Mi degerada familia y yo II
Tomo una dificil decision en pro de la recuperacion de Candy y me entero en que consiste el famoso juego de las luchas que jugaba con los vecinos.
Por el miedo de que mi tío intentara entrar a la fuerza al cuarto, no pude pegar el ojo en toda la noche, dispuesta a defenderme con uñas y garras después de todo ya no reconocía a mi tío. Las horas pasaron y sin dormir, me levanté y vestí, con mucha cautela abrí la puerta del cuarto mirando por el pasillo antes de animarme a salir, lo mismo hice antes de bajar a la sala para ver si no había nadie. Con el campo libre, apurándome más de la cuenta prepare el desayuno y limpie el desastre de la noche anterior volviendo al poco rato al cuarto, me arregle a velocidad de rayo, tome mis cosas y salí con premura de la casa rumbo al insti.
Entre el sueño que tenía y lo que había pasado el día anterior, toda la mañana me la pase con la cabeza en la luna, hasta que sonó el timbre, indicando que por desgracia era tiempo de volver a casa.
Cuando llegue, me movía temerosa en mi propio hogar, esperando el incómodo momento en que el tío Víctor apareciera. También dudaba si contarle a Jaime o no lo sucedió la noche anterior, por un lado, me asustaba lo violento que podía actuar mi tío y si Jaime y él se iban a los golpes, la cosa se pondría en clara desventaja para Jaime pues el por el contrario de mi tío era delgado y sin músculos, aunque de pensar que pudiera llegar a meterse de nuevo conmigo o incluso con Candy, me anime y dije segura... ¡lo que pase, que pase!
Cuando Víctor llego, tanto Jaime, Candy y yo estábamos comiendo, nada más verlo sentí que me atraganté con la sopa.
–Papa, tengo algo que decirte, le dije seria a Jaime, pero en ese momento el tío me interrumpió.
–¡Les tengo noticias familia! Me acaba de llegar un dinero extra y creo que es suficiente para llevar a Candela con el terapeuta.
Todos nos alegramos, en especial yo, pues por fin sabríamos si el trastorno de Candy era reversible y si algún día podría hacer su vida normal. Por un rato platicamos del tema emocionados hasta que Jaime volteo a verme.
–¿Ibas a decirme algo no Milagros? Me pregunto.
Este si… pero no es nada importante, le respondí mientras volteé a ver al tío Víctor por un momento. Era obvio que esta era la forma de tenerme con la boca cerrada pues él era consciente de lo importante que Candy era para mí y por ende lo que significa su dinero en ese momento.
Contenta con el acto de mi tío, aunque sabiendo porque lo hacía decidí darle otra oportunidad y olvidar todo lo que pasó la noche anterior por el bien de todos, en especial el de mi hermana.
Habían pasado ya quince días desde lo sucedido y ese día lunes era muy especial dado que iríamos a consulta con el especialista, desde temprano me arregle y prepare a Candy.
Cuando llegamos al consultorio del doctor, un hombre bonachón muy tranquilo y sereno nos atendió, después de las presentaciones y explicarle el trastorno de mi hermanita nos pidió a Jaime y a mí que saliéramos un momento, pues tenía que hacerle un par de preguntas a Candy. Así lo hicimos hasta que pasada media hora nos dejó pasar y ahora fue el turno de Candy de esperar afuera.
–Se preguntarán porque les pedí esperar afuera, en este tipo de casos cuando las personas bloquean sus recuerdos de esa manera es por algún evento traumático que vivieron, maltratos por parte de la familia, incluso violaciones, así que mi responsabilidad era hablar primero a solas con Candy y cerciorarme que no fuera el caso, también que no estuviera fingiendo, si vieran la cantidad de casos que me han sucedido donde el paciente finge para escapar de la realidad. Por suerte o desgracia ninguno es el caso de Candy.
–Los casos como el de Candy son muy raros, por lo general la persona olvida un día o dos atrás, antes del accidente o bien pierde por completo la memoria... no bloques específicos de la misma.
Al salir del consultorio del doctor no sabíamos cómo interpretar su diagnóstico y tratamiento, de un lado la posibilidad de que mi hermanita se curara lo cual conllevaba una larga serie de sisones con el terapeuta mismo que no podíamos pagar, por el otro lado sin la promesa de que en verdad se curara pues, así como había muchos casos donde la persona se curaba había mucho más en los cuales nunca sucedía eso.
Cabizbajos volvimos a casa, de nuevo sin saber qué hacer con la situación que se nos presentaba. En verdad deseaba ver a Candy recuperada, pero si después de matarnos para pagar su tratamiento al final no servía para nada, no creía poder resistir ese duro golpe y Jaime parecía sentir lo mismo.
De nuevo los días y las semanas pasaron en total incertidumbre, había días que cuando veía a Candy me daban ganas de hacer lo que sea y pagar su tratamiento, pero había otros en los que pensaba, bueno... ella en realidad no es consciente de su trastorno y a pesar de todo vive feliz, provocando que titubeara en mi decisión.
Como es bien sabido que el tiempo lo borra todo, mi tío había vuelto a tomar su posición de Señor de la casa mientras mi papa aun sin trabajo continuaba saliendo todo el día en busca del tan esperado empleo y llegaba muy entrada la noche.
Recuerdo que era miércoles, cuando llegue del Insti lo primero que hice fue subir a ver a Candy, mi niña aun permanencia en la cama lo que de inmediato me hizo pensar que tal vez estaría enferma.
–¿Te sientes mal corazón? Le pregunte levantando las sabanas.
La pobre estaba hecha ovillo y me miraba con su rostro triste.
–¿Que tienes bonita? Le volví a preguntar.
–¡Otra vez me paso! –Me respondió triste y melancólica. Sin saber bien a que se refería me le quede viendo sin entender.
Enseguida se estiro y abrió sus piernas de lado a lado mostrándome su piyama con estampado de corazones machada grotescamente de color rojo en su entrepierna, a la pobre le había bajado la regla, después de todo podía ser una niña en su mente, pero su cuerpo nos decía todo lo contrario.
–¡ay amor! me olvidé, le dije, recordando la fecha que era y dado que mi hermanita era muy regular con su periodo, siempre un día antes en la noche la llevaba al baño y le ponía un tampón, pero en esa ocasión se me había olvidado por todo lo que tenía en la cabeza.
–¡Ven corazón! Le dije cariñosa extendiendo los brazos. –Vamos al baño a limpiarte. Abrazándome con su característica dulzura un leve Si... escapo de su boca.
Con una muda de ropa en mano salimos con rumbo al baño. Cariñosa y comprensiva ante su pequeño incidente la fui desnudando lentamente hasta quedar como dios la trajo al mundo. Abril las llaves del agua y empecé a templarla hasta quedar lista.
Vamos amor entra, le pedí, mientras que me estiré a un lado del lavamanos cogiendo de abajo un banquillo de plástico y metiéndolo a la regadera.
Sin prisa alguna me fui desnudando tranquilamente entrando enseguida a la regadera. –Lávate como te enseñe corazón, le ordenaba al verla debajo del agua con sus deditos entre las piernas sobando su intimidad. Mientras la veía, con cierto asombro notaba que su cuerpo parecía que estaba creciendo sin control, cuando se agachaba sus pechos parecían dos redondas, enormes y pesadas toronjas adornadas por unas bonitas aureolas cafeces y un par de pezones gruesos y oscuros, su pequeña cinturita se observaba muy sensual con el agua escurriendo por su firme y juvenil abdomen recorriendo todo el camino hasta llegar a sus prietas nalgas las cuales ya lucían casi tan grandes como las mías y continuando el camino del abundante liquido por sus torneadas y sexys piernas, dejándome claro que en un par de años seria incluso más piernuda que yo.
–¡Ya! volteo a verme, con su mirada alegre. –Bien, siéntate para que te lave el cabello, le volví a pedir en tono dulce. Con suavidad y delicadeza tallaba su larga y oscura melena mientras la escuchaba tararear alegre y mover sus pies.
Cuando terminé de bañarla, me dispuse a bañarme yo, pero vi a Candy que posaba su mirada en mi almeja.
–Mili… no quiero tener pelos –Me dijo en un tono tan infantil mientras me miraba a los ojos.
Por un segundo no entendí a qué se refería hasta que bajé la mirada y vi su conchita cubierta por una tupida mata de bellos oscuros.
–Es normal que tengas pelos ahí Candy ¡ya eres toda una mujer! Le respondí con un tono entre dulce y serio.
