Mi cuñada, amada por todos
Me encontré a mi cuñada a cuatro mientras su padre la penetraba con su hermano meneándose el pene tras ellos. Mi suegro se sorprendió un poco al verme, pero me hizo pasar amablemente. El sonido de los húmedos chasquidos de sus cuerpos chocando me repelía y me excitaba.
Me desperté de la ligera siesta y poco a poco me fui ubicando en medio del jardín. Alrededor mío seguían revoloteando mi mujer, mi suegra, mi sobrinos y las mujeres de mis cuñados. El sopor no se me iba y entré en la casa en busca de un aire más fresco, haciendo un alto en la cocina para tomar un poco de agua. En cuanto dejé el vaso vacío sobre la encimera, oí un ruido sordo que provenía del piso de arriba y, algo aburrido, decidí subir a ver qué hacían los hermanos de mi mujer. Seguramente estarían viendo fútbol en la televisión y yo no tardaría en volver a bajar. Escalón tras escalón llegué al piso superior, sin dejar oír sonidos de roces y susurros. Al acercarme a la habitación de la que provenían, mi cuñado Tomás salió de ella apresuradamente, subiéndose la bragueta. Me miró con cierta sorpresa, con una media sonrisa a modo de una complicidad que nunca habíamos tenido, pero también algo de tristeza en sus ojos. Pegó la espalda a la pared del pasillo para darme paso a la estancia, y entré.
No estaba preparado para lo que me encontré. Mi cuñada Mónica, la hermana de Tomás, estaba completamente desnuda a cuatro patas. Su padre la estaba penetrando y su hermano Ramón se meneaba el pene tras ellos. Mi suegro se sorprendió un poco al verme, pero me hizo pasar amablemente. Mi cuñado puso cara de póker como si él supiese de antemano que yo estaba en el ajo. Pero yo no lo estaba, yo tenía una sonrisa congelada en la cara y por dentro se me revolvía todo. A menos de un metro de mi suegro, en esa confusión de carnes jóvenes y maduras, intentaba asimilar que a la hermosa y dulce Mónica se la follaban sus hermanos y su padre. El ruido de sus cuerpos chocando en húmedos chasquidos se fue mezclando con la repulsa y la excitación que me invadía. Ella tenía clavados los ojos en mí con la mirada perdida, pero volvió a hundir la cabeza hacia abajo, jadeando. Ramón estaba absorto en la forma en que la gruesa polla de su padre entraba y salía de su hermana, masturbándose mecánicamente. Lo hacía pegado a ellos, a una distancia de la cara de su padre que podía haber sido irrespetuosa, pero en cambio le daba a la escena un grado más salvaje. Porque eran como dos animales alrededor de una hembra en celo. Y el macho beta estaba esperando a que terminara el macho alfa.
Entonces miré sin pudor y vi que era el culo de Mónica lo que se estaba follando el padre. Me deleité viendo el falo entrar y salir, arrastrando con él el ano de mi cuñada, que parecía unos labios adheridos al pene. Ensimismado, los jadeos de Mónica terminaron de empalmarme. Ramón me hacía comentarios al respecto de los gemidos, para hacerme ver cómo de excitante era la voz de mi cuñada en ese estado de sublime excitación. La polla de mi suegro era gruesa y parecía no tener fin cada vez que echaba la cadera hacia atrás para tomar impulso en las arremetidas. Tras unos minutos pletóricos se levantó, dejando el culo de Mónica abriéndose y cerrándose. Le dijo a su hijo que ya podía joderla y se fue a buscar la boca de la hembra. A Mónica no le importó el olor de la polla que se le ofrecía y la sujetó firmemente, chupándola. Mi suegro me miraba, no de un modo sexual, sino contento por tener a un cómplice más en su secreto familiar pues para mi suegro era como compartir un buen vino.
Los pollazos que daba Ramón no parecían poder satisfacer a Mónica después de lo que le había metido el padre, pero a mi cuñado le daba igual. A ella tampoco parecía importarle con tal de que la penetrasen, estando más concentrada en chupar con profunda devoción la enorme polla que tenía delante. Sin embargo me miraba a mí, lasciva y provocativa. Supuse que tenía cierta curiosidad por ver la forma en la que la iba a abordar. Tenía sujeta la verga de su papá con las dos manos y le empezó a caer semen por la barbilla, como si no se hubiese dado cuenta de que el viejo ya había empezado a eyacular. En cuanto vio que había un exceso de líquidos, mantuvo la polla quieta y empezó a succionar el capullo. Ramón, detrás, intentaba mantener el cuerpo de su hermana bien sujeto por la cadera mientras le daba fuertes embestidas, para evitar que sus movimientos perturbasen lo que ocurría en entre aquella boca y aquel pene. Bien agarrada al surtidor, Mónica estuvo tragando hasta que vio que a su padre se le empezaban a aflojársele las piernas. Mi suegro se apartó y se limpió con un pañuelo para luego vestirse. Se dirigió a la puerta para salir, pero antes me dijo:
—Jode a la niña, que hoy está linda.
