Mi destino
Sometido por un amo natural.
Parte I
Era de closet y llevaba mi verdadera sexualidad oculta, muy oculta y estaba casado. Me gustaban los hombres tipo oso, mayores que yo, gordos, peludos, grandes y machotes y aunque lo disimulaba no podía evitar mirarlos y soñar. Solo me masturbaba y soñaba. Hoy tengo 50 pero todo comenzó a los 45. Guillermo era un hombre del área de mantenimiento de la empresa donde trabajaba, delgado, cinco años mas joven y un poco mas bajo que yo, que mido 1,75. Tiene un cuerpo musculoso y una voz grave, pero camina con una soltura y modula la voz de tal forma que todos lo tenían por gay. No me llamaba la atención porque no era mi tipo y nunca me fijé en él.
Un día a la salida del trabajo caminaba despreocupado cuando lo veo de pronto, me saluda amablemente y me pregunta adonde iba. Realmente me extrañó pues solo nos conocíamos de vista y no teníamos amistades en común, lo saludé ligeramente tratando de evitarlo, pero me dijo que tenía que comentarme sobre algo que le preocupaba del trabajo. Entablamos una conversación donde sin saber como me comprometió a tomar y entramos en un una tasca donde hablaríamos. Nos sentamos en una mesa apartada y pidió unas cervezas. Una vez servidas y cuando alzamos las botellas brindó: Por nosotros . Realmente me extrañó pero acepté y brindé. Entonces dijo: Soy un hombre que me gustan las cosas claras y no doy rodeos. Lo que quiero de ti es pasar un buen rato juntos y te invito a mi casa . Yo no esperaba aquello y le contesté, estásequivocado, que te has creído . Pero el me miró muy fijo y murmuró: Seque te gustaría y no te engañes, por lo menos prueba. Su seguridad y el brillo de sus ojos mirándome fijamente me hicieron sentir inseguro y nervioso y apenas sin decir palabras me fui. En tres días no lo vi, aunque solo pensaba en él, a veces ofendido, a veces confuso y la gravedad de su voz y su rostro no me abandonaban. Al tercer día me esperaba de nuevo en el mismo lugar donde la primera vez y mirándome muy serio me dijo: Lo pensaste? Yo no respondí porque no podía, temblaba internamente, entonces me dijo, vamos y me tomó del brazo empujándome dentro del asiento trasero de un taxi que había parqueado al lado, sentándose junto a mi y sin que yo pudiera reaccionar este se puso en marcha. Comenzó a hablar con el conductor sin prestarme atención y como a los veinte minuto llegamos. Vamos , me dijo empujándome fuera. Yo me bajé y traté de decir algo, de irme, de correr, pero el me tomó de nuevo por el brazo, ahora fuertemente y me susurró con voz de mando, entra . Yo temí talvez una escena, no se, me sentí empujado hasta entrar en el elevador, donde habían otras personas. Cuando no bajamos y mientras caminábamos por el pasillo solo me empujaba por el antebrazo, apretándomelo fuertemente hasta que llegamos a su apartamento. Entramos y al cerrar la puerta me indicó sentarme en un sofá y permaneció de pie frente a mí. Su cara demostraba cólera y temí por mi vida, entonces se inclinó y haciendo una tenaza con el pulgar y el índice me apretó fuertemente las mejillas. Fíjate, me dijo, yono me ando con cuentos pero no estoy loco, así que no te asustes, necesitas un macho y ese soy yo, quieras o no, aunque se que lo deseas. Ahora vete para el cuarto y espérame sentado en la cama, que vamos a poner las cosas en su sitio y trata de aceptar mis reglas, porque me puedo poner muy mal y las putas como tú no se saben defender y ser firmes, que ya me lo demostraste, es mas, espérame arrodillado y con la cabeza pegada al suelo . Me tomó de nuevo fuertemente por el brazo y me aló. Ya de pie apenas me podía sostener y quedé paralizado, me abofeteó y gritó: Anda, que cojones esperas . Yo eché a caminar, casi como un autómata y entré en la única puerta además de la de entrada, la del cuarto, me arrodillé al lado de la cama y pegué la frente en el piso, temblando. Estaba muy confundido y con la mente embotada pero no sentía odio por él. Lo esperé un rato que me pareció inmenso, sin atreverme a alzar la cabeza, tal vez por vergüenza, tal vez por temor.