–No… ¡Yo soy una niña! Me contesto haciendo un puchero y frunciendo el ceño, molesta.
–¡Esta bien corazón! –Voy por las cosas, siéntate, le pedí mostrándome bastante compresiva mientras salía de la regadera.
Como ya había dicho antes yo había heredado más de Remedios que de Jaime y entre una de las cosas que herede de ella al compararme con Candy fue un pubis prácticamente lampiño cubierto únicamente por una delgada y final capa de vellos castaños así que en realidad nunca me había visto en la necesidad de depilar mi vagina, por lo tanto busque en la pequeña repisa junto al lavamanos un rastrillo y crema de afeitar de mi tío, pensando con cierta maldad que el desconocía para lo que usaba sus cosas.
De vuelta en la regadera me empecé a inclinar hasta quedar de rodillas enfrente de mi hermanita que me miraba con cierta curiosidad siempre que le arreglaba su conchita. Sin que se lo pidiera y sin pena alguna en su rostro abrió sus piernas cual compás dejando a escasos centímetros de mi cara sus lindos y cerrados labios vaginales cubiertos por una montaña de pelo.
–¡No te muevas! Le advertí mientras agitaba el frasco con espuma de afeitar y vertía una generosa cantidad en mi mano espaciándola por toda la intimidad de mi querida y adorada hermanita que solo se limitaba a verme y reír de vez en cuando ante el rosé de mis dedos.
–Pon tus piernas en mis hombros Candy, le pedí al ver que le costaba trabajo sostenerlas en esa posición.
Con extremo cuidado empecé a pasar el rastrillo primero por su pubis de arriba hacia abajo y al final por los labios de su conchita observando después de varios minutos los resultados de mi trabajo bastante complacida.
La pepa de mi hermanita estaba completamente depilada, su juvenil piel alrededor de los labios lucia cual piel de bebe sin un solo pelo mientras que su vagina ahora si se podía apreciar en su totalidad mostrándose divinamente cerrada.
–¡Listo corazón! Le dije mientras con las manos bajaba sus piernas de mis hombros y enseguida me ponía de pie. Bajo la cabeza y se miró por un momento después bajo una mano y se empezó a tocar como examinando los resultados.
–¡Gracias hermanita! Me dijo con una sonrisa de oreja a oreja mientras se pegó a mi cuerpo abrazándome con fuerza.
–¡De nada corazón! Pero ahora sí, ya déjame bañar, le pedí en tono gracioso haciéndole señas que ya podía salir de la regadera. Alegre salió tarareando como siempre mientras la escuchaba vestirse y minutos después salir del baño.
Al poco rato entre a nuestra habitación envuelta en una toalla caminando enseguida hasta el tocador y abriendo uno de los cajones sacaba un corpiño y una bombachita ambos blancos, dejando caer la toalla empecé a vestirme mientras miraba por el espejo a Candy acostada de pansa en la cama dibujando alegre.
–¡Cierto Candy! Antes de que se me olvide ven… le pedí viendo que se paraba y caminaba hasta donde estaba. Estirándome abrir otro cajón y saque una pequeña caja de cartón cogiendo un tampón y girándome hasta quedar de frente a Candy, con la ternura de una madre la mire por un instante y llevando mis manos hasta su pequeña cintura empecé a bajar su pijama de gatitos hasta que cayó al piso siguiendo con su bombachita negra que deje a la altura de sus piernas. Con Agilidad abrí y metí el objeto en su conchita con un par de movimiento volviendo a subir sus prendas enseguida.
–Ya sabes… cuando sientas que te estas orinando, te lo tienes que cambiar corazón. ¡Sip! Me contesto tranquila volviendo a la cama.
Al cabo de un rato me encontraba en la cocina terminando de preparar la comida cuando escuche que mi tío entro a la casa y con su habitual manera de pedir las cosas se sentó a la mesa y me ordeno que le sirviera de comer.
Sin demora, momentos después le dejaba su planto, al terminar camine a las escaleras gritándole a Candy que bajara a comer.
–Por cierto, Milagros… el viernes que sigue invite a mis amigos a jugar póker, acuérdate cuando hagas la compra de traer botana del súper, así ya la tienes guardada y no se te olvida como siempre.
Por un momento nos quedamos los dos en silencio, el me miraba como evaluando mi reacción ante su orden y yo pensando inevitablemente en lo que paso la última vez.
Justo cuando estaba por decirle que no quería ver a sus amigotes aquí Candy bajo interrumpiéndonos y ya no quise discutir enfrente de ella. Solo le dije que sí y me fui a la cocina por el plato de mi hermanita.
El tiempo paso en un parpadeo y cuando me di cuenta el lunes de nuevo apareció en el calendario, toda la mañana había estado nerviosa y con la cabeza en la luna sin poder concentrarme para nada durante el Insti. En parte por mi tío y su dichosa partida de póker del viernes y en Parte por Candy y la decisión que había tomado el fin de semana. Mi hermanita había estado pidiéndome desde hacía semanas que la llevara al parque así que al fin la complací, ese día la vi jugar y correr como una niña con los demás niños que ¡si eran Niños! Al poco rato me era prácticamente imposible No ver y escuchar los comentarios de las madres que estaban al rededor diciendo ¡Que le pasa a una chica! ¡Seguro es retardada!
¡Me sentí tan mal! que no pude seguir ahí y fui por Candy que sin entender porque nos íbamos me rogaba que nos quedáramos un poco más. Ya en la calle las miradas y palabras de esas mujeres revoloteaban en mi cabeza atormentándome. En cierto momento voltee a ver a Candy y en ese momento tome la decisión que no importaba lo que tuviera que hacer iba a pagar sus terapias, aunque no hubiera garantía de que se curara.
Ya con la idea de ganar dinero, el resto del fin de semana había estado pensando en que tipo de trabajo de medio tiempo podía ganar el dinero suficiente para pagar el tratamiento de Candy pues con Jaime que todavía seguía sin trabajo o trayendo centavos a la casa no contaba para nada y ni loca me humillaría en pedirle dinero al tío ya que estaba segura de que no me lo daría de todos modos. Trabajos de mesera o chaca los había descartado pues estaba segura que me volvería vieja para cuando lograra juntar el dinero. Trabajos como secretaria o recepcionista no creía cumplir con el perfil pues, aunque sabía usar la computadora no hablaba ningún idioma extra ni tenía experiencia así que también los descarte.
Recuerdo que el sábado en la noche estaba acostada en mi cama mirando el techo sin poder dormir pensando y pensando en que trabajar, pero ningún trabajo cubría mis necesidades, justo cuando estaba por rendirme al menos por esa noche de pronto desde lo más profundo de mi mente surgió un recuerdo he instintivamente mire hacia una esquina del cuarto donde dejaba mi mochila cuando regresaba del Insti.
¿Sera que...? levantándome y volviendo segundos después a la cama con mi mochila en la mano buscaba entre todo los papales y basura que tenía, esperando que aun siguiera ahí.
¡Aquí esta! –En mis manos sostenía el panfleto que hacía meses me habían dado.
¿Eres Bonita y quieres ganar dinero? ¿Eres mayor de edad?
¡¡Entonces que esperas, únete a nuestro equipo de edecanes y comienza a ganar dinero!!
Después de meses, el folleto aún era igual de conciso y directo. Me volví a acostar mirando el papel a detalle y leyéndolo tal vez veinte veces antes de quedarme dormida.
Al otro día, toda la mañana me quedé pensando en la posibilidad que ofrecía ese panfleto, meditando en los Pro y contra, por la tarde mientras estaba recogiendo los platos de la comida, me dije a mi misma ¡Total no pierdo nada con llamar! Con la excusa de ir a la tienda salí de casa aun con dudas, pero con el panfleto doblado perfectamente en la bolsa de atrás de mis jeans caminando hasta unos teléfonos públicos que estaban a una cuadra de la vecindad.
–¡LE Models, Agencia de Edecanes! –Se escuchó la voz de una mujer de otro lado de la línea.
–Buenas tardes… conteste apenada.
–Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarla? Me respondió enseguida.
–Hablaba por la vacante de edecán, me dieron un panfleto y quería saber si aún estaban contratando... Le respondí tan seria como pude, esperando impaciente su respuesta mientras torcía el cable del teléfono.
–¡Claro! ¿puedes venir mañana entre dos y tres a una entrevista? –Me contesto la mujer.
