Mi diario
Mi historia de lo que pasó en la universidad mis amistades y mis aventuras a lo largo de 4 años
--Todos los personajes son mayores de edad—
He pasado un buen tiempo en esta página ya, me deleito al leer los relatos de varios autores y hoy quiero poner mi granito de arena, me vuela la cabeza imaginar cuanto de lo que hay escrito aquí es verdad o ficción y hoy les presento mi historia, las situaciones aquí narradas sucedieron de la misma o casi de la misma manera en la que están escritas, los lugares y nombre de los lugares fueron alterados para proteger mi identidad porque quiero permanecer anónima.
PROLOGO
Cuatro años han pasado desde que tuve el valor de decirle a mis padres que me iba ir a la universidad, hoy con mi titulo colgado de la pared frente a mi escritorio me he convencido a mí misma de reescribir las paginas de mi diario que narran esta, que fue la aventura mas grande de mi vida, hasta ahora…
En un día de la última semana de un julio de 2015 justo el día de mi cumpleaños número 19 cuando la celebración había terminado me acerqué a mi padre para decirle que había decidido que hacer con mi vida, después de un año sabático decidí que mi próximo paso era la universidad, los estudios superiores nunca fueron del interés para nadie de la familia, mis padres, al crecer con precariedades no tuvieron nunca la oportunidad para estudiar de jóvenes, fue hasta después de que yo naciera que se decidieron a estudiar y todo por que su trabajo se los demandaba, al ser la más grande de la familia tampoco nadie había siquiera intentado esa proeza, fuera de mi familia nuclear veían a los estudios superiores como una montaña, esta ahí, es gigante y difícil, con mucho esfuerzo la puedes dominar, pero ¿Por qué habría de hacerlo?
En mi familia nuclear somos 4 personas contándome a mí, mi madre Naoko, mi padre Rafael mi hermana Regina mas pequeña que yo por dos años, y yo, Hana, por si algo no te cuadra, sí, mi madre nació en otro país, japón, pero nunca a esta fecha hemos visitado el país. Mi madre llego con mis abuelos hace ya muchos años y por mas que pregunto por que decidieron venir a vivir a México cada vez que produce una respuesta, es una historia completamente distinta a la anterior, cosa que me dice que, o no quiere hablar de eso, o es una historia tan aburrida que prefiere decir una mentira para entretenerse.
A diferencia de Regina, yo no recibí ningún rasgo asiático de mi madre, solo el color de piel blanco pálido y unos ojos tan imperceptiblemente rasgados que solo algunas personas se daban cuenta de mi ascendencia de esos países de oriente de los que se muy poco, mido 163cm y tengo el cabello lacio delgado y castaño gracias a mi padre, nunca he sentido que me faltan pechos, pero tampoco que me sobran y de la cintura para abajo estoy curveada gracias al deporte que he practicado desde que era una niña, de esas piernas estoy orgullosa por que yo misma me las gané, nunca he sido ajena a la vida a mis 19 años ya había tenido uno que otro desliz con algún novio de la preparatoria pero nada que durara mucho tiempo, o que me hiciera buscar activamente hombres por la vida, pero de sexo yo ya conocía o al menos eso creía.
Creo que eso era lo que mas le preocupó a mi padre cuando le dije que quería estudiar la universidad y que me iba a mudar de casa para poder hacerlo, antes de irme a la cama pasé por el cuarto de mis padres para desearles buenas noches y me senté a platicar con ellos un momento
- “Ya tomaste tu decisión entonces” -dijo mi padre.
- Sí, creo que las ciencias de la naturaleza me llaman, ¿Qué opinas?
- Hija, de dos cosas puedes estar segura, uno, yo nunca voy a meterme en tres de tus elecciones de vida, la de tu carrera, la de tu pareja, y la de tu familia y dos, tu madre y yo te vamos a apoyar
Y en eso tenía razón mi padre jamás me reprocho ninguna decisión de vida que tomara, inclusive si era mal vista, siempre me dejó, expresarme como quise, y hasta cierto punto gozaba de mucha libertad, pero a cambio en algunas cosas era muy poco flexible, siempre quiso que lo llamara “padre” y nunca “papá” o “papi”, y siempre hablaba con paremias, por lo que a veces era tan repetitivo que sacaba de quicio a todo mundo.
