Mi Diario (III): el barco-prisión.

Diario de una mujer que describe como ha degenerado el mundo en el que vive. Como se ha visto atrapada en una situación terrible. Un diario de desgracia, traición, humillación… Aunque también habrá amistad, solidaridad e incluso placer.

El barco prisión:

15 de agosto de 2051. Este día solía ser festivo. Ahora ya no existe tal cosa…

Ese día mis tres compañeras y yo comprobamos que la justicia ha devenido en una farsa siniestra. No nos habían dicho nada de fecha de juicio, ni de defensa ni de abogados. Pero ese día, cuando esperábamos el desayuno vomitivo de todos los días vinieron dos guardias con porras y nos ordenaron salir del barracón. Allí quedaban otras chicas que, en algún momento, correrían la misma suerte.

Esposadas y descalzas caminamos hacia un pequeño edificio en una esquina del patio. Eso fue la casa de los guardeses del colegio… cuando esto era un colegio. Ahora era “casa de justicia”... Yo la llamaría teatro trágico más bien.

Nos metieron en una especie de sala de espera…

Sortearon el orden… ¡¡¡Vaya!!! 475 es la primera. Tendrá derecho a diez minutos con la abogada para preparar el juicio. ¡¡¡10 minutos!!! La abogada es la misma para todas. No la habíamos visto nunca. Debemos creer que se ha leído los expedientes…

Yo voy la última… Cada juicio dura menos de media hora. Los diez minutos de descanso entre cada dos se usan para la “preparacion”.

Una a una veo cómo se llevan a mis compañeras. Salen con mala cara y sin hablar, con una oficial arrastrándolas por los grilletes. ¿A dónde?

Cuando me toca compruebo que la mujer SÍ se había leído el expediente… Me lo recita. Me informa de que no hay pruebas a mi favor. Mejor que me declare culpable y apele a la clemencia del tribunal. Nada de protestar diciendo que una deuda no puede ser un delito… si hago eso me enviarán más de veinte años al penal.

Una vez dentro, debo estar de pie… ante tres personas. Dos hombres y una mujer… La abogada apenas me defiende, sólo expone los hechos. Me declaro culpable… relato mis problemas económicos. Ellos, de repente, añaden una acusación… Me detuvieron a punto de subir a un tren que salía del distrito. Eso era un intento de fuga… Aun siendo sumisa me sentenciaron a veinte años allí mismo.

Al terminar ví donde nos llevaban… pabellón de condenadas. Allí debíamos esperar a que se gestionara nuestro traslado al penal. ¿Penal? Era una plantación en el extranjero gestionada por una empresa multinacional. Íbamos a ser entregadas a ellos como mano de obra barata. Nos explotarían y, seguramente, alargarían la condena con excusas increíbles.

Mis tres compañeras estaban allí también… No les pregunté la duración de las condenas, ellas tampoco me preguntaron.

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25 de agosto de 2051. Tras un día de terrible calor, dormimos como podemos en el barracón. Nos levantan como a las seis de la mañana. Nos sacan a todas y nos suben a un transporte… Debe ser el mismo que nos trajo aquí… Mis tres compañeras, yo y algunas infelices más. Parece que sólo vamos chicas en esta tanda…

  • Vamos rápido que hay que venir a por los tíos después -dijo uno de los guardias.

Sabía a donde íbamos… al puerto. El transporte para, justo al lado de un barco de color blanco. Es un híbrido… Se ve la enorme chimenea atrás para el humo que produce el carbón pero el resto del barco está cubierto por una enorme arboladura metálica. Las velas están plegadas.

Debe medir unos setenta y cinco metros de eslora por quince de manga. Tiene la forma redonda y robusta de un carguero no es un velero esbelto. Exterior metálico, seguramente interior de madera.

En el lateral se puede leer “Consolidated Fruit and Veggie Co”... conocida multinacional alimentaria. Somos sus esclavas… La condena empieza a contar el primer día de trabajo. Los domingos no se trabajan y no cuentan. Si estás enferma no cuenta. El tiempo en celda de castigo no cuenta…

Nos hacen subir por una estrecha pasarela. Allí comienza un proceso siniestro que ellos llaman “cambio de custodia”.

Un marinero al fondo de la pasarela comienza a sacar objetos metálicos terribles de una gran caja.

