Mi degerada familia y yo III
Los amigos del tio Victor vuelven a casa para jugar al pocker... y mi infierno empieza.
Primero que nada, les pido una disculpa por la demora a todos los lectores a quienes a gustado la serie asi mismo espero colocar las siguientes partes muy pronto.
Al día siguiente me desperté más temprano de lo que solía hacer cada mañana, terminando con premura todos mis deberes, pues esperaba evitar a toda costa la inevitable discusión que seguramente tendría a mi regreso con el tío Víctor, por no dejarle sus alimentos al Señor. Cuando termine me arregle y salí rumbo al insti.
Toda la mañana me la pase mirando a cada rato la hora, pensando que iba a saltarme la última clase para llegar al trabajo dado que la cita era a medio día y Julia había remarcado el tema de la puntualidad, sin mencionar mis nervios alterados y la extraña sensación de ser observada más de la cuenta, en gran parte debido al floreado vestido de vuelo que se ajustaba perfectamente a mi pequeña cintura y resaltaba de manera sensual mis blancas y torneadas piernas sin contar el llamativo escote, logrando que terminara arrepentida de haber comprado un vestido tan corto y provocativo con cada indiscreta mirada de mis compañeros, haciendo incluso que me sintiera incomoda y además como una tonta cada vez que recordaba la inteligente idea que había tenido al arreglarme así tratando de lucir mayor y más confiada con mi cuerpo. Cuando llegue a la dirección observe el negocio por fuera, adornado con globos, un estéreo que tocaba música muy fuerte y rodeado como era de esperar de puros hombres, la gran mayoría maduros.
–Buenas tardes… ¿Es el señor Teodoro Díaz? Le pregunte al hombre sentado detrás de un viejo escritorio de madera, minutos después.
–El mismo que viste y calza ¿En qué puedo ayudar a tan hermosa señorita?
–Me mandan de LE Models, soy la edecán que va a cubrir su evento Señor.
–¡Ohh! Muy bien muchacha… y veo que eres muy puntual. –Me dijo mientras veía su reloj.
–Te voy a explicar rápido lo que vas a hacer para que te cambies y salgas.
Lo miré atenta escuchando todo lo que me decía. El trabajo no parecía nada difícil, iba a estar parada enfrente del edificio bailando y repartiendo publicidad un rato y otro rato adentro haciéndole compañía a los clientes que esperaban su turno mientras les platicaba de los productos nuevos y promociones especiales que había ese día.
Aunque toda la mañana me había intentado mentalizar para no sorprenderme con el tipo de ropa que seguramente usaría ese día, no pude evitar sentirme aliviada al verme en el espejo luciendo un vestido en color verde chillón con el nombre del local en letras grande en un costado, a pesar de que la tela delineaba a la perfección mis caderas y hacia lucir una buena parte de mis piernas era bastante recatado comparado con los modelitos que mi imaginación desbocada había estado pensando, pues entendía que de lo que se trataba era tener a una mujer bonita con ropa sugerente animando el ambiente, por ultimo unos tacones del mismo color se encargaron de estilizar mi figura así como de levantarme un par de centímetros más.
–¡Qué bien le quedo la ropa Señorita! –Exclamo Don Teodoro, como me había pedido que lo llamara, apenas salí del cuartito donde me había cambiado.
–Tome estos volantes y salga a la calle, ahorita le ponemos la música adecuada para que empiece a bailar.
Los cogí y caminé de nuevo a la puertita por donde había entrado notando como todos los hombres a mí al rededor dejaban lo que hacían al menos unos segundos para disfrutar de la vista que mi juvenil cuerpo les regalaba.
Me quede cohibida en medio de la calle esperando que la música sonara. Sin tener que esperar mucho una canción de salsa empezó a sonar en el aparato indicando que era ¡literalmente! momento de mover el culo. Por un momento gire y vi el interior del local y a los hombres que miraban hacia donde estaba, esperando que comenzara el show, no pude hacer otra cosa que respirar profundo y decirme a mí misma ¡Lo hago por ti hermanita! Sin más me volví a girar mirando hacia la calle comenzando a mover las caderas con tanta sensualidad como me lo permitían mis nervios y pena, iniciando el show…
Esa noche llegue exhausta a casa, me dolían horrores los pies ya que no estaba acostumbrada a usar tacones y mucho menos a estar parada todo el día con ellos, mire el reloj de la sala marcando las siete de la noche, di gracias que no estuviera mi tío por los alrededores y subí casi a rastras hasta mi recamara.
–¡Hola bonita! –Exclame cariñosa al ver a Candy que jugaba con sus muñecas, mientras me dejaba caer exhausta a un lado suyo.
–Qué bueno que ya llegaste Mili ¡te extrañe mucho!
–Yo también hermanita, le conteste mientras la abrazaba con ternura.
–¿Si comiste lo que deje en la Nevera verdad? –La cuestione de inmediato en tono de madre preocupada.
–Sipi… –Me respondió, al mismo tiempo que me daba un beso en la mejilla dándome las gracias.
Me bastaba con ver la ternura y dulzura tan propias de Candy para estar dispuesta a todo con tal de verla recuperada.
–Cariño ¡estoy muy cansada! déjame dormir una hora y bajo a preparar la merienda. – Clame mientras me acomodaba en la cama soltando el cuerpo.
–Baja a ver la tele así no me haces ruido. –Le pedí, cerrando lentamente los ojos viendo como tomaba sus muñecas y salía del cuarto dejándome sola.
–Umm… ¿Qué hora es? –Me pregunto Candy entre Balbuceos aun adormilada.
–Todavía es temprano corazón, perdón por quedarme dormida anoche, ya te dejé preparado el desayuno, no te pares muy tarde… ¡ehh! –Le dije, dándole un tierno beso en la frente volviendo a dejarla dormir plácidamente.
El día se me fue volando en un abrir y cerrar de ojos, cuando me di cuenta había regresado del Insti y como todos los días preparaba la comida, aunque esta vez con una sonrisa dibujada en mi rostro pues Julia me había marcado minutos atrás indicándome que al día siguiente podía ir a recoger la paga de mi primer trabajo y no solo eso sino también para decirme que el cliente había quedado muy complacido y si seguía así pronto subiría de nivel lo que implicaba también de sueldo.
Hubiera podido seguir con esa sonrisa en mi rostro todo el día sino hubiera sido por el tío Víctor que entro en ese momento a la casa borrando toda expresión de alegría en mi cara, enojado empezó a regañarme por no haberlo atendido el día anterior.
–¡Encima que te vas todo el día! a hacer quien sabe que… cuando llegas te acuestas a dormir, en lugar de que llegues y me prepares la cena. –Profirió enojado.
–¡Es el colmo! ¿Enserio me estaba regañando por no servirle de criada? pensé enojada.
–Lo siento tío… fue lo único que atine a decir conteniéndome desde lo más profundo de mi ser, tratando a toda costa de evitarme problemas.
–De una vez te digo… ¡que ni se te ocurra! dejarme tirado mañana que vienen mis amigos a jugar póker.
–No tío… replique con la voz débil desde la cocina al escuchar su tono amenazante y ver su rostro serio apuntando hacia mí.
–¡Bien! ahora sírveme de comer. –Me ordeno de forma despectiva.
Que feliz voy a ser cuando ya no necesitemos de su dinero para comer y al fin pueda mandarlo ¡muy lejos! pensé, mientras lo veía devorar la comida.
Al día siguiente salí apurada del insti pues tenía el tiempo justo para pasar con Julia a recoger mi pago y llegar a casa para preparar todo lo del juego de póker del tío.
Me sentí tan bien apenas tuve entre mis manos el sobre con mi primer pago, fruto de mi trabajo, notando una sensación de independencia que me invadió por un instante. Entre las mil y una veces que le agradecí a Julia por la oportunidad todo el rato que estuvimos conversado al final salí con una sonrisa de oreja a oreja de su oficina, recordando estar atenta con el teléfono pues antes de irme me comento que para el domingo habría un evento de inauguración en un centro comercial para una telefónica y requería dos edecanes, así que había la probabilidad de incluirme si alguna de sus chicas de siempre no le confirmaba. Ya fuera del edificio, preocupada vi que el tiempo se me había escapado de las manos “a esta hora ya debía estar en casa terminando de preparar todo” me dije a mi misma poniendo rumbo a casa.
Por décima vez miré nerviosa mi celular mientras caminaba apurada con una bolsa de súper en la mano pues como mi tío predijo había olvidado comprar las provisiones para su juego y sin más remedio había tenido que desviarme. Aliviada, a la distancia alcance a divisar la tienda de don Paco, pensando que al fin había llegado a casa, aunque confirmando minutos después con temor que él viejo, ya no estaba atendiendo, apurada le pedí a José un sobrino suyo que me diera lo de siempre.
Como pude cargue las dos pesadas cajas de cerveza y salí casi corriendo de ahí imaginándome la que de seguro me esperaba.
–¡Siento el retraso! –Dije casi en automático al ver a mi tío cuando miré hacia la cocina mientras apurada metí las pesadas cajas de cerveza en la casa cerrando la puerta apenas terminé caminando enseguida hasta la cocina con las bolsas del súper.
–¡Ahorita preparo todo tío…! –Exclame, con cierto temor en mi voz mientras desempacaba todas las bolsas del súper, notándolo menos molesto de lo que pensaba.
–Hola Don Pa… –Me quede muda sin terminar la oración al subir la vista y ver a Candy sentada entre las piernas del cerdo de Félix, el maldito la tenía abrazada de la cintura con la misma mano que sostenía una cerveza mientras con la otra despreocupado le acariciaba las piernas, ambos miraban atentos un partido de Fútbol mientras que don Paco y don Carlos se turnaban en mirarlos, mirar la televisión y mirarme a mí.
–¡Candy, ven para acá! –Le ordené en el tono más tranquilo del que fui capaz tratando de no hacer un espectáculo.
