Mi cuñadita Laurita (33)

Falsas ilusiones

Estaba parada frente a mi puerta, con aquel vestido que, a pesar de ser suelto, dejaban ver sus redondeadas formas que tanto placer me dieron, tantas veces, de las maneras más salvajes posibles, en los lugares menos pensados.

Tenía una sonrisa entre coqueta y maliciosa. Con sus manos en la cintura, quizás quería adoptar un posición enérgica o determinada, pero solo hacía crecer mucho más su busto que, era por demás apetitoso y con aquel leve escote me tenía hipnotizado.

Su enorme trasero seguía resaltando de su vestido, levantándolo y solo incentivando mis bajos instintos. Llegue a creer que podía colocar un vaso ahí y no se caería. Sus bronceadas y bien formadas piernas se apreciaban en esa falda encima de la rodilla.

-      ¿Y bien?... replique esperando una respuesta ante su dudoso actuar.

-      Ay… ya… no me tientes… que ya tuvimos varias despedidas… dijo burlona y nerviosa.

-      Nunca digas nunca… dije sin evitar coquetearle.

-      Primo a estas alturas, esa cosa tuya, ya no entraría en mi culito como antes… dijo para intentar desanimarme.

Me imaginaba que Pedro no tenía mis mismas fijaciones o gustos, seguramente nadie visitaba esa zona desde que la deje en su hacienda hace unos de 15 años. El pobre anito de Anita de seguro se cerró nuevamente, hasta casi ser virgen de nuevo… lo que en vez de desanimarme me estaba generando algo de morbo.

-      Entonces, ¿qué haces aquí?... pregunte sin entender.

-      Se me perdió… dijo intrigada.

-      ¿Qué cosa?... replique aun sin entender.

-      No la encuentro… dijo algo frustrada.

-      ¿A quién?... insistí, viendo como entraba a mi cabaña mirando a todos lados.

-      Tu cuñada… no la veo… dijo insistente Anita que parecía haberse obsesionado con ella.

Me reí de su actitud, pero se había tomado en serio aquello de que no malogre mi boda. Le dije que Laurita estaba con Vale ayudándole con el vestido y demás. Anita me dijo que no la vio en esa cabaña, por eso vino a verificar.

Si había alguien que podía descubrir donde se escondería una joven amante, sería mi prima Anita… tenía bastante experiencia en eso. Le tomo un par de minutos buscar en todos los rincones. La vi aliviada de no encontrar nada, luego cuando estaba a punto de irse.

-      Anita… sé que nunca hablamos del tema… pero… empecé diciendo.

-      No, no importa en serio… lo se… me dijo repitiendo aquello de nuestra despedida.

-      Pero a mi si me importa…

Quería aprovechar aquellos momentos para cerrar aquel capitulo que inicio hace más de 15 años y que nunca finalice bien. Ya había hecho mi catarsis con Laurita en ese último fin de semana, creo que Anita se merecía algo similar, y yo también para acallar mis pesadillas y demonios.

-      Quiero que sepas que te quise mucho, te llegue a amar… quizás fuiste mi más grande amor de adolescencia… eres de los más lindos recuerdos que tengo…

-      Tonto… me vas a hacer llorar… dijo lagrimeando.

-      Lamento la forma en que me fui y no pude regresar, mi padre me sentencio… así como mi abuelo lo sentencio… le confesé.

-      ¿Cómo así?... dijo intrigada.

Le conté lo sucedido en aquella habitación poco antes de irme, lo que averigüé de mi padre y su historia similar con mi tía Roxana. Y bueno, como recién tras varios años, pude llegar a buenos términos en la relación con mi padre y olvidar aquello.

-      Sabía que nuestra familia no iba a permitir esa relación… fue un lindo amor de juventud el que tuvimos, descubrí todo contigo… claro que dolió que no volvieras, pero lo entendí…

-      Si era difícil… sobre todo porque éramos muy jóvenes…

-      Bueno… creo que si fue bueno… decir esto… me confeso, viéndola un poco más aliviada.

