Mi cuñada, además de princesa, resultó muy puta 7

La enfermedad del rey acelera los acontecimientos y mientras el otro dependiente al trono se alza en armas, mi cuñada elige teóricamente el lado del gobierno al mismo tiempo que maniobra para ser la reina. RELATO INÉDITO. CONTIENE LÉSBICO, TRÍOS Y UNA PIZCA DE DOMINACIÓN.

Capítulo 10

Tal y como estaba previsto durante dos semanas se programaron distintas visitas a toda aquella empresa con intereses en Samoya. Si bien en un principio todos se mostraron interesados en congraciarse con la princesa, no fue hasta que comenzaron a circular rumores sobre la mala salud del rey cuando se empezaron a acumular en nuestra puerta, ejecutivos urgidos de cerrar un trato.

De esa forma antes que terminara el mes, la empresa que compartía con Sergio ya había firmado acuerdos de colaboración por cerca de setenta millones de euros, de los cuales me correspondían diecisiete y a mi futura esposa otros treinta y cinco.

Sovann no participaba en esa labor porque su cometido era otro, usar las redes sociales para afianzar su candidatura a suceder al anciano monarca. Como solo podían ser elegidos los descendientes directos de un rey, su único contrincante real era un primo, el cual no contaba con el favor del pueblo por su carácter autoritario y su vida disoluta. De esa forma, era raro el día en que mi prometida no daba un discurso abanderando reformas o mandaba vía twitter un mensaje a sus paisanos, pidiéndoles que mantuvieran la esperanza porque se avecinaban tiempos mejores.

La certeza que su candidatura era la más fuerte nos llegó de dos maneras diferentes: La primera cuando el propio presidente, el general Kim,  aprovechando que se iba a reunir con su homólogo francés anunció por el canal de noticias de Samoya que a ese encuentro iba a asistir la princesa sin antes tener la decencia de avisárselo a ella primero. Y la segunda pero no por ello menos importante cuando el propio gobierno español incrementó notablemente el servicio de seguridad que había colocado en nuestra casa.

Tres días antes de la cita en París, estábamos todavía en la cama cuando mi socio me llamó para informarme que acababa de escuchar en la televisión que la salud del rey había empeorado. Al comentárselo a la princesa, lo primero que hizo Sovann fue habiendo confirmado la noticia el mandar un mensaje de ánimo al jodido anciano para acto seguido pedir vía Facebook a todos sus seguidores que rezaran por su tío y para terminar llamar al presidente para comprometerle su apoyo en esos momentos tan difíciles.

En cambio el imbécil de su primo  que permanecía en el país, creyó llegado el momento de forzar sus aspiraciones al trono y exigió que se reuniera el consejo de familia para que le nombraran heredero directamente sin tomar en cuenta al general.

Su imprudencia dio como resultado que  los poderes fácticos se pusieran en su contra y que en una reunión secreta, los militares decidieran un acercamiento con la otra candidata a través de mí.

Por eso cuando esa tarde, recibí una llamada del embajador en España pidiendo que le fuera a ver yo solo, Sovann frotándose las manos decidió que debía acudir:

-Me van a nombrar heredera pero antes quieren un acuerdo de inmunidad para ellos- me dijo y mientras yo me marchaba a ver al diplomático con Loun como interprete, ella se dedicó a contactar con los notables que se habían decantado a su favor para que se abstuvieran de criticar al general Kim.

Al llegar a la embajada, el propio embajador me recibió en la escalinata  y comprendí que todo pintaba para que al salir de esa reunión se hiciera oficial el nombramiento de mi prometida como heredera. Si os preguntáis porqué la respuesta es sencilla, la samoyana me informó que el diplomático  había usado una reverencia solo destinada a los miembros de la familia real.

«¡Voy a ser rey!», pensé tan acojonado como ilusionado.

Los hechos posteriores reafirmaron mi sospecha porque tras la protocolaria bienvenida y entrando al trapo ese sujeto plantó frente a mí un documento en el que mi futura esposa se comprometía a no  actuar contra los actuales gobernantes ni contra sus familias  mientras que por la otra parte, Kim y sus secuaces prometían que esa misma noche designarían a Sovann como la heredera al trono de Samoya.

