Mi curso universitario con mi madre: Halooween

(...) Pero tras decir eso, no se fue del baño, sino que permaneció. Y no sólo eso: me giré, y vi que estaba empezando a desnudarse (...)

Había un grupo de chicas en el pasillo, que no repararon en nosotros. Simplemente entraron ahora que habíamos dejado libre el servicio. Mis amigos estaban más lejos, así que nadie se dio cuenta, para mi alivio. Nadie, excepto al parecer Cristian, que raudo se agarró a la cintura de mi madre.

Ella se dejaba querer, y me pareció que él le decía algo al oído, y que luego se lo mordía o besaba. No lo puedo asegurar. Cambiamos nuevamente de bar, y creo que allí ya no fueron. Sólo quedábamos unos cuantos de los que iniciamos la noche, y que me aspen si mi madre y Cristian se encontraban allí. El caso es que lo siguiente que recuerdo es llegar a casa, y juraría que solo.

Unas horas más tarde desperté con una resaca del carajo, y me levanté para ir al baño. Me asomé al dormitorio de mi madre, y allí yacía en bragas y sujetador, completamente dormida. Las mismas bragas que le vi bajarse en el wc…  Entonces el recuerdo me golpeó cual bofetada en el belfo. Me acordé de observarla mear, y de verla coquetear con Cristian. ¿No habían desaparecido? Ahora no estaba tan seguro.

No la quise despertar, así que volví a mi cama para hacerme una silenciosa paja. Me puse mi habitual porno en el móvil, pero no pude evitar pensar en la meada de la noche anterior. Y me di cuenta de que de manera casi inconsciente, llevaba un buen rato viendo videos de pissing .

Me levanté a la hora de comer, tras dos buenas corridas. Pero antes de salir de mi habitación, oí que mi madre se levantaba y salía de la suya. Miré por la rendija de mi puerta, y vi que iba en bragas y sujetador (tal y como había dormido) y una toalla en la mano, dirigiéndose al cuarto de baño. A los pocos minutos regresaba, envuelta en la toalla. No quería mirar, pero es que con resaca no pienso con claridad. Y en esos momentos soy impulsivo, ya que no razono. Así que salí de mi cuarto y entré al suyo, sin otra intención que pillarla en pelotas.

En efecto, estaba sin ropa. Se encontraba de espaldas a mí, medio agachada, cogiendo algo de un cajón. Su culo me apuntaba, un culo redondo, blanquecino y respingón, muy bonito. Joder, estaba admirando el culo de mi madre. Al escucharme se dio la vuelta y pude ver una vez más su coño.

  • Buenos días, hijo –saludó como si nada–. Joder, en esta casa no encuentro nada.

Había sacado un sujetador del cajón, que dejó encima de la cama. Mientras se quejaba, se puso a dar vueltas por la habitación, en busca de algo, completamente desnuda. No parecía reparar en ello, y en que yo estaba plantado en la puerta. La verdad es que ya lo había demostrado, desde que vino a estudiar a la ciudad.

  • ¿Dónde narices habré dejado…? –se preguntaba mientras iba hasta el otro lado de la habitación, y se agachaba para mirar debajo de la cama. Si yo hubiera estado justo detrás, le hubiera visto la raja.

  • ¿Qué buscas?

  • Mis bragas. Traje un montón pero no sé dónde las he metido –contestó volviendo de nuevo, y abriendo el armario.

  • ¿Te ayudo?

  • Sí… es que no sé dónde coño… –respondió distraída, mirando por el armario.

Busqué un poco por la habitación, pero mirando constantemente a mi madre. Primero de espaldas, con el perfecto trasero y las largas piernas; luego, cuando ella se daba la vuelta para examinar otro sitio, ojeaba disimuladamente, fijándome en las tetas, cuyos pezones ahora estaban erectos; y en la mata castaña que coronaba su entrepierna. Por dios, esto era surrealista. Mi madre en bolas por el cuarto y yo recreándome en ella.

Entonces vi una maleta en un rincón. La cogí y la abrí, y se encontraba repleta de ropa.

  • Mira mamá. Aquí hay de todo –dije.

