Mi Diario (II): mis compañeras.

Diario de una mujer que describe como ha degenerado el mundo en el que vive. Como se ha visto atrapada en una situación terrible. Un diario de desgracia, traición, humillación… Aunque también habrá amistad, solidaridad e incluso placer.

En la cárcel:

10 de agosto de 2051. Ya llevo una semana en la cárcel… Estamos todo el día encerradas en el barracón, tiradas sobre las colchonetas, intentando inútilmente cerrar los ojos y despertar en otro lugar.

La comida es mala, el aburrimiento es mortal.

Al día de ingresar, me llevaron al despacho del comisario. El tipo me explicó los cargos y las pruebas que ya conocía. Me insinuó que no tenía mucha defensa, que aceptara todo en el juicio y sería mejor para mí.

También me dijo que me habían detenido gracias a la colaboración ciudadana… ¿Qué ciudadana colaboró? Lo sé perfectamente: la hija de puta que se llamaba mi amiga… Como no quise acostarme con ella, me delató...

Día sí, día no, nos llevan a duchar. Una a una… con agua tibia sólo un par de minutos, después la cortan, estés como estés.

El primer día, extendí las manos para que me quitaran las esposas. La guardiana desabrochó los botones de mis tirantes y camisón-tubo cayó al suelo. Ante mi cara de sorpresa, la oficial señaló, sin más, la ducha. Ducharse esposada, es una experiencia de humillación que no os recomiendo ni le deseo a nadie.

  • Desde que usamos los tirantes desmontables no hace falta andar abriendo las esposas -dijo la guardiana al llevarme de vuelta.
  • Lo malo es que acaban oxidándose un poco… -añadió, al menos los eslabones de las mías estaban completamente oxidados, no quiero preguntarme por la “salud” del mecanismo de cierre.

Casi lo único que podíamos hacer por el día en aquel encierro era hablar de nuestras penas. Me permito contaros la historia de mis compañeras en primera persona, metiéndome en sus cabezas… No diré sus nombres. Aquí no tenemos nombre, sólo el número de la placa… los últimos tres dígitos. Yo soy la última y soy “476”.


475:

Nací hace veinticinco años, en esta ciudad… Sí, en esta época es raro cambiar de ciudad o, al menos, de comarca. Desde pequeña fui testigo de como el mundo iba a peor. Ya lo sabéis… menos tecnología y menos libertad. El nivel de vida de 1800 con el sistema político del año 1000. Aprendí esa frase en el instituto y cada vez ha sido más cierta.

Mi barrio era y es un estercolero… Compañeros míos de clase desaparecían sin más: problemas con las drogas, tiroteos… Casi todos empezaban a robar, a trapichear con drogas.

Yo intenté salir… Fui la primera de la clase de principio a fin. A partir de quince años mi cuerpo joven, mi pelo rubio natural y mis ojos azules me hicieron muy popular entre mis compañeros. Tuve rollitos como no, pero seguí esforzándome en clase… seguí siendo la “chapona”... “Chapona cachonda”.

Todo se derrumbó a los dieciocho… No pude ir a la Universidad, eso era muy caro para mi familia. Me tuve que conformar con un curso de administrativa… No es que aquello estuviera mal pero encontré una actividad más rentable.

Fue un día en un bar… Un señor mayor, trajeado comenzó a hablar conmigo. Me hizo gracia, me invitó a copas… Me ofreció dinero por sexo… Me negué… me ofreció más… Después de un rato, cedí. El pagó la cama… se corrió enseguida y dormí el resto de la noche.

Al acabar el curso comencé un trabajo a tiempo parcial… Maravillosa tapadera… Mi actividad por las noches me hacía vivir muy bien.

Al poco tiempo de empezar, ilegalizaron la prostitución… No sólo eso sino que la cosa podría acarrear hasta diez años de trabajos forzados. Había clientes y policías entre mis clientes… todos me tranquilizaron:

  • Sólo es para sacar de la calle a la que no se comporte… tú sigue así y no tendrás ningún problema.

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¡¡¡Ahhh!!! ¡¡¡Ahhh!!! No lo haces mal, hijo puta… Vamos, empuja… ¡¡¡Ahhh!!! Sí…. sí… córrete… córrete dentro.