Aleccionado por mi prometida leí el acuerdo y ante el pasmo del diplomático le comuniqué la intención de la princesa de contar con él para su futuro gobierno.

-Será un honor servir a la reina- contestó el funcionario sin esperarse que no dándole tiempo a pensar, le exigiera que redactara dos cláusulas y las añadiera al pacto. La primera era que inmediatamente se permitiría la entrada de Sovann en el país y la segunda que el gobierno saliente organizara en una semana nuestra boda, dándole categoría de boda real.

-No sé si el general aceptará estas sugerencias- dijo todavía sin reponerse.

Viendo que seguía sin tener claro hacia qué lado inclinarse, respondí:

-La princesa ha creído conveniente que le dijera que si no puede conseguir algo tan nimio quizás no le sirva como futuro ministro de exteriores.

-Deme unos minutos- fue su respuesta mientras me dejaba solo en su despacho.

No tuve duda que ese capullo se había visto tentado por el puesto y por eso cuando al cuarto de hora volvió sonriendo, supe que habíamos ganado.

-El general Kim me ha pedido que le felicite de antemano por su boda y que esta tendrá lugar el próximo jueves en el templo real de la capital.

-Muchas gracias, querido ministro. La princesa sabrá agradecer su empeño en facilitar su ascensión al trono- contesté mientras me despedía del burócrata con el documento bajo el brazo.

No habíamos llegado a mi casa y seguíamos en el coche cuando Loun recibió una llamada de su padre con la noticia del exilio del otro candidato y la confirmación de mi boda con Sovann.

-El general Kim acaba de informarlo al país – comentó la muchacha tras colgar y mientras nuestros escoltas ponían la sirena,  dijo susurrando en mi oído: -¡Esta noche me poseerán los futuros reyes de Samoya!

Desgraciadamente sus deseos tuvieron que esperar porque al reunirnos con la princesa el ajetreo de mi antiguo hogar era total al conocer que su primo no había aceptado pacíficamente su destierro y que sus partidarios se habían levantado en armas.

-Debo hablar al país-fue lo primero que la oriental me dijo al verme entrar:- y te quiero a mi lado. Necesito que te vayas a vestir al modo tradicional para que nuestros súbditos nos vean como la única esperanza de mantener la paz.

Las noticias no eran halagüeñas porque nos llegaban informes de enfrentamientos en varias ciudades. Por eso y con la ayuda de su secretaria, corrí a cumplir su orden. Era tan urgente que saliera a los medios que ni siquiera Loun hizo intento alguno de aprovechar mi desnudez para obtener mis caricias y en menos de diez minutos, me vi poniendo la mano sobre el hombro de mi prometida mientras las televisiones de medio mundo emitían su discurso.

-Mis queridos samoyanos, las circunstancias han querido que en este momento tan delicado que pasa nuestro país me encuentre lejos de vosotros pero ello no es motivo para que aceptando mi responsabilidad me ponga del lado del Rey y os pida a todos vosotros que luchéis contra el tirano que quiere hacerse cargo del trono, usurpando el poder real.

Tomando aire, dio por terminada la alocución diciendo:

-El gobierno ha puesto a mi disposición un avión para que al terminar este acto, mi prometido el príncipe Manuel, al que conocéis por las obras de su hermano,  y yo volemos directamente al país para de ser necesario empuñar un fusil para defender nuestra patria. ¡Viva el Rey! ¡Viva Samoya!

He de confesar que se erizó hasta el último vello de mi cuerpo al oír esa promesa y saber que nada podía evitar que pusiera mi vida en peligro siguiéndola a esa lejana tierra. Por ello cuando un periodista español me preguntó qué opinaba, brevemente contesté:

-Samoya nos necesita y al igual que mi hermano no dudo en sacrificar su vida por ese pueblo, su viuda y yo estamos obligados a hacer lo mismo.