Sentí sus pasos y me estremecí, pero no levanté la vista. Me tomó por el pelo y me puso de pie violentamente. Oí su voz: Desvísteme . Sin decir nada comencé a desvestirlo y confieso que sentí deseos de hacerlo, curiosidad, no sé. Primero le quité la camisa que me ordenó colgar en un gancho y me sorprendió su torso delgado pero realmente musculoso, con un triangulo de vellos negrísimo y encaracolados en su pecho. Entonces se sentó en el borde de la cama y me señaló sus botas pero yo titubeé, me incliné para descalzarlo pero me empujó tomándome por la nuca y caí al piso. Me incorporé hasta quedar arrodillado y así se las quité, además de los calcetines. Se puso de pie y yo arrodillado le quité la correa y el pantalón. Quedó en slip que no me atreví a tocar. Yo hasta entonces, desde que me obligó a mirarlo en el sofá, no le había mirado a la cara, pero el alzó la mía suavemente tomándome por la barbilla y me hizo mirarle a los ojos. Guárdalo y ven . Su voz sonó suave y cálida y la sentí casi como un premio. Al regreso de colgar el pantalón me ordenó desvestirme, también con voz suave y ahora casi sensual. Yo quedé en interiores pero con la mirada me señaló quitármelos e indicó también los suyos. Cuando le fui a quitar los de él me arrodillé y su polla quedó frente a mis ojos. No era grande realmente, ni gruesa, pero si venosa y fuertemente erectada, los cojones cubiertos por un espeso vello ensortijado y negro que le subía abundante hasta la altura del ombligo, desparramándose por el bajo vientre y un penetrante olor a sudor y semen.
Se acostó en la cama y con voz de mando me ordenó ponerme en cuatro patas entre sus piernas, mirando hacia él y lamerle los cojones y la polla, yo lo hice como lo había visto y leído en las páginas gay de inernet y sobre todo como lo sentía y quería hacer, jadeó poco y se fumó mientras dos cigarrillos, en ocasiones me acarició el cabello y cuando una vez traté de acomodarme me abofeteó ligeramente dos veces y solo dijo: Ni se te ocurra . Tardaría unos treinta minutos en eyacular y yo sin tocarme lo hice un poco antes, tragué parte de su leche y la otra quedó sobre los pelos de su pelvis. Límpiame y vete , fueron sus palabras y si quieres seguir esto, mañana aquí a las 8. Si no vienes no hay más oportunidad , ahora depende de ti, puto de mierda, pero piénsalo bien porque si me encapricho vas a ver lo que te espera, que tengo amigos que no quisieras conocer . Yo lo limpié con una toalla y comencé a reaccionar, dándome cuenta de la situación en que me encontraba. Me vestí en silencio y me fui a casa, donde mi mujer y mis dos hijos estaban como locos por mi tardanza. Inventé me habían asaltado, de paso eso explicaba mi nerviosismo y me acosté, pensaba en todo lo sucedido, queriendo sentirme ofendido pero sorprendiéndome a mi mismo mientras buscaba una excusa para salir temprano al otro día, sábado que no trabajaba y queriendo a toda costa estar de nuevo con él y conocer sus reglas que no me había explicado, aunque confieso que sin pensar en la amenaza con sus amigos. Solo después de masturbarme me pude dormir.