Estoy con mi mejor cliente… Un político local. Siempre quedamos en el hotel cutre que hay sobre la estación de tren. Allí lo conocen y son discretos. Paga la habitación y paga el polvo… Dormimos… él se va antes. Yo bajo, desayuno y me voy…

Se ha levantado… se va… yo dormito en la cama.

  • XXXX (dije que no iba a dar nombres) -me habla.
  • ¿Qué?
  • Ya me voy… esta será la última vez.
  • ¿La última?
  • Mi mujer y gente del partido me investigan… Me van a pillar contigo… Y me van a pillar en mis chanchullos.

Yo sabía de esos chanchullos. Era un corrupto, todos lo sospechaban, yo lo sabía…

  • Sabes que yo nunca diré nada… Y nunca me creerían…
  • Lo siento… adiós.

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Al salir bajé a la cafetería… Al momento vi a un hombre que me señalaba. Lo acompañaban otro tipo y una agente uniformada. Vinieron hacia mí como flechas. Un inspector de paisano y una oficial de uniforme… Dijeron que aquel hombre me denunciaba por prostitución… Según él le había ofrecido sexo por dinero. Mentira porque sólo trabajaba con los habituales.

Supliqué que no me esposaran… sin éxito. La mujer me puso los grilletes a la espalda y me cacheó allí mismo.

En pocos minutos estaba encerrada en el calabozo de la estación… descalza, sin mis cosas. En las manos, unos grilletes que parecían sacados de un basurero.

Después de un rato, la puerta se abrió y trajeron a otra prisionera.


469:

Hoy cumplo veinte años. Bueno, es un día como otro cualquiera… Hoy toca trabajar en el mercado callejero. Puestos de verdura, de carne, de ropa… Mucha gente… es perfecto. Ahí viene un buen “cliente”. Espero que pase junto a mí… va leyendo algo en un periódico. Me coloco en su trayectoria disimuladamente. ¡¡¡Pum!!! Chocamos… Me disculpo. Sonrisa… Le pregunto si se ha hecho daño… sigo sonriendo. Él sonríe, cara de bobo… Es lo que tienen dos buenas tetas y un culo firme…

Se va… Me doy la vuelta y desaparezco. Tengo su cartera… otro pardillo que ha caído.

Llego pronto al punto convenido… Debo darle la cartera a Jaime. Si me pillan, que no sea con su cartera encima… Algunos al descubrir que les falta la cartera se dan cuenta del encontronazo y salen corriendo o llaman a los guardias. Siempre hay policía por los mercados.

Él guarda el botín. Debería desaparecer e ir al siguiente punto de encuentro. Elegimos tres puntos cada día y se van rotando.

Esta vez, él me habla (primer error):

  • Guapa… sé que no debemos pero podemos ir un momento al bar de Nacho.
  • No debemos… ni siquiera hablar.
  • Pero ese pardillo ni se ha enterado, los dejas embobados, morena.

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¡¡¡Ahhh!!! Vale… soy débil. Sigue, sigue…

Baño de tías. Me he desnudado de cintura para abajo… total sólo es bajar la faldita y las bragas. Apoyada sobre la tapa del retrete, culo en pompa… él arremete con fuerza… ¡¡¡Ahhh!!! Sigo llevando tacones de doce centímetros… Hacen que mi culo sea más firme.

¡¡¡Ahhh!!! Sigue, sigue… ¡¡¡Ahhh!!!

Nos vestimos. Escucho tras la puerta, busco el momento de salir discretamente. Hace un rato que no se oye nada.

Salimos… hay un vestíbulo que da a los dos baños: masculino y femenino… No hay nadie. Saldremos como si tal cosa… simplemente, coincidimos en la puerta de salida.

La cartera y la documentación han quedado en la papelera… sólo nos llevamos el dinero. Doscientos, buen botín. Deberíamos haberlo tirado en la calle… Segundo error.

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¡¡¡Upsss!!! Dos policías esperando tras la puerta de salida. No están para bromas. Nos encañonan con los revólveres… Volvemos adentro, contra la pared. Esposas a la espalda. Jaime se resiste un poco… le retuercen el brazo, le golpean la espalda, cae de rodillas chillando de dolor. Nos cachean… “Lleváis mucho dinero encima”, dicen… Registran los dos baños por completo, encuentran las pruebas.