Loun comenzó a aplaudir y su gesto fue coreado por todos los presentes, de forma que el mundo entero conoció en ese instante que había una princesa oriental que no dudaba en dejar su acomodada existencia en Europa para acudir al lado de sus paisanos.

Satisfecha por el fervor de sus partidarios,  Sovann pidió que la enfocaran nuevamente y con un plano fijo de su rostro, pidió a su primo que depusiera las armas o que se atuviera a las consecuencias.

-El Rey es justo pero implacable… si cuando haya puesto mis pies en nuestro país el principe Khalan no acepta su destitución desde este momento le aviso que no moveré un dedo por salvarle de la ira de nuestro soberano.

No tuve que ser un genio para comprender que lo que acababa de anunciar esa belleza era que si su enemigo no se rendía, su destino era la muerte y por ello por primera vez dudé si realmente conocía a la mujer con la que había unido mi destino.

Con la opinión pública decantada a su favor, los gobiernos europeos tomaron partido por ella y cuando todavía no se habían marchado las televisiones de la casa, los teléfonos empezaron a sonar con ofertas de colaboración de distintos países para reimplantar la paz en la zona.

Sovann agradeció sus llamadas y las dio publicidad mientras tomábamos un coche hacia el aeropuerto donde nos esperaba un avión cedido por el propio gobierno español para llevarnos hasta Samoya.

-¿Crees que tu primo cederá a la presión?- pregunté preocupado.

Con el ceño fruncido, mi prometida contestó.

-Depende de China. Si no recibe un apoyo claro de sus autoridades en las próximas horas, no le quedará más que huir por que su levantamiento quedará sentenciado.

Loun sin querer azuzó mis temores al decir:

-Se decía que era el hombre de paja de Pekín.

-Lo sé- Sovann respondió – pero ha cometido un error de principiante, en vez pedir su ayuda y que fueran ellos quienes protestaran, ha buscado dar un golpe de estado y les ha dejado con el culo al aire. No pueden aparecer ante la prensa mundial como los partidarios de un golpista.

A continuación esa oriental me demostró que tenía madera de gobernante porque pidiendo a su secretaría que le buscara el teléfono de la representación de ese país, llamó  y  ya que el embajador no podía ponerse, pidió hablar con un  responsable al cual, sin demostrar haberse dado cuenta del desprecio, comunicó sus intenciones de visitar la República Popular China como primer acto de su gobierno.

-Les haré saber su petición a mis superiores- contestó el secretario sin comprometerse en nada.

Nada más colgar, pregunté el motivo de esa llamada. Soltando una carcajada, mi prometida contestó:

-He dejado claro mi deseo de negociar y si como creo  Xi Jinping está cabreado con ese idiota, comprenderá mi gesto y lo valorará en su justa medida.

Sin nada más que hacer que esperar, nos subimos en el avión y mientras yo me ponía a curiosear en el interior de ese aparato que había llevado desde tiempos de Felipe Gonzalez a los distintos presidentes que ha tenido España en sus viajes, Sovann y Loun dedicaron su tiempo a lanzar por las redes proclamas de apoyo al actual rey.

«¿Quién me iba a decir que dormiría en la misma cama que Aznar o que Zapatero?», pensé mientras probaba la comodidad de ese colchón, tumbándome en él.

Tres horas después cuando el avión ya surcaba oriente medio, estaba meditando sobre mi futuro con mi cabeza apoyada en la almohada cuando vi entrar a la princesa con su secretaria a la habitación. La tristeza de sus rostros me alarmó pero entonces Sovann me dijo:

-Amor mío, ¡nos acaba de llegar la invitación del gobierno chino!

Esas eran buenas noticias por lo que no entendía que no estuvieran contentas. Por ello pregunté preocupado que pasaba. Llena de dolor, mi adorada oriental me comunicó que los rumores decían que su primo había accedido a palacio y que después de matar al anciano rey, se había suicidado.

-¿Pero entonces eres la reina?

-Todavía no, lo seré  el instante después de haberme casado contigo.

-Entonces ¿porque estás triste? ¡Deberías estar celebrándolo!

-No puedo, el rey ha muerto.

