Mi cuñada: de obsesión a realidad

La historia de cómo logré hacerlo con la hermana de mi novia.

Este es el relato de cómo conseguí llevar a la realidad mi mayor fantasía: tener sexo con mi cuñada, la hermana menor de mi novia.

Mi nombre es Pablo y tengo 27 años. Soy un chico moreno, de 1.80, que hago bastante deporte, lo cual hace que esté en un buen tono físico. No destaco físicamente ni para bien ni para mal, así que la mejor descripción puede ser la de un hombre normal que se cuida.

Desde hace 8 años mantengo una relación con mi novia Sara, que tiene 25. Ella es morena aunque siempre lleva el pelo teñido de rubio. Mide 1.65 y es una chica que llama bastante la atención por la belleza de su cara. Tiene ojos color miel, dentadura perfecta y labios carnosos. Lo más destacable de su cuerpo son sus caderas “a lo Shakira” (Puede que exagere pero así es como la veo yo).

Por desgracia, debido a la crisis que hay en España actualmente y cómo muchas parejas más, no tenemos trabajo estable ninguno de los dos, así que de momento seguimos viviendo separados en casa de nuestras respectivas familias.

Esta situación hace que diariamente tenga que ir a su casa a visitarla y casi siempre se encuentra allí su hermana Silvia.

Sil , como la llamamos en casa, es una chica morena de 23 años. Es bajita, ya que apenas llega a 1.60 y su físico no es nada del otro mundo. Tiene el cabello muy negro, es delgadita y sus pechos son diminutos. Sólo dos cosas destacan de su cuerpo: por un lado, al igual que mi novia, sus labios son muy carnosos, de los que provocan fantasías de sexo oral. Lo otro es su espectacular trasero. Tiene un culo respingón muy llamativo, que sin duda es el origen de mi obsesión hacia ella.

Si ponemos en balanza a las dos hermanas, gana mi novia por goleada. Pero el instinto animal del hombre hace que siempre se quiera lo que no se tiene, lo prohibido, y así es como empecé a obsesionarme con ella.


Sara y yo tenemos una vida sexual plena pero con la dificultad de no tener un sitio para hacerlo cuando nos apetece. Esto hace que tengamos que aprovechar la más mínima situación en la que nos quedamos solos en una casa o en la otra para hacerlo.

Una tarde en su salón estábamos seguros de que no vendría nadie, y empezamos a ponernos calientes. En un momento dado nos encontrábamos ambos en el sofá con los pantalones bajados y masturbándonos el uno al otro. Ella tiene una mano que es una maravilla. Baja y sube despacito pero aumentando la presión cuando pasa por el glande y disminuyendo cuando va hacia el tronco. Es una maestra en el arte de hacer pajas, y si se lo propone puede hacerme correr en pocos minutos. Yo mientras tanto masajeaba su clítoris por encima del capuchón, en movimientos circulares amplios, como a ella le gustaba, mientras todas sus partes se mojaban más y más, al mismo tiempo le mordisqueaba los lóbulos de las orejas y ella ya empezaba a emitir ligeros gemidos, señal inequívoca de que era el momento de pasar al siguiente nivel. Justo en ese momento, cuando estábamos más cachondos, sonó la cerradura de la puerta de la casa girando y apareció Sil inesperadamente.

Entre la entrada y el salón solo hay un corto pasillo, así que apenas me dio tiempo a subir lo que pude los pantalones y cruzarme de piernas. Sara había huido deprisa hacia el cuarto de baño y no se me ocurrió otra cosa que coger una revista y hacer como que leía. Le dije un “Hola” intentando parecer natural pero la voz me salió quebrada. Ella no dijo nada, sino que ladeó la cabeza y me sonrió con un gesto que sólo podía interpretarse de una forma: nos había pillado.

