Mi cuñado Gonza 10

Voy a liberar a Willy...

  • Perdona Gonza, soy un desastre atándome los cordones con prisa.

— Vaya, en eso somos almas gemelas.

  • En eso… y en más cosas… jajaj

— jajaj Cabrón. ¿Vamos?

  • Cuando quieras.

Salimos de casa y nos metimos en el coche. Gonza condujo muy rápido todo el trayecto. Estaba nervioso. Llegaba el momento de la verdad, el momento de corroborar su teoría de las 20 personas a la redonda distinguiendo el olor de dos pajeros.

Fuimos en silencio escuchando Young Fathers a tope, su grupo favorito. Parecía que estábamos dentro de Grand Theft Auto.

No tardamos mucho en llegar, habíamos tardado menos de lo esperado. Aparcamos y corrimos hacia el Palau.

Para nuestra sorpresa no podíamos entrar. No llevábamos los tickets encima. Gonza llamó a Roger pero no le cogía el teléfono. Llamó a Isa también, pero tampoco hubo suerte. El partido ya había empezado, por lo que con el ruido en la grada sería imposible oír nada.

De repente me empezó a sonar el móvil.

Era Javi.

  • ¿Si?

      • Oye, que me he asomado hace un momento a la pista para ver si os veía, pero me he fijado que no estabas. ¿Sigues en la VIP? ¿Estás bien?
  • Eh… sí, estoy bien, gracias Javi. Ha venido Gonza a buscarme y al salir de la VIP me he dado cuenta de que había perdido las llaves del coche. Total, que hemos salido al parking a buscarlas antes de que saliera todo el mundo.

      • ¿Y? ¿Ha habido suerte?
  • Sí, justo las acabamos de encontrar. Estaban cerca del coche.

      • Menos mal. Y yo pensando que te había traumatizado con mi despedida jajaja

Gonza, que estaba frente a mi, frunció el ceño con extrañeza. No teníamos nada de ruido cerca por lo que podía escuchar perfectamente los gritos de Javi a través del teléfono.

Le miré un momento, me puse rojo y me di la vuelta, dándole la espalda.

  • No tranqui, todo bien. Perdona, sé que estás trabajando y no es para nada un buen momento, pero ¿podrías hablar con alguien para que nos dejaran entrar?

      • ¡Ah! ¿ Vais sin la entrada? Vaya tela. Espera.- Se puso a hablar por el walkie con alguien.

— ¿Ya lo habéis arreglado?

  • ¿El qué?

— Bueno, hace unos días me dijo en casa que te habías picado con él, o no sé qué.

  • Ah sí, ya está solucionado.

— ¿Qué os pasó?

  • Nada, jugando a la xbox. Es un tramposo y yo me lo tomé demasiado en serio.

— Ah, es verdad, que jugáis juntos. Vi que te llamaba para compartir partida el otro día mientras… bueno, eso.

  • ¿Mientras te soplaba los cojones? Sí. - No sé de dónde saqué la valentía para responderle así, pero me puso muy cachondo verbalizar algo así con Gonza.

— Jajaj joder, cállate, cabrón.

Lo dijo con una sonrisa la cara, como recordando lo que le hizo sentir ese momento.

      • Ya está, ahora os dejan pasar. ¡Luego os veo!

Me quedé mudo y colgué la llamada de inmediato.

Se me había olvidado por completo que aún tenía a Javi al teléfono, aunque parecía que le acababan de confirmar por el walkie que nos dejarían pasar. Sólo faltaba que me hubiera oído decirle eso a Gonza para rematar el día. Por cómo me respondió Javi y el ruido que tenía alrededor parecía imposible, así que respiré tranquilo.

— ¡Hostia tío! ¡Javi! - Empezó a hacer aspavientos con las manos y se cubrió la boca con ellas, mientras me miraba asustado.

  • No ha oído nada. Estaba con el walkie, ya le has oído.

— Joder nen, esto es una cagada bestial. Tienes que tener cuidado con lo que dices, se puede malinterpretar de la hostia. ¿No le habrás contado a nadie… esto… no?

  • ¿El qué? Yo no voy contando mis pajas a la peña. No creo que le interesen a nadie.

— Ya joder, pero colega… estate atento, que esto… no está bien.

Me quedé impactado por sus palabras. Con ellas estaba reconociendo que para él esto eran más que unos pajotes entre dos colegas, cosa que agradecí, la verdad, yo sentía lo mismo, pero ponía encima de la mesa la cuestión de unos hipotéticos cuernos hacia mi hermana. Esa idea me revolvió el estómago.

Hasta ahora yo me había dejado llevar por su seguridad al tomar parte de esto. Para él, “Esto” eran simples pajas entre colegas, hasta hacía unos minutos. En ese momento sentí que a Gonza le llenaba la preocupación y me acordé de todos los momentos en los que él me había llenado de confianza para que no me preocupara.

  • Gonza, somos colegas y son simplemente pajas.

— Si joder, ya lo sé. Entiéndeme. Es esta situación en particular.

  • Mira, yo lo veo así. Javi no ha oído nada, ni nadie va a oír nada. Así que no te preocupes. Perdona, se me ha ido la olla con el teléfono.

— No, qué va, es normal Iker. Quizá lo hemos hecho demasiadas veces seguidas y lo hemos normalizado. Es un error.

¿Estaba cortando con nuestras pajas? ¿En serio? Me inundó un tremendo sentimiento de tristeza, estaba a punto de echarme a llorar. Lo que hacía unos minutos me parecía normal entre nosotros, como disfrutar de ver su cuerpo desnudo y poder tocarle, se estaba desmoronando por momentos.

Se me empezaron a caer las lágrimas de los ojos. Realmente vivía obsesionado con él y ya le echaba de menos. ¿Esto significaba un punto y a parte en nuestra relación? ¿A partir de ahora solo sería mi cuñado? Nuestra relación de amistad y confianza habían crecido gracias a nuestros momentos de morbo. Si los eliminábamos, todo se desmoronaría.

