Mi cuñada, la puritana (2)

Por fin, me la tiré con calma y con el consentimiento de mi esposa

Mi cuñada, la puritana (II)

Al día siguiente de nuestra cita a medias con mi cuñada Tere, desayunamos todos en familia de lo más normal. Cuando Carla y yo nos estábamos despidiendo para ir a nuestra casa, Tere apartó a mi esposa y charlaron un momento. En el trayecto a casa, ni Carla y yo no comentamos nada del asunto; nos dedicamos a conversar con nuestros hijos que iban en el asiento trasero del auto. Cuando llegamos a casa, los chicos prendieron la tele y Carla y yo fuimos a nuestro dormitorio a conversar. Cerró con llave la habitación y me pidió que le cuente con lujo de detalles lo que había pasado. Estábamos sentados en la cama. Cuando comencé a hablar, notoriamente mi esposa se comenzó a excitar; puso un dedo en mis labios como pidiéndome que me detuviera; como estaba con una falda a medio muslo, se quitó las bragas, me bajó el pantalón, me chupó la verga unos minutos y sin decir nada se clavó en mí, quedando nuestras caras muy juntas. Me pidió que siga narrándole lo ocurrido. Yo hablaba mientras nos mirábamos a los ojos y ella se movía en círculos tremendamente excitada. Cuando le conté cómo Tere había gritado y perdido el control al sentirme profundo en ella, Carla comenzó a moverse aceleradamente hasta lograr un fuerte orgasmo.

Se quedó recostada en mi hombro y sin mirarme dijo:

Esta tarde voy a salir al cine con los chicos. He quedado con Tere que voy a llevar a Juancito y ella vendrá aquí. Estaremos tres horas fuera para que ustedes terminen lo iniciado anoche.

¿Estás segura de esto? ¿Estás segura que no te va a afectar?

Me hace muy feliz, cariño.

Arreglamos nuestras ropas, salimos a preparar algo para comer, bromeamos con nuestros hijos, almorzamos y se alistaron para salir. Les dijimos a lo chicos que me quedaría en casa haciendo un trabajo importante. A las 2 de la tarde salieron y a las 2: 30 tocaban el timbre de la casa. Era mi cuñada Teresa.

Más tardé en cerrar la puerta que en sentir cómo se abalanzaba sobre mí para besarme. Nos enredamos en un forcejeo de cuerpos al tiempo que nos quitábamos mutuamente la ropa. La ternura y delicadeza que me había pedido la noche anterior no estaba ya en sus planes. Era una lucha a muerte por poseernos. En cuanto estuvimos desnudos le di la vuelta y se agachó poniendo sus manos en la puerta de entrada y ahí mismo la penetré desde atrás. Su sexo era increíblemente apretado, parecía una quinceañera. Su primer orgasmo llegó casi de manera instantánea, jadeando y pidiendo que le dé con fuerza. Se dio la vuelta y ella misma me condujo a mi habitación. Ya ahí, con más calma, me sentó en la cama y comenzó a mamarme la verga, despacio, gozando cada movimiento. Su lengua subía y bajaba por mi tronco como si fuera un helado que degustaba deliciosamente. ¡Vaya que me había salido buena alumna! Se metió la cabeza en la boca y con su lengua hacía círculos y movimientos que me tenían al borde.

Esta vez no quiero que te vengas en mi boca. Esta primera vez quiero que te vacíes dentro.

Fue a buscar en su pantalón y sacó un preservativo.

Mañana mismo voy al médico para que me aconseje anticonceptivos. Hoy usaremos esto.

Me puso el preservativo. La acosté sobre la cama, me puse sus piernas al hombro y empecé a bombearla a mediano ritmo. Ella hablaba y gemía:

Ayyy qué rico. Así, así, dame más, ahhh, ahhhh, no pares.

Dime que te gusta mi verga.

Me encanta papi. Me gusta tu verga. Dame más.

Dime que quieres que te culee cuando yo quiera.

Soy tuya, papi, soy tu hembra, puedes culearme cuando quieras.

Estuvimos así un buen rato. Bajé sus piernas, las junté bajo mí y comencé nuevamente a bombear con fuerza. Comencé a sentir que estaba a punto de venirme y aceleré mis movimientos. Tere gritaba y movía la cabeza de un lado a otro.

No pares, no pares, no pares.

Me vine y seguí bombeando. En menos de un minuto, ella también lo hizo. Nos seguimos moviendo lentamente y mi verga no bajaba. Entonces me pidió que me saliera, me quitó el condón y me lo volvió a mamar ricamente. Luego de unos minutos se detuvo y me preguntó:

¿Crees poder desvirgarme por atrás sin hacerme doler?

