Mi degerada familia y yo I

Dos pequeñas hermanas huérfanas de madre tendrán que crecer y superar todos los incordios que la vida les tiene preparada.

Hola, mi nombre es milagros o Mili para los amigos, tengo 24 años y actualmente vivo feliz en un pequeño pueblo al sur de España, aunque soy originaria de Venezuela. Tras pensarlo mucho al fin me he decidido a hablar sobre mi familia y cómo fue que mi vida quedo marcada a una corta edad. Después de todo dicen que abrirse con las personas es liberador para el alma.

Todo comenzó cuando yo tenía

siete

años, por esos tiempos como cualquier niña desconocía los problemas de la gente adulta y me limitaba a vivir en mi mundo de juego y fantasía al lado de mi hermanita menor Candelaria, a la cual le llevaba

tres

años.

Aun incluso con todos los años que han pasado, recuerdo claramente ese día, me habían despertado los ruidos y gritos fuertes en la sala, puertas abriéndose y cerrándose, baje de la cama

tallandome

los ojos mientras caminaba hacia la puerta, al salir como de costumbre baje las escaleras mirando en la sala a mi papa sentando en uno de los sillones, con la cabeza mirando al piso y sus manos cubriendo su rostro.

Sin poder entender lo que pasa al no ser más que una niña, recuerdo que camine hacia él y con mi voz tierna le pregunte que le pasaba, sorprendido al verme parada a su lado, me miro con su rostro quebrado y sus ojos llenos de lágrimas.

Recuperándose un poco se quedó mirándome por unos instantes sin saber que decir, abriendo al final su boca, fingiendo está tranquilo me decía –tu mami se fue de viaje por un tiempo y estoy triste amor.

Al final siendo una niña que no entendía lo que eso significa, le preguntaba inocente cuando volvería mi mama, a lo que simplemente se le volvía a descomponer el rostro y las lágrimas escapa

ron

de sus ojos a raudales.

Intentando nuevamente recuperar la compostura frente a su hija, con su voz tierna y amable me pidió que subiera a mi habitación y

trajera a

candelaria en lo que el preparaba el desayuno.

Recuerdo que el primer mes le preguntaba a diario por mama, llegando a aprender su respuesta de siempre. –Pronto hija... pronto.

Conforme los meses pasaron, papa parecía que comenzaba a adaptarse al ritmo de ser padre y madre, aun

yo seguía

sin entender

el

porqué del viaje de mama, aunque con menor regularidad aun preguntaba por

ella

, hasta que un día quizás mi papa fastidiado de mis contantes preguntas, me llevo al sillón y me sentó a su lado.

Milagros, tengo que hablar contigo, sé que aun eres una niña, pero necesito que entiendas algo muy importante y es que la familia lo es ¡todo!, tu como la hermana mayor siempre tienes que cuidar y proteger a tu hermanita, sin importar que yo o tu madre no estemos, ustedes dos siempre deben estar juntar y apoyarse la una a la otra por sobre todas las cosas.

¿Entiendes Mili? – me pregunto, mirándome muy seriamente.

Si papa, fue lo único que le respondí sin saber que más decir o si quiera porque me decía eso.

Tengo que contarte algo Mili y créeme me duele en el alma ser yo quien te cause este dolor. Remedios (mi mama) nos abandonó, ella se fue y nunca va a volver, no le importo dejar a sus hijas, por eso te repito que la familia lo es ¡todo! Y a partir de ahora solo seremos nosotros tres.

Al escucharlo decir eso las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos y al final sin ser nada más que una niña me solté a llorar a moco tendido mientras sentía como un nudo se formaba en mi estómago y algo se partía en mi

pecho

.

Creo, que en ese momento, madure, quizás a la mala, pero lo había hecho, apenas me calme lo suficiente para poder entablar de nuevo una conversación, Jaime (mi papa) comenzó a darme detalles de lo sucedido, muy por encima, pero fue lo suficiente para saber que Remedios (como a partir de ese momento llame a mama) se había hartado de la vida que mi papa le había dado y había decidido buscarse a alguien con dinero.

Cosa que no debió de costarle mucho trabajo, aunque por esos años yo no me fijaba en esas cosas si recordaba que Remedios era muy bonita, de tez blanca, un rostro de facciones delicadas, al menos 1.70 y con un cuerpo muy voluptuoso.

A partir de ese día mi vida cambio, aunque seguía pensando como niña, trataba de apoyar a Jaime en todo lo que podía teniendo en cuenta mis limitaciones en esos momentos. Portándome básicamente como una pequeña adulta.

Gracias a que Jaime trabaja como guardia de seguridad por las noches, en el día estaba con nosotras, por la mañana llegaba del trabajo y se dormía hasta pasado el mediodía, tiempo en que la Abuela Nadia, la vecina del departamento de alado y dueña de la Vecindad donde todos vivíamos, una mujer de unos sesenta años viuda y que en realidad no era nada nuestro se encargaba de llevarme en mi caso al colegio y de cuidar a Candy hasta que mi papa despertaba.

Q

uizás por pena de Jaime al ver que su mujer lo había abandonado o para no sentirse tan solo pero un día toco a nuestra puerta y le ofreció su ayuda a Jaime claro sin cobrarle nada cosa que el Apreciaba mucho pues como se podrán imaginar un guardia nocturno no es como que gane la gran fortuna.

El tiempo paso hasta que en un abrir y cerrar de ojos, siete largos años habían pasado, yo ahora recién había cumplido catorce años y mi hermana Candela tenia once años.

Ese mismo año nuestra abue Nadia lamentablemente falleció, dejándonos muy tristes a mí y a Candy pues con el paso de los años habíamos llegado a quererla y considerarla como parte de la familia.

Para esas fechas Yo y Candy ya habíamos comenzado a desarrollarnos lo suficiente para comenzar a formar nuestra personalidad. Si bien al principio me costó aceptarlo con el paso del tiempo y sobre todo al ver los pocos álbumes de fotos que teníamos y las escasas cosas que Jaime nos llegó a platicar de Remedios mezclado con lo que recordaba, me di cuenta que por desgracia o quizás bendición había heredado más de ella tanto física como emocionalmente, si bien mi cuerpo aún no se terminaba de desarrollar, era una adolescente bastante atractiva, de piel blanca y modestia aparte con un rostro muy hermoso justo en el cambio de niña a adolescente, mi pelo era castaño y era poseedora de un redondo y juvenil trasero aunque mis pechos aún era dos pequeños botoncitos.

Como era natural para esa edad los muchachos me rondaban como abejas a la miel y si bien no podía negar que la naturaleza y los genes de mis progenitores habían sido generosos conmigo

q

uizás la suertuda en la repartición de dotes fue mi hermana Candy.

Ella, sin duda había heredado más cosas de mi padre, su personalidad amable y compasiva, el color moreno aperlado de su piel, y sin duda su altura pues a su edad era igual o quizás hasta un poco más alta que yo sin mencionar que su cuerpo comenzaba a desarrollarse en clara amenaza

de que

en un par de años rompería varios sostenes sin mencionar sus caderas las cuales amenazaban con el mismo patrón de crecimiento. Por otro lado, algo que sin duda me tenía muy preocupada era su inocencia, pero sobre todo que, aunque me doliera mi hermanita no pintaba ser de las más despabiladas cuando creciera, solo bastaba ver sus calificaciones.

No es que yo fuera un genio la verdad, me consideraba más bien promedio, aunque sin duda sabia aprovechar cuando veía una oportunidad presentarse.

Ya sin nuestra Abuela Nadia, Candy y yo tomamos la responsabilidad de la casa, liberando a Jaime de algunas responsabilidades y comenzamos a valernos por nosotras, aunque ciertamente la responsabilidad cayo más en mi al ser la mayor, no quería privar a mi hermanita de tener una infancia y transición a la adolescencia como cualquier otra niña así que procuraba ser yo la que se encargara de todo, dejándola que fuera a la casa de sus amigas después de la escuela como le gustaba hacer

o perder el tiempo.

L

legue a jugar el papel de mama en la casa, antes de irme a la escuela le dejaba a Jaime el desayuno preparado y procuraba limpiar un poco de la noche anterior,

a

l llegar del

cole

recogía y me preparaba para hacer la comida, limpiaba un poco la casa y esperaba a que llegara Candy para que los tres comiéramos, ya el resto de la tarde noche hacia mis deberes siempre y cuando no estuviera tan cansada sino siempre podía llegar al otro día y pedirle a cualquiera de los chicos listos del salón que me la pasaran a lo cual nunca se negaban, sobre todo Eric a quien sabía que le gustaba y aunque el chico era poco agraciado para mi gusto, siempre procuraba ser amable con el así cuando lo necesitaba nunca se negaba a hacerme un favor.

E

l tiempo continúo pasando y en un abrir y cerrar de ojos habían pasado dos años más. Ese año fue cuando las cosas comenzaron a ponerse mal, era mayo la primavera estaba en todo su apogeo, yo tenía un rato que había llegado del insti, me había puesto ropa más fresca pues me disponía a hacer el quehacer como de costumbre y como venía haciendo desde hace un tiempo había puesto música para bailar mientras trabaja pues había descubierto que de esa forma terminaba más rápido y no sentía el tiempo. Con la escoba en mano y al ritmo de la música movía las caderas de un lado al otro iniciando mis labores. De pronto el sonido del timbre me hizo parar de danzar y correr a la puerta, ¿Quién? Pregunte de manera natural.

Buenas tardes, ¿esta Jaime? fue lo único que me respondieron del otro lado.

Al Abrir la puerta, un hombre muy alto de al menos 1.90, musculoso y con fachas de militar me miraba con una expresión seria en su rostro.