— Ey joder, Iker. Ven aquí. - Me rodeó con sus brazos y me apoyó la cabeza en su pecho.

  • Perdona, no sé qué me pasa. - Seguí llorando.

— Siento haberte metido en este embrollo, de verdad. Soy mayor que tú, debí pensar las cosas con más cabeza. Me has demostrado una vez más tu madurez, cosa que ha brillado por su ausencia por mi parte. Han sido solo… pajas, tú lo has dicho, pajas entre amigos y están bien, de verdad. Pero se nos ha ido un poco de las manos. Hemos echado buenos ratos, ¿a que sí?… ¿Nos quedamos con eso?

Me estaba empezando a hablar como a un niño pequeño y no hay cosa que más odie en el mundo que eso. Me separé de su pecho, me limpié la cara y me comí el orgullo.

  • Bueno, a ver, ratos… aceptables, tampoco te flipes.

— Eres un crack, Iker. De verdad. A partir de ahora, tu y yo…

-.-.- Podéis pasar chicos. Solucionado. - El de seguridad había aparecido de repente y nos miraba intrigado.

En ese momento echamos a andar rápidamente hacia dentro, casi corriendo, a zancadas, al mas puro estilo de Javi.

Llegamos a las escaleras que daban a las butacas de pista y bajamos corriendo. Había un gran barullo, íbamos perdiendo de 12 y la gente estaba bastante agitada.

-·- Qué desastre estás hecho, germanet. Anda que perder las llaves. Ya sabía yo que te las tenía que haber dado a la salida del partido pero tu, nada, erre que erre. Que si se te va a olvidar, que me vais a dejar tirado en el parking…

  • Que sí Isa, que sí. - Miré a Gonza que justo se sentaba al otro lado de mi hermana.

Gonza en ese momento me devolvió la mirada, se señaló la boca con un dedo y vocalizó: HERMANOS.

Había terminado la frase. Y había terminado todo.

Una cosa era haberme pajeado con mi cuñado, que tiene tela. Pero otra muy diferente era hacerlo con mi hermano.

Se me revolvió el estómago sólo de pensarlo. Sin duda había querido sustituir todo lo que había hecho crecer nuestra confianza, con un nuevo concepto para nuestra relación. Que alguien te diga “hermano” sin serlo, denota una amistad profunda y libre de cargas.

Y lo había conseguido.

De entre todas las preocupaciones que me habían asaltado esos últimos minutos, la que más, sin duda, tenía que ver con cómo enfocar mi relación con Gonza a partir de ahora. Él me había dado la respuesta y me había tranquilizado.

Le respondí guiñándole un ojo y sonriéndole.

Desde ese momento me intenté concentrar en el partido, aunque no lo conseguí. No paré de recordar todos los momentos morbosos que había compartido con Gonza. Me daba mucha pena no poder volver a repetirlos. Me puse muy cachondo buceando en mis pensamientos, reviviéndolo todo. Me di cuenta y me quité la chaqueta para ponerla encima de mi paquete, que ya empezaba a levantar una tienda de campaña. Recé porque Isa no me pillara.

Al colocar mi chaqueta me di cuenta de que algo sobresalía por un bolsillo. Me quedé petrificado. Inevitablemente me acordé de Javi, de su olor, de su rabazo.

-·- ¿Te estás animando? - Dijo Isa mientras me miraba.

  • Eh… bueno. - No sabía qué responder. ¿Cómo me ponía en esa tesitura? ¿Qué quería que le respondiera? Si, mira, es que me he puesto a recordar cómo le lamía los huevazos a tu novio y después me ha venido a la cabeza el rabazo de su compañero de piso, al que, por cierto, le he robado los gayumbos en su cuarto y los pondré en una bolsita en el cajón de la almohada, al lado de los del que tienes al lado.

-·- Ya sabía Javi que esto te iba a animar. Que aunque hayas pensado que todo ha sido mérito mío, que en gran parte lo ha sido, no te voy a engañar, Javi ha estado atento. Así que luego le das las gracias.

  • ¿En serio no has sido tú, la que ha pensado todo esto? ¡Me dejas de piedra! - Le dije con ironía. Mientras aprovechaba para darle la vuelta a la chaqueta, la podía liar mucho si alguien descubría lo que guardaba ahí.

-·- Vale, ya vuelves a ser el de siempre. Luego le dices a mamá que me debe un favor.

Justo después Isa miró a Gonza, le dio un beso y apoyó la cabeza en su hombro. Me moría de vergüenza y de rabia. Vergüenza por haber llegado a hacer todo eso con Gonza y rabia porque en ese momento me hubiera gustado cambiarme por ella.

Después de varias cervezas que, por supuesto, no me volvieron a encargar a mí, acabó el partido. Habíamos ganado de 3, con tensión al final, todo muy NBA, por lo que hubo abrazos y jolgorio para dar y tomar.

Cuando Gonza me vino a abrazar inevitablemente me acordé de su anterior abrazo en la puerta del Palau. ¡Cómo un simple abrazo entre dos personas puede cambiar tanto en tan poco tiempo!

— ¡Hermano! ¡De tres! ¡De putos tres puntos! ¡Diooos!

Empezar el grito con “Hermano” era lapidario para mí en ese momento, aunque entendí que quisiera empezar con esa nueva normalidad cuanto antes. No había mejor momento, más fuera de contexto, que esa celebración.

Isa, al oír “Hermano” nos miró con cara de póker, luego sonrió.

Mientras nos abrazábamos nos cayeron varias birras encima, la gente se había vuelto loca.

— Anda que… al final acabamos empapados de birra, otra vez. Tiene cojones. - Me susurró Gonza.

  • Pues sí, cojones tiene la cosa, sí.

— Jajaja Cabrón.

Me quedé bien a gusto diciéndole eso, la verdad. Quería ver cómo reaccionaba y al parecer no se lo había tomado mal, para nada, lo que me dejaba más tranquilo.