Este… si claro, le conteste, aunque titubee por un segundo, sin más que decir comenzó a decirme los datos para llegar, mismos que anotaba veloz. Ya por ultimo me dijo, ¡Venga formal y sea puntual! Colgando enseguida.
Todo el camino a casa mire la dirección escrita en el papel, pensado que lo había ¡hecho! Ahora lo más importante ¿iría?
Cuando llego la noche esperé a que Candy se durmiera y aun indecisa empecé a buscar ropa formal, llegando a la conclusión que si ya había llamado no tenía sentido echarme para atrás, total, solo era una entrevista. Por fin después de un rato miraba de forma positiva la ropa tendida en la cama que había elegido. Una falda negra ajustada, una blusa de botón en color beige y unos tacones negros que solo había usado una vez hacía ya tiempo. Doble la ropa y la guarde con cuidado en mi mochila, volviendo a la cama.
Todo lo anterior nos llevaba a mí, saliendo del Insti ese lunes a casa de una amiga que vivía cerca, pues le había pedido de favor si podía pasar a su casa a cambiarme. Aun con dudas me mire al espejo ya vestida y maquillada pensando si estaba bien lo que iba a hacer…
Sin querer pensar demasiado las cosas, le di las gracias por el favor y salí rumbo a mi entrevista. Apenas llegue al edificio, dude en entrar al ver la pinta que tenía por fuera, pero de nuevo me dije, si ya llegué hasta aquí, no es momento de parar. Al salir del elevador caí en cuenta de la extraña cantidad de cámaras de seguridad, primero en la entrada del edificio, el pasillo, el elevador y ahora también en la puerta de cristal con el nombre de la Agencia. Cuando cruce la puerta de inmediato me recibió la recepcionista, reconociendo enseguida su voz.
–¡Hola! ¿En qué te puedo ayudar? –Me pregunto amable.
–Hola… Hable ayer por sus vacantes y me pidieron que viniera hoy a una entrevista.
–Ok… sigue por ese corredor y entra en la primera puerta, ahora van contigo. Me ordeno, señalando un estrecho pasillo del lado izquierdo de la habitación, la cual por cierto debía decir que parecía más bien una oficina que una Agencia de Edecanes y modelos pues estaba pobremente adornada he iluminada.
Obedeciéndola seguí el camino que me indico hasta entrar a la primera oficina que vi. Este si iba más acorde con la rama del negocio pues estaba decorada de forma modernista con unos extraños, aunque interesantes sofás de piel en color blanco un escritorio moderno en color metal, sillas en forma de esfera, un papel tapiz que no sabría cómo describir, fotos de mujeres en las paredes y eso si una extraña cantidad de espejos colocados alrededor de los sillones.
Nerviosa, me apretaba las manos aun mirando la extraña oficina escuchando en ese momento que la puerta se abría.
–¡Que tal guapa! Escuche la voz de una mujer detrás.
–Disculpa las fachas de la entrada, pero estamos remodelando. Me dijo enseguida mientras la miraba sentarse en el escritorio.
–No se preocupe, le respondí.
–Bueno… primero déjame decirte ¡que eres muy bonita! Así que por ese lado desde ya te digo que no tendremos problemas.
Sin parar de hablar en ningún momento empezó a contarme sobre la empresa, los servicios que daban, el tipo de gente que necesitaban, también que la Agencia era relativamente nueva entre otras cosas.
–Como ya te dije, queremos chicas comprometidas y serias pues algunas veces las mandamos a eventos fuera de la cuidad así que también necesitamos que tengan disponibilidad de viajar. Ahora lo que debe estar interesándote más es el ¡sueldo! Por lo general a las novatas les damos trabajos pequeños en plazas comerciales o negocios medianos. Dependiendo el tiempo que las requieran es lo que se les paga, pero en promedio al inicio puedes estar ganando de cincuenta a cien dólares por unas seis horas de trabajo. Obviamente tendrías que hacer lo que te pida la persona que te contrate, lo que por lo general es entregar publicidad o promocionar productos y bueno... ya sabes, ser amable y atenta con las personas. Eso claro en un principio pues conforme escales posiciones ya se te darían trabajos mejor pagados, donde sin problemas ganarías de doscientos a trescientos dólares, por incluso menos horas de trabajo.
–Bueno… no sé si sea un problema, pero yo aún estudio y solo podría trabajar por las tardes, le comenté.
–¡No es problema! Se te buscan horarios que cuadren con tus tiempos, me respondió amable y comprensiva.
–Ahora necesito una cosa más… Levantándose del escritorio camino hasta un archivero sacando una carpeta con papales y volviendo.
–Voy a pedirte que firmes varios papeles y me contestes un cuestionario, por supuesto también voy a necesitan copia de tu identificación, comprobante de domicilio, acta de nacimiento y esas cosas.
Enseguida me dio varias hojas con un cuestionario y me dijo que me tomara mi tiempo. Al principio las preguntas me parecieron normales, ¿te gusta modelar? ¿eres introvertida? ¿tienes problemas con viajar? Etc… hasta que llegue a la tercera hoja del cuestionario.
¿Tiene problema con vestirse provocativa?
¿Es sexualmente Activa?
¿Si la respuesta anterior es si, Cuantos parajes Sexuales a tenido en el último año?
¿Siempre usa protección al mantener relaciones sexuales?
¿Si la respuesta anterior es no, Alguna vez ha padecido alguna ETS?
Si la respuesta anterior es si, menciónelas.
¿A mantenido relaciones con Mujeres?
¿A participado en algún trio u Orgía?
¿A Practicado el Sexo Anal?
¿Si le propusieran tareas “varias” durante su horario de trabajo, por una remuneración extra, tendría problema en aceptar?
–Al ver mi cara de sorpresa, Julia (así se llamaba) me miro y pregunto ¿hay algún problema?
–Si… bueno es que hay unas preguntas al final… le conteste apenada.
–No te preocupes, es solo para saber que las chicas que trabajan con nosotros no están enfermeras o con comportamiento extraño. Si supieras la cantidad de veces que hemos tenido problemas con las chicas porque no hacen las cosas que se les piden.
Cuando termine le entregue las hojas las hojas y comenzó a leerlas volteando a verme sorprendida cuando leyó la última hoja.
–¿Eres Virgen? Me pregunto sin tapujos haciendo que me pusiera roja.
–Si… le respondí titubeando mientras me apretaba las manos incomoda.
–Con lo bonita que eres… pensé que ya te la abrían metido a tu edad. –Me contesto sin tapujo alguno.
Ante tales palabras, no hice otra cosa que bajar la mirada a mis pies y terminar de ponerme roja como tomate.
–En fin… ¡no hay problema! –Me dijo con una sonrisa.
–Ya solo restaría que firmes el contrato, me traigas tus papeles y te saques unas fotos y listo ¡A empezar a ganar dinero! Claro, si aceptas el trabajo.
–Si… está bien, pero ¿cuáles fotos? –Le pregunte intrigada.
–Son solo unas cuantas fotos para promocionarte como nueva edecán en la página, así los clientes te pueden pedir. Es más… en lo que te traigo una copia del contrato para que lo leas y firmes si quieres sal y dos puertas adelante esta el baño, hay varios vestidos en el closet, elige el que más te guste y regresas, te tomo las fotos y de una vez las subimos, así no se pierde tiempo. Ya mañana que vengas a dejarme tus papales puede incluso que tenga tu primer trabajo.
Sin darme tiempo a decir nada se puso de pie y camino a la salida haciéndome señas antes que dos puertas adelante. No supe que hacer en ese momento, ¡ya todo era tan real! que ni siquiera me dio tiempo a pensar si de verdad quería el trabajo. Presionada por la situación me puse de pie y salir de la habitación entrando como me indico en tercera puerta. Un cuarto pequeño con un sofá desgastado, un closet de madera y un espejo de cuerpo entero fue lo que me esperaba cuando entré y cerré la puerta.
Al abrir el closet vi varios vestidos y pares de tacones colgados. Bueno, si es que a esos pedazos de tela se les podía llamar vestidos. El primero era un diminuto vestido en color rosa chillón con el logotipo de unos aceites el cual parecía de esa tela que te queda muy pegadita al cuerpo como spandex casi, otro en color rojo con franjas de carreras de un lado, un exagerado escote en V y suelto de abajo, aunque pecaminosamente corto, dando la impresión que era para llevar puesto con un short debajo o algo parecido de lo contrario irías enseñando prácticamente toda la cola sin pudor alguno, por ultimo un vestido negro de piel con un escote normal y un largo dentro de lo razonable al compararlo con ¡los otros dos, claro! El único inconveniente era que estaba completamente descubierto de la espalda llegando a parecer exagerada la abertura y el poco espacio de tela que debía cubrir el trasero de la mujer que lo usara.