Asumiendo que nunca entendería a los monárquicos, la llamé a mi lado, diciendo:

-Ven a que te consuele.

Por muy grabado que en su mente tuviese la lealtad al trono, pudo más su lado lascivo. Al comprender mis intenciones, se desnudó y maullando como una gatita vino hacía mí mientras a un escaso metro, nuestra fiel concubina dejaba caer los tirantes de su vestido.

-Cuídame mi rey.

-Lo haré, mi reina y tantas veces como me pidas- respondí mientras mordía sus labios.

En vez de contestar, la princesa llamó a su secretaria y  las dos al unísono se arrodillaron frente a mí para acto seguido y sin darme posibilidad de opinar, bajarme la bragueta.  Mi pene reaccionó al instante y por eso cuando mi prometida lo sacó de su encierro, esté apareció ya totalmente erecto.

Al verlo Sovann comentó:

-Mañana puede que no tengamos tiempo de amarnos.

Y acercando su boca, usó su lengua para darme un lametazo. Busqué con la mirada a Loun y en sus ojos descubrí que la pequeña oriental estaba excitada. La calentura que sintió al ver mi miembro en la boca de su dueña la hizo poner uno de sus pechos en mis labios, mientras apoyando a la princesa se lamentaba de lo difícil que lo tendría para que nadie se enterara que  la secretaría de la reina era en realidad su puta.

Sin contestar, mi lengua recorrió el inicio del pezón que puso a mi disposición y al hacerlo, pegó un gemido mientras su areola se retraía claramente excitada.  Sovann al verlo, incrementó su mamada embutiéndose mi falo hasta el fondo de su garganta. Pero entonces, Loun pidió participar y la futura soberana a desgana se sacó mi verga de su boca y se quejó diciendo:

-No tienes que preguntar, putita nuestra. ¿O acaso no te lo hemos demostrado con creces?

Loun riendo en voz baja para que el resto del pasaje no se enterara, contestó:

-Es que mi reina tiene el derecho a ser la primera en ser follada.

La carcajada de Sovann evidenció que le gustaba el descaro dela muchacha.

-Doy suficiente para satisfacer a las dos- repliqué mientras las atraía hacia mí  y alternando de una a otra, me puse a mamar de sus pechos.

El saber que ninguna se opondría, me hizo avanzar en mis caricias y  presionando su calentura, les pedí que se acostaran junto a mí. Fue entonces cuando escuché que Loun me decía:

-Mi rey necesita relajarse.

Descubrí que mi prometida y esa monada ya lo debían haber hablado y por eso cuando entre las dos  me terminaron de quitar el pantalón, supe que debía de quedarme quieto cuando me pidieron que me agarrara a los barrotes de la cama.

Sovann fue la que tomó la iniciativa y deslizándose  por mi cuerpo, hizo que su lengua fuera dejando un húmedo rastro al ir recorriendo mi cuello y mi pecho rumbo a su meta. Cuando su boca llegó a mi ombligo, sonriendo me miró.

-Cómele las tetas a nuestra niña.

La aludida puso sus pechos en mi boca y la princesa al ver que en había cumplido su deseo,  sonrió mientras con sus manos comenzaba a acariciar mi entrepierna.

-¿Te gusta lo putas que somos?- preguntó mi futura esposa al observar el modo en que mis dientes se hacían fuerte en los  pezones de la muchacha.

-Mucho- respondí casi sin habla porque para entonces mi prometida se había agachado entre mis piernas. No tardé en experimentar la humedad de su boca  alrededor de mi pene y dando un suave gemido las hice saber mi entrega.

Esa fue la señal que esperaba la joven esposa para unirse a su soberana y compartiendo mi pene, besó mi glande mientras Sovann se apoderaba de mis huevos. Su coordinado ataque me terminó de excitar y chillando les grité que se tocaran entre ellas.

Curiosamente fue Loun la que tomó la iniciativa y mientras seguía lamiendo mi polla, llevó una de sus manos hasta el trasero de la princesa.  Ésta se agitó nerviosa al sentir la mano de esa mujer recorriendo su culo y tras un momento de indecisión, permitió a su secretaría que usando los dedos recorriera los pliegues de su coño.