Ciertamente intimidada ante semejante hombre, le preguntaba quien lo buscaba.

¿Eres Milagros o Candela? Me pregunto el hombre en tono fuerte.

Mili, le respondí aun intimidada.

Cómo has crecido ¡chamaca!, la última vez que te vi eras una niña y mira ya eres toda una mujer…

Con la mirada enseguida me recorrió de cabeza a pies un par de veces, haciéndome sentir incomoda.

Soy tu tío ¡Víctor! ¿Apoco ya no te acuerdas de mí? –me pregunto de nuevo con su ronca y firme voz.

Lo siento… pero no Tío… le respondí apenada por mi falta de memoria.

¡

Pasa por favor! Ahorita le aviso a Jaime… le respondí mientras me hacía a un lado, dejándolo entrar.

El hombre ni lento ni perezoso, cogió del piso la gran maleta que traía y entro a la casa.

Cerrando la puerta tras de él, le encamine hasta la sala, mientras yo caminaba a paso veloz hasta las escaleras.

Mi papa que aun dormía, apenas escucho el nombre del tío Víctor abrió los ojos como platos y salto de la cama logrando incluso asustarme.

Al regresar a la sala, enseguida los dos se saludaron como grandes amigos y se sentaron en el sofá comenzando a platicar, así que los deje estar mientras retomaba con las tareas de la casa.

De vez en cuando los volteaba a ver desde la cocina mientras preparaba la comida escuchando como Jaime le contaba al tío Víctor que Remedios lo había dejado hace muchos años, después de que el tío le había preguntado por ella.

Con cierta tristeza recordé ese día, pero, así como llego a mi mente, el pensamiento se fue, hacia años atrás había prometido que esa mujer no se merecía ni siquiera que pensara en ella.

Al poco rato Candy llego de la escuela, notando enseguida a la visita e igual que como me paso a mi lucia intimidada por el aura que emanaba de ese hombre, cuando Jaime la presento, mi hermanita con su tierna y dulce voz apenas audible lo saludo corriendo enseguida hasta donde yo estaba.

Hola hermanita, como te fue en la escuela, le pregunte apenas entro a cocina.

Bien Mili, oye… el tío ¡esta enorme! – me decía en voz baja.

Sí, imagínate que sorpresa me metió cuando abrí la puerta y lo vi – le respondí ya más tranquila.

¿Tú te acuerdas

del tio

? –volvió a preguntarme mientras me ayudaba a terminar con la comida.

No, me dijo que la última vez que me vio era de niña, pero yo no me acuerdo.

Sube y cámbiate el uniforme, yo aquí termino, le

dije

mientras la abrazaba.

Haciéndome caso enseguida desapareció por las escaleras, con su alegre caminar.

¡Ya está la comida! Cuando baje Candy comemos –les grit

e

desde la cocina.

Si hija, me respondió Jaime

Al poco rato bajo Candy vistiendo un short rosa, y una blusa blanca con un bonito estampado de osos.

Como había dicho antes, mi hermanita había heredado las bondades del cuerpo de su progenitora y así, con cada año que pasaba su cuerpo se desarrollaba a paso veloz provocando que tronara sostén tras sostén en los últimos años. Con algo de sorpresa vi lo ajustada que le quedaba la ropa pensando que ese short apenas el verano pasado le quedaba bastante holgado y ahora se le ajustaba perfectamente a su grande y parado trasero sin mencionar su blusita que dejaba ver un par de pechos de un tamaño no acorde con su edad.

¡Pero que chulas se pusieron mis sobrinas! –Se escuchó la voz del tío Víctor que interrumpía a mi papa y recorría a Candy de pies a cabeza, aunque menos descarado que como lo hizo conmigo.

Mi hermanita en su inocencia, sin imaginar nada malo de su tío, le daba las gracias mientras le sonreía de forma afectiva.

Ya voy a servir, interrumpí desde la cocina pidiéndoles que fueran a la mesa. Inmediatamente todos se sentaron mientras yo serbia como siempre.

Al principio la comida transcurrió con normalidad, aunque en silencio, en gran parte por la inesperada visita, hasta que mi hermanita con su rostro dulce he inocente miro al Tío Víctor.

¿Cómo se conocieron tú y papa? –le pregunto.

¿Que, tu papa nunca se los contó? –Le respondió el tío con otra pregunta.

Nop, ni siquiera sabíamos de ti. –le contesto Candy con total naturalidad y despreocupación mientras seguía comiendo.

No pude evitar reír, al ver la cara de mi tío y lo despreocupada que actuaba mi hermana.

¡Como puede ser Jaime! Que nunca les hablaras de eso…

Estaban muy chicas y lo siguen estando, le respondió Jaime a manera de disculpa.

Ya, de todos modos, es bueno que lo sepan.

Los dos nos conocemos desde muy jóvenes, ambos servimos en el mismo pelotón del ejército, por esos tiempos no había muchas opciones si dejabas la escuela así que ambos entramos a probar suerte.

Incluso al principio no nos llevábamos bien. –Interrumpió Jaime.

Sí, porque era

s

muy tonto, le contesto Víctor mientras le daba un golpe en el brazo.

¿Y entonces que cambio? –pregunto mi hermana, comenzando a interesarse en la historia.

Pues que gracias a mi esta

ahí

sentado comiendo. –Le respondió el tío Víctor a mi hermana mirándola con orgullo.

Ya vas de nuevo a echármelo en cara –Le dijo Jaime.

¡

Pues claro tarado!

¿Cómo es eso tío? –Me uní a la conversación mirándolo intrigada.

Por esos días a los novatos que habían acabo el entrenamiento básico los mandaban a una especie de prueba en campo real por un mes. Así que mandaron a nuestra unidad a una comunidad lejos donde la presencia de la autoridad local era más bien nula y la presencia militar se había hecho común ya que por la misma falta de autoridad pasaba de todo hay.

Cuando llegamos nuestro superior nos informó que veníamos a reemplazar a los soldados que ya había cumplido su mes ahí y que cuando nuestro tiempo pasara también seriamos reemplazados. De inmediato nos dio nuestras obligaciones y comenzó la rutina diaria de patrullajes en el pueblo mismo que a pesar de ser chico tenía bastante gente. En el cuartel nos habían advertido que esa gente no tenía educación y eran bástate agresivos con la autoridad así que en nuestra primera patrulla íbamos atentos y casi casi con el dedo en el gatillo del rifle.

El tío Víctor seguía narrando la historia mientras hacía caras y gestos, sin interrumpirlo me levanté de la mesa con los platos y fui a la cocina para servir el siguiente platillo. Al poco rato me volvió a sentar a la mesa.

Total que después de que nos emboscaron esa noche, todo el cuartel se movilizo y tomo el control del pueblo peinado la zona para buscar- Seguía contando el tío Víctor, logrando cautivar la atención mía y de mi hermana que de plano dejamos de comer para escucharlo con atención.

Con los ánimos calientes por

lo

sucedido nos quedamos de planta dentro del pueblo esperando que aparecieran los culpables.

Esa semana que nos quedamos en el pueblo, acá mis ojos. –Volteo a ver a Jaime.

No perdió el tiempo, una noche que estábamos con sed entramos a la cantina del pueblo y ahí fue cuando le hecho el ojo a Remedios.

Jaime, en ese momento

pelo los ojos

he interrumpió al Tío Víctor como intentando cambiar de tema, pero él se dio cuenta y mirándolo con cierta complicidad y malicia se río.

Como les decía, esa noche que entramos, remedios que era la mesara, entre otras cosas… Nos atendió y enseguida a su papa le atrajo, todo el rato que estuvimos hay se la pasaron tonteando. Cuando salimos me dijo que había sido amor a primera vista. Casi me parto de la risa cuando lo escuché, pero como nunca me hace caso la siguió viendo a pensar que le dije que no se podía relacionar con una…

¡Ya basta Víctor! Interrumpió Jaime

c

on la voz seria y dando un golpe en la mesa. –haciendo que tanto Candy como nos asustáramos.

¿Con una que... papa? -Se escuchó la inocente y dulce voz de mi hermana rompiendo el incómodo silencio que se había hecho de pronto.

Sin saber que decir se quedó mudo mirando a Candy.

Con una mesera. –respondió El tío Víctor a mi hermanita.

Papa, nunca nos contó cómo conoció a mama. -Le contesto Candy con cierta tristeza en su voz.

B

ueno, eso no importa, al final me desvié de la historial- Dijo el tío Víctor mientras continuaba la historia.

Una semana antes de irnos,

fuimos a

una operación de noche, pues el comandante del pelotón había recibido un pitazo que esa noche iba a haber un intercambio de droga. Como era natural nos preparamos y salimos a la operación, todo parecía en calma y daba la impresión que había sido una falsa alarma, cuando de pronto nos llamaron del cuartel diciéndonos que estaban bajo fuego, que la llamada había sido una distracción para atacar el cuartel.

Cuando llegamos la balacera estaba fuerte y cubriéndonos con el camión de transporte comenzamos a abrir fuego, en ese momento tu padre por querer hacerse el gallito salió de la protección y le metieron dos plomazos uno pego en el chaleco y lo tiro y el otro le dio en la pierna.

Sin pensarlo mejor me lance a la lluvia de balas matando al tipo que estaba a punto de rematarlo y como pude lo jale y me lo lleve de regreso, Los disparos comenzaron a disminuir al poco rato, logrando al final hacerlos retroceder después de que esas ratas comenzaron a caer uno tras otro.

Por desgracia mataron a nuestro comandante y al siguiente en la cabeza de mando, ante el descontrol entre los soldados tomé el control de la situación y empecé a darle órdenes a todos.