De inmediato descarte el vestido rojo, así que estaba entre el rosa chillón y el negro. El primero en probarme fue el rosa y aunque de arriba me quedaba muy bien, mi problema fue de abajo, al tener las nalgas demasiado grandes el vestido se me pegaba casi de forma obscena sin contar el hecho que con tan solo inclinarme levemente la tela botaba enseñando prácticamente todo el trasero, intente sentada y el vestido termino en mis caderas apenas me flexione. Mi última opción era el negro, pensé, mientras me quitaba la tira rosada que cubría mi abdomen. Aliviada vi que este último vestido se ajustaba muy bien a mis caderas dejando mis piernas con una cantidad relativamente aceptable de tela cubriéndolas, el problema fue cuando me volteé, mi espalda se mostraba completamente desnuda y si me ponía derecha dejaba perfectamente a la vista el comienzo de la raya que separaba mis redondas y paradas nalgas, aunque me di cuenta que si me movía de forma discreta lo podía controlar. Sin una mejor elección en mano camine de nuevo hasta el closet cogiendo unos tacones negros abiertos que al menos me levantaban cinco cm haciendo que mi culo se viera incluso más parado.
Salí de la habitación y volví con Julia que ya me esperaba en su escritorio.
–¡Te vez muy bonita! –Me dijo, mientras tomaba una cámara.
–Por favor acomódate en el Sofá. –Me pidió, mientras la veía acercarse y colocar su cámara en posición.
–Quiero que te sientes de lado y cruces las piernas.
Comencé a escuchar el sonido de la cámara apenas lo hice.
–Ahora del otro lado. –Me ordeno.
–¡La cámara te adora encanto! –me decía, mientras continuaba sacando foto tras foto. Hablando únicamente para pedirme que cambiara de posición o bien para que sonriera.
–¡Listo, es la última! –Me dijo, mientras estaba de rodillas sobre el sofá volteando a verla y con el culo levantándolo tanto como podía.
–Ahora sí, ven y firma tu contrato, me pidió bajando su cámara y regresando al escritorio.
Cuando me senté y tuve la pluma en la mano, no sé porque, pero en ese momento, de mi boca salió una frase que ella no se esperaba.
–Solo una cosa, aun no soy mayor de edad ¡ya solo me faltan unos meses!
–¿Que? Me dijo entre molesta y sorprendida. –Sí... pero ya me falta poco.
–¡Uyy chica! ¿Porque no me dijiste eso desde el principio cuando te pregunte?
–Es que no me lo pregunto, solo me comento.
–Ya bueno… listilla es que venía implícito, me contesto ya algo molesta.
–Ni modo… Cuando los cumplas vienes y hacemos todo de nuevo…
–¡No, espere! Le grite, no hay otra forma… ¿y si mis papas me autorizan a trabajar?
–Bueno… no es lo normal… Pero podría ser ¿y crees que te dejen? –Me pregunto en tono como diciendo ¡para que no me hagas perder más mi tiempo!
–Sí, seguro… le respondí confiada. –Bueno entonces está bien, Tráeme esta hoja firmada por alguno de tus papas junto con una copia de su identificación, tus papales y el contrato firmado también por él.
–¡Esta bien! Mañana se los traigo saliendo de la escuela. –¡Ok! Si quieres puedes ir a cambiarte y por ahí ya te vas.
Cuando Salí del edificio con los papales en la mano me quedé pensando cómo iba a hacer para que Jaime los firmara sin revisar. Aunque el trabajo no era nada malo ni mucho menos, pensaba que no le iba a gustar pues él era muy conservador y a la antigua.
Ya en casa, pase el resto de la tarde maquinando un plan, obviamente la familia debía saber que iba a trabajar, de otra forma no podría explicar el tiempo que permanecía fuera de casa y el dinero con el que pagaría el tratamiento de Candy. Lo que no tenían que saber era en que… así que antes de llegar pase a uno de esos lugares donde rentaban computadoras y con sumo cuidado en los detalles copie todos los papeles que me había dado Julia cambiando todo lo referente al trabajo de edecán y en su lugar coloque un trabajo de becaria por parte de la escuela. Con los dos juegos de documentos metí en el falso las hojas que requerían la firma de mi tutor asegurándome que quedaran en un orden tal que sabría que Jaime no las leería.
Me quedé hasta tarde despierta esperándolo más al ver que no llegaba decidí irme a dormir pensando que era incluso mejor si al día siguiente lo agarraba dormido en la mañana.
Al siguiente día apenas desperté tome los papeles del tocador y salí entrando a su habitación, lo mire por un momento dormir plácidamente y debo decir con cierta maldad lo empecé a zarandear del hombro, primero despacio hasta que lo veía despertar entre molesto y adormilado.
–¿Qué quieres Milagros? –Me pregunto irritado.
–Te estuve esperando ayer para que me firmaras unos papeles, pero no llegabas y ¡necesito entregarlo hoy!
Sin animo se sentó en la cama mirando el folder que le deje en la mano. ¿Qué es esto? -me volvió a preguntar como si no hubiera escuchado lo que le había dicho instantes atrás.
–¡Ya te lo dije! Pon atención, que tengo prisa. –Le dije fingiendo premura.
–Es para el trabajo de pasante que te comenté hace uno días… ¿o también lo olvidaste? Le mentí con tanta confianza y seguridad que me miro por un momento intentando recordar algo que en verdad nunca le dije.
–Ahh… si, ¡ya recuerdo! ¿de qué es el trabajo?
–Es de asistente en una Agencia de turismo, ¡también te lo dije! –Le volví a mentir, rematando con un tono de molestia y exasperación en mi voz.
–Si... claro… es que me agarraste dormido, pero ya recordé. –Me respondió intentando tranquilizarme. Enseguida lo vi empezar a leer la primera hoja después la segunda y cuando llego a la tercera me puse nerviosa.
–Jaime, enserio ¡tengo prisa! Si hubieras llegado más temprano ayer lo hubieras leído con calma. Le dije, en tono de reproche y molestia mientras le extendía una pluma. –¡Fírmalo! Que se me hace tarde.
–Lo siento… me contesto con cierto pesar en su voz mientras tomaba la pluma.
–Firma Aquí… y Aquí… y por ultimo aquí… le indicaba pasando rápido las hojas evitando que pudiera leer nada.
–Bueno, ahora si te dejo dormir, el desayuno como siempre está en la nevera. Salí a paso veloz de su cuarto, sin dejarlo decir nada más.
¡Éxito! Pensé, mientras pegaba los papeles a mi pecho y entraba de nuevo a mi habitación...
–¡Hola jess! Salude a la recepcionista cuando entre a la Agencia. –Vengo a ver a Julia.
–Ya sabes el camino… me respondió.
Cuando entre a la oficina Julia estaba en su escritorio hablando con alguien por teléfono mientras miraba su computadora, al verme entrar me hizo señas que pasara y me sentara. Pasados un par de minutos termino de hablar y me volteo a ver con una sonrisa.
–¡Me da gusto verte! y... supongo que trajiste todo lo que te pedí. –Levantando una ceja me miró fijamente.
–¡Si Julia! –Le respondí, mientras me inclinaba y abría mi mochila sacando los papeles y entregándoselos. La veía revisarlos con cautela cerciorándose que todo estaba bien, al final cerro el folder y aparentemente convencida me miro y sonrío.
–¡Te tengo buenas noticias! Como tenía el presentimiento de que no me ibas a fallar ayer me adelanté y subí tu portafolio al sitio. A las pocas horas me llamaron dos clientes interesados, les dije que todavía no era nada seguro y la llamada que tenía hace unos minutos era de otro cliente ¡preguntando por ti! Se ve que vas a subir rápido de nivel…
–Si te interesa, le puedo llamar al cliente de hace un momento y confirmarte para su evento. ¿Qué dices?
–¡Claro! Le respondí enseguida contenta, aunque a la vez nerviosa.
–¡Perfecto! Dame tu celular y me pongo en contacto contigo apenas tenga los detalles.