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No lo he vuelto a ver… Estoy en la cárcel, tumbada sobre una colchoneta, descalza, esposada… esposada veinticuatro horas al día. Me van a juzgar pronto…


464:

Yo soy, o era… lo que se diría una hija de buena familia. No fui buena estudiante pero sí me portaba bien…

Con mi mayoría de edad llegaron los problemas de dinero a casa. Empecé a trabajar. Ahí vi la importancia de los estudios. Sólo pude encontrar chollo en una tienda de alimentación… Lo que antes se llamaba supermercado… Ahora seguían existiendo pero eran muy humildes, como mercadillos bajo techo.

Aquel trabajo no era muy rentable. Una compañera me puso en contacto con su amiga y ella con un tipo. Me ofrecieron mucho, mucho dinero por un trabajo sencillo… Realmente era un recado, lo podía hacer en mi semana de vacaciones.

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A punto de atracar… Han desaparecido los aviones pero no los barcos. La mayoría son de propulsión mixta… Vapor y vela. Los dos métodos de propulsión posibles ahora. El casco exterior es de una chapa simple de acero, el resto de barco de madera excepto la arboladura para las enormes velas que suele ser de aluminio.

Tras una lenta maniobra podemos bajar… Allí bajo yo con mi mochila.

Cola de la aduana… Sabía que llegaría. Mi cara de niña buena me permitirá pasar.

Una mujer alta y fuerte, de aspecto severo coge mi documentación…

  • Todo en regla pero saliste hace una semana, 2 días de ida y dos de vuelta, sólo has estado tres días en el destino.
  • No tenía más vacaciones…
  • Las has aprovechado muy poco.
  • ¿Algún problema?
  • ¿Sólo traes esa mochila?, ¿Vienes sola?
  • Sí...

La mujer me hizo pasar a una sala aparte. Yo entré temblando, intentando aparentar tranquila pero sintiendo un torrente de emociones.

Otra mujer, con guantes, registró mi mochila. Nada ilegal. Me cacheó sobre la ropa… nada. Justo cuando terminó el cacheo entró otra agente con un perro. Era un bichito de esos adorables, pequeño, orejas caídas, pelo marrón… Quise acariciarlo para despistar.

Pero no coló… el animal comenzó a ladrar como loco. Se acercó a mí alargando hasta el límite la correa. La mujer se acercó dándole más espacio. El perro acercó el hocico a mi entrepierna y siguió ladrando.

En ese momento la primera agente me sujetó desde atrás…

  • Señorita, me temo que vamos a tener que hacer un registro interno.

Esa expresión “registro interno” me paralizó. Noté como la mujer juntaba mis manos en mi espalda. ¡¡¡Ayyy!!! Algo metálico y frío me está apretando una muñeca… Me está esposando.

  • Aún no estás detenida pero debo ponerte los grilletes, por seguridad de todos -informa ella.

Acto seguido, me obliga a arrodillarme sobre una silla. Me quita las sandalias.... Zarandeándome como a un muñeco me coloca de pie contra la pared. ¡¡¡Ehhh!!! Me está desabrochando el pantalón… un short vaquero cortísimo… no puedo evitarlo. También me baja las bragas.

Echando lubricante sobre los guantes realizan el registro interno. La otra mujer me sujeta. Me separa más de medio metro de la pared. Sujeta las esposas con una mano tirando hacia atrás mientras con la otra empuja mi nuca y aplasta mi cara contra la pared.

¡¡Ahhh!! zorra…. no quiero tu mano en mi chocho. ¡¡Ahh!! Ya lo encontró…

Nooo… ahora detrás… ¡¡¡Ahh!!!

Me sueltan… Con las manos sujetas atrás y desnuda de cintura para abajo vi las dos bolas sobre una mesa, junto a mi mochila. Ya no existía el plástico pero sí la goma… Yo llevaba dos bolas de goma, una en cada orificio. Sin dejarme vestir, sentaron mi culo desnudo en la silla. Ellas se limpiaron, tiraron los guantes y comenzaron a rellenar un papel. Limpiaron las bolas. Con cuidado, una de ellas abrió las bolas y extrajo un poco de polvillo marrón claro, brillante…

  • ¡¡¡Azúcar moreno!!! Rubita, ahora sí estás detenida.

Por supuesto, no era azúcar… Tetra-clorina, la droga de nuestros tiempos. Se consume por vía digestiva, como quien ingiere una cucharadita de azúcar. El efecto es bestial, un viaje alucinante. No tiene efectos secundarios físicos, los adictos no parecen yonkis. Se dice que produce arrebatos violentos, esquizofrenia y otros desórdenes mentales.