Pasó a su habitación y estuvo allí unos minutos. Justo en ese instante salió mi novia del baño y se sentó a mi lado. Intercambiamos miradas de “Todo va bien” y encendimos la televisión. A los cinco minutos salió Sil de su cuarto con un camisón muy corto, que al más mínimo movimiento mostraba sus braguitas color rosa. Además se notaba que no llevaba sujetador y sus pequeñas aureolas oscuras sobresalían duras por la fina tela de la prenda que la cubría. Estaba espectacular. Todavía me encontraba en estado de excitación y al ver semejante hembra se me puso de nuevo como una estaca.

He de decir que hasta ahora Sil nunca se había puesto algo tan ligerito en mi presencia y Sara no tardó en llamarle la atención en cuanto la vio.

  • Sil, podrías taparte un poquito, que está Pablo delante.

  • Hermana hace mucho calor y además somos familia, no te escandalices que seguro que a él no le importa.- diciendo esto me miró con ojos de picardía.

En esa situación no supe que decir y me salió algo así como:

  • Estás en tu casa, viste cómoda que a mi me da igual.

Mi cuñada se sentó a mi derecha y yo quedé en medio de las dos mientras echaban la serie de turno en la televisión.

Pasaron unos minutos y Sara parecía seguir con atención la serie, ya que era de sus favoritas. A Sil sin embargo parecía no importarle nada y estaba limándose las uñas mientras tenía las piernas semiabiertas. De repente mi cuñada cambió levemente su postura y pegó uno de sus muslos a mi mano, que estaba apoyada en el sofá. En esos momentos me planteaba seriamente si sería un gesto natural y sin importancia o un acercamiento en toda regla. El caso es que fuera una cosa u otra yo ya no podía más y estaba con un dolor de huevos impresionante y una erección que solo se podía bajar o corriéndome o cortándomela.

Al cabo de un rato llamaron por teléfono y era para Sil. Sería seguramente su novio Oscar, del que ya os hablaré más tarde. Fue hacia su cuarto y se encerró. Conociendo lo que le gusta hablar por teléfono, sabíamos que por lo menos estaría media hora en el cuarto. Yo aproveché y le dije a mi novia directamente que me tenía que ayudar con el asunto que tenía ahí abajo.

  • Está mi hermana en la casa, no podemos.

  • Sabes que no saldrá de su cuarto en un buen rato, da tiempo a echar uno rapidito en tu habitación.

  • No, me da mucha vergüenza hacer ruido. Además ya sabes que yo así no puedo…

  • Bueno pues entonces hazme el favor hoy y te lo devuelvo otro día.

No le dio tiempo a contestar. La cogí en brazos y la llevé directa al cuarto donde nos encerramos. Ella me bajó los pantalones y empezó a darme una paja gloriosa. Qué delicia. Yo le apretaba los cachetes del culo lo más fuerte que podía por encima del pantalón fino que llevaba puesto. Pegué su cuerpo al mío fuertemente y no la soltaba, la quería apretada contra mí. Esa postura apenas le daba para el giro de muñeca y pronto empezó a hacerme ver que le dolía un poco el antebrazo. La verdad es que no entiendo porqué a estas alturas estaba tardando tanto en correrme.

Ante el miedo de que su hermana pudiera salir del cuarto, Sara optó por la vía rápida y se puso de rodillas dispuesta a mamar. Empezó muy suave a pasar la lengua por debajo del escalón del capullo. Normalmente me encanta que empiece las mamadas despacio pero en esta ocasión yo estaba ya en otra velocidad y le cogí la cabeza por los lados iniciando un violento mete-saca. Ella se agarró a mis nalgas y me clavaba las uñas mientras me empujaba hacia su garganta. Empezó a caer un chorro de babas sobre el suelo. Parecía que se ahogaba, pero no era la primera vez que hacíamos esto y sabía que todo iba bien. Avisé de que me iba a correr y entonces ella me agarró los huevos con la izquierda mientras que con la derecha mantenía mi polla lo más recta posible ya que mis violentos vaivenes eran descontrolados. En ese momento la sacó y empecé a soltar leche a latigazos. Casi todo fue a parar a su frente y le quedó todo el pelo manchado de semen.