Una combinación de grilletes de aspecto medieval. Dos grandes y dos pequeños: pies y manos. El hombre comenzó por los tobillos de la primera prisionera. El policía que estaba junto a ella le quitó las esposas de las manos y las dejó en otra caja vacía. El marinero sujetó las manos de la chica y la infeliz comenzó a caminar con dificultad. Desde el fondo de la cola veía como otros marineros le señalaban el camino.

Cuando me tocó, cerré los ojos. Sentí el metal duro en los tobillos y oí el mecanismo de cierre. También con los ojos cerrados sentí como me quitaban las esposas… creo que llevaba con ellas desde mi detención. ¡¡¡Ay!!! Ni un segundo libre… siento los nuevos grilletes.

Una vez encadenada me señalan por donde caminar. Me cuesta andar… No podría correr… No puedo llegar con las manos a la cara… A lo mejor si me siento en el suelo sí puedo.

El suelo es de madera… me llevan por varias escaleras hacia abajo. Escaleras empinadas, pasillos estrechos… Si me soltaran ahora, no sabría salir del barco. Acabo llegando a una sala rectangular… Allí están mis compañeras. Recuerda al barracón de la cárcel… Hay alfombrillas en vez de colchones. Soy la última… cierran la puerta tras de mí.

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Todo el día tiradas en el suelo… Al menos hay un par de ojos de buey y entra un poco de luz. El barco no se mueve… Están cargando suministros y nosotras debemos de ser parte de eso. Se oye jaleo y ruido de cadenas… están trayendo a prisioneros hombres. Alguien comenta que nos están encerrando en los almacenes de fruta y verdura. Esa es la misión del barco: llevar trabajadores esclavizados y traer mercancía.

Ya debía de ser por la tarde, cuando llegó otra “remesa” de prisioneros y prisioneras”... Se oyen pasos, ruido de cadenas… voces autoritarias e insultos de los guardias. Parece que vienen de otro distrito… Los diferentes distritos son, de facto, independientes aunque en teoría todos pertenecen a un mismo estado. Algo muy similar a las monarquías medievales, donde el rey era el teórico superior de unos señores feudales que eran dioses en sus terruños. Para esto, parece que colaboran… el barco atraca aquí y recibe prisioneros de diferentes lugares. Parece que los están encerrando en otros almacenes… Vacío de mercancía, hay mucho sitio para la “mercancía humana”.

Entonces oímos una fuerte discusión… Parece que dos prisioneras discuten entre ellas… se insultan. Se oye ruido de grilletes… Parece que se pelean y los guardias las están dejando…

  • Ya basta, encerrad a ésta en la sala 1 -suena con fuerza la voz de un oficial.

Vemos como abren la puerta… empujan a una mujer dentro. El oficial se nos queda mirando un momento desde la puerta. Se vuelve a cerrar…

La recién llegada está encadenada igual que nosotras. Su camisón tiene manga corta en vez de tirantes… de hecho, parece una camiseta larga. Es de color amarillo a diferencia de los nuestros (azules). También lleva una chapa de identificación en el cuello, pero el código es diferente… no acaba por números sino por letras.

Desde entonces la llamamos, “compañera XPTO”... por las letras de su chapa. Desde el principio se unió a nuestro grupo de cuatro (464, 469, 475 y yo: 476). El resto no le hicieron mucho caso. Igual que en el mundo exterior, se forman grupillos con escasa relación entre ellos. Nos contamos nuestras historias…


XPTO:

Ella es del distrito situado justo al sur del nuestro… Una provincia interior, sin acceso al mar. Es la mayor de nosotras… roza los cuarenta años pero los lleva bien, aun caída en desgracia se ve sana y hermosa.

Ella fue directora de banco… ¡¡¡Una banquera en presidio!!! Ganaba mucho dinero y vivía muy bien. Pero el dinero no le dio la felicidad. Su novio la abandonó y empezó a comportarse de forma errática. Una noche estaba bebiendo vino en su casa… Al terminarlo decidió ir a comprar más a una tienda veinticuatro horas. Sí, son caras pero siguen existiendo. Ella era de las pocas personas que pueden permitirse un coche de metanol. Arrancó borracha y de noche… atropelló a una persona. Se asustó y huyó…

Al día siguiente huyó de su distrito de la misma forma que yo lo había intentado. Logró tomar un tren y se dirigió al otro extremo del país. Tiñó de negro su característico pelo rojo, pagó por documentación falsa y comenzó a trabajar con otro nombre siriviendo cafés.

