Mi diminuta tailandesa
Volvía a casa después de un turno de noche especialmente aburrido. En el vestuario me había quitado el polo del uniforme y lo había sustituido por una simple camiseta de tirantes bastante pequeña. Bajo la que mis pequeños y duros pechos bailaban libres. Pero aún llevaba puesto el pantalón...
Volvía a casa después de un turno de noche especialmente aburrido. En el vestuario me había quitado el polo del uniforme y lo había sustituido por una simple camiseta de tirantes bastante pequeña. Bajo la que mis pequeños y duros pechos bailaban libres.
Pero aún llevaba puesto el pantalón con los emblemas. Y una mochila por la que asomaba la porra. Por si alguien no se ha dado cuenta a estas alturas soy una segureta.
Físicamente soy alta para la media de las chicas, fibrada porque me gusta ir al gimnasio. Morena con una melena no muy larga por que un cabello demasiado largo me estorbaría en el trabajo. Una delantera firme y dura aunque no demasiado grande, en realidad mas bien pequeña y la cadera amplia, el culo firme y respingón y el vientre plano, los muslos largos y me han dicho a veces que bonitos, los pies pequeños que son uno de mis puntos débiles cuando me los masajean o acarician.
Después de aparcar el coche a una manzana de casa, donde encontré sitio, caminaba con tranquilidad en la calurosa madrugada. Un portal antes de llegar al mío se veían dos personas discutiendo.
Ella era una oriental pequeñita y muy sexi. Un vestido muy reducido apenas llegaba a cubrir su anatomía de muñeca de porcelana. Una melena muy negra y lisa una figura voluptuosa era todo lo que podía distinguir a esa distancia.
Él, un borrico, ups, borracho, la amenazaba con llevarla a la policía si no accedía a sus deseos. Me acerqué con calma dejando que el beodo se percatara de mi presencia. Bajito, calvo, barrigón, no era una gran amenaza.
Considerando que yo le sacaba casi una cabeza, unos cuantos kilos y estaba entrenada, no era un desafío para mi. Pero ni eso hizo falta cuando giró la cabeza y me vio, el alfeñique simplemente echó a correr tambaleándose.
Me acerqué a la asustada joven y pasé un brazo por sus hombros para consolarla. Apenas lo hice se echó a llorar sobre mi hombro, bueno por la diferencia de estatura puede que fuera mas bien sobre mis pechos. El olor de su melena que inundó mis fosas nasales, era maravilloso.
Ella era bajita, lo sigue siendo, esta claro que mucho ya no iba a crecer. Apenas me llegaba al hombro, con lo que a mí me ponen las chicas menudas. Acaricié su cabello y espalda casi desnuda, mi mano se deslizaba por su suave piel, intentando tranquilizarla. Poco a poco fue recobrando la compostura con mis atenciones pero sin separase ni un centímetro de mi cuerpo.
Notaba en mi vientre sus durísimos y no precisamente pequeños pechos y cuando bajaba la vista casi podía verlos en su totalidad por el vertiginoso escote. Su dulce carita encerrada entre los míos empezaba a sofocarme y a provocarme calores en ciertas partes de mi anatomía.
Sin pensarlo más le ofrecí llevarla a mi piso, darle una tila o algo hasta que se tranquilizara. Aunque era yo la que empezaba a ponerme nerviosa pensando en tener semejante bombón en mi salón. Dejaron de brotar lagrimas de sus castaños ojos y su rostro de porcelana pareció recobrar una expresión de tranquilidad, de dulzura.
Su sonrisa al oír mi propuesta casi hace que amanezca. En el ascensor apenas se separó de mí, erizando aún más cada poro de mi piel. Sus tetas las notaba perfectamente aprisionadas entre nuestros cuerpos. Sus muslos rozaban los míos y en ese momento deseaba haber llevado un short para cambiarme antes de salir del curro.
Frotando su cadera contra mi muslo.
Solo cuando cerré la puerta a mi espalda pareció relajarse un tanto. Recobrar toda la calma que es su estado natural. Me entendía perfectamente y aunque su acento era muy marcado y sinceramente sensual, yo la comprendía bien.
Le ofrecí mi sofá para que se sentara y se relajara. Y yo me senté en el sillón de enfrente para librarme de las botas y no caer en la tentación de lanzarme sobre ella como el beodo al que había espantado. Y voy a ser sincera conmigo misma es en realidad lo que estaba deseando hacer.
