Mi cuñada

Todo en familia.

Mi cuñada Leticia me volvía loco; una rubia escultural como ella no podía pasar desapercibida. Con los ojos verdes, el pelo cortado por encima del hombro y su cuerpo que quitaba el hipo era lógico que sucumbiese a sus encantos; tenía un cuello perfecto, largo y sedoso, unos pechos pequeños pero perfectos, unas caderas que te hacían poner bizco y un culo digno de una diosa.

La cosa comenzó de la manera más tonta, en una fiesta, con unos bailoteos; mi hermano, borracho como una cuba, no se daba cuenta de los roces provocados por los dos, de las manos largas, del momento que se estaba fraguando en torno a aquel baile, la complicidad de dos cuñados que a todas vistas llevaban una relación normal.

La primera ocasión que tuvimos para acercar más "las posturas" fue poco después; mi hermano había que tenido que salir de viaje de trabajo y ella se quedó solo en casa; me llamó, no pude negarme. Fue un encuentro bastante azaroso, ya que cuando llegué los dos tratamos de obviar a lo que yo había ido allí; una botella de vino nos facilitó el trabajo y pronto estábamos besándonos en los labios, sobando nuestros cuerpos.

En la cama se reveló como una amante fogosa; las mamadas que me prodigaban sus finos labios eran de locura. Normalmente me tumbaba yo en la cama y ella se subía como una gatita en celo, me cogía la polla y se la pasaba por sus pequeños pechos para luego engullirla como si se tratase de un caramelo, lamiendo y relamiendo hasta que la tenía que hacer parar, ante la inminente corrida; entonces me ponía un condón y me cabalgaba hasta que los dos nos derrumbábamos en brazos del otro, satisfechos con nuestros orgasmos.

Esta situación duró unos meses, pero un día me llamó, me dijo que aquella noche se quedaba sola en casa de nuevo y que me tenía que dar una noticia; cuando llegué, esperando una follada normal, me hizo sentar en el sofá. Me sirvió el vino que no habíamos abandonado en todas nuestras citas y me dijo que mi hermano había propuesto tener un hijo, lo que ella había aceptado con ilusión; le di la enhorabuena, pero ella quería ir más allá, quería que yo fuese partícipe de ello.

Nos fuimos a su cama conyugal, desnudándonos por el pasillo, y cuando llegamos a la cama me hizo lamer su sexo mojado en un 69 mientras ella entonaba mi polla; la idea me tenía excitado, así que la tomé por las caderas y la puse a cuatro patas sobre la cama. Enterró la cara en la almohada y apunté mi polla a su delicioso tesoro y de aquella manera la estuvo follando hasta que el momento de culminación llamó a las puertas de mis testículos; me derrame completamente en su sexo, inundándolo de semen.

Con mi polla chapoteando en su interior repleto de semen, seguí bombeando, tratando de que todo quedase allí muy guardado e impregnado de mi simiente, ella se giró sobre el colchón sin permitir que mi polla saliese de su coño y nos besamos profundamente. Nos levantamos y nos dirigimos a la ducha, donde volví a poseerla y volví a llenarla de semen bajo el agua tibia.

Unos días después llegó la confirmación de su embarazo; no me dejó tocarla hasta que una niña preciosa salió de su vientre, pero poco después, guiñándome un ojo, delante de mi propio hermano, me dijo que estaban pensando en ir a buscar el segundo.

fin