–¡Voy! –Me contesto, mientras la veía zafarse de las garras de ese asqueroso hombre quien sin pudor alguno se llevó una mano a su entrepierna acomodándose la erección al mismo tiempo que miraba con descaro el vaivén del redondo trasero de mi hermanita delineado perfectamente gracias a unas licras grises que usaba.
–Ya sabes que no me gusta que estés aquí cuando vienen los amigos del tío. –Le recrimine molesta sujetándola de la mano.
–¡Vete al cuarto! –Le ordene de inmediato, tratando de serenarme con el tono pues no era su culpa.
–Se va a quedar un rato más… ¿Verdad que si mi niña?
–El tío Víctor me interrumpió, tomando a Candy de la cintura.
–Pero tío… intente quejarme aferrándome a la mano de mi hermanita.
–¡Déjala respirar en paz, no vez que asfixias a la niña! Mejor apúrate a tus cosas que ya es tarde.
–Con sus ojos rabiosos y un tono firme en su voz me dejo sin decir una palabra más viendo con impotencia cómo se llevaba a Candy, ella por un momento me miro sin saber a quién obedecer, pero al final siguió al tío Víctor quien tranquilamente se sentó en el sofá y enseguida le hizo señas para que se sentara en sus piernas, lo cual ella hizo.
No pude hacer otra cosa que sentirme incapaz y temerosa de confrontarlo mientras sumisa empecé a preparar las cosas mirando todo el tiempo hacia la sala sin poder hacer nada cada vez que veía las manos del tío Víctor acariciando y recorriendo los muslos o el abdomen a mi hermanita, incluso con rabia apretaba los dientes en cada ocasión que lo sorprendía tomando a Candy de las caderas dirigiéndola cada vez más hacia su entrepierna. Me pareció una eternidad todo el tiempo que tuve que verlos hasta que por fin termine yendo de inmediato hasta la sala.
–Ya Terminé tío ¿Puedes dejar que Candy suba a su cuarto? Al fin ya van a empezar a jugar. –Le pregunte sumisa y temerosa de su respuesta.
–No se… Ella no se quiere ir y además le puedo enseñar a jugar póker ¿Verdad mi niña?
–Apretando a Candy contra su pecho, la veía voltear a verlo comenzando a reír al ver las caras que mi tío le hacía, pues siempre se comportaba tierno y gracioso con ella.
–¡Por favor! –Le volví a pedir casi suplicando, sin importar lo humillada que me sentía, más, al voltear y ver a todos sus amigos mirando atentos la escena, sobre todo Félix a quien parecía divertirle de sobremanera la escena.
–Ya sabes que me gusta verte arreglada cuando vienen mis amigos, pero mira en que fachas estas, así... creo que hablo por todos en preferir tener a Candy con nosotros.
–¡Ahora mismo subo a cambiarme! Le conteste de inmediato, viendo como se le formaba una asquerosa sonrisa en la cara.
–Pues si quieres hazlo… pero si vas a estar de genio como siempre prefiero a Candy que si se deja consentir.
–¿Verdad que tu si quieres a tu tío mi niña? –Le pregunto en tono meloso a mi hermanita, ella en su inocencia le contesto enseguida con su dulce y tierna voz que si sonriendo y riendo por las caras que el de nuevo había comenzado a hacerle. Con desdén en su rostro volvió a mirarme un instante después como esperando mi reacción.
–Voy a tener una mejor actitud… –Le respondí con la voz apagada y sin atreverme a mirarlo de lo humillada que me sentía.
–¿Que? No te entendí chamaca, voltéame a ver cuándo me hables, no sé si sabias… pero es una falta de respeto hablarles así a tus mayores.
–¡Que voy a dejarme consentir! –Exclamé, esta vez mirándolo a los ojos totalmente roja de la pena por las palabras tan humillantes que acababa de pronunciar, volteando a un lado volví a ver a Félix que me miraba con su depravada cara mientras se lamia los labios el muy cerdo. Sin decirme nada solo me miro y sonrió complacido.
–¡Chamaca! ahora sí... hágale caso a su hermana y súbase a su cuarto que ya vamos a jugar ¡cosas de adultos!
El tío le ordeno en tono serio a Candy que lo obedeció enseguida poniéndose de pie.
–Espérate mija no seas maleducada y primero despídete de las visitas como te enseñe.
Mi hermana obediente se acercó primero a Don Carlos que tenía más cerca inclinándose y dándole un beso en la mejilla, después siguió mi tío, el asqueroso de Félix que fue el siguiente no dudo en poner sus manos en las nalgas de Candy cuando esta se acercó para darle el beso. Al final fue el turno de Don Paco. Enseguida la tome de la mano caminando las dos hasta las escaleras, no sin antes escuchar a mi tío hablar de nuevo.
–¡Ponte ese vestidito que traías antier! – Lo escuche gritarme, mientras subía sin parar las escaleras con Candy a mi lado.
–No quiero que salgas otra vez del cuarto y apenas salga vuelves a poner el pasador a la puerta. –Le ordene seria a Candy que me miraba sin entender porque le hablaba así.
–¿Estas enojada Mili? –Me pregunto con su rostro triste.
–Claro que no hermanita, solo ya sabes que no me gusta que estés sola con los amigos del tío.
–¡Pero son muy graciosos Mili! todos hacen caras graciosas y me hacían cosquillas.
–Aun así, sabes que no me gusta, ponte a jugar con tus muñecas, yo te subo de merendar en la noche… ¿Entendiste?
–Si hermanita. –Me respondió abrazándome con su ternura de siempre.
Apenas me soltó corrí al armario buscando con premura el mismo vestido floreado que había usado días atrás pues a mi pesar era lo único que tenía en mi guardarropa que podía servir, dado que lo había comprado con la idea de llamar la atención. Deteniéndome a meditar en las palabras del tío mientras veía el vestido ¿Cómo sabía que me había puesto esto? Me pregunte al recordar claramente que él no estaba cuando llegue y tampoco volví a salir del cuarto la noche que lo traía puesto, recorriéndome un escalofrió al pensar que había entrado en mi habitación mientras dormía, de otra forma ¿cómo habría sabido?
Cuando terminé de vestirme, con pena recorrí mi cuerpo de arriba hacia abajo en el espejo observando como el vestido oprimía mis pechos mostrándolos más grandes y apetecibles, mi colita se veía sexy denotando la forma de mi trasero redondo y parado junto a mis muslos torneados. Sin creer el espectáculo que iban a tener esa bola de viejos cochinos y mañosos me puse el veintiunico par de tacones negros que tenía y respirando profundo salí del cuarto escuchando enseguida como Candy ponía el seguro a la puerta.
Apenas aparecí en las escaleras me sentí como un pedazo de carne al ver como los cuatro no me perdían de vista recorriéndome con sus perversas miradas escuchando casi enseguida los piropos y halagos de todos esos viejos verdes que disfrutaban viendo las formas de mi bien delineado y juvenil cuerpo. Con una sonrisa forzada les di las gracias mientras caminaba incomoda y apenada hasta la cocina sirviendo una charola con botana surtida y llevándola enseguida hasta la mesa.
–¡Gracias Mili! Me dijo don Paco pasando saliva mientras lo veía disimular terriblemente su mirada clavada en mi escote.
–¿Me puedes traer otra cerveza guapa? –Me pidió Don Carlos que estaba al lado de don Paco.
–¡Claro! –Exclame amable y sonriente caminando hasta el televisor inclinándome para tomar una botella de la tina, por un segundo me imagine la cara que todos debían estar poniendo al contemplar mi trasero en esa posición y no me equivoque, al enderezarme todos me veían con los ojos bien abiertos sin perder detalle alguno, hasta quien no podía como era el caso de mi tío y Félix se habían volteado descaradamente a contemplarme.
–Tenga Don Carlos. –Le dije amable observando a mi tío, que todo el tiempo había estado observando cómo me comportaba.
–Ya es toda una mujercita mi sobrinita ¿no creen? Y además… ¡muy chula! –Exclamo el tío Víctor, recorriéndome de pies a cabeza sin el más mínimo disimulo logrando que me pusiera nerviosa, con esa mirada en sus ojos.
Apenas volví a la cocina me quedé unos minutos ahí esperando como siempre a que alguien me llamara, siendo en esa ocasión mi tío quien me pidió otra cerveza.
–¿Quieres aprender a jugar Mili? –Me pregunto, cuando regrese con su cerveza, no me tarde en mucho en deducir lo que tramaba dado que no había sillas extras en la mesa. Sin pensarlo mucho o me arrepentiría cerré los ojos por unos instantes y sin que él me lo pidiera me senté de lado en sus piernas abrazándolo del cuello. Complacido al ver que tome la iniciativa, ya no me dijo nada y por un buen rato me limite a sonreír como tonta fingiendo que le ponía atención cada vez que me explicaba algo, levantándome únicamente cuando alguien quería algo. Hasta que todo empeoro.
–¡Esto ya se puso bueno señores! –Clamo mi tío emocionado mientras veía sus cartas con recelo y miraba a sus amigos atento. Por desgracia al poco rato como había venido pasando desde que me senté volvió a perder estrepitosamente, dejándome claro que no era muy bueno que digamos para ese juego, por el contrario de don Paco que sobresalía de todos gracias a la enorme pila de fichas que había logrado acumular.
–¡Me lleva la chingada! Pensé que ahora si ganaba.
La repentina rabieta de mi tío me hizo salta asustada mientras lo veía como aventaba las cartas sobre la mesa bastante molesto.
–Así es esto Víctor a veces se pierde a veces se gana, las primeras manos te las llevaste tu acuérdate, pero como que te estas distrayendo en otras cosas.
