Mi cuñada, la puritana (1)
Le planteé a mi esposa hacer un trío y ella me entregó a su hermana.
Mi cuñada, la puritana (I)
María y yo seguíamos encontrándonos una vez cada tres o cuatro semanas (Ver mi relato en http://www.todorelatos.com/relato/49172/ ). Nuestros encuentros se volvieron cada vez más deliciosos y ella se había vuelto una puta desenfrenada. Sobre todo le encantaba que se la meta por el culo. No dejaba una ocasión sin que le agrande su chiquito. La relación se mantuvo mientras su marido estuvo fuera del país. Cuando él llegó nos limitamos a manosearnos a escondidas aprovechando las ocasiones en que venía a mi casa o Carla y yo íbamos a la de ellos, pero sin pasar a más.
Cuando tenía unos cuatro meses encontrándome con María, empecé a decirle a mi esposa que quería hacer un trío, que me encantaría gozarla con otro hombre. La primera vez que se lo dije se enfureció y tuve que recurrir a mucha paciencia y calma para insistir ocasionalmente. Al cabo de casi un año, se enojaba menos y comenzó a parecerle natural que se lo propusiera pero su respuesta seguía siendo "no".
En una ocasión, luego de haber hecho el amor y estando en el motel al que nos escapábamos cuando queríamos hacer el amor ruidosamente, le volví a proponer el trío y me dijo:
Por ahora no me interesa estar con otro hombre que no seas tú. Me siento satisfecha con la forma como me haces gozar. Te propongo otra cosa. Quiero que te folles a mi hermana y la hagas gozar tanto como a mí.
Debo haber puesto una cara de idiota espectacular porque Carla se rió a gusto viéndome. Luego dijo:
¿Por qué te asombras? En tu cabeza yo sí puedo estar con otro hombre, ¿por qué tú no podrías estar con otra mujer, más todavía si es mi hermana quien no ha tenido sexo por lo menos 5 años?
Teresa, mi cuñada, es madre soltera. Vive con mis suegros y es una morena hermosa pero puritana. Parece que antes de tener a su hijo llevaba una vida medio libertina. Luego, le entró el remordimiento y toda su vida está dedicada a Juancito, su hijo.
¿Estás hablando en serio o me estás tomando el pelo?, le dije.
Estoy hablando muy en serio. Ustedes se llevan muy bien. Sé que para Tere eres el hombre ideal que ella hubiera deseado encontrar. Y a mí me gustaría mucho que ella goce lo que yo gozo contigo.
Estaba confundido. Lo único que se me ocurrió fue hacerme el enojado y cambiar de tema de conversación. Esperé pacientemente a que Carla volviera a poner su propuesta sobre la mesa. Yo me hacía el que no estaba totalmente convencido. Su insistencia era cada vez más frecuente así que un día le solté:
Digamos que acepto acostarme con Tere, ¿cómo crees que acepte estar conmigo si sabes lo puritana que es?
Eso déjalo de mi cuenta. Yo me encargo de trabajarle la cabeza y el deseo a mi hermana.
Pasaron unos dos meses y Carla guardó hermetismo absoluto sobre sus planes. Yo comencé a olvidarme del asunto; sin embargo, noté que Carla visitaba frecuentemente a Tere y conversaban mucho tiempo. Así mismo noté que Tere comenzó a disminuir sus distancias corporales conmigo: ocasionalmente, y como al descuido, me tomaba el brazo o la mano con disimulo unos segundos mientras me hablaba; al dirigirse a mí me miraba directamente a los ojos y comencé a captar un cambio en su mirada: era una mirada de expectación y deseo.
Un día, en una fiesta familiar en casa de mis suegros, extrañamente Tere bebía más de lo acostumbrado. Cuando estaba medianamente ebria pero conciente de lo que hacía y decía aprovechó un momento en que yo estaba alejado de los demás para acercarse y decirme: "¿sabes que tu mujer está a punto de convencerme de que haga una locura?".
Difícil, querida. Tú no haces locuras.
¿Quién dice? Nunca se sabe cuñadito, nunca se sabe.
Dicho esto hizo algo inusual: me besó lentamente en la mejilla, muy cerca de la comisura de mis labios, y se separó haciéndome un guiño de ojo. Busqué a Carla para hablarle a solas y le dije:
¿Qué pasa con Tere que está muy rara?
Está lista para que servirse en bandeja de plata para tí, mi amor. Pero todavía tiene vergüenza, por eso está bebiendo más de lo usual. Si logramos que se mantenga despierta hasta que todos se vayan a dormir estoy segura que hoy me harás feliz haciendo feliz a mi hermana.
Me dio un beso en la boca y se apartó de mí. Entonces Carla se dedicó a hacer que su hermana siga bebiendo y al mismo tiempo manteniéndola alegre con conversación amena, chistes, etc. Pasada la medianoche, todos comenzaron a retirarse. Tere quiso despedirse pero Carla le pidió que se quede un poco más para seguir charlando. Mis suegros también se retiraron a su habitación y nos quedamos los tres en la sala (Carla, Tere y yo). Mi mujer sirvió unos vasos de vino y dijo:
Brindo por mi marido que sabe cómo hacer feliz a su mujer.