Cuando un delincuente huye de un distrito la policía local lo da por perdido. Los agentes de otros distritos no hacen nada… Sabiendo eso la fuga habría salido bien… Os copio lo que ella nos contó. Al oírlo, pensé que aunque mi fuga no hubiera salido bien, me podría haber pasado lo mismo.

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Estaba sirviendo desayunos tranquilamente… No esperaba que ocurriera nada. Nadie sabía donde estaba…

En ese momento no sabía que sí existía un mecanismo para localizar fugitivos. El mismo del “Far West”... Los caza-recompensas. Todos los periódicos publicaban los domingos una lista nacional de fugitivos y fugitivas junto con la recompensa ofrecida… Los distritos ven a un delincuente condenado como un ingreso monetario… La recompensa es un porcentaje de ese ingreso perdido cuando hay una fuga con éxito. Además, están los jueces para asegurar una condena larga si el infeliz es capturado…

Desde que se permite la detención ciudadana, cualquier persona puede usar la fuerza para entregar a la justicia a un delincuente… También cualquiera puede llevar armas o esposas. La ley de la selva. Cualquier loco puede pedir una licencia como caza-recompensas… Eso, básicamente, le permite transportar prisioneros entre distritos… Van armados, llevan esposas y grilletes y están muy al tanto de la lista dominical de fugitivos.

Un hombre entró en el bar y habló un momento con mi jefe. Ambos se fueron a la cocina. Al minuto mi jefe me llamó…

Era un caza-recompensas… Con la chaqueta abierta se veía la placa que les dan colgada de su cuello. También se veía el revólver y algo similar a una porra colgando de su cinturón.

Me enseñó los datos que daban para buscarme: estatura, descripción… un tatuaje en el hombro.

  • Creo que vas a tener que quitarte la camisa -dijo mi jefe.
  • Ni de coña me desnudo delante de dos pervertidos.
  • Tienes que hacerlo, esta placa te obliga -dijo el caza-recompensas.
  • Quiero saber si eres una fugitiva… Si lo eres no trabajarás más aquí y me devolverás el uniforme…
  • El color de pelo no coincide.
  • Eso se puede cambiar fácilmente.

El uniforme sólo era la camisa y un delantal de cintura para abajo… De mala gana, me quité ambas cosas… Ahí estaba, un recuerdo de juventud: un dragón en mi hombro.

  • ¿Tienes otra camisa? -preguntó el cazador.
  • No… vine de casa así… -mi casa allí era una pensión cutre.
  • Pues extiende las manos.

Vi como sacaba las esposas de una cartuchera en su cinturón. ¡¡Ayyy!! La primera vez que me esposaban… Bueno, alguna vez había esposado a mi novio con unas de juguete que se abren sin llave. Éstas eran “de verdad”...

Agarró las esposas y me sacó así del bar. Yo miraba al suelo… Indefensa y humillada tuve que seguirlo hasta la calle.

Afortunadamente, tenía coche… Un vehículo viejo. Seguramente, un antiguo motor diésel modificado para usar alcohol metílico. Me sentó delante, junto a él.

Me llevó a la comisaría. Allí tenía que hacer un trámite… Los agentes tomaron mis huellas y las compararon con las de la orden de búsqueda. Comprobada mi identidad le dieron un documento que lo autorizaba a trasladarme a mi distrito.

Los policías nos informaron de que iban a registrar mi habitación en la pensión… Debíamos esperar allí hasta que completaran el trámite.

  • Manos en la nuca -dice el cazador, sabiendo que me va a tener que custodiar un tiempo. Me habían quitado las esposas para tomar las huellas. Él me esposó, de nuevo, ahora con las manos a la espalda…

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Estuve un par de horas sentada en un banco. Volvieron los agentes. Traían mi pequeña maleta. Decían no haber encontrado nada, sólo un poco de ropa que iba en la maleta.

¡¡¡Mentirosos!!! Tenía dinero, bastante dinero… lo que me quedaba.

Mi captor me condujo de nuevo a su coche… esta vez abrió el maletero. Era un cinco puertas, maletero grande. No había bandeja, había instalado una reja que lo separaba de los asientos y otra sobre el cristal de la ventana… Un pequeño calabozo rodante.

