Mi cuñado Gonza 7

Todo lo que había pasado no lo mejoraba ni en sueños.

Cuando Gonza hubo salido del baño, me quedé un rato más en la ducha asimilando todo lo que había pasado. Sin querer me puse duro de nuevo. Normal. Todo lo que había pasado no lo mejoraba ni en sueños. Intenté calmarme con el agua fría para bajar el rabo.

Salí de la ducha, cogí una toalla del armario y salí de cuclillas del baño. En ese momento me invadió la vergüenza e intenté llegar a la habitación de Gonza lo más rápido posible.

No había nadie. Parecía que se había dado prisa en vestirse y salir de allí. Aproveché el momento para hacer lo mismo.

Me puse los gayumbos y la camiseta y de pronto entró Javi.

      • Oye Iker, que vamos a echar un FIFA. ¿Te unes?

En ese momento me disponía a subirme los pantalones y noté un buen bulto en el bolsillo derecho. Me quedé paralizado mientras Javi me miraba con extrañeza.

      • Joder, putos pantalones pitillo, ¿eh? No hay quien meta nada en los bolsillos…
  • Otro día Javi, voy doblado hoy.

      • A ver si es verdad, que no hay quien te vea el pelo últimamente. ¿Tienes mi Whatsapp? Cuando quieras me escribes y te unes.
  • Si, si… Lo tengo. Hecho.

Javi salió de la habitación. Terminé de ponerme las zapatillas y salí al salón.

  • Bueno tios, marcho. Nos vemos pronto.

— Vale Gonza, gracias por hacerle el favor a Isa. Te debe una.

      • Y tu otra, no te jode, pobre chaval.
  • ¡Qué va! Vaya bobada. Venga, pasadlo bien. Adéu!

Salí casi corriendo de la casa, sin saber muy bien dónde ir, solo quería salir de ahí para meditar todo lo que había pasado.

— ¡Iker! ¡La chaqueta!

Gonza me gritaba desde la puerta. Con los nervios se me había olvidado. Volví corriendo a por ella.

  • Gracias tío, voy ciego aún.

— Nah, si nos hemos dado cuenta de milagro. Yo con esta resaca tampoco estoy para tirar cohetes… Oye hablamos pronto, ¿va?

  • Genial, si. Hasta luego.

Me puse la chaqueta y emprendí el camino a casa de nuevo.

Al llegar no había nadie, así que sin dar explicaciones me tiré en la cama y me imagino que con toda la tensión que tenía acumulada me quedé dormido.

De repente sonó el despertador. Las 6 am. Se me había vuelto a olvidar quitar la alarma de los viernes.

Me di cuenta de que estaba aún vestido con una manta tapándome. Mi madre me habría encontrado así y por no despertarme me la habría puesto encima.

Me quité las zapatillas y el pantalón.

Me acordé de que aún tenía un bulto considerable en el bolsillo. Como si de un tesoro se tratara lo saqué y me quedé observándolo un buen rato.

Sonaron pasos en la habitación de al lado, así que me volví a tirar en la cama y tiré los gayumbos de Gonza a la papelera como un acto reflejo.

Mi madre abrió la puerta y a los pocos segundos la volvió a cerrar con cuidado. Solo hubiera faltado que me hubiera pillado con esos gayumbos en la mano.

Me di la vuelta en la cama y me noté incómodo. Había algo que me molestaba en la cadera. La puta chaqueta que aún no me había quitado.

Me incorporé en la cama para quitármela y noté como en un bolsillo había un bulto.

Metí la mano y… oh dios… agarré lo que había ahí dentro.

Otros gayumbos.

Me quedé en shock. ¿Cómo habían llegado hasta allí?

Sin pensarlo dos veces me los acerqué a la nariz y empecé a olerlos. Sin duda no estaban recién lavados.

Cogí los otros gayumbos de la papelera y los olí también.

No entendía nada de la situación, pero me puso a 100. Cogí los dos gayumbos con una mano y mi polla con la otra. Empecé a olerlos como un depravado mientras me subía y bajaba el pellejo del rabo, que ya estaba más duro que una piedra y más gordo que nunca. De olerlos pasé a morderlos y a lamerlos por la zona donde descansa el rabo y la huevada.

Como por arte de magia mis pelotas volvían a parecer las de siempre, habían recuperado toda la leche que habían soltado en las últimas horas. Botaban como nunca y yo me estaba dando una caña aturdidora en la polla. Era como estar oliendo el rabo de Gonza allí mismo y no dejaba de pensar en el olor de su rabo que ya me era familiar y que me había consumido hacía unas horas mientras se pajeaba encima de mí.