Don Carlos que había sido el ganador de la partida evidentemente se refería a mi como la “ distracción ” y aunque me quede cayada ante su comentario le daba la razón pues desde hacía un rato mi tío parecía más interesado en acariciarme las piernas o dizque enseñarme como jugar pues solo volteaba y me enseñaba las cartas, pero no me explicaba nada solo se limitaba a clavar la vista en mis pechos sometiéndolos a un exhaustivo e incómodo escrutinio.
–Mili… ¿podrías traernos una de las botellas que deje a un lado del sofá? ya se me antojo algo más fuerte. –Volteando a ver a Don Paco, asentí con la cabeza levantándome y yendo a buscar lo que me pidió volviendo a los pocos segundos con una botella de tequila en la mano.
–Trae vasos, unos limones partidos y también sal. –Me ordeno enseguida mi tío.
–¡Qué esperas, sírvenos! –Me volvió a ordenar de forma despectiva apenas llegue con lo que me pidió mientras tronaba los dedos, como si le hablara a su criada persona.
Con la mejor sonrisa que fui capaz lo miré mientras tomaba la botella y la abría, sirviéndole primero a él y recorriendo después toda la mesa hasta regresar al punto de inicio volviendo a sentarme en sus piernas al sentir su mirada como diciendo ¡ven a tu lugar! Me sentía como un trofeo a presumir mismo que resaltara su posición de macho alfa sobre los demás y no me equivocaba pues el constantemente me presumía con sus amigos diciendo frases halagadoras y hasta un poco subidas de tono desde “que bien hueles mili” o “te queda muy bien el vestidito mija” hasta “¿verdad que se puso re buena la escuincla señores?”
El tiempo siguió pasando y con preocupación notaba como los amigos de mi tío cada vez disimulaban menos la forma en que me miraban dejando claro que el alcohol estaba haciendo efecto en ellos. Sobre todo, mi tío que ya no disimulaba para nada su pervertida mirada incluso me había obligado a sostener su vaso y darle de beber en la boca cuando me lo pedía, pues estaba muy ocupado sobándome con una mano y con otra jugando.
–¿Quieres probar Mili? –Me pregunto mi tio por quinta ocasión solo que esta vez desviaba mi mano hasta pegar el vaso a mis labios inclinándolo con insistencia amenazando con dejar escurrir el líquido sino abría la boca obligándome sin más remedio a beber sintiendo como el tequila me quemaba toda la garganta, provocando que comenzara a toser asqueada apenas retiro el vaso.
–Jajaja Te vas acostumbrado –Fue lo único que me dijo al ver mi rostro rojo por el esfuerzo de toser mientras lo veía tomarse de un trago el resto del tequila haciéndolo parecer como si de agua se tratara.
– ¡Sirve más! –Exclamo, acercándome la botella para que no me levantara.
–¡Tómatelo! Pero esta vez de golpe, no lo pruebes.
Cogiendo el vaso y sin darme tiempo a negarme lo choco de nuevo contra mis labios forzándome a beber todo el líquido de golpe esta vez sintiendo como quemaba todo a su camino hasta llegar a mi estómago. Con la cara asqueada lo mire sintiendo ganas de volver.
–¡Ten, chupa el limón! Te va a ayudar.
Con premura lo tome y me lo lleve a la boca notando con alivio que el sabor del limón contenía mis ganas de potar, sacándolo a los pocos segundos lo vi disgustada.
–¡Vez! Si ayuda. –Me contesto riendo mientras me hacía señas para que volviera a llenar el vaso.
–¡Ya no quiero tío! Le dije seria mientras llenaba el vaso.
–¡Otro y ya! –Me respondió aparentemente divertido con mi sufrimiento.
–¡No tío! –Le conteste con firmeza negándome a beber.
–¡Otro! ¡Otro! ¡Otro! –Empezó a corear como idiota mirando enseguida a sus amigos que sin esperar lo siguieron coreando todos mientras daban golpes a la mesa.
Por un momento los mire a todos entendiendo que no se detendrían hasta que lo hiciera.
–¡Solo este y ya! –Exclame mientras sujetaba el vaso y de un solo golpe me tome todo el líquido pensando aliviada que tenía razón pues la sensación con cada trago era menos desagradable, incluso ya no hice gestos, solo me limite a chupar otro limón y escupirlo a los pocos segundos terminando el espectáculo. Todos comenzaron a aplaudirme y silbar mientras que apenada les daba las gracias.
Luego de esa ligera interrupción el juego continúo, levantándome después de un rato por otra botella sintiendo el efecto que el alcohol había provocado en mi cuerpo al marearme dado que, aunque ya había tomado licor en el pasado nunca había pasado de una cerveza.
En poco tiempo volvió a insistir que los acompañara con otro trago dejándome de molestar solo hasta que me vio tomar una cerveza. Intente al principio hacer como que la bebía, aunque solo me mojaba los labios, pero rápido se dio cuenta insinuándome que si no me gustaba la cerveza podía tomar tequila con ellos. No me di cuenta como, pero en un abrir y cerrar de ojos me había tomado tres cervezas pues apenas me terminaba una el insistía de nuevo con el tequila alegando que era mejor, sin dejándome en paz hasta que no iba y cogía otra cerveza, al cabo de un rato note extrañamente como las cosas que antes me preocupaban y mantenían alerta perdían poco a poco importancia, logrando incluso hasta ponerme ligeramente contenta pues hasta entretenida los veía jugar, incluso reía de vez en cuando al sentir las manos del tío Víctor haciéndome cosquillas mientras me daba un lento masaje en el abdomen terminando siempre con su mano entre mis muslos sintiendo el ligero rose de sus dedos en mi bombachita.
–¿Estas bien Mili? –Me pregunto don Paco al ver cómo mareada me recargaba en mi tío pues todo me daba vueltas.
–Si… ¡claro! –Le dije ya con la voz afectada por el alcohol tomando la charola de la mesa y caminando tan firme y derecha como pude hasta la cocina regresando instantes después con los bocadillos que me había pedido don Carlos hacia un minuto, observando como todos me veían con una extraña sonrisa. Apenas regresé a mi lugar en las piernas de mi tio empecé a retorcerme entre sus brazos pues su rostro se frotaba descarado entre mi escote mientras intentaba con las manos alejarlo alegando que me raspaba su barba cada vez que se restregaba entre mis pechos, pero él se negó a obedecer hasta que estuvo satisfecho.
–¡Gane de nuevo! ¡En su cara idiotas!
–El grito de victoria de don Paco me hizo salir de mis pensamientos, observando como el alcohol también ya había hecho su efecto en el viejo pues no dejaba de reírse y moverse como idiota festejando.
–¡Pinche Paco! Haces trampa cabrón, como es posible, no podía perder con esta mano.
–Jajaja Tu… que eres ¡bien pendejo! Víctor.
–Nunca vas a aprender si él te sigue enseñando Milagros. ¡Deberías aprender del maestro! –Exclamo don Paco entre risas.
–Era obvio el tono de broma en que lo había dicho pero mi tío no pensó lo mismo pues de pronto me tomo con ambas manos de la cintura levantándome de golpe hasta quedar de pie, tambaleándome de un lado al otro lo mire sin entender que pasaba.
–¡Siéntate con Paco! a ver si así ya no hace trampa.
–El descarado solo se reía, logrando contagiarme su risa pues por un momento pensé que me estaba bromeando.
–¡Órale chamaca, que esperas! –Espeto mi tio, sintiendo en un instante como una de sus manos chocaba contra mi trasero propinándome una sonora nalgada haciendo que brincara, quedando estupefacta por lo que acababa de hacer enfrente de todos.
Lo mire sorprendida igual que don Paco quien pelo los ojos como no dando crédito a su buena suerte, al ver que mi tio hablaba en serio. Sin pensarlo un segundo el viejo hizo su silla hacia atrás dejando espacio suficiente entre su prominente barriga y la mesa para que me sentara. No supe porque, pero no repele ante tal orden, siendo que hacía unas horas por lo menos hubiera puesto el grito en el cielo ante el trato de mi tio, sin embargo, solo me le quede viendo y después mire a don Carlos sonriendo como tonta mientras me daba la vuelta lista para acomodarme en una de sus gordas piernas.
–¡Haber mija conmigo si vas a aprender! –Escuche la ronca voz de don Paco mientras sentía como sus peludos brazos me abrazaban y acomodaban descansando su barriga en mi espalda.
Un nuevo juego comenzó enseguida, pensando al principio que únicamente me limitaría a observar como jugaban me tomo por sorpresa la voz de don Paco en mi oído pidiéndome que cogiera las cartas y se las mostrara.
–¡Tú vas a jugar! –Me dijo al oído, mientras comenzó a decirme como ordenar las cartas intentando enseñarme. Por supuesto que estaba bastante borracha como para poder concentrarme de verdad en entender todo lo que me explicaba y el no tardó en darse cuenta de eso abandono la idea de enseñarme al igual que sus manos abandonaron mi cintura y se ocultaban bajo la mesa sobando y apretando mis muslos por arriba del vestido mientras su aliento tibio en mi cuello provocaba que de vez en cuando cerrara los ojos. Como era obvio, al final de la partida don Paco perdió y para sorpresa de todos, mi tío se alzó con la victoria.
–Vez como tenía razón Víctor ¡ya no estas distraído! –Le dijo don Carlos a mi tío cuando termino el juego mientras me miraba con una sonrisa maliciosa.
–Se me hace que si tenías razón ¡cabrón! Jajaja.
Todos se soltaron a reír excepto don Paco que volvió a poner sus manos en mi cintura y les dijo en tono amenazante “Ya verán, la próxima me la llevo yo” Al mismo tiempo que me acomodaba entre sus piernas forzándome a inclinar sobre la mesa logrando restregar toda su erección entre los cachetes de mi cola.