Todo el grupo salimos hacia el parking. Las parejas se estaban contando los planes que tenían después.

Cuando llegamos a la puerta de salida me acordé de Javi. Quería vernos y nos estábamos olvidando de él.

  • Oye chicos, esperamos a Javi, que nos quería saludar.

— Bueno, si queréis… Pero va a tardar, siempre tarda. Ahora es cuando tiene más faena. - Dijo Gonza.

  • Da igual, que nos ha regalado las entradas… ¡qué menos!

-·- Nosotros nos vamos, Gonzalo, que sino no llegamos al Cinc Sentits. Para una vez que conseguimos mesa… - Respondió Isa.

Roger y Laia también habían pedido mesa en un restaurante, por lo que su respuesta fue calcada.

  • Me sabe mal. Yo me quedo para darle las gracias al menos. - Dije enfadado.

-·- Germanet, cuando te eches novia y casi no la veas lo entenderás. Dale un abrazo de nuestra parte.

Uno por uno me fueron dando abrazos de despedida, el último, Gonza.

— ¿Hablamos mañana?

  • Cuando quieras, bro.

Gonza me sonrió y me guiñó un ojo como lanzándome un mensaje de compadreo. Había dado por aceptada nuestra nueva situación y eso le complacía.

Todos se dieron la vuelta y empezaron a salir hacia el parking. Me quedé mirando cómo Gonza se iba alejando cuando volvió la cara y me volvió a sonreír.  Me quedé ahí plantado con cara de bobo unos segundos.

-.-.- ¿Eres Gonzalo?

De repente, el de seguridad me había cogido del brazo y me estaba gritando en el oído.

  • Sí, no, bueno, es mi… cuñado. Soy Iker.

-.-.- Ah, Iker, también me vale. Dice Javi que le esperéis en la puerta del vestuario, justo antes del pasillo de prensa. Podéis beber lo que queráis allí.

No me lo podía creer. ¿Nos estaba invitando allí? Me quedé mudo de la emoción. ¿Podría ver salir a los jugadores incluso antes que los de televisión?

-.-.- Decidiros ya, que tengo que avisar.

  • Bueno, es que… estoy yo solo. Los demás se acaban de ir.

-.-.- Mejor, menos gente, que se forman unas allí en estos partidos que no es normal. ¡Xavi! Acompaña a…

  • ¡Iker!

-.-.- Eso, Iker. Acompáñalo a Gabinete. Va por Javi fisio.

Un chico me hizo un gesto con la mano para que lo siguiera. Fuimos un buen rato por los pasillos a contracorriente de la gente, que aún salía hacia el parking.

Llegamos a una sala con un pasillo rodeado de cámaras y periodistas. Cruzamos el pasillo mientras escuchaba comentarios del tipo: ¿Este quién es? ¿De la Cantera? ¿Fenerbahçe?

— Perdona, nadie suele entrar aquí tan tarde, por eso se ponen como locos. - Me dijo Xavi.

Entramos en la sala colindante, no había mucha gente, solo lo que parecían ser algunos familiares de los jugadores.

— Aquí te dejo, encantado Iker, nos vemos. - Xavi abrió la puerta por la que acabábamos de entrar y se fue corriendo.

Varias personas me miraron de arriba a abajo, preguntándose quién podría ser. Me moría de la vergüenza. Me acerqué a una nevera y saqué una botella de agua. Me sentía un total intruso, así que me centré en observar la televisión que había colgada en la pared que mostraba las mejores jugadas del partido.

Empezaron a salir los jugadores y personal deportivo del Barça que yo tenía fichadísimos de verlos en la tele o periódicos.

Estaba alucinando de poder estar allí, viendo cómo algunos abrazaban a sus mujeres y niños.

Sin pensarlo dos veces, saqué el móvil y empecé a grabar, quería acordarme de esto siempre y poder enseñárselo a mis colegas. ¡No se lo iban a creer! Me guardé el móvil en el bolsillo dejando la cámara por encima de la tela.

Pude saludar a algunos jugadores que me preguntaban con mucha confianza por quién estaba allí, o de quién era familiar.

Pasaron algunos minutos, la sala estaba ya completamente vacía y se oían algunas voces sueltas en el vestuario. Javi estaría a punto de terminar la sesión de fisio.

Se abrió la puerta y salió Jairo Vázquez, entrenador de la cantera.

— ¿Has visto a Pol? - Me preguntó

  • ¿Pol Figueras?

— Claro.

  • Sí, ha salido hará un par de minutos.

— ¡Joder! Bueno, gracias.

  • De nada, Jairo.

— ¿Quién eres?

  • Bueno, nadie en realidad.

— ¿Cómo que nadie? - Se echó a reír. - Todo el mundo es alguien. ¿Cómo te llamas?

  • Soy Iker, estoy esperando a Javi, es fisio.

— ¡Ah, coño! ¿Eres Iker? ¿El de la xbox?

Me quedé blanco. Me faltaba el oxígeno. ¿Qué había contado Javi? Es más, ¿Me había mentido y había visto algo ese día? Y ya, como colofón ¿Había contado la movida en el puto vestuario del Barça? No daba crédito.

— ¿Eres tú?

  • Tengo una xbox, si.

— Ya nos ha dicho Javi que le metes unas palizas de todos los colores. Luego le pido tu usuario, que aquí necesitamos bajarle los humos a todos estos.

  • ¿A quién?

— Hombre, a los que acabas de ver salir, a quién va a ser jejeje

  • Ah, claro, por mi encantado.

Estaba alucinando. Una de las personas que más sigo se sabía mi nombre y me estaba invitando a jugar con toda la plantilla del Barça. Es que no podía querer más a Javi en ese momento.

— Oye, pasa, a esto le quedan 10 minutos.

  • Ah, eh… vale.

Crucé la puerta del vestuario y caminamos por un pasillo lleno de taquillas. Ahora sí que me temblaba todo el cuerpo. Estaba en el sitio de mis sueños desde que tenía uso de razón.

