Mi cuñada Elena (3ª parte)

Ya era suficiente, era el momento de follarme aquel coño jugoso.

En el final de la segunda parte:

Abrí mi boca para abarcar todo lo que pudiera de su coño... y si podía su ano también. Comencé a sorber todo lo que encontraba, todo lo que salia de ella. Mis manos, como garras, se aferraron a sus nalgas de carnes prietas, ayudando a enterrar mi boca en su coño. Mi boca sorbía, mi lengua lamia, mi lengua penetraba su vagina y su ano, mis labios chupaban, chupaban sus labios, chupaba su clítoris, mis dientes mordisqueaban... y seguí y seguí hasta que le llego el orgasmo, mis ojos podían ver su abdomen temblar, su pecho agitado por la respiración, sus tetas bamboleándose con sus pezones erizados apuntando al techo, sus manos clavaban sus dedos en sus muslos, su grito de placer era ahogado en su garganta. Más jugos salieron de dentro de ella, era aquel líquido blanquecino, se adhería a mi lengua como el chocolate, seguí sorbiendo hasta dejar su coño limpio.

Ya era suficiente, era el momento de follarme aquel coño jugoso.

MI CUÑADA ELENA

3.ª Parte.

Mi boca no lograba crear saliva, con el poder suficiente, para quitar el sabor de su coño. Tenía su liquido vaginal adherido a mi boca como alquitrán al zapato.

Con la mano me limpie la cara, manchada con sus fluidos, y con la misma mano embadurne mi polla con sus restos. Mi polla ya tenía las pinturas de guerra, lista para el ataque.

De pie, ante mí, tenía a la puta de mi cuñada abierta de piernas, con el coño bien abierto y dispuesto a ser llenado con mi polla. Su cuerpo brillaba por el sudor. Podía distinguir sus gotitas de sudor cubriendo su vientre y sus pechos. Su cara blanca parecía un semáforo en rojo. Su boca abierta buscaba el aire necesario para recuperarse, sus ojos cerrados esperaban...

-“si abrieras los ojos verías, no lo que te espera, si no la polla que te espera” -dije para mí.

Me situé cerca de su coño con mi polla. Puse el glande sobre sus labios vaginales. Lo restregué sobre ellos y su clítoris. Notaba como aceptaba el nuevo placer por su respiración. Pero no iba a darle más caricias, quería darle caña.

Introduje el glande poco a poco en su vagina. Quería sentir como su coño trataba de tragarse la cabeza de mi polla. Por fin abrió los ojos. Se estaba dando cuenta de que lo que estaba intentando entrar en su coño no era lo que ella esperaba.

Levanto la cabeza intentando ver lo que era.

  • ¿qué... que intentas meterme.?

  • una polla como dios manda, cuñada -y mi polla seguía entrando despacio.

  • la... la tienes gorda cabrón... me estás abriendo bien mi... mi...

No podía seguir hablando. Sus ojos verdes, temerosos veían como mi polla entraba poco a poco abriéndose paso por su vagina, la cual aún no había tenido oportunidad de saborear tal envergadura.

El placer que yo sentía era fabuloso. Estaba clavándosela a mi cuñada, por fin. Mi pubis topó con el suyo. Mis huevos rozaban su ano. Paré unos segundos para que su vagina se adaptara y yo poder sentir su interior. Podía notar como se transmitía su respiración agitada a su vagina. Empece a sacar mi polla de allí. A la vez que salia, me traía consigo los jugos que habían quedado dentro después de su orgasmo anterior. Después de haber saboreado su manjar, y que aun tenía disolviéndose en mi boca, me asalto la morbosa idea de mamar mi propia polla impregnada con su “salsa”.

La saque toda y pude ver como se quedaba su coño abierto, rezumando liquido. No se quería cerrar, estaba pidiendo ser llenada otra vez. Y así lo hice, pero no me anduve con tanto tiento, la metí y me dejé caer sobre ella.

Le molestó la brusquedad, pero no gritó, solo gruñó.

