Mi cuñada teresa y mi hermana lola

¿Que dijiste que no te oí? Teresa ya estaba desesperada. -¡Qué me la metas en el coño, en el culo o donde te salga de lo cojones, pero métemela, hijo de... Hijo de tu madre.

Mi hermano Juan había emigrado a Suiza, y mi cuñada Teresa, que se había casado con él a los dieciocho años y embarazada. Vivía ahora en la casa paterna.

Al mes de dar a luz a un niño, la cosa se iba a complicar. Fue un día en que a mi cuñada Teresa le cayó un tenedor al piso de la cocina. Mi hermana Lola y ella se agacharon para cogerlo. Agachadas se quedaron mirando una para lo otra sin decir palabra. Hay silencios que hablan y aquel silencio me dijo que mi cuñada y mi hermana se gustaban.

Pasó el tiempo...

Mi cuñada ya tenía diecinueve años, mi hermana, dieciocho y yo tenía veinticinco y ya estaba casado.

Mi hermana Lola era delgada, tenía las tetas pequeñas como limones y el culito respingón, los ojos negros, estilizadas piernas, cabello castaño y largo, que llevaba recogida en una cola de caballo y siempre tenía una sonrisa en los labios. Mi cuñada Teresa era morena, de estatura normal, labios carnosos, ojos marrones, cabello corto, buenas tetas, moldeadas piernas y tenía un buen culo.

Una tarde regresé de la huerta, donde estuve poniendo patatas detrás de un buey y un arado. Al entrar en casa oí la voz de mi hermana. Venía de la habitación de Teresa.

-"¿A qué sabe la leche de tus tetas, Teresa?"

-¿Para qué quieres saberlo?"

-"Curiosidad."

-"¿Nada más, pícara?"

-"¿Qué insinúas?"

-"Que te gusto."

Mi hermana se puso nerviosa.

-"Ay, mira esta."

-"Mirar me miras tú para el culo cuando crees que no te veo."

Mi hermana se quitó la máscara.

-"¿Te molesta?"

-"No, pero para tu información te diré que no me gustan las mujeres."

La voz de mi hermana me sonó como la de una mimosita.

-"¿Ni un poquito?"

-"Ni un poquito. Me gustan demasiado los hombres, pero por curiosidad. ¿Qué es lo que más te gusta de mí?"

-"De ti me gustan hasta los andares. Cuando me hago un dedo, en mi pensamiento, te lo como todo."

-"Y me lo dices así, cómo si me dijeras que fuiste a la plaza."

-"Intento seducirte."

-"Pues lo haces fatal, aunque..."

Mi hermana atisbó un rayo de esperanza.

-"¿Qué?"

-"Que me halaga que pienses en mi, pero..."

El rayo de esperanza se difuminó.

-"Pero nunca gozaremos juntas".

-"Nunca es mucho tiempo. ¿Qué me harías si te dejase?"

-"Comértelo todo hasta que al final me llenases la boca con los jugos de tu corrida.

-"¡Uffffffffffff! Eso sonó muy bien en mis oídos."

Lola, viendo que Teresa se animaba, le volvió a preguntar:

-"¿A qué sabe la leche de tus tetas?"

Teresa empezó a dejarse ir.

-"Sabe a leche con mucho azúcar"

-"¿La probaste muchas veces?"

-"Cada vez que hago un... Tu hermano lleva mucho tiempo en Suiza y tengo mis necesidades."

-"Deja que te haga feliz. ¿No tienes ganas?

-"Ahora mismo, muchas, pero tú no tienes polla."

-"Tengo dedos."

Teresa comenzó a coquetear.

-"¿Y qué más, cochina?"

Lola, le miró para el coño.

-"Lengua. Deja que juegue contigo un par de minutos."

-"¿Qué me harías en ese par de minutos?"

-"Besarte y comerte las tetas."

-"¿Significaría mucho para ti?"

-"Sería cómo un sueño."

"Vale, un par de minutos, pero te advierto que no me vas a calentar."

Asomé la cabeza en la puerta de la habitación. Estaban sentadas en la cama. El bebé debía estar durmiendo en la cuna. Solo vi a mi hermana de espaldas, pero cómo sabía lo que le estaba haciendo a mi cuñada, la polla acabó por ponerse dura del todo. Apoyé la espalda a la pared del pasillo. Saqué la polla y empecé a menearla con la esperanza de que se calentasen y follasen.