Se levantó corriendo y fue a ducharse. Yo me terminé de limpiar en el calzoncillo y puerco como estaba me acerqué a la puerta del baño a decirle a Sara que me iba y que nos veríamos al día siguiente. Creo que le molestó un poco que me fuera nada más correrme pero tampoco es de aquellas que se enfadan por cualquier cosa, así que no pasó la cosa a mayores.

Al pasar por el salón me sorprendí al ver a mi cuñada tumbada leyendo un libro. Si estaba ahí sin duda debía saber todo lo que había pasado.

  • Hasta mañana Sil – le dije al pasar por su lado.

De nuevo ella tampoco me contestó, sino que me miró sonriendo abiertamente, lo que hizo que enrojeciese de vergüenza al instante. Me marché a mi casa con sensaciones muy extrañas y nuevas. A pesar de haberme corrido, seguía con ganas de más, pero no me podía quitar de la cabeza a mi cuñada. Acababa de plantar en mi interior la semilla del morbo, que fue creciendo hasta convertirse en obsesión.

Aquella noche antes de dormir, me masturbé tres veces pensando en ella.


Mi cuñada lleva saliendo con su novio Oscar, que tiene 27 como yo, desde hace cinco años. La verdad es que el tipo es de lo más gilipollas que te puedes echar a la cara. Su familia tiene algo de pasta y él es el típico estirado que sólo se interesa por sí mismo.

Yo intento evitar a toda costa coincidir con él, así que limito las típicas salidas en parejitas a lo meramente imprescindible. Pero cuando me propuso Sara ir con ellos a la playa el domingo siguiente, no me lo pensé y dije que sí. Estaba loco por ver a Sil y soportar a su novio era un pequeño precio que debía pagar.

Fuimos en el A4 de él puesto que mi coche no tiene ni aire acondicionado y hacía un calor sofocante. Estuvo todo el camino hablando de cosas que se había comprado o que pensaba comprarse. Inaguantable. Mi novia y yo nos miramos con el mismo sentimiento. A ella tampoco le caía bien.

Cuando llegamos, Oscar y yo empezamos a montar una pequeña carpa para protegernos del sol mientras las chicas se quitaban los pareos y se quedaban en bikini.

Las hermanas fueron hacia la orilla para mojarse los pies. Sara estaba impresionante.

Tenía un biquini diminuto de corte bajo que realzaba sus caderas y la curva de su cintura. Todos los hombres de la playa estaban fijándose en ella en ese momento.

Bueno, todos no. Yo no podía apartar la vista de la pequeña Sil. Con su pecho plano y su culito respingón, tenía el pelo recogido en una trenza y sonreía abriendo sus jugosos labios, mientras miraba hacia nosotros.

Y así se daba la paradoja de que todos me envidiaban a mí, por estar con Sara, y yo no paraba de pensar en Sil, que pasaba desapercibida ante la belleza de su hermana mayor.

Sara vino hacia las toallas para que le pusiera crema protectora mientras Oscar fue con su novia al agua y empezaron a hacer los típicos jugueteos en el mar.

En ese momento se me escapó una frase del pensamiento:

  • No sé como tu hermana aguanta a este tonto del culo.

Ella me respondió de lo más natural, diciendo que ella tampoco lo comprendía mucho pero que sus razones tendría.

  • Debe de ser un animal en la cama, porque otra cosa no puede tener.

  • Precisamente eso no es. Supongo que él la pilló en un momento débil y ahí siguen- Me respondió Sara con un aire de indiferencia.

Pero a una persona en mi estado no se le pasa un comentario así por encima y me dispuse a indagar sobre la frase.

  • ¿A qué te refieres con lo de “precisamente eso no es”?