El juego siguió prolongándose con aparente normalidad, todos jugaban, reían y se hacían bromas entre ellos. Relegada en la entrepierna de don Paco solo me levantaba en ocasiones para servir alguna ronda de licor a todos, incluida yo misma, volviendo sometida a mi lugar sintiendo el descarado magreo de ese viejo quien apenas me sentaba se dedicaba a subir poco a poco la falda del vestido hasta mis caderas dejándole el camino libre no solo para acariciarme los muslos y la cola sino también de vez en cuando sentía sus toscos dedos rosando mi intimidad sobre la tela blanca de mis bragas, cosa que a mi tio parecía excitarle ver pues no dejaba de mirar en nuestra dirección contemplando el manoseo que su amigo me daba.
Con los minutos transcurriendo la partida volvió a terminar y don Paco de nuevo perdió estrepitosamente provocando su enojo.
–¡Se me hace que si tienen razón cabrones! –Replico enojado.
–¡Te dije Paco! –Le contesto riendo don Carlos.
–Se me hace que alguien más te va a tener que enseñar Mili...
Yo no me hice del rogar y apenas quito sus manos de mis piernas me levante regresando sin pudor alguno la falda del vestido a su lugar enfrente de todos, apenas termine mire a mi tío pensando que otra vez me querría sentada en su regazo.
–¡Ni me veas Chamaca! Apenas me estoy recuperando de la mala racha. Mejor sírveme otra copa…
–¡¡Está bien!! Todo sea porque la niña aprenda ¡yo le enseño!
Como si fuera un sacrificio Félix de inmediato se ofreció voluntario mientras me miraba y se pasaba la lengua por la boca.
–Ya lo escuchaste, vete con él. –Me ordeno mi tío secamente, como si fuera mi dueño mientras juntaba las cartas y las acomodaba sin la más mínima culpa o remordimiento en su rostro.
Por un momento me le quedé viendo mareada y enojada al mismo tiempo que sentía una extraña sensación en mi cuerpo, aunque sin reclamarle nada caminé tambaleándome hasta donde estaba su amigo. Ni lento ni perezoso Félix hizo su silla hacia atrás y abrió las piernas apenas me vio llegar mientras me miraba con una sonrisa de completa perversión, sin darle importancia me gire intentando sentarme de ladito en sus piernas, pero él enseguida me detuvo.
–¡Epa! Primero pídeme que te comparta toda… mi graaan sabiduría Milagros ¡No seas maleducada! Que no vez que voy a meterte ¡muchas cosas! En esa cabecita…
Todos rieron al entender claramente el doble sentido en sus palabras mientras yo solo podía ver como se acomodaba la erección en sus pantalones enfrente de todos sin la más mínima vergüenza.
–Pu… puedes meter …me las cosas… fue lo único que dije borracha arrastrando las palabras.
–jeje ¡Esta bien! Solo porque me lo pides tú… ¡ven, clávate chula! –Exclamo mientras se daba palmadillas en las piernas invitándome.
Estaba tan aturdida que con tal de sentarme al sentir que me iba de lado me volví a dar la vuelta inclinándome sintiendo en ese momento como sus manos subían por completo la falda del vestido de un tirón exhibiendo mi desnudez de la cintura para abajo durante un breve instante, para todos en la habitación pues, aunque con cierta torpeza alcance a reaccionar volviendo la prenda a su lugar y mirándolo con la cara de reproche.
–¡Uppsiii! Manos traviesas…jeje –Fue lo único que dijo, con la voz de un niño travieso al mismo tiempo que me tomaba de la cintura atrayéndome a él con fuerza y de un jalón acabé en su entrepierna, al voltear a la mesa vi con cierta pena como todos miraban fijamente la escena escuchando casi enseguida la voz de Félix detrás de mi anunciando que ya podían continuar con el juego.
Mi tío que veía claramente la escena, sin decir nada solo se limitó a sonreía al ver las ocurrencias de su amigo volviendo a jugar quitado de la pena. Los minutos siguieron pasando y aunque muy borracha notaba como todos miraban más en esta dirección y la razón era porque Félix a diferencia de los demás no se molestaba en ocultar sus descarados manoseos además dada la separación de la mesa les permitía a casi todos ver cómo me acariciaba sin reparo alguno, retirando constantemente sus descaradas y necias manos de mis pechos los cuales amasaba y estrujaba, luchaba por alejarme de su boca que cada vez lamia y besaba mi cuello con más descaro.
Justo cuando la partida parecía que se había terminado prediciendo que don Carlos se alzaría con la victoria no pude evitar saltar de manera exagerada al sentir como los dedos de Félix corrían a un lado la tela de mis bragas. Al ver lo exagerado de mis movimientos todos voltearon fijando de inmediato su vista en la perdida mano de Félix que jalaba sin detenerse mi bombachita mostrando a todos, mi conchita. No sé cómo, pero de un brinco me puse de pie sintiendo como todo me daba vueltas incluso más que antes por lo brusco del movimiento, escuchando segundos después como se despedazaba un vaso de cristal al chocar contra el piso.
–¡Lo siiientooo! –Dije apenada y nerviosa al mismo tiempo que trataba de sostenerme.
–Vo… voyyy por el recogedor… –Fue lo único que atine a decir mientras me daba la vuelta agarrándome de todo lo que podía en el camino.
–¡Haber, te ayudo! –Exclamo mi tio casi enseguida.
–Está bien ¡y…yo… puedo! –Repliqué intentando evitar que me siguiera, pero fue en vano, cuando me di cuenta lo tenía detrás de mí con sus ásperas manos aferradas a mi cintura.
–¡Yo puedo tío! –Volví a asegurar inclinándome a un lado de la nevera para coger el recogedor, oportunidad que el no desaprovecho bajando con destreza sus manos hasta mis nalgas las cuales amasaba sobre el vestido con total descaro mientras lo escuchaba decir que no tenía problema en ayudarme.
Me quede sin reaccionar por un segundo sintiendo como la sangre se me acumulaba en la cabeza logrando si es que era posible hacer que me sintiera aun peor, como pude le quite las manos de mi cola y me enderece empezando a caminar de vuelta a la mesa con el siguiéndome de cerca.
–¡Te sostengo el recoger Milagros! –Escuche enseguida la voz de mi tio por detrás, arrebatándome en un instante el recogedor, pero esta vez me abrazo con una mano de la cintura inclinándose hasta enterrar su entrepierna en mi trasero mientras con la otra colocaba el recoger delante de mí al mismo tiempo que sus caderas se movían de atrás hacia adelante puntuándome con desvergüenza sin importarle que todos estuvieran viendo. Me parecieron eternos los segundos que permanecí en esa posición sobre todo cuando me decía que aún faltaban pedazos y me hacía caminar a donde según él había.
–Voy al baño… –Les dije desde la cocina, dejando el recoger, viendo como todos me seguían con la mirada hasta que entre al pequeño cuarto pegado a la cocina. Permanecí un buen rato mojándome la cara con agua buscando sentirme mejor, aunque no del todo repuesta salí al poco rato mirando con alivio como habían guardado ya la baraja y se preparaban para irse.
–¿Ya se van? –Les pregunte sin creerlo mientras los miraba sentados en la mesa cuchicheando.
Acercándome, mire a don Carlos vertiendo tequila en los vasos, repartiéndolos conforme servía, por último fue mi turno, notando que mi tío me hizo señas para que tomara el único vaso en la mesa que ya estaba servido, negándome a beber más en clara evidencia de estar muy mareada les dije que ya había sido suficiente alcohol para mí, sin embargo tras la insistencia de todos diciendo que era el último trago pues ya era tarde y tenían que trabajar mañana acepte levantando el vaso bebiéndolo de un golpe mientras los demás hacían lo mismo.
Recuerdo haber dado media vuelta he irme a mi habitación cuando todo a mi alrededor se puso borroso, haciéndome cerrar los ojos por instantes al mismo tiempo que escuchaba las voces de todos como si estuvieran a la distancia con un extraño eco.
–¡Ven Milagros! –Escuché la distorsionada voz de mi tío llamándome.
–No me siento bien tio... –Exclame mirando como el piso debajo de mí se movía forzándome de nuevo a cerrar los ojos.
Por un rato perdí la noción de donde estaba, pero cuando abrí los ojos de nuevo me encontré sentada, esta vez en las piernas de mi tío observando extrañada como todos nos miraban fijamente. Por unos momentos me quede viéndolos con cara de tonta hasta que baje la mirada y entendí el porqué de sus miradas sin mencionar la extraña sensación que estaba recorriendo todo mi cuerpo. Mi tío había corrido hacia abajo el escote del vestido, amasando con descaro y orgullo mis pechos desnudos con una mano mientras la otra había corrido a un lado la tela mis bragas y sobaba los labios de mi vagina, quise gritar, pedirle que parara, pero solo escuche jadeos salir de mi boca.
No lo podía creer, era como si mi cuerpo tuviera mente propia y se negara a obedecer a mi cerebro dejándose llevar por las caricias que le propinaban sin importarle de dónde venían, de lo contrario no entendía cómo era posible sentirme excitada con las caricias de mi propio tío. En segundos ola tras ola de sensaciones completamente desconocidas invadieron mi mente y cuerpo asiéndome sentir, por un lado, culpable de lo que estaba sintiendo y por el otro disfrutar las toscas caricias de mi tío.
–¿Estas cansada Mili? ¿Te quieres ir a dormir? –Lo escuchaba decirme al oído mientras continuaba palpando mi figura a placer enfrente de todos. Solo pude mover la cabeza de arriba hacia abajo lentamente dándole a entender que sí.
–Bueno muchachos mi sobrina ya quiere descansar… ¡los veo mañana! –Exclamo mientras lo veía levantarme y volviéndome a dejar sentada en la silla camino hasta la puerta, despidiendo a todos.
Por un momento me sentí aliviada al verlos salir, pero la angustia volvió cuando mi tío cerró la puerta caminando de regreso a mí. Primero intento ponerme de pie más al ver que en automático me iba de lado me cargo entre sus brazos llevándome rumbo a las escaleras, cual muñeca de trapo sin voluntad alguna.