La isla de la que volvía, aparte de destino turístico, es un “hub” mundial en el tráfico. Se dice que su gobierno está comprado… Y sí… yo acepté ser mula de droga. Ya me lo habían dejado claro: “si te detienen, nunca te hemos conocido, tú no sabes nada”... Era cierto que no sabía nada… Un encuentro en un lugar oscuro, un desconocido encapuchado… Billete de ida y vuelta y reserva de hotel comprados en efectivo. Alguien pasa por el hotel y me deja las bolas en recepción… Alguien me buscaría en el supermercado un par de días después de llegar. Con las bolas me dejaron una nota:

  • Cuando salgas del país, puedes llevarlas donde quieras. Al llegar a la aduana, deberás esconderlas en tu cuerpo… ya sabes cómo.

Y eso hice… visité el baño cuando sabía que faltaba alrededor de una hora.

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Las agentes me vistieron sin mucho cuidado. Me llevaron a una oficina donde tomaron mis datos. Me quitaron las esposas para tomarme las huellas y hacerme firmar papeles. Luego me pusieron otras por delante… viejas, siniestras, parecían sacadas de una mazmorra. Me encerraron en un calabozo minúsculo de dos metros por uno y medio.

Un par de horas después me llevan a un despacho… Un agente me interroga. Doy mis datos y sólo eso… No sé nada. Insiste… digo lo que sé que es lo mismo que nada: como me lo contaron, como me pasaron la droga, no sé a quién debía dársela, tenía que esperar.

Seguramente, ellos estaban vigilando la salida de viajeros. Ya sabrán que me han detenido, eso me dice el hombre...

El tipo es un cuarentón bien conservado. No me resulta desagradable como habla… A lo mejor es síndrome de Estocolmo, estoy esposada e indefensa ante él. Le pregunto por la posible condena. Es sincero… “trabajos forzados”... Era mucha cantidad, podrían ser treinta años.

¡¡¡Treinta años!!! Acabo de cumplir diecinueve… Saldría con casi cincuenta, hecha polvo por trabajar de sol a sol…

El hombre se levanta y se dirige hacia la puerta. Va a llamar a una oficial para que me devuelva al calabozo. ¡¡¡Nooo!!! Ahora al calabozo no… No quiero que me encierren ahora allí…

No sé qué decirle… empiezo a hablar un poco a lo loco. Le doy detalles irrelevantes sobre el encuentro con el tipo. Él se da cuenta…

  • Señorita, el interrogatorio no da más de sí… Ahora la llevarán a su celda.

Me coge por las esposas y tira para levantarme de la silla… No puedo evitarlo. Me queda una baza… He visto como me mira. Ningún chico me dijo nunca que no…

Me echo sobre él… Lo intento besar en la boca, me saca la cabeza. Él se deja. Le meto la lengua… le toco la entrepierna. No es lo que diría un tío bueno pero sí aceptable. Y yo estoy por aceptar todo…

MI camiseta de tirantes tiene tres botones. Él los suelta… saca mis tetas por fuera. Me confiscaron el sujetador al encerrarme. Me besa los pezones… los chupa, los mima…

Me baja pantalón y braga… Se arrodilla delante de mí y comienza a chupar… chupa lentamente… ¡¡¡Ahhh!!! Ningún jovencito me había hecho esto. Por eso gustan tanto los maduritos…

Sigue chupando… Me descontrolo, tiemblo, chillo… estoy a punto del orgasmo.

En ese momento para… me tumba en el suelo y me folla sin piedad. Su polla erecta entra con facilidad en mi coño húmedo. Desde arriba me penetra… adentro y afuera, cada vez más fuerte, cada vez más rápido.

Nos quedamos exhaustos sobre una alfombra que cubre el suelo…

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¡¡¡Ehh!!! ¿Qué ha pasado? Me debí dormir…

Despierto en el temido calabozo, tumbada sobre una colchoneta sucia.

Sigo descalza, esposada, sin nada de cintura para abajo. Tirados en el suelo veo mis bragas y mi pantalón…

Hay poca claridad. Está amaneciendo.

Como puedo, me visto y recoloco mis pechos dentro de la camiseta. Con las esposas todo es más difícil.

Pasé todo el día encerrada. Por la noche me trajeron aquí… A la cárcel.

CONTINUARÁ