Mi polla estaba toda dentro de ella. Mi cuerpo aplastando el suyo. Era mi puta y su cuerpo era mío. Su abdomen contra el mío, moviéndose con su respiración, era un añadido más para mi placer. Su cuerpo sudando. Sus pechos colgando a los lados eran aferrados por mis manos, estrujándolos. Mi boca sobre su cuello lo degustaba. Y mi pelvis empezó su rítmico vaivén.

Primero a ritmo lento y controlado... dentro... hasta el fondo... fuera... casi fuera... dentro... hasta el fondo... Y así una y otra vez. Jugando con sus tetas, con sus pezones. O bajando mis manos hasta sus nalgas y aferrándome a ellas.

Mi “baile” la estaba encendiendo. Sus muslos rodearon mi cintura cerrándose cual esposas. Sus brazos me rodeaban y me recorrían la espalda o se agarraba a mis nalgas tensas por el trabajo que estaba realizando. Me excitaba sentir sus uñas cortas arañando mis nalgas.

Su vagina ya aceptaba mi polla. Notaba su coño bien lubricado. Oía el chapoteo de mi polla entrando y saliendo de su coño.

Poco a poco mi desenfreno fue en aumento. El poder de tener sus carnes en mis manos, en mi boca, rompiéndola con mi polla... Ojalá tuviera más manos. Quería poseer su culo, su cintura, su vientre, sus pechos... mi ritmo aumentó... sus muslos, su cuello, su boca... solté sus nalgas. Mis brazos rodearon sus hombros, como el abrazo de un oso, agarrando su pelo por detrás y tirando de ellos, forzando que su cabeza se inclinara hacia atrás y dejando su garganta expuesta.

No pensé si le gustaba o no, si le hacia daño o no. Solo me dominaba mi instinto animal, follar, follar, follar... poseerla como una bestia, morderla con mis colmillos y sentir su sangre en mi boca... clavar mis colmillos en sus pechos y mamar de su leche... mi lujuria me estaba depravando.

Mis embestidas eran fuertes. Golpeando mi bajo vientre contra el suyo. Esparciendo sus flujos entre nuestros cuerpos y en el suelo. Notaba sus pechos botando debajo de mí. Mis huevos golpeaban contra su ano. De vez en cuando me aplastaba mis huevos yo mismo, provocando un dolor que partía mi cintura, pero que hacia que mi polla incrementara su placer.

Ella intentaba acompasar mi perforación con su movimiento de cadera.

Mi cuñada estaba gimiendo de placer. ¡Por fin oía a mi cuñada decir algo mientras follaba! Por fin, mi cuñada se estaba enterando lo que era follar con una buena polla.

  • ¡ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah... !

Cada “ah” era mi polla horadando su coño. Su coño se está estrechando. ¡Se va a correr!

  • Si, córrete... córrete, puta...

  • ¡ah, ah, ah, ah, ah... si, si... !

Ella se iba a correr y yo también. Dentro de ella. Embestía mi polla con fuerza, buscando poder llegar a su útero, penetrarlo e inundarlo con mi semen, con litros y litros de semen. ¡sí! ¡bien adentro! ¡más! ¡más! ¡más!...

Ella se tensaba bajo mi cuerpo. Mis brazos la estrujaban con fuerza. Sus piernas partían mi cintura. Mis manos tiraban de su pelo y su cuello luchaba para no doblárselo más. Las venas de su cuello se hinchaban. Su vagina se contraía en espasmos; mientras mi polla la penetraba con dificultad y provocando que me corriera, por fin, dentro de la puta de mi cuñada... una, dos, tres... cuatro... mi polla estaba dentro descargando su carga. Costaba que saliera teniendo mi polla comprimida por su vagina, pero la fui llenando.

Nuestros cuerpos estaban bañados en sudor. Unidos en un abrazo, por la tijera de sus piernas, por mi polla palpitante en su coño desbordado de fluidos.