No pude aguantar más todo ese morbo. Llegué al éxtasis y de mi rabo empezaron a salir trallazos de leche como nunca lo había hecho. Me llegaron hasta la cara y el pelo incluso.

Instantes después me quedé ahí tirado, semidesnudo, lleno de lefa hasta la bandera, disfrutando del corridón y de la calma de haberme quitado la tensión después de haber vivido tantas cosas.

¿Y esos gayumbos?

Sin duda Gonza se había dado cuenta de que le había quitado unos y me estaba lanzando un mensaje. ¿Cuál?

Me invadió el miedo, pues de ser así, el buen rollo con el que se supone que había sucedido todo había pasado a convertirse en un fraude por mi parte. Y era mi cuñado, lo que lo hacía aún más complicado. Lo que en principio iba a ser un secreto inocente entre los dos había pasado a ser algo turbio.

Lo que estaba claro es que Gonza no quiso dejarlo pasar. Me quería mandar el mensaje de que lo sabía, que sabía que para mí no había sido una chiquillada entre dos colegas. No sabía cómo tomármelo.

¿Era una invitación a pensar que para él tampoco había sido una chiquillada o era un simple mensaje de “Te he pillado”? ¿Cómo se lo habría tomado? ¿Le habría decepcionado?

Estuve dándole vueltas durante horas, con unos nervios que se transformaron en dolor de barriga intenso hasta que caí dormido del cansancio mental que esto me había provocado.

— ¡Iker! ¡No te llamo más!

¡Las 2 de la tarde! Me había quedado más dormido que nunca.

— ¡Iker! ¡Baja a comer!

Mi madre tan armoniosa como siempre. ¡Qué dolor de cabeza! y más con ella gritando.

Toc toc *toc

  • ¡Que ya voy mamá! ¡Qué pesada estás, joder!

— Que dice tu madre que si bajas o te baja…

No puede ser. Gonza me miraba desde la puerta entreabierta. ¿Esto era una pesadilla o qué?

  • Ehh… Gonza… si… ehh… bajo, bajo ya…

Gonza dio unos pasos en silencio hasta mi cama y se sentó al lado de mis pies.

— Me ha llamado tu madre y me ha propuesto venir a comer. Que te nota raro dice y que hable contigo. ¿Qué te pasa?

  • Ehh… nada, no, nada… bueno, imagino que ayer se asustaría al ver que yo me fui a la cama tan pronto y vestido. Oye…

— Bueno, a ver, es normal tío. Las madres son así, no le des más vueltas. ¿Te dio un amarillo o algo ayer con la fumada?

  • No, que va. Estaba agotado la verdad. Fue ver la cama y morir.

— Claro. Yo eché un FIFA y me fui a dormir también. Fue día intenso jajaj. Aunque yo no seguí pasándomelo bien después…

Qué vergüenza. Mi madre me había traído a mi mayor temor a casa y no había tenido ni la deferencia de dejarme unos días para comerme la cabeza. Estaba claro que Gonza sabía lo que había pasado con sus gayumbos y me estaba picando para que hablara.

  • ¿Cómo que pasármelo bien después? A ver Gonza, me da mucha vergüenza, estaba fumado y me puse a 100 y no sé que pasó por mi cabeza para cogerlos.

— ¿Coger qué? Ya estás desvariando. No vuelvas a fumar, ¿eh?

  • ¿Pero qué dices? No entiendo nada.

— A ver Iker, que tienes la camiseta llena de lefa joder. Menos mal que he subido yo y no tu madre…

  • ¡Hostia!

— ¿Te quedaste con ganas de más, cabrón? Vaya aguante, ¡pero si nos quedamos secos! jajajaj

  • Si, bueno…

No entendía nada. Gonza se estaba haciendo el loco. No tiene ningún sentido. O lo mismo se arrepentía de haberme mandado ese mensaje y no quería echar más leña al fuego.

— ¡Hostia! ¿También tienes esos gayumbos?

  • ¿Cuales?

— Joder, los que tienes en el suelo. Molan mil, ¿A que parecen de los sueltos de tela pero en elástico?

  • Ehm… sí, son bastante cómodos, sí.

— Venga anda, baja, cámbiate rápido y no te entretengas con ésta.

Según dijo eso me agarró el paquete con su mano y lo zarandeó de lado a lado.