  • Joder qué cabeza. Es verdad. No la vacié el otro día –explicó mientras rebuscaba entre las prendas.

Finalmente, escogió una del mismo estilo que la que llevaba puesta antes, pero en rosa.

  • Por cierto, ¿a ti no te daba tanta vergüenza verme desnuda? –preguntó pícaramente, al tiempo que se ponía las bragas justo delante de mí.

  • Bueno, mamá, ya casi me he vuelto a acostumbrar. Como de pequeño –respondí veloz. Pensé que había sido una buena salida ante su pequeño descaro.

  • Claro que sí, hijo. No pasa nada. Este piso es más pequeño y pasan estas cosas –reconoció con naturalidad, poniéndose el sostén.

  • Ya, y más después de lo de anoche… –aventuré sin reflexionar.

  • ¿Anoche? ¿Qué pasó anoche? –preguntó, haciendo una mueca como de querer recordar.

  • Bueno, no estábamos en el piso, y aún así… –no sé cómo me atreví a recordárselo. Veía que ella no se acordaba y aún así insistí. Si ya digo que con resaca no pienso…

  • ¿Pero qué pasó? –re reía, pero como asustada.

  • Bueno pues que measte delante de mí –expliqué al fin.

Lanzó un grito de sorpresa, y empezó a reír.

  • ¡Joder es verdad! ¡Qué vergüenza! –se lamentaba, pero entre carcajadas. Realmente no creo que le importase mucho.

Mientras se reía, me dio un abrazo muy fuerte. Yo no quería sentir nada, pero me gustó. Notar sus tetas, aunque llevase sujetador, era asombrosamente excitante. Y su piel contra la mía, muy agradable. No hacía ni veinte minutos que me acababa de correr en la habitación de enfrente, pero mi polla se agrandó bajo el bóxer. Y probablemente ella la notó contra su vientre.

  • Si es que no se puede beber tanto… –dijo separándose de mí.

  • Pues sí. Bueno, ahora me voy a duchar yo.

No quise pensar más en el asunto: ni en la noche anterior, ni en mi repentino arrebato de ver desnuda a mi madre. Así comimos tranquilamente y el día transcurrió con normalidad. Pero ya por la noche, en la cama, me puse a darle vueltas: por la mañana, más que resaca, debía de haber ido borracho aún, porque si no, no eran normales mis actos. No era normal entrar a verla desnuda, por mucho que a ella le diera igual. No era normal excitarme cuando me da un abrazo, por mucho que ambos estuviéramos medio desnudos. No era ni medio normal recordarla meando mientras me masturbaba.

Entonces, a mitad de esas reflexiones, caí en algo en lo que no había pensado, a causa sin duda de toda la movida de verla desnuda y demás: ¿habíamos regresado juntos a casa? ¿O se había ido finalmente con el tal Cristian? En ese preciso instante, como si de una extraña conexión mental se tratase, me llegó un WhatsApp de Ramón: “ eh eh q la de tu pueblo la merxe se lio con christian el amigo d eva” . Leí varias veces el mensaje, atónito. Joder, entonces era verdad. No volvió conmigo a casa. Debió de volver después, sin que yo me enterase. ¿Habrían follado? ¿O sólo se darían cuatro morreos? No quería ni pensarlo. Mi madre follando…  Y con un chaval de mi misma edad.

Volvió a llegar otro WhatsApp: “ y dice la eva que el christian pillao ”. ¿Cómo? ¿Qué significa “ el christian pillao ”? Esto es peor de lo que me esperaba. “ No te ha dicho nada? ”, escribió Ramón. Yo miraba la pantalla, sin reaccionar. Bajo la foto de perfil de mi amigo, aparecía la palabra escribiendo… y un nuevo mensaje llegó: “ tío no me lees o q ”.

Le tenía que contestar algo. Lo que fuera. Pero ¿qué? Mi madre se acababa de tirar a un tío de mi edad, quien me cuenta el chismorreo ni siquiera sabe que es mi madre, y para colmo la había visto durante un buen rato en pelotas hacía solamente unas horas. Absurdo total.