Mis dedos se habían abierto para soltar su pelo. Mi cuerpo aun yacía sobre ella. Con temblores, sus muslos se abrieron soltando mi pobre cintura y reposándolos en el suelo. Aun sentía espasmos en su vagina, temblores en su vientre.

Nuestras respiraciones poco a poco fueron tomando cordura.

Comencé a incorporarme y separar nuestros cuerpos. Nuestras pieles se negaban separarse por la viscosidad de nuestro sudor. Mi polla fue abandonando su vagina notando como esta hacia de ventosa dificultando su marcha. Observe mi polla, toda pringosa, libre ya de la opresión de su coñito, como volvían a hincharse las venas que marcaban el tronco de mi miembro y llenaban a tope nuevamente mi glande. De él colgaba un líquido blanco y espeso, que continuaba hasta llegar a la vagina de mi cuñada, que se había quedado dilatado, expulsando todo lo que tenía dentro, mío y suyo.

Su coño, su pubis, las zonas cercanas a ellos estaban rojas, casi amoratadas, por el “maltrato” recibido. Sus pechos... marcados también. Podía distinguir perfectamente la marca de mis dedos. Su cuello.

No sentía remordimiento ninguno. Mi perversión y lujuria comandaba ahora.

Obtener orgasmos, como los que le he proporcionado, tiene un precio. Y aún no había terminado.

Aun quedaba su culo.

Sobre la mesa había una bolsa con un regalo para ella. Lo cogí. La obligué a ponerse de costado. Una de mis piernas mantenía inmovilizada una de las suyas contra el suelo y la otra se la levante y apoye en mi hombro, reteniéndola con mi brazo. Era de agradecer su gran elasticidad.

Con la mano libre cogí el “regalo”, un butt plug, un consolador anal. Y además hinchable. Era el que usé en las primeras relaciones con mi mujer.

Lo unté con la mantequilla que salia aun de su coño. Ella aun se dejaba hacer, pero cuando noto la punta del consolador en su ano se sobresaltó he intento zafarse, pero la tenía bien sujeta. Cerraba su culo intentando impedir el allanamiento, sin embargo, yo hacia más fuerza que ella, a la par que me excitaba su oposición.

Se quejaba de que le hacia daño; pero el consolador estaba entrando sin mucha dificultad, gracias a la buena lubricación que rodeaba toda la zona. Finalmente, entro. Y ahí se quedó. Para celebrarlo le di un par de cachetes en sus nalgas.

Divino... en su culo blanco se quedó estampada la forma de mi mano. Y que decir de sus carnes vibrando por los cachetes. Si su culo fuera una bola de helado, me la metería entera en la boca y la sorbería.

La solté. La sujete por el cuello a la vez que le acariciaba la cara.

  • Lo que tienes en el culo es un consolador... hinchable. El cual iré inflando poco a poco para que se te valla dilatando la cuevita. No intentes sacarte el consolador, porque volveré a metértelo otra vez... pero más grande. ¿lo has entendido? -asintió con la cabeza- Perfecto. Y para pasar el tiempo, mientras dilatas... me vas a mamar la polla, te la vas a tragar, me la vas a limpiar. Y si logras que me corra, puede que no te folle el culo tan rico que tienes ¿sí? -nuevamente asintió con la cabeza-.

Así es que me senté en la silla con las piernas abiertas y mi polla apuntando al techo. Mi cuñada se acercó caminando de rodillas, con el culo ligeramente en pompa, a causa del consolador. Sus pechos se movían como péndulos. Se quedó mirando un instante el cacho de carne que tenía delante y que hacia poco tubo dentro de su coño colmándolo.

Separó un poco las piernas y cogió el tubito de goma de un metro que salia de su culo y terminaba en una pera para inflar el consolador y me la entregó.

Sin pudor, posó sus labios cerrados, y carnosos, sobre mi glande. Y fue empujando a medida que abría su boca y empezaba a introducirse mi polla; a la vez que su lengua iba lamiendo mi glande y sorbiendo el adobo que bañaba mi polla...