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Parte II
A las 8 a.m. de aquel sábado estaba frente al edificio donde vive Guillermo, después de explicar a mi esposa que debía ir a la comisaría por lo del asalto. Realmente estaba nervioso y dando vueltas hasta decidirme toqué su puerta casi a las y media. Me abrió en unos short muy ajustados, descalzo y con el torso desnudo y yo al verlo me quedé pardo en la puerta esperando me invitara pasar. Su mirada irónica se clavó en mis ojos y con un gesto me indicó que entrara. Yo fui directo al sofá y me senté, nervioso y sin saber que decir. El siguió dando vueltas, fue a la pequeña cocina en un rincón de la habitación y pasó para el cuarto tomando algo, sin mirarme. Al rato salió vestido y me habló por primera vez desde que llegara: Limpia todo y lava la ropa que en está el cesto que yo regreso en unas tres horas. Espérame acostado en el cuarto, pero en el piso y bañadito, desnudo. Yo traté de decirle algo, de explicarle que debía regresar a casa donde me esperaban pero solo comencé a balbucear cuando me cruzó el rostro con una bofetada y me gritó tomándome por la camisa a la altura del pecho, zarandeándome fuertemente. ¿Para que cojones viniste entonces? Estás aquí y a lo tuyo, puto de mierda y a hacer lo que te dije. Me dio la espalda y se fue cerrando la puerta con un fuerte tirón. Yo tardé en recuperarme y comencé lavando su ropa, limpiando y arreglándolo todo con mucha agitación y cuando llegó faltando un cuarto para las tres horas ya yo estaba bañado y tendido en el suelo, solo en interiores . Párate, me gritó, ¿No dije desnudo? Yo me puse de pie temblando, quise disculparme pero solo atiné a ponerme de rodillas, regresando de nuevo al suelo. Quise tomar sus manos que retiró elevándolas por encima de su cabeza. Ni se te ocurra , dijo , no me toques puto maricón. Ponte de pié y alcánzame la correa de cuero que está en la puerta del closet . Yo fui temblando y al voltearme no estaba, pero enseguida entró con una silla que puso a los pies de la cama y se sentó. Susurró apretando los dientes, aquí completamente encuero . Yo me quité la única pieza que aun me cubría y avergonzado me paré frente a él. Ven, acuéstate boca abajo sobre mis rodillas , me ordenó.
Yo me tendí sobre sus muslos con la cabeza colgando y los pies estirados sobre el piso, quedando mis nalgas a su derecha. Con su mano izquierda me tomó por el pelo y sentí un fuerte correazo en mi trasero. Comenzó entonces a hablar como explicando con condescendencia, intercalando correazos con sus palabras, algunos suaves y otros muy fuertes: Mira puto, ahora eres mío, me perteneces y harás lo que yo quiera y cuando yo lo quiera ¿entendiste? Pero me vas a servir porque el primero que lo quiere eres tú. Vas a dejar de cotorrear y hablar mierda todo el día con tus amiguitos de la oficina para estar pendiente y pensando en mí. Te voy a velar y quiero que hables lo menos posible y ni se te ocurra tan siquiera mirarme delante de la gente. Este apartamento lo vas a limpiar y me vas a tener la ropa lavada y lista ¿entendiste? y cuando te diga vas a venir a cocinarme y si me da la gana te vas a quedar a dormir aquí para lo que se me antoje. Me vas a regalar ropa para pero que tu macho luzca bien y quiero que andes aquí adentro vestida como lo que eres, una puta loca por que tu hombre te monte. ¿Estás de acuerdo ? Yo lloraba del dolor y porque sentía una humillación que era como un orgasmo, algo que me llenaba y estaba a punto de estallar dentro de mí como si alcanzara la máxima realización de mi vida. Me tiré al suelo y me aferré a sus piernas, apretándoselas fuertemente y comencé a suplicarle que quería ser suyo, servirle y que me permitiera atenderlo pero que no me abandonara.
Se puso de pie y tomó una bolsa de arriba de cama, que seguro había traído al entrar. Toma, dijo tirándomela a la cara , póntelos que voy a encargar algo de comer . Salió de la habitación y yo quedé solo, viendo su regalo que debía vestir de inmediato. Un suspensorio rosa, una licra del mismo color con camiseta enteriza y un arnés de cuero. Yo me puse todo y esperé su regreso impaciente. Cuando me vio lo vi reír por primera vez y me sentí ridículo, carcajeaba estrepitosamente pero no dio explicación, permaneciendo sentado y fumando mientras esperábamos la comida. Cuando la trajeron la recogió en el pasillo y nos sentamos a la mesa en silencio. Terminó y se marchó de nuevo y yo permanecí toda la tarde en espera hasta que regresó. Ya era de noche y aunque sabía en mi casa debían estar preocupados no dije nada, pero el me sugirió llamar y decir que no iría a dormir, lo que no era fácil, pero como pude expliqué algo de la policía y el asalto que no se si entendieron.