- ¿Ya decidiste la universidad? -preguntó mi madre.
- Creo que sí, iré a ver la facultad con mis amigas el próximo jueves.
- ¿Se va a inscribir contigo alguna? -me lanzó otra pregunta intrigada-
- Creo que Gaby, pero aún no está segura.
Al escuchar eso respiraron aliviados porque Gaby era mi amiga desde el preescolar y confiaban mucho en ella.
Después de esa conversación las semanas siguientes fueron demasiado rápidas, conocí la facultad, me gustó, estuve encerrada unos meses estudiando para el examen de admisión y finalmente el día que llegaron los resultados respiré aliviada cuando me aceptaron, biología sería.
CAPÍTULO I “¿Entonces cuantos somos?”
Pasando unas semanas de revelados los resultados del examen de admisión y con los trámites de la facultad ya hechos, salí con mi mamá, la mamá de Gaby y Gaby a la ciudad a comenzar a ver departamentos en los cuales quedarnos, la vida en la ciudad es muy activa y eso de buscar lugares es agotador, pero Gaby y yo estábamos muy emocionadas de las opciones que teníamos, puedo decir que tuvimos mucha suerte porque al final del día el último que visitamos nos encantó, era uno cerca de la facultad, a unos cuantos minutos caminando por una avenida importante y transitada, el lugar era barato, y podríamos tener nuestro propio cuarto, y el lugar era hermoso, una puerta hacia una escalera entre dos grandes edificios marcaba la entrada, había que subir tres pisos al techo de uno de esos edificios, pero al final de las escaleras entrabas a una gran sala muy bien decorada y un ventanal enorme con vista a la ciudad, la cual estaba contigua a una cocina enorme sin refrigerador pero con una barra exclusiva para hacer café, un pasillo que conectaba todo a las habitaciones y al final del pasillo una gran terraza de unos 20m 2 con sillas y sillones de exterior desde donde se podía apreciar la ciudad.
- La zona es muy tranquila, y yo vivo a unas cuadras de aquí, por si ocupan algo puedo venir inmediatamente -Dijo el arrendador mientras le mostraba las amplias habitaciones con refrigerador propio a nuestras madres.
Mientras nosotras veíamos encantadas el lugar yo me percaté de varias cámaras, una a la entrada, otra en las escaleras y una en la terraza, mientras me senté en el sofá cama de la sala miré de reojo a la cámara apuntada a mi cara, me pareció extraño que alguien quisiera ver que se hace en la sala de un lugar donde viven varias personas, pero no le tomé mas importancia por ahora, contamos 10 puertas de cuartos las cuales estaban numeradas del 0 al 9 y dos de ellas estaban vacías, según la explicación del arrendador había hasta el momento 4 hombres y 4 mujeres viviendo en el lugar y cada dos cuartos había un baño el cual estaba conectado por un pequeño pasillo al fondo, los cuartos solo tenían una ventana hacia la ciudad y dos puertas, una hacia el pasillo principal y otra hacia el pasillo de el baño, los cuartos aunque delgadas las paredes eran muy privados, lo noté cuando mi madre me trato de hablar desde dentro de uno y aun con la puerta abierta yo no escuché nada
- ¡Hana!, te habla tu mamá – salió a decirme la mamá de Gaby mientras ella caminaba a la sala para hablar con su hija.
- ¿Te gusta el lugar? -Pregunto mi mamá.
- Me encanto la cocina, y las maquinas de café como las que tienen en las cafeterías, me pregunto cómo se usan.
- Lo descubrirás pronto, ¡nos quedamos con el cuarto!
Solo atiné a sonreír, mi mamá salió hacia la sala siguiendo a la mamá de Gaby y el arrendador, me recosté sobre el colchón del cuarto el cual era inusualmente duro, perfecto para mí. Mientras veía el techo, me preguntaba que clase de personas vivirían aquí, hasta ahora no había visto a nadie, me perdí en mi mente un rato hasta que escuché un golpeteo en la puerta.
