Mi cuñado Gonza 15

Venga joder, vamos a quedarnos en pelotas un rato, ¿no?

Recuerdo el resto de la tarde como un oasis en medio de un desierto de incertidumbre. Jamás había conectado tanto con Gonza. Reímos, hablamos, nos besamos, nos tocamos, nos abrazamos…

Jamás se me habría ocurrido imaginar una tarde así con él.

Después de jugar unas partidas con la Xbox, me di cuenta de que se había hecho de noche. Las horas habían pasado volando.

  • Será mejor que me vaya, mañana tengo clase y no quiero mas cabreos en casa con mi madre.

— Claro, como quieras. Si te quieres quedar ya sabes que no hay cosa que me apetezca más.

  • Joe, no me lo pongas tan difícil, jejej.

— Créeme, se me ocurren maneras de ponértelo difícil, pero no te quiero complicar la vida… más.

Ese “más” me vino como un tortazo en toda la cara, me devolvió a la realidad. Gonza era mi cuñado y todo lo que estaba pasando era un desastre con mayúsculas.

Hice de tripas corazón, le sonreí y me levanté del sofá para terminar de vestirme. Quería salir por la puerta cuanto antes y culminar esa tarde maravillosa sin mayores dramas.

— ¿Todo bien? - Me preguntó preocupado.

  • Si, claro.

— Me ha gustado mucho estar contigo hoy. ¿Hablamos mañana?

  • Y a mí. Hablamos, si.

Acto seguido se levantó del sofá de un respingo, me abrazó y me besó.

— Nos estaba quedando muy soso, mejor así.

  • Mucho mejor.

Salí de su casa hacia el coche, mientras Gonza se quedaba observándome desde el marco de la puerta de la entrada.

Me metí en el coche a toda prisa, encendí el motor y me fui.

Una sensación extrañísima me recorría el cuerpo. Estaba muy aturdido, no sabía cómo organizar mis pensamientos.

Decidí parar el coche en la siguiente calle para relajarme y poder retomar la marcha tranquilo.

Cogí el móvil para ver la hora y vi muchas llamadas perdidas de Manu, mi amigo de la facultad. Casi por instinto, le devolví la llamada.

— ¡Aleluya! Macho, ¿Dónde te metes?

  • Hey, ¿qué tal? ¿Qué pasa?

— Ah, bueno, esperaba que volvieras de cañas con nosotros después de mojar, cabrón.

  • Jajaj bueno tío, una cosa lleva a la otra y al final se me ha hecho de noche.

— Bueno, si es así me alegro tío. ¿Qué tal tu cuñado?

  • Pues bien, con mi hermana fuera anda un poco de bajón, pero se ha marcado una pasta con trufa que nos ha arreglado el día.

— Ya me imagino, anda que invitáis, si es lo que digo siempre, que…

En ese preciso instante dejé de escuchar. Se me paró el corazón.

No podía creer lo que acababa de suceder. Manu me había colado un triple en toda regla y yo me había dejado encestar sin poner ninguna oposición.

Mi cabeza había estado tan dispersa que se había relajado demasiado hablando con Manu, quien ya sabría en qué había dedicado mi tiempo toda la tarde.

— ¡Iker! ¿Estás ahí? ¿Me estás escuchando?

  • Eh… si, si, dime.

— Que si vienes a casa a por la mochila y tu ordenador, que te lo dejaste en la cafetería. ¿Estás bien?

  • ¡Ostras! Muchas gracias Manu, eh…

— Saliste tan deprisa… ¡Como para no olvidarte de nada! Jajaj Cualquier día te roban y no te enteras.

  • Eh… sí, ya ves. Voy para tu casa, ¿ok?

— Venga.

Colgué el teléfono y me inundó una sensación de culpabilidad extrema. ¿¡Cómo había podido cagarla tanto en tan poco tiempo!?

Durante el trayecto no pude estar más descentrado y preocupado, tanto que me confundí de calle varias veces.

Manu vivía en el Gótic y allí no se podía aparcar, así que dejé el coche en Correos y fui corriendo hasta su portal.

Manu me vio llegar desde su balcón y antes de que pudiera llamar al telefonillo, me abrió inmediatamente.