–Te voy a llevar a tu cuarto chamaca, mañana terminas de limpiar. – Al escucharlo decir eso, aliviada me relaje en sus brazos mirando como subíamos las escaleras hasta que llegamos a una puerta, entrando, sin hacer ruido me dejo sobre la cama, con la escasa luz que provenía del pasillo y lo aturdida que estaba era incapaz de ver claramente el interior de la habitación, solo alcanzaba a reconocer la figura musculosa del tío Víctor de pie a un lado de la cama, a pesar de eso, no me tomo mucho tiempo darme cuenta que esa no era mi habitación dado que Candy no estaba acostada a mi lado.
–Ya eres toda una mujer milagros… –Escuché la voz ebria del tío mientras con espanto lo veía instantes después subirse a la cama montándose arriba de mí.
–¡Con este cuerpazo! ¿Sera que todavía eres virgen? o ya te la habrán metido putita, bueno… en todo caso ya lo averiguare.
En un instante sus labios buscaron con desesperación los míos intentando besarme mientras yo solo podía retorcerme bajo su cuerpo y movía la cabeza de un lado al otro sintiendo un profundo asco mezclado con impotencia.
–¡Umm! No sabes cómo nos vamos a divertir encanto, ahora si vas a conocer lo que es un hombre de verdad, no esos pendejos con lo que seguro te acuestas –Exclamo con evidente deseo y placer en su aguardentosa voz, como si le excitara ver como luchaba y me retorcía tratando de escapar, sin embargo, no tardo en sujetarme con fuerza del cuello inmovilizando mi cabeza con sus ásperas manos dejando el camino libre a sus labios, los cuales sin problema alguna se estampaban contra los míos besándome con brusquedad, sin detenerse a pesar de sentir mi constante rechazo.
–Noooo… t…tio… dej…déjame… te lo suplico… –Le rogué una y otra vez notando que cada vez me costaba más articular las oraciones y ya solo arrastraba las palabras, sin dejar de retorcerme bajo su cuerpo pataleando y moviendo los brazos con desesperación intentando inútilmente escapar de sus garras.
–¡Como que no chamaca! Ya me tienes bien caliente… relájate porque de aquí no sales en un buen rato ¡veras que te va a gustar! te voy a hacer gozar ¡toda la noche! mija.
Estaba tan borracho y su rostro parecía consumido por la lujuria y el morbo que ni siquiera le importaba que acababa de besar a su propia sobrina, tanto, que sin una gota de delicadeza solo escuche como se rompía la tela del vestido tras un fuerte jalón dejando mi busto al descubierto, forzándome a cerrar los ojos al sentir sus ásperas y grandes manos estrujando y amasando mis pechos como loco haciéndome daño de la rudeza con la que los exprimía como si buscara arrancarlos.
–¡Nada como la juventud, no había visto unas tetas tan ricas en mucho tiempo escuincla!
Quería gritarle que me soltara, decirle que estaba ¡enfermo! Cuando sentí sus labios aferrándose a uno de mis pechos, padeciendo asqueada y sin poder hacer nada tras cada segundo que su lengua chupaba y lamia con vehemencia todo el contorno de mi seno cubriéndolo con sus babas, sin poder hacer más, salvo mirar horrorizada como se aferraba cual recién nacido mordisqueando y jugando enloquecido con el pequeño y rosado pezón, sonriéndome con descaro un instante después y sin la más mínima gota de arrepentimiento lo veía tomar el otro pecho y repetir el proceso hasta dejar a mis gemelas bañadas en saliva.
–P…Dor… avor tio… te promedo no digo nadie… suéldame –Carente de lógica y compresión en mis palabras fue todo lo que salió de mi boca por última vez al sentir que poco a poco iba perdiendo el escaso control que mi mente aun consiente ejercía sobre mi cuerpo mientras el quebranto y la desdicha se apoderaban de mi al ver a mi tio sin intenciones de parar esa enfermiza locura.
Por un instante ilusa pensé que había entrado en razón ante la monstruosidad que estaba cometiendo al verlo descender de la cama, sin embargo, apenas escuché el sonido de su cinturón cayendo al piso mi mente pudo asimilar que de verdad todo estaba pasando y no se trataba de una pesadilla. Aterrada lo vi subirse de nuevo a la cama montándose de nuevo arriba de mí, trataba de gritar, ordenarle a ese viejo asqueroso que me dejara en paz, golpearlo si era necesario, todo con tal de salir corriendo de ahí sin embargo solo era capaz de moverme como una especie de gusano sobre la cama completamente impotente viendo con repugnancia como tomaba su pene con una mano y lo pasaba por mis pechos una y otra vez fascinado hasta que se acercó a mi rostro sosteniendo amenazante la monstruosa herramienta con que dios lo había dotado.
–Se buena… y abre la boquita ¿sí? Me muero por saber cómo la chupa mi sobrinita.
No era necesario decirle nada, solo bastaba con ver mi rostro lleno de horro y asco ante tal petición sin mencionar que apretaba los labios tanto como podía mientras movía la cabeza en clara negativa.
–¡Que abras la bocaza puta! Y más te vale que te tragues todo lo que ponga ahí… ¿entendiste pendeja?
Escucharlo hablarme con esa voz rabiosa y ver sus ojos enfermos de lujuria y enojo me hizo entender que el hombre ante mí, estaba dispuesto a hacer cualquier cosa en ese punto, incluso hacerme daño de verdad.
–Sino no abres la boca en este momento… y me haces una mamada voy a ir al cuarto de tu hermanita, la voy a traer de las greñas y me la voy a coger en tu cara, solo vas a escucharla llorar rogándome que pare cuando la esté desflorando y no solo eso al pendejo de Jaime ¡soy capaz de matarlo! Imagínate por un momento... las dos putitas se quedarían con su intachable tio Víctor… las violaría a las dos hermanitas mañana tarde y noche, es más… ¿por qué solo yo?, convertiría tu cuarto en un burdel y las amarraría a la cama para que cualquiera pueda cogérselas como las rameras que son, claro, por una módica cantidad.
Las lágrimas empezaron a escurrir por mis ojos cuando lo hice y sentí el rosé de su glande en mi lengua continuando su camino hasta mi garganta “ Lo hubiera hecho con mi enamorado ” pensé, llena no solo de tristeza sino también con la mitad del rabo de mío en la boca.
No pude evitar pensar que ese pene era el segundo que veía en toda mi vida y comparado con el otro este era enorme, nada que ver con el diminuto miembro de mi último enamorado, a pesar de que nunca llegamos a tener relación pues yo no me sentía lista para dar ese paso, volví a recordar aquella ocasión mientras nos besábamos y acariciábamos en la intimidad de su cuarto, había logrado tomarme desprevenida, sin percatarme que se había bajado los pantalones tomo una de mis manos y la poso en su miembro desnudo provocando que saltara a un lado asustada. De inmediato le reclame enojada mirando cómo se asomaba tímidamente su pequeño amigo, sin embargo, después de rogarme por varios minutos, la idea había logrado excitarme lo suficiente para que al menos lo masturbara así que ahí estábamos sentados sobre la cama uno enfrente del otro, con cierto desagrado meneaba lentamente su pequeño pene mientras él estaba concentrado con ambas manos adentro de mi blusa apretando mis pechos mientras cada vez más excitado me rogaba que se la chupara pero yo me negué rotundamente.
Volví de golpe a la realidad manoteando desesperada al sentir como la espesa mata de bellos que rodeaban el pene de mi tío se metían en nariz y ojos provocándome aversión, odio y repulsión con cada segundo que si miembro estaba y salía de mi boca mientras lo escuchaba jadear he insultarme llamándome puta, ramera, traga pitos, completamente fuera de sí.
¡Snif! ¡Snif! ¡Snif! Tras varios agónicos he infernales minutos al fin saco su verga de mi boca llena de saliva, escuchándose por toda la habitación mis gimoteos.
–Cállate putita, bien que te encanta la verga, de seguro te fuiste a coger con algún pendejo a un motel barato el día que te fuiste vestida con este vestidito porque… ¿sabes que esto solo lo usan las putas verdad? ¡Igualita que la madre de piruja!
–A ver, abre las piernas, te voy a comer la panochita, ya verás que te va a gustar. –Exclamo mientras se bajaba de mí.
–Uyy… ¡Esta concha me recuerda a mami! –Lo escuche decir entre dientes instantes después, mirando como sus manos abrían mis piernas de par en par y su cabeza se incrustaba entre ellas succionando con avidez mi almejita, su lengua recorría cada milímetro de mi intimidad, logrando que me estremeciera al sentir sus caricias y la presión de su lengua en mi colita masajeando con fervor el diminuto agujerito más abajo, llenándose toda la habitación con mis jadeos en cuestión de segundos.
Sentía que todo era tan surrealista que me costaba trabajo creer que tan solo horas atrás todo en mi vida era medianamente normal y sin embargo en ese momento estaba acostada y borracha con las piernas abiertas y un hombre maduro entre ellas propinándome el primer sexo oral de mi vida y no cualquier hombre sino mi propio tío. Por eso me sentía sucia y culpable al escuchar los sonidos que emitía mi boca con cada caricia de ese maldito enfermo, hasta que me aferre a las sabanas y estire todo mi cuerpo aprisionando con los muslos la cabeza del tio mientras soltaba un agónico gemido, prueba inequívoca que había tenido un orgasmo, y no cualquier orgasmo sino era el primero en toda mi vida, producto nada más y nada menos que de las caricias del tío Víctor.
–No que no putita ¡acabas de correrte como una autentica cerda! –Escuche instantes después la voz del tío Víctor, mientras ambos nos mirábamos, yo con pena y cierto morbo contemplando su rostro bañado con mis jugos y el, cómo me retorcía y gemía en clara señal de haber disfrutado sus placenteras he inmorales caricias.
