Mi diario (I): de como caí en desgracia.

Diario de una mujer que describe como ha degenerado el mundo en el que vive. Como se ha visto atrapada en una situación terrible. Un diario de desgracia, traición, humillación… Aunque también habrá amistad, solidaridad e incluso placer.

Empiezo aquí:

Hola… Éste es mi diario… Lo escribo desde muy pequeñita. Sigo siendo pequeña, metro y medio mal medido… y sigo escribiendo. Os empiezo a contar desde el 1 de agosto de 2050. Lo que escribí antes no era de gran interés… Además, no lo tengo disponible. Me vi obligada a dejar la escritura por un tiempo y la he retomado ahora mismo. Comienzo a relatar mis recuerdos desde esa fecha porque, para mí, fue una fecha importante.

Bueno, tal vez venga bien una introducción… Un resumen de los treinta años anteriores a ese día…

Nací en 2020… El año del COVID. El año en que se empezó a joder el mundo… Sí, así de duro. Siendo bebé, mis padres (y yo sin enterarme) vivimos colapso sanitario, confinamiento, rebrotes… Intentos fallidos de vacuna, crisis mundial…

Sabéis que la cosa fue a peor… disolución de organismos internacionales (OMS, ONU, UE…), reducción (práctica eliminación) del comercio y relaciones internacionales, empezando por el turismo.

Sólo podía haber un final… Sí, primero fue la nueva guerra fría… después, la guerra de verdad. Una tercera guerra mundial especialmente cruel… basada en destruir recursos, en reventar escuelas y hospitales que había costado tanto construir.

Fue entonces cuando un tal Benjamin Cohen inventó el misil conocido como “La venganza de David”... Un arma que se dispara desde el aire contra una zona de pozos petrolíferos o explotaciones de gas natural. El misil está diseñado para penetrar en el suelo hasta gran profundidad y crear un cráter ardiente… Una forma de hacer inservible el yacimiento.

Después de su primer uso contra las reservas de Arabia Saudita, otros ejércitos desarrollaron sus propias versiones… Incluso se consiguió convertir los pozos submarinos en infernales llamaradas verticales… mecheros gigantescos.

En poco tiempo las consecuencias del uso a gran escala de este tipo de armamento han producido el mundo en el que vivimos hoy:

  • Hay zonas enormes de la tierra inhabitables, con fuegos inextinguibles ardiendo y llenando todo de humo.
  • El resto se ha convertido en un erial… Lo que se llamaba cambio climático ha derivado en cataclismo climático. Sólo en algunos lugares remotos se conserva suficiente cantidad de vegetación.

Unido a eso la falta absoluta de hidrocarburos ha generado muchos problemas:

  • Ha desaparecido la fabricación de plásticos y resinas. Se intenta utilizar madera y  tela… el problema es la escasez de agua para la agricultura.
  • La generación de electricidad es muy escasa… Sólo quedan las centrales basadas en agua y viento… Los paneles solares ya no se pueden fabricar. Se están construyendo centrales de carbón. La mayoría de la gente tiene el “servicio básico”. Es casi como no tener nada… Con más de tres bombillas a la vez ya salta el limitador. El suministro es, además, muy inestable. Puede haber apagones en cualquier momento.
  • Casi han desaparecido los vehículos a motor… Existen coches basados en metanol (obtenido de la madera), trenes a vapor, barcos de vela y a vapor… Ha vuelto la minería del carbón…

Resumiendo, hemos vuelto a vivir como en el siglo XIX.

Políticamente, peor… vivimos en una mezcla entre la alta edad media y el far west. Como en la edad media, el mundo se ha dividido en pequeños distritos… Realmente son feudos. El regente de cada distrito actúa como un dictador en su pequeño territorio… dicta las leyes y castiga duramente a quien se las salta…

Se ha legalizado la posesión de armas y la detención ciudadana… Como en el far west, son frecuentes los tiroteos, los duelos… Si un infeliz roba una manzana, puede que la víctima decida darle una paliza y llevarlo atado a la estación de policía.

