que el anterior había dejado vacante el puesto para dedicarse a sus hijos.
El puesto ya era mío, Tomás tenía un gran cariño a mi marido, y además era íntimo amigo de mi suegro, por lo que entre eso y mi currículum no tuve el menor problema para pasar la entrevista.
Me comentó que un grupo de directivos le acompañarían a Swellendam, Occidental del Cabo, SUDÁFRICA. Entre ellos Robert. Me propuso que fuera con ellos, pues estarían allí unos 15 días, así, por un lado me serviría de descanso y no estaría sola, quería que me “cargara las pilas” pues a la vuelta, mi ritmo de trabajo sería muy estresante,…
Me gustó mucho la idea y Robert estaba encantado de que le acompañara en este viaje, aunque ya sabía que no estaría conmigo mucho tiempo pues estaría muy ocupado con largas reuniones, comidas, etc.
La salida estaba prevista para el viernes, durante la semana, había firmado el contrato, hecho mil gestiones, compras, peluquería, papeleos,…
Llegamos al hotel el viernes por la noche, era muy lujoso, reservado en exclusiva para la empresa, con 20 bungalós separados, muy amplios por dentro, cama enorme, gran armario empotrado, sofá, pantalla plana, cuarto de baño completo con una bañera inmensa con capacidad para dos personas, plato de ducha, impresionante diseño, bien decorado todo, el exterior blanco, amplias zonas verdes, pista de tenis, piscina enorme con sus tumbonas de color negro muy cómodas, puestas de dos en dos con mesitas en medio, sombrillas fijas cuadradas, había spa, sauna, gimnasio, en fin increíble.
El restaurante estaba algo apartado de los bungalós, nada más entrar estaba la recepción del hotel, y entrando por una gran puerta corredera, el comedor.
Muy lujoso también, barra grande, muchas mesas, zona para copas…
Nuestro equipaje ya estaba en nuestro bungaló, habíamos quedado con todos para cenar, teníamos que ir en plan informal, yo quería causar buena impresión, me puse un sencillo vestido de color negro, me llegaba por encima de las rodillas con la parte de abajo con algo de vuelo y arriba con tirantes un poco gruesos, algo de escote, y por supuesto medias transparentes de verano y mis zapatos de tacón negros.
Todos nos estaban esperando en el restaurante, llegamos, y nos sentamos, había dos camareros, uno en la barra y otro servía nuestra mesa.
El gerente del hotel, vino a saludarnos, nos comentó que al no recibir muchos clientes por ser temporada baja, había pocos empleados, a parte de los dos camareros, dos cocineros, 3 mujeres del servicio de limpieza, un masajista que además controlaba el spa, y el resto tales como el profesor de tenis, monitor del gimnasio, socorrista, etc., venían para las temporadas altas, ya que el hotel sólo lo habían abierto para nuestra empresa durante esos 15 días.
El camarero que nos servía, se presentó, se llamaba Saúl, negro muy atractivo, musculoso, pelo corto, ojos oscuros, alto, el uniforme le sentaba muy bien.
En la mesa sólo éramos tres mujeres, el resto hombres, las otras dos pasaban de los 45, y aunque vestían bien, no eran para nada atractivas.
Saúl me miró fijamente cuando me dio el menú de la cena, fui la última a quien se lo repartió y después de tomarnos nota, se dirigió al interior de la cocina para entregar la comanda al cocinero.
Cenamos tranquilamente, todo estaba delicioso, sobre todo el postre, al finalizar, nos pasaron a la sala de copas, Saúl se quedó atendiéndonos, y su compañero le sustituiría un poco más tarde cuando terminara de cenar y los dos cocineros, se retiraron a dormir.
Me aburría, todo el rato estaban hablando de trabajo, sentía como si fuera invisible, a veces me pedían mi opinión sobre algún tema pero enseguida volvían sin darse cuenta a darme de lado, y además la música prácticamente no me dejaba escuchar lo que decían, los tacones ya me estaban matando, decidí sentarme en un sofá al fondo de la sala.
Saúl no me quitaba ojo, desde la barra me miraba como si me estuviera haciendo una radiografía, me sonreía, venia cada dos por tres a ver si quería algo, y en una de las ocasiones se me acercó al oído…
- No deberían dejar que estés aquí sentada
- Disculpe
- Una mujer tan hermosa no debería estar aquí sola – respondió- ¿te sirvo algo?
- No gracias, me voy a ir a mi habitación, esto es un completo aburrimiento.
El compañero de Saúl vino a sustituirle, y yo decidí volver al bungaló, tenía intención de darme una ducha y acostarme.
- Robert, me voy a retirar ya si no te importa
- Claro cariño – respondió mi marido – yo aun tardaré un poco
- ¿Pero cuanto? ¿Me vas a dejar sola Robert?
- ¡No te pongas pesada! Iré en un par de horas.
Me fui directa al bungaló, estaba enfadada, aunque estuviera por trabajo, quería que me dedicara algo de tiempo, sentía que no tendría que haber ido.
Me quité la ropa, y me di una ducha rápida, con la toalla blanca corta envolviendo mi cuerpo, tenía que salir del baño, había olvidado el secador en la maleta, por lo que abrí la puerta para ir a cogerlo y allí estaba el camarero, Saúl, completamente desnudo…
- ¡Qué hace usted aquí!