En un instante lo vi inclinarse de nuevo sintiendo el contacto de sus labios con los míos besándome esta vez con cariño y pasión mientras me daba a probar mis propio jugos vaginales mientras sus manos subían a mis hombros sujetando los tirantes del vestido mismos que resbalaban de mis hombros hasta mis brazos sintiendo como la floreada tela terminaba enrollada en mi cintura, no tardo en separarse de mis labios para descender y acomodarse entre mis piernas enrollando con premura el resto del vestido en la cintura y sujetando con firmeza mis piernas las abrió de lado a lado cual compás rosando lentamente los labios de mi vagina con la cabeza de su miembro.
En ese momento fui consciente de la ineludible realidad que estaba a punto de vivir aunada a mi inutilidad para frenar el cruel y aberrante curso de hechos así que solo pude cerrar los ojos al sentir la presión de su glande en mi conchita, me negaba a tener grabado para siempre en mi mente el rostro deforme y casi monstruoso en que se iba transformando la cara de mi tio producto de la lujuria y obscenidad al comenzar lentamente a penetrarme, arrancando tiernos gemidos de mi boca aun en contra de mi voluntad con cada milímetro que su aparato entraba ensanchando los pliegues de mi vagina la cual trataba de adaptarse a su primer visitante, podía percibir como esa barra ardiente de carne, incesante; se abría camino en mis entrañas, escuchándose un agudo grito de dolor salir de mi boca al sentir como la cabeza de su pene chocaba y atravesaba con fuerza la delgada capa que hasta ese momento había conservado como prueba de mi pureza y castidad. Continuando su paso triunfal y orgulloso tras haberse convertido en el primer hombre en mi vida, de desvirgarme, notando a los pocos segundos el rosé de sus peludos huevos en mis nalgas, prueba inequívoca de haber sido penetrada por su verga al sentirla enterrada hasta lo más profundo de mi ser.
–¡Uff! Quién lo hubiera imaginado… ¡Si eras virgencita! Con lo buena que te pusiste estaba seguro que ya andabas de güila abriendo las piernas por ahí… Pero ¡qué bien! me alegra que te reservaras ¡para mí! Preciosa, vas a ver que te voy a hacer gozar tu primera vez, tanto que te vas a volver adicta a la verga chiquita.
El sentimiento y la tristeza me invadieron soltándome a llorar gimoteando desconsolada, había imaginado cientos de veces como sería mi primera vez, desde lo romántico a lo apasionado, pero nunca ni en mis más horribles pesadillas hubiera imaginado que iba a perder la virginidad con mi propio tio.
Completamente indiferente a mi llanto lo vi inclinarse hacia mi sintiendo su aliento cada vez más cerca de mi rostro hasta que la tibia saliva de su lengua comenzó a esparcirse por mi cuello lamiéndolo y chupándolo a su antojo mientras sus caderas inquietas parecían no resistir más la espera iniciando un lento movimiento de atrás hacia adelante provocando que me retorciera escuchándose por toda la habitación una mezcla entre llanto y jadeos.
–¡Que rica esta tu panocha mija! Ufff… no sabes cómo me pone haber sido yo quien te hiciera mujer… disfruta que te voy a hacer ver estrellas mi niña para que nunca olvides lo que es un macho de verdad –Exclamo en mi oído, denotando el enorme placer que experimentaba con cada penetración, a la vez que escuchaba los gemidos y jadeos escapar de mi propia boca, siempre al ritmo de las embestidas que me propinaba, volviéndose cada vez más audibles. Simplemente no entendía cómo podía excitarme y disfrutar al ser mancillada y denigrada por un viejo repugnante y canalla como era mi tío, pero de que otra forma podía explicar esa sensación nunca antes de sentida de placer y goce sino era por las caricias de ese macho.
La habitación no tardo en llenarse con un fuerte olor a sexo y el rítmico rechinido de la vieja cama mezclado con los gruñidos del tío y mis propios jadeos. Era como si con cada minuto que su miembro me penetraba un fuego invadiera todo mi cuerpo, haciéndome sentir cual puta barata pues me retorcía de placer y delirio disfrutando sin reparo el vertiginoso bombeo de sus caderas, como si nada más importara, a pesar de que intentaba aplacar las sensaciones y deseos, fue inevitable escuchar los sexuales gemidos que escapaban de mi boca con cada grado que subía la temperatura de mi cuerpo, llegando inevitablemente a cerrar los ojos y aferrarme a las sabanas deleitándome con las salvajes embestidas de ese hombre, mismas que amenazaban con romper la cama.
–¡Te gusta cómo te cojo verdad! –Escuche su voz moverse a mi oído desde mi cuello donde su boca había estado ocupada lamiendo y chupando todo a su alrededor, produciéndome una perturbadora sensación de placer cada vez que mordía el lóbulo en mi oreja. Sin descanso enseguida volvió de nuevo su atención en mis pechos llevándose uno a la boca mamándolo como loco mientras que una de sus manos se aferraba al otro amasándolo, haciéndome delirar tras cada mordisco con que castigaba mi pezón, tanto que no me di cuenta en que momento crucé las piernas en su espalda a manera de pinza abrazándolo, desesperada por sentir su verga más adentro mientras me retorcía y aferraba a las sabanas gimiendo fuera de mí sintiendo como mi cuerpo se tensaba sin control lanzando un largo y agónico gemido producto del segundo orgasmo de mi vida regocijándome con todos y cada uno de los espasmos que plagaban mi vagina.
Cuando levanté el rostro me quedé viendo por unos segundos como chupaba, lamia y mordisqueaba mis pechos alternando su boca entre uno y otro como si fueran el más delicioso manjar, excitándome esa lujuria y perversión con que lo hacía mientras su desnudo y musculoso cuerpo se movía con energía entre mis piernas haciéndome estremecer de placer. Aparentemente satisfecho de mis pechos lo veía separar su cara de ellos dejando sensuales marcas de chupetones y una capa brillosa de saliva a su paso. Volviendo a enderezarse tomo con cada mano mis piernas juntándolas en el aire formando una “L” con mi cuerpo iniciando una enardecida penetración enterrando su mástil en cada ocasión de un solo golpe asiéndome gritar, retorcer y gemir como una autentica hembra en celo de la fuerza con la que lo hacía. No pude negar que a pesar de los años que tenía fuera del ejercito su cuerpo aún conservaba la forma pues aún se le veían trabajados sus músculos, aunque ya con un poco de pancita, me mordí los labios sin creer que su cuerpo me había seducido y un más que lo estuviese acariciando como si mis manos tuvieran vida propia, su abdomen, brazos y nalgas recibían constantemente mis caricias mientras el continuaba moviendo con ritmo sus caderas follandome una y otra vez sin parar, hasta que de pronto se detuvo dejando caer mis piernas he inclinándose de nuevo me cubrió con su cuerpo sudoroso a la vez que sus labios buscaban los míos, siendo esta vez correspondido, nos fundimos en un candente y apasionado beso al mismo tiempo que sus caderas comenzaban a moverse nuevamente entre mis piernas taladrándome con vigor, para ese momento solo me retorcía bajo su cuerpo volviendo a cruzar las piernas en su espalda aferrándome a él mientras enloquecida, clavaba las uñas en su espalda y ahogaba mis gemidos en su boca gracias al experimentado moviente de su lengua. Regresándome abruptamente del recién descubierto mundo de placer en que me encontraba, suspirando agobiada al sentir de pronto el vacío que su verga había dejado en mi cuerpo mirando como ponía su aparato a la altura de mi cara y de una estocada instantes después este se ponía tenso dentro de mi boca terminando dentro, llenando toda mi cavidad bucal con su caliente y espeso semen esparciéndose por todas partes con tres fuertes chorros, logrando arrancarme un último y placentero orgasmo con esa perturbadoramente agradable sensación del tibio esperma en mi boca, con dificultad tragaba por primera vez en mi vida la salada y viscosa semilla de un hombre mientras lo miraba angustiada haciéndole señas que sacara su cosa al sentir que me ahogaba.
Quizás por el momento de placer tan fuerte o lo mal que estaban mis sentidos, pero hasta el sabor de su semilla no me parecía desagradable, pues sin que él me lo pidiera por primera vez sujete su pene llevándolo de nuevo a mi boca apenas recupere un poco de aire limpiando con cuidado cada resto de su lechita, incluso exprimiendo la cabeza buscando sacar hasta la última gota. Jadeando se dejó caer aun lado de mí, instantes después con su cuerpo transpirado y pese a la cantidad industrial de esperma que había vertido en mi boca miraba intrigada como aún mantenía en todo su esplendor una erección.
–joderrr… ¡Tenía años que no me corría así y mira sigue tiesa! –Exclamo con sorpresa y orgullo mientras me miraba con una sonrisa dibujada en su rostro. En ese momento me percate que la luz estaba prendida, sin tiempo a pensar cómo era posible eso si mi tío había estado literalmente sobre mi todo el tiempo lo mire como se ponía de pie, dejándome creer por un instante que todo había acabado, sin embargo, enseguida me demostró lo contrario al jalarme con brusquedad de los pies hasta dejar mis nalgas al ras de la cama mientras yo lo veía excitada pensando que de nuevo iba a hacerme suya.
–Me imagino que si eras virgen de adelante… ¡también lo serás de atrás! Así que… ¡No voy a dejarles hueco para que estrenen, te voy a desflorar todita encanto! Jeje
No entendí a qué se refería, pero en realidad tampoco hubo necesidad pues solo vi como soltaba un par de escupitajos sobre su verga y enseguida la presión de su pene fue palpable más abajo de mi vagina, justo en el pequeño agujerito de mi cola.