Puedes ir a la cárcel por cualquier tontería… Bueno, realmente a la cárcel no. Los condenados son literalmente “alquilados” a las multinacionales de la alimentación… Esas empresas han florecido cultivando alimentos en los únicos lugares fértiles… Algunas islas alejadas de la costa y algunas ubicaciones en África y América del Sur.

Necesitan mano de obra barata y, literalmente, pagan por el envío de reclusos condenados a trabajos forzados. Ha vuelto el esclavismo…

Debido al beneficio que obtiene el estado y a que necesita una buena relación con las multinacionales de la alimentación, si te acusan de algo estás perdido. Los tribunales obtienen condenas del 99%... Condenas largas, siempre a trabajos forzados. Los infelices son trasladados a las plantaciones, en condiciones penosas… Una vez allí cumplen su condena en un régimen que recuerda a los campos nazis. El régimen disciplinario es muy duro… cada mínima falta resulta en aumentos a la condena, con lo que muchos acaban, de facto, viviendo una cadena perpetua.

Se han añadido nuevos tipos penales impensables en cualquier lugar civilizado: la deuda impagada, la venta ambulante sin licencia y otras pequeñas faltas pueden hacer que termines en una plantación penal.

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01 de Agosto de 2050… Aquí empiezo. Había pasado la noche con mi novio… Menudo huevón… Pero aún echo de menos su polla dura penetrando en mi cuerpo. Por la mañana me lo propuso… Sabía que era el momento propicio. Gran idea: pediríamos un crédito, montaríamos un pequeño negocio. Podríamos vivir de ello y olvidarnos de jefes explotadores.

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01 de Agosto de 2051. El negocio va cada vez peor… Casi no gano para comer. El pendejo de Julián ha desaparecido a los dos meses, me ha dejado sola ante el peligro…

Llevo dos cuotas del préstamo impagado. A la tercera ya se considera delito… Vence esta semana… No puedo seguir durmiendo aquí. Vendrán a buscarme en cualquier momento. Tengo pesadillas con la cárcel. Joder, sólo es una deuda.

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He venido a casa de una amiga. Me ha tratado bien… me ha dado de cenar… La deuda venció ayer. Puede que ya esté en busca y captura. ¡¡¡Ufff!!! No creo, no son tan rápidos.

¿Qué? Dos de la mañana… Dormía en el sofá, en tanga y camiseta y ella ha venido… Todo está oscuro, silencioso… Ella se ha colocado sobre mis piernas. Ella chupetea mi coño desde fuera del tanga. Agarra la goma, me lo va a quitar… No, eso no… No quiero eso contigo.

  • Para…
  • Pensé que querías… Me abrazabas mucho, después de la cena.
  • Pero no me gustan las chicas.
  • Nunca lo has probado…
  • Puede que me guste pero así no…
  • Te he dado mi comida, te estoy ocultando en mi casa.
  • Tranquila, tengo un billete de tren, mañana me voy.
  • Vete temprano… Me levanto a las 9:00 y no quiero verte.

Así hice… Salí antes de las ocho de aquel apartamento. El tren era a las diez. No quise esperar mucho tiempo en el andén… eso sería sospechoso. Comienzo a pasear por la calle. Cuando falta poco tiempo, me dirijo a la estación… Camino encorvada, huidiza, intentando no llamar la atención.

Ahí está mi tren… Un lento tren a vapor propio de hace más de cien años.

Al dirigirme al vagón un hombre se pone en mi camino. Me hace parar… ¿Qué pasa? Una mujer uniformada llega corriendo… Es la policía de servicio en la estación. No entiendo cómo pero me han pillado… Apenas hubo tiempo para que el banco denunciara… ¿Distribuyeron mi foto a los agentes?