Subí los tres pisos corriendo y llegué a su puerta agotado.

— ¿Pero para qué subes corriendo, tío?

  • Buf, no sé, me ha dado por ahí.

— Anda pasa. - Cerró la puerta tras de mí.

En el salón estaban sus dos compañeros de piso viendo una peli. Entré con cuidado para no molestar.

Seguí a Manu hasta su habitación.

— ¿Qué tal has aparcado? - Me dijo mientras cerraba la puerta.

  • Eh… bien, he tenido suerte, justo se iba uno.

— Ah de lujo. Entonces te quedas un rato ¿no?

  • Buf, no sé tío, si te soy sincero tengo unas ganas de pillar mi cama…

— Venga, anda, que hace mucho que no vienes a verme al piso y hoy me has dejado tirado con estos de cañas.

No había nada que me apeteciera menos que quedarme allí a dormir, pero estaba totalmente acojonado y era verdad que le debía una.

  • Vale… tú ganas.

— ¡Ese es mi Ikerete! Espera que traigo un par de birras.

Manu se fue de la habitación y del puro nerviosismo me puse a mirar sus paredes, su mesa, su silla de la ropa, todo, sin centrar la atención en nada en particular.

— Buf, tío, no mires mucho, que lo tengo todo hecho un desastre. Ya me doy sustos por la noche con la silla de la ropa y todo. ¿Te ha pasado alguna vez? Parece que hubiera alguien observándome y es el puto montón de ropa sucia. Me dan microinfartos.

  • Podrías lavarla también, ¿no? jajaj.

— Bueno, eso le quitaría emoción a mis noches, ¿no crees?

  • Estoy seguro de que si quitas ese montón de ahí, llenarás tu cuarto de otro tipo de emoción. ¿No se espantan las pivas?

— Aquí solo suben cuando van ciegas, así que sin problema.

  • También es verdad.

De repente Manu dejó la birra en la mesa de un golpe y se empezó a quitar la ropa. La camiseta, el pantalón corto… y los gayumbos blancos. Todo lo tiró encima del montón de ropa. Cogió la cerveza y se tiró en la cama, mirándome fijamente.

Yo me quedé totalmente petrificado. No sabía qué músculo mover ni qué palabra decir. Me llamó la atención que tenía el rabo bastante gordo, no muy largo y tirando a oscuro.

— Venga joder, vamos a quedarnos en pelotas un rato, ¿no?

  • Pero… ¿Qué haces?

— No me digas que en tu cuarto no te mola ir con la huevada al aire. Venga anda, no me hagas el feo.

Al ver que no respondía, se acercó a mí y me empezó a quitar la camiseta. Estaba en shock, no sabía qué pensar de Manu.

Me dejé hacer. Me desabrochó los pantalones y me los bajó. Me quitó las bambas, los calcetines y me sacó los pantalones del todo.

Yo le miraba embobado, totalmente superado por la situación.

Manu me miró fijamente a los ojos y me bajó de golpe los gayumbos negros, haciendo dar un bote a mi rabo de lo fuerte que me los había bajado. Me los sacó por los pies y se quedó mirándolos.

— Joder Ikerete, si que has dado tralla esta tarde ¿eh? - Preguntó sonriendo mientras observaba las manchas blancas y secas de mi gayumbo.

  • Bueno, eh… si, no sé. - Dije tembloroso.

No sabía por qué se estaba comportando así y más sabiendo lo que sabía sobre mi tarde con Gonza. Pareciera que me quería hacer pasar un mal rato.

Pasó sus ojos por mi rabo descaradamente y se volvió a sentar en la cama apoyando su espalda en el cabecero.

— Venga, joder, no tengas vergüenza, que nos conocemos desde hace años. Siéntate aquí.

Obedecí sin rechistar. Me acomodé a su lado. No era una cama muy grande así que casi estábamos pegados.

De repente empezó a hablar de cosas de clase, de trabajos que le quedaban por hacer, de exámenes, del viaje de fin de curso… Poco a poco me fui relajando y contestándole con mayor naturalidad hasta casi olvidar que estábamos los dos desnudos.

— Tío, son las 23:40 ya. Quédate si quieres y mañana vamos juntos a la Uni.