¿Por qué sigues restregándome en la cara lo que hace bien tu marido? ¿No sabes que no se debe hablar de agua al sediento?, replicó Tere.
De eso se trata. Ustedes se quieren mucho y creo que ya es hora que los sedientos dejen de sufrir cuando tienen un manantial cerca. Julio, ¿qué tal si le haces un café a mi hermana que está un poco pasada de copas mientras yo voy a ver si los niños están durmiendo bien y descanso un poco?
Se levantó, me dio un beso y se dirigió a su hermana:
Tienen mi consentimiento para hacerse más amigos. No se preocupen por mí. Yo estaré bien si ustedes están bien.
Tere y yo nos quedamos solos sin saber qué hacer o decir. Después de un momento de silencio le pregunté si quería que le prepare un café. Me miró a los ojos y dijo:
Tú y yo sabemos por qué estamos aquí y ahora solos. Tengo miedo pero estoy dispuesta a dar el paso que quiere mi hermana, siempre y cuando me jures que nada de lo que ocurra entre nosotros va a afectar a tu familia que también es mi familia.
No respondí. Simplemente me acerqué y la besé tiernamente. En unos segundos ella se tornó un volcán. Su lengua serpenteaba en mi boca y ella misma llevó mi mano derecha a acariciar sus tetas. Cuando comencé a acariciarle la concha por sobre la ropa, me separó y me dijo:
Mira si Carla se ha dormido y luego ven al cuarto de Félix. (Félix es uno de mis cuñados; es arquitecto y vive desde hace tiempo en otra ciudad pero mantiene su habitación en casa).
Ví a los chicos durmiendo y a Carla dormida o haciéndose la dormida. Di media vuelta y me dirigí a la habitación de mi cuñado. La puerta estaba abierta y a oscuras. Entré despacio y la voz de Tere que muy bajito me pedía que cierre la puerta; cuando lo hice, me tomó de la mano, me acercó a la cama y me dijo cerca de la oreja:
No estoy segura de hasta dónde voy a querer llegar. Sólo te pido que seas delicado.
Dicho esto comenzó a quitarse la blusa.
No así. No hay prisa, le dije.
Comencé a besar su frente, sus ojos, sus mejillas, sus orejas, su cuello. Ella buscaba mi boca con su boca y yo retrasaba el encuentro. Levanté su cabello y besé la parte de atrás de su cuello, caminando hacia sus hombros y comenzó la transformación de mi querida cuñada. Se dio la vuelta y mientras seguía buscando mis labios comenzó a quitarme la camisa y a desabrocharme el cinturón. Yo hacia lo propio con ella pero muy lentamente; acariciaba sus senos y sus nalgas por sobre su ropa, mientras le quitaba una a una sus prendas. Nos íbamos desnudando lentamente mientras nos besábamos y tocábamos. Eso le daba una atmósfera de sensualidad increíble a nuestro encuentro. Cuando estuvimos totalmente desnudos me dijo:
Enséñame cómo chuparte el pito. Es una de mis fantasías: mamarte el miembro, quiero decir, mamar el miembro de un hombre.
Vaya con mi cuñadita. Tras su cara de mosquita muerta tenía fantasías conmigo. Me senté en la silla que había junto a la mesa de trabajo que tenía mi cuñado y la puse de rodillas frente a mí, indicándole qué hacer y cómo hacer. Mi aprendiz era perfecta: en diez minutos me estaba mamando el palo como una profesional. Se dedicaba a conciencia a su tarea al punto que me tenía al borde de explotar. Entonces la levanté e hice que ella misma se penetrara con mi pene. Lo hizo lentamente y con una respiración creciente que revelaba su excitación. Su cueva estaba estrecha, parecía una mujer virgen. De repente, ella misma se clavó a fondo y no pudo retener un grito mezcla de placer y dolor; echó el cuerpo para atrás e hizo caer unos lápices y reglas que estaban sobre la mesa de dibujo de mi cuñado.
Y eso echó todo a perder. Tere se puso súper nerviosa al ver que mi suegro salía de su habitación por el ruido y preguntando quién andaba ahí. Cuando estaba a punto de abrir la boca, escuchamos la voz de Carla que le decía a mi suegro que era ella, que se le habían caído unas cucharas en la cocina. Ahí nos dimos cuenta que mi esposa estuvo todo el tiempo despierta siguiendo lo que hacíamos y cuidándonos las espaldas. Esperamos que mi suegro entre a su cuarto, nos vestimos y salimos, pese a mi insistencia de que terminemos lo iniciado. Carla le salió al encuentro de Tere cuando ésta estaba por entrarse a su cuarto. Sólo escuché que dijo:
¿Por qué me has pedido esto? Ahora no sé si podré dejarlo. ¿Querías que esté con Julio? Pues ahora no hay marcha atrás. Quiero estar con él pero sin temor de ser interrumpidos. ¿Estás de acuerdo?
Claro que sí, tonta. Ya te lo he dicho. Con tal que Julio me siga amando y atendiendo como lo hace, puedes estar con él cuantas veces quieras.
Se abrazaron y se dieron un beso en la mejilla, Tere entró a su habitación y Carla y yo nos fuimos a la nuestra. No nos dijimos una palabra pero hicimos el amor de forma desenfrenada.