Nos sonreímos, nos miramos con cariño, como si fuéramos aquellos jóvenes. Primero nos acariciamos el rostro, después nos permitimos darnos un tierno beso. Nos dimos un fuerte abrazo, pude sentir sus formas de nuevo, pero con otros ánimos, se sintió más amical.

-        ¿Y ya estás listo?... me pregunto

-        Diablos… aun no… dije volviendo a la realidad.

-        ¿Qué esperas?... vamos… vamos… me dijo, le salió la mama que lleva.

Luego entro en cuenta que no podía quedarse viéndome vestirme, ya no era como antes en que conocía cada rincón de mi cuerpo, como yo del suyo. Así que Anita salió dejándome una grata sensación de haber hecho las paces con esa parte de mi pasado.

Anita se iba tranquila de no encontrar a nadie ahí, no sin antes volver a pedirme que no malogre mi boda. En el umbral de la puerta, la vi alejarse apreciándola como en el pasado, ella lo sintió y volteo a sonreírme y guiñarme el ojo con aquella coquetería de juventud.

Cerré la puerta, algo aliviado de que mi prima no encuentre nada. Porque ahora que lo pensaba, quizás ni cuenta me di y mi cuñadita ya hubiera estado adentro. Vi la hora y me dije, a pesar de la premura de mi prima por que me cambié, igual aún tenía tiempo.

Me recosté nuevamente a descansar, satisfecho de haber hecho las paces con Anita… una menos, me dije… porque en teoría, ya las había hecho con Laurita también en ese fin de semana alocado… ahora solo quedaba hacer las paces con Viviana… sin embargo.

-        ¿Ya se fue?... pregunto una voz detrás de mí.

-        Mierd… casi me matas del susto… dije pasmado.

Era la voz de Laurita, moviendo las maderas de esa vieja puerta, para ingresar infructuosamente, la tuve que ayudar para que no rasgue su vestido.

-        ¿Qué haces aquí?... pregunte tontamente.

-        Ya lo sabes… me dijo ansiosa.

No me dio tiempo de reaccionar y ya estaba encima mío, abrazándome y llenándome de besos, buscando mi lengua con pasión… quizás aquella broma de que me debía mi despedida, se lo había tomado en serio.

-        No… no… mira… ya no podemos hacer esto… le dije intentando razonar.

-        Vale te dejo seco ayer… me dijo a manera de reproche algo resentida.

-        ¿Qué cosa?... pregunte un poco sorprendido de su reacción.

-        Lo siento… no… no dije nada… dijo nerviosa.

-        Va ser mi esposa… me acabas de decir que hacia lo correcto… le recordé.

-        Si… tienes razón… fue un ataque de debilidad… me dijo justificándose.

Antes de irse, le di un tierno beso, no quería que se marchara con resentimiento. No le reproche su visita. Recordé que muchas veces, nos arriesgamos a hacer locuras por enamoramiento, ilusión o amor… más aun cuando se es joven e impulsivo.

¿Quién era yo para juzgarla?, si a su edad ya había hecho tonteras en cada rincón de mi casa e incluso en la hacienda familiar con Anita. De manera similar en cada lugar que pude con Mili: cine, universidad, su casa, la mía, discoteca, aeropuerto, incluso en New York.

Laurita, en vez de salir por la puerta principal, se dirigió nuevamente a esa maltrecha entrada, queriendo salir gateando a escondidas. Quizás no quería que la descubra Anita que podría estar vigilando la entrada de la cabaña.

Sin embargo, creo que un su ingreso mi cuñada movió algunas tablas que cedieron mal esta vez, dejándola atrapada… para mi mala suerte, medio cuerpo afuera… cabeza y pecho, pero todo su bultoso rabo, enfundado en su negro vestido, dentro de la cabaña.

-        Dannyyy… ayúdame… me dijo nerviosa.

-        Ya va… ya va… le dije intentando calmarla, le di un palmazo en su nalga.

En principio me reí de cómo había quedado atrapada, luego me puse detrás de ella y empujé su gordo trasero contra la pared. Fue una acción torpe, ya que pude haberle rasgado el vestido. No sé porque en esa posición, risible, recordé aquella broma de su graduación… entre empujón y empujón le hundí un dedo entre sus nalgas… Laurita tembló.

