Mi cuñada Maribel (I)

Así fue como descubrí que a mi cuñada le gustaba "jugar" conmigo.

Hasta hace aproximadamente dos meses mi vida era aburridamente normal. Todo cambio durante la sobremesa de un domingo. Como de costumbre, después de la estupenda comida que nos preparaba mi suegra, me senté en el sofá y me puse a sestear. A pesar de los ruidos producidos por los críos jugando alrededor y la conversación de mis suegros con su hija y nuera caí en un agradable sopor.

Después de un rato me desperté. Estaba completamente solo. Les oía a todos hablar y chillar en la piscina de afuera.

Quizás por la placidez de la situación o por algo que soñé, me desperté con una buena erección. Me la coloque de forma que no me molestase y sin darme cuenta empecé a tocármela por encima del pantalón.

Después de comprobar que realmente estaba solo dentro de casa, no dude en sacármela para darle unos cuantos meneos. A continuación la guarde y cerré los ojos pensando en cómo descargaría por la noche esta emoción acumulada dando gusto a mi mujer.

Eso todavía me excito más y la volví a sacar de nuevo. Esta vez con clara intención de pajearme a gusto. Estuve jugando un ratito, subiendo y bajando el pellejo, y rodeando con la mano el capullo. Cada vez estaba más caliente y me costaba más controlarme.

Preste atención a los ruidos del exterior y una vez que hube identificado que todos los miembros de la familia seguían en la piscina, empecé pajearme con muchas ganas, casi con frenesí, con intención de darme gusto lo antes posible para evitar que nadie me interrumpa.

Cuando ya estaba a punto de correrme, me vuelvo sobresaltado tras oír un ruido a mi espalda. Es mi cuñada, me ha pillado en medio de la faena y no sé qué hacer ni que decir. Supongo que a ella le pasa lo mismo, pues me observa como petrificada, sin decir palabra.

Mi cerebro rápidamente trata de encontrar una explicación de cómo ha podido suceder esta situación tan embarazosa. Es cierto que en las comprobaciones que hice anteriormente no recuerdo haber oído la voz de mi cuñada, así que es posible que ella estuviese allí, y además desde hace rato.

Mi primera reacción es guardar rápidamente “el instrumento” y tratar de buscar una excusa convincente. Mirándola a la cara también se me ocurre que puedo continuar a pesar de su presencia y ver lo que sucede.

Mi cuñada está bien buena y aunque nunca me habría atrevido a acosarla la circunstancia me obliga a tomar una decisión arriesgada. Ella siempre me ha tratado con mucho cariño y creo que en el fondo le atraigo.

Me acomodo bien en el sofá y continuo meneándomela con mucho gusto. Mi cuñada me mira absorta y con una postura congelada, dispuesta a salir corriendo en cuanto oiga algún ruido sospechoso.

Tiene los ojos abiertos como platos y no pierde detalle, sobre todas las manipulaciones que me hago sobre la enorme tranca que se me ha puesto.

Siento un placer adicional al exhibirme delante de mi cuñada, que si bien no es una mujer de bandera, sí que tiene unos atributos femeninos bien destacados. Después de tener el segundo crío, se le han quedado un par de tetas bien grandes y un culo muy hermoso.

Me doy cuenta que hasta ahora no la había visto nunca como objeto sexual, pero en estas circunstancias parece como si la hubiese descubierto como mujer y no como familiar.

Con este torbellino de ideas y sensaciones, solo tengo que dar unos cuantos meneos más para llegar a correrme con abundancia. Trato de recoger el semen con la otra mano, mientras que una parte resbala por los dedos. Gimo, suspiro y me re-acomodo varias veces en el sofá antes de dar por terminada la paja.

Entonces miro hacia mi cuñada. Esta se muerde el labio inferior y su figura recobra el movimiento desapareciendo por la puerta que da al jardín.

Tengo una extraña sensación. Por una parte me siento satisfecho y orgulloso de la exhibición ante mi cuñada, pero por otra parte me siento avergonzado e incómodo. No está bien que un hombre casado de mediana edad, con dos hijos, se masturbe en casa de sus suegros, con toda la familia cerca y además delante de su cuñada, madre de dos criaturas.

Esta mezcla de morbo y turbación me acompaño toda la tarde. Por suerte, no volví a coincidir con mi cuñada a solas y ambos procuramos rehuir el cruce de miradas.

El fin de semana siguiente volvemos a casa de mis suegros. En el trayecto voy pensando que si mi cuñada le ha contado a mi cuñado el incidente de la semana pasada, tendremos serios problemas esperándonos, y no sé qué le podré contar a mi esposa para explicar tan inaceptable actuación.

Mis temores se desvanecen enseguida pues no aprecio ninguna señal de reproche en sus actuaciones.

Me siento en el sofá mientras ojeo el diario mientras llega la hora de comer A hurtadillas miro hacia la mesa del comedor donde está sentada mi cuñada conversando animadamente con mi suegra y mi mujer.

Por debajo de la mesa puedo observar como ella mantiene las piernas separadas y puedo ver son sus braguitas blancas casi trasparentes por los bonitos brocados.

Parece que ha elegido las más bonitas que tiene para enseñármelas. Finjo leer el diario pero en realidad lo que hago es disfrutar de la contemplación de su entrepierna.

Nunca podré decir que me las muestra intencionadamente, pero si así fuese, mejor no lo podría hacer.