El hombre de paisano me enseña la placa. Me informa de que estoy detenida… ¡¡¡Ahhh!!! La mujer me sujeta las manos atrás con algo que cierra como una cremallera… Oigo el ruido siniestro, siento el frío del metal en las muñecas. Me ha esposado…

Allí mismo, en el andén, me cachea sin ningún pudor. Me mete la mano hasta la vulva, me toquetea el pecho… No encuentra nada, llevo todo en una pequeña mochila. Ella coge mi mochila y me arrastra zarandeándome… No sabía a dónde.

En el edificio de la estación había una pequeña oficina de policía… Allí me lleva. Me sienta frente a lo que debe ser su mesa de trabajo. Registra mi mochila… Apunta mis pertenencias (pocas) y prepara varios papeles.

Sólo entonces me libera las manos. Empieza por tomarme las huellas. Después debo firmar una hoja con mis datos que copió del carnet. Y otra con el inventario de objetos personales. La última es la exposición de mis derechos. La leo detenidamente… Cuando la estoy acabando, veo como saca un objeto de un cajón y lo pone sobre la mesa delante de mí…

No es el par de esposas que usó antes. Ése lo ha colgado de nuevo en su cinturón… El anterior era un par con mejor acabado, un producto industrial medianamente correcto. Lo que hay sobre la mesa es una chapuza terrorífica. Los eslabones están oxidados, los grilletes parecen cortantes.

Cuando firmo el papel, la mujer me habla con tono rudo, autoritario:

  • Fuera zapatos y cinturón… déjalos sobre la mesa.

Llevo sandalias de tela y suela de esparto, con cuña media de unos siete centímetros. Mientras me los quito, pregunto por qué. Al parecer son peligrosos, no puedo ir a la celda con ellos. La falda vaquera me llega a la rodilla, la llevo con cinturón porque perdí cerca de diez kilos el último mes. Toda la vida a dieta, no hay como agobiarse para adelgazar. Al quitarme el cinturón, temo que la falda se vaya al suelo.

  • El sujetador también -dice a gritos.

La verdad es que estoy más cómoda sin él… Llevo una blusa sin mangas, con escote barco y volante. Soy capaz de quitármelo sin enseñar nada.

  • Extiende las manos hacia mí, recatada...

Obedezco. Como temía me pone las esposas de la mesa. Primero la mano izquierda, después la derecha. Lo hace cuidadosamente… aprieta hasta que su dedo no cabe entre el grillete y mi piel. Se asegura de que mi muñeca no puede girar. El mecanismo cruje al cerrar, parece que, de viejo, se fuera a atascar y a aprisionarme para siempre. Realmente, no me equivocaba mucho. Hace lo mismo con mi mano derecha. La cadena central apenas me deja cinco o seis centímetros de libertad. Ella agarra las esposas con fuerza y tira para llevarme con ella, yo la tengo que seguir, indefensa como un cordero.

Hay una puerta pequeña y metálica al fondo de la oficina… La abre con llave y me obliga a entrar… Es una pequeña habitación rectangular. Deben ser tres metros de fondo por sólo uno de ancho. Hay un banco a lo largo y un ventanuco con reja al fondo. Bajo el ventanuco hay una letrina maloliente, un rollo de papel higiénico áspero cuelga de la pared. Está casi acabado, conozco esa marca… un papel oscuro y duro, es peor que usar papel de periódico. Veo otra chica sentada en el banco… Me ordena sentarme junto a ella y yo obedezco…

Oigo como se va, dejándome allí, esposada. Gimo en voz alta…

  • ¿No me puedes quitar las esposas?
  • No, no puedo, cariño… He perdido la llave -dice sarcásticamente.

La ventana es minúscula y es la única fuente de luz. La otra mujer se vuelve para mirarme… oigo un tintineo metálico, lleva esposas como las mías, tan deterioradas o más.