Por varios agónicos y tortuosos minutos me retorcí, grité y apreté los dientes con una mueca de dolor he incomodidad tras los vanos intentos de mi tio en meter su enorme chisme por el único agujerito virginal que me quedaba, a pesar de que sus hábiles dedos luchaban por dilatar el estrecho orificio siempre era lo mismo, pataleaba y gritaba como loca que lo sacara apenas sentía la presión de su glande intentando abrirse camino. Notándose la desesperación en su rostro con cada minuto que pasaba, sin recibir su añorada recompensa, al final arto de no conseguir nada y ver que mi ano ya se encontraba irritado y adolorido de sus constantes intentos pues prácticamente ya me quejaba solo con sentir su glande frotarse por mi adolorido rabito, desistió de la idea enterrando con enojo su monstruosa boa nuevamente en mi conchita cogiéndome a cuatro patas, igual a un perro montado arriaba de su hembra, derrumbándose a los pocos minutos en mi espalda dejándome sentir por primera vez la sensación del tibio semen de un hombre esparciéndose por cada rincón de mis entrañas. Arrojando mi cuerpo sudoroso en la cama apenas derramo la última gota. Por un instante lo vi mirarme molesto al mismo tiempo que se vestía sin decir nada y abandono la habitación dejándome sola y con una extraña sensación cuando lo vi vestirse y salir, no era como si quisiera tenerlo a mi lado acurrucado o mucho menos después de haberme violado, pero me sentí mal, como si no valiera nada para él, ni siquiera porque había tomado mi virginidad, simplemente había saciado su enfermiza lujuria y ahora ya no le servía para nada. Haciéndome a la idea que era mejor así, si él ya se había sacado las ganas, eso significaba que me dejaría en paz así que solo tenía que descansar un poco hasta sentirme en condiciones de estar en pie, con esa idea en mente me acurruque intentando dormir un poco.
–¡Otra vez no tio! –Exclame aun ebria y adormilada abriendo los ojos al sentir sus ásperas manos abriendo mis muslos. Escapando instantes después un grito de dolor de mi boca apenas empotro de un solo golpe todo su aparato en mi recién estrenado coño, al principio solo veía una imagen borrosa de mi tío bombeándome con ritmo aclarándose esta poco a poco… Me quedé helada y aterrada cuando la imagen se aclaró y el cuerpo obeso y peludo de don Paco fue lo único que vi moverse entre mis piernas, él solo me sonrió como si nada y siguió la faena. Aun sin reaccionar lo miraba sorprendida y horrorizada sin poder creer lo que estaba pasando.
–¡Apúrate Paco! Que sigo yo… –La inconfundible voz de Félix se escuchó desde el corredor, obligándome a mover la cabeza a un lado del brazo de don Paco, mirando instantes después a Félix entrar a la habitación seguido de mi tio.
–Eyy… ¡Cabron! Déjalos solos… Cuando te toque vas a querer privacidad con la putita. –Espeto mi tio.
–¡Que vea si quiere! al fin no somos penosos... ¿verdad mili? –Exclamo don Paco al mismo tiempo que aumentaba las embestidas dejando caer todo su obeso y asqueroso cuerpo sobre mí en cada ocasión logrando prácticamente cubrir mi figura solo con su barriga, en ese momento voltee de nuevo a verlo, él me sonrió con sus dientes amarillos y el rostro rojo intento enseguida besarme, logrando esquivarlo movía la cabeza de un lado al otro llena de asco.
–¡No me la meta don Paco! –Le rogaba una y otra vez, tratando de apelar a la razón y el sentido común de ese hombre, sin embargo, con amargura y desconsuelo me daba cuenta que no había una pizca de moral o decencia en ese hombre al ver en sus ojos la misma lujuria y deseo carnal que había visto en mi tio.
Ultrajada y humillada me retorcía tanto como me era posible bajo el inmenso y peludo cuerpo de ese hombre mirando llena de vergüenza como mi tio y Félix observaban atentos la escena escuchándose únicamente los rechinidos de la cama y mis constantes sollozos ante la impotencia que sentía. No entendía porque mi tio me hacía esto ¿qué le había hecho yo? que mereciera no solo desflorarme sino también dejar a sus amigos que me violaran, pero lo peor de todo eran las sensaciones que poco a poco nuevamente invadían todo mi cuerpo aun en contra de mi voluntad haciéndome sentir igual a una puta, sino de que otra forma podía explicar los gemidos y jadeos que nuevamente escapaban de mi boca o la humedad en mi vagina ante las constantes penetraciones de don Paco.
Esa noche fue hasta ese momento la peor de mi vida y a la vez la mejor, quizás por lo mal que estaban mis sentidos o tal vez en el fondo solo buscaba una excusa para seguir sintiendo todo ese cumulo de nuevas y placenteras sensaciones pero ya no me resistí ni preocupe más, lo único que en ese momento parecía tener lógica era la dicha y la satisfacción que esos hombres me hacían sentir, ya ni siquiera me preocupaba el hecho de que ninguno usara condón y por tanto existir el riesgos de poder quedar embarazada, solo rodeaba con las piernas lo más que podía el voluminoso cuerpo de mi amante en turno aferrándome a él recibiendo por segunda vez en mi vida una dotación completa de tibio y espeso semen llenándome las entrañas en grandes cantidades mientras nuestras bocas se fundían en un largo y profundo beso. Recuperando el aliento poco a poco apenas su cuerpo se separó del mío. Con morbo notaba el pecaminoso y blanquezco liquido abandonar las profundidades de mi vagina escurriendo por mis nalgas y culo hasta manchar las sabanas. Complacido con los servicios que mi cuerpo le había brindado lo veía dejarse caer a mi lado dedicándome una sonrisa. Quizás por su edad o la falta de condición, pero el ya no intento hacerme otra cosa, solo me dio un último beso y se puso de pie vistiéndose.
Hasta me sorprendió mucho no sentir repulsión y asco cuando inevitablemente fue el turno de Félix, al contrario, parecía una gatita mimosa recibiéndolo con ansias de volver a sentir una verga larga y dura incrustarse en mi vagina haciéndome sentir llena de nuevo, quizás porque sabía lo pervertido que era ese hombre o por lo borracha que estaba pero quería que me hiciera suya de la forma más pervertida y obscena que se le ocurriera y no me defraudo, parecía mucho más experimentado en las artes amatorias que mis últimos dos amantes pues una y otra vez me cambiaba de posición como si fuera una muñeca de trapo, dejándome probar de nuevo el sabor de una verga en mi boca, incluso hizo que lamiera y sobara su ano mientras él se pajeaba algo que a pesar de resultarme desagradable en un principio termino excitándome mucho. Igual que mi tío él también estaba empeñado en desflorar mi aun virginal trasero y a diferencia de mi tio logro hundir la cabeza de su pene dentro del pequeño agujerito, pero al final frustrado de no poder avanzar más retrocedió sacando su hinchado glande al ver como bufaba y enloquecida me retorcía rogándole que sacara su pene de mi trasero. Clavándolo de nuevo en mi boca, se aferró con ambas manos a mi nuca follándome la cabeza con desesperación hasta sentir la semilla que su aparato expulsaba llenándome la boca, dándome de comer ese salado manjar mismo que devoraba por segunda vez en mi vida paladeando cada gota.
Al final fue el turno de don Carlos, este último al entrar y verme tumbada sobre la cama con restos de esperma en el rostro mientras me retorcía sobre un abundante charco de mis propios fluidos y el esperma de mis anteriores y afortunados amantes, con cariño me tomo de las piernas cargándome entre sus brazos llevándome al baño, el a diferencia de todos siempre había sido gentil y hasta cariñoso conmigo, aunque al final hombre, sabía que era imposible para el resistirse a semejante manjar que la vida le servía en charola de plata pero aun así sentía una sensación diferente a los demás cuando estaba entre sus brazos hasta incluso de cariño. Me gustaba el rose de sus manos lavando y enjabonando mi cuerpo mientras permanecía de pie aferrándome a su cuerpo, aunque visiblemente sorprendida y excitada al palpar la inmensa bestia que colgaba entre sus piernas la cual sin duda debía ser la más grande de todas.
Cuando volvimos a la habitación me recostó en la cama con suavidad, a diferencia de los demás él no parecía tener prisa en penetrarme, antes parecía querer disfrutar recorriendo y saboreando mi cuerpo, hacerme gozar con sus caricias pues no tardo en abrir mis piernas metiendo su cabeza entre ellas acariciando con cuidado y cariño los labios de mi conchita, en tan solo un par de minutos me tenía en el cielo gimiendo y retorciéndome en éxtasis disfrutando la maestría y destreza de su lengua en mi clítoris mientras sus dedos estimulaban y dilataban mi pequeño ojete el cual poco a poco cedía ante sus caricias, logrando que me quejara solo al principio cuando sus dedos terminaban clavados en mi recto mismos que al poco rato me tenían con la boca abierta jadeando como una perra en celo.