Aunque estaba nervioso todos me obedecieron, así que al final logramos superar la situación y esa muestra de liderazgo fue lo que me permitió escalar de puesto en el ejército.

¡Sorprendente! Le contesto Candy con su rostro lleno de emoción.

A diferencia de Jaime que apenas se curó de la pierna pidió su baja, yo continué buscando hacer una carrera en el ejército.

Ya bueno… el ejército no era lo mío. –Le respondió Jaime intentando defenderse y no terminar tan mal parado a la vista de sus hijas.

¿Pero lo lograste no? –Volvió a interrumpir mi tierna hermanita con su dulce voz.

Más o menos… –Fue lo único que contesto el tío.

El resto de la comida transcurrió con normalidad, el tío Víctor nos contaba aventura tras aventura, desde algunas aburridas hasta algunas más fuertes. Cuando todos termínanos de comer, Jaime y Víctor volvieron a la sala y continuaron platicando, estando un poco aburrida y aun con deberes pendientes los dejes tranquilos mientras recogía la mesa y me ponía a hacer limpieza en la cocina y si al final no terminaba exhausta hasta consideraría hacer la tarea.

Como ya comente antes, mi dulce y tierna hermanita había heredado el voluptuoso cuerpo de Remedios he incluso para su edad ya tenía la figura desarrollada como la de una mujer de al menos dieciocho años aunque por dentro seguía siendo una niña de tan solo catorce años, mientras yo lavaba despreocupada los trastes note que Candy había bajado de su habitación animada y alegre como siempre, se acercó hasta donde platicaban los adultos he inclinándose con una dulzura propia de ella, miro al tío –¿Se te antoja algo tío? –Le pregunto.

El tío Víctor al principio se quedó sin entender, quizás ni Jaime ni Candy lo notaron, pero yo vi una extraña mirada en su rostro que recorrió a mi hermanita de pies a cabeza, clavándose por un segundo en sus pechos. Enseguida volvió su mirada a ella. –Si. –Le respondió, con la voz algo ronca.

Tráeme una cerveza mija, que ya me dio un poco de calor. –

E

l tío sacando su cartera

le dio

un par de billetes junto con su identificación.

Cómprate lo que quieras,

a

grego, antes de que mi hermanita se fuera.

Ella, alegre por los beneficios recién conseguidos por su amabilidad salió de la casa.

Al poco rato regreso con un cartón de cerveza el cual lucia bastante pesado por su rostro.

No me quisieron vender una Tío, le dijo mi hermanita con su tierna he inocente voz mientras dejaba la pesada caja en la mesita enfrente de él.

No te preocupes mija, ¡mejor! Así tenemos para el resto de la noche.

¿Si te alcanzo para que te compraras algo? –Le pregunto de inmediato haciendo ademán de sacar su cartera de nuevo por si la respuesta era no.

Sipi, le contesto mi hermanita mostrándole una pequeña caja de dulces.

Gracias tío, le dijo Candy mientras caminaba hasta las escaleras desapareciendo.

Ya entrada la noche, baje un rato a la sala pensando que el tío en cualquier momento se iría y podría ver la tele.

Milagros. –Me hablo mi papa desde la cocina haciéndome señas que fuera con él.

Víctor se va a quedar a dormir hoy, tráele un par de sabanas limpias para que se tape.

Sin rezongar lo obedecí, regresando al poco rato con lo que me pidió extendiendo las sabanas en el sillón más grande mientras dudaba seriamente que todo el cuerpo de mi tío entrara en el sofá. Pensando que se había arruinado mi idea de ver la televisión, apenas termine de hacer la improvisada cama regrese a mi habitación con un vaso de leche lista para irme a dormir, despidiéndome como de costumbre de Jaime que ya estaba listo para irse a trabajar.

Al siguiente día la rutina de todos volvió a la normalidad, como siempre me desperté y bajé

tallandome

los ojos lista para preparar el desayuno a la familia, observando con cierta gracia a mi tío que permanecía aun dormido, boca arriba con las piernas colgando de un lado y los brazos colgando del otro, era claro que su cuerpo era demasiado largo para tan pequeño sofá.

Sin darle importancia continué mi camino hasta la cocina prendiendo la luz y comenzando a sacar de la nevera todo lo necesario para el desayuno. Quizás por el ruido que hacia al romper los huevos en el sartén o la luz que despedía esa pequeña parte de la casa, pero veía a mi tío que se movía despertando.

Pienso que no se dio cuenta que yo lo miraba porque tranquilo se quitó la sabana que lo cubría notando enseguida que el hombre dormía completamente ¡desnudo!

Si bien, por mis amigas sabia de penes y cuerpos de hombres pues como les dije por esos tiempos no tenía tiempo para tontear con algún chico y aunque las invitaciones continuamente aparecían siempre los rechazaba pues mi prioridad era mi familia.

Sin saber a dónde voltear o que hacer lo contemple por un rato, ya había quedado claro que el tipo era enorme, pero junto con esa altura lucía un cuerpo bastante trabajado y musculoso aunque con muchas cicatrices en él, hasta que mis ojos se posaron en su entrepierna y apenada

pele los ojos

al ver un pene oscuro largo y grueso completamente erguido, aparentemente sin darse cuenta que yo lo veía se llevó una mano hasta su miembro estrangulando por un segundo mientras su otra mano se posaba en sus peludos huevos y despreocupado se los rascaba.

¡Auch! Mierda… atine a decir con un ligero grito al sentir que mi mano se quemaba con el mango del sartén. De inmediato el tío Víctor volteo hasta donde yo estaba mirando como metía mi dedo a la boca y me quejaba por la quemada.

Sin reaccionar apenado al saber que lo había visto desnudo, con total calma tomo su ropa y empezó a vestirse pareciéndome extraño que lo primero que su cubrió fue la parte de arriba con su camisa dejándome ver aun toda su erección hasta que se puso los pantalones.

Buenos días Milagros. –Me dijo tranquilo mientras caminaba descalzo hasta la cocina mirándome con mucha naturalidad.

Ho...Hola… tío, le respondí apenada sin mirarlo a la cara fingiendo que me concentraba en mover los huevos en el sartén.

No sabía que te parabas tan temprano. –Me dijo, mientras se recargaba en la pared de la cocina.

Si… este… yo, tartamudeaba nerviosa más al sentir su mirada clavada en mí.

Diario preparo el desayuno antes de irme a la escuela. –Le respondí ya más serena.

¿Quieres algo en especial de desayunar? O está bien café y huevos.

Al no recibir respuesta de su parte, por un instante voltee a verlo dándome cuenta que tenía su mirada fija en mi trasero. –En ese momento caí en cuenta del porqué, a mí me gustaba dormir ligera de ropa y al final estando en la intimidad de mi casa siempre me dormía con una blusita delga de tirantes y en calzones.

Quería que la tierra me tragara de la vergüenza incluso por un momento pensé en salir corriendo y vestirme más presentable, pero trate de no darle importancia al hecho y pensar que éramos familia al final.

Después de un rato de no escuchar ni pío de la boca de mi tío, al final se animó a hablar diciéndome con la voz ronca que estaba bien lo que preparara.

Al terminar de preparar el desayuno, le dije que si quería podía empezar o esperar pues Jaime no tardaba mucho en llegar.

Con un seco si, lo sentí desde la sala seguirme con la mirada todo el camino hasta que me perdió de vista en las escaleras.

¡Dios! Qué pena… me repetía a mí misma cuando entre a mi habitación cubriéndome con las manos la cara.

De nuevo intente no darle importancia. –

S

aliendo después de un rato ya arreglada para ir al instituto baje las escaleras viendo que Jaime ya había llegado y estaba tomándose un café con el tío.

A los pocos minutos apareció Candy vestida con su uniforme de colegio y su mochila, sentándose enseguida a la mesa con todos.

Cada uno continuo su rutina de manera normal. –Al llegar a la escuela pensa

ba

que ojalá y el tío Víctor ya se hubiera ido para cuando saliera.

Cuando llegué a casa lo primero que hice fue buscar la enorme maleta del tío y por desgracia seguía en su lugar. –¿Porque aún no se va? Pensé subiendo hasta mi habitación.

Al siguiente día me desperté como todos los días tallándome los ojos y estaba a punto de salir de mi habitación cuando recordé lo que me paso el día anterior así que antes

me puse

un

os

jean

s

que tenía a la mano bajando tranquila.

Hola sobrina. –Me respondió mi tío apenas me vio bajar las escaleras desde su visiblemente incómoda posición en el sofá.

Buenos días tío, lo salude pasando de largo hasta la cocina, comenzando a preparar el desayuno como siempre.

Ya había pasado una semana desde que el tío llego y no tenía pinta de para cuando se ir

ia

. Recuerdo que ese día cuando llegue de la escuela Jaime estaba platicando con el tío en el sofá, pero parecía que lo que hablaban no era nada agradable pues cuando entre ambos de callaron. Al poco rato Candy llego del colegio y aunque siempre le decía que llegando se cambiara el uniforme ese día tal como llego se sentó junto al tío a ver la televisión mientras que mi papa se había ido a su habitación y yo preparaba la comida observándolos todo el tiempo.

Tengo que recordar pedirle dinero a Jaime, pensé, al ver a mi hermanita. Esa niña está creciendo ¡como loca! ya le queda chica la falda otra vez, me dije a mi misma al ver que sus morenas piernas se mostraban más de la cuenta.