En cuanto vio que me agachaba a soltar los cordones saltó como una centella y se arrodilló a mis pies para hacerlo ella.
-no hace falta, puedo sola. De verdad cielo lo hago solita todos los días.
Ninguna de mis protestas sirvió de nada. En menos de un minuto me había sacado el calzado y los calcetines sudados y estaba masajeando mis maltratados pies por las rondas que había realizado toda la noche. Era increíble lo bien que se sentían sus manos pequeñitas acariciando las plantas, sus dedos metiéndose entre los de uno de mis pies mientras el otro reposaba sobre la suave piel de su muslo.
La raja de la estrecha falda desnudaba uno de ellos donde ella se empeñaba siempre en apoyar el pie que no estaba sobando en ese momento. ¿He dicho ya que los pies son uno de mis puntos flacos? Pues no se si la cachonda lo sabía o era instinto, pero si antes frotándose contra mí me había puesto nerviosa ahora me estaba poniendo francamente caliente.
La había invitado para relajarla y era yo la que estaba flotando en una nube. Me levanté para quitarme el pantalón que hacia rato que me estorbaba y ella supo de mi intención sin decirle nada. Con rápido gesto abrió el pesado cinturón que en el trabajo sostenía un montón de cacharros y dejó caer el pantalón al suelo.
Así que allí estaba yo en tanga y camiseta frente a la tailandesa, mas caliente que los altos hornos y sin estar aún del todo convencida si iba a ser correspondida, hacía todo eso por mero agradecimiento o de pronto me iba a pedir dinero por follar conmigo. Cualquiera de las tres opciones era posible en ese momento
Volvió a agacharse frente a mí, rauda y recogió la prenda que me había quitado y procedió a doblarla con todo cuidado dejándola sobre una silla al lado de mis botas.
Tenía que pararla un poco o me iba a ver con una sirvienta oriental sin comerlo ni beberlo. Así que atrapé sus manos y la retuve frente a mi.
Había que aclarar la situación.
Mirando sus profundos ojos marrón oscuro casi me falta la fuerza de voluntad y la dejo hacer lo que ella quisiera. Conseguí concentrarme lo suficiente como para volver a sentarme en el sofá junto a ella y empezar a interrogarla. Nuestras rodillas desnudas se rozaban lo que no contribuía a mantenerme centrada. Pero por fin logré arrancarle algunas respuestas. Como suponía, puta e ilegal, sin documentación ni pasaporte, importada por alguna red de tráfico de blancas que no se preocupaba mucho de ella mientras recibiera el dinero que ella ganaba follando.
Ni por donde andaba ni con quién mientras aportase un alto porcentaje de sus ingresos a la red. Habría que ocuparse de eso después quizá con una denuncia anónima o una pequeña consulta a una amiga guardia civil a la que a solas le encantaba jugar con nuestros grilletes. Sería un órdago a la grande en su carrera si le pusiera en bandeja un caso como ese con un montón de detenciones. Con lo que me ganaría su agradecimiento y ayudaría a mi nueva amiga de ojos rasgados.
Por ahora lo mas urgente era tranquilizar a ese torbellino pequeñito. Volví a abrazarla con ternura acariciando su cabello que me volvía loca con su perfume, tendré que preguntarle con que se lo lava. Su muslo suave rozaba el mío completamente desnudo y ella no hacia nada por separarse, al contrario se frotaba más contra mi. Ya rendida a sus encantos no pude mas que sujetar su fina barbilla levantando su bello rostro y depositar un tierno beso en sus sensuales labios.
Nos mirábamos a los ojos y ella respondió a mi beso cada vez con un poco mas de pasión, con un poco mas de lascivia y mucha mas lengua.
Sus labios atrapaban los míos y hacían como que los mordisqueaban jugando con ellos. Estaba claro que no iba a rechazarme, noté su mano en mi espalda suave como el roce de una mariposa. Empezando a explorar por debajo de mi reducida camiseta.
Le di una ultima oportunidad de echarse atrás. Me aparté, pero no mucho, y le dije:
-no hace falta que hagas esto, si no quieres, no te he ayudado para tener sexo.
-lo sé, pero es que quiero, a mí me gustan las chicas. Si los proxenetas me hubieran preguntado y me hubieran traído mujeres para que las follara igual me hubiera conformado. Pero no quiero nada con hombres.