Después de dos exquisitos y placenteros orgasmos separo su boca de mí conchita y me levanto hasta quedar de rodillas sobre la cama mientras él se recostaba y me hacía señas para que me montara arriba, sin titubear intente obedecerlo pero en ese momento sentí la necesidad de corresponder todo el placer que me dio con su boca, acomodándome yo solita entre sus piernas lo mire a los ojos con gratitud y morbo dispuesta a devolver el favor mientras sujetaba su enorme falo fascinada con el grosor y tamaño bajando la cabeza hasta sentir el contacto de su glande en mi lengua, me excito mucho que a pesar de mis esfuerzo solo fui capaz de tragarme un cuarto de su herramienta, en definitiva era la representación perfecta de la masculinidad, su dureza, suavidad, la rojiza cabeza que invitaba a lamer y mamar cual paleta. En un profundo y perfecto placer recorría todo el tronco con mi lengua, metía sus huevos a mi boca, masajeándolos con la lengua mientras lo masturbaba lentamente escuchando complacida como mujer los gruñidos y jadeos que arrancaba de su boca con mis aun inexpertas habilidades orales, esforzándome en darle tanto placer como podía hasta que no fui capaz de soportar más sacando su pene de mi boca mirando con cierta pena y morbo como se formaba un sensual hilo de saliva al separarnos, me monte sobre ese hombre y sujete su pene con una mano dirigiéndolo hasta mi conchita, logrando estremecerme solo con el rose de su glande en mi labios, enterrando poco a poco ese maravilloso aparato en mis entrañas apretaba los dientes y soltaba algún gritito de dolor mientras mi conchita se abría más y más, dejándome sentir como se deslizaba mientras el contorno de mi vagina se estiraba amoldándose al diámetro de ese infernal aparato, soltando un agónico y ahogado grito al dejarme caer por completo, en un momento de locura y arrebato sintiendo su verga chocar hasta mi útero ¿Que importaba si era un viejo? Esa era la mejor verga que había probado esa noche, me fascinaba la forma en que mi labios internos se adaptaban a ese cilindro venoso, como se contraían y expandían constantemente los músculos de mi vagina hasta que poco a poco el dolor fue desapareciendo dándole paso al placer, moviendo lentamente las cadenas en círculos mientras apoyaba ambas manos en el pecho de don Carlos, con cariño como había hecho desde el principio me sujeto con firmeza de ambas nalgas estrujándolas con pasión al mismo tiempo que flexionaba sus rodillas buscando acomodarse, iniciando un lento bombeo el cual poco a poco aumentaba de ritmo hasta hacerme saltar tras cada fuerte embestida que recibía con placer y delirio sin ocultar mis gemidos, al poco rato sin poder ni querer detenerme ahora era yo la que saltaba sobre su ingle, mis tetas sin control se bamboleaban sensuales para disfrute de mi hombre que no dejaba de ver como danzaba sobre su ingle padeciendo por el tamaño de ese pedazo de carne en un placentero sufrimiento que me hacía delirar de placer. Mi vagina expulsaba jugos sin control mientras ese pene entraba y salía castigándola, dejando claro que un potente orgasmo se aproximaba con premura logrando que echara la cabeza hacia atrás y abriera la boca proclamando un largo y audible gemido al sentir las deliciosas contracciones en mi chorreante conejito, sin fuerzas para resistir esa posición por más tiempo me deje caer en su pecho deleitándome aun con el cumulo de sensaciones que intoxicaban mi cuerpo, aferrándome instantes después a su boca siendo ahora yo la que devoraba con lujuria toda su bocaza pasando mi lengua por cada centímetro de esa húmeda cavidad, fundiéndose nuestras lenguas en una sola, escuchándose únicamente los eróticos ruidos que producía el rose de nuestro labios y la saliva a raudales que compartíamos. Parecía que había logrado llevarlo al límite de la razón al sentir como de nuevo sus manos se apoderaban de mis redondas posaderas y aferrándose a ellas iniciaba una frenética y enloquecida follada subiendo y bajando con sus musculosos brazos mi trasero escuchándose el hipnótico sonido de mis nalgas chocando contra su ingle tras cada furiosa embestida, por momentos pensaba que su enorme animal terminaría en mi estómago ante las brutales embestidas con que arremetía, volviéndome loca de placer ahogaba todos mis gemidos en su boca sin poder hacer nada más salvo gozar y resistir la demoniaca cogida, provocándome un nuevo y aún más potente orgasmo al sentir como su infernal aparato se tensaba en mi conchita escupiendo litros y litros de su espesa y blanquezca semilla bañando mis entrañas por tercera vez esa noche.
Cuando recupere el aliento aun encima de él, lo mire satisfecha y feliz de todo el placer que me había dado, propinándole un tierno y dulce beso me recosté en su pecho por unos momentos, hasta que poco a poco me fui levantando retirando su divino miembro de mi conchita, su pene se veía tan suculento que no dude en llevármelo a la boca saboreando con placer los restos de semen limpiando con cariño y paciencia hasta el último milímetro de esa barra de carne y sus alrededores.
Quizás porque había sido el único en tratarme bien y no como un pedazo de carne, pero hizo lo que nadie fue capaz de hacer, aunque en el fondo no me imaginaba a otra persona, quería que él me desflorara mi colita, sino pude elegir al hombre que me iba a hacer mujer por primera vez al menos elegiría al primero en gozar con todo el placer que podía darle el estrecho y virginal agujerito en mi trasero.
Apenas su pene quedo limpio, intento ponerse de pie para irse, pero lo detuve apoyando ambas manos en su pecho regresándolo a su lugar mientras lo miraba juguetona. Quería sorprenderlo y para eso necesitaba que su amiguito estuviera de nuevo listo para jugar así que me acosté de panza entre sus piernas llevándome a la boca su flácido aparato, propinándole una intensa mamada por varios minutos observando como poco a poco mis caricias y esfuerzos rendían sus frutos apreciando una vez más en todo su esplendor ese perfecto espécimen masculino.
Ni una pizca de vergüenza o duda paso por mi mente cuando lo solté y me puse a cuatro patas recargando mi pecho y rostro sobre el colchón mientras con ambas manos tomaba mis nalgas abriendo los caches mostrándole el estrecho agujerito en mi colita.
–Quiero que seas el primero… en metérmela por ahí. ¡Hazme la cola papi! –Fue lo único que atine a decir sumisa y entregada a ese hombre lista para soportar el dolor que fuera necesario. Su rostro lleno de sorpresa era justamente la reacción que esperaba mientras lo miraba aun acostado sin creer lo que acaba de pedirle.
–¡umm! ¡Ahh! Que rico… ¡umm! –Emitía una y otra vez mientras sentía las caricias de su boca en mi ano, su lengua masajeaba y se colaba dentro del estreno agujerito haciéndome suspira y gemir llena de placer hasta que sus caricias cesaron y lo vi acomodarse.
Con el rostro compungido y bañada en sudor bufaba y arañaba las sabanas afligida al pensar que con dificultad apenas había entrado su glande y si podía ser peor poco ayudaban a mitigar el dolor las caricias de sus dedos en mi vagina masturbándome con vehemencia mientras sentía que me estaba partiendo he inevitablemente me cuestionaba si de verdad mi colita físicamente podría albergar o no a semejante espécimen masculino pero a pesar de todo él no se rendía ni se desesperaba al contrario cuando veía que el dolor y mis gritos eran demasiado retiraba su monstruoso aparato y con su lengua calmaba el escozor en mi ano hasta que me escuchaba gemir y jadear, volviendo enseguida a arremeter, clavando en cada ocasión un poco más de su infernal herramienta en mi trasero por lo que me pareció una tormentosa eternidad hasta que sentí el rose de sus testículos en mis nalgas, sin dar crédito al hecho, permanecí con la cabeza hundida entra las sabanas mordiendo una almohada y golpeaba con fuerza el colchón tratando de soportar el chisme clavada hasta lo más profundo de mis entrañas, me sentía feliz de tener al fin la cola llena con la verga de mi hombre y al mismo tiempo aliviada hasta me detuve por un momento a reflexionar que oficialmente ya no tenía ningún orificio virgen y eso me puso triste, pero a la vez contenta de saber que al menos mi colita se la entregué a quien yo quise.
Por un rato se quedó quieto al escuchar mis gritos y ver cómo me retorcía suplicándole que parara apenas comenzaba a bombearme, a pesar de que en todo momento me masturbaba buscando mitigar el fuerte dolor que sentía.
–Despacito… ¡ayy! Que todavía me arde. –Le rogué, con la respiración agitada dándole permiso de moverse al sentir que mi ano ya se había acostumbrado un poco a las dimensiones de la barra de carne incrustada en su interior.
Sin tardar en obedecerme inicio poco a poco un lento mete y saca el cual resistía con dificultad hundiendo mi cara en la almohada, notando que conforme los minutos pasaban las paredes de mi hasta ese poco cooperativo recto poco a poco se acostumbraban a su nuevo visitante disminuyendo gradualmente el dolor escuchándose leves gemidos provenientes de mi boca indicando que mi trasero poco a poco disfrutaba con la monstruosa verga que lo enculaba.
No podía dar crédito que algo que en un principio me pareció una autentica tortura he incluso llegue a pensar en detener, ahora me producía un placer completamente diferente, eran sensaciones más intensas que no tardaron el desbordar mi mente transformándome de nuevo en una persona completamente desconocida, vociferaba como poseída pidiéndole más, rogando que me partiera, que hiciera conmigo lo que quisiera, pero que no parara por nada de sodomizarme.
Era alucinante que con tal solo practicarlo una vez y la verga correcta, me había vuelto completamente adicta al sexo anal, pensaba que estaba loca de haber siquiera pensando por un momento en detener todo negándome al enorme placer que ahora gozaba solo por unos pocos minutos de sufrimiento. Con el cuerpo de don Carlos montándome a la vez que sus caderas continuaban con frenesí el enardecido castigo, éramos como dos animalillos fornicando sin control y eso me encantaba, la forma tan bestia en que ahora me penetraba, como arremetía con fuertes nalgadas a mi colita de vez en cuando, los bruscos jalones a mi cabello forzándome a despegar la cabeza del colchón y abrir la boca jadeando y gimiendo como una puta, hasta que la increíble sensación de su tibio y espeso semen tapizando mi recto tras varios potente chorros, me provocaba el primer orgasmo anal de mi vida, aún más placentero que los anteriores, tanto que por un momento sentí que perdía la conciencia del placer desbordando todo mi cuerpo. En un instante caí rendida bañada en sudor, percibiendo los desbocados latidos de mi corazón como si fuera a abandonar mi pecho, aunado a la falta de aliento pensando que iba a desfallecer de placer…
–Mili… Mili… ¡Despierta hermanita!
Continuara....