Dejamos atrás varios despachos vacíos y entramos en la zona de vestuario, con los bancos y las taquillas. Había aun dos jugadores vistiéndose. Ni se percataron de que estaba allí, pero yo me encontraba emocionado por poder verlos. Sin querer les dije un tímido “Hola” al que respondieron, sin mirarme, con otro.

Seguimos caminando y llegamos a las duchas. No había nadie. En ese momento me invadió por el cuerpo la curiosidad de haber visto a alguno de mis jugadores favoritos desnudos, cosa en la que nunca había pensado.

De repente se abrió una puerta de madera dentro de la estancia de las duchas y salió un jugador en bolas. Imagino que era el baño. Tenía un cuerpo enorme, no se le podían marcar más los músculos. No pude evitarlo y le miré de arriba a abajo, parándome a observar con mayor detenimiento la zona del paquete. Menudo rabazo tenía, casi como el de Javi podría decir, aunque no tan gordo. Se dio la vuelta y se dirigió hacia una ducha. Menudo culo, se veía prieto, no muy grande, pero redondo, y sin un pelo. Empezó a caerle agua encima, era como estar viendo una película porno.

Yo me había quedado embobado viéndolo y había reducido bastante la velocidad de mis pasos.

— Si quieres luego le pides un autógrafo. Sin problemas, Iker.

  • Ah, sí, claro, gracias Jairo. Justo estaba pensando pedírtelo a ti también.

— Eso está hecho. Ahora voy a por una tarjeta.

Ya estábamos entrando en otra sala, había camillas y un par de bañeras llenas de hielo. Ahí estaba Javi, doblando la pierna a un jugador que descansaba boca abajo en calzoncillos.

Me quedé un par de minutos observando el masaje. No quería interrumpirlo puesto que, de vez en cuando, se ponían a hablar. Al final me decidí y saludé.

  • Buenas. - Dije en voz baja.

      • Hombre Iker, ¿ya estáis aquí? - Me respondió sonriéndome sin moverse de su sitio.

— Viene solo el chaval, lo he recogido de Gabinete, estaba vacío ya.

      • ¿Solo? ¿Y éstos?
  • Se han tenido que ir, tenían reserva en Cinc Sentits y Accés.

      • Ah, bueno, normal entonces.

— De haberlo sabido, te hubiéramos dejado entrar con Javi antes.

  • Muchas gracias, no pasa nada.

— Para otra vez, ya sabes. Toma, ahí va mi firma y la de Petteri, que se iba ya.

  • Ostras, muchas gracias Jairo.

— De gracias nada. Dime tu usuario de xbox que me lo apunto en el móvil.

  • Es “ la.de.parks ”.

— ¿Qué es eso?

  • Una canción que me gusta. Va de la serie Parks and Recreation , no se si...

— ¡Ah, sí! Un puntazo la serie. La canción no me suena... La buscaré... y tu usuario también, vaya.

      • Pero deja al chaval, que se va a llevar una decepción de la hostia.

— Pero ¿tan bien se te da, colega?

      • Sus buenas horas le echa, ¿a que sí?
  • Sí, bueno, si echara tantas horas estudiando como jugando, otro gallo me cantaría.

— Eso lo vas a tener que demostrar ¿eh? La semana que viene a ver si me acuerdo y me haces una demostración.

      • No le hagas ni caso ¿eh? Ya tendrás tiempo de xbox.

— Bueno, lo dicho. Encantado Iker, ya sabes dónde estamos. Os dejo que tengo cena también.

Nos despedimos con un apretón de manos y se fue dando zancadas. Aquí todo el mundo daba zancadas al parecer.

Estuve un rato en silencio viendo como terminaba de dar el masaje Javi. La verdad es que el momento en el que hincó sus dedos en la ingle del jugador y los empezó a mover, haciendo que el paquete también se moviera me puso cachondísimo. Intenté que no se notara poniendo la chaqueta delante de mí.

      • Pues esto ya está. Lo vemos de nuevo mañana, Ante. Se va a quedar en una distensión, creo yo. Ducha y para casa.

Ante se levantó, caminó hacia mí y me hizo chocar la mano. Este tío era mi puto ídolo y me acababa de chocar la mano en gayumbos, bastante apretados por delante, por cierto.

  • Oye Javi, que muchas gracias por las entradas. Entre eso y dejarme vivir este momento me has dejado sin palabras.

Javi se acercó a mí y me dio un abrazo.

      • Me alegro, Iker. Espero que valga para que te animes esta semana. ¿Te vienes a cenar? No tengo nada, pero podemos pedir algo.

La verdad que no tenía nada que hacer y me sentía muy agradecido con Javi.

  • Claro, pero lo pido yo ¿eh? Déjame invitarte al menos.

      • Hecho. Vente, me cambio y salimos, ¿vale?

Le seguí a la habitación de al lado. Allí había varias taquillas y duchas, bastantes menos que en la zona de jugadores. Esta habitación imaginé que sería para el equipo técnico.

Me senté en un banco y me puse a mirar la tarjeta firmada que me había dado Jairo. Aún no me podía creer lo que había pasado, me iba el corazón a mil.

Javi cogió su bolsa de deporte y la puso en un banco en frente de mí. Empezó a sacar unas zapatillas y algo de ropa.

Se quitó la camiseta y le miré inconscientemente. Ya le había visto sin camiseta muchas veces, sobre todo jugando en la xbox. Pero me acordé de su peculiar despedida en la zona VIP, y me ruboricé al instante.

Se sentó en el banco y puso un video de Novedades Carminha en el móvil. Se quitó las zapatillas y los calcetines sin quitar la mirada del  móvil.

