Mi despertar sexual 2

Empieza el curso 1998/99 y como me había dicho, tenia a la Srta.Merche Vilajoel de profesora de lengua Catalana, un acontecimiento del pasado resucita viejas heridas en la mente de la profesora, pero la vida da muchas vueltas... (hecho real que me ocurrió en mi juventud)

15 de Septiembre de 1998, primer día de clase. Como era habitual, ese día conocíamos al tutor y el horario de todas las asignaturas. Ese curso tocó 3 horas de lengua catalana a la semana, martes de 11-12, miércoles de 8:30-9:30 y viernes de 13-14 horas.  Me alegré de que el viernes fuera a última hora, pues intentaría pedirle algunos días si me podía acercar hasta la ciudad, pues los buses iban más llenos pues los alumnos que vivían en la residencia se marchaban a sus pueblos.

Al día siguiente después del descanso de media mañana había clase con ella, iba vestida con un traje chaqueta de color rosa, pendientes de perla, mismo peinado de siempre  y una blusa color claro. Tenía ganas de acabar la clase y poder hablar con la excusa de si había hecho bien el dosier que me mandó para vacaciones.  Pero ese día no pudo ser, por culpa de un compañero impresentable terminamos tarde la clase y el siguiente profesor entró nada más entrar ella.

Me esperé al viernes para preguntarle, ese día, todos salían corriendo de clase, así fue. Cuando sonó el timbre todos recogieron y salieron en estampida, recogí lentamente mirándola, esperando tener contacto visual entre ambos para poder hablarle;

-Ni que hubiera un incendio – le dije mirando hacia la puerta.

-Si hay un incendio no saldrían tan rápido- dijo riendo

-El otro día quería preguntarle si había corregido el dossier…

-Solo he corregido los que habían suspendido y se presentaron a recuperación, el tuyo y los otros los corregiré este fin de semana.

-¿fin de semana corrigiendo trabajos?

-¡Qué remedio me queda! No tengo mucho tiempo entre semana.

Salimos de clase, ella cerró con llave y nos dirigimos al hall para salir, en el pasillo aún quedaban alumnos y profesores que abandonaban las clases adyacentes. A la altura del parking me preguntó si quería ir con ella, que me acercaba hasta Tarragona. El corazón se me desbocó, no me esperaba ese ofrecimiento;

-¿vas para Tarragona o te quedas por aquí?

-Voy a Tarragona, hago tiempo para coger el siguiente autobús.

-Ya te acerco yo, vamos.

-gracias.

Subimos a su fiat uno blanco y fuimos hasta el lugar donde me dejo 15 días antes. Yo me sentía un poco cohibido, había penado en esa situación pero algún día de lluvia o más adelante, no quería ser plasta, pero ya me fue bien. De repente ella me hizo una pregunta;

-El otro día, cuando te lleve como hoy,  dijiste que te gustan las mujeres maduras. ¿has tenido algún trauma en tu familia?, perdona por la pregunta, ¿tu madre esta viva?

-No tengo ningún trauma, solo que estoy más acostumbrado a estar rodeado de mujeres de su edad. Apenas he tenido amigas, ni siquiera en la escuela.

-Es que dijiste esto y luego un par de indirectas hacía mi persona, solo quería  aclararlo, te considero un alumno como cualquier otro, no quiero que pienses que por llevarte a casa, puedo estar interesada en ti. Estoy casada desde hace 24 años y tengo 2 hijos.

-Siento que se molestara, yo solo dije que ojala si repitiera curso, la tuviera como profesora y que, hay que reconocerlo, es usted una mujer guapa.

-si lo sé, pero llevas mirándome toda la semana de forma lasciva y me haces sentir incomoda en el aula.

-No era mi intención, disculpé Stra. Merche. Pero tengo que reconocerle que la encuentro atractiva. No pretendo faltarle al respeto. Me ha quedado muy claro.

-No pasa nada.