Las dos mujeres compitieron entre sí a ver cuál era la que conseguía llevar a la otra al orgasmo mientras se coordinaban para entre las dos apoderarse de mi falo con sus bocas. Fue entonces cuando me percaté que sin buscarlo las orientales se estaban besando a través de mi miembro al comprobar que los labios de ambas se tocaban mientras  sus lenguas jugaban sobre mi piel.

La visión de esa escena y el convencimiento que me iban a regalar muchas y nuevas experiencias, aceleraron mi excitación y por ello, las pregunté cuál de las dos iba a beberse mi semen. Ellas al escucharlo buscaron con un extraño frenesí ser cada una de ellas la receptora de mi placer.

Os confieso que era tal el maremágnum caricias que no pude distinguir quien era la dueña de la lengua que me acariciaba, ni la que con sus dientes mordisqueaba la cabeza de mi pene hasta que ejerciendo su autoridad Sovann se apoderó de mi pene para ser ella primera en disfrutar de mi simiente.

-¡Yo también quiero!- protestó su secretaria.

Compadeciéndose de ella, mi prometida permitió que ambas esperaran con la boca abierta mi explosión. De manera que al eyacular fueron dos lenguas las que disfrutaron de su sabor y ansiosas fueron cuatro las manos que asieron mi extensión para ordeñar mi miembro.

La lujuria de ambas era tan enorme que no dejaron de exprimir mi pene y de repartirse su cosecha como buenas amigas. Jamás me imaginé que habiendo devorado mi semen  última gota, la princesa me preguntara cuando iba a ir al médico.

-No te entiendo- respondí- estoy totalmente sano.

Muerta de risa, señaló tanto su vientre como el de la morenita y contestó:

-Debes revertir la vasectomía para embarazarnos.

-¿A las dos?- pregunté extrañado que incluyera a Loun en eso.

-Claro mi amor, mi hijo necesitará un primer ministro cuando reine y quién mejor que su hermano.

Al oír esa promesa, su secretaria la besó.  Comprendí por la pasión que demostraron y el modo en que entrelazaron sus piernas que entre ellas habían creado unos lazos muy parecidos al amor y aunque dudé si permanecer al margen, quise que me explicara cómo sería posible que legalmente y a la vista de todos, un posible bastardo fuera considerado miembro de la familia real.

Soltando una carcajada, la princesa respondió:

-A nuestra zorrita no le apetecía ser la esposa de tu socio y se puso a estudiar nuestras leyes dinásticas.

-Explícate- insistí.

Con una sonrisa de oreja a oreja, me informó que la muchacha había descubierto que en el pasado el consejo de ancianos viendo que había pocos miembros con derecho a ser elegidos rey habían dispuesto que, para asegurar el futuro de la monarquía,  la reina debía elegir a otra mujer para que su marido la inseminara, nombrándola con el eufemístico nombre de “Protectora del reino”.

Loun, viendo mi cara de sorpresa, sonrió:

-Tras la muerte del príncipe Khalan no hay más herederos directos y si movemos bien los hilos, podemos hacer que sus seguidores fuercen al consejo a sacar del olvido esa antigua ley.

-Eres tan puta y manipuladora como tu dueña- repliqué mientras pellizcaba los  negros pezones de la muchacha.

La oriental no pudo más que gritar de placer al experimentar esas rudas caricias sobre sus tetas y demostrando las ganas que la consumían, con su mano comenzó a recorrer el cuerpo de su futura reina.

-¡Qué gozada!- gimió Sovann al notar que la chavala iniciaba  el descenso hacia su vulva.

Loun, al ver que separaba sus rodillas para facilitar sus maniobras,  no se hizo de rogar y separando con los dedos los labios inferiores de  su soberana, acercó la lengua a su botón de placer. Ella al sentir su respiración cerca de su sexo, sollozó de placer y por eso cuando notó el primer dedo dentro de su vagina, pegó un grito y le rogó que no parara.

