Mi descubrimiento (Parte II)

Fue pasando el tiempo, hasta que llegó el verano y una fiesta volvió a dar un vuelco a todo

Antes de leer este relato, recomiendo leer la anterior parte.

Mi descubrimiento (Parte II): Una simple fiesta


En los sucesivos días al episodio tan caliente del gimnasio, estuve dando muchas vueltas a mi reacción. No entendía el por qué me había empalmado de esa manera, ni entendía las sensaciones que en ese momento había sentido.

El tiempo fue pasando, y no tuve ninguna conversación respecto al tema con mi colega. En ese momento me encontraba en la típica situación de "¿qué hago?", "¿le saco el tema?", "¿y si perdemos la buena amistad que tenemos por ésto?". En fin, una situación que yo creo que muchos chicos como yo, de 19 años en aquel momento, habrán pasado. Finalmente decidí no hablar con mi amigo de aquella situación (aunque en mis pajas no faltaba su recuerdo jaja).

Poco a poco fui entendiendo que algo me pasaba. Era consciente que me gustaban las chicas, pero también me gustaban los chicos, y mi amigo Luis era el primer tío del que estaba "colado".

Fue pasando el tiempo, sin ninguna novedad, y llegó el mejor mes para todos los estudiantes: Junio. Acabamos el curso, nos dieron las vacaciones y, aunque me había ido muy bien el curso, me había quedado una asignatura (Filosofía :S) por no haber estudiado lo suficiente en el último examen, aunque en Septiembre tenía la esperanza de quitármela de encima. Desde que me dieron las vacaciones, empecé a salir con mis amigos, fuimos al cine, fuimos de cena/comidas, y Luis siempre estaba conmigo, pero esa conversación seguía sin salir a la luz, y no iba a ser yo quien la sacaría, lo tenía claro.

A finales de Julio, los padres de Luis se iban de vacaciones a un país donde "Cristo perdió el mechero" y, tengo que reconocer, que hoy día no se ni donde fueron. El caso es que su casa se quedaba vacía, y quería dar una fiesta con todos sus amigos, y todo aquel que querría apuntarse de los demás cursos realmente jajaja.

Me apunté sin dudarlo, y llegó el día. Tengo que reconocer que estaba hasta nervioso, hacía mucho tiempo que no salía de fiesta y mi cuerpo estaba como perezoso, pero conseguí arreglarme (muy decentemente por cierto), me peiné, me puse mi mejor camisa y me dirigí a casa de Luis.

La casa de mi colega era enorme, rollo mansión. Tenía 3 plantas, y creo recordar que 5 baños. Pero, sin duda, la mejor parte de la casa era su jardín y piscina. Comenzamos la fiesta, estuvimos casi 2 horas en el jardín, entrando y saliendo, y decidí ir al baño que estaba en la misma planta, casualmente, que la habitación de Luis. En ese momento yo iba un poco mareado por así decirlo, y, al salir, casi me tropiezo. En ese momento vi a Luis, riéndose, y ayudándome a levantarme.

  • Que mal vas amigo - me dijo.

  • Ya ves, el caso es que no pensaba que estaba tan mal pero sí, lo estoy - dije

  • Ven, pasa a la habitación que me voy a cambiar de pantalón que le tengo mojado de la piscina - me dijo

Entramos en la habitación y, aunque yo no estaba en mi mejor momento, se me venía a la cabeza aquel recuerdo del gimnasio. Volvíamos a estar los dos, en un mismo sitio, y él quitándose la ropa. Intenté tranquilizarme y tumbarme en la cama para aprovechar el mareo y no ver más allá de una triste pared y un póster, pero duró poco. Me empecé a sentir más mareado todavía y me tuve que incorporar, y en ese momento vi una imagen que nunca se borrará de mi retina: mi amigo Luis, en calzoncillos, y a cuatro patas, buscando un calzado que le compaginaría con el pantalón. El calzoncillo era blanco, muy blanco, y dejaba ver la forma perfecta de su culo, y, al moverse, el movimiento de sus huevos. Intenté que no se daría cuenta de aquello, pero finalmente no pude evitarlo, me quede literalmente embobado mirando.

Luis no tardó en encontrar el calzado y se dio la vuelta

  • Mario, ¿qué miras? - me dijo

  • ¿Eh? - Dije

  • Me estás mirando el culo Mario - me dijo

  • ¡Qué dices Luis! Vas muy mal

  • Mario, se que tenemos una conversación pendiente

Ya está, pensé, ha llegado el momento. Inmediatamente mi mente se despejó, ya no estaba mareado, es como si mi cabeza se hubiera despertado y me estaría diciendo ¡ey tú, espabila!

  • Si te refieres a lo del gimnasio, si, la tenemos

  • Eso es. Verás, ese día lo que viste no es real. En la ducha, antes de salir, estuve pajeándome. Lo estuve pensando durante varios días, y eso de ser amigos y tener que taparnos me parecía absurdo. Pero ya sabes, lo típico de tíos, quería aparentar que la tenía grande, sin más jaja

  • Pues lo aparentaste sin duda - me reí, pero con acojono en el cuerpo

  • Pero tampoco hace falta que te pongas tan nervioso, somos amigos - me dijo enseguida

  • No, si lo sé, pero llevo unos meses que no se que me pasa tío, tengo una sensación rara en cuanto a las chicas...

  • ... y en cuanto a los chicos - me dijo cortándome

  • Bueno, sí, a veces también jajaja

  • Igual lo único que te pasa es que te pusiste caliente por la situación del gimnasio, nada más, ¿quieres resolverlo?

  • Claro, ¿qué propones?

Al momento, me miró a los ojos y me dijo

  • ¿Quieres vérmela?

  • ¡Para qué tio! - dije (deseoso de verlo en realidad)

  • Para que veas la realidad

En aquellos momentos estaba flipando, pero la situación era tan morbosa que no pude decirle que no

  • Venga, dale, pajero - dije en tono de broma

  • Mira - dijo bajándose el calzoncillo

En aquel momento, dejó toda su polla al aire. Como pensé, no tenía nada que ver con lo que había visto en el gimnasio, la tenía de un tamaño muy similar al mío.

  • Sí que te pajeaste si - dije.

  • Ya ves jajaja

Se hizo un silencio durante medio minuto por lo menos. Él, seguía con la polla al aire, yo, empalmado. Luis tomó la iniciativa, y dijo unas palabras que lo cambiarían todo esa noche y en futuras ocasiones.

  • ¿Quieres tocármela para ver qué sientes?

Continuará...