Zarandeándome, me sentó en el suelo del maletero… Me quitó los zapatos y cogió un objeto metálico que estaba en el rincón…

Me puso los grilletes grandes en los tobillos. Por un momento, me soltó las muñecas… Intenté golpearle… Estaba dispuesta a todo, sabía que entre el homicidio involuntario y la fuga me esperaba la cadena perpetua. No iba a tener otra oportunidad…

Paró el golpe. Nunca fui muy fuerte y llevaba horas esposada, así que estaba casi inútil, incapaz de un movimiento rápido. ¡¡Ayyy!! Me retorció la mano con fuerza… Me puso el grillete muy apretado. ¡¡Ahh!! Segundo grillete, también muy apretado. Cerró el maletero de un portazo.

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Debía de ser a primera hora de la tarde. El coche arrancó y comenzamos a circular por carreteras desiertas y llenas de baches. Sabía que el viaje completo duraría diez horas o más.

En la primera pausa para repostar me aflojó los grilletes de las muñecas y me dio un bocadillo y agua. Si declaraba que había intentado atacarlo, todo sería peor para mí. No sabía si realmente tenía algo que perder.

Al anochecer salió de la carretera principal… Comenzó a conducir por pistas de montaña con destino desconocido. No dije nada pero estaba aterrorizada. ¿Me violaría?, ¿Me mataría? Podía esperarme algo peor que el presidio.

Acabó parando en una casa pequeña aislada…

  • Bienvenida a mi casa… Vamos a dormir un poco aquí.

Me bajó del maletero y me llevó dentro de la casucha. Encadenada, caminaba con dificultad. Él me sujetaba por la cadenita que unía mis manos. Era una antigua casa de labradores construida con piedra y barro. Por dentro parecía más grande que por fuera… Me llevó a la parte de atrás. Allí bajamos a un semisótano. La corta escalera bajaba a una puerta de reja abierta. Me obligó a entrar y cerró con cerrojo y candado. En la casa no había electricidad. Sólo lámparas de aceite que él fue encendiendo por el camino. La última estaba junto a la puerta e iluminaba ligeramente el calabozo. Calabozo es la palabra más apropiada… o incluso mazmorra. Dos por dos metros de paredes de piedra, techo bajo y suelo de tierra. No había mobiliario, sólo un montón de paja sobre la que me tumbé. Seguía descalza y la combinación de cuatro grilletes me dejaba muy poca movilidad..

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No pude dormir ni un minuto… Todo tipo de ideas y planes de fuga disparatados pasaban por mi cabeza. No sé cuánto tiempo pasé allí encerrada.

Apenas la veía pero debía haber una pequeña ventana en la pared del fondo… entraba una corriente de aire frío por ella, yo lo agradecía porque refrescaba un poco el fuego de mi cabeza. Sentía los pies helados. Los froté como pude varias veces pero no logré que entraran en calor.

Tuve necesidad de hacer pis y no me quedó otra opción que usar un orinal maloliente que había en una esquina. Lo ví gracias al farol del pasillo… me costó bajármelo todo, ejecutar y volverme a vestir.

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Después de mucho tiempo así, oí movimiento en el resto de la casa. El hombre debió levantarse y algo estaba haciendo. Me quedé un rato inmóvil… Mi plan inconsciente era hacerme la muerta. Pronto comprendí que eso no funcionaría… Intenté algo más loco. Llamé al tipo:

  • Agente, agente -grité con las fuerzas que me quedaban.
  • No soy agente… recuperador autonómo de fugitivos me llaman. ¿Qué ocurre?
  • Llevo mucho tiempo sin sexo, mi novio me dejó…
  • ¿En serio?
  • No quiero ir a la cárcel sin follar una vez más…
  • Estás de broma…
  • No, eres de mi edad… eres atractivo -sí lo era… a pesar de su rudeza conservaba una cara aniñada.
  • No soy de tu edad… tengo cincuenta, te llevo diez años.

Pues sí que se conserva bien… Será lo de vivir en el campo. Sabe mi edad exacta… ha visto la ficha.

  • Pues mejor… por favor… luego puedes llevarme… venderme a los malos.
  • No sé quién es malo, atropellaste una persona y huiste.
  • Iba borracha, me iban a detener allí mismo.
  • Y huyes al otro lado del país para ganarte la perpetua.
  • Por eso… un último alegrón… aunque no me quites las esposas, a dónde voy a ir.
  • Espera un momento…

Se fue y volvió en dos minutos. Dejó el cinturón colgado en la pared… Allí estaba el revólver… Abrió la puerta. Yo me porté cariñosamente… jugando a ser puta, todas sabemos jugar a eso.