  • Acostúmbrate a los grilletes… A partir de ahora, los vas a llevar veinticuatro horas al día.
  • ¿Qué?
  • Sólo te las quitarán cuando te dejen ducharte y cambiarte de ropa, y será por el mínimo tiempo posible…

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Ante ese comentario no pude evitar caer rendida y desesperada. Apoyé mi espalda sobre la pared y cerré los ojos, intentando dormir y despertar en otro lugar. Iba a presentarme a mi compañera y preguntarle su nombre pero lo dejé para más tarde…

Cuando había pasado más de una hora (o eso me pareció), abrí los ojos al oír como se abría la puerta. La oficial introdujo a empujones a un hombre muy joven. Era un hermoso chico de color con pelo rizado y abundante. Llevaba vaqueros y camiseta rotas… Descalzo y esposado como nosotras, lloraba y suplicaba jurando que era la primera vez y que no lo volvería a hacer. La agente le regañó con tono de madre severa…

  • Robar a los viajeros del tren tiene estas consecuencias, niño...

Lo obligó a sentarse a mi lado y se fue cerrando la puerta.

El chico no podía dejar de llorar. Eso despertó en mí cierto instinto maternal. Cuando me dí cuenta, lo tenía en mi regazo con su pelo rizado apoyado en mis senos.

La otra chica se levantó y se sentó del otro lado de él… Entonces me fijé en ella. Unos veinticinco años y casi contraria a mí… Si yo nunca había llamado mucho la atención, ella es la chica que entra en cualquier sitio y se queda con todas las miradas. Rubia, piel dorada por el sol, ojos azules… Más alta que yo ( eso no es mucho mérito) falda cortísima y camiseta de tirantes. El pecho no era muy grande pero parecía firme, sin sujetador se mantenía levantado, se adivinaban sus pezones bajo la tela. Contrastaba con mis grandes tetas, blandas y desparramadas a lo loco bajo mi blusa. El chico parecía haber encontrado confort en ellas…

  • ¿Eres muy joven? -le pregunta ella.
  • Dieciocho el mes pasado -contesta él entre sollozos.
  • ¿Te pillaron robando?
  • Llevo robando toda la vida… o robo o no como. Sí, hoy me pillaron.

Para mi sorpresa y la de él, mi compañera le desabrochó el pantalón e intentó bajárselo. Él no entendía mucho pero se levantó un poco para permitirle la operación.

  • ¿Qué haces?
  • Aunque me veas fina soy puta… Un cabrón, cliente habitual, me delató después de follarme.

Ella siguió hurgando hasta que logró sacar al exterior un enorme miembro negro. Aquella polla era bonita y reluciente… al tocarla ella estaba reaccionando y comenzando a estar firme.

  • ¿Y por qué haces esto? -pregunta el chico.
  • Todos necesitamos relajarnos… Y chupar una polla hermosa y grande me relaja mucho.

Dicho eso, comenzó a lamerla… su lengua parecía grande y húmeda… chupó aquel miembro como si fuera un enorme polo de cola. Poco a poco la fue introduciendo en la boca… Yo notaba la excitación del chaval que se retorcía cada vez más. Movía su cabeza, frotando mis pezones mientras acariciaba el cabello rubio de la mujer.

Me alucinó ver como ella llegó a introducir toda aquella carne en su boca sin ahogarse. Avanzaba y retrocedía haciendo gemir y temblar al hombre. De repente, él hace un gesto con la mano para apartarla… ella se retira justo en el momento en que, como desde una manguera, sale un buen chorro de semen. En ese momento me noté muy cachonda. Entre el frotamiento de las tetas y el olor: mezcla de semen y sudor, olor a sexo en definitiva; se había disparado mi libido.

Parece que él se había dado cuenta porque comenzó a tocar mis senos desde fuera del escote. Sus manos negras eran fuertes pero con la piel suave. Al hacerlo comenzó a sonar un inevitable tintineo de la cadena de las esposas… Yo me recosté mirando hacia arriba y cerré los ojos para disfrutar la ocasión… Hacía mucho que no tenía sexo. Julián y yo, dejamos de follar en cuanto empezaron los problemas económicos.