¡Vaya forma de ver las cosas! No tenia muy claro la cultura de procedencia de la chica, ni si aquella actitud era algo adquirido o natural en ella. No sabía nada de su país más que lo poco que había visto en televisión y que sus chicas eran preciosas y que a mí me ponían mucho. Pero sabiendo que yo le gustaba, ya no me iba a echar atrás.
Le pedí:
- ¡ponte de pie!, quiero verte entera.
Su vestido se ajustaba a su cuerpo como una segunda piel descubriendo zonas de su cuerpo y trasparentando otras. Estaba claro que siendo un producto, los que se creían sus dueños lo exhibían lo mejor posible.
Sonriendo extasiada ante su cuerpo perfecto le hice una seña para que lo descubriera. Solo tuvo que soltar un broche oculto por la tela sobre un hombro para que esta cayera hasta su cintura destapando sus tetitas duras, cónicas, de una o dos tallas algo más que la mía, con su durísimo par de pezones que apuntaban directos a mi cara. Retenido por la cadera tuvo que menear esta un par de veces en un sensual, sinuoso, ondulado, movimiento para que la prenda terminara a sus pies. La hice girar sobre si misma para poder contemplar todos sus ángulos, y de esos no tenía ninguno todo son curvas, sensuales y vertiginosas. El par de pétreas nalgas me dejó hipnotizada y con ganas de hincar allí el diente. Su espalda la podía haber cincelado Miguel Ángel de la columna a los omoplatos y yo pude disfrutar de su vista en cuanto apartó la larguísima melena sobre uno de sus hombros.
Tenerla allí solo con un mínimo tanguita casi trasparente de encaje era el espectáculo más maravilloso que podía haber soñado. Abrí mis brazos para que volviera a refugiarse entre ellos y corriendo vino a sentarse sobre mis muslos. De frente a caballito sobre mis piernas volví a perderme en sus ojos pardos mientras sus labios y lengua exploraban mi boca. Su aliento era fresco, la sin hueso juguetona recorría cada rincón de mi boca de mis encías al paladar sin dejar de jugar con mi lengua. Me la pedía:
-sácala. La lengua, sácala.
Y la hacia asomar entre mis labios para que ella me la chupara como si hubiera sido uno de mis pezones.
No sé donde había aprendido a besar así, de una forma tan lasciva, pero podría hacer que me corriera sin tocarme nada mas. Nuestras salivas pasaban de una boca a la otra sin descanso y yo trataba de imitar sus voluptuosos juegos chupando su lengua o dejando que las dos jugaran y se cruzaran fuera de las bocas dejando caer la saliva sobre nuestros pechos. Sin importar lo que le pasara a mi sudada camiseta.
Mis manos se habían ido solas a su prieto culito pequeño pero que parecía tallado en mármol. Amasaba sus nalgas cuya firmeza apenas me permitía moverlas. En su postura con las piernas buen abiertas a los lados de mis muslos, su ano apenas tapado con la cinta del tanga se ofrecía a mis caricias. Su gemido resonó en mis oídos cuando lo rocé con la yema de uno de los dedos. Lamiendo mi oreja me dijo:
-estoy sucia, dejame bañarme.
-casi ni me importa. Pero será mejor que te quites los restos de cualquier cosa que te haya pasado esta noche. Y yo también necesito esa ducha. Estoy sudada.
Esto ultimo parecía no haberle importado en ningún momento. Supongo que en su oficio se habría encontrado con mayores guarradas que una chica como yo.
Su poco peso me permitía manejarla como una muñequita, no me costó nada sujetar su estrecha cintura y ponerla de pie. Tirando a la vez de la escasa prenda que le quedaba dejándola como su madre la trajo a algún suburbio de Bangkok. Por fin pude ver su depilado y fino chochito. Sonriendo de nuevo ante tan dulce belleza le pedí:
-Ya que me estabas ayudando a desnudarme, ¿puedes terminar el trabajo?.
Su sonrisa en respuesta a la mía volvió a iluminar la habitación.
-¡sin duda!
No tuve que agacharme para que me sacara la camiseta, sólo por que estaba sentada. Pero en cuanto me puse de pie ella hizo bajar mi tanga, mas soso que el suyo, enrollándolo según se deslizaba por mis muslos abajo.