–uy… no tengo celular, le dije apenada, pues como era posible que una mujer de mi edad no tuviera uno. El deprimente estado económico de mi familia no me permitía darme esos lujos y debo ser honesta que tampoco le di mucha importancia dado que no era muy sociable que digamos. Haciendo de mama en casa no es que tuviera tiempo para salir y pasar el rato como otras chicas.
–Bueno, tu teléfono de casa. –Tampoco tengo, le respondí ahora si sintiéndome mal ante lo pobre que era.
–Ok… pero de alguna forma tengo que comunicarme contigo.
–Tengo correo, le respondí intentando salvar la situación.
–Ya bueno... sirve, solo que tienes que estar revisando tu correo todo el día.
–¿Tienes computadora verdad?
–No… Volví a contestar sintiéndome esta vez como una pobre mendiga.
–Por un momento la vi comenzando a desesperarse, pero tomo aire y serena de nuevo me contesto ¡No hay problema…!
Dio media vuelta sobre su silla y abrí el cajón de un mueble que tenía detrás.
¡Ten! –Estiro su mano y me dio un celular. Ya tiene programado el numero en la agenda así que apréndetelo. Es muy importante que estemos en contacto todo el tiempo. Sobra decir que el teléfono es un préstamo así que cuídalo y si después te interesa conservarlo me avisas y lo descontamos de tu paga.
–Si… le conteste alegre mirando emocionada ¡mi nuevo celular!
–Bueno, es todo… Apenas tenga los detallas te marco.
–Dándole las gracias de nuevo, salí de su oficina.
Cuando llegue a casa como todos los días continué mi rutina normal preparando de comer y soportando a mi tío, por la tarde me sentía cansada así que subí a mi cuarto echándome de pansa sobre la cama, al fin tenía un momento a solas, mi hermanita después de insistir tanto en la comida logro convencerme para que la dejara salir a jugar con los vecinos, mi tío como siempre se salió apenas termino de comer sin decir nada y Jaime que había regresado pronto estaba abajo viendo la tele. Justo cuando estaba por dormirme un rato escuche una extraña melodía que parecía provenir de mi mochila.
Con un salto que hasta a mí me sorprendió me puse de pie y corrí hasta mi mochila sacando mi nuevo celular.
–Bueno. Pregunte de manera cortes.
–Hola Mili, soy Julia… ya tengo los detalles del evento. Es mañana por la tarde, de doce a seis de la tarde. Apunta la dirección.
–¿De qué es Julia? Le pregunte apenas termine de anotar la dirección y el nombre de la persona con la que me iba a presentar.
–Es un negocio que vende partes de automóviles y tienen su aniversario mañana. Ahh... y no te preocupes por el atuendo ellos te lo van a proporcionar junto con las actividades que vas a hacer. Es muy importante que apenas llegues me marques para saber que llegaste bien y también cuando termine el evento para decirte que día vengas a recoger tu pago.
–¡Suerte Mili! Me dijo al final colgando el teléfono.
Dios… Ya era un hecho y ¡mañana comienzo! Me decía una y otra vez mientras daba vueltas en la cama entre nerviosa y feliz pues podía comenzar a juntar dinero para el tratamiento de Candy.
¡Ya es hora de cenar! Me di cuenta al ver la hora en mi nuevo celular, y esa niña es hora que no ha regresado… a los pocos minutos salí de la casa directo a la de Pedro el niño con el que iba a jugar, dado que le había puesto como condición que solo la dejaba salir si era en su casa ya que conocía a su mama y me sentía tranquila al saber lo estricta que era con pedrito. Confiada toque la puerta siendo atendida de inmediato por Mariela su mama.
–¡Hola mary! Vengo por Candy… Le dije a mi vecina que mi miro sin entender.
–Candy no está aquí… hace rato que se fue con Pedro a casa de uno de sus amiguitos… ¡Alberto! Creo que se llama.
Sentí una sensación extraña en mi estómago cuando me lo dijo, le di las gracias y salir a paso veloz bajando las escaleras hasta llegar a la casa de Alberto, enseguida me asome por una de las ventanas notando las luces apagadas de la sala y una vieja televisión encendida la cual iluminaba la habitación débilmente mientras la misma reproducida una película de terror, al mirar hacia un viejo sofá del lado izquierdo de la habitación vi la figura de un niño, reconociendo enseguida que se trataba de Alberto quien se cubría los ojos asustado de las escenas en la tele mientras a su lado estaba Pedro haciendo lo mismo que Alberto, con la mirada intentaba buscar a Candy entre la oscuridad pero no veía nada más que la forma de unas viejas escaleras de madera y una luz que provenía de un cuarto del otro lado junto con sombras que se movían dentro de la habitación.
¡Toc! ¡Toc! Toqué la puerta, al ver que ambos niños no se percataban del sonido debido al ruido de la televisión comencé a gritar el nombre de Alberto y a golpear la puerta con fuerza.
Me volví a asomar por la ventana y vi a Alberto que miraba hacia la puerta, haciéndole señas que me abriera.
–Hola mili, me respondió apenas abrió la puerta. Sin responderle nada entre a la sala buscando a mi hermanita con la vista confirmando que no estaba en esa habitación así que me dirigí al cuarto de dónde provenía la única luz en la casa.
Cuando entre a la cocina me lleve las manos a la boca y abrí los ojos como platos ante la grotesca escena que veía.
Mi tierna he inocente hermanita estaba completamente inclinada con sus licras negras hasta los tobillos y su bombachita blanca cubría solo la mitad de sus redondas y prietas nalgas, atrás de ella estaba uno de los despreciables primos de Alberto con su miembro erecto puteando el culo de mi hermana mientras que del otro lado la blusita con dibujos de gatitos de Candy yacía en su cintura, los brazos del chaval que le punteaba la cola la abrazaban y sus manos se aferraban con fuerza a sus pechos estrujando con sus repugnantes dedos tanta carne como podía abarcar de los enormes pechos de Candy, ella mientras tanto forcejeaba con el otro primo de Alberto luchando por soltar sus brazos, entre risas y jadeos la escuchaba decirles. -Ya... me haces cosquillas Joaquín… déjame, les digo que no quiero jugar ahorita.
Mi hermanita en su inocencia pensaba que jugaban a las dichosas ¡luchas! sometida ante esos dos chavales que no le daban tregua a pesar de que ella no deja de decirles que no quería jugar.
El primero en verme fue el chaval que la sujetaba de las manos, soltándola enseguida. Por la cara que puso, el otro desgraciado que aún seguía sin dejar de clavar el culo de mi hermana con su miembro se giró y vio mi cara de error. Soltó el cuerpo de Candy y a velocidad de rayo se subió los pantalones, yo seguía ahí petrificada sin poder asimilar, logrando reaccionar al ver que los malditos cobardes se disponían a huir por la ventana de la cocina.
¡Desgraciados! ¡Infelices depravados! Grite desde lo profundo de mi ser intentando alcanzar a uno, pero más fuertes y rápidos lograron escapar.
Al girarme vi a Candy terminando de meter sus pechos de nuevo en la blusa. Su carita estaba totalmente colorada, su larga, despeinada y oscura melena se movía de un lado al otro mientras se acomodaba su bombachita y subía sus licras de nuevo a su lugar.
–Hola Mili… me dijo aun suspirando, aunque de manera calmada como si hubiera estado haciendo lo más normal del mundo hacia solo unos instantes.
Yo estaba a punto de soltarme a llorar desconsolada, dejando escurrir un par de lágrimas por mis ojos mientras abrazaba a mi hermanita con fuerza. Parecía que mi melodrama les pareció una exageración a los niños que a esas alturas llevaban un rato en la entrada de la cocina mirando todo.
–¿Porque llora? Si solo estaban luchando y siempre juegan así… –Le pregunto Alberto a Pedro sin entender.
Me sentí morir cuando escuché eso, ósea que no había sido la única vez que hacían esas porquerías con mi niña hermosa. Digo… sabia de la vez que los sorprendí en el lote abandonado, pero no había comparación con la escena que presencié hacia minutos.
Sin decir nada tome a Candy de la mano y salimos en silencio de esa casa, todo el camino me pregunto si estaba enojada con ella con su carita triste, sin contestaste nada en todo el camino llegamos a la puerta de nuestro hogar.
Sube a tu cuarto… Fue lo único que dije. Cuando abrí la puerta mi inocente hermanita se separó y echo a correr hasta que la perdí en las escaleras.