- Dijiste que te aburrías blanquita y he venido a darte diversión
- ¡Dios mío!- exclamé al ver como su enorme verga se erectaba
Traté de volver al baño, pero él fue más rápido que yo, me cogió con fuerza y me acorraló de espaldas a la pared, con su boca tapó la mía, con una de sus grandes manos, aprisionó las mías sobre mi cabeza, tenía muchísima fuerza, con la otra mano, me quitó la toalla de tirón y quedé completamente desnuda ante semejante hombre.
Con su mano libre comenzó a masturbarme, lo hacía muy deprisa e intensamente, y no sé por qué, aquella situación empezó a excitarme bastante, una parte de mi no quería, por Robert, pero es que ese hombre me hacía sentir las estrellas.
Me dejé llevar por el deseo y la excitación, ya no me resistía, cedí a sus besos, y mis jadeos fueron en aumento.
Sin esperar más me agarró de mi pierna izquierda, la levantó, y la colocó doblada encima de su brazo, su polla se dirigió a mi coño húmedo, y la empezó a introducir, lo hacía primero suave y despacio, la metía hasta el fondo, la sacaba, luego la deslizaba suavemente hasta dentro, y tras repetir varias veces, empezó a subir la velocidad y la intensidad, y cada vez más, me estaba volviendo loca de placer.
Yo no paraba de tener un orgasmo tras otro, Saúl empezó a ponerse aun más cachondo y fogoso, me dio la vuelta y me puso de cara a la pared y volvió a embestir a mi coño, me levantaba bien la pierna y continuaba follándome sin parar, yo estaba en el cielo, me dio la vuelta otra vez, y en esta ocasión mi pierna la puso encima de su hombro, y aunque me dolía un poco por no estar acostumbrada a estirarme tanto, aquel dios del sexo me estaba proporcionando el más absoluto de los placeres.
Luego bruscamente, bajo mi pierna, con movimientos rápidos se colocó tras de mí, sin soltarme me llevó hasta la cama, me tumbo, me abrió las piernas y me empezó a comer el coño como jamás nadie lo había hecho, su lengua era muy grande y me daba un gran placer todo cuanto me hacía, me metía los dedos a una gran velocidad, me dilató el coño hasta que casi le cogió la mano entera.
Yo no paraba de gritar de placer, luego, puso sus manos a cada lado de mis hombros y como si estuviera haciendo flexiones, empezó a meterme su grandioso y poderoso falo, me cogió las dos piernas y las puso sobre sus hombros y continuó, no sé cuantas posturas llegamos a hacer, yo había perdido ya la noción de todo, estaba en el paraíso, el mundo no existía para mí en aquel momento, luego me dio la vuelta, me puso a cuatro patas, aquello era increíblemente excitante, su polla me llegaba hasta el fondo de mi coño, la sacó, empezó a comerme el culo, me chupaba el ano, y lo empezó a lubricar con su saliva y mi corrida.
Me desvirgó el culo, y lo preparó tan bien que no me dolió, al revés, me hizo subir aun más al cielo.
Ya pasado un buen rato penetrándome por los dos agujeros, había llegado el turno de mi boca, me levantó de la cama, me arrodillé en el suelo, puso su polla enfrente, y yo abrí la boca, tenía que devolverle de alguna manera tanto placer.
Agarré su durísimo miembro por la base, comencé chupando y lamiendo sus ricos huevos, se veía que se lo cuidaba y depilaba, igual que el resto de su macizo cuerpo de chocolate, suavemente deslicé la punta de mi lengua hasta el glande, luego lubrique su polla con mi saliva y le empecé a pajear, aumentaba a cada segundo mi velocidad, y el mirándome, agarró mi cabeza, se sujetó el pene, y lo introdujo en mi boca, empecé a sorberla, de arriba abajo, la sacaba y la lamia y me la volvía a meter el me cogía la cabeza con las dos manos y me la metía como si fuera mi coño, luego de la excitación, fue más rápido, y entonces sin avisarme ni nada, se corrió en mi boca, luego saco su miembro y me dijo que me lo tragara.
Yo había disfrutado tanto que lo hice por darle gusto.
Luego me metí nuevamente en la ducha, cuando salí, ya no estaba, y me sorprendió el hecho de que él, se había ocupado de todo, cambió las sábanas, lo ventiló, echó ambientador,… estaba claro que no quería buscarme problemas.
Me puse el pijama, me sequé el pelo, cogí un cigarro y salí a fumar a la terracita que tenía el bungaló.
No me podía creer lo que había ocurrido, estaba absolutamente en la gloria, relajada, tranquila, mi coño aun excitado y con una sensación muy placentera.
Al poco rato vino mi marido, me saludó, me dio un beso y se fue a la ducha el muy cerdo, yo seguía para su ignorancia en mi paraíso, y tampoco me importó que cuando saliera se fuera directamente a dormir.
Es más aun me quedé un rato despierta recordado la morbosa situación que había vivido, y pensé que ya que Robert no me hacía caso, yo no iba a aburrirme y a esperar sentada a que se dignara a hacer de esposo, yo sabía que él era muy convencional para el sexo, pero de ahí a que no me tocara casi nunca pues la verdad, no me parecía bien, y decidí “vengarme” cediendo a los encantos de mi primer amante.
Continuara…