Oí a mi hermana decir:

-"Está muy rica."

Teresa ya estaba dispuesta a todo.

-"Bebe más si quieres."

Sentí a mi hermana mamar con ganas y después la voz de Teresa, que decía:

-"Conseguiste calentarme. Tengo las bragas mojadas."

Lola, le respondió:

-"Y yo, Teresa, y yo. El coño se me está abriendo y cerrando con las ganas.

-"A mí me pica."

-"¿Me dejas que te folle?"

-"Folla."

Sentí sus besos y sus gemidos. Seguí meneando la polla, muy despacito. Quería que me durara.

Tiempo después, Teresa, decía:

-"Come mi coño, Lola. Quiero correrme en tu boca."

Poco después, oyendo los gemidos de Teresa, me planté en medio de la puerta y me puse a mirar.

Mi hermana tenía la cabeza en medio de las piernas de mi cuñada y con las manos le cogía la cintura. Vi su culo y su coño, un coño abierto que goteaba jugo. Teresa no paraba de gemir y mi polla lloraba por no poder entrar en el coño de mi hermana.

Lola comenzó a acariciar su clítoris y a follarlo con dos dedos.

Tiempo después, Teresa, dijo:

-"¡Me voy a correr, Lola!"

Mi hermana se folló el coño con los dedos a toda pastilla. Cuando los sacó y acarició el clítoris, un tremendo chorro de jugo salió disparado.

Teresa, con la lengua de mi hermana haciendo estragos en su coño, exclamó:

-"¡¡Me corro, Lola!!"

Vi el coño de mi hermana, abriéndose y cerrándose y soltando jugos. Sentí los gemidos de las dos. Imaginé que se la metía a mi hermana, y de mi polla salió un chorro de leche que casi llega al techo, a ese chorro le siguieron media docena de chorritos más.

Antes de marchar y dejarlas a lo suyo, limpié la leche de la corrida con mi pañuelo.

Desde ese día, pensando en ellas, me hice una paja al día, mínimo.

Estaba haciendo una de estas pajas con los ojos cerrados cuando me sorprendió en la leñera mi cuñada Teresa. Me dijo:

-La vas a romper. ¿Es que tu mujer no te da coño?

Quise guardarla, pero cómo estaba empalmado, no pude, le dije:

-No le digas a mi mujer lo que me viste hacer.

-¿Hace mucho que no te hace una mamada?

-Siglos.

Cerró la puerta de la leñera, se acercó a mí, se puso de rodillas. Me quitó la mano de la polla, la metió en la boca y me hizo una mamada gloriosa.

Al correrme se tragó la leche, se limpió la boca con el dorso de la mano, y me dijo:

-Hace casi un año que en mi coño no entra una polla.

Se echó ami lado boca arriba encima de unos sacos viejos. Le bajé la cremallera y ella se bajó el vestido hasta la cintura y quitó el sujetador. Me tiré cómo un lobo a por sus tetas de areolas marrones y grandes pezones. Mamé y salió leche en cantidad. Estaba muy rica. Mi polla se puso tiesa de nuevo. Me dijo:

-Llena la boca de leche y dame de beber.

Mamé. Llené la boca con la leche de su teta izquierda y la besé. Metió su lengua en mi boca y me devoró cómo si ella fuese águila y yo gorrión.

Después se desnudó y se quitó las zapatillas. Mi polla latía cómo el corazón de un caballo desbocado. Teresa, me dijo:

-Desnúdate, carajo, que me haces sentir cómo una puta.

Me saqué la ropa y me eché encima de mi cuñada. Iba a follarla. Me detuvo.

-Come antes mi coño.

Metí mi cabeza entre sus piernas, y lamí su coño peludo y mojadito. Algo después, con dos dedos retiró hacía atrás el capuchón del clítoris para que le lamiese bien el glande, un glande cómo un guisante y casi tan grande cómo sus pezones. Lo lamí y se estremeció.

-¡Ouuuuuuuuuy! Sigue que en nada me corro.

No estaba mintiendo, al ratito se corrió. De su coño comenzó a salir una pequeña cascada de jugo mucoso. Dejé de lamerle y comerle el clítoris para lamer el coño y tragarlo. Teresa siguió acariciándolo mientras yo me harté de beber de ella.