Cuando todos nos sentamos a la mesa, después de un rato de estar comiendo Jaime nos comunicó que el tío Víctor sería un huésped permanente de la casa o al menos a corto plazo, sin darnos más detalles de porque, también me pidió o más bien me ordeno que le cediera mi habitación, ante mi evidente desacuerdo con la idea. Mi hermanita salió a remediar el asunto.

Si quieres te puedes dormir conmigo tío, respondió mi hermanita con total inocencia en sus palabras.

Todos nos reímos ante esas palabras, nadie lo tomo a mal pues sabíamos lo inocente y amable que era Candy.

Al final, sin más remedio, Candy le cedió su habitación al tío y ella se mudó a la mía que era más grande y ambas podíamos cohabitar sin problemas.

Si bien no me molestaba tener a mi hermanita conmigo, la habitación de una chica era algo personal, un lugar para estar a solas con tus pensamientos y aparentemente

debido a la culpa del tio Víctor, ya no podría gozar de ese lujo.

Las semanas pasaban con normalidad, después los meses y aunque nadie decía nada abiertamente, yo al menos pensaba que el tío se estaba aprovechando de Jaime, pues no trabajada y últimamente estaba fuera de la casa la mayor parte del tiempo, excepto para desayunar, comer y cenar momentos del día en los cuales siempre nos proveía con su compañía, obviamente de los quehaceres de la casa ni siquiera hablamos, no movía ni un dedo, era yo la que tenía que limpiar su habitación, lavar su ropa, en fin a mi manera de ver el tipo se había convertido en un parásito.

En un abrir y cerrar de ojos otro año paso, las cosas por desgracia no iban nada bien, el dinero que Jaime ganaba cada vez alcanzaba para menos y las cosas estaban por empeorar exponencialmente

a partir de

ese trágico día, me desperté como cualquier otro bajando para preparar el desayuno notando con preocupación que la nevera estaba prácticamente vacía, como pude me las arregle para preparar algo con lo que había, aunque de nuevo la preocupación me invadió al pensar en que haría para comer.

Tratando de no pensar en eso, regrese a la habitación moviendo del hombro a Candy que aun dormía plácidamente del otro lado de la cama.

Se te va a hacer tarde hermanita, le decía con cierta ternura viendo como movía su cuerpo y se tapaba con las sabanas de nuevo. No sé por qué, pero la deje dormir otro poco mientras agarraba una toalla y salía rumbo al baño para darme una ducha rápida pasando en ese momento por el cuarto de mi tío escuchando fuertes ronquidos que escapaban de la habitación al dejar su puerta abierta.

E

l tío llegando a la hora que se le antoja, sin preocupaciones ni responsabilidades pensé mientras caminaba molesta hasta el baño.

Cuando regres

e

del baño cubría mi cuerpo únicamente con la toalla observando que Candy seguía en la misma posición en que la había dejado.

Candy… Candy… Ahora si ya se te hizo tarde, son casi las siete, le decía sentándome en el borde la cama y moviéndola esta vez con más ímpetu.

¡QUE! La vi despertar de golpe abriendo los ojos como platos, dejándome ver sus bonitos ojos negros.

Pues eso… que ya son casi las siete, le respondí mientras me levantaba y buscaba la ropa que me pondría.

¿Porque no me despertaste Mili? no voy a llegar, me decía mi dulce hermanita mientras daba un brinco de la cama y corría hasta

yo estaba

tomando del ropero su uniforme.

Sin importarle que yo estuviera ahí, quizás por las prisas comenzó a desvestirse enfrente de mi hasta quedar completamente desnuda, si bien ya algunas veces la había visto en ropa interior, por lo general éramos discretas cuando nos cambiamos y una esperaba a la otra para hacerlo. Esta vez la pude ver tal como vino al mundo, dándome cuenta que quizás ella aún era una niña pero su cuerpo

no lucia

acorde a su edad, cuando se giró para buscar que ponerse de ropa interior le vi una oscura y poblada mata de vello cubriendo su intimidad, un par de pechos redondos y juveniles adornados con un bonito pezón oscuro y rugoso, sin mencionar que el tamaño de sus senos era al menos dos veces más grandes que los míos, ya era toda una mujercita, en ese momento no sé por qué, pero me sentí preocupada al pensar que para los chicos lo voluptuosa que era mi hermanita para su edad no debía pasar desapercibido, quizás era tiempo de tener una plática de adultas y no es que yo supiera mucho del tema es más aún era virgen pero había tenido algunas experiencias, además a falta de una madre ella solo me tenía a mí para orientarla.

Sin dejar de verla, miraba como subía por sus piernas un bonito calzoncito rosa

con encajes

el cual se iba acercando y pegando a su intimidad y debo decir que con sensualidad la tela se metía entre los cachetes de su más que bien dotado culo el cual se comprimía y paraba aún más en el interior de la prenda. Enseguida fue el turno de su falda tableada la cual mire

de nuevo

con mucha preocupación notando que estaba a casi nada de convertirse en minifalda, no podía negar que la prenda ciertamente le favorecía haciendo lucir sus morenas y carnosas piernas de una manera muy bonita junto con su parado y redondo trasero, pero aun así era su hermana y me preocupaba que le faltaran al respeto o peor aún, que pensaran que andaba de buscona, cuando la verdad era que debido a la falta de dinero no habíamos podido comprarle el uniforme nuevo y tampoco lo consideramos importante pues estaba ya casi por salir del colé y no tenía caso hacer el gasto si ya no iba a usar la ropa más que un par de meses.

Cuando termino de vestirse, parece que al fin callo en cuenta que yo estaba ahí, pues volteo a verme y su carita se puso roja –Bueno… que esperas Candy ¡ya vete! Le grite, sacándola de sus pensamientos.

¡Si! –Me respondió, volviendo a la realidad mientras tomaba su mochila.

¡Que te valla bien! Alcance a gritarle mientras la veía salir a toda marcha de la habitación.

Ya en la soledad de mi habitación me quite la toalla que me cubría y sin poder evitarlo me mire al espejo contemplando mi cuerpo desnudo. –Cómo es posible que mi hermanita siendo más chica este ¡así! de desarrollada, me preguntaba a mí misma mientras llevaba las manos hasta mis pechos abarcando la totalidad de los mismos sin problemas.

¿Porque no crecen así? Les preguntaba a mis pechos mientras los apretaba.

Bueno… quizás este mas tetona, ¡pero aun...! No puede ganarle a ¡esto! Me dije mientras me giraba un poco y paraba mi cola, orgullosa de tener un redondo y duro par de nalgas de un más que generoso tamaño

¡

sin duda, yo estoy más culona! Pensé, con mi orgullo de mujer a flor de piel.

Pasado ese pequeño momento de egolatría personal al poco rato salí de la habitación, quizás influenciada por mi ego pero había decidido ponerme unas licras blancas que solo había usado una vez desde que las compre pues había notado que eran demasiado reveladoras y escandalosas para mostrar mis formas pues se pegaban a mi cuerpo como si estuvieran pintadas, metiéndose la tela entre los cachetes de mi culo con descaro mientras que los labios de mi vagina inevitablemente mordían la tela marcándose sin pudor alguno, por ultimo remate con un top rosa el cual mostraba de una forma muy bonita el ombligo de mi abdomen y comprimía de manera sexy mis pechitos.

Tomando mi bolso con los libros del insti salí segura de mi misma, notando como apenas salí de la vecindad las miradas del sexo opuesto se clavaban sin remedio en mi cola.

Al poco rato, cuando se me bajo mi ego de mujer comencé a sentirme incomoda de las miradas a mi alrededor pensando que después de todo no había sido una buena idea, pues, aunque sabía que tenía un cuerpo bonito y bien formado, no acostumbraba estar exhibiéndome de esa forma pues no podía negar que era muy penosa para esas cosas, aunque diera finta de ser muy confiada en ese terreno.

Cuando termino la escuela algo había cambiado en mi forma de pensar en tan solo una horas, si bien aún me sentía rara esa atención que

producía en todo

el sexo opuesto no podía negar que me había gustado, animada intente olvidarme de mis propios miedos y prejuicios caminando confiada mientras movía mis caderas con cierto grado de sensualidad, recuerdo que ese día pensé que nunca salía

a dar la vuelta

así que al menos me merecía un helado, además de que con mis finanzas actuales era lo único que podía costearme, poniendo rumbo a un centro comercial que estaba cerca de la escuela comencé a caminar hasta que a los pocos minutos llegue, lo primero que hice fue ir por mi helado, una vez cumplido mi deseo me puse a caminar por las boutiques de ropa y zapatos, pensando que es

o

era ser como cualquier adolescente, olvidándome por un momento que para esa hora ya habría llegado a casa y seguramente estaría preparando la comida.

Sin darme cuenta

de hacia a donde iba

, llegue hasta la parte central del centro comercial donde había de todo, una pantalla gigante, música, bancas en fin, todo para que la gente se lo pasara bien, con mi helado a punto de terminarse recuerdo pensar que ya era tiempo de irme así que tome rumbo a la primera salida que vi cuando de pronto una chica joven y muy bonita me abordo, parecía la típica demostradora pues venia luciendo un escandaloso mini vestido rojo, abierto de los lados y con un más que sugerente escote.

¡Hola amiga! –me Abordo enseguida la mujer lista para hacer su labor de convencimiento.

¿Te puedo dar un volante? –Me pregunto mientras extendía un papel de color negro con la silueta de una mujer en él, al no parecerme la típica vendedora intrigada tome el panfleto leyéndolo curiosa.

¿Eres Bonita y quieres ganar dinero? –

¿

Eres mayor de edad?

¡¡Entonces que esperas, únete a nuestro equipo de edecanes y comienza a ganar dinero!!