  • Buff tio, me has hecho el lío total, yo quería dormir en casa hoy. Mi madre me mata.

— Venga, llámala y te quedas, no seas bobo, que hasta tu casa tienes un rato en coche.

En el fondo estaba muy a gusto con Manu. No había sacado el tema y hacía mucho que no hablábamos. Tenía la sensación de cuando me quedaba en casa de algún amigo de pequeño, me hacía hasta ilusión.

Avisé a mi madre, que se mosqueó un poco, pero lo entendió, y prefería que no cogiera el coche tan tarde.

  • Hecho.

— Perfecto, pues ale, vamos a dormirla un rato ¿no? Que mañana tenemos faena.

  • Sí, mejor, estoy mazo cansado en realidad.

Cogí mi cargador del móvil de mi mochila y lo puse a cargar en el suelo.

Nos metimos en la cama boca arriba, nos tapamos con la sábana y el edredón y nos quedamos callados. Me relajé tantísimo que en seguida me quedé dormido.

No sabía qué hora era, noté como me había dado la vuelta hacia la izquierda y Manu igual, detrás mío. Pude notar la respiración de su pecho clavada en mi espalda, sus piernas pegadas por detrás a las mías y su paquete en mi culo, aparentemente dormido.

Noté como vibraba el suelo y volvía a vibrar.

— Te suena el móvil. - Balbuceó Manu de repente.

Abrí un poco los ojos y alargué el brazo hasta alcanzar mi móvil. Me lo acerqué a la cara y lo primero que ví al desbloquearlo fue la hora, era la 1:30 am.

Pensé que sería más tarde.

Ví que me habían llegado muchos mensajes y por eso no me paraba de vibrar.

— ¿Todo bien?. - Volvió a balbucear Manu casi en mi nuca.

  • Si, el puto whatsapp. Lo silencio.

Me metí en los mensajes. Era Xavi.

Hey Iker

k tl?

Oye

Estás por ahi?

hey!

Pásame las capturas de esta tarde

Stas?

Olaaa

No me lo podía creer. No hacía ni unas horas que habíamos hecho la videollamada en el baño de Gonza. No tenía fin. No me había acordado ni de las capturas que le había hecho con el móvil. Había tenido demasiados estímulos esa tarde.

Hey! Estás en línea!

Cabrón! Respondeeeee

Me has despertado<<

Xdna

Me las pasas?

Espera, anda, voy<<

Vaya prisas<<

Si no se las pasaba inmediatamente, éste era capaz de estar escribiéndome toda la noche. Me metí en la galería y fui seleccionando una a una, primero les echaba un vistazo y luego se las pasaba.

Uff vaya material tienes en el móvil eh?

Te quejarás…

No has visto a un colega así en tu vida

Se me había puesto morcilla al ver las fotos y leer esos últimos mensajes, pero no iba a seguirle el juego, estaba demasiado dormido.

Venga, champion. Disfruta<<

Bona nit<<

Silencié y bloqueé el teléfono y lo volví a dejar en el suelo. Me quedé dormido en cuestión de segundos.

Abrí los ojos como platos. No sé cuánto tiempo habría pasado desde los mensajes de Xavi.

Ahora me encontraba boca arriba de nuevo, por lo que suponía que Manu también, pero mi brazo estaba encima del abdomen de Manu.

Le estaba agarrando la polla. Y no solo eso. Manu estaba agarrando con sus manos mi mano con suavidad mientras me hacía recorrer con ella de arriba hacia abajo en bucle su rabo.

Se me cortó la respiración del susto. Claramente Manu se estaba aprovechando de mí, siendo mi colega de tantos años. Me apetecía pegarle una hostia con la mano abierta e irme de allí corriendo.

Mientras seguía masturbándole como si fuera una marioneta, se me pasó por la cabeza que Manu sabía lo de Gonza.

Me morí de miedo y me quedé aún más petrificado, apretando con fuerza mis manos y apretándole más que antes el rabazo.

Éste paró en seco de pajearse con mi mano y giró su cabeza hacia la mía de golpe.

Me miró fijamente. Por suerte tuve el impulso de cerrar los ojos justo antes.

Pude notar cómo acercaba su cara a la mía aún más y se quedó inmóvil mirándome unos segundos. Los segundos más angustiosos de mi vida.