Al acabar de correrse me vaciló.

-Fue la peor corrida de mi vida. ¿No lo sabes hacer mejor?

Se la había jugado. Iba a saber que era echar un polvo.

-¡Ponte a cuatro patas, perra!

Me miró con cara de asombro.

-¡¿Qué me llamaste?!

-¡Peeeeeerra!

Le mordí los pezones con suavidad.

-Me estás asustando, Enrique. Lo de la corrida lo dije en broma. Y...

Le volví a morder los pezones, esta vez haciendo que le doliera un poquito.

-¡Ponte a cuatro patas o te los arranco.

Se asustó.

-Me pongo, me pongo.

Se puso a cuatro patas. Le abrí las nalgas con las dos manos y lamí desde el periné al ano. Me dijo:

-Eres un cerdo.

Pasé la lengua desde el periné al coño empapado. Mi lengua arrastraba los jugos, unos jugos espesos, como mocos que sabían a ostra. Luego le follé el ojete con la punta de la lengua y ya gimió sin cortarse. Le di una palmada en el culo.

-¡Plas!

-¡Ay!

-Pide que te la meta en el culo.

-¡Ni loca!

-¡Plas, plas, plas, plas!

Le metí la lengua en el culo y dos dedos en el coño.

-Pide que te la meta, zorra.

-¡Ni borracha, cabrón!

Cogí una de las zapatillas que se había quitado, una zapatilla de esas que se compraban en el mercado por unos duros y que duraban años. Estas eran negras y con piso de goma amarillo.

-¡¡Plaaas, plaaas!!

-La madre que te pario. ¡Cómo duele!

-Di que quieres que te la meta en el culo.

-¡Ni pagándome, maricón!

Al irle a comer el coño y el culo. Vi que de su coño colgaba un moco de jugo. Se lo lamí. Teresa, exclamó:

-¡Ay Dios, que me voy a correr!

Tiré la zapatilla. La cogió y me la puso en la mano. Le volví a dar.

-¡Plaaaaas, plaaaaas, plaaaaas, plaaaas!

-Dime que te la meta en el culo.

-Metemela en el coño.

-¡Plaaaass, plaaaass!

-Dime que te la meta en el culo.

-En el coño, quiero que me la metas en el coño.

-Plaaaas, plaaaas, plaaaas, plaaaas, plaaaaas, plaaaas.

Le lamí el coño y le follé el ano con la lengua.

-¿Qué dijiste que no te oí?

Teresa ya estaba desesperada.

-¡Qué me la metas en el coño, en el culo o donde te salga de los cojones, pero métemela, hijo de... Hijo de tu madre!

Hice círculos en su ojete con mi glande mojado. Mi cuñada echaba el culo para atrás. Dejé la polla en la entrada del ojete y metió la punta. Se la quité y volví a hacer círculos sobre el ojete, después se la metí hasta la mitad. Le cogí las tetas y se la clavé hasta el fondo. Le follé el culo hasta que sus gemidos me dijeron que le estaba encantando. Le di la vuelta y le follé el coño.

Antes de un minuto, me dijo:

-¡¡Me corro!!

Se estaba corriendo y sentí que me iba a correr dento de ella. Se me cortó al sentir un zapatillazo en mi culo.

-¡Plaaaas! -a este le siguieron más- ¡Plaaaaas, plaaaaas, plaaaas...!

Era mi hermana Lola que había cogido la zapatilla y largándome en las nalgas, decía:

-¡Malo, malo, malo, malo...!

Cuando quité la polla empapada de jugos, mi hermana, se puso en cuclillas. Le pregunté:

-¡¿Qué vas a hacer, Lola?!

-Calla.

Mi hermana cogió la polla y la metió en la boca. Con dos mamadas le llené la boca de leche. Se la tragó. Teresa, ya repuesta, me preguntó:

-¿La follas tú o la follo yo?

Lola, no tenía ganas de más fiesta. Le dijo:

-Ya hice un dedo y me corrí viendo cómo follabais.

Teresa, le preguntó:

-¡¿Pero cuanto tiempo llevabas mirando?!

-El suficiente.

-¿Y no te apetece que te coma el coño?

Claro que sí, pero mamá ya volvió del río y papá de la taberna.

Nos vestimos a toda hostia. Si nos llegan a descubrir se arma una muy gorda.

Quique.