Pasado un rato, decidimos refrescarnos en la piscina. Con la confianza que da el estar en familia, no tomamos ninguna precaución al cambiarnos de ropa.  Mi esposa y los niños salen rápidamente hacia la piscina. Yo dejo la puerta de la habitación entreabierta mientras me pongo el traje de baño.

Estoy seguro que al pasar hacia la otra habitación mi cuñada Maribel, se ha detenido un instante para verme desnudo. Por mi parte, al pasar por delante de su habitación…

  • ¿hay alguien aquí?, pregunto simultáneamente a abrir la puerta de su habitación sin tiempo a que se pueda tapar si esta desnuda.

  • Uy!, perdona. Estaba buscando las toallas, le digo mientras ella se tapa sorprendida los pezones con ambas manos y deja al descubierto sus braguitas que trasparentan una hermosa mata de vello oscuro.

  • No, ya se las llevaron los niños, me dice mi cuñada.

  • Aquí solo queda esta, que es la mía. Dice alargando la mano para cogerla dejando intencionadamente las tetas al aire para que se las pueda ver.

  • Ah, bueno, digo después de tragar saliva y sentir como mi polla da un respingo debajo del bañador. Me voy rápidamente al agua.

El juego en la piscina de los cuatro críos, mis cuñados, mi esposa y yo, lleva necesariamente a múltiples contactos que aunque no son intencionados se dirigen hacia el hermoso pecho de mi cuñada y su culote.

También creo que ella lo ha intentado pero con poca fortuna, pues en una ocasión he sentido un manotazo en el muslo y en otra ocasión solo ha llegado a tocar mi pene a medias.

Sin poder evitarlo, estamos cayendo en una dinámica de excitación mutua, impensable hace dos semanas que me pone a cien y que me inclina hacia una aventura con mi cuñada.

Durante la comida cae el tenedor de mi hijo pequeño. Sin levantarme de la silla me inclino para recogerlo del suelo. Por casualidad miro hacia donde se ven las piernas de mi cuñada y para mi sorpresa veo cómo se van separando lo suficiente para ver su coñito rodeado de vello sin braguita que lo tape.

Al levantar la cabeza me doy un coscorrón con el borde y todos ríen mi torpeza menos ella, que solo me dedica una sonrisa maliciosa, conocedora que me he fijado bien en su entrepierna.

De vuelta a casa mi mujer me comenta que al día siguiente mi cuñada vendrá a cuidar de los críos por la tarde ya que ella tiene que ir a una reunión en el colegio, y esto me hace pensar en que puedo preparar para conseguir un acercamiento hacia ella.

Salgo del trabajo bastante más pronto de lo habitual y no pongo la refrigeración del coche con lo que llego totalmente sudado a casa.

Mi cuñada está jugando con los cuatro niños sentada en el suelo. Tras saludarme, continua con el juego, y para ello se pone de rodillas y hace mover unos muñecos hacia la zona de lucha.

Como estoy detrás de ella puedo ver debajo de la falda su culo. Lleva unas bragas de algodón bastante grandes y flojas. Una parte se le ha arrugado y se le mete entre los cachetes del culo, y por la otra parte se ve el inicio de sus vellos. Siento ganas de echarle las bragas a un lado y empitonarla allí mismo, pero me contengo.

  • Me voy a dar una ducha, que vengo muy sudado, le anuncio.

Ella, sin cambiar de postura vuelve la cabeza y me contesta:

  • Si, ve pues se te ve muy acalorado.

Vuelve la cabeza hacia delante y culea graciosamente. Todavía tengo dudas si es por pura casualidad sin ninguna intención o que mi cuñada tiene unas ganas locas de jugar conmigo.

Me voy a mi habitación y dejo intencionadamente la puerta entreabierta y también la del baño. Con aparente disimulo me doy unos meneitos en la polla que está a medio gas. Si quiere espiarme sabrá que estoy excitado y que de seguir así algo pasará.

Mientras me pongo ropa limpia después de la ducha llega mi mujer y viene a pedirme que acompañe a mi cuñada a su casa en coche.

Lo hago encantado. De camino a su casa hablamos de cosas sin importancia, pero yo no dejo de mirar de reojo hacia sus hermosas tetas de talla 120 o más, y ella no deja de mirar mi paquete que va creciendo sin parar.

Nos despedimos con uno besos cariñosos normal entre cuñados y ella me desea que duerma bien. No entiendo muy bien porque me lo dice, y vuelvo a casa con ganas de cenar rápido y pedir a mi mujer que hagamos el amor.

Mientras ella está en el baño, me acomodo en la cama esperándola. Le doy la vuelta a la almohada y apoyo la cabeza.

Enseguida me llega a la nariz ese inconfundible aroma de hembra que se despide cuando los flujos fluyen de su conchita. Después de inspirar en varias direcciones averiguo que el olor viene de la almohada. Estoy seguro que alguien se ha estado frotando el coño con ella hasta correrse o se ha limpiado después de jugar con sus dedos.

Mi esposa seguro que no ha sido, así que mi cuñada Maribel resulta de además de estar bien caliente me tiene en cuenta en sus fantasías. Tendré que pensar en alguna estrategia más osada para conseguir que podamos disfrutar los dos juntos de este loco deseo que nos ata.

Mientras tanto ya podéis imaginar con cuantas ganas tome a mi mujer aquella noche.

Deverano.