Me hundí en mi propia miseria, no sospechaba que se hubiese dado cuenta. Tendría que controlarme y olvidarme de ella, ahora sabía que sentía yo por ella. El resto del viaje, unos 5 minutos, fueron en silencio, un silencio incómodo. Supuse que quería arreglarlo con esta charla, por eso se ofreció a llevarme, la había subestimado. Llegamos al sitio y me baje del coche dándole las gracias, respondió con el mismo “No hay de qué” y ni siquiera me esperé a verla irse. Volví a casa andando mientras pensaba que seguramente, si seguía mirándola mientras me imaginaba escenas sexuales, la próxima tendría consecuencias con el jefe de estudios.

La srta. Merche y yo guardábamos las distancias, no volví a pedirle bajar con ella en coche, teníamos una relación de alumno/profesora muy normal, igual que mis compañeros con ella. Habíamos vuelto a hablar, pero solo de la asignatura y de la vuelta de vacaciones de Navidad. Nos encontramos en la biblioteca de la ciudad alguna vez durante el curso al ir a estudiar allí.  El curso transcurrió tranquilo, estábamos ya en el mes de marzo del año 1999, era la semana anterior a las evaluaciones, una semana de locos. Esa semana cambió todo y empezó lo que terminó siendo una relación de 11 meses.

Miércoles 17 de marzo de 1999, a medio día se puso a llover de forma intermitente pero intensa, las clases, al igual que los viernes terminaban a las 2 de la tarde. Salimos todos del aula de tecnología dirección a unos porches que había cerca de la parada del bus, parecíamos sardinas enlatadas, pues tampoco había tanto espacio para tanta gente ya que la parada de bus no tenía marquesina para resguardarse. Cogí el bus y me dirigí a casa, comí y pasadas las 15:30 me fui a la biblioteca de la ciudad, pensé que como siempre que llueve, habría muy poca gente, exacto. Cuando llegué a ella pude escoger sitio, algo a veces complicado, pero el ser miércoles y aún era pronto antes que vinieran los de la universidad.

Estuve repasando tecnología y electro-mecánica, pues el viernes había examen a primera hora de la mañana, había dejado de llover y salía el Sol, pero seguían habiendo nubes muy imponentes que amenazaban de nuevo lluvia, era como estar en el ojo del huracán, un respiro antes de otra tormenta. Eran ya las 19 horas, había vuelto y seguía lloviendo desde hacía un buen rato, recogí mis cosas y me cargué la mochila a la espalda, coloqué los libros de la biblioteca que había cogido para consultar en sus estanterías correspondiente , bajé a la entrada y hablando con la mujer de recepción estaba la Srta. Merche, por lo que oí hablaban del tiempo, que era un incordio. Me dirigí a recepción para recoger mí carnet;

-¡Hola Maestra Merche!

-¡Hola Alejandro! No te había visto.

-Estaba arriba, repasando tecnología para el examen del viernes.

-Alejandro ……… - dije a la mujer de recepción para que me devolviera mi carnet.

-¡Muy bien! Yo aquí esperando a que amaine un poco, me  he dejado el paraguas en el coche, al hacer Sol me he confiado.

-¡Gracias! – dije al recuperar mi carnet. ¿tiene el coche lejos o ha venido andando?

-En coche, está en la calle Doctor Zamenhof.

-Hay un trozo, espera.

Yo llevaba un impermeable de la marca Kharhu y le propuse dejárselo para que fuera a por el coche, primero decía que no, pero la insistencia de Tecla, (la mujer de recepción) y yo la convenció, se puso mi impermeable y subió la calle en busca de su coche. Mientras  ella hacia su camino yo me esperé en recepción, la gente iba pasando pues cerraban a las 9 de la noche y ya eras casi las 7 y media, durante el tiempo que estuve allí entable conversación con Tecla.

-No es normal que un alumno ayude a un profesor, pídele que te suba nota.

-Mejor no, tiene un carácter muy serio en clase y ya me ha llamado la atención una vez.

-¿carácter serio?, será trabajando, en un trozo de pan esta mujer. Lo que pasa que todos tenemos problemas, cada cual lo suyo. Aquí viene y siempre como has visto, con una sonrisa.