Comimos unos emparedados que traía y tomándome por la cintura me llevó al cuarto. Se tiró en la cama y me pidió lo desvistiera y me acostara a su lado. Le quité los zapatos y calcetines, el pantalón y el slip quedando su pene morcillón al aire, le quité su camisa y desvistiéndome me acosté sin atreverme a tocarlo, sintiendo en mis nalgas un raro escozor por la golpiza recibida. Entonces me abrazó y besó metiendo su lengua hasta mi garganta, me pidió abriera la boca y escupió en ella y pasó a mis tetillas que lamió y chupó hasta morderlas y hacerme gritar de dolor y ansiedad. Me pidió me acostara boca abajo y revisó mi culo para comprobar su virginidad, preguntándome si de verdad era el primero. Me lamía sin tocar el hueco, por el borde y mordía las nalgas suavemente y cuando le supliqué me penetrara porque creía morir de placer me tomó por el pelo y susurró quedamente, mámamela putoy esmérate . Yo recordé la vez anterior y me puse en la misma posición, comencé por los huevos y subía con la lengua sin llegar al glande, apenas mordía el borde y bajaba de nuevo, mordía el tronco apretando apenas y volvía a comenzar. Después de repetir varias veces pasaba directo a tocarle ligeramente el hueco en la punta de la cabeza, hinchado y latente. Pero ahora si gemía y me acariciaba la cabeza hasta que se incorporó de repente y me puso boca abajo con mi parte pelviana sobre una almohada. Me besó el hueco alzado y libre de mi culo, me lamió hasta que le pedí me la metiera y me hiciera sentirlo dentro. Pero me tomó por las caderas y sentí sus dedos presionarme por delante y sus pulgares por detrás mientras la palma de sus manos me quemaban los lados. La cabeza se detenía en la entrada, presionando y retirándose una y otra vez hasta que grité suplicando, pero el orgasmo inminente se retrasó por un bofetón que recibí en mi oído derecho, lo que contuvo la eyaculación, pero aumentó el deseo. Me sentí temblar de desespero y el esfínter me latía, mordí la sábana y lloraba hasta que sentí el hierro candente perforarme, desgarrándome. Eyaculé como nunca, largo y abundante pero él continuó bombeando, poderoso, mientras yo me retorcía de placer y dolor hasta que se descargó en mis entrañas y se desplomó sobre mi cuerpo.
Nunca había experimentado nada igual y el mundo no me interesaba. Lo contemplaba mientras dormía y me sentí lleno, teniendo la vida un sentido nuevo y definitivo para mí. No pude dormir como él y esperé hasta que dispusiera algo nuevo.
Parte III
A media noche despertó. Se levantó en silencio y fue al baño y lo oí orinar, yo también deseaba vaciar mi vejiga y me levanté, pero en eso el regresaba y me preguntó soñoliento ¿adonde vas? Yo le indiqué pero él me extendió la mano indicándome que me acercara. Caminé hasta él y me cruzó la cara con dos bofetones que casi me hacen perder el equilibrio. Entonces yo me levanto y tu como si nada, sin saber si necesito algo y de contra a mear por la libre , me dijo. Perdóname Guillermo , le contesté. ¿Perdóname?, me preguntó. E staba desnudo y su polla comenzaba a pararse. Yo me arrodillé frente a él y comencé a sollozar suplicándole y tratando de alcanzar su herramienta con mi boca, pero él me golpeaba el rostro con las manos abiertas y gritaba: ¿Quién cojones te dijo que me llamaras por mi nombre? Dime, ¿Sabes quién soy para ti? Tu dueño, tu macho, el que te domina y manda, el que te parte el culo cada vez que quiere y cuando me hables me dirás si mi macho ¿Entiendes maricón de mierda?. Yo le respondí temblando : Si mi macho y él continuó : Tienes que estar atento a lo que yo necesite, ven y tomándome por el brazo me llevó hasta la mesa de comer en la pieza que hacía de sala y cocina comedor y con los pies en el suelo, que me separó bruscamente, me dobló sobre la mesa. Sentí un dedo penetrar mi culo y después unas nalgadas pero esto me dolía dada la reciente pérdida de mi virginidad y los golpes recibidos. Yo lloraba y supliqué temiendo una penetración violenta y él me tomó por las caderas y efectivamente trató de introducir su pene, pero mi esfínter se resistía. Tranquilo puto , me dijo y lo sentí alejarse, luego regresó y me untó algo que luego supe era aceite de comer, me aló por el pelo con la mano derecha y me apretaba fuertemente el hombro con la izquierda. Ábrete el culo me gritó, y yo como pude tomé mis nalgas y las separé. Me penetró de un empujón pero el dolor fue rápido aunque intenso y un gran placer me invadió, provocándome espasmos. Me bombeó fuerte y rápido y eyaculé antes que él, con lo que el dolor comenzó a invadirme poco a poco a medida que desaparecía la calentura. Sentía punzadas muy fuertes en mis entrañas y estallé en llanto hasta que perdí el conocimiento.