Pero qué dices? ”, pregunté, un poco por decir algo.

anoche el cristian se fue con merxe tu amiga. se la llevo a su casa y creo q chingaron. Dice eva q a cristian le ha gustao mucxo y q la va a invitar a salir o no se q ”, me informó.

Entonces contesté sincero: “ Pues no me ha contado nada ”.

No sé tio, es lo q me ha contao esta. si eso ya t contare mas ”. Cuando decía “esta” se refería a Eva, con la que se había enrollado alguna vez y se llevaban bien.

Dejamos de hablar y permanecí tumbado en silencio. Intenté dormir, pero obviamente no pude. Eran demasiadas emociones en un solo día. Emociones raras, que nunca antes había experimentado. Casi nunca había conocido a tíos que salieran con mi madre, y por supuesto no he sabido nada jamás de su vida sexual. Por eso se me hacía todo tan extraño.

Me levanté un momento, a por agua a la cocina. Me acerqué a su dormitorio antes: se oía su respiración tranquila, señal de que dormía plácidamente. De regreso, en lugar de pasar a mi habitación, otra decisión inesperada me impulsó a entrar en la suya y acostarme junto a ella. En la penumbra apenas se distinguía su silueta; pero me metí bajo la sábana y sentí de inmediato su calor. Me arrimé aún más a ella, abrazándola por el costado; entonces medio despertó.

  • Cariño… -apenas murmuró.

Pero volvió a quedar dormida, sin enterarse de nada. Simplemente quería estar cerca de ella, poder sentirla. No pensaba yo que pudiera tener ánimo sexual, sino más bien amoroso; no obstante, en el fondo sabía que era una situación absolutamente erótica y que mi líbido estaba por las nubes.

De hecho me entraron unas ganas tremendas de masturbarme. Se me empinó enseguida, e incluso llegué a tocarme el rabo por encima del calzoncillo. Tuve una lucha interna entre el bien y el mal; finalmente ganó el bien. Pero para evitar problemas, me levanté y me dirigí veloz a mi cama.

Por la mañana desperté erecto.

  • ¿Anoche te metiste en mi cama, no cariño? –preguntó mi madre en el desayuno.

  • Sí, no me podía dormir.

  • ¿Y por qué no te quedaste?

  • Por eso mismo, no me podía dormir, y te hubiera despertado de tanto dar vueltas –contesté, aunque lo correcto hubiera sido “ porque tenía ganas de pajearme y no está bien hacerlo a tu lado ”.

  • Bueno, cualquier día que no puedas dormir te vienes a mi cama. O aunque puedas dormir también te vienes.

Asentí como si nada, pero ya no se me fueron las ganas de dormir con ella. No tardaría mucho en cumplir ese deseo.


Apenas un par de semanas después, llegó la festividad de Todos los Santos, Halloween como nos lo han vendido ahora. Para las fiestas anteriores, no quería ni en broma que mi madre saliera con nosotros. Pero ahora tenía una especie de extraña ansiedad para que llegara ese día y saliese con mis amigos. Incluso a pesar de su misterioso rollo con Cristian, de lo cual no volví a saber nada.

El caso es que quedamos para ese día. Algunos se disfrazaban, otro no. Yo decidí no hacerlo. Mi madre estaba invitada, e iba a venir. La noté como ilusionada, con ganas de ir de fiesta. Mis pensamientos se habían tranquilizado y no volví a entrar en su habitación, mirarla con lujuria o imaginarla mientras me masturbaba. Todo volvía a la normalidad, por suerte.

Habíamos quedado a las ocho. Se me hacía un poco tarde, pero yo me arreglo en un suspiro. De modo que entré en el cuarto de baño, me desnudé y abrí el grifo de la ducha. Entré y comencé a mojarme.

Todavía no me había ni echado champú, cuando se abrió la puerta y entró mi madre.

  • ¡Mamá qué haces! –dije dándole la espalda, por encima del hombro.

  • ¡Hijo que se nos hace tarde y no llegamos! –respondió acelerada.

  • ¡Pero espérate a que acabe!

  • ¡Venga, pues date prisa y termina!

Pero tras decir eso, no se fue del baño, sino que permaneció. Y no sólo eso: me giré, y vi que estaba empezando a desnudarse.