El folleto era conciso y directo, pensé con cierto humor.

Es una muy buena oportunidad para ti, me decía la chica. –Eres muy bonita y tienes un cuerpo sexy.

Un tanto alagada y sorprendida de sus palabras continué escuchando, pensando que ni loca algún día haría eso, pero en ese momento no tenía nada que hacer así que... ¿por qué no escucharla?

La paga es buena y solo son un par de horas, me continuaba diciendo la chica. –toda la ropa te la da la agencia así que no habría problema por ahí, además tienes un rostro muy bello, en la agencia siempre le dan los mejores trabajos a las más bonitas así que de seguro te pagarían más y te codearías con gente de perfil alto.

Remato la chica muy confiada, poniendo en práctica toda su labor de convencimiento.

Le di las gracias por el folleto y también que lo pensaría, para que no se sintiera frustrada pensando que no logro convencerme, pero en el fondo seguía segura en mi decisión ¡NI LOCA! caminando ahora si hasta la salida del centro comercial puse rumbo a casa, pensando en el camino que ya parecía que ¡yo! con lo penosa que era iba a estar parada frente a hombres luciendo un modelito igual o más atrevido al que ella tenía puesto. Pensé que incluso yo había provocado que se me acercara al ir vestida con ropa tan sugerente, ya parecía que iba a darme un volante de esos, si me veía pasar como siempre me vestía con unos jeans, tenis y una sudadera, como engañan las apariencias, pensé riendo divertida.

Cuando llegué a la entrada de la vecindad, vi la hora, todos ya debían estar en casa incluido al parásito de mi tío Víctor. Pero cuando abrir la puerta me sorprendió no ver a nadie en la casa, pensé que Candy tal vez estaba en el cuarto pues su mochila y suéter estaban en el sillón. –No importa, pensé, sin darle importancia fui hasta la cocina en busca de algo de comer pues ¡me moría de hambre!

Justo en ese momento

me preocupe

, todo estaba tal cual lo había dejado antes de irme a la escuela, comencé a sentir que algo iba mal

cuando

subí a las habitaciones, al entrar a la de Jaime la cama seguía hecha y el nunca hacia su cama haciéndome pensar en seguida que quizás nunca llego a la casa. En ese momento los pensamientos negativos y los nervios empezaron a hacer efecto en mí, ¿le habrá pasado algo malo a Jaime? O ¿quizás al tío Víctor? O ¿sino a Candy?

Comencé a sentir esa terrible sensación de miedo en el estómago, que hago… que hago… me repetía sin saber qué hacer. - ¡YA SE! Doña clara, ella es la chismosa número uno de la vecindad, si algo malo paso ella debe saberlo. A paso veloz salí de casa y baje las escaleras al piso de abajo, corriendo hasta llegar a su puerta, tocando con fuerza he impaciencia esperaba que doña clara abriera.

Pero que forma de toca es esa. –Escuche su chillona y enojada voz, cuando me vio sup

e

enseguida que algo había pasado pues su cara de enojo se transformó en una de consuelo y tristeza.

Pasa milagros me pido amable, primero necesito que lo tomes con calmada, me dijo.

Dígame que paso doña clara, le pregunte casi gritando.

Tu hermana… tuvo un accidente, me respondió.

Sentí que todo se me nublaba y estaba a punto de desmayarme.

Tranquila niña, siéntate ven… –Con cuidado doña clara me llevo hasta el sillón y me dejo caer en él.

–Sin poder evitarlo empecé a llorar sin control, Pero que… como… porque… era lo único que atiné a decir sin dejar de llorar.

No sé bien como paso, pero en la mañana tu hermana se calló por las escaleras, yo solo escuché los gritos, cuando salí estaba tira

da

inconsciente.

No puede ser… me negaba a creerlo.

¿

Pero que hacía a esa hora en la casa? me repetía, cayendo en cuenta que se le había hecho tarde y seguramente ya no la dejaron entrar

al cole

.

Lo más fuerte fue para tu papa, él iba llegando de trabajar y vio a su hija inconsciente y llena de sangre. –Me dijo doña Clara agarrando una medalla que tenía en el pecho evidentemente afectada.

Llame a una ambulancia enseguida, tu papa y tu tío,

se fueron con Candy

es todo lo que se.

¿Sabe a qué hospital?, le pregunte aun desconsolada.

Al del sagrado corazón, me respondió. Gracias doña Clara, le dije parándome a paso veloz y saliendo de su casa.

Sin perder tiempo subí al departamento, tomé el poco dinero que quedaba y salí como alma que lleva el diablo.

Cuando llegue al hospital, mi tío Víctor estaba en la sala de espera totalmente pálido de la cara como nunca antes lo había visto junto con mi papa que estaba desconsolado. El primero en verme fue mi tío que me hizo señas.

Jaime me contó más o menos la misma versión que doña Claudia. ¿Pero cómo paso? le pregunte a mi tío que debió haber presenciado todo.

No se Mili, yo estaba dormido, los fuertes gritos me despertaron y salí para ver qué pasaba.

Pero si sus cosas estaban en la sala, le respondí sin entender aún.

Lo vi ponerse nervioso y

aun

más pálido de lo que estaba por un momento, pero de nuevo me respondió que él estaba dormido.

Sin hablar mucho después de eso, esperábamos desesperados por noticias y gracias a dios al poco rato salió un doctor a darnos razón de su paciente.

Nos dijo que mi hermanita estaba físicamente bien dentro de todo, solo se había dislocado un brazo y tenía raspones. –Respire aliviada cuando lo dijo.

¿Quién es el padre? Pregunto el doctor.

¡Yo! Contesto Jaime enseguida. Puedo hablar con usted a solas. –Le pido el doctor, llevándose a mi papa.

Eso ya no me gusto,

¿

que tenía que decirle que no podía decirnos a todos?.

Mi papa llego igual de pálido y a punto de soltarse a llorar, haciendo que inevitablemente pensara lo peor.

¿Que te dijo? Le pregunte enseguida sintiendo el latir de mi corazón.

Tu hermana… tu herman

ita

… parece que quedo mal de la cabeza. Me respondió ya con la voz partida.

¡No! Dios… fue lo único que pude decir, llevándome las manos al rostro comenzando a llorar.

Permanecimos desconsolados a mas no poder, hasta que el doctor salió y nos dijo que podíamos pasar a verla.

Al entrar al estéril y deprimente cuarto donde tenían a varios enfermos en convalecencia de inmediato localice a mi hermanita al fondo de la habitación. Cuando nuestras miradas se encontraron no pude evitar volver a llorar, la pobre tenía su brazo metido en un cabestrillo y su carita estaba llena de rasguños y moretones.

Mili… Fue lo único que me dijo comenzando ella también a llorar. Se me partió el corazón al escucharla sufrir y no poder hacer nada al respecto.

Ya me quiero ir, me decía entre llantos, el señor no me deja, me decía con su voz de niña.

Tranquila, ya estoy aquí, le decía tomándola de su mano.

No

soy

experta en trastornos de la mente, pero yo lo veía bien, pensé para mis adentro mientras la examinaba cuando hablaba.

El doctor volvió a aparecer y nos explicó a Jaime y a mi

en detalle

lo que pasaba con mi hermana.

Vera, a raíz del accidente que sufrió su hija. –Le explicaba a Jaime. –Se debió de haber dado un golpe muy fuerte en la cabeza al caer, porque cuando despertó la niña no recordaba que le había pasado, al principio pensamos que había perdido la memoria, pero cuando le hicimos pruebas nos dimos cuenta que no fue así... del todo. –Se detuvo el doctor.

El cerebro es un órgano fascinante señor, cuando es llevado a un cierto nivel de ansiedad o es expuesto a un trauma muy fuerte se protege a sí mismo y en este caso eso hizo. El cerebro de su hija se bloqueó y tuvo una regresión a un punto en su vida donde era feliz. Cuando empezamos a preguntarle a su hija sus datos personales nombre, familia, edad, nos sorprendió cuando dijo que tenía once años

Pero ella no tiene esa edad, respondió mi padre confundido. –Exacto, pero ella cree que si, en su mente es una niña de

once

años. –le respondió el doctor fascinado con el caso en que se había convertido mi hermanita.

Yo solo me limitaba a ver a Candy tratando de asimilar todo.

¿Y entonces que podemos hacer doctor? Le pregunte buscando una solución.

De momento nada, ella en su mente tiene esa edad y nada va a cambiarlo, quizás cuando se recupere puedan llevarla con un terapeuta. Pero aquí en el hospital ya no podemos hacer nada por ella pues físicamente se encuentra bien, no hubo tumores ni nada parecido en sus exámenes así que la voy a dar de alta.

Los dos no

s

quedamos mirando mutuamente sin saber que pensar y mucho menos cómo reaccionar.

Al día siguiente muy temprano dieron de alta a Candy. Cuando entre le ayude a vestir pues con su brazo lesionado era prácticamente imposible que lo hiciera sola, al terminar la enfermera me entr

ego

una bolsa con la ropa que había tenido puesta ese día, sin darle importancia la tome y guarde en mi bolsa, tomando a Candy con mucho cuidado salimos de esa horrible y estéril habitación.

Cuando llegamos a casa la ayudé a recostar y ya en la intimidad de la habitación empecé a platicar con ella, dándome cuenta que el doctor tenía razón, al ver la forma en la que hablaba y se comportaba sabía que no estaba fingiendo o algo parecido, después de todo la conocía lo suficiente para darme cuenta de eso.

Le pregunte qué era lo último que recordaba y me contesto que el día anterior la Abuela Nadia nos había traído sopa.