A continuación se levantó y se bajó los pantalones. Llevaba unos calzoncillos slip blancos que le marcaban a saco el culo. Se los bajó de seguido dejando todo al aire, estaba de espaldas y en ese momento yo me encontraba totalmente hipnotizado por ese culazo tan marcado y redondo, era todo músculo. De repente se dio la vuelta y yo, me centré en mirar la tarjeta con muchísima atención. No quería que se me notara lo cachondo que iba. Me estaba vibrando el rabo a saco solo con imaginar su rabazo delante de mí. No podía caer en el fallo de que se diera cuenta de mi admiración por su instrumento.

      • ¿Y qué te apetece?

Levanté la vista y ahí estaba, la polla más enorme que había visto nunca, incluso más grande de lo que recordaba. Dirigí la mirada de inmediato a sus ojos.

  • ¿Cómo que qué me apetece?

      • Sí, que qué te gustaría comer.

Si Javi supiera lo que me gustaría responderle en ese momento, alucinaría.

  • Pues, no sé. A veces he pedido en Shibui. Está rico.

Me estaba costando muchísimo mirarle a la cara cuando tenía su rabazo prácticamente a la altura de mi cara.

      • ¿Te apetece probar algo nuevo?

Esa pregunta para mí, en ese momento, era demasiado pretenciosa. No pude evitarlo, por un par de segundos le miré descaradamente el rabo. Tal y como recordaba, bien gordo y largo, con un capullo grande, sin pellejo. Pude fijarme también en sus bolas, eran enormes y las tenía bastante colganderas. Más que un escroto parecía un calcetín con dos pelotas dentro.

En seguida volví a mirarle a la cara.

  • Si, claro, lo que tú quieras. Pago yo, ya lo sabes.

      • Estaba pensando en algo cerdo.

Dios, me estaba poniendo tan cachondo esta conversación. Solo quería que en ese momento se cogiera el rabazo y respondiera “En esto”. Empecé a notar lo mojada que iba la punta de mi polla. Ya no sabía como taparme, era un canteo.

  • ¿Como qué?

      • Una pizza de esas que aprietas el borde y sale todo el queso desparramado. Uff…
  • Ya ves, por mi genial, eso siempre apetece.

      • ¿A que sí? Venga, busca Sports Bar, y coge la que quieras.

Se sentó en el banco y se empezó a poner los calcetines y las zapatillas. Ahora que estaba mirando hacia abajo pude mirarle descaradamente. Le colgaban las pelotas y el rabo de manera bestial. Daban ganas de comprobar cuánto pesaba todo eso con las manos.

Acto seguido se levantó y se dio la vuelta para buscar la camiseta. Flexionó un poco las rodillas y pude ver la largura real de sus cojones. Habría unos 8 cm de piel hasta que llegaban los huevos, parecía un toro.

De pronto se dio la vuelta y me pilló mirándole. Yo saqué el móvil disimulando y me puse a buscar la página del Sports Bar. Me di cuenta de que aún tenía la cámara activada desde que había entrado a la sala de familiares. Miré instintivamente a Javi, pero estaba peleándose con la camiseta para ponerla del derecho, así que con mucha cautela le enfoqué con la cámara, iba a tener ese rabazo y esas pelotas guardadas como un tesoro en el móvil.

Cuando se hubo puesto la camiseta dejé de grabar y me puse a buscar el restaurante. Javi se volvió a sentar, metió las zapatillas por los agujeros del slip y lo fue subiendo hasta pasadas sus rodillas. Se puso de pie de un salto haciendo botar el rabazo y las pelotas hacia arriba y subiendo el slip estratégicamente para que cuando todo bajara quedara apoyado sobre la tela. Parecía un slip con bastante capacidad delantera, aún así le costó un poco acomodar la polla en él. Tenía un paquete impresionante y con ese slip parecía monstruoso. Se colocó el rabo hacia abajo, con un huevo a cada lado y se meneó todo el paquete un par de veces una vez lo dejó a su gusto.

Después se puso unos pantalones de chándal que le iban un poco prietos, parecían mallas incluso, y se volvió a colocar el paquete.

Se dio la vuelta y empezó a colocar todo dentro de la bolsa de deporte.

Me di prisa e hice el pedido online, necesitaba demostrar que había estado más atento al móvil que a él.

      • Bueno, pues ya estoy.
  • Espera que estoy metiendo la dirección.

      • Genial, te espero en la entrada que tengo allí el abrigo.
  • Vale.

En cuanto se fue del vestuario me puse en pie, me abrí el pantalón, bajé mis gayumbos y me di caña en el rabo unos segundos. Hubiera podido hacerme una buena paja con todo lo que había vivido en ese vestuario desde que había puesto un pie en él, pero únicamente lo hice para limpiarme la polla de babas. Me la sacudí contra una taquilla hasta que la dejé limpia. Después me la coloqué hacia arriba, dejando una parte al aire, por encima del gayumbo y del pantalón. Era la manera de que se notara lo menos posible el empalme que llevaba. Me bajé la camiseta y me puse la chaqueta encima. Todo en orden. Salí hacia la salida de ese vestuario gigantesco.

Al pasar por las duchas vi a Ante, solo, en las duchas, enjabonándose el culo con una mano y con la otra las ingles, con lo que le botaban las pelotas y la polla. Noté como mi rabo volvió a echar babas, me separé la camiseta un poco para no mojarla.

De repente Ante echó a andar hacia mí, subió su mano pidiendo chocarla.

  • ¿Estás mejor?

Chocamos las manos.

— Bueno, me he llevado un buen golpe en el tercer cuarto, ya lo habrás visto.

  • Sí, hasta a mí me ha dolido.- Sinceramente, no me acordaba de nada del partido.

— Pero Javi me lo ha arreglado un poco. La ducha me está viniendo de lujo.

  • Qué bien. Espero que te mejores.

— Nos vemos, vuelvo al agua que me congelo.

  • Adéu!

No podía estar más alucinado. Mi puto ídolo hablándome en confianza, en pelotas. Joder, este día no lo olvidaría nunca.

Seguí hacia adelante y vi a Javi sosteniendo la puerta y mirando el móvil.

      • ¿Me llevas en tu coche, no?
  • Claro, lo daba por hecho.