— Oye, luego echamos un Call of Duty ¿no?

  • Si, claro.

Se marchó del cuarto y me quedé anonadado con la conversación. Una cosa es que no hubiera mencionado lo del gayumbo, o incluso me hubiera echado la bronca. Pero hacerse el loco de esa manera me parecía muy intrigante. No entendía su postura. Pero sinceramente, me había hecho sentir más cómodo con la situación y se me estaba empezando a quitar el dolor de barriga a pasos agigantados.

Me cambié y bajé corriendo al salón. Allí comimos de manera muy agradable, nada era incómodo, incluso hubo momentos en los que se me olvidó toda la movida.

Después de haber acabado de comer mi madre nos invitó a dejarla en paz dormir la siesta y subir a jugar un rato a la xbox, de manera muy descarada, al parecer sí estaba preocupada y quería jugar la baza de Gonza a tope.

— Venga, esa xbox, ¡que eche humo!

  • Va, para un día que no le sienta mal a mi madre que juegue hay que aprovechar. Siéntate por ahí.

— ¿Traje de gala?

Se me había olvidado el juego que teníamos con lo de jugar en gayumbos. Si me llegan a decir hace unas horas que iba a estar con Gonza jugando de risas en gayumbos a la xbox, no me lo creo ni de coña.

  • ¡Qué coño! Traje de gala, claro. - Me bajé los pantalones y me quité la camiseta mientras Gonza me miraba perplejo, me imagino que por mis repentinas ganas. Me sentía muy contento y agradecido por la actitud de Gonza conmigo.

— Aunque ya puestos… y después de lo de ayer… ¿Qué tal un Nude Xbox?

  • ¿Un Nude Xbox?

Gonza se levantó del puf donde estaba sentado y se quitó la camiseta. Después se bajó los pantalones, se los quitó y a continuación, metió sus dedos por dentro del gayumbo y con un movimiento de caderas insinuante, lo bajó poco a poco hasta dejar su polla al descubierto por completo. Al verla solo pude recordar su olor, ese olor con el que había fallecido en la cama rodeado de lefazos la noche anterior.

— ¿No me digas que nunca juegas con la minga al aire?

  • Si… a ver… pero mi madre...

— Tu madre ya estará dormida tío, si sube la oímos. Es que hace calor y con confianza molaría estar de tranquis jugando, así en plan nudista.

  • No sé…

Y acto seguido me bajó los calzoncillos de golpe dejando que mi rabo ya morcillón saliera de un bote.

— Joder, no paras tío. Y yo que te hacía de menos. Tienes que tener la mano bien ejercitada jajaja ¿Cuántas te caen al día?

  • Perdona tío…

— Perdón de qué, anda ya. Si está genial, ya ves. ¿Cuántas pajas caen al día ,a ver?

  • Pues, últimamente más. Unas 3 o 4 diría yo.

— Joe, buenos números. Mira tío, cuantas más te hagas, pues mejor. Si no nos damos caña a los rabos con nuestra edad, ¿Cuándo lo vamos a hacer?

  • Ya…

— Pues eso digo yo Iker. Venga, vamos a darle al mando.

Por un momento juro que en un 99% se refería a darnos caña a los rabos y me llevé la mano a la polla y la descapullé.

— Jajaj joe tío, no paras ¿eh? ¡A la Xbox digo!

  • Ah jajajj si joe, estoy de coña tío.

Configuré el Call of Duty y empezamos a jugar. Yo no conseguía concentrarme y estaba jugando fatal. Normal, con semejante cuerpazo al lado y con la polla morcillona y sus huevazos al aire.. me costaba mirar a la pantalla y cada vez se me ponía más tiesa la polla. Intentaba que no se me notara poniendo una pierna encima de la otra.

— Oye Iker, vamos a cambiar a individual que no das una macho. Una tú y una yo.

  • Si, perdona tío, ando aún desconcertado.

— DesconCENtrado, dirás.

  • Eso, sí. Fíjate si ando desconcentrado, jajaja. Dale, juega, luego voy yo.

Empezó a jugar y yo ya descaradamente le miraba de arriba a abajo casi sin pestañear, recordando todo lo que había sucedido el día anterior.

— ¿Sabes lo que de verdad molaría de la xbox, Iker? Así como experiencia virtual.

  • La puta metralleta de 200 pavos, sí, no te jode. Claro que molaría.

— ¿Por qué no me cargas a mí la metralleta mientras juego?