Entonces noté unas manos por dentro de mi falda…

  • Necesitas relajarte chica, déjame comerte un poco el coño… también se me da muy bien comer coños.

Era ella, la buscona. En esas circunstancias la dejé hacer… Me bajó las bragas sin quitarme la falda… Enseguida empecé a notar su lengua en el clítoris. Me chupó igual que había hecho con la polla de él… De menos a más… No pude evitar retorcerme de placer… También empecé a gemir… Intenté evitar chillar mucho. La sensación, los temblores, el calor fueron a más, hasta que me corrí sin control...

Él y yo estábamos descansando tirados en el banco, ella se quedó sentada en el suelo frente a nosotros. Entonces me preguntó…

  • Tú nunca habías estado entre la mierda, ¿NO?
  • ¿Qué?
  • Que nunca habías estado entre delincuentes, con prostitutas y ladrones… Eres, o eras, una buena ciudadana.
  • Me han detenido por deudas impagadas…
  • Por eso estás tan asustada… Yo también, no creas, sabía que me podían coger pero me había librado hasta ahora.

La prostitución no era delito hasta hacía pocos años. Igual que las deudas y otros “delitos” que se añadieron en la última reforma penal. En todo caso, a los tres nos esperaba una condena a trabajos forzados y ser enviados a una plantación.

Una vez roto el hielo, pasamos todo el día contando nuestras historias. Ya anochecía cuando oímos voces…

  • Partió el último tren del día, ¿Hay prisioneros que trasladar hoy?
  • Sí… dos mujeres y un hombre.
  • Pues nos los llevamos al caldero.
  • Vale… vamos llevando sus cosas personales al transporte y preparo papeles.
  • Te dejo tres pares de esposas.
  • Claro, hay que reponer material.

Ante esa perspectiva recompusimos nuestra ropa como pudimos. La mancha de semen en el suelo se había secado pero el olor seguía en el aire.

Abrieron la puerta… entró la oficial porra en mano.

  • Vamos, ha llegado vuestro autobús… vais a la cárcel del distrito.
  • Vaya olor… Se os acabó el recreo, en la cárcel no os van a dejar jugar -añadió.

En fila india salimos de la celda… Nos llevaron por un camino diferente al que usan los pasajeros. Llegamos a la calle. Allí estaba… un carro tirado por dos caballos. No usan vehículos a motor para esto, el metanol es muy caro. La parte de atrás del vehículo era una jaula. Cuatro paredes y techo cerradas con malla de alambre metálico. Abren por atrás, además de la puerta hay una rampa de madera que bajan para que podamos subir.

El suelo es de madera, no hay bancos ni nada. Sí hay dos prisioneros sentados, descalzos, esposados. Sucios y harapientos, parecen los típicos habitantes de los bajos fondos… el desecho social. ¿Ahora yo era parte de eso? Al ver llegar a dos mujeres comenzaron a decir barbaridades… Nuestro amigo se colocó entre ellos y nosotras. Un oficial golpeó con fuerza la reja con la porra…

  • Silencio… -dijo.

Cerraron con un candado y subieron la rampa. El carro nos paseó por las calles de la ciudad. Parece que su función era recorrer los pequeños puestos de policía para recoger infelices y llevarlos a la cárcel.

A esa hora, la ciudad estaba como siempre: triste y vacía… Después de dos paradas y de recoger algún “pasajero” más llegamos a la cárcel… Sabía de la existencia de este lugar situado a las afueras pero nunca pensé que entraría… Fue un antiguo colegio… Hoy alberga la comisaría central en el edificio principal que da a la calle. Detrás hay un patio rodeado por un muro. Allí, en lo que fue un patio de recreo infantil hay varios barracones donde encierran a perdedores y perdedoras.