      • Menos mal que me has esperado. El compañero que me iba a llevar a casa se ha olvidado de mí, se acaba de dar cuenta el  muy cabrón.
  • Bueno, sino ya ves tu, un taxi y listo, no será por pasta, currando aquí, jajaj.

      • No me puedo quejar, no, jajaj.

Salimos hacia el parking y nos metimos en el coche. Yo, mientras me ponía el cinturón vi que me había manchado la camiseta con la punta del rabo y aproveché para cerrarme la chaqueta. Aún tenía casi la mitad del rabo asomando por encima del pantalón, así que recé para que no se diera cuenta.

Por el camino estuvimos hablando mucho de lo emocionante que había sido para mí entrar en el vestuario y estar sentado viendo el partido en pista. Javi empezó a poner sus canciones favoritas y las empezamos a cantar como locos. Lo pasamos genial.

Al llegar a su casa aparcamos el coche en la puerta y entramos al salón.

En seguida llegó la pizza, así que nos sentamos en el sofá a ver unos gameplays de Youtube mientras comíamos y bebíamos unas cervezas.

Estaba claro que íbamos a jugar con la xbox, así que nada mas terminar de comer fuimos al cuarto de Javi y cogimos los mandos.

Era increíble acabar el día así, estaba feliz, compartiendo de nuevo tiempo con Javi. Nos reímos muchísimo y gritamos todo lo que quisimos jugando. Estábamos montando una buena. Jugábamos sentados en la cama e incluso de pie o saltando sobre ella descalzos. Nos tiramos por lo menos 3 o 4 horas jugando sin parar.

      • Oye, antes de seguir. Te quedas a dormir, sí o sí.
  • ¡Qué no! Yo ahora en un rato marcho con el coche, estoy muy cerca.

      • A ver, son las tres y media de la mañana, llevamos cinco cervezas encima cada uno. No creo que sea muy responsable. Quédate, en serio.
  • Bueno, voy a avisar a mi madre, que sino ésta no se duerme. A ver qué dice.

En cuanto escribí a mi madre me contestó. Estaba bastante enfadada y preocupada porque no le hubiera avisado de nada. Pero cuando le dije que estaba pasándolo bien en casa de Gonza. En seguida se tranquilizó e incluso le restó importancia. El coche no lo necesitaría el día siguiente así que me dio el OK.

      • ¿Te deja tu mamuchi quedarte a dormir, eh pequeñín? - Me preguntó mientras me hacía cosquillas en la cintura.
  • jajaj Pues sí, le parece hasta bien, fíjate. Esta mujer, con lo que ha sido…

      • Debe estar sonámbula y no sabe lo que dice.
  • jajajaj Cabrón.

      • Bueno, entonces hacemos una cosa. Te presto un pijama y seguimos un rato pero en la cama ya.
  • Ah, venga, puedo dormir en el sofá ¿eh? No hay problema. Soy yo muy de sofá.

      • ¡Anda ya! Teniendo esta pedazo de cama
  • La verdad que grande es un rato, si…

      • Con mis dos metros necesitaba algo así. Sino…
  • Joder, ya ves.

Javi se puso a buscar en los cajones un pijama para dejarme. Se puso a mirar también dentro del cubo de la ropa sucia. Entré en pánico.

      • Oye, no tengo limpios, los tres están para lavar. Te puedo dejar una camiseta si quieres.
  • Ah sí, claro, no te apures. Hace calor.

      • Pues sí, yo voy a dormir en gayumbos también, pero por hacerte un favor. Yo soy de dormir con la minga al aire siempre jajaj
  • ¿Sí? ¿Y eso?

      • Pues porque siempre vuelvo a casa hasta las narices de los gayumbos, siento que me aprietan todos mucho, así que en la cama me permito el lujo de ir libre como el viento.
  • Claro, entonces normal. ¿Has probado otro tipo de gayumbos?

      • He probado todo, tío. Los que más me gustan son los de tela, pero en mi curro, tengo que llevar bóxer o slip deportivo, sí o sí.

Mientras hablábamos me empecé a desvestir, a quitarme las zapatillas, los calcetines, la chaqueta. Por sorpresa, mi polla volvía poco a poco a su forma natural y ya no la tenía saludando por encima del pantalón. Me quité la camiseta y el pantalón, quedándome en bóxers, los cuales aún estaban algo húmedos por la cantidad de babas que había soltado hacía unas horas.

Javi hizo lo mismo, se quitó las zapatillas y la ropa y se quedó en los slips.

Cada uno estábamos a un lado de la cama y en ese momento nos miramos por un segundo sin decir nada.

      • Toma esta camiseta.
  • Gracias. - Me la puse. - Yo me meto así ya dentro.

      • Claro, como quieras. Yo creo que me voy a quedar sin camiseta, que ya sabes que es mi estado natural.
  • Sí, claro, como quieras.

Los dos nos metimos en la cama. Apoyamos la espalda en el cabecero de cuero que tenía y nos tapamos con la sábana hasta la cintura. Era tan grande que no nos rozábamos ni con las piernas abiertas.

Cogimos los mandos y reanudamos el juego. Seguimos riéndonos mucho. Con nuestros movimientos de piernas fuimos bajando la sábana sin querer hasta hasta el muslo.

Me di cuenta y miré mi paquete, todo estaba en orden. Ya no parecía tan húmedo y todo estaba en su sitio.

Miré disimulando de reojo al paquete de Javi, que llevaba slip.

Como estaba con las piernas flexionadas y abiertas, el slip no daba de sí y se le veían las pelotas saliendo un poco por los lados. Volví a mirar a la pantalla pero ya no veía nada más que la imagen de su paquete en mi mente. Nunca lo había tenido tan cerca. Me atraía muchísimo y más habiéndolo visto con tanto detalle hacía unas horas.

  • Oye, voy a ir al baño, que en breves nos vamos a quedar sopa y no te quiero despertar.

      • Perfect, dale.