  • Bueno no sé, no tiene pinta ¿No?- A estas alturas de la relación, sé cuando mi novia me contesta con medias verdades. Se notaba que ocultaba algo que no quería decir pero que se le había escapado.

  • ¡Tú sabes algo! En las parejas no puede haber secretos cariño.

  • Pero son conversaciones privadas entre hermanas, no te puedo contar nada. Además, ¿A ti que coño te importa?

  • Sabes que soy un cotilla, solo es curiosidad. Pero vamos que no me digas nada si no quieres. Eso sí, el próximo chisme que me cuenten no lo vas a conocer de mi boca.

Sabía qué teclas tenía que tocar en ese momento para que Sara hablara. Es una persona demasiado chismosa para no caer en un chantaje así.

  • Bueno está bien. Pero esto a nadie ¡Eh!, que me mataría si supiese que te lo he contado.

  • Por favor Sara, ¿A quién le voy a decir nada?

  • Vale. Pues resulta que a ella le cuesta llegar al orgasmo con Oscar. Las pocas veces que lo ha conseguido ha sido por sexo oral pero tampoco a él le gusta mucho eso.

  • Pero, ¿Es un problema de ella o con otros novios sí podía?

  • ¿Otros novios?, ella sólo ha llegado a eso con él. Con los otros nunca pasó de jugueteos. De hecho has dado en el clavo, porque cuando ella me preguntó cómo me iba a mí fue porque no sabía si era por ella o por Oscar.

De nuevo Sara hablaba más de lo que debía.

  • Espera, espera. ¿Qué vas contando nuestra vida sexual por ahí? Esto es ya lo que faltaba- dije haciéndome el indignado. Pero Sara sabía que no me molestaba por eso en serio.

  • No te hagas el mártir que eres un morboso y te encanta. Además la chiquilla estaba muy preocupada y quería tranquilizarla, así que le dije que seguramente el problema fuera de él, puesto que nuestros genes eran los mismos y yo contigo me lo pasaba de puta madre.- Diciendo esto guiñó un ojo y estiró el brazo para tocarme el paquete por encima del bañador.

La conversación me había puesto a cien. Ahora sabía que la mujer de mis deseos estaba encima falta de sexo. El toque de mi novia hizo de catalizador. Había entrado en zona roja de nuevo.

  • Vamos al agua, que se baje esto un poco.

  • ¡Qué rápido te activas hijo! Aprovechemos que ellos están saliendo ahora.

Nos metimos en el mar y avanzamos hacia dentro poco a poco para acostumbrarnos al frío del agua. Cuando llegaba al cuello nos paramos a abrazarnos. Era una de esas playas que para hacer pie tienes que alejarte bastante de la orilla. Justo en la zona en la que estábamos no había nadie cerca y aproveché para empezar a magrear a mi novia.

La abrazaba por detrás mientras masajeaba su coño por encima del bikini. Ella me acariciaba los brazos y echaba el culo para atrás, poniéndolo en contacto con mi polla, que estaba dura pese al frío del agua. El calor interior era más poderoso.

Empecé a besarle el cuello por debajo de las orejas y ella arqueaba la espalda de placer.

Pasó una de sus manos por detrás de su espalda y la metió directamente dentro de mi bañador, donde encontró lo que andaba buscando.

-Estoy cachondísima, métemela ya-

Me bajé el bañador lo suficiente y aparté la parte inferior de su bikini a un lado. Entró de golpe. Esta era su postura favorita puesto que mientras la penetraba con suavidad podía masajear su clítoris cómodamente y lamer su cuello y sus orejas. No podíamos hacer movimientos muy bruscos pues se notaría pero empezamos a movernos acompasadamente. No eran embestidas de dentro a fuera. Mi polla permanecía dentro de su coño, apretándonos muy fuerte, mientras un meneo suave en círculos nos estaba matando de gusto. Mi dedo sin embargo se movía con agilidad describiendo círculos en su clítoris. Por el tacto, noté que lo tenía fuera y entonces supe que le quedaba poco para explotar. Aumenté la velocidad un poco y ella se vino con estruendo. Tuve que taparle la boca para que no gritara y nos descubrieran.