Nos llevaron a una especie de sala de recepción… Había dos mostradores. Para hombres y para mujeres. Sólo éramos dos tías… Comenzaron por nuestro amigo y por mi compañera. Un momento en el mostrador, comprueban papeles, recuentan los objetos personales. Después se los llevan a sendas salas al fondo. A él lo acompañan dos agentes hombres… a ella dos mujeres.

Unos minutos después, veo como llaman al siguiente tío… Al mismo tiempo sacan a nuestro chico, arrastrado por las esposas. Le han quitado su ropa y lleva lo que parece un camisón azul de tirantes. No cubre mucho su enorme cuerpo y se adivina un calzoncillo negro debajo, diferente al que llevaba antes.

Entonces veo como sacan, igualmente esposada, a mi compañera. Lleva el mismo camisón de menor talla…

Sé que me toca a mí… Estoy sentada en un banco frente al mostrador y no tengo ganas de levantarme en absoluto.

  • ¿Qué?, ¿Descansando?... Ven, de una vez -me grita la oficial desde detrás del mostrador.

Comprueban todo. Vuelve la agente que se llevó a mi amiga y me conducen a la temida sala. Me quitan las esposas… ¡¡¡Qué alivio!!! Intento disfrutar el momento masajeando las muñecas.

  • Toda la ropa fuera, ¡¡¡Ya!!! -me gritan.

Bajo la falda… Veo que me siguen mirando. Me quito la blusa y me tapo las tetas…

  • Bragas fuera -me vuelven a gritar.

Obedezco, tapo el coño con una mano y las tetas con la otra…

  • Muy pudorosa ahora pero te encierran con un negrito en la celda y ¡¡¡a disfrutar!!!

Con tranquilidad meten toda la ropa en una bolsa de lavandería… Las apuntan como anexo en la lista de objetos personales. Me hacen firmar otra vez… Han puesto también sujetador, calzado y cinturón…

Me dan una braga negra… la pongo rápidamente… es fea y áspera. Es de mi talla pero parece de hace cien años… al menos me tapa.

Me dan el camisón… Es un mero tubo de tela con dos tirantes. Curiosamente sujetos con botones tanto delante como detrás… En cuanto lo tengo puesto veo a la oficial con las esposas preparadas. Extiendo las manos y me dejo engrilletar. Resistirme sería peor…

Esperaba que me llevaran ya, pero no. Falta que me pongan una chapa de identificación… Es simplemente una plaquita como un número. La colocan en mi cuello con una cadenita, noto como la aseguran con un pequeño candado en mi nuca.

Después sí… me lleva la otra agente, tirando de las esposas. Salimos al patio… Ya es de noche, pero voy descalza y noto hierba fresca bajo mis pies. Me arrastra a uno de los barracones.

  • Módulo de mujeres pendientes de juicio… -dice ella en la puerta.

Extrañamente no abre, llama. Una guardiana abre la puerta metálica desde dentro. Pasamos a una antesala de unos dos metros cuadrados. A la derecha hay una puerta abierta… parece que es un habitáculo para la guardiana del pabellón.

Hay una segunda puerta, reja metálica… la mujer la abre y me obliga a entrar…

El módulo es una sala de cuatro paredes sucias, que en tiempos se pintaron de blanco. Puede medir diez metros por cinco… Hay colchonetas tiradas en el suelo, ventanas pequeñas y enrejadas y creo distinguir una letrina y una pileta en una esquina.

Estaba iluminado por dos bombillas peladas. Como pude me acomodé en una colchoneta al lado de mi única conocida. Me trajeron un pequeño cazo metálico con agua y un bocadillo de pan duro. Comencé a devorarlo porque llevaba todo el día sin comer. Al primer mordisco oí como cerraban la puerta de reja.

Aquella comida era asquerosa pero la acabé en un par de minutos… Justo al terminar, la guardiana se coloca tras la puerta y grita:

  • Se apagan las luces, señoras… ahora a roncar.

CONTINUARÁ