- Así que eres la nueva, eh. -Escuché de una voz muy femenina
Inmediatamente me integré en la cama, era una chica más o menos de mi edad con el pelo negro completamente y mas lacio que el mío, un poco mas bajita y con una sonrisa que parecía que no tenía ojos.
- Jaja, es broma aquí todos somos “nuevos” - hizo gesto con los dedos comillando la palabra,
- Me llamo Astrid, mi cuarto es el del frente, el uno.
Estaba tan perdía en mis pensamientos que me tomó un segundo volver al mundo
- Hola, me llamo Sofía
No sé por que le dije eso, a mi nadie me dice Sofía mas que mi abuela Carlota.
- Digo, Hana, bueno Hana Sofía – Dije de manera torpe
- Bueno Hana Sofía, ¿Cuándo te mudas? – Pregunto con una sonrisa.
- Aún no lo sé, pero supongo que el próximo fin de semana – Respondí.
- Genial, le avisaré a todo mundo entonces, hay que hacer una bienvenida para las nuevas integrantes ¿No crees?
- Estaría súper – Respondí.
- Entonces ya solo falta que le firme el contrato el sábado que traigamos sus cosas – Se escuchó a mi madre decir mientras llegaba a la puerta del cuarto.
- Hola Astrid, ¿Todo bien? – dijo el arrendador que se percataba de la presencia que me acompañaba en una esquina de la puerta.
- Todo bien don Pablo. – Respondió Astrid sonriendo.
- Pues por ahora sería todo, aquí tienes las llaves del cuarto Hana. – Dijo don Pablo al entregarme un hermoso llavero de dos elefantes unidos de la cola con sus trompas.
Me despedí brevemente de Astrid, al salir del lugar me encontré con un chico que iba subiendo las escaleras, al ser estrechas pasamos cerca uno del otro mientras me decía, “buenas tardes”, no pude ver bien su cara por que tenía una sudadera puesta y la capucha arriba, pero tenía lentes de sol y una mochila negra en su espalda, al pasar cerca de mi noté un fuerte olor a fruta dulce, como de alguna loción.
Salimos del lugar y fuimos a un restaurante de comida rápida por algo de comer antes de regresar a nuestras casas, al regresar mi mamá me decía mientras manejaba:
- Pues te vamos a venir a ver si podemos, y el fin de semana si quieres puedes volver a casa a visitarnos, dos horas y media de camino no es tanto para una visita de dos días.
Tenía razón.
El sábado llegó y la mudanza se hizo como se esperaba, empacar mis cosas fue lo más difícil, ¿Qué llevo?, ¿Me servirá esto?, murmuraba mientras trataba de hacerme una imagen en mi cabeza de como sería el día a día, repaso mis rutinas y recuerdo los objetos más indispensables que uso.
- ¿Oye te vas a llevar a Norberto? – Me decía mi hermana mientras me veía desde la otra esquina del cuarto
Norberto es un peluche de un dragón que tengo desde que tenía 5 años, ha pasado de todo, una vez, a los 6 años, mi padre tuvo que dar media vuelta en unas vacaciones familiares a medio camino por que olvidé a Norberto en casa.
- Obvio sí burra, no te lo voy a dejar, que tal si mi padre lo tira a la basura. – Dije con una preocupación legitima.
- ¿Y a concepción?
Concepción era un peluche mediano de un pan con ojos, me daba mucha risa cuando lo veía y recordaba su nombre por que el pan se llama concha, y para quien no entienda, en mi país, concha es el sobrenombre con el que se refieren a las personas que se llaman Concepción.
Ay no sé chaparra, si quieres esa te la quedas tu.
“Uno es esclavo de sus palabras.” – Dijo imitando a mi papá mientras salía contenta de mi cuarto.
Obviamente el cuarto no se vació, mi nueva habitación era mucho mas pequeña y con menos espacio, aunque era suficiente, comprendí que tal vez sí tenía muchas cosas que no necesitaba como mi papá siempre decía.