¡¡¡Ahhh!!! Qué cabrón… me ha sacado los pechos fuera del sujetador. Me chupa los pezones… sabe hacerlo, no es la primera vez. Parece un solitario pero ha estado con mujeres… Me baja el pantalón… las bragas. No salen del todo, tropiezan con las cadenas. ¡¡¡Ahhh!!! Me masturba con dos dedos… los ha humedecido… los mete cada vez más profundo… los lleva hasta el fondo. Me voy calentando… Estoy haciendo esto para huir. No debe gustarme… ¡¡¡Ahhh!!!

No me aguanto… me tumbo sobre él… quiero follarlo yo a él…

  • No vas a poder…

¡¡Ayy!! No puedo abrir las piernas… los grilletes no me dejan… Él me tumba de lado. Me penetra desde atrás… ¡¡¡Ahhh!!! Así sí… Él tiene el control… pero me gusta. Empieza despacio… pero empuja más, llega más adentro, empuja más fuerte… más rápido… ¡¡¡Ahhh!!!

Nos corremos los dos y quedamos agotados en el suelo.

Él se sienta en el suelo, se limpia un poco, se va a vestir…

Yo gateo lo más rápido que puedo. Avanzo a cuatro patas. Llego… he cogido el revólver y apunto hacia él.

  • Suéltame y dame las llaves del coche…
  • No.
  • Dispararé…
  • Quita el seguro...

¡¡¡Ehh!! Sí, debe ser esto.

  • Ya está… manos arriba.
  • No.
  • Voy a disparar…
  • Dispara.

Él se ha vestido, está de pie. Yo estoy sentada en la entrada de la celda… Camina hacia mí.. Cierro los ojos. Aprieto el gatillo… es él o yo… click… no ha disparado.

Disparo dos veces más con los ojos abiertos… sin éxito. Él me quita el arma.

  • Sin balas no funciona...

Había quitado las balas… caí como una tonta.

Me incorporó… Limpió mis partes con un pañuelo y me vistió… Me llevó al salón de la casa. Allí cargó el arma delante de mí…

  • Sabes lo que pasaría si denuncio un intento de asesinato.

No soy capaz de responder, lo hace él…

  • En tu distrito hay pena de muerte… -no dice nada más, a mi cabeza vienen las noticias de delincuentes ahorcados que a veces publicaban los diarios locales.

Me lleva al coche, me vuelve a encerrar en el maletero. Me da unas galletas y agua por si quiero desayunar… No soy capaz de comer nada.

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Unas cinco horas de viaje sin hablar… casi deseando morirme.

Llegamos y me entrega… Entrega mi maleta y mis zapatos. Piden que me quite los grilletes. Lo hace…

Una agente me está esposando mientras su compañero pregunta:

  • ¿Algún incidente durante el traslado?
  • Ninguno, se ha portado bien…

El oficial:

Justo cuando la recién llegada terminó su historia, notamos como el suelo se movía. El barco acababa de arrancar. Ninguna más pareció interesarse pero yo me acerqué a uno de los ojos de buey… colocada de puntillas, pude ver como el puerto se “alejaba”... Todas estaban en silencio, aceptando su suerte. De fondo se escuchaba el ruido repetitivo de un mecanismo monstruoso… era la gran máquina de vapor moviendo las hélices. Al poco de salir por la bocana del puerto, la máquina paró. Mientras la nave seguía moviéndose por inercia, otro ruido más leve comenzó a sonar… era el silbido del viento en las velas. Habían izado todo el velamen y el navío avanzaba por el océano. Típicamente, los motores sólo se usaban para zarpar y atracar.

Comenzó a anochecer… Aquello fue como una señal. Todas mis compañeras comenzaron a acercarse… Era lo que pasaba en la cárcel todas las noches. Nos consolábamos mutuamente masturbando a quien te tocara esa noche… con la boca, con las manos, como se pudiera. La agraciada correspondía… a veces al mismo tiempo, a veces, después… muchas veces por oleadas.

Nuestro grupillo de cuatro: 464, 469, 475 y yo (476) nos turnábamos alocadamente en esta labor. Las otras chicas habían formado otros grupos… Ahora había una quinta persona: XPTO. 475 tiró de oficio masturbando a la vez a las otras dos… una con la lengua y otra con la mano. Aún pudo mirarme de reojo… ella, mi compañera más habitual, me animaba a que siguiera intimando con la recién llegada.