Al volver en sí estaba tendido en la cama, encuero y en penumbra. Quise levantarme pero me sentía débil y lo llame por su nombre. El entró y se sentó en la silla que aún estaba junto a la cama. Vístete y vete , me dijo sereno pero con desprecio, no sirves para nada. Yo comencé de nuevo a sollozar pero no podía hablar y él continuó: Quiero alguien que me respete, que si le digo como me tiene que llamar lo cumpla sin rechistar y esté pendiente de mí siempre, no una maricona que siempre está lloriqueando, alguien que me sirva y me tema, no quiero blandenguerías, pero si deseo de mí y que yo sea lo mas importante, si me amas o me odias no me interesa, ahora vete y creo que no vas a poder cumplir con lo que te dije de estar aquí cada vez que yo quiera y el tiempo que me salga de los cojones. Si quieres otra oportunidad te doy la última, pasado mañana te vienes del trabajo para acá, me buscas con disimulo para darte la llave y me esperas aquí como si fueras la señora de la casa. Se paró y salió del cuarto y oí cerrarse de un tirón la puerta de salida.
Me marché y cuando llegué a casa mi esposa se asustó al verme, pues mi aspecto debía ser desastroso. Yo traté de explicar algo pero me detuvo y me anunció se marchaba con los niños para la casa de sus padres, en otra ciudad, los cuales desde hacía tiempo querían que nos mudáramos con ellos pues estaban viejos y enfermos y ella era su única hija. En realidad nuestras relaciones eran muy formales y solo su espíritu excesivamente maternal nos había permitido seguir juntos, copulábamos muy rara vez, yo para guardar la forma mientras a ella por su parte no parecía interesarle, además de que no daba muestras de disfrutarlo y no reclamaba mas de lo que le daba, pareciendo mas bien que lo toleraba como un deber. Yo aplacaba mis deseos con la masturbación, excitándome en la Web, principalmente con las páginas dedicadas a daddys y osos y mirando los ejemplares que me topaba en la calle e imaginando, siempre imaginando.
No hice por retenerlos y se marcharon sin explicación, sin decirme nada, sin reclamarme que la traicionaba, pero sentí un gran alivio al verme libre y debo confesar que también sentí culpa, pues en definitiva también se iban mis hijos y la persona con la que convivía desde hacía años, pensando acaso que había otra mujer.
Ese lunes descansé y el martes fui a trabajar, discretamente lo busqué y le pedí la llave. Todos pensaron que estaba enfermo por mi aspecto, por lo que aproveché y me fui al mediodía. Fui a las tiendas y compré para mí y para él. Lo mío para la intimidad del hogar, lo de él para que luciera bien y se sintiera satisfecho y complacido.
Me fui a su casa y la ordené, dejé sus regalos encima de la cama y salí de nuevo para comprar comida elaborada, me bañé y vestí como él quería y me senté a esperarlo.