Entonces sabía que era mi turno y me percaté que desde esa postura podía ver a mi cuñada que estaba tumbada e incorporada mirando hacia nosotros. Creía que desde esa distancia no podría ver nada, pero me pareció que me miraba a los ojos con esa sonrisilla que me tenía loco.

Así, mientras la miraba, empecé a moverme de atrás hacia delante, sacándola y metiéndola entera cada vez. Me corrí dentro de ella y no pude disimular mi cara de gusto.

Cuando nos tumbamos al lado de ellos en las toallas me dijo Sil de repente:

  • ¿A que se está muy a gusto en el agua?- Y me guiñó un ojo.

Me pregunté si me estaba montando una película o había motivos para pensar que Sil me lanzaba tiritos. No tenía la respuesta todavía, pero sabía que no podría descansar hasta que no me la follara.


Pasó una semana antes de que volviera a verla. Esos días, que se me hicieron interminables, tuve que pasarlos fuera por motivos de trabajo. La próxima vez que coincidiéramos iba a ser una fecha que ya estaba marcada, el bautizo de un primo de mi novia que iba a celebrarse el sábado. Normalmente no aguanto este tipo de fiestas familiares pero en esta ocasión estaba realmente ansioso porque llegara.

Sara y yo salimos desde mi casa y quedamos en vernos en la puerta de la iglesia con sus padres, mi cuñada y el novio. Llegamos un poco tarde y mis suegros ya habían entrado. Sil nos estaba esperando con Oscar en la puerta para entrar con nosotros.

Mi novia iba con un vestido claro muy elegante pero un poco recatada para lo que ella solía vestir. Su hermana iba con uno más corto y de un tejido muy fino, que le remarcaba su prominente culito. Todos íbamos con gafas de sol y eso me permitía deleitarme con ella. La había extrañado mucho todos estos días.

Después del acto religioso, se celebró la comida habitual en un conocido hotel de la zona. En la mesa estábamos los cuatro junto a dos primos de mi novia y sus respectivas acompañantes. Empezó un almuerzo tranquilo que fue animándose a medida que corría el vino y la cerveza por las mesas.

El soso de Oscar no bebía alcohol y estaba un poco más callado de lo habitual. Mi cuñada y mi novia rellenaban sus copas con demasiada frecuencia y yo me tomaba algo pero tengo bastante resistencia a la bebida y no me emborracho con facilidad. El ambiente se llenó de bromas y risas. Cuando acabó la comida, las hermanas estaban especialmente borrachas, sobretodo Sara.

Pusieron música y habilitaron una zona para baile. Sara me cogió del brazo y me sacó a bailar, cosa que hago de pena. No estaba bebido y por tanto me daba vergüenza salir a hacer el ridículo delante de su familia pero sabía que si no salía iba a ir ella de todos modos y en el estado que se encontraba se podía caer o hacer alguna tontería.

Empezamos a movernos y pronto noté que el vino estaba haciendo efecto en la libido de mi novia. Empezó a bailar de forma sensual y me metía la mano en el paquete sin importarle que nos pudieran ver. La verdad es que al principio pasé mucho apuro pero luego, cuando me di cuenta que todos los que bailaban alrededor estaban igual de perjudicados por el alcohol, me desinhibí y empecé a meterle mano discretamente.

Cuando estaba ya por buscar algún sitio escondido en el hotel para follármela apareció Sil y se puso a bailar con nosotros.

  • ¿Dónde te has dejado a Oscar? – le dije al oído ya que la música no permitía hablar de otra forma.

  • El muy sieso no ha querido acompañarme. Y no me iba a quedar allí aburriéndome.

Al decir esto sus gruesos labios rozaron mi oreja y me recorrió un escalofrío de la cabeza a los pies.