Me quede sorprendida, ni si quiera recordaba que ella había muerto, recordé en ese momento que su muerte la afecto mucho pues ella la quería mucho.

Sin querer obligarla a recordar más la deje descansar, sacando en ese momento la bolsa que me dieron del hospital con su ropa, como era de esperar había manchas de sangre, lo único que me desconcertó fue cuando saque su bombacha rosa, el calzón estaba roto de un lado como si lo hubieran jalado muy fuerte, al principio pensé que había sido en el hospital, pero lo descarte al llegar a la conclusión que no tenía lógica la idea.

Quizás algo más paso cuando llego a la casa, pero... ¿que pudo haber sido? Me repetía intentando juntar todas las piezas del rompecabezas.

Ella no era distraída como para que eso le pasara y si no se fijó al salir era porque venía huyendo de algo o alguien… de lo contrario no me explicaba porque paso eso.

No… No creo ¡Imposible! Me dije a mi misma al pensar en mi tío Víctor, después de todo era el único en la casa cuando

eso

paso y sabía que Candy había llegado a la casa pues sus cosas estaban ahí.

No, me dije sacando de mi mente esas ideas tan macabras.

Los días pasaron y como era normal yo me sentí en la obligación moral de quedarme al lado de mi hermanita pues no era autosuficiente y ni modo que Jaime o el tío Víctor la ayudaran a bañar o cambiarse así que poco me importo dejar la escuela botada.

Todo el día me la pasaba con ella, la consentía y mimaba como una madre hace con su hija.

No

me importo tener que verla desnuda o ella a mí, cuando la bañaba con mucho cuidado y cariño le quitaba su ropa y dado que era incómodo para ella habíamos acordado que por el momento no usuaria ropa interior pues era mucho más fácil desvestirla y vestirla. Los primeros días no puedo negar que me sentía un poco rara al bañarla y pasar mis manos por su cuerpo desnudo y mojado, recorrer sus bonitos y grandes pechos, apretar y sobar sus nalgas cuando le pasaba la esponja, pero sobre todo cuando era tiempo de limpiar su parte más íntima, con mucha delicadeza pasaba mis manos por su densa mata de bellos hasta sentir el contacto con sus labios los cuales sobaba y acariciaba, escuchándola con su voz de niña tierna que le daba cosquillas cuando lo hacía.

Los días continuaron pasando y mi hermanita al fin quedo como nueva, aun se le veían algunos moretones, pero fuera de eso ya era de nuevo independiente. Tanto Jaime como yo acordamos que de momento Candy no iría a la escuela hasta consultar con un terapeuta pues en su menta ella había vuelto a tener once años y volver a su ambiente normal podía ser contraproducente si se veía desbordada.

Mi tío Víctor, desde que llegamos del hospital se había portado muy bien con todos, pues ayudaba en algunas tareas en casa y hasta había aportado un poco de dinero a casa, pero sobre todo cada vez que veía a mi hermana notaba una mirada como de culpa en su rostro.

De nuevo volvían a mi mente esos pensamientos diabólicos, tal vez era genuina culpa, pensaba, pero enseguida me deshacía de esos fantasmas que me atormentaban.

Los días siguientes llevamos a Candy con el doctor de nuevo y nos recomendó un muy buen terapeuta, cuando fuimos a verlo casi se

n

os salen los ojos al ver las tarifas que cobraba, era obvio que no podíamos pagar y menos con la situación tan precaria en la que vivíamos, el dinero solo alcanzaba para lo más… ¡más! Básico, así que ni soñar con pagar algo tan costoso.

El tiempo continúo pasando y sin tener dinero siquiera para comer algunas veces mi hermanita sigo igual sin poder ver al especialista, aburrida al saber que no podía salir sola, le había dado por salir a jugar con los niños de la vecindad al final en su mente había vuelto a la etapa de la infancia donde nos gustaba salir a jugar. Cosa que no vi mal, pero ciertamente si contrastaba, ella que ya tenía un cuerpo prácticamente de mujer aún se vestía como niña y jugaba como tal con los demás niños de la vecindad.

Dicen por ahí que las desgracias no venían solas y tenían razón, un día Jaime llego con la noticia que habían cerrado la fábrica donde hacia vigilancia y como era natural fue despedido.

Ahora sí, la desgracia estaba completa, como íbamos a sobrevivir con esto, pensé, al ver la miseria de liquidación que le habían pagado a Jaime.

En una especie de rayo de esperanza, justo unos días antes de que se acabara el poco dinero que nos quedaba, el tío Víctor parecía que por fin serviría de algo pues hablo con papa y le dijo que él podía aportar a la casa hasta que el encontrara trabaja pues tenía dinero ahorrado.

Al principio Jaime se negó porque sabía que aceptar el dinero del tío significaba que se lo estuviera cantando a cada rato. Pero sin más remedio termino aceptando al ver que las semanas pasaban y el aun no encontraba trabajo, diario salía todo el día, pero siempre regresaba decepcionado, llegando a trabajar incluso por día de algo diferente, trayendo únicamente centavos a la casa después de un día de matarse trabajando.

Los temores de Jaime se hicieron realidad, al poco rato el tío Víctor parecía el señor de la casa, dando órdenes a todo mundo, A mí me había ordenado que cuando llegara le sirviera de desayunar, comer o cenar que lavara su ropa y aseara su habitación. Cosas que de por sí ya hacía, pero no porque él me lo ordenara sino porque a mí me nacía hacerlo.

A Jaime lo humilla siempre que tenía oportunidad, burlándose siempre que llegaba con comida que le daban como pago en los lugares donde trabajaba.

Curiosamente con la única que no se portaba así era con Candy pues siempre que la veía la dejaba en paz.

Los tortuosos meses pasaron y ya no aguantaba ¡más! el tener que soportar a mi tío quien se había vuelto incluso más pesado pues desde hacía un tiempo le había dado por meter a sus amigotes de la vecindad a la casa para que tomaran, momento del día donde yo ejercía básicamente de mesera y sirvienta.

Recuerdo que era un viernes y como cada viernes los amigotes del tío vendrían a tomar, así que mi responsabilidad era tener la casa limpia junto con una tina de cervezas bien frías. Ese día me apure a llegar del Insti para que me diera tiempo de hacer la comida y además preparar todo para la reunión del tío. Como uno de sus desagradables amigos era Don Paco el dueño de la única tienda al menos cerca de casa, pase de una vez por la

s

cajas de cervezas, sonriendo me las entrego sin mayor problema mientras me las anotaba a la cuenta.

Cuando entre a la casa deje las pesadas cajas y fui a buscar la tina que usaba para ponerlas a enfriar, las deje listas y subí al cuarto a buscar a Candy, pero la niña no estaba. –Seguro se salió a jugar otra vez, pensé. Ya le dije que no me gusta que este tanto tiempo afuera, me decía a mí misma saliendo a buscarla en plan de madre preocupada.

Lo primero que hice fue mirar en el patio de la vecindad más al ver que estaba prácticamente solo de inmediato recordé el lote baldío que estaba detrás de la vecindad pensando que seguramente estaría ahí jugando.

Cuantas veces le he dicho a esa niña que no valla ahí, está muy solo y feo ese lugar para que unos niños estén jugando, me decía a mí misma mientras me daba la vuelta para ir a buscarla, percatándome en ese momento que sonaba como cualquier madre preocupada por su cría.

Al llegar, estaba recordando por donde entrar pues todo el terreno estaba cercado ¡cierto! Hasta el fondo, pensé, haciendo memoria que en esa parte la cerca estaba rota y se podía pasar haciendo a un lado la maya de metal. Cuando entre saltaba las botellas de cerveza y alcohol rotas en el piso junto con la maleza propia del lugar divisando a lo lejos

una especie de estructura hecha a base de los muebles viejos que estaban al rededor. Enseguida vi a l

os niños con lo

s

que sabía que Candy jugaba y algunos más... no tan niños. Pedro y Alberto dos niños morenos y delgados se abrazaban uno al otro del cuello, mientras que los otros chavales, aunque no veía bien lo que hacían si pude ver que uno de ellos abrazaba por detrás a mi hermanita la cual permanecía inclinada hacia adelante mientras que parecía que forcejeaba con sus manitas con el otro chaval que tenía en frente.

A la distancia grite el nombre de Pedro, el único niño que conocía bien pues era vecino de la casa de al lado, inmediatamente volteo a verme y me saludo con su mano, los otros dos chavales que sujetaban a mi hermanita de inmediato la soltaron pareciéndome por un segundo ver que Candy con las manos se acomodaba su

vestidito floreado

que

hacia poquito le habia regalado

¿Que estaban haciendo? Les pregunte a todos cuando llegue.

Mi hermanita parecía acalorada y su bonito y juvenil rostro estaba ligeramente

colorado

.

Estamos jugando a las luchas Mili, me contesto de inmediato Pedro que volvía a luchar con Alberto abrazándolo.

¿Y ustedes quiénes son? Les pregunte a los chavales que tenían pinta de delincuentes.

¡Son mis primos! Contesto esta vez Alberto sin soltar a Pedro.

¿Que estaban haciendo con mi hermana? Volví a preguntarles en tono serio.

¡Chale! Pues lo mismo, jugábamos a las luchas ¿no vez? Me decía uno de los chicos de mal genio.

¿Y porque dos contra uno? Volví a preguntar mientras me acercaba a mi hermanita y la tomaba de la mano.

¡Chale! Nena… ¿porque crees? –Me pregunto, sin dejarme decir nada, de inmediato se Respondió. –Pues porque no se rendía ¡la chamaca es bien terca!