En ese momento que iba andando hacia la puerta se me ocurrió hacer algo que quitaría un poco mi imagen de niño a Javi, de una vez.

Abrí la puerta y me giré para decirle:

  • ¡Oye, que todos tenemos una colgando!

Me bajé el bóxer por delante con una mano, como él había hecho y con la emoción del momento también moví las caderas de lado a lado haciendo mover mi rabo de izquierda a derecha varias veces.

La cara de Javi era un poema, sin duda no esperaba algo así.

Acto seguido me subí los gayumbos y me fui al baño. Ahora tenía un problema más grande. La situación de exhibicionista me había puesto tremendamente cachondo. Intenté mear en el váter pero era imposible, la tenía demasiado empinada como para apuntar bien. No lo dudé, asomé mi rabo a la ducha y la dejé mear sobre la pared de azulejos. Estuve meando por lo menos un minuto y medio, me di cuenta que me había estado aguantando todas las birras que habíamos tomado en casa.

Cuando acabé encendí la ducha y limpié la pared y el plato. De paso me limpié la polla con agua fría para que se bajara un poco, cosa que conseguí. Ya podía metérmela en el bóxer al menos, sin embargo se notaba mucho y lo había mojado un poco con el agua de la ducha. No me quedaba otra, me quité la camiseta y me cubrí con ella. Total, Javi ya iba sin camiseta, no iba a ser sospechoso.

Fui hasta la habitación de Javi, abrí la puerta y entré.

  • Oye, que me solidarizo contigo y voy a dormir sin camiseta también. Hace un calor de la hostia.

Javi estaba recogiendo los mandos de la xbox y apagando la consola.

      • Como quieras, ya ves tú.

Me dirigí a la cama, me metí y me tapé con la sábana hasta tapar todo el gayumbo.

      • Yo creo que ya que hay confianza… Voy a liberar a Willy.

Volviendo a la cama, se bajó los slips hasta los pies, los cogió y me los tiró a la cara.

  • ¡Cabrón!

Me los quité de la cara, muy a mi pesar, y los tiré al suelo.

      • Y Willy sabe… ¡Hacer el helicóptero!

Puso sus manos en la nuca y con un pie apoyado en el colchón empezó a mover las caderas de manera que el rabo y las pelotas le empezaron a dar vueltas.

Yo no sabía como reaccionar, lo único que se me ocurrió fue coger mi almohada y empezar a pegarle con ella. Él cogió la otra y empezamos una guerra de almohadas con bastante movimiento.

Después de varios minutos pegándonos hostias como panes con las almohadas y dejándonos el cuerpo lleno de roces por las cremalleras, paramos casi a la vez, nos tiramos encima de la cama exhaustos, después de un día intenso, y con unas birras de más, esto nos había rematado.

Estuvimos oyendo nuestras respiraciones a saco durante cinco minutos, después éstas se fueron haciendo menos intensas pero más sonoras por parte de Javi. Nos estábamos quedando dormidos poco a poco. Antes de caer rendido decidí hacer honor a esa frase que había dicho Javi (“Yo creo que ya hay confianza” ) y me bajé los gayumbos hasta los pies, tirándolos después al suelo.

Me estiré el rabo y me rasqué los huevos, después coloqué mis manos detrás de mi cabeza y cerré los ojos.

En ese momento noté como Javi se incorporaba en la cama, cogía la sábana y nos cubría a los dos hasta la cintura. Luego, muy despacio, se arrastró un poco hacia mi lado, hasta que su cabeza chocó ligeramente con mi codo en la almohada. Abrí de reojo los ojos por última vez y vi a Javi girar su cuerpo hacia mí.

Me quedé dormido.

Estaba intranquilo, no estaba descansando nada,  tenía algo de frío y sed. Abrí los ojos de repente, recordé donde estaba y lo que había sucedido el día anterior.

Me puse de lado y pude observar que Javi no se había movido del sitio. Eso sí, me había quitado toda la sábana y ahora solo le tapaba a él. Con mucho cuidado para no despertarle me acerqué. No quería tirar demasiado de la sábana así que la mejor opción era acercarme yo y tirar de ella lo justo.

Me puse a su lado y comencé a tirar, pero la tenía bien enganchada con las piernas. Así que intenté que cambiara de postura moviéndole la rodilla izquierda que tenía sobre la derecha. Poco a poco fui moviéndole hasta que por sí mismo se movió del todo boca arriba. Sin querer, abrió las piernas y arrastró toda la sábana hacia el suelo, quedando totalmente enrollada en su pie.

No me lo podía creer, ¿con qué me tapaba yo ahora?

Giré la cabeza para mirarle a la cara, como pidiéndole explicaciones por esa jugarreta. Antes de llegar a mirar su cara, mis ojos se pararon en su rabo. Parecía que se moviera por momentos. Sí, se movía, estaba creciendo. Este cabrón se estaba poniendo cachondo ahí, delante de mí. Me coloqué mejor, un poco más cerca de ese hallazgo, para poder verlo mejor.

Me estaba poniendo cerdísimo. Esa pedazo de tranca aún estaba creciendo más y más. Sus pelotas se empezaron a mover levemente y al tener las piernas abiertas, se colaron entre ellas, llegando casi hasta el colchón.

Yo tenía el rabo a tope mirando esa escena. Me lo agarré y empecé a descapullarmelo suavemente para no hacer ruido ni movimientos bruscos, quería seguir disfrutando del pollón de Javi en secreto.

Alucinaba con el tamaño que estaba adquiriendo esa polla, no paraba de crecer milímetro a milímetro, tensando la piel a saco y subiendo poco a poco los huevos.

De repente la tranca de Javi comenzó a temblar, de arriba a abajo, y a apuntar ligeramente hacia el techo. No medía menos de 23 cm, era exageradamente grande y exageradamente gorda.

Después de pajearme muy suave un rato, mirándola, decidí intentar tocarla. Me moriría de vergüenza si me pillaba, pero las ganas y el morbo me podían aún más.