  • ¿Qué cuchicheáis vosotros dos?

  • Nada hermana, vamos a bailar.

Empezamos a hacer un poco el tonto los tres. En un momento determinado agarré a cada una de la cintura y nos pusimos muy juntos. Ellas no paraban de reír. Entonces pensé que quizás fuera la única oportunidad de intentar dar un paso sin correr mucho riesgo, ya que siempre podría justificarse con el alcohol y la atmósfera de juerga que nos rodeaba.

Bajé despacio la mano que en ese momento se encontraba en la parte baja de la espalda de mi cuñada y poco a poco fui escalando la redondez de su trasero. Ganaba algún centímetro y paraba, buscando en su mirada algún tipo de señal que me dijese si debía seguir o retirarme a tiempo. La verdad es que estaban las dos bastante borrachas y no parecía darse cuenta de nada, así mi mano siguió con su excursión. Ya tenía los dedos apoyados completamente en sus nalgas. La fina tela de su vestido permitía sentir un tacto casi natural, podía notar su piel en la yema de mis dedos. Estaba tan caliente y ensimismado en mi trabajo que me vino de sorpresa lo que mi cuñada hizo a continuación.

Me agarró una nalga directamente y se acercó a mi oído diciendo:

  • Toca a gusto que yo también lo haré.

Me quedé helado y confundido pero en seguida Sara cortó la situación diciendo que tenía ganas de vomitar y que la llevásemos al baño. Estaba demasiado bebida y después de largar la comida y parte del desayuno, decidimos irnos a casa.

Oscar nos llevó a casa de mis suegros, mientras éstos decidieron seguir en la fiesta y quedarse en el hotel a dormir, para no tener que conducir de vuelta.

Subimos los cuatro y yo dejé a Sara en la cama dormida. Oscar me preguntó si me acercaba a mi casa y aunque yo quería quedarme, no tenía ninguna excusa para hacerlo, así que me fui con él.

Se despidió de mi cuñada con un morreo y ésta, mientras lo besaba, mantenía los ojos abiertos, dirigiéndome una lasciva mirada que con todo lo que había pasado, no podía significar otra cosa: habíamos creado una tensión sexual que debía resolverse cuanto antes.

Nada más dejarme en mi portal, hice como que entraba, pero cuando pude ver que se alejaba, di media vuelta y me dispuse a ir a casa de mi novia de nuevo a encontrarme con Sil. Sabía que si no aprovechaba el momento, quizás no podría hacerlo nunca.

Como me había dejado el coche en el hotel para no conducir bebido, tuve que hacer una caminata de media hora hasta su casa. Por el camino, intentaba despejarme, pensar en todo lo que había pasado. Por supuesto que me entraron dudas. Ponía en riesgo una relación perfecta, con una chica a la que quería de verdad. Puede que muchas personas piensen que no la querría tanto si estaba loco por follarme a su hermana, pero yo sé lo que siento. El amor y el sexo van de la mano muchas veces pero no son lo mismo. A Sil no la amaba, solo deseaba su cuerpo para quedarme en paz con mi mismo. Para poder seguir viviendo sin esa obsesión. Es algo que debía hacer.


Cuando llegué a su casa me abrió mi cuñada y su cara me hacía ver que me estaba esperando. Llevaba puesto el mismo camisón corto con el que me quedé prendado de ella aquel día.

  • ¿Cómo está Sara?

  • Sigue dormida. No se va a despertar hasta mañana. Ven conmigo.

Agarró mis dedos con su pequeña mano e hizo que la siguiera. Yo estaba embelesado mirando sus piernas cruzarse mientras andaba, su culo dando vaivenes, su espalda desnuda con la piel muy morena y brillante.

La seguí como un zombi, como alguien que ya solo actúa por instintos.

Me metió en la habitación de sus padres. La foto del calvo de mi suegro en la mesita de noche me sacó un poco del trance. Ella comprendió lo que pensé y señaló con la vista la cerradura de la puerta. Caí en ese momento en que era la única habitación con cerrojo.