Parte IV
Llegó tarde, al filo de la media noche. Estaba borracho y casi ni me miró, lo ayudé a tenderse en la cama y lo desvestí dejándolo en interiores, puse sus regalos encima de una pequeña mesa y me acosté a su lado, quedándome dormido. Casi al amanecer me despertó su cuerpo caliente junto a mí, sus brazos rodeándome y su fuerte olor a sudor. Me viró de espaldas a él, me besaba el cuello y comenzó a sobarme las nalgas mientras me abracaba con los pies. Yo me dejaba hacer y gemía sintiéndome muy feliz y caliente. Buscó con su boca mi ano y me lo lamió hasta que grité a punto de estallar. Entonces su boca subió por mis espaldas mordiéndome suavemente y cuando llegó a mis orejas su lengua me penetró el oído y me susurró quedamente ábretelo , yo supe lo que quería y llevando mis manos a tras, por entre los dos cuerpos hirviendo, me abrí los glúteos y puse su glande en la puerta de mi placer. Me penetró suavemente y no sentí dolor, me bombeó despacio al principio y yo empecé a moverme hasta que sus movimientos se hicieron bruscos y descargó sus jugos. Se quedó quieto, supuse que dormido y sentí su miembro empequeñecer hasta salió que solo. Continuó abrazado a mí y yo también me dormí.
Me desperté ya de día y aun me abrazaba. Yo de espaldas a él, de lado y ligeramente encorvado y él cubriéndome con su cuerpo y con una de sus piernas por encima de las mías. No quise despertarlo y esperé hasta que lo sentí moverse, se levantó desnudo y fue a orinar y yo también me levanté y lo seguí, cubriéndome con una bata que había comprado para estar en casa. Lo esperé mientras descargaba, parado en la puerta del baño, sintiendo ternura por la persona que me realizaba como ser humano y temor porque no sabía como reaccionaría esta vez. Cundo se viró se adelantó hasta mí y me besó metiendo su lengua en mi boca, yo temblaba y caí de rodillas. Abracé sus piernas y besé sus muslos y su miembro que comenzó acrecer dentro de mi boca. El me acariciaba la cabeza y así estuvimos varios minutos, hasta que me apretó fuertemente el pelo con ambas manos y eyaculó. Yo me tragué su semen y le di las gracias por darme la oportunidad de estar con él.
Y eso? me preguntó señalando los regalos. Le mostré lo que le había comprado, dos pantalones blue jeans de buena marca, cuatro camisas y dos pulóver. Pareció gustarle y se acostó de nuevo llamándome junto él. Ya tendido a su lado puso mi cabeza en su pecho y me preguntó si le gustaba su olor que realmente era muy fuerte y repugnante, pero que a mi me embriagaba y le propuse lamerlo, lo que se dejó hacer entre risas mientas me insultaba cariñosamente, diciéndome mariconazo, puto, lame a tu macho y cosas así mientras se retorcía entre carcajadas. Le pregunté por el trabajo pero decidió que no iríamos ninguno de los dos ese día.