Por fin tenía mis pechos al alcance de su hambrienta boca. No estaba dispuesta a continuar sin probarlos y en ese momento sentí sus labios y lengua en la piel de mis tetas deslizándose con calma hacia los pezones. Lamía la sal de mi sudor como si fuera el ultimo manjar que iba a probar en su vida. Me tenía sujeta por la cintura para que no me moviera mientras ella mamaba de mis escasos senos y me ponía con ello aún mas cachonda de lo que ya estaba. Terminó de volverme loca cuando estirándose un poco más se desplazó por el costado de mi pecho y subiendo mi brazo con su manita delicada lamió mi axila depilada.
Si no la paraba no iba a dejar de lamerme allí mismo y cogiéndola de los hombros la giré y la puse en dirección al baño. Teniendo su maravillosa espalda delante le agarré el culito mientras caminábamos por el pasillo y aprovechaba para besar uno de sus hombros. La empujé hasta el plato de la ducha y abrí el agua dejando que el puro líquido se llevara de su dulce cuerpo cualquier suciedad y mal recuerdo de la noche. Con el lacio cabello sobre sus elegantes hombros aun me parecía mas desvalida y tierna y me daban más ganas de cuidarla y mimarla.
No podía dejar de contemplar la perfección de sus curvas, las gotas de agua resbalando por su fina piel, sus tiernos ojos mirándome en una especie de trance. Hasta que no me sonrió y me alcanzó la esponja no reaccioné y busqué el champú y el gel y empecé a ayudarla en sus abluciones. Me pegué a su espalda, mis tetas le rozaban la nuca y notaba las nalgas en mis muslos mientras mesaba su melena y rascaba su cuero cabelludo. Dejaba que el gel lubricara nuestras pieles que no podían separarse. La atracción parecía mutua, ella empujaba su cuerpo hacia mí.
Entonces se giró y con una sonrisa pícara me hizo tumbar en el suelo. Hacia tiempo que había retirado la bañera y había dejado mi baño plano al completo. El pavimento del baño estaba preparado para que el agua corriera hacia el desagüe así que tenia sitio de sobra para hacerlo. En vez de enjabonarme a mí se puso el chorro de gel de baño en su pecho y se tumbó sobre mi cuerpo deslizándose sobre mi como en el tobogán de un parque acuático. Con sus manos se impulsaba adelante y atrás haciendo que el contacto entre nuestras pieles fuera total. Notaba sus duros pezones deslizándose por mi cuerpo y su melena con el champú por toda mi dermis. Nuestras tetas entre las de la otra, el pirsin de su ombligo arañando con suavidad la piel de mi vientre y llegando hasta mi pubis. O subía dime mí y dejaba la dureza de sus senos al alcance de mi boca para que los besara y apresara sus pezones un segundo entre mis dientes. Mis manos tampoco paraban quietas acariciando la suave piel de su espalda o impulsando sus movimientos agarrando el granítico culo.
Había oído hablar del masaje tailandés de cuerpo entero, puede que lo hubiera visto en alguna película vieja, pero la realidad superaba cualquiera de mis más locas fantasías. Los muslos se deslizaban entre los míos buscando todo el contacto posible y cuando su pierna me rozó la vulva me dejé llevar en mi primer orgasmo suspirando y gimiendo. Ya estaba demasiado caliente a esas alturas. Mi muslo rozaba también su coñito y apostaría a que a ella le ocurrió lo mismo. Me hizo poner boca abajo y repitió la operación por mi espalda y nalgas aprovechando para abrírmelas y lavarme bien el ano, deslizando dos dedos por allí, para poder jugar luego con él. También me hizo notar una de sus tetas por la raja bien abierta, creo que llegué a sentir su pezón en el ano. También lavó mi corto cabello y sus dedos finos masajeaban mi cabeza con un despliegue de sensualidad llevándome de nuevo al borde del orgasmo solo con eso.
Tampoco se olvidó de mis pies lavándolos y masajeándolos de nuevo y esta vez llevándolos a su boquita para chuparme los dedos. Pasaba la lengua por la planta y el empeine y se metía los dedos en la boca para chuparlos. La muy cabrona se había dado cuenta antes de que eso me encantaba y no estaba dispuesta a perdonarme ni un punto erógeno, ni una zona de mi cuerpo en la que darme placer.