Lo hice… Ella sabía lo que pasaba. Aquello debía ser común a todas las cárceles… De hecho, tiempo después supe que la pelela en el pasillo se debía a los celos. Otra mujer no quería compartir a la estupenda XPTO. Me apliqué con ella lo mejor que pude… la infame combinación de grilletes lo ponía todo muy difícil pero una vez bajadas sus bragas, fue más fácil… mi lengua hizo el trabajo, lentamente… hasta sentir un manantial de líquido vaginal.

Ella correspondió después, también con la boca… Mientras me contraía y chillaba, mi cerebro me recordó que nunca habría tenido sexo com mujeres de no haber caído en la cruel situación del presidio. Siempre me habían gustado y me seguían gustando los hombres. Incluso me fijaba en los guardias masculinos, en los marineros que nos custodiaban en aquel barco. No quería reconocerlo pero cuando un hombre me ponía las esposas sentía una gran excitación…

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Me corrí y dormimos plácidamente. XPTO murmuró que ella nunca había sido lesbiana… “igual que yo”, dije… y 464 y 469… 475 era la única que se declaraba bisexual desde el principio.

Por la mañana tras una comida vomitiva que llamaron desayuno un marinero entró en la sala y preguntó por mí… ¡¡¡Qué!!! Sí…

  • 476 venga conmigo...

Con algo de curiosidad y con mucho miedo seguí el camino que me mostró el hombre. Me costaba caminar por los pasillos estrechos, mucho más cuando tuve que subir escaleras. El hombre sólo llevaba una gran porra colgada del cinturón, los que custodian presos no suelen ir armados para evitar que el robo de un revólver pueda suponer un desastre.

Me llevó al despacho de un oficial… Fue el mismo que ordenó meter a XPTO con nosotras. El tipo me miraba fijamente sin decir nada… Yo lo miré… sin ver nada especial. ¡¡¡Ehhh!!! ¡¡¡Qué!!! ¡¡¡Maldito destino!!! Quitándole la barba era el último hombre del mundo que querría encontrarme… el último que quería que me viera en esta situación…

  • ¡¡¡Julián!!!

Sí… mi ex… un traidor, un pendejo… Un montón de cosas más… ¿Cómo había llegado a esto? Yo allí, prisionera, encadenada, humillada… quise que me tragara la tierra, me quise morir allí mismo…

Se portó mejor que en sus últimos días conmigo. Me quitó los grilletes, me dio de comer… comida rica: pan caliente, fruta… vino… sí. mucho vino. El cabroncete sabe que lo tolero muy mal.

Sé lo que quiere… no me apetece… no me apetece nada follar con él… Pero lo hago. Quiero que me traten bien… si pudiera estar sin grilletes y comer fruta todos los días, lo dejo que me folle cuando quiera. Eso hice… dejar que me follara… Apenas me moví, ni temblé ni chillé… pero a él le trajo sin cuidado… me montó como un animal. ¡¡¡Ahhh!!! ¡¡¡Ahhh!!! Bueno… cuando aceleró debo reconocer que su estilo bruto y autoritario no me disgustó del todo…

Me ofreció de todo… la libertad, trabajar en el barco… Yo asentí a todo… Logré que a mi grupillo de cinco nos encerraran aparte. Sin cadenas, con mejor comida… No le dije nada a mis amigas pero sospechaba que todas íbamos a pagar peaje… Así fue. Los amigos de Julián, un trío de brutos, venían frecuentemente… montaban fiestas con alcohol en las que siempre acababan reclamando sexo. 475 los manejaba bien… una noche satisfizo a los tres a la vez. Por el día, nos contaba al resto como manejarlos… dejar que bebieran mucho, beber poco… dejar que se corran cuanto antes… felicitarlos por su gran masculinidad.

A mí no osaban tocarme… yo era para Julián… aunque, algunas veces, Julián me encerró sola y reclamó sexo a alguna de mis amigas.

Pasamos un viaje de dos semanas siendo esclavas sexuales de cuatro brutos que abusaban de su poder.

El último día vino otro oficial con varios guardias… Nos obligaron a ducharnos con agua fría  y nos volvieron a colocar los grilletes. Nos llevaron a la sala original…

Así acababan todas las promesas de Julián… No he vuelto a verlo.

CONTINUARÁ