No quería hacer ninguna mueca que le diera pistas de que estaba despierto. Estaba literalmente acojonado, no sabía cómo podría reaccionar.

Después de esos intensos segundos, volvió a su posición anterior y poco a poco volvió a articular mi mano con sus dedos.

Noté como se le había bajado la erección un poco. Con sumo cuidado liberó su polla de mis dedos y fue bajándolos hacia sus pelotas. Me hizo agarrarlas y masajearlas mientras con su otra mano volvía a menearse el rabo.

Estaba completamente flipando con la situación. No sabía qué hacer. Me dio mucha vergüenza descubrirle y también algo de miedo, no estaba preparado para que me echara en cara todo lo que sabía sobre Gonza y yo.

Volvió a dirigir mi mano hacia su rabo, se lo puse más fácil esta vez. Le agarré casi inconscientemente, que ahora si iba durísimo y comenzó a moverme la mano a tope, la cual fui apretando sin querer cada vez más, provocando que su respiración fuera aumentando de ritmo, hasta casi oírle jadear.

Cada vez se movía más en la cama, haciendo que mi cuerpo temblara a la vez que el suyo. Me estaba siendo muy difícil aguantar la compostura y hacerme el dormido, el movimiento de su cuerpo en la cama, esa presión en mi mano… nadie en su sano juicio se podría creer que yo estaba dormido.

De pronto dejó de ejercer presión sobre mi mano y la apartó del tronco de su polla, haciendo que ahora le agarrara la punta con la palma. Empezó a soltar trallazos calientes de leche sobre la palma de mi mano, que iban derramándose por mi brazo, hasta casi llegar al codo.

Apoyó mi mano sobre la cama, con la palma hacia arriba, guardando mucha corrida en ella. Se reincorporó, quedando sentado sobre la cama. Cogió mi mano, con la palma hacia arriba y la estiró hacia su cara. Empezó a lamerla poco a poco, con ligeros toques de su lengua, como su fuera un perrillo.

Debo decir que eso me puso bastante cachondo, jamás había vivido algo así y mientras lamía su leche de mi mano se me fue poniendo dura. Tener a mi colega de tantos años en esa posición de sumisión total me provocaba muchísimo morbo. Giré la cabeza instintivamente para poder disfrutar del espectáculo. Ahí estaba Manu, con el culo en pompa lamiéndome la mano mientras se seguía meneando la polla, totalmente mojada y brillante.

Por un instante se me pasó por la cabeza levantarme y comenzar a mamársela a tope, estaba demasiado cachondo, pero me empezó a hacer demasiadas cosquillas con la lengua y cuando no pude aguantar más, tosí. Manu apoyó mi mano inmediatamente en la cama y se tumbó también.

Aproveché para volver a girarme hacia la izquierda, necesitaba un poco de intimidad para volverme a dormir, y más con el calentón que llevaba después de las lamidas del perro.

Me llevé la mano cerca de mi boca y empecé a lamer los restos que a Manu no le habían dado tiempo a limpiar con su lengua. Notaba como mi rabo palpitaba descontrolado mientras seguía oliendo y lamiendo la palma de mi mano, pero me daba miedo moverme. Con esa indecisión en mi cabeza me terminé quedando dormido.

Noté como la luz invadía la habitación. Abrí los ojos y vi que estábamos totalmente destapados. A mi lado, Manu me daba la espalda. Pude observar su culo por unos minutos. Me recordaba al culo de Xavi. Ojalá hubiera sido Xavi para descargar el rabo de colegueo, puesto que yo me había levantado durísimo, como cada mañana.

Recordé cómo la noche anterior Manu me había hecho pajearle sin ningún tipo de pudor. En ese instante me entró una especie de rabia mezclada con morbo que me hacía desear follarle el culo sin permiso, una venganza bastante razonable a mi modo de ver.

En cambio, me quedé allí mirando el techo, esperando que se me bajara el calentón. De repente, Manu se dio la vuelta.

— Buenos días Ikerete, joder que frío.

  • Hey, bon día, nos hemos debido destapar, sí.

— Joder tronco, te has levantado contento ¿eh?

  • jaja si, es mi morning routine.