Ya bueno… Es hora de irnos a la casa Candy, despídete. –Le ordene a mi hermanita que enseguida me obedeció diciéndoles adiós con su tierna y dulce voz.

Cuando nos dimos la vuelta, voltee por un seguro y hubiera jurado que uno de esos chavales se estaba acomodando un bulto en su entrepierna.

Candy, ¿Cuantas veces te he dicho que no vengas aquí? –Le pregunte seria a mi hermanita, notando en ese momento que la escena era bastante chocante, estaba regañando como si fuera una niña chiquita a una chica casi de mi estatura, el cuerpo tan o más desarrollado que el mío al menos en lo que se refería a sus tetas

las cuales

mir

e

en ese momento sin poder evitarlo

dándome cuenta

que sus pezones se marcaban de manera sensual

en

el

vestido

.

Es que los primos de Alberto insistieron, me respondió Candy con su carita inocente buscando que no la regañara o castigara.

Ya bueno… Contéstame algo… ¿Siempre juegan a las luchas? –La mire preocupada.

Pues antes no, pero desde que llegaron sus primos lo jugamos mucho.

No me digas… y siempre juegas

así

con sus primos de Alberto? –No, solo cuando vamos a jugar ahí.

Menos mal…

Pensé, y

a no quiero que vallas ahí con ellos Candy, si quieren jugar contigo les dices que vengan a la casa, que sino yo no te dejo.

Si ¡hermanita! me respondió de nuevo abrazándome cariñosa como siempre hacia.

Ve la tele un rato en lo que esta la comida o sube a tu cuarto, le pedí a Candy cuando entramos a la casa.

Optando por irse a su cuarto la vi desaparecer en las escaleras.

¡Malditos degenerados! Escapo de mi boca apenas estuve sola, se aprovechan que mi hermanita quedo con ese trauma, cerrando el puño enojada mire hacia las escaleras. Tu que no tienes ni una gota de malicia, como vas a pensar mal hermanita. Quizás tu cuerpo reaccione ante los roces de esos infelices, pero tu mente es de una niña, ni siquiera piensas en eso, pensé, al recordar sus pezones duros.

Todo porque la gente de esta cochina vecindad es de mente cuadrada,

pues

cuando le paso el accidente a Candy por alguna razón se había regado el chisme de que mi hermana había quedado loca, por esa razón las vecinas no dejaban que sus hijas jugaran con ella y sin más remedio los únicos con los que podía jugar eran niños, puesto que no obedecían mucho a sus madres. Intentando serenarme comencé a preparar la comida con premura al ver la hora.

tarara… ta... rara… contenta y al ritmo de la música que había puesto arreglaba la mesa gritándole a Candy para que bajara a comer apenas termine.

Con una tierna sonrisa dibujada en su rostro y su alegre caminar la veía bajar y sentarse a la mesa. Vamos niña, ve a lavarte las manos la mire con tono serio y divertido a la vez. Haciéndome un lindo y coqueto puchero se paró y fue a la cocina.

¡Sonreí, como quería a esa niña! y estaba dispuesta a todo por cuidarla y protegerla.

Ya llegué Milagros, ¡Sírveme de comer! –La voz de mi tío borro la sonrisa en mi rostro.

Vamos chamaca ¡apúrate! –Me volvió a decir, sentándose a la mesa y mirándome.

Si tío, fue lo único que respondí volviendo a la cocina mientras Candy se sentaba junto a él.

Hola tío, ¿cómo te fue? Le pregunto Candy con su tierna voz.

Bien mija, lo escuche responderle.

De regreso a la mesa mientras le dejaba su plato note con cierta incomodidad que la vista de mi tío por momentos se posaba en el escote de Candy y volvía a verla a la cara.

¿Por cierto milagros ya tienes todo listo para que vengan mis amigos? –Me pregunto mientras me sujetaba del brazo con una de sus enormes y pesadas manos.

Ya casi tío, solo me falta la botana. Le respondí de forma seca.

Cuando acabes de comer te apuras con eso entonces, me contesto.

Apenas termino de tragar, porque valla que comía, así como llego se volvió a salir sin darme siquiera las gracias.

Al poco rato había terminado de limpiar la mesa y estaba preparando los refrigerios mientras Candy permanencia en el sillón mirando despreocupada dibujos animados. En ese momento la puerta se abrió y vi entrar a mi tío seguidos de sus amigos, Don Paco el viejo de la tienda, Don Carlos un Albañil que vivía abajo y por ultimo Félix un Hombre de la edad de mi tío, desagradable y vago de profesión, sin contar que era un pervertido rabo verde. No podía creer que esa basura, fuera hijo de la Abuela Nadia, cuando ella falleció de pronto apareció su hijo y se quedó a vivir aquí como nuevo dueño de la vecindad.

De pronto vi que Félix abrió los ojos y miro al lugar donde estaba Candy, notando enseguida el porqué, mi hermanita en su ingenuidad de niña despreocupada tenía sus morenas y bonitas piernas abiertas dejando a la vista de todos esos viejos asquerosos la tela blanca de su bombachita.

Inmediatamente camine hasta mi hermana tapándole la vista. –Candy súbete al cuarto, ya sabes que no me gusta que estés aquí cuando vienen los amigos del tío. Un poco molesta porque no le permite seguir viendo sus caricaturas se paró y desapareció por las escaleras.

Bueno tomen asiento, ¡están en su casa! Les decía mi tío con total naturalidad mientras él se sentaba en el sillón y le cambiaba a la tele.

Mili, sírvele a todos, una cerveza y trae la botana, me ordeno mi tío.

De mala gana lo obedecí, al poco rato los cuatro reían y veían un partido por la tele cada uno bien atendido por su sirvienta personal,

o

sease yo misma.

Las horas pasaron y por lo

s

gritos y palabras fuertes que salían de la boca de mi tío supe que el partido había terminado y el equipo al que apoyaba aparentemente perdió.

Mili, tráeme otra cerveza, me grito mi tío ya con un tono de ebriedad en su voz.

Sin hacerlo esperar enseguida fui a sacar otra cerveza de la tina, pero ni siquiera me dio tiempo de llevársela pues cuando me voltee estaba en la cocina junto a mí.

Nos vamos a poner a jugar cartas así que limpia la mesa, me dijo de nuevo con

el mismo

tono de ebriedad en sus palabras. –Sí, le respondí un tato incomoda al ver lo cerca que estaba de mí, esquivándolo me dispuse a limpiar la mesa.

¡Espérate! –Me dijo jalándome del brazo impidiéndome avanzar más y girándose volvió a quedar enfrente de mí.

Cuando termines de limpiar sube y cámbiate de ropa, ponte algo más juvenil.

¿Que? Me le quede viendo entre enojada y sorprendida de sus palabras, ¡No voy a hacer eso! le respondí enseguida.

Porque no… si pareces hombre vestida así… hasta me das vergüenza, Me contesto de nuevo.

No me importa, no me voy a cambiar, le respondí en tono serio.

Mira ¡Pendeja! Si te digo que lo hagas, lo haces y ¡punto! –Me respondió sujetándome con bastante fuerza del brazo.

Me estas lastimando ¡tío! Le respondí asustada al ver sus palabras.

Entonces obedéceme cuando te digo algo chamaca. Cuando termines de limpiar subes a tu cuarto, te arreglas y bajas. –Me volvió a decir.

Si… Fue lo único que respondí haciendo con eso que me soltara y me dejara ir. Asustada camine a la mesa mientras las miradas de sus amigos al voltear y verme indicaban que habían escuchado todo. Apenada empecé a limpiar la mesa mientras pensaba que era la primera vez que el tío Víctor me había hablado y tratado así desde que llego. Al notar mi mano temblar ligeramente pensé que durante todo el tiempo que llevaba con nosotros nunca le había tenido miedo solo sentía pena y desagrado, pero en ese momento en verdad me sentía intimidada y temerosa.

Cuando terminé sin decir nada me perdí en las escaleras subiendo a mi habitación.

¡Hola hermanita! Me recibió Candy con su tierna

y

bien conocía sonrisa.

¿Ya se fueron los amigos del tío? Porque quiero ver la tele.

¡Noo, No Bajes! Le conteste de inmediato. Solo vine a cambiarme y vuelvo a bajar.

Ok, me contesto mientras volvía a colorear un librillo que le había regalado hace unos días.

Buscando enseguida que ponerme, nerviosa veía la ropa sin saber que escoger.

Además el tío tiene la culpa que este vestida así, me dije a mi misma al verme en el espejo.

No se lo había querido decir a Jaime antes tratando de no darle importancia pero en varias ocasiones había sorprendido al tío espiándome cuando me bañaba o a veces sin avisar entraba al cuarto justo cuando alguna de las dos nos estábamos cambiando viéndonos desnudas o en ropa interior, sobre todo antes de que le pasara el accidente a Candy, una temporada le dio por estar en casa justo por las horas cuando ella llegaba, apenas la veía entrar la barría de pies a cabeza observando el cuerpo de mi hermanita enfundado en su unirme del colé, a los pocos minutos que ella subía a cambiarse el tío también subía, al principio no le di importancia, hasta que un día lo vi ir casi detrás de Candy mientras veía descaradamente el vaivén del culo de mi hermanita subir las escaleras. En ese momento deje lo que estaba haciendo y subí con sigilo gatuno las escaleras viendo al tío que espiaba a Candy por la puerta ligeramente abierta.

Volví a bajar y subí de nuevo, esta vez haciendo ruido para que se enterara que iba, como era de esperar había huido y solo alcance a verlo entrar en su habitación, cuando entre al cuarto Candy se estaba desabotonando su blusa y mostraba en la dirección de la puerta la totalidad de su redonda y parada cola únicamente cubierta por una bombacha en color amarillo.