-¡Pídamelo! ¡Demuestre que también desea sentir que es mi putita! – respondió la mujer al tiempo que usaba sus yemas para torturar el botón erecto de Sovann.

-¡Fólladme los dos!- rugió Sovann ya completamente excitada.

Loun respondió a su petición  hundiendo la cara entre sus muslos para saborear el fruto de su coño. La humedad inicial con la que se encontró se transformó en un torrente que empapó la cara la chavala y eso la azuzó a recrearse lamiendo y mordiendo ese clítoris.

Desde mi posición, el trasero de la morena quedó a mi disposición y  sin pensármelo dos veces, cogí mi miembro entre mis manos y  la  ensarté metiendo en su interior toda mi extensión.

Esa postura me permitió usar a Loun mientras ella seguía devorando con mayor celeridad el chocho de Sovann, la cual lejos de mosquearse me sonrió al ver como la empalaba soñando quizás que fuera suya la vagina en la que mi pene desaparecía para volver a aparecer una y otra vez.

Al verla así ensartada y sentir su boca comiendo de su coño, no pudo reprimir un chillido y llevando las manos hasta las tetas de la muchacha, le pegó un pellizco mientras le decía al oído:

-Tienes razón, soy tan puta como tú.

Al oírlo, Loun bajó la mano a su propia entrepierna y empezó a masturbarse al tiempo que respondía:

-Lo sé, mi reina- mientras totalmente excitada por ese doble estímulo me pedía que acelerara el ritmo de mis penetraciones.

Al obedecerla e incrementar el compás de mis caderas, gimió pidiendo que no parara para acto seguido desplomarse presa de un gigantesco orgasmo. Sovann al comprobar que esa mujer había obtenido su parte de placer y mientras todo su cuerpo se retorcía como poseído por un espíritu, me obligó a sacársela y actuando como posesa, sustituyó mi polla por su boca.

Loun al notar el cambio, unió un orgasmo con el siguiente mientras Sovann me pedía que me la follara sin parar de zamparse el coño de su amiga. Demasiado excitado por la escena, la agarré de los hombros y de un solo empujón acuchillé su vagina. No llevaba ni medio minuto zambullido en la princesa cuando mi pene estalló sembrándola con mi blanca e inocua simiente.

-¡Todavía yo no he llegado!- protestó al comprobar que me había corrido y buscando obtener su placer antes que mi pene hubiese perdido su erección, me obligó a tumbarme y saltando sobre mí, se empaló totalmente insatisfecha.

Menos mal que su secretaria acudió en mi ayuda y mientras con los dedos la masturbaba, se puso a mamar de sus pechos hasta que pegando un aullido obtuvo su dosis de placer.

Agotada cayó sobre mí y con sus últimas fuerzas,  muerta de risa me dijo:

-No te hemos dicho pero me han informado que mañana antes de la boda  el general me obligará a aceptar la presencia de una “protectora del reino” sin saber qué es lo que el cerdo de mi prometido y yo deseamos. ¿Verdad putita?

-Así es, mi querida y deseada princesa….



Como os prometí voy a terminar las historias inconclusas que escribí.

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Sinopsis:

Un negocio en Africa hace que nuestro protagonista entre en contacto con la realidad de una cultura y una gente que le eran desconocidas. Sin saber cómo ni porqué se deja llevar por su soberbia y cierra un trato con un reyezuelo local desconociendo que al comprar su heredad no solo estaba adquiriendo unas tierras sino que ese apretón de manos llevaba incluido su boda con su hija, la princesa.

Temiendo por su puesto de trabajo, es incapaz de rehuir es trato aunque ello lleve emparejado unirse de por vida con una mujer con la que siquiera ha hablado y sin conocer las consecuencias que eso tendría. Al ir conociendo a su esposa, Manuel descubre que sus paisanos le tienen un respeto desmedido y que bajo la apariencia de una bella joven se esconde una maga de inmensos poderes. Para terminar de complicar las cosas donde va ella, van las cuatro premières... sus sacerdotisas que también se consideran sus esposas.

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