Cerré la puerta con el mayor sigilo posible y cuando me di la vuelta estaba ella tumbada de lado con la cabeza apoyada en el brazo.

Me acosté a su lado pero no me atrevía a dar el primer paso. Notaba su olor a mujer, tan fuerte como el de su hermana pero distinto, con otros matices.

  • Esto solo va a pasar una vez – Me dijo en un tono de advertencia que sin embargo a mi me sentó de maravilla, puesto que era también lo que yo quería.

Ya no hablamos más.

Empezamos a besarnos y a abrazarnos con suavidad. Ella movía los labios con timidez, sin poner la lengua en juego. Con Sara el sexo era animal, pasional, duro. Sil parecía entenderlo de otra manera y lo hacía todo con una dulzura exquisita, con ternura.

En esos momentos me planteé si a lo mejor no disfrutaba del sexo con su novio porque él no le ponía retos más fuertes. Decidí que debía descubrir si había un tornado dentro de la delicada figurita de porcelana.

Me aparté de su boca y fui hacia su cuello.

Empecé a darle pequeños besitos hasta que llegué a su oreja. Entonces jugueteé con mi lengua en su lóbulo y su respiración comenzó a agitarse. Continué lamiendo su cuello desde los hombros hasta la cara, la barbilla y el pecho. Con las manos empecé a sobar el culo por debajo de las bragas. Ella se dejaba hacer. Su estatura pequeña la hacía manejable. En cualquier postura llegaba con mis manos a donde quería.

Volví a buscar sus labios pero esta vez fue ella la que metió su lengua al recibirme. Me mordía el labio inferior mientras respiraba cada vez más fuerte.

Entonces llevé mi mano a su coño y la metí dentro de las bragas. Estaba muy mojada y comencé a masajear su botoncillo.

  • ¡Ah, ah, mmm!

Estaba empezando a levantar la voz con los gemidos. Me asusté un poco por si despertaba a mi novia, pero no quería cortarle el rollo, así que decidí que pasase lo que tuviese que pasar.

Viendo que ella no daba el paso, cogí su mano y la llevé hacia mi miembro, que estaba para partir almendras en esos momentos.

Su mano se mostró inexperta pero eficaz. Se movía arriba y abajo sin un ritmo constante, sino a impulsos.

Su coño empezó a emitir un olor muy intenso. Era un olor a hembra en celo, desagradable en cualquier otro contexto, pero que me atrajo como una serpiente a la flauta del encantador.

Bajé y hundí mi cabeza en su entrepierna.

A diferencia de su hermana, que lo tenía sin un pelo, su raja apenas se distinguía entre el bosque negro que la rodeaba. Se lo comí con avidez, con ganas desmedidas. Ella se arqueaba y no paraba de gemir.

  • ¿Qué me haces cuñado? Ah, ah, ah…

Entonces me cogió del pelo y tiró hacia arriba. Cuando llegué a su cara me dijo:

  • No quiero correrme así. Quiero hacerlo con tu polla dentro.

Dicho esto la puse en la entrada y empecé a restregarla por fuera. Ella parecía con prisas y me rodeó el trasero con las piernas, empujándome a su interior.

Empecé a bombearla sin la más mínima delicadeza. Embestía con todas mis fuerzas y ella gritaba ya sin tapujos.

  • Joder que gusto, me voy a correr…Ah, mmm, ah….

En esos momentos su cuerpo se estremeció y se corrió mientras me mordía el cuello con fuerza, dejándome una marca que seguro me traería problemas.

Quedó rendida. Su cuerpo era un títere. Yo seguí penetrándola pero ella parecía estar ya en otro mundo. Debido a las cervezas que tomé no me correría con facilidad. Además quería disfrutarlo al máximo, ya que seguramente no podría repetir jamás.

  • Cuñado deja que me recupere unos minutos.

