Mi cuñada 4
Pacto con mi cuñada
Esta parte del relato pondré en práctica las recomendaciones que he recibido en el apartado de comentarios por parte de Un lector y de Rodiz. Con que no sean demasiados largos los párrafos tratando de que los diálogos se distingan bien, Veré si lo logro.
Como no oía subir a mi cuñada decidí bajar yo con la excusa de ir a por un poco de leche. Estaba todo a oscuras, lo mismo se había quedado dormida ya que había pasado mucho tiempo, tanto que mi hermano cuando salí de mi habitación se le oía roncar. No entendía como el niño no se despertada. Hice el suficiente ruido para que se notara mi presencia, pero sin llegar a ser escandaloso. Encendí la luz que daba a la zona de la cocina y luego la de la cocina, de esa manera mi cuñada se daría cuenta de mi presencia. Pero no se oía nada y llene un vaso con leche y apague la luz de la cocina, estaba ya con la mano en la llave de la luz para dejar todo apagado y subir por las escaleras cuando oí que chistaban, haciendo el sorprendido, pregunte quien era.
Paula – Soy yo, no te asustes.
Yo – Es que no me esperaba a nadie por aquí.
Paula - ¿Y tú que haces por aquí?
Yo – Pues he bajado por un poco de leche.
Encendió una lámpara de pie y la vi solo con el camisón, con las piernas cruzadas y dejando a la vista sus muslos delicados. Se le trasparentaba la parte de arriba y se notaban unos pezones oscuros. Pero normales.
Yo – A ti no te pregunto qué haces por aquí, porque oyendo los ronquidos de Ignacio ya me lo imagino.
Paula – Si es que de vez en cuando ronca y parece una moto.
Yo miraba desde enfrente sus bien torneados muslos en espera que las cambiara de posición. Paula se quedó en silencio y yo también. No se me ocurría que decir. Hasta que ella rompió ese silencio tan profundo.
Paula – Sera el momento de irse a dormir.
Yo- Me gustaría hacerte una pregunta.
Paula – Si es lo que yo pienso, ahórrate el hacerla, NO.
Yo – Pues seguro que no es lo que tú piensas. Aunque no sé lo que puedas haber pensado. Es sobre mi problema con las chicas de mi edad. Me gustaría saber qué opinas.
Paula – Yo no me puedo poner en lugar de otras mujeres.
Yo – Vale creía que serias sincera y me ayudarías.
Paula – No seas así. No trates de hacerme sentir mal. En parte es normal que en un principio se queden sorprendidas. Son jovencitas, imagino que, con poca experiencia como tú, es cuestión de ir explorando entre dos. El tamaño, si es llamativa, tu hermano la tiene un poco más grande que la media y no me preguntes como lo sé. La tuya se sale de lo habitual y es más fácil que una mujer más adulta sepa aprovechar mejor esa circunstancia. Ya está.
Yo – Me ha gustado tu sinceridad y te lo agradezco.
Paula – Pues agradécemelo no volviendo a insistir en lo que tú sabes. Porque no sucederá más y me ahorrías malas situaciones, que luego la comedura de cabeza es total.
Yo – No te puedo prometer nada, no siempre logro dominar mis tentaciones.
Paula – Lleguemos a un trato.
Yo - ¿Qué trato?
Paula – Está clarísimo que tú lo que necesitas es una mujer con las mismas apetencias que tú. Lo que vulgarmente se llama un zorrón. Yo te puedo poner una a huevo, pero luego te lo tendrás que trabajar tú. ¿Hace o no hace?
Yo – Algo más me tendrás que contar, así estoy a ciegas.
Paula – Te puedo decir que la conoces, que sé que te gustaría. Tiene pecho abundante. Buen tipo. Y para ser más clara, le vuelve loca una polla grande y la tuya seguro que reúne las condiciones, larga y gorda.
Yo – Me fio de ti, me tienes lleno de intriga cuéntame.
Paula – Entiendo que has aceptado mi trato. Es una amiga mía y va a clubs como el que has ido tú. Según me ha contado ella, le gusta que no se anden con tonterías y la den lo suyo.
Yo – Dime quien es.
Paula – Rosalía.
Yo – Venga ya no jodas. Si su marