Mi cuñada Monica

Una visita de mi cuñada acaba siendo algo mas

MI CUÑADA MONICA

Era una noche de verano allá cuando recientemente nos habíamos mudado nuestra nueva casa. Mi novia Patricia y yo estábamos viendo en la tele, una película que ya habíamos visto muchas veces y que no nos entretenía mucho.

Al cabo de un rato Patricia comenzó a chuperretearme la oreja a la vez que me sujetaba el paquete con fuerza provocándome una erección.

Metiéndole la mano dentro de la blusa Comencé a acariciarle una teta, nuestros labios se encontraron frente a frente y loco de frenesí le arranqué de un tirón los botones de la blusa dejando aquellos enormes pechos liberados.

-          Me encanta que nunca lleves sostén.

-          Quiero tenerte dentro de mí. – me dijo:

Se arrodillo frente a mí en el sofá con sus dos hermosas tetas al aire y me desabrocho el pantalón. Cogió mi polla y poco a poco se la introdujo en la boca.

Mi polla comenzó a entrar y salir entres sus labios mientras sus ojos negros me miraban fijamente, pronto me deje llevar por el placer.

De pronto Sonó el timbre de la puerta lo cual nos sacó del clímax sobresaltándonos. Rápidamente nos colocamos la ropa como pudimos y fuimos a la puerta y al abrir.

Al otro lado de la puerta sonriendo y con los brazos abiertos estaba mi cuñada Mónica. Nos abrazó a ambos dejándonos anonadados.

-          Chicos como me alegro de veros. – dijo mientras nos abrazaba luego introdujo dos maletas en la puerta.

-          Necesito que me ayudéis.

Patricia llevo las maletas a la habitación donde se solían quedar las visitas.

Yo en cambio acompañe a Mónica al coche, no parecía irle mal Tenia un BMW s5 nuevecito. Abrió el maletero y comenzó a sacar bultos.

En el momento que me acerque para recoger alguna de las maletas, ella retrocedió un poco para sacar una maleta un poco más grande que las demás. En ese momento sus nalgas acabaron pegándose a mis caderas.

Me miro sorprendida y riéndose se incorporó y me dijo:

-          ¡vaya por lo que veo te alegras mucho de verme!

No me había dado cuenta de que todavía esta empalmado.

-          Perdona Mónica. No es lo que te imaginas

-          No te preocupes no pasa nada ¡Es muy normal!

-          De verdad Mónica no es por ti.

-          Vale, vale tranquilo no te preocupes.

Mónica me ofreció un par de bultos que metí en la casa un tanto preocupado por lo que había pasado.

Al cabo de un rato después de haber metido todo el equipaje. Me encontraba viendo la tele en el salón una película divertida.

Al cabo de un rato apareció Mónica vestida únicamente con una de mis camisas llevaba en las manos una tarrina de helado y una cucharilla. Se sentó en el mismo sofá apoyándose en el lado contrario al mío colocando sus largas piernas sobre el mismo.

-          ¿y esa camisa?

-          Es tuya espero que no te moleste.

-          No la verdad, pero me choca.

-          Lo siento, pero me gusta ponerme una camisa de hombre para relajarme.

Mónica reía a la vez que me miraba de reojo, haciéndome sentir incómodo.

-          Mónica respecto a lo que ha pasado antes...!

-          No te preocupe… no pasa nada, suele pasar cuando un hombre me toca.

-          No, No ha sido eso.

-          Ya lo sé, te has empalmado porque sí.

-          No ha sido por ti.

-          Ah ¿No?

Mónica dejo el helado en el suelo y comenzó a caminar a cuatro patas sobre el sofá acercándose a mí, hasta dejar su cara a escasos centímetros de la mía.

Podía sentir su cuerpo casi tocándome y suavemente soplo una ligera brisa sobre mi cara.

-          Lo ves, no necesito esforzarme mucho.

Aquella situación me había empalmado, no me lo podía creer.

-          ¡Joder Mónica ¿Hacia falta hacer esto?!

Volvió a colocarse en su lado del sofá y mirando al televisor me dijo:

-          ¡No! Pero tú me has provocado.

Bajo la camisa al final de sus dos blancas piernas se situaban podían vérsele las bragas que trasparentaban podía distinguirse su piel.

Me quede ensimismado mirándoselas, creo que estuve un buen rato mirando no sé cuánto perdí la noción del tiempo. Hasta que Mónica me saco de mi ensimismamiento, Diciendo.

-          ¡oye! Patricia tiene unas tetas preciosas ¿verdad?

Sus dos ojos verdes me miraban fijamente, tenía dudas sobre si me habría pillado mirándola su cara se mostraba seria.

-          Si, a mí me gustan mucho.

Mónica se miró las suyas y eme dijo:

-          Yo las tengo demasiado grandes ¿no te parece?

Lo cierto es que, si parecían muy grandes, aunque con una agradable forma bajo la camisa. Y la sensación de un tacto satisfactorio.

-          ¡Mónica por favor! Esto no es serio.

-          Porque te resulta incómodo.

-          ¿Pero como no me va a resultar incómodo? ¿Tú que crees?

-          ¡Porque es algo muy natural!…

Respondió como si la respuesta fuese lo más lógico de imaginar. Intentando no mirar, para no sentirme todavía más agitado, Le dije:

-          Son fantásticas tal y como son.

-          ¿tú crees?

Pregunto a la vez que, apretaba la una contra la otra.

-          Creo que tienes unas tetas fantásticas y su tamaño esta proporcionado a tu belleza.

-          Pero no son tan bonitas como las de Patricia.

Mónica se abrió la camisa botón a botón Mostrando aquellas maravillosas y enormes tetas, que parecían decir cómeme.

Me dejo pasmado con la boca abierta y sin saber que decir.

Con un cierto sentimiento de incredulidad y los ojos como platos la dije:

-          Ciertamente Mónica tienes unas tetas preciosas

Mónica se abrió la camiseta botón a botón dejando a la vista sus perfectas tetas

-          ¿De verdad creer que lo son?

-          Tienes unas tetas fantásticas, pero por favor, ¡tapate!

-          ¿Por qué? ¿Te ponen nervioso?

-          Un poco.

-          Pero no son tan bonitas como las de Patricia.

-          Mónica te juro que tienes unas tetas fantásticas.

Mónica se puso en pie delante del televisor dejando caer la camisa al suelo y luciendo sus dos preciosas tetas y luego me sonrió.

-          Entonces ¿crees que son perfectas?

-          Desde luego, pero no hacía falta que me las enseñaras.

-          Me apetecía hacerlo, ¿Te ha molestado?

-          ¡No mujer!, Molestarme no, pero me pone muy nervioso.

Mónica se bajó las bragas quedándose completamente desnuda delante de mí antes de decir:

-          ¡A lo mejor es que quiero ponerte nervios!

-          ¡Joder Mónica! No sé yo si la palabra seria nervioso.

Mónica se acercó a mí quedándose en cuclillas, y pasándome la palma de la mano por el pecho me dijo:

-          Si te he puesto así, Tengo que hacer algo para que te relajes.

Me bajo los calzoncillos dejándome completamente desnudo. Y apretándome la polla con la mano me miro con una sonrisa traviesa y me dijo:

-          Ahora sé porque le gustas tanto a Patricia.

Me paso suavemente la lengua por el glande, dándole vueltas alrededor como si quisiera sacarle brillo.

-          ¡Eres muy buena! – le dije entre suspiros.

-          Aun no has visto nada – dijo justo antes de metérsela en la boca.

Nunca me habían hecho una felación igual ni parecida, ni siquiera patricia que me las había hecho hasta terminar.

Mónica se colocó a horcajadas en el sofá sobre mí ofreciéndome el chocho que deliciosamente relamí lentamente, paseándole la lengua lentamente por clítoris.

Gemía como una loca sobre mi como una loca, temía que el ruido despertara a Patricia que tenía fácil despertar y el oído muy fino.

-          Ahora es mi momento.

Mónica se sentó sobre mí clavándose mi polla, su ardiente coño me hacía sentir un placer inusual es húmedas y cavernosas entrañas.

El constante contoneo al que me sometió, mientas mis manos estaban en su espalda para ayudarla a con sus movimientos.

La tumbe sobre el sofá y continúe clavándosela desde otra posición, ella era capaz de contorsionar la vagina de una manera tal que parecía absorberme hacia dentro cuando ella quería.

Después de tanto disfrutar de tanto placer entre sus muslos, empezaron a entrarme ganas de descargar se la saqué y la agüite sobre ella, Mónica se incorporó un poco acercando su cara a mi polla, cuando me corrí gran parte de ese esperma cayo en su cara.

-          ¡Te has corrido en mi cara! – dijo Mónica apartándose con la mano el esperma.

-          Lo siento Mónica no era mi intención.

-          No te preocupes tonto.

Fin