Claro, mi amor, seré todo ternura.

Busqué entré las cosas de Carla una de sus cremas, puse a Tere boca abajo y me dediqué a besar y lengüetearle el chiquito. Ella estaba cada vez más excitada.

Creo que estoy lista, me dijo.

Entonces le dije que se ponga en cuatro al borde la cama. Le comencé a meter un dedo con la crema, luego dos y hasta tres. Le ordené que se toque alternativamente los pezones y el clítoris. La fui punteando despacio, despacio. Ella no decía ni una palabra, pero emitía sonidos como si estuviera concentrada en aguantar el dolor que le producía mi palo. Cuando había entrado hasta la mitad, gritó:

Ayyy, sácamelo, creo que no voy a aguantar.

Apenas terminó de hablar se lo enterré todo de un solo empujón. Pegó un grito que deben haber escuchado todos mis vecinos. Quiso salirse pero la agarré fuerte de la cintura y la obligué a que se quede quieta sintiendo mi verga. Entonces empecé a moverme lentamente y ahí empezó el concierto. Nunca había escuchado a una mujer gozar tanto. Empezó ella a darme el ritmo mientras decía:

Qué delicia, me voy a morir, me voy a morir. Sigue amor, sigue. Más, quiero más. Reviéntame, culéame, gózame. Soy tu puta, soy tu puta. Ayy, ayy, ayy.

Tere se movía como loca, reía y lloraba. Estaba descontrolada.

Me voy a venir, alcancé a decirle.

Dame todo. Lléname el culo de leche. No te salgas. Dámelo en el culo. Ahhhhhhhh.

Ahhhhhhhhhhh, exploté yo también.

Fue un orgasmo mutuo que nos dejó liquidados. Ella se derrumbó en la cama y yo sobre ella, esperando que se baje el ritmo de nuestra respiración. Nos quedamos dormidos con mi pene dentro de su culo. Cuando se despertó, me salí de ella y me dijo:

Quiero que me bañes.

Fuimos a la ducha y, literalmente, la bañé. Casi al finalizar, me puse de rodillas y le mamé su cuevita que hasta ese momento no había probado. Le chupaba y apretaba fuertemente el clítoris mientras le metía dos dedos por su vulva. Se estremeció y jadeó dando indicios de otro orgasmo. Entonces salimos de la ducha, medio nos secamos, me senté en el inodoro, la puse de espaldas a mí y nuevamente la clavé, esta vez sin preservativo; cuando estaba por llegar, ella se salió y, olvidándose de lo que me había dicho, me chupó la verga hasta venirme en su boca. Me dejó limpio el instrumento, se relamió los labios y dijo:

El padre de Juancito era un estúpido. Se preocupaba de terminar lo más rápido posible y me dejaba apenas empezando. ¡Qué distinto eres Julio! Mi hermana tiene razón: sabes cómo hacer gozar a una mujer. No me dejes, por favor. Voy a necesitar muchos momentos como éste.

Nos besamos largo y salimos del baño a vestirnos. Cuando estábamos casi listos, sentimos el auto con Carla y los chicos. Nos apresuramos y alcanzamos a recibirlos. Le dijimos a Juancito que habíamos acordado con su mamá que ella venga a esperarlo a nuestra casa.

Mi esposa pregunto:

¿Qué tal estuvo el partido de la selección?

Un empate formidable, los dos equipos jugaron muy bien, respondí.

Me alegro, dijo, y sonrió mirando a Tere a los ojos.

Esa noche, Carla y yo volvimos a hacer el amor fogosamente. Nuevamente me pidió que le cuente con detalles cada paso de la follada entre su hermana y yo. Tuvo que ponerse un pañuelo en la boca para no gritar porque al escucharme en su oído y ser penetrada al mismo tiempo se le desencadenó una seguidilla de orgasmos que la tenían de "perra arrecha", según su expresión. Me hizo prometer que siempre que mi cuñada necesitara de mi leche se la daría pero sin desatenderla a ella como esposa. Por supuesto que se lo prometí y, sin siquiera imaginarlo, me convertí en el amante de mi cuñada que cada tanto me pedía que la folle. Buscábamos distintos pretextos para quedarnos solos en casa y hacer el amor con la complicidad de mi esposa. En una ocasión animamos a mis suegros a que fueran de vacaciones llevándose a Juancito y mi mujer me entregó tres días y noches en los brazos y piernas de su hermana. Hasta hoy, después de varios años de ocurrida esta historia, seguimos encontrándonos, aunque con menos frecuencia que antes pero gozando a tope y entregándonos al máximo de placer.

Espero tener tiempo para contarles pronto de la única vez que estuvimos los tres juntos: Carla, Tere y yo.