— Buen rabo gastas tío. Mira yo, estoy igual, jaja.

Bajé la mirada hacia su polla y ahí volvía a estar, gorda y dura como una piedra.

  • Ya veo ya, jajaj, vaya dos.

Cogió el móvil y después de unos segundos se encendió la tele sola con una porno. Un par de tíos follándose a una chica a la vez por el mismo agujero.

— Esto lo solucionamos rápido.

Puso la mano izquierda detrás de su nuca, dejándome su axila casi al lado de mi cara y con la otra mano se la empezó a menear lentamente.

Yo no podía más, me iba a reventar la polla desde la noche anterior. Jamás me hubiera imaginado tener esa clase de momento de colega con Manu, pero ya daba igual.

Me acordé de mi mano, de lo que Manu había hecho con ella la noche anterior.

  • Hay que ayudar al pellejo por la mañana, hombre.

Ni corto ni perezoso me lamí la palma de la mano mirándole a los ojos fijamente. Manu se quedó boquiabierto viéndome pegar varias lamidas a mi mano, donde hacía unas horas él había dejado toda su leche y aún pensaría que algo quedaba.

Inconscientemente aumentó el ritmo de su mano aún con sus ojos puestos en mí.

Para terminar la escena, después de varias lamidas me escupí la mano un par de veces sin dejar de mirarle y la bajé hacia mi rabo.

Subí y bajé las caderas, haciendo que fuera mi rabo quien se follara mi mano, y no al revés, impregnando todas mis babas a lo largo de mi polla.

Manu seguía con su cara de estupefacción, ahora mirando cómo me estaba pajeando.

Yo estaba disfrutando tanto ese momento… Por fin podía meneármela a gusto después de toda la noche en tensión, pero sobre todo, por fin podía poner contra las cuerdas a Manu, de alguna manera.

  • Buf, que rico tío. Me flipa meneármela por la mañana. - Dije susurrándo.

— Ya veo ya…

Manu no paraba de mirarme de arriba a abajo, como estudiándome, mientras se la pelaba despacio, casi inconscientemente. Yo estaba decidido a darle un show que no esperaba. Manu siempre me ha tenido como un chico vergonzoso, que no le gusta hablar mucho de sexo abiertamente. Y era verdad. Pero después de lo de anoche, incomodarle de alguna manera se había convertido en mi reto personal.

  • Mmmm... Cómo le caben esos dos rabazos en ese chochito… Joder, como me gustaría meterla ahí con un colega y darle bien fuerte los dos mientras le lamemos esas tetazas enormes, joder que pezones, me pondría a mamárselos a saco…

— Ya ves…

Manu no alcanzaba a decir nada, seguía mirándome casi sin pestañear.

Yo por mi parte cada vez me pajeaba más rápido, haciendo un ruido bastante evidente con mis babas rozando mi rabo. Intercalaba los movimientos de cadera con los del brazo, lo estaba dando todo y lo estaba gozando infinito. Empecé a jadear suavemente mientras no quitaba mi vista de la televisión.

  • Hmm… joder… que caliente estoy tío, uff… ahh… me flipa esa zorra.

Notaba como Manu me miraba atónito, pajeándose cada vez más fuerte.

Paré de meneármela un momento para llevar mi mano a mi boca y volver a escupirme. Para mi sorpresa no me salió nada. Me había quedado sin reservas de saliva, era lo normal cuando apenas había bebido un trago de agua desde que nos habíamos despertado.

Volví a intentar escupir, pero no salió nada.

  • Joder tío, así no se puede.

Giré la cabeza y ahí estaba Manu, mirándome fijamente. Le puse un gesto sacando morritos y le acerqué mi mano a su boca.

Manu se quedó más ojiplático si cabe y casi de manera automática me escupió en la mano.

No contento con eso, le volví a mirar con incredulidad como queriendo decir “Venga, puedes hacerlo mejor” y automáticamente me volvió a escupir una segunda vez.

Aparté la mirada y acerqué mi mano a mi rabo. Comencé poco a poco a esparcir las babas de Manu por el glande, con movimientos circulares, haciéndome gemir aún más fuerte.

  • Uff… mucho mejor, que gusto colega. Gracias.