¡Donde estabas! Me distrajo la voz del tío Víctor que veía la televisión. –¡Muévete y sírveme de cenar! Me ordeno en forma despectiva.
Fui por Candy… le respondí intentando excusarme por mi ausencia mientras caminaba a la cocina aun en shock.
–¡Déjala que se divierta! no la puedes tener encerrada todo el tiempo. –Me decía mi tío a modo de reproche.
Sin una pizca de apetito solo esperé a que mi tío terminara, recogí la mesa y me dispuse a ir a mi habitación.
Al entrar Candy estaba tumbada de panza con la cabeza hundida en su almohada gimoteando. Nada más la vi así todo el enojo se me paso y más cuando me miro con sus ojitos rojos por el llanto y su carita triste. Sentí que se me partió el corazón, si algo no podía tolerar era verla sufrir.
–¿Ya no me quieres verdad? ¡Buu! Snif, buu. –Me pregunto mientras veía salir lágrimas de sus hermosos ojos.
–Claro que te quiero corazón y siempre lo haré sin importar nada, le respondí sentándome en la cama y con la mano le secaba las lágrimas tiernamente.
–Entonces porque te enojaste conmigo… Snif, Snif, –No estoy enojada contigo amor, estoy enojada con los chavales malos que estaban jugando contigo.
Intente explicarle las cosas de modo que su mente de niña las comprendiera puesto cada vez que tocaba el tema de que ella ya era una mujer irremediablemente se enojaba y me decía que no, ella era una niña.
Esos niños que jugaban contigo, son malos y me dio mucho coraje lo que te hacían, por nada del mundo debes jugar así otra vez ni con ellos ni con nadie o me voy a poner muy triste.
–¡No quiero que estés triste Mili! –Me respondió enseguida mientras me abrazaba con fuerza.
Dime, ¿desde cuando estás jugando así con ellos o haz jugado con alguien más así? –Le pregunte inquisitiva, rogando de todo corazón que no la hubieran violado antes.
–¡Uyy! Ya tiene rato… me contesto haciendo las manos para atrás.
Un día que salí a jugar con amparo y marta, fui a su casa, pero su mama me dijo que ya no quería verme jugar con sus hijas así que me regrese muy triste, ya iba para la casa cuando me encontré a Pedro pasando por el patio, parecía que había escuchado a la grosera de Doña Laura porque me dijo que si quería podía jugar con él. ¡Feliz le dije que sí! Y nos fuimos a jugar canicas al lote abandonado, al principio no quería entrar porque tú me dijiste que no fuera ahí, pero me dijo que Un amigo y él había explorado el lote el día anterior y no les paso nada, como no quería estar sola y tú todavía no llegabas acepte, cuando entramos estuvimos un rato cortando la hierba al fondo del lote para jugar canicas hasta que llego Alberto y entre los tres nos pusimos a jugar, nada más que nos aburrimos rápido, entonces a Alberto se le ocurrió que hiciéramos un fuerte con los trebejos que había al rededor. Como a los tres nos gustó la idea empezamos a armar y jalar los muebles viejos que la gente dejo botados, al poco rato escuchamos ruidos en la cerca y vimos a dos adultos entrar y gritar el nombre de Alberto.
–Con que aquí te escondes wuey… le grito su primo Joaquín desde lejos.
–Pero bueno… que hace una hembrita tan rica con unos niños pendejos. –Me dijo su otro primo Emilio mientras me veía raro.
Le conteste que estábamos haciendo un fuerte. No sé porque, pero ambos se empezaron a reír.
Como ese día me había puesto short ya me dolían las rodillas de estar hincada quitando la hierba así que les dije que ya no iba a arrancar más. Alberto le pidió a sus primos si podían ayudarnos a acomodar un mueble pesado que nosotros no podíamos jalar, al final hicimos un circulo con todos los muebles y nos metimos dentro, empezando otra vez a jugar con las canicas dentro del fuerte, yo estaba en cuchillas con las piernas abiertas y veía que los primos de Alberto no dejaban de verme, cuando les pregunte riendo porque me veían tanto primero se quedaron cayados pero Emilio me contesto que me estaban viendo “el atractivo” Lo mire sin saber a qué se refería, los dos se vieron las caras y enseguida Joaquín me dijo !Te estamos viendo las chichis! Y ¡también la cola! Agrego Emilio.
No entendí para que me veían eso, pero les dije ¡Ok! y seguí jugando… Los vi cuchichear algo un rato hasta que se apartaron y llamaron a Alberto, él fue de mala gana, al poco rato volvieron los tres y seguimos jugando.
–¿Te llamas Candy verdad? -Me pregunto Joaquín.
–Sipi, le conteste. –¿Y qué edad tienes? –Me volvió a preguntar mirándome fijamente.
¡Tengo doce! Le respondí volteando a verlo feliz pues acababa de ganarle a Pedro y Alberto.
Los dos se voltearon a ver y sonrieron, después voltearon y me miraron raro.
–Oigan que les parece si jugamos un juego más divertido. –Nos propuso Emilio.
¿Que? Le preguntamos los tres curiosos.
–¡Luchas! Si alguno me vence a mi o a mi hermano les invitamos lo que quieran de la tienda.
–¡Naaa! No les vamos a poder ganar… Ustedes son más grandes. –Le contesto Alberto.
–Ya bueno… pero que pierden, imagínense comiendo lo que más les gusta de la tienda. Nos dijo Joaquín sacando dinero de su bolsa para que nos animáramos.
Los tres nos quedamos pensativos, yo no estaba muy interesada porque me daba miedo que me pegaran.
¿Y si nos pegan? Le pregunte preocupada…
–Nada de golpes, solo con contacto para someter al otro.
Los tres aceptamos y el primero en luchar fue Alberto por ser su primo. Se enfrentó a Joaquín quien no tardo nada en rendirlo pasándole el brazo por el cuello, después lucho con Emilio y fue el mismo resultado.
Al ver lo rápido que vencieron a Alberto yo me desanimé y les dije que mejor no jugaba. Joaquín enseguida me dijo que lo intentara que yo era más alta y no sería tan fácil. Sin convencerme del todo acepte, total no tenía nada mejor que hacer, enseguida me abrazo por atrás, yo me movía y me retorcía intentando escapar pero no lo lograba sintiendo después de unos minutos algo raro entre mis pompis que se me clavaba, por fin logre soltarme y ahora era yo la que lo abrazaba, imite la forma en la que habían agarrado a Alberto sujetando a Joaquín del cuello, el parecía desesperado por soltarse porque sus manos apretaban y jalaban mis chichis intentando que me separara pero yo me aferre hasta que él se rindió. Feliz lo solté levantando las manos diciendo ¡gané! ¡gané!
Adolorido, me dijo que era muy buena mientras se recargaba sobre el fuerte que habíamos construido.
–¡Sigo yo! Y no soy tan fácil… así que te vas a tener que esforzar. –Dijo Emilio.
Abrazándome por detrás igual que Joaquín, estuvimos un buen rato luchando hasta que de nuevo sentí esa sensación extraña en mis pompis de algo puntiagudo que presionaba y se me clavaba en la cola, Emilio me hacía caminar para adelante hasta que termine chocando contra una vieja mesa apoyándome sobre ella con las manos sintiendo como él se me echaba encima, sin poder usar las manos movía mis pompis de un lado al otro intentando zafarme pero no lo lograba, intente aventarlo para atrás moviendo las caderas de atrás hacia adelante con fuerza pero tampoco funciono, lo único que sentía con el paso de los minutos era esa cosa puntiaguda cada vez más grande clavarse con más fuerza entre mis pompis.
–¿Te rindes Candy? Me pregunto Emilio mientras se inclinaba completamente sobre mí.
¡No! ¡No! Le dije riendo al sentir su respiración en mi oreja.
Continuamos la lucha un rato más, ya me sentía algo cansada de los brazos al tener que sostener mi peso y el de Emilio que desde hacía un rato alejaba sus caderas y de golpe las volvía a sentir golpear con fuerza mi cola. De pronto sentí sus manos moverse de mi cintura y subir hasta mis bubis al principio solo las frotaba, pero después empezó a apretarlas con fuerza, lastimándome un poco por lo brusco.
–Ya... ¡me rindo! ¡me rindo! Le dije riendo mientras me dejaba caer sobre la mesa cansada.
–¡Diste buena batalla Candy! Me dijo Emilio cuando me pare y lo mire triste por haber perdido.