Alargué la mano derecha hacia él, con las yemas le toqué el brazo y pareció no inmutarse. Me acerqué un poco más y le toqué la barriga. Nada.

Decidí hacer un recorrido por su pecho con mis dedos. Empecé por el abdomen y fui subiendo hacia los pectorales, ahí hice un recorrido dando vueltas muy muy despacio hasta llegar al pezón derecho. Nada.

Era el momento, me sentía confiado. Acerqué mi mano a su cadera y la dejé apoyada ahí un par de minutos. No hubo ninguna reacción por su parte.

Arrastré la mano con suavidad por el vientre, ahora podía sentir esos pelos recortados que le cubrían toda la zona. Me puso muy cachondo, tanto que no esperé a acercar aún más la mano.

Metí el índice en la ingle y poco a poco lo fui montando en la base de su cipote. Era increíble lo duro que estaba, subí el corazón, el anular y por fin el meñique. Me paré en seco, estaba poniéndome demasiado caliente y quise comprobar si su cara hacía algún gesto. Nada.

Ahora sí, con los cuatro dedos encima de su rabo intenté meter el pulgar por debajo, para poder agarrársela por completo. Pude meterlo y notar lo que pesaba esa monstruosidad. Justo lo que yo pensaba, no pude llegar a agarrarlo por completo, era demasiado grueso. En ese momento mirándole a la cara le apreté un poco el cipote. No parecía notar nada, así que apreté bastante más. Pude notar los latidos que pegaba, la tenía durísima.

Me cogí la polla y me la empecé a pelar con la izquierda mientras apretaba la de Javi. Sentía que iba a correrme continuamente, era increíble poder tocarle sin que se enterara.

Empecé a subir mi mano derecha por su tronco, su troncazo más bien, impresionaba subir y subir y no acabar. Pasé el ombligo y aún no había llegado el glande. Seguí subiendo y ahora se estrechaba mínimamente. La punta del rabo estaba cerca. Seguí subiendo, levantándola un poco para no rozar con mi pulgar su abdomen. Por fin llegué al comienzo del glande. Lo atrapé con la palma de mi mano, necesitaba agarrar esa punta y levantar el rabazo desde allí. Lo levanté poco a poco y noté como el propio rabo se oponía con mucha fuerza. Seguí obligándolo pero la fuerza ya era imposible y me pareció ver a Javi mover la cadera. Dejé su rabo con mucho cuidado en su posición inicial y dejé mi mano apoyada sobre él.

Estaba disfrutando tantísimo tocándole… Me tiraría horas y días observando y palpando cada centímetro de su paquete. En ese momento me acordé de sus pelotas. Me abrumó la necesidad de cogerlas aunque fuera por un instante.

Bajé la mano hasta la base y allí seguí el camino hacia su huevada. Fui tocando poco a poco la piel que cubría esos huevos. Estaban sudadísimos, lo cual me puso cachondísimo. No podía aguantar más y puse mi mano debajo y la subí para cogerlos. No entraban en la palma de mi mano. Comencé a sobar uno y luego el otro, estaban durísimos y pesaban bastante… Solo pensaba en metérmelos en la boca, o intentarlo al menos, visto lo visto.

De repente oí como Javi empezaba a respirar más fuerte. Me asusté, solté sus huevazos y me eché boca arriba con mucho cuidado, como antes. Me llevé la mano derecha a la nariz y me puse a oler el perfume de la huevada y el rabazo de Javi. Sin apenas tocarme notaba como la polla me temblaba salvajemente, solo haría falta despellejarla una vez para soltar una buena lefada.

Sin embargo, a Javi en ese momento le dio por toser y a mí me entró tanto miedo que dejé de notar la sensación de la corrida inminente.

Dentro de su profundo estado del sueño, Javi se dio cuenta de que no estaba tapado. Movió el pie y lo subió hasta que su mano pudo desenredarlo. Cuando lo hubo hecho se dispuso a taparse hasta los hombros y después se giró hacia mí. Yo estaba totalmente acojonado, preferí no moverme.

Levantó un poco la cabeza y me observó la cara, después hizo un barrido con su mirada hasta mis pies. Entonces se acercó a mí, apoyó su mentón en mi hombro y de un movimiento, con su mano izquierda, extendió la sábana por encima de mí, cubriéndome hasta los hombros. Justo cuando llegó con la sábana a mi hombro derecho, la soltó y metió el brazo dentro, rozando mi pecho con su mano y bajándola poco a poco.

Yo rezaba porque no llegara a mi polla, que ahora sí que estaba tiesa del todo. No llegó, se detuvo justo encima, casi rozando la punta.

Me quedé inmóvil, controlando la respiración durante media hora. Nunca había dormido con un chico abrazándome, ni tan siquiera un amigo. Pero me estaba gustando, y más con Javi. Le tenía mucho cariño y me había demostrado muchas cosas en las últimas horas. De pronto sentí una calma y una tremenda sensación de protección, me estaba volviendo a quedar dormido.  Mi cuerpo respondió con  un espasmo que me llevó a moverme girando hacia mi izquierda. Ahora estábamos cara a cara.

Javi, que con el giro su mano cayó sobre la cama entre los dos, volvió a poner su mano sobre mí, esta vez la llevó hacia el hombro y la dejó caer por mi espalda. Me recorrió un escalofrío que me hizo acurrucarme en su pecho. El pasó su brazo derecho por debajo de mí y me agarró de la cintura. Ahora sí me estaba rodeando totalmente con sus brazos.  Yo por mi parte puse mi mano en su cadera y la subí hacia su espalda. También hice un poco de fuerza con mi rodilla entre sus piernas, con lo que Javi las abrió un poco, lo justo para que pudiera meter mi pierna entre las suyas y sin querer nuestros rabos se rozaron.

Notaba como le palpitaba con mucha intensidad. No podía dormirme en ese momento, tenía demasiado estímulos y todos me gustaban muchísimo. Pensando e imaginando me fui quedando dormido.