Salí de la ducha tremendamente relajada y sabía en mi fuero interno que ese masaje tenía que repetirlo. Me lo imaginaba sobre la cama y usando aceite o loción corporal como lubricante. Nos secamos la una a la otra sin dejar de jugar ni acariciarnos ni un segundo. Esa chica despertaba toda mi ternura e instinto de protección. En ese momento solo quería mimarla y cuidarla. Y desde luego llevarla a mi cama completamente desnuda y lamer absolutamente toda su piel de porcelana. Para que negarlo, la deseaba mucho.
Mi vacía cama de matrimonio nos esperaba, abierta y deshecha, admito que viviendo sola no me preocupo mucho de las labores del hogar. Eso no parecía molestarle en absoluto aunque la cama aún conservara el aroma de mi cuerpo y de mi sudor. Así que me limité a tirar todo lo que sobraba al suelo y tumbarla sobre la sábana bajera. Ahora fui yo la que me lancé a por sus piececitos de muñeca. Como me gustaba, gusta a día de hoy, lamerlos, chupar sus deditos y humedecerlos al completo con mi saliva.
La expresión de sus pardos ojos era de pura lascivia. Ella tampoco parecía dispuesta a perdonarme ni una sola caricia ni un solo beso. Mientras lamía uno de sus pies ella acariciaba mi pecho con el otro llegando a pellizcar mis pezones entre sus dedos. Es increíble el dominio que tiene de su cuerpo y las cosas que puede hacer con partes de su anatomía con las que yo no había ni soñado.
Tras dejar sus pies bien húmedos de mi saliva empecé a subir por las suaves pantorrillas vislumbrando al final de los torneados y blancos muslos su pequeño tesoro que apenas había rozado hasta ese momento. Besaba y lamía su piel subiendo por una pierna o la otra sin prisa, despacio, mirando la cara de vicio que tenía en ese instante.
Lamiendo la cara interna de sus muslos, por fin llegué a su coñito dulce. Sus labios se abrieron casi solos al primer roce de la punta de mi lengua. En cuanto descubrí su clítoris me dediqué a él con ganas sorbiéndolo con mis labios y acariciándolo con la lengua. Pero ella separaba los muslos todo lo que podía que era mucho, parecía una gimnasta. Para que mi lengua llegara a todos sus rincones. Pude clavarla en su vulva y beber los jugos de su excitación y sus orgasmos. O bajar por el perineo hasta el ano cerradito que antes solo había podido acariciar con el dedo. Ella gemía en un idioma completamente ininteligible para mí, pero que sonaba dulce y lascivo a la vez.
Si yo lo estaba disfrutando seguro que ella estaba en el séptimo cielo. Pero estaba claro que no se conformaba con recibir placer, ella quería dármelo a mí. Sinuosa consiguió deslizarse debajo de mí y para su corta estatura alcanzar mi xoxito. Yo tenia que arquear la espalda para seguir alcanzando el suyo lo que no me importaba en absoluto. Al notar su lengua abriendo mis labios y lamiendo mi excitación pura directamente de mi piel y del interior de mi coño.
No habría podido contar mis orgasmos ni desde luego los suyos. Solo sé que fue la amante mas lasciva y morbosa que había tenido hasta el momento y que sigue siéndolo. Se quedó dormida en mis brazos con su culito clavado en mi pubis y mis pechos bien pegados a su espalda. Con el olor de su cabello en mis fosas nasales y su melena negra envolviendo mi cara me dormí yo.
A la mañana siguiente desperté en mi cama vacía y con miedo de que se hubiera ido pero el aroma del café recién hecho me quitó de un plumazo el susto. Se había levantado, ordenado limpiado un poco y estaba haciendo el desayuno, pantagruélico por cierto, del que ambas dimos buena cuenta después del agotador ejercicio de la noche. Manché sus pezones de mermelada para lamerlos a continuación. Adoro sus tetas. No le entraba en su preciosa cabecita que no la quería como sirvienta, sino como amante.
Desde entonces hemos seguido juntas. Hemos regularizado su situación, tiene un trabajo de verdad. Nos libramos de sus chulos, mi amiga agente de la autoridad tuvo mucho que ver en ello y ha compartido nuestra cama en algunas ocasiones. Y ahora estamos pensando en casarnos. Sigue siendo tan lasciva como la primera noche e incluso me ha enseñado algunos trucos a mí. ¡Ah! Sí, por cierto, lo del masaje se ha repetido muchas, muchas veces.
.