–Ahora ¡sigo yo! ¡sigo yo! Escuche la voz de Pedro que se levantaba del suelo y venia hasta donde estábamos, me hice a un lado y me recargue sobre la mesa mirando la lucha, al poco tiempo fue sometido por los primos de Alberto así que yo fui la única ganadora del juego. Cuando fuimos a la tienda me compraron una gaseosa y unas papas, Aunque Alberto y Pedro habían perdido también les compraron algo, pero no los dejaron escoger como a mí y solo le compraron unos dulces.
Apenas volvimos al lote, nos preguntaron si otra vez queríamos jugar, yo les dije que ya no podía porque tú ya habías llegado así que me fui contenta comiendo mi premio.
–¡Al menos no la habían violado! Me dije a mi misma, cuando Candy termino de contarme, respirando aliviada.
¿Y entonces siguieron jugando igual? Le pregunte atenta y temerosa a su respuesta.
–Sipi, solo era diferente cuando se valía usar técnicas…. ¡Para hacer que te rindieras! Pero casi no me gustaba jugar así porque me dolía.
De nuevo sentí mi corazón latir, ante esas palabras, mirándola de nuevo con las manos en la boca.
¿Cómo que técnicas hermanita?
–Si… Como siempre que jugábamos yo era la única que le ganaba a alguno de los de los dos, Pedro y Alberto ya no querían jugar porque decían que nunca ganaban.
Esos desgraciados perdían adrede para tener a mi hermanita interesada, pensé, mientras seguía escuchando a Candy.
Un día fuimos al lote, como siempre, nos preguntaron si queríamos jugar a las luchas, Alberto y Pedro dijeron que no así que yo me uní a ellos y también dije que no, así que empezamos a jugar en el fuerte, al poco rato los primos de Alberto se nos acercaron. ¿Y si hacemos las cosas más interesantes para ustedes? Así seguimos jugando.
Los tres nos quedamos viendo y Pedro le pregunto cómo, a Joaquín que fue quien sugirió el cambio.
–Pues que ya se valdrían técnicas para ganar la sumisión del oponente y hacer equipos. Pueden usar cualquier parte de su cuerpo contra el oponente sin incluir piquetes de ojo y mordidas por supuesto, además de incluir retos como no usar una mano o una pierna en nuestro caso que somos más grandes para darles ventaja.
Los tres aceptamos de nuevo, esta vez el juego lo empezó Pedro que había retado a Joaquín a no usar una mano y un pie. Al poco rato se alzó con su primera victoria desde que habíamos comenzado a jugar a las luchas, después lucho con Emilio que le gano el encuentro sin problema aun con un brazo y pierna sin usar. Después siguió el turno de Alberto, igual que Pedro Gano un combate y perdió otro.
Por último, fue mi turno, al primero que enfrente fue a Emilio, así que lo rete a no usar una mano y un pie igual que como habían hecho Pedro y Alberto, pero él se negó argumentando que yo era mejor luchando que ellos y logre vencerlos varias veces, de mala gana acepte pues él tenía razón y sin ayuda de trucos lo había vencido.
Como venía haciendo desde nuestras ultimas luchas enseguida me arrincono contra un viejo ropero forzándome a sentar sobre el mueble con las piernas abiertas y el en medio, yo lo único que podía hacer en esa posición era abrazarlo de la cintura y luchar por hacerlo caer a un lado o al otro sintiendo a los pocos minutos el choque de su cuerpo entre mis piernas, el me tomo de mis pompis y me levanto en el aire mientras yo cruzaba las piernas alrededor de su cuerpo haciéndole una pinza, a mí me daba cosquillas porque lo sentía pegar su cabeza en mi cuello y llenarme de babas mientras sus manos me apretaban la cola, al poco rato me logre soltar y logre hacerle una llave en el cuello, parecía que ya lo tenía pero el muy suertudo se me escapo y me abrazo por detrás, sentí enseguida sus manos que subían hasta mis pechitos y empezó a estrujármelos como siempre mientras me empujaba con su cadera y me ensartaba en la cola el bulto que siempre se le formaba en la entrepierna cuando jugábamos.
Como ese día me salí a jugar con la faldita de mezclilla tan bonita que me regalaste, de pronto sentí algo mojado que chocaba contra mis pompis y piernas, giré la cabeza para ver y tenía la falda en la cintura, Emilio agarraba con la mano su pajarito y lo pasaba y clavaba en mi bombachita rosa. Como yo nunca había visto uno me le quede viendo un momento, no se veía bonito más bien se veía feo, era grande, oscuro y estaba lleno de pelos además se le veía lleno de venas feas…
–¿Qué haces? –Le pregunte, mirándolo curiosa.
–Voy a usar mi vergota para someterte Candy, acuérdate que podemos usar cualquier parte del cuerpo –Me respondió sin dejar de frotarse contra mí.
Tu... ¿que? Le volví a preguntar ya que nunca había escuchado esa palabra.
–Que voy a usar mi pepinote en tu cola para someterte Bonita. –Me volvió a decir, yo entendí menos… ¿que tenía que ver una verdura? Me quedé pensando, entonces lo vi y supuse que se refería a su pilin porque él lo veía. Le conteste que ¡estaba bien! Pensando que no le serviría de nada para someterme y menos contra mi colita.
Me empezó a llevar hasta la mesa vieja que era parte de nuestro fuerte, con las manos apoyadas sobre el metal resistía la fuerza y el peso de su cuerpo encima de mi mientras sentía su pajarito que se movía rápido en medio de mis piernas de atrás hacia adelante frotándose contra mi almeja la cual sentía rara, mi bombachita estaba como húmeda, en cierto punto no resistí más el peso de su cuerpo y me deje caer sobre la mesa mientras el continuaba tratando de someterme, yo me negaba a perder hasta que me jalo del cabello hacia atrás y me dolió.
–Ya… ¡me rindo! ¡me rindo! Le dije al sentir una de sus manos de nuevo en mis chichis. Él se separó y me miro victorioso, mientras yo me levantaba acomodándome de nuevo mi faldita.
¡Eso es trampa! Le dije, me jalaste del pelo.
–Bueno… ¡sigo yo! Me miro Joaquín Poniéndose de pie…
–Oigan, Ustedes siempre se tardan mucho cuando luchan con Candy y yo... ¡ya quiero mi premio! –Interrumpió Alberto poniéndose de pie desesperado.
–No des guerra wuey, cuando terminemos de jugar ¡vamos todos!
–No. Yo quiero mi premio. –Le contesto Alberto.
–Pinche escuincle… ¡que no! –Le dijo Emilio enojado.
–Espera Emilio… déjalos que vallan de una vez, nosotros vamos con Candy cuando acabemos…
–Pero con la condición de que vallan a la tienda de doña chipis.
–¡Esta bien lejos! Se quedó Alberto, ante la condición de Emilio.
–Ya... bueno, por andar ¡molestando!
Alberto y Pedro Aceptaron de mala gana, cogieron el dinero que Joaquín les dio y salieron del lote.
–Ahora si… ¡donde nos quedamos! –Me miro Joaquín.
¿Tú también? Le pregunte al mirar que se sacaba del pantalón su cosa.
¡Si! Me respondió echándose encima de mí. ¡Pero ni sirve de nada! Le conteste mientras lo sentía detrás de mí, apenas me abrazo, mi faldita de mezclilla termino enrollada en mi cintura y sus dedos desabotonaban con prisa mi blusa. Cuando recién empezamos a jugar a las luchas no entendía porque me encueraban siempre que empezábamos a jugar así que un día les pregunte mientras me vestía de nuevo y Joaquín me dijo que era para estar más cómodos puesto que la ropa no dejaba moverse bien, así que cuando mi blusita cayó al suelo voltee a verlo.
¿Por qué ustedes no se quitan la ropa también? A pesar de que él me había explicado lo del tema de la comodidad, yo era la única que siempre terminaba en calzones. Primero me miro como sorprendido, pero luego me sonrío, soltó mi cuerpo y lo vi quitarse con prisa los viejos jeans que traía y la playera llena de agujeros que usaba.
¡Listo nena! –Me dijo volviendo a abrazarme, pero esta vez me llevo a empujones hasta nuestro fuerte, terminé de nuevo inclinada y con las manos apoyadas en la mesa mientras sentía sus manos desabrochar mi corpiño el cual cayo enseguida sobre la mesa, sus manos me estrujaban las bubis con fuerza, empecé a sentir esa sensación extraña que últimamente sentía cuando sus dedos me jalaban la puntita de la chichi, primero me dolía, pero después se sentía bonito… ¿Que me haces en mis chichitas? Le pregunte volteando a verlo, pues, aunque me gustaba tenia curiosidad.