Me la empecé a menear a saco, haciendo temblar la cama hasta el punto de que empezó a chocar el cabecero contra la pared.

  • ¿Cómo vas tío? Yo estoy a tope.

— Ya veo ya… yo igual.

Manu empezó a gemir conmigo, llenando los huecos en los que yo paraba para respirar, casi parecía una conversación de gemidos.

Después de un par de minutos dandole a saco a los rabos, noté la sensación de que en breve iba a vaciar mis pelotas.

  • Estoy a punto, tío. Ufff…

— Yo igual, ¿le damos?

  • Va.

Esperé a que Manu empezara a convulsionar del gusto justo antes de empezar a soltar leche, para ponerme de rodillas en la cama, apoyado en el cabecero. Quería que Manu me viera exhibirme, me ponía muy cachondo que no me quitara los ojos de encima y yo le iba a dar una vista de mi corrida en primera fila.

Con Manu apoyando la cabeza en la almohada y yo muy por encima y un poco girado para que me viera bien, empezamos a corrernos. Manu empezó a soltar leche por toda su tripa, no tenía mucha potencia de tiro, por lo visto.

Con Manu totalmente cegado por el éxtasis mientras me miraba,  comencé a correrme de manera bestial con varios trallazos que saltaban sobre mi pecho, casi llegando a mi cuello. Recordé como Manu se había corrido la noche anterior y aproveché mis últimos cuatro trallazos de leche para reorientar mi rabo y dirigirlos hacia su cara de manera “accidental” sin apenas mirarle.

Cuando acabé, estiré las piernas sobre la cama y me relajé unos segundos con los ojos cerrados. Tenía muchísima intriga por lo que habría sucedido con mis últimos trallazos, pero no caí en la tentación de mirarle, quise que todo siguiera pareciendo un accidente.

  • Buah tío, me he quedado fresquísimo. Así se comienza un buen día, jajaj.

— Si… eh… ¿me pasas la toalla que hay en la silla porfa?

Giré mi cara y lo ví. Por lo que pude observar, dos o tres trallazos de mi lefa habían caído sobre la nariz y los ojos, que los tenía cerrados, y otro más en el pelo.

Me empecé a reír a carcajadas al instante. Era una bonita venganza, estábamos en paz.

— ¡No te rías cabrón, que no puedo abrir ni la boca casi! ¡Corre!

  • jajajaj voy hombre, voy… vaya prisas jajajaja

— ¡Corre!

Me levanté de la cama hacia la silla de la ropa y cogí una toalla usada. Cuando volvía hacia la cama vi cómo, en el suelo, mi móvil se iluminaba y empezaba a sonar la alarma. Fui corriendo a apagarla y justo en ese momento se me ocurrió algo. Aún con mi mano pringosa de lefa, pulsé la app de la cámara, hice zoom a su cara y le hice una foto. En seguida bloqueé el móvil y lo dejé en el suelo de nuevo.

— Joder Iker, déjame limpiarme primero, que mira cómo me has puesto.

  • Toma anda, llorón.

Me senté en la cama y le puse la toalla en la cara. Se la restregó unos segundos y la llevó hacia abajo para terminar de limpiarse.

— Unas clases de tiro con arco no te vendrían mal ¿eh?

  • jajajjaja Joder, lo siento, cuando entro en trance no apunto.

— Ya veo, ya. - Respondió mientras se lamía los labios.

Haciendo esto Manu me miró ipso facto, con preocupación.

  • Tengo más si quieres, no te preocupes jajaj - le espeté.

Estaba llegando al punto de sentirme mal con él, así que me levanté, cogí otra toalla de la silla, me limpié como pude y cambié de tema.

  • Oye, vamos a llegar tarde. ¿Me dejas desodorante? No da tiempo ni para ducha tío.

— Buf, que puta mierda joder, vaya liada hemos preparado. Hay en el baño.

Salí de la habitación aún limpiándome los lefazos con la toalla. Noté una presencia al final del pasillo. Uno de sus compañeros de piso vestido con unos calzoncillos blancos, me estaba observando secarme el cuerpo en bolas en el pasillo, justo antes de meterme en el baño.

      • Bon día!
  • Hey, Bon dia! - respondí nervioso.