-        Vamos cuñadito… no juegues… si vas a hacer esas cosas… no me dejes así… dijo ansiosa.

Si iba a incrustarle un dedo, mejor era que le incruste mi verga completa, mi cuñadita con su ansiedad, no estaba para juegos. Se había escapado de Kevin, de su mama, de su hermana y hasta de Anita. Aquel palmazo que le di, en vez de calmarla la había puesto nerviosa (recordando nuestros salvajes encuentros), más aún esa hundida de dedo que le di, parecía haberla excitado.

Yo tampoco fui indiferente a ese sentimiento, tras haber recordado poseer a Vane y Mili en esa cabaña. Más aun habiendo recordado poseer a Mili en ese club tras haber sido apresada en un árbol camino al rio. Tal vez era mi deseo de borrar esos recuerdos para que no me invadan en la boda. Sin querer mi verga fue endureciendo en la raja de mi cuñadita.

Laurita entendiendo mi debilidad, queriendo acallar su ansiedad, por lo que vino, solo fue levantando su trasero y apartando la falda de su vestido. Dejando ver es magnífico espectáculo, esas gordas y bronceadas nalgas, que me recordaban las de Anita en su juventud o las de Mili hacia unos años… y la propia fogosidad y sumisión de esas jóvenes amantes como Laurita.

Liberé mi verga como por inercia, la fui frotando por sus empapados labios vaginales, quizás queriendo acallar el cosquilleo en la intimidad de Laurita. Mientras ella temblaba, y yo con lo poco que me quedaba de conciencia dudaba si hacerlo o no…

-        Vamosss… no juegues… métemela… suplicaba ansiosa.

Bueno, la cabecita nomas, me dije, quizás con eso acallaba su picazón y la mía. Fui sintiendo su tibieza mientras Laurita temblaba. Iluso fui al creer que mi cuñadita se contentaría solo con eso, ella fue retrocediendo su enorme trasero hasta comerse centímetro a centímetro mi verga.

-        Uhmmm que bien… como me llenas… me decía feliz.

Ante mi sorpresa vi como su gordo trasero se había engullido mi verga y ahora Laurita, ante mi falta de reacción, se dedicaba a culearme, metiéndose y sacándose mi verga cada vez con más fuerza, rebotando su gran rabo en mi ingle.

-        No… esto está mal… le dije.

-        No por favorrr… no me dejes asiii… por favor… será la última… prometió llorosa.

Si, estaba mal, lo admito, no era la correcto para nada… saque mi verga… y se la clave por el ano, que era lo correcto para ella y esa despedida, ese exorcismo de mi pasado en esa cabaña, ese exorcismo de mi soltería.

-        ¿Queee?... ohhh… al finnn… exclamo retorciéndose de dolor y placer.

Llegué a creer que había tenido un orgasmo, del sacudón y temblor nervioso que le sentí. Se quedó unos instantes, como saboreando mi verga incrustada en sus tripas, su ano palpitante parecía no dar fe de que lo hubieran invadido, por momentos su esfínter apretaba mi pene como para sentirlo mejor, para escanearlo y que nunca se le olvide.

-        Déjalo ahí un ratito por favor… no la saques… me suplico.

La tenia hundida casi hasta las bolas, mientras Laurita se retorcía de placer. Me dije, ya es mucho, excediste lo de la cabecita… tienes todo el tronco clavado. Le fui sacando mi verga, mientras mi cuñadita más bien iba retrocediendo, recuperando cada centímetro perdido.

-        No, quédate ahí… le decía deteniendo sus nalgas para despegarme.

Le empuje nuevamente hacia su posición inicial, enterrándole de nuevo mi verga y con mis manos asiendo sus gordas nalgas como para detenerla, mientras otra vez intentaba desatornillarle mi tieso pene de su esfínter que parecía no querer soltarlo.

-        Y dale… te dije que no… uy caraj… ufff…

Laurita regreso esta vez con más fuerza, rebotando en mi ingle y produciendo un rico sonido al chocar sus gordos cachetes en mi entrepierna. Esa fricción me estaba poniendo a mil… y como para que no dude, mi cuñadita volvió a repetir la operación varias veces…

-        No hagas nada cuñadito… no será tu culpa… solo mía… Uhmmm… dijo justificándose.