Pero aquel día me contó su vida sencilla y trágica, puede que porque se sintió querido o porque comenzó a dejar atrás sus fantasmas y lo necesitaba. Había quedado huérfano de padre a los siete años y su madre pronto se juntó con otro. Este nuevo marido era un hombre brutal, ex presidiario temido por todos en el pequeño pueblo donde vivían, que se ganaba la vida estibando en los almacenes del ferrocarril. Su madre parecía ver por los ojos de este hombre y estaba totalmente dominada por él, que no vacilaba en golpearla, sacrificando incluso sus cuatro hijos, que lo odiaban, por tenerlo contento. Cuando Guillermo tenía unos doce años lo invitó a pescar y después de un rato en esa faena le dijo de bañarse en el río. Se quitó la ropa y lo obligó pues él se resistía. Era un hombre muy robusto, lo dominó completamente y ese mismo día lo sodomizó por primera vez, lo que se repetiría con regularidad aprovechando cualquier oportunidad o provocándola astutamente por el padrastro. Lo tenía amenazado con el cuento de decirle a la madre que el se le insinuaba, hasta que ya con dieciocho y estando de aprendiz en una carpintería se fugó del hogar. Tomó un tren hasta la capital y como no conocía a nadie estuvo vagando varios días, robándoles a los mendigos por no saber pedir limosnas ni tener la valentía de robarle a quienes más tenían. Un señor mayor, cincuentón, lo vio en unos baños públicos, temblando de frío y hambre y lo invitó a su casa. Se bañó y comió y aquella noche durmió en una cama caliente por primera vez desde hacía mucho tiempo. Al otro día el señor le compró alguna ropa y le pidió se quedara unos días más. Por la noche, una vez acostado, le llevó un baso de chocolate a la cama y comenzó a decirle que podía quedarse a vivir con él, que nada le faltaría y comenzó a insinuarle una relación donde el señor se comportaría siempre como una mujer. Guillermo comprendió de inmediato y antes de verse de nuevo en la calle o regresar a su odiado padrastro aceptó sin palabras. Levantó las sabanas indicándole a su salvador que se acostara a su lado, se desnudaron y sin preámbulos lo penetró. Con aquel señor vivió cinco años, sin trabajar, mimado y servido por aquel hombre que resultó ser muy complaciente, siempre pasivo en el sexo, sumiso y atento a los caprichos de Guillermo. Se sentía bien y seguro con él hasta que enfermó gravemente y en poco tiempo murió. Vivió un tiempo más en la casa hasta que se marchó para una más económica y comenzó a trabajar en el almacén de una tienda.
A los 26 se casó y después de seis años descubrió que su mujer lo traicionaba. Había sido una relación donde él trató de recuperar el tiempo perdido, de formar una familia y tener hijos pero estos no llegaron, donde me confesó había sido a veces violento y también había buscado sexo fuera, manteniendo relaciones esporádicas con gay pasivos porque era lo que realmente le gustaba. Pero le dolió mucho la traición, sentirse de alguna manera despreciado y se despreocupó del trabajo hasta que lo botaron. Solo y desamparado conoció a unas personas que lo involucraron en una banda dedicada al robo y si era necesario al crimen. El jefe era un hombre cruel e implacable y estaban divididos estrictamente en tres grupos, el de los jefes, el de los ejecutores y el de los sirvientes. Los jefes eran cinco y planeaban las acciones, ordenaban y disponían de todo. Los ejecutores eran como soldados que obedecían y cometían las fechorías y los sirvientes eran poco menos que esclavos usados para servir y ser utilizados sexualmente, gay reclutados bajo amenaza sin derechos ni reclamos. No se admitían mujeres y los que tenían relaciones con alguna debían mantenerla al margen de la organización. Guillermo era de los ejecutores y podía usar los sirvientes disponibles pero no por mucho tiempo ya que la jefatura evitaba que se crearan lasos afectivos. Podían maltratarlos sin misericordia pero no matarlos, cosa que si podían hacer los jefes. Pero un día la policía desmontó la banda, capturó al cabecilla y casi todos los miembros y de nuevo se vio solo y sin ingresos, pero agradecido de haber escapado con vida y sin que lo capturaran. Y al poco tiempo comenzó a trabajar en la empresa. Trató de mantener relaciones con mujeres pero no se sentía bien y buscaba muchachos homosexuales, pero estos eran generalmente complicados y se resistían a ser tratados con violencia, lo que no podía controlar y realmente necesitaba para sentirse bien. Entonces me vio, me dijo y se encaprichó conmigo, no sabía porqué pero yo le parecía un mariconazo necesitado de un hombre, de un marido que lo gobernara y aunque yo no lo recuerdo dice que me vio vacilándolo varias veces.
Su historia me gustó porque me daba la oportunidad de complacerlo, porque conocía sus secretos, sus carencias y podía manejar la situación de alguna manera para mantenerlo a mi lado, lo que deseaba más que nada. Sabía que me esperaban maltratos pero también momentos como estos, que me hiciera el amor pero que también me violaran y realmente me sentía bien con todos los extremos. Pero lo más importante para mí era ser dominado realmente en cuerpo y alma por un hombre que lo hacía de forma natural, como parte de su carácter y su personalidad y no como un juego pactado.
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