–¿Te gusta? Me pregunto mientras sentía que me jalaba con más fuerza, haciendo que me quejara.
¡Aunch! Sipi… pero no tan fuerte, le pedí al sentir que de nuevo me dolía.
–¡Es una técnica de sumisión! Pero no se vale que lo haga lento si te gusta, se trata de que te rindas. –Me contesto, sin dejar de jalarme las puntas de mis chichitas con fuerza.
En un momento que se descuidó, con las pompis logre empujarlo hacia atrás y liberarme, sin perder tiempo lo abrace tomándolo del cuello intentando aplicarle una llave, pero con el forcejeo su cabeza termino en mi pecho, como esa no era la idea intente soltarlo, pero era el ahora quien se sujetaba con fuerza de mi cintura impidiendo que me separa.
Sin poder evitarlo empecé a reírme y retorcerme al sentir su lengua dar vueltas y llenarme de babas las bubis. ¡Ya no lo hagas! Le pedía riéndome mientras intentaba separarme. El parecía no escucharme porque al bajar la cara lo vi abriendo la boca metiéndose tanto como le era posible una de mis chichis a la boca.
Al principio sentí una sensación extraña como si estuviera exprimiéndome el chichi con sus labios, pero rápido volví a sentir bonito pues había vuelto a estirar la puntita de mi bubi con sus labios. No me soltó hasta que se metió ambas a la boca y las dejo llenas de baba. Yo no alcance a reaccionar pues cuando me di cuenta otra vez estaba contra la mesa y lo escuche decir… Ya no aguanto ¡más!
Pensé que se iba a rendir, pero en lugar de eso lo miré extrañada al ver que se puso de rodillas y con sus manos tiro de mi bombachita hasta las piernas.
–¡Joder… ¡Ya se depilo! –Lo escuche decirle sorprendido a Emilio que desde hacía rato estaba con los pantalones en las piernas y movía su pilin de un lado al otro observando.
¡Que rica se te ve la pepa así Candy! –Me dijo Joaquín a lo que solo le conteste que no me gustaban los pelos, pensando que se refería a mi cosita. Sorprendida lo vi encajar su cara entre mis pompis mientras que con sus manos me separo las piernas. Era rara la sensación de su lengua que se movía y se hundía ahí dentro, pero me gusto y empecé a sentir un calorcito rico en esa parte, mi cara se puso colorada y empecé a retorcerme.
¡ayy! Joaquín que me estás haciendo ahora… le dije entre suspiros pues sentí muy bonito lo que fuera que hacia ahí abajo.
Tardó en responderme pues solo escuchaba ruidos que provenían de su boca y su lengua mientras me retorcía sobre la mesa, pero de pronto se puso de pie y me miro con su cara toda brillosa.
¿Te rindes Candy? –Me pregunto, al mismo tiempo que sentía sus dedos moverse dentro de mi cosita.
¡umm! Nop… le conteste soltando un suspiro y volviendo a retorcerme.
–Emilio ven… échame la mano, ¡vamos a rendirla entre los dos!
Divertida vi a Emilio tropezar de la prisa al acercarse a nosotros. Joaquín me tomo de la cintura y me levanto de la mesa girándome hasta que quede inclinada enfrente de Emilio. Sin esperar me tomo con fuerza de los brazos impidiendo que me moviera, entonces comenzó a pasarme si pilin por la cara, yo movía la cara y lo rechaza pues se veía igual de feo que el de Joaquín y también olía feo, pero él seguía moviéndolo y golpeándome los cachetes con él.
De pronto volví a sentir la boca de Joaquín en mi conchita y ese calorcito tan bonito donde me estaba tocando, Emilio mientras tanto chocaba su pilin contra mis labios presionando con fuerza, pero yo me movía y lo rechazaba. Hasta que abrí la boca soltando un suspiro sintiendo como metía toda su cosa dentro de mi boca. Sentí ganas de vomitar al sentir un sabor amargo y feo, pero él no quería sacarme nada, al contrario, lo metía más.
¡Es para que te sometas Candy! –Me dijo Emilio al ver mi cara de asco. Quería decirles ¡que me rendía! Pero no podía, solo me limite a sentir como entraba y salía su cosa de mi boca hasta que poco a poco perdió ese sabor feo con mi saliva, en un momento no sé qué me paso, pero sentí que perdí las fuerzas en mis piernas y la cabeza me daba vueltas, preocupada intente voltear pues había sentido que me orine. Emilio al ver mi cara de sufrimiento, empezó a moverse como loco haciéndome daño con su cosa que entraba y salía de mi boca muy rápido. En ese momento sentí un líquido caliente que sabía horrible llenarme la boca, retorciéndome desesperada intentaba sacarme la cosa de Emilio mientras sin poder evitarlo me tragaba parte de esa cosa fea.
¡puaj! ¡puaj! Con arcadas escupía lo que aún quedaba en mi boca.
¡Ayy! ¡Umm! Tonto… Porque me metiste tu cosa en la boca, ¡sabia fea! Le dije quejándome mientras volteaba a ver a Joaquín que estaba de pie con el rostro empapado.
Lo siento… le dije apenada al ver su cara toda mojada.
–No te preocupes ¡sabes delicioso! –Me contesto mientras se pasaba la lengua por toda la boca.
¡Ya, Ahora si me rindo! les dije, volteando a ver a ambos mientras intentaba ponerme de nuevo derecha.
–¡Epa Candy! No te rindas… Todavía puedes ganar. Si quieres ya solo luchas contra mí. –Me contesto Joaquín, impidiendo que me enderezara.
¡Nop! Ya es tarde, y Mili ya debió haber llegado a la casa.
Quédate entonces tantito así… Me pidió Joaquín, sujetándome con fuerza de las caderas lo vi poner su pilin entra la raya de mis pompis y se empezó a mover de atrás hacia adelante, casi enseguida sentí algo caliente que choco contra mis nalgas y espalda. Curiosa me lleve una mano a mis pompis y con dos dedos agarre un poco del líquido.
¿Qué es esto? Les pregunte mientras me llevaba los dedos a la nariz olfateando.
–Es lechita y para las niñas como tu... es muy bueno para el crecimiento. –Me respondió Joaquín mientras Emilio se río.
¿Leche? Pues… no parece ni sabe. –le conteste, mirando la consistencia viscosa del líquido en mis dedos.
Es que… ¡es de macho! Pruébala, este si te va a gustar… Me dijo Joaquín mirándome fijamente. Acerque mis dedos a la boca quitando un poco del líquido con la punta de la lengua para probarlo.
¡Puaj! Sabe igual de fea… le dije, mientras me limpiaba la lengua con la otra mano.
Los dos echaron a reír.
–Ya le vas a encontrar sabor Candy… porque te la vamos a dar seguido de comer… –Me dijo Joaquín mientras se vestía.
No… sabe salada y fea, le respondí segura de que no me gustaría.
–¿Porque están todos encuerados? Escuchamos la voz de Pedro que nos miraba mientras se comía un helado.
¡Porque hacía calor! Y estábamos luchando, le contesto Emilio mientras yo me quitaba con la mano los restos de leche del culo y la espalda subiendo mi bombachita y girándome tomaba mi corpiño volviendo a ponérmelo.
Al poco rato salimos todos del lote y aunque había perdido las dos luchas Joaquín me compro lo que quise en la tienda.
–Literalmente estaba con la boca Abierta mirando a Candy cuando esta termino de contarme.
Mi hermanita a pesar de ser tan inocente de su mente, en los últimos meses había estado disfrutando de los placeres carnales propios de una mujer. Sentí mucho coraje al pensar en esos desgraciados vagos, como podían ser tan viles y abusar de esa forma de una niña tan dulce he inocente como era mi hermanita.
No quise explicarle todas las perversiones que ella sin saber había hecho y dejado que le hicieran todo este tiempo. Solo la mire a los ojos la tome de las manos y la hice jurar que nunca volvería a jugar con esos niños pues lo que hacía con ellos eran cosas malas, que podía jugar todo lo que quisiera menos eso.
Con la charla habiendo terminado mire mi nuevo celular y ya era más de media noche así que nos dormimos, pues mañana tenía un día muy importante y no podía estar desvelada.