Ella solita se estaba clavando mi verga, como si fuera un consolador clavado en una pared. En su lujuria comenzó a rebotar sonoramente sus gordas nalgas contra mí, empalándose ella misma con más fuerza cada vez. Encima lo hacía, según ella, para que la culpa no quedara en mí, solo en ella, por ser quien se la metía y sacaba, usándome de instrumento.

-        Sii… siii… así está bien rico… la última… lo prometo… Uhmmm… gemía complacida.

-        A la mied… no se puede así… dije acalorado.

-        ¿Qué?... no la saques por favor… suplico temerosa.

-        Si vas a ser mi perra… vas a hacerlo bien… le dije.

-        Ohhh…. siii… tu perra… siempreee… pase lo que pase… siii… Uhmmm…

Agarre con fuerza sus gordas nalgas, le clave mis dedos, dejándole marcas de cómo tome como asas aquellos glúteos que me habían hecho enloquecer en aquellos instantes. Se la clave vehementemente… y se la fui enfundando, mientras ella también me empujaba su enorme rabo.

-        Siii… rómpele el culo por última vez a tu perra… exclamo enajenada.

Había sido un tonto al darme esa licencia, creí que soportaría ese jueguito, de tener sus nalgas a mi disposición, al tratar de satisfacerla con pequeños detalles, termine hundiéndome más, así como mi verga en su ano.

Una vez adentro ya me dejé llevar, primero con la absurda justificación de que, si ella se lo metía, era su culpa, no mía. Luego con el benigno juicio, de que una vez adentro, ya era infidelidad, ya sea poco o mucho (la cabecita o todo, una o más penetraciones), igual seria… entonces mejor sacarle el máximo provecho… ya estaba hecho.

-        Clávame más al fondo… Uhmmm… reviéntame más… Uhmmm… me exigía febril.

Se dio maña para pasar sus manos por detrás, y ella misma abrirse sus rechonchos glúteos, casi clavándose las uñas para mantenerlas en posición, mientras su raja se abría más y su esfínter aparecía más visible.

No me hice de rogar, me puse encima, con las piernas ladeándola, como le gustaba, clavándola de arriba hacia abajo, hasta destrozarle las entrañas… hasta exorcizar aquellos recuerdos y esos años de soltería e infidelidad con ella.

Viendo aquellas enormes nalgas abrirse a mas no poder, oyendo los cálidos gemidos de Laurita y recordando cada locura con ella. Esa magnífica disposición a ser sometida, esa juvenil entrega, esas bronceadas y redondeadas formas temblando ante mi vigor…

-        Nooo… nooo… Uhmmm…. exclamo Laurita ahogadamente.

Mi cuñadita había reventado en un orgasmo terrible a los pocos minutos, aquella lujuria y ansiedad de ser poseída por última vez como una perra, le paso factura. La vi estremecerse e intentar ahogar en su pecho un alarido que hubiera atraído la atención de todos…

Mi verga quedo a pocos instantes de escupir su contenido, quizás menos propenso a excitarme que ella, aún bajo la noción de lo que hacía era incorrecto a pocos minutos de dejar mi soltería…

-        Pero que mierd… es esto… gritaron detrás mío.

-        No, no, espera… dije volteando viendo su rostro enfurecido.

-        Lo sabía… perra desgraciada…

Me despegue de Laurita para contener a Anita que endemoniada venia por ella. Al parecer fue cierto que mi prima se había quedado a la expectativa vigilando la entrada, seguramente los gemidos emitidos por Laurita la atrajeron… o solo regreso a cerciorarse de si ya estaba listo.

Mi cuñadita fue jaloneada hacia el interior de la cabaña, mientras la parte superior de su vestido se rasgó y ella sufrió algunos arañones. Laurita completamente aterrada se cubría el rostro para no tener más arañones… logre contener a Anita por detrás, abrazándola por la cintura, mientras pataleaba por zafarse y destrozar a Laurita.

-        Sal de aquí… yo la contengo… veteee… le grite a Laurita.