Llegamos Gaby y yo a nuestra nueva casa ya pasadas las 3 de la tarde, nuestros padres estuvieron hasta las 7 pm ayudándonos a desempacar y haciendo los últimos trámites de el contrato de arrendamiento, esta vez vi a otras dos chicas rondando por ahí de su cuarto a la cocina y a la sala, aunque solo se limitaron a decirme “Hola”, don Pablo me explicó las reglas de la casa, nada de fiestas, nada de visitas en los cuartos, nada de visitas por la noche, las puestas se cierran a las 11 pm y me dio su número de teléfono, una vez acabado todo el ajetreo, mi papá nos llevo a todos junto con la familia de Gaby a cenar a un restaurante de comida italiana en el cual comí hasta reventar.
- Yo voy a descansar de esta sonsa. – Dijo Regina mientras zampaba un pedazo de pasta sin darle cuartel
- Yo sólo quiero que les vaya muy bien. – Contestó el padre de Gaby mientras reaccionaba con risas al comentario de mi hermana.
Antes de salir del restaurante al pagar mi padre me entregó una tarjeta a mi nombre para emergencias me abrazo y me dijo
- Asegúrate de comerte al mundo
- Si el mundo fuera pasta Regina ya se lo hubiera acabado. – Le respondí bromeando.
- Es enserio Hana, tienes que esforzarte. – Me llamó la atención mi mamá levemente.
- Claro que sí. – Respondí como niña de 10 años.
Poco sabía de la cantidad de aventuras y mundos que estaba a punto de comerme…
Al regresar a el departamento, nos despedimos de nuestra familia en la entrada, abrimos la puerta del medio de los dos edificios y nos preparamos para lo que seguía en nuestra vida.
Al subir las escaleras las luces se encendieron solas y volteé a la esquina para ver directamente la cámara de seguridad viéndonos, no me deba ninguna sensación de seguridad tener una cámara dentro de casa, pero de nuevo me dedique a pensar en otra cosa, al subir las escaleras me encontré con una agradable sorpresa, había muchas personas esperándonos en la sala con una pequeña manta sobre la tele que decía “Bienvenidas” y , en el aparato de sonido se reproducía “Stuck on the Puzzle” de Alex Turner.
Noté algunas botellas de alcohol en el suelo y sobre la mesa de centro, lo cual me preocupó por las reglas de don Pablo que me recitó hacia apenas unas horas, pero puse mi mejor sonrisa y me dediqué a saludar a todos, entre hombres y mujeres éramos 9 presentes, mientras saludaba a todos, me decían sus nombres y me preguntaban cosas sobre mí el décimo integrante de la casa salió de su habitación, me robó la atención inmediatamente y no pude pensar en nada más, un chico bien parecido con un porte enorme una barbilla cuadrada y bien definida, sin barba y un peinado de libro abierto con pelo color castaño obscuro, salió de su cuarto vistiendo un blazer y zapatos de vestir, lo vi en cámara lenta al ritmo de la canción.
Gaby se dio cuenta de la cara de fantasma que tenía mientras veía a el chico misterioso, rápidamente atinó a golpearme levemente las costillas con el codo, recupere inmediatamente la postura, pero creo que había sido demasiado obvia.
- ¿Entonces cuantos somos? – Dijo con una voz varonil y gruesa, que hizo que resonara en todo mi cuerpo.
No es posible que una persona tenga tanto impacto en mi atiné a decirme a mi misma, pero no podía quitarle los ojos de encima, cuando pasó frente a mi para alcanzar una cerveza no pude evitar voltear a ver sus piernas y su trasero bien definidos que se marcaban atravesó de su pantalón ajustado, sentí como si hubiera visto a un hombre por primera vez, una fuerte sensación de deseo me invadió.
- Diez, ya por somos diez. – Interrumpió Astrid sacándome de el segundo coma que me provoco ese chico.
- ¡Ya estamos completos entonces!, Me llamo Francisco, bienvenidas a Soledad 649.