Cuando me vio, instintivamente se cubrió y me recrimino por no tocar.

Lo siento, le ofrecí disculpas, agregando. –Para que ya no pase cierra con seguro cuando te estés cambiando, imagínate que entra el tío Víctor o Jaime y te ven enseñando las carnes... ¡más pena! Vas a sentir con ellos que son Hombres, aunque son familia.

Si,

¡

tienes razón! me contesto. –Pero ahora ¡ya salte! ¡O me quieres seguir viendo el atractivo! –

R

iendo salí, escuchando como puso el seguro.

A partir de ahí el tío dejo de estar a esas horas en casa, aunque eso no le impedía mirarnos de forma extraña cuando pensaba que nadie lo veía, sobre todo a mí que era la que más tiempo permanecía abajo cocinando y limpiando. Así que decidí empezar a vestirme más holgada, con sudaderas grandes y pantalones aguados al menos para estar en casa dando la pinta de fachuda. De esa forma al menos conmigo no podría recrearse la pupila el ¡muy cerdo!

Al final y después de pensarlo con calma descarte los vestidos al parecerme demasiado, las licras al ser demasiado reveladoras igual que las faldas, pantalones no tenia que no fueran holgados así que la única opción eran unos shorts blancos que tenía

un tiempo

sin usar

, arriba me pondría una blusa negra sin mangas con escote en V.

La blusa entro sin problemas y me lucia bastante bien el problema venía con los shorts, al subir la prenda por mis piernas sentí como se iba apretando más y más cerrando con dificultad el botón del short.

¡Diablos! Dije en voz alta, tanto que Candy volteo a verme. –Nada corazón, le dije de inmediato tranquilizándola.

Desde el verano pasado parecía que yo también había crecido y me había puesto todavía ¡más culona! La prenda se me marcaba casi de forma obscena en el trasero,

dejando salir una parte de mis nalgas

eso si comprimiéndo

las

y levantándol

as

espectacularmente, de adelante mis piernas blancas y torneadas lucían divinas y mi almeja parecía que se marcaba por momentos en la tela, sin duda era demasiado para regalarles esa vista a los cerdos que estaban abajo. Llevando las manos al botón del short me disponía a quitármelo, pero en ese momento la voz del tío Víctor traspaso mis oídos. Me estaba llamando desde la sala

o mas bien gritando

y parecía enojado. De inmediato sentí que la piel se me puse de gallina y volví a sentir miedo. Ni modo... dije en voz baja.

Adiós Candy… me despedí de mi hermanita que seguía entretenida coloreando. Como si fuera una res directo al matadero salí del cuarto y empecé a caminar.

Cuando baje, mi tío y sus amigos ya estaban sentados a la mesa y había

n

comenzado a jugar. Apenas me vio mi tío me recorrió con su mirada de pies a cabeza y sonrío satisfecho.

Sírvele a Paco otra cerveza y traer más botana, me ordeno. –En silencio lo obedecí caminando apenada al ver como todos sus amigos al menos una vez me habían recorrido como lo hizo mi tío. De forma incluso hasta sumisa camine hasta la cocina por otra cerveza, pero la tina ya no se encontraba ahí, antes de si quiera preguntar escuche de nuevo la voz de mi tío.

La tina esta acá. –Al voltear a verlo señalaba justo enfrente del televisor, de nuevo apenado cruce la sala sintiendo la mirada de todos clavada en mi anatomía, empinándome saque la botella.

¡A su... Madre! –Escuche las palabras salir de la boca de Félix quien se había sentado mirando justamente hacia la televisión. Al enderezarme de nuevo y girar lo vi con sus ojos abiertos como platos y mirándome descaradamente. No pude evitar ponerme roja cuando nuestras miradas se cruzaron pues sabía muy bien el porqué de sus palabras. Tratando de pensar en otra cosa le serví su cerveza a Don Paco que me agradeció apenas terminé.

¡Dios! Me sentía tan humillada por mi tío, pero aún más enojada conmigo misma por haber cedido a sus intimidaciones.

Por un buen rato aburrida mire desde la cocina el juego que tenían, yendo hasta la mesa solo cuando me pedían otra cerveza o más botana. Notando después de un rato con preocupación que a todos esos hombres incluido mi tío, se les estaba subiendo el alcohol al cerebro pues el tono de sus voces cada vez se escuchaba más ebrio.

¡Mili ven! Escuche la voz de mi tío, pensé que querría otra cerveza al asomarme y ver que su vaso estaba vacío. En silencio como había hecho toda la noche fui a la mesa, pero sin detenerme iba por otra cerveza intentando adelantarme a su orden.

¡Espérate Chamaca! Me dijo arrastrando las palabras mientras me pescaba de un brazo impidiéndome seguir más y jalándome con brusquedad me atrajo hacia él.

¿A dónde vas? Me pregunto mirándome visiblemente borracho.

¿Por una cerveza, no querías eso? –Le respondí.

¡No! Me contesto y acto seguido con su mano libre me rodeo por la cintura, ante la sorpresa ni siquiera pude reaccionar, cuando me di cuenta estaba sentada en sus piernas mientras la mano que me abrazaba había comenzado a moverse en círculos acariciando mi abdomen.

¡

Estos desgraciados me están limpiando! Necesito algo de suerte, me dijo acercando su cara hasta sentir

lo

en

mi oído y el desagradable olor de su aliento inundar mi nariz.

No sabía cómo reaccionar y me sentía sobrepasada por la situación, tanto que me quede como ida sin decir ni hacer nada.

El pensando que había aceptado lo que hizo continúo jugando, pensé que había pasado una eternidad, pero en realidad quizás habían pasado escasos diez minutos, por lo que escuchaba había vuelto a perder la partida, animándome en ese momento a voltear a la mesa vi a Don Carlos el albañil repartir las cartas empezando un nuevo juego. En ese momento volví a sentir el aliento

caliente

de mi tío en el oído.

Ahora si se me antojo esa cerveza. –Me dijo al oído, mientras quitaba su mano de mi abdomen liberándome de su prisión. Dando gracias a eso me levante a toda velocidad y camine hasta la tina cogiendo otra botella. Fui hasta la cocina y la abrí con el destapador regresando enseguida con él y sirviendo la bebida en su vaso.

Como era obvio, apenas vio que termine intento volverme a coger de la cintura, logrando esquivar su mano lo vi enojada haciéndole entender con la mirada de desagrado que le eche que no quería volver sentarme en sus piernas. Quizás por lo borracho o por tener a sus amigos mirando la escena, pero esta vez me tomo con fuerza del brazo haciéndome daño y jalándome de nuevo termine sentada en sus piernas sobándome el brazo en evidente señal que me había lastimando, solo que esta vez por lo fuerte del jalón

habia terminado

con la cola clavada en su entrepierna y la espalda pegada a su pecho.

Volví a quedarme cayada y sumisa al ver lo violento que podía llegar a ser, los minutos pasaron y aunque hastiada continuaba soportando la situación paso algo que me hizo estallar.

¡Te voy a dejar seco Víctor! Que vas a terminar pagándome con los calzones. –Se escuchó la voz de Don Paco muy confiado mientras sostenía su juego de cartas con mucho secretismo.

¡Ya lo veremos! Le grito mi tío arrastrando las palabras, era obvio que, si no era muy bueno jugando sobrio mucho menos borracho, pensé para mis adentros mientras le echaba un vistazo a su mano, no es como que sabía mucho, pero si lo suficiente para saber ¡que estaba perdido!

En ese momento sentí el cuerpo del tío moverse debajo de mí, acomodándose de forma descarada, dejándome helada al sentir la presión de un bulto duro que chocaba contra mi cola y poco a poco crecía, lo peor si es que eso no lo fue, era sentir su mano que había estado sobando

me

el abdomen todo el tiempo empujarme contra su cuerpo buscando que su miembro se clavara con más fuerza en mi trasero. No podía creerlo, la cosa ya había llegado muy lejos, por muy borracho que estuviera, esta vez se había pasado. Si bien pensaba no hacer un escándalo y solo quitar ¡sus asquerosas manos! de mi cuerpo y pararme, cuando sentí su mano bajar desde mi abdomen hasta posarse en mi pierna derecha y sobarme el muslo ¡estallé!

¡Suéltame! Le ordene casi gritando y sin darle oportunidad separe su asquerosa garra de mi pierna levantándome y a toda velocidad salí corriendo a las escaleras entrando con premura al cuarto y cerrado con seguro. Tal fue el escándalo que hice que logre despertar a Candy quien me miraba evidentemente asustada.

Estaba a punto de soltarme a llorar, no de miedo o tristeza al ver cómo me trato mi tío, sino de coraje y rabia conmigo misma por haber tolerado cada una de las cosas que me hizo hacer o más bien que ¡yo acepte! Hacer.

Al ver a Candy, me contuve y empecé a respirar profundo intentando que las lágrimas no escaparan de mis ojos.

¿Que tienes Mili? Me pregunto Candy con su tierna y dulce voz.

Nada corazón, duérmete, le pedí, mientras caminaba hasta el viejo tocador de madera que teníamos y me miraba al espejo empezando a desnudarme. Quería quitarme desesperadamente la ropa que había tenido contacto con el cuerpo de mi tío, también me quería dar una ducha y quitarme su olor y el tacto de sus manos en mi cuerpo, pero por nada del mundo iba a abrir esa puerta así que resignada por el momento, me quedé en ropa interior y me metí a la cama con Candy quien enseguida me abrazo afectivamente como cada noche pegando su tibio y bien formando cuerpo, restregando en mi espalda sus senos.