En una primera instancia no reacciono, luego salió llorosa por la puerta, levantando la parte superior de su vestido roto, para evitar salir con los senos al aire.

-        Ya… ya tranquila… le decía a Anita tratando de calmarla.

-        Tu maldito traidor… te dije… que no lo hagas… ¿Por qué?... clamaba embravecida.

-        Ya está… ya paso…

-        No, nunca paso… yo te espere años y no volviste… ¿para qué?... para que te enredes con otras… y ahora con esa niña tonta… eres un desgraciado…

No solo era defraudarla de lo que minutos antes le prometí tácitamente, sino que estaba desfogando toda su frustración contenida. Quizás sentí que había hecho las paces unos minutos antes, pero solo era una reacción políticamente correcta ante mi matrimonio… ahora se sentía decepcionada, encolerizada, de que no haya tenido la misma obsesión con ella.

-        Lo siento… lo siento… repetía por inercia, mientras la veía ceder.

-        Ya está bien… me dijo, intentado calmarse…

Anita volteo roja de ira aun, quiso hacer un ademan de levantar su mano, seguramente a punto de darme una bofetada que me merecía. No me cubrí el rostro, era cierto… me descubrió infraganti… solo que su mano se detuvo…

-        Tapate esa cosa… no quiero verla… me dijo aun con la respiración acelerada.

-        Ok… está bien…

-        No, mejor no… dijo cambiando su actitud.

Se abalanzo a mí, con más ímpetu que Laurita. Anita siempre fue más explosiva, me lleno a besos, pude sentir aquella talla adicional de busto, producto de 3 hijos. Mis manos fueron a sus nalgas para estrujarlas, haciéndola temblar… mientras ella pajeaba mi verga aun desnuda.

-        No… no… ¿Qué hacemos?... es mucha locura ya… le dije, intentando calmarnos.

-        Loca me has tenido por años… ahora me vas a cumplir… me dijo apasionada.

-        ¿Cómo?... pregunte sin entender.

-        Me vas a hacer… lo que le hiciste a ella… me dijo como poseída.

-        Pero dijiste que ya no te entraría… dije tratando d hacerla entrar en razón.

-        Me va a entrar… me la vas a hacer entrar… como sea… me reclamo.

En su mirada y determinación sentía toda su lujuria contenida por años. Años en que no probo esos placeres, quizás la vida de casada o la poca afición de Pedro a intentar otras cosas, la hacían extrañar aquello. O quizás quería que la compense por no regresar a rescatarla de su pueblo y Pedro, o tal solo resarcirla por aquella afrenta de hacerlo con Laurita teniéndola a ella.

Incluso llegue a entender por sus palabras y accionar, que debía cumplirle, y con eso estaríamos de alguna manera a mano. Que con eso Anita callaría todo lo visto y descubierto con mi cuñadita, que sería parte de un nuevo secreto, y sabía que podía confiar en ella para guardarlos.

Mientras Anita sola, se deshacía de su pequeña ropa interior que lucía empapada, de a pocos me había ido guiando a la cama, luego me empujo y se vino a sentar encima. Rápidamente comenzó a brincar vehemente, en su lubricada vagina mi verga se hundía como en mantequilla. Quizás necesitaba aquel previo calentamiento para tentar su prueba de fuego.

-        Ay mierd… ufff…. Uhmmm…. dijo sin poder creerlo.

Las situaciones extremas llevan a esa adrenalina, la había desbordado, paso de la furia a la pasión. La sentí temblar con mis manos sobre sus abultados senos. Era una de las pocas veces en que la ví llegar tan rápido. Vaya que tenía reprimidas muchas cosas en muchos años.

-        Ahora viene lo mejor… dijo recuperando el aliento.

-        ¿Segura?... dije atónito.

-        Segurísima… y esto es mejor… en 4 patas… me dijo sórdidamente.

Se levantó de mi verga y se fue ubico en 4 patas en la cama. Me percate que sus dedos tanteaban la lubricación empapada de su vagina e intentaba usarlo para su ano sin uso durante años, no había lubricante. Poco faltaba para que se escupiera y se lo pasara por su esfínter, todo con tal de meterse nuevamente mi verga por el ano.

