Mi diario (05: Tedio)
Un adolescente aburrido, decide visitar al inquilino de su abuela y se sorprende al conocer a dos nuevos amigos.
MI DIARIO (V)
TEDIO
Como ya les conté con anterioridad, mi abuela vivía siempre en asuntos religiosos. Un sábado ella se fue desde temprano a un retiro, y yo me quedé todo el día solo, sin saber qué hacer, ya que ese fin de semana no tenía programado ningún juego de voley-ball, como siempre acostumbraba.
Aburrido, salí a la calle buscando qué hacer y, para matar el tiempo, decidí ir a visitar al señor Ramírez, el inquilino de mi abuela, con la intención de ver si los fusibles que le había llevado (Mi Diario III) estaban funcionando bien y... algo más.
Llegué hasta su casa, llamé a la puerta y salió Rafael (el señor Ramírez). Me miró con algo de sorpresa y me invitó a pasar a la sala. Al entrar, pude ver que no estaba solo y, excusándome, pretendí retirarme. Rafael me dijo que no me fuera y que les hiciera compañía.
Los otros circunstantes eran amigos suyos: Aníbal, un hombre moreno, algo gordo, de unos 30 años y Rogelio, blanco, alto, y de unos 28 años.
El primero vestía una playera y un bermuda, mientras que el segundo vestía un suscinto boxer, cortado casi a ras de las ingles, y llevaba una camiseta sin mangas, que dejaba al descubierto gran parte del torso desnudo. Me fijé entonces que del diminuto pantaloncillo que llevaba puesto, sobresalía un bulto más que apreciable. Intenté no mirarle, pero creo que se dio cuenta de mi mirada furtiva a su paquete.
Yo iba preparado para tener relaciones sexuales con el señor Ramírez, pero la presencia de aquellos extraños hizo que me sintiera desconcertado y, hasta cierto punto, decepcionado.
El señor Ramírez trajo unas bebidas y mientras conversábamos, pude observar que, por debajo del pernil del minúsculo pantalón de Rogelio, le sobresalía un pedazo de nabo enorme. El hombre parecía no haberse dado cuenta, pero lo cierto es que se lo acariciaba levemente con la mano, y eso hacía que le creciera más. Debí permanecer mirando más de la cuenta en esa dirección, porque el hombre me devolvió la mirada. En su cara se pintaba una sonrisa picarona.
--Vaya, vaya, conque has encontrando algo que te gusta, ¿eh?
Y, como quien no quiere la cosa, se sacó la verga y la sostuvo erecta entre sus dedos.
- ¿No quieres acariciarla? -preguntó.
No me hice de rogar. Estaba muy caliente, era blanda y al tiempo rígida, e instintivamente, empecé a masajearle el nabo, mientras los otros dos hombres se acercaron con evidente interés. Vi entonces como Aníbal se quitaba los bermudas y se agachó a mi lado, desnudo, ya que se había quitado también la playera. Tuve entonces muy cerca otra verga, erecta, realmente apetitosa. Acerqué mi otra mano a ese cilindro de carne morena, largo, duro y grueso. Empecé a pajearlo también, mientras Rafael se acercaba aún más. Pronto aquello se convirtió en una orgía, y tuve las tres vergas palpitantes ante mí.
Mientras masturbaba a mis dos nuevos amigos, alcé la cabeza y atrapé con mi boca la polla de Rafael. Al metérmela entre los labios sentí como mi propio pene, ya bastante entonado, se hinchaba hasta ponerse a tope. En ese momento me sentí realmente a gusto. Lo mamé con fruición, con una pasión que ignoraba poseer, ya que mi cerebro estaba loco e hirviendo poa la pasión.
Estaba en una posición algo difícil, pero Rafael se colocó de tal modo que me permitió meterme su polla hasta la empuñadura. En cada embolada rozaba con mi nariz en sus huevos, y tenía desde allí una cautivadora visión del agujero de su culo, que pedía a gritos una lengua que lo ensalivara.
Pero los otros dos no se quedaron quietos. Comenzaron a acariciarme y sus manos me fueron dando masaje, haciendo crecer mi verga a tamaños nunca antes vistos.
Tuve que compartir mis caricias, repartiendo mis atenciones entre los tres. Mamandoi a uno primero, luego al otro y finalmente al otro, sin dejar de masturbar a los que no mamaba en ese instante.
De pronto, el rabo que tenía en la boca, perteneciente a Rogelio, comenzó a largar su leche y el sabor del semen, me resultó exquisito. No lo pensé dos veces y me lo tragué todo. El pene de Aníbal remplazó al de su amigo, me llenó la boca y me lo tragué con glotonería. Noté que estaba cerca de correrse, y redoblé mis esfuerzos al notar que casi se derretía en mi boca. Sentí entonces un placer especial, cuando la lengua de Rafael, que se había colocado atrás de mi, entre lisa y áspera, acarició el ojete de mi culo.
Comenzó a lubricarme el agujero con su lengua. Cuando sentí, aquella lengua metérseme no menos de 7 u 8 centímetros dentro del recto, creí que me moría de gusto. Me retorcía de placer a cada lengüetazo, mientras seguía mamando alternativamente las pollas de los otros dos y masajeando la que por turno tenía en la mano.
Pronto la lengua que tenía dentro del culo fue sustituida por la polla de Rafael. El agujero, bien lubricado por aquella lengua húmeda y caliente, dejó entrar con cierta facilidad aquella polla, aunque al principio confieso que me dolió un poco. Pero en cuanto se adecuó mi agujero a aquel nuevo inquilino, todo fue sobre ruedas. Me sentía hervir de placer por detrás, pero también con el mástil que acariciaba con mi lengua.
El pene en mi boca comenzó a largar leche, una gran cantidad de semen, que hube de tragar para que no se me escapara de la boca. Sentí un calor inmenso en mis entrañas y entonces me percaté de que el pene que tenía dentro del culo se hinchaba en preparación para un orgasmo, por lo cual retrocedí para ensartarme aún más, si ello era posible, mientras seguía escanciando semen la verga en mi boca.
Rafael, quien me follaba por el culo, empezó a correrse también, y sentí como las entrañas se me llenaban de leche. Cuando ya no les quedó ni una gota a ninguno de los dos que me follaban, pude ver que Rogelio estaba derrumbado en un sillón y su verga estaba recuperando la erección, por lo que decidí ayudarlo, con mi boca.
Aníbal estaba apoyado en el sofá. Me puse de pie y fui tras él. Coloqué mi pene entre sus nalgas y empujé. Para sorpresa mía, no tuve ninguna dificultad para penetrarlo y con facilidad me fui hasta el fondo. Rogelio se acercó y colocándose atrás mío, colocó su verga erecta frente al orificio de mi culo y me penetró.
El señor Ramírez, no quiso quedarse atrás y, pajeándose, se aproximó a mi, colocándome su verga frente a la cara, para que yo la tomara en mi boca y comenzara a mamarla. Me follaron ambos, uno por la boca, el otro por el culo, al tiempo que yo estaba poseyendo a Aníbal y en su rostro se pintaba el mayor de los placeres posibles... En poco tiempo todos nos corrimos casi al unísono.
Mientras me corría dentro del culo de Aníbal, creyendo haber llegado al paraíso, Rafael se vació en mi boca, y sentí mi culo inundado por el caliente y viscoso semen de Rogelio. La leche me rebosaba en la boca y el ano, a la vez que mi polla se vaciaba dentro de Aníbal. ¿Quién podía pedir más?
Aquella tarde no me aburrí, no hubo tedio. Estuve muy entretenido.
Autor: Amadeo