No me lo pensé, me desnudé y me dirigí a ocupar su sitio. Estaba pegado a la ventana y Mónica comenzó a lamerme el pene. Ya sin el padre, Ramón la jodía libremente y la cabeza de su hermana iba y venía al ritmo de los pollazos que le daba éste. Me asomé a la ventana y vi a la familia retozar sobre la hierba, dándome cuenta entonces que la boca de Mónica había ido absorbiendo mi polla hasta llegar al pubis. Pero me ponía cachondo mirar hacia fuera. Miraba a su madre, mi suegra. Miraba a su hermana, mi mujer. Miraba al hijo de Mónica de corta edad. Miraba a su marido. Me pregunté si éste, cuando la jodía en su casa, sabía lo puta que era su mujer. Comprendí la excitación de estos degenerados por follar así, casi a la vista de todos, y ahora me tocaba a mí. La deseaba y, ahora que podía poseerla, era su boca la que me poseía a mí. Una idea me taladró. ¿Se la habían follado así durante su embarazo? El hijo era de su marido, de eso no había duda por el parecido entre ellos, pero ella se había puesto tan guapa en esos meses que en más de una ocasión me masturbé en honor a su boca y sus pechos hinchados. Y ahora, mientras mi polla era masajeada por sus labios y su lengua, lo único que me apetecía era follar al fin ese coño que imaginaba hermoso y húmedo. Pero tenía que esperar a que mi cuñado terminase de follarse el culo para joderla a mi gusto.
El problema era que Mónica chupaba como los ángeles y Ramón no tenía prisa por acabar, haciendo pausas y recreándose en la observación de la boca de su hermana llegando una y otra vez hasta mis huevos, recorriendo mi erecta polla. Pero entonces, sin algún preámbulo, sacó rápidamente la verga y la trajo goteando hasta nosotros. Mónica abandonó la mía y chupó con energía renovada la que la había estado haciendo gozar por el ano. Tragaba el semen entre gemidos, igual que hizo antes. Su lascivia me hizo ocupar con urgencia el lugar que había dejado vacante Ramón.
Tenía restos secos y frescos de semen entre los glúteos y los riñones. El ano seguía abierto, recuperando su forma lentamente entre diminutos espasmos, pero no era lo que buscaba en ese momento. Palpé su almeja y la encontré abierta y mojada. Temblé cuando mi polla se abrió paso por la carnosa vagina. Sabía que Tomás o su padre acababan de pasar por ahí, y eso me hizo desearla con más efusión. La penetré hasta el fondo y volvió a gemir. Ramón se levantó y se limpió, tal y como hizo su padre, pero se quedó para vigilar por la ventana. Empecé a joderla fuerte, respondiéndome ella con un 'sí' susurrado cada vez que mi polla llegaba hasta el fondo, y un 'más fuerte' al tomar impulso. Ramón nos advirtió que había movimiento abajo y la jodí frenético. Ella se agarró a una mesa para levantar el torso y ponerse más erguida, haciendo que sintiese más y mejor su coño al recorrerla. Supe que me iba a correr y no dejé de follar hasta que me vacié completamente, dejándome caer hacia atrás al acabar. Ella se dio la vuelta y me la chupó minuciosamente hasta que mi pene se quedó a medio camino de la erección, haciéndome ver de esa manera que si ella hubiese querido, podría haberme vuelto a poner la polla dura otra vez para que la siguiera follando.
No obstante nos urgía recoger la habitación y asearnos, pues el ruido de abajo se fue haciendo cada vez más nítido. Más tarde, ya con todos en el salón de la casa, no podía dejar de sentirme eufórico y no me quitaba de la cabeza pensar que la mitad de los que estábamos allí habíamos jodido con Mónica. Comenzó una erección que no se me fue hasta que follé con mi mujer esa noche. La puse a cuatro en el suelo, agarrada al cabecero de la cama, el torso en alto, para sentir su coño como lo había sentido con su hermana. Mientras la jodía, me hice muy consciente de que siendo mi mujer objetivamente bastante más sexy que su hermana, era imposible competir con la impudicia de mi cuñada. Sin ser nuestra costumbre, el segundo polvo a mi mujer lo quise acabar en su boca y ella lo recibió con lascivia y cierto alivio al ver que apenas fue acompañado por semen. Apenas pude dormir, pues sólo podía pensar en follar otra vez con Mónica.
Semanas más tarde, en casa de mis suegros, comprendí cómo y dónde aquella familia realizaba sus juegos. Como perseguía disimuladamente a Mónica, comprobé cómo le metían mano cada vez que se cruzaban con ella en el pasillo o en las habitaciones, si no había gente alrededor. Yo incluso le apreté un pecho hasta hacerla gemir después de ver cómo su hermano metía la mano por dentro de los leggins de ella. Ella recibía los sobeteos sin resistencia, sin importarle hasta dónde llegasen. Lo comprobé en su casa, un día que mientras ella preparaba unos bocados yo mojé dos dedos en la mayonesa y se los introduje en el culo sin ningún tipo de preámbulo. Ella siempre recibía esas muestras con gemidos y se movía sutilmente para favorecer el manoseo, en esta ocasión abriendo un poco más las piernas. Aquella disposición me ponía a mil, pero fue en otra reunión familiar cuando al fin pude penetrarla por segunda vez en un encuentro fugaz dentro del aseo. Después de eso, he sabido esperar la ocasión y me ha dado muchísimas satisfacciones.