-        Vamos hazlo… me animaba, con la piel erizada.

Tras muchos años aprecie sus enormes nalgas, no era la piel tersa y juvenil de antes, ni aquel trasero completamente firme, sin embargo, aquel abultamiento era fenomenal. Su vestido en la cintura estrechaba sus formas y hacían ver más enorme aquel legendario culo de mi juventud.

Batalle unos minutos para poder insertarle mi verga, incluso con su propia ayuda, empujando mí su enorme rabo y luego abriéndose las nalgas.

-        Estoy loca por hacer esto… ojalá me perdonen… decía para sus adentros.

Mi verga fue incrustándose lentamente en sus tripas. Anita falta de experiencia, arañaba las sabanas mientras mordía también la almohada para no proferir gritos. Una vez que la tuvo tos adentro, su culo tembló y nuevamente se le erizo la piel.

-        Siii primitooo… al finnn… tantos años… Uhmmm… exclamo satisfecha.

Comencé a bombear su culo, con aquellas imágenes de juventud retumbando en mi cabeza. Ahora su culo no era tan firme, pero veía ese temblor que se transmitía hasta su columna y luego regresaba. Aquel sonido más fuerte que producía, igual llenaban de morbo el ambiente.

-        Extrañaste mi culo primito…. Uhmmm… decía para alimentar su ego y morbo.

-        Siii… ahora está más enorme que nunca… dije alucinado.

-        Siempre fue tuyo… de nadie más… Uhmmm… exclamaba lujuriosa.

Mi prima, falta de práctica, me culeaba torpemente, tuve que asirla como años atrás, y guiar su enorme culo para que rebotara armónicamente en mi ingle y, así acallar aquella picazón de sus intimidades contenida por años. Le jalaba del cabello recordando aquellas interminables cabalgatas a las que nos sometimos en nuestra juventud.

-        Ohhh siii… siii…. Uhmmmm… ohhhh… exclamo retorciéndose en un nuevo orgasmo.

-        Uy mierd… ufff… ufff…

No soporte más aquel espectáculo y cumulo de recuerdos, el morbo contenido de mi prima, sus dulces gemidos, su vehemencia. Tras muchos años, mi verga volvió a inundar sus tripas con leche hirviendo, ella disfrutaba cada descarga, lo saboreaba temblando de emoción y placer.

-        Siii… siii… ves primito… yo si te hago llegar rico… exclamo victoriosa de haberme exprimido nuevamente, de haberme ordeñado como en la hacienda.

-        Ufff… siii… siempre fuiste la mejor… dije aliviado, queriendo darle por su lado también.

Luego, sudorosa, se tiro a un lado de la cama… mientras yo seguía de rodillas. Recupero un poco el aliento, nuevamente vio mi verga aun erguida, así como cuando inicio ese encuentro. Anita se acercó a hacer, lo que seguramente ya le había provocado al inicio… mamármela.

-        Rico como siempre… decía mientras se engullía mi verga con mis líquidos.

Mierd… a pesar de los años, había cosas que eran como montar bicicleta, nunca se olvidan, Anita lo mamaba fenomenal… solo que en un instante vi su rostro palidecer… recordé lo significaba…

-        Puta barata… por eso me echaste… lo querías solo para ti… dijo enloquecida Laurita.

Estaba en la puerta de la habitación... quizás volvió para disculparse conmigo, para terminar de rehacer su ropa, que no podría hacerlo en presencia de su hermana y madre... y se encontró con esa escena… Anita con el pubis descubierto, senos por salirse… y mi verga en su boca.

Entonces empezó la pelea de leonas… la joven que reclamaba el puesto de la experimentada…el vestido de Laurita nuevamente se abrió, parecía pelea de amazonas con senos al aire. Yo atónito sin saber cómo separarlas mientras se jaloneaban de los cabellos, deshaciendo sus peinados.

Con el ruido que empezaban a hacer, en poco tiempo esto se llenaría de gente como una escena de crimen… a la mierd… quizás me hice falsas ilusiones con dejar la soltería… esta boda se fue al caraj… que manía la mía de cagarl…

Continuara…