Diciendo esto me empujó hacia un lado, serpenteó hacia mi polla y sin preaviso se la metió en la boca. Para mi sorpresa la chupaba mejor que su hermana, lo cual era ya difícil.

Sus gruesos labios presionaban el glande y luego hundía el resto hasta lo más profundo.

  • Me voy a correr, Sil.

  • ¿Puedes aguantar un poco más? – Para mi sorpresa, mi cuñadita estaba pidiendo más guerra.

  • Vale, pero entonces sácatela de la boca porque ahí no duraría mucho.

La sacó y se puso encima mía dispuesta a cabalgarme. Se la metió de nuevo y se quedó quieta, tumbada sobre mí.

Se acercó a mi cara y me besó con la misma dulzura inicial del principio. Sus labios estaban mojados con la mezcla de olorosos jugos que se creó en su coño.

  • Me has salvado cuñado- Dijo para mi sorpresa.

  • ¿Salvado por qué?

  • Pensaba que tenía un problema y me has hecho ver que el sexo es lo mejor de la vida y me lo estaba perdiendo.

Diciendo esto empezó a moverse de atrás hacia delante, se levantó apoyando sus manos en mi pecho y comenzó a contornearse levantando la vista hacia el techo y cerrando los ojos después.

La dejé trabajar a su ritmo. Puse mis manos detrás de la nuca y ella me folló como quiso.

  • Mmmm, mmmm…

Los gemidos eran sordos y largos. Ahora el sexo estaba siendo suave e intenso.

Luego se acercó a mi oreja y dijo:

  • Quiero que te lleves algo especial de mí. Te voy a dar la virginidad de mi ano ya que sé que Sara no te deja por ahí.

Sus palabras me pillaron por sorpresa pero me pusieron mas excitado que nunca.

Me bajé de la cama y me puse de pie. Ella se colocó a cuatro patas y su culo quedó justo a la altura precisa.

  • Esto te va a doler cuñada.

  • No importa, quiero dártelo, te lo debo.

Entonces acerqué mi polla a la entrada y ella la cogió estirando su mano desde delante.

No hacía falta lubricante porque estábamos empapados entre la lluvia de flujos y el sudor. Costó trabajo, pero finalmente entró. Sentí como le dolía y le pregunté si estaba bien. Ella asintió con la cabeza y entonces empecé a follarla.

Su culo prieto, la visión de su delicado cuerpo desde detrás, todo era mejor de lo que nunca podría haber soñado.

De repente ella se levantó, apoyó su espalda en mi pecho y echó la cabeza para atrás sobre mi hombro. Nos besamos con pasión. Noté como se había llevado la mano al clítoris y empezaba a masturbarse.

  • ¡Ay cuñado que esto también me gusta! Un poco más fuerte.

Dicho esto la taladré como ella me pedía y no paraba de gritar.

  • Ah, que bien, ayyy…

Su mano iba cada vez más rápido y entonces noté que me iba a correr.

  • Me voy Sil.

  • Dentro de mi culo, por favor.

Ella también estaba a punto y coincidiendo con las más brutales sacudidas que podía darle, nos corrimos juntos.

Nos quedamos abrazados en la cama durante un buen rato, sin hablar. Yo le acariciaba el brazo mientras ella jugaba con los escasos pelitos de mi pecho. No hablábamos.

Fue una despedida tierna, silenciosa en la que no hacía falta decir nada para entender mutuamente que no se iba a repetir pero que ambos estábamos unidos ya para siempre.


Poco tiempo después Sil dejó a Oscar. Ahora se ha ido de Erasmus a Alemania y hace meses que no nos vemos. Estoy mejor que nunca con Sara y sé que pronto tocará irnos a vivir juntos. Ya no pienso en mi cuñada como una obsesión, sino con cariño y con el recuerdo de una noche inolvidable, que aunque no se repetirá más, de vez en cuando me viene a la mente y disfruto recordándola.