-eso es lo que más me ha extrañado, verla reir.

El fiat punto de la profesora Merche se paró en la esquina, salí hacia la puerta del acompañante para coger mi chubasquero pero ella me hizo gestos con la mano para que subiera.

-Corre sube que te llego.

-No hace falta - dije mientras recogía el chubasquero del suelo del acompañante.

-Vamos sube, que menos después de dejármelo para ir a buscar el coche.

Esa invitación me sorprendió, tenía miedo de decir algo y volver a cagarla, pero acepté. De donde estábamos hasta donde ella me dejaba hay como un kilómetro, pero siendo un día lluvioso en hora punta, pues los que se hace en 5 minutos tardamos 20.

-Muchas gracias Profesora, pero me sabe mal que llegue tarde a casa

-Mis hijos son mayores y mi marido ya se habrá marchado porque va hoy de noche, así que si llego un poco más tarde tampoco pasa nada.

-Me ha dicho Tecla que usted siempre esta alegre, ¿Por qué no lo parece en el instituto?

-Es agotador estar sonriendo todo el día, sobre todo si no te apetece. Aquí en la biblioteca me siento bien y me relato, en el instituto ya sabes… si no es uno es otro

-Ya, ¿hace mucho que es profesora?

-Desde los 26,

-Hace poco entonces – respondí  mirándola y sonriendo, intentando alagarla, pero me di cuenta que la estaba volviendo a pifiar. Me quedé mudo.

-Hace bastantes – respondió ella corrigiéndome, pero de buen humor.

-Me supo sal lo que hice a principio de curso, no me di cuenta. – aproveché viendo que seguía de buen humor.

-sigues haciéndolo, menos, pero lo haces.

Yo quería que la tierra me tragase, mis intentos  en clase por apartar la mirada de ella, eran inútiles, me volví en ese momento tan insignificante… Seguramente ella debió de ver mi cara de asombro y de vergüenza.

-¿y porque no me ha llevado al Jefe de estudios?

-Porque en un primer momento me molesto porque hace unos años me pasó lo mismo con otro alumno, yo tenía entonces 36 años y fue muy desagradable, se esperaba al final de la clase para darme cartas, poemas y me miraba como tú. Pero a ti té lo dije una vez y no has insistido, además, me hacía gracia cuando intentabas disimular.

-Y yo acojonado todo este tiempo.

Reímos los dos, quedaba ya solo el último tramo de calle. Me sentía aliviado… pero mi corazón iba a 100.

-Ya hemos llegado. ¿vives por aquí cerca?

-No vivo en Campo Claro.

-Pero si eso está lejos de aquí.

-Ya, pero la parada es aquí enfrente, cojo la línea 6 y me deja en casa.

-Yo pensaba que eras de esta zona. ¿y porque no me dijiste esos días?

-Puedo ser sincero.

-Por favor –

-yo sabía que Usted vive en Tarragona y tenía miedo de si le decía que vivo aquí usted no me llevara. Y la segunda, así pasaba más tiempo con usted.

Hubo un silencio…

-Te acerco venga.

Pero yo ya había abierto la puerta y estaba poniéndome el impermeable, me incorporé y me coloqué la mochila a la espalda.

-Que no me importa, sube que llueve.

-La próxima vez me lleva, si quiere llevarme claro, después de escuchar lo que he dicho.

-Claro que si Alejandro.

Cerré la puerta y nos despedimos con la mano.

A los pocos minutos vino el bus… iba tan abarrotado de gente que  me esperé al próximo. Estuve pensando en sus palabras, no entendía nada, primero se enfada y entiendo el susto pasando por su experiencia, pero luego dice que le hace gracia mi forma de mirarla y disimular… Estaba casada, dos hijos, pero lo que me tenía inquieto era el “Claro que sí, Alejandro”, eso significaba que podía pedirle que me acercara a casa cuando quisiera o solo algunas veces. Hoy es miércoles… el viernes tengo clase con ella a última hora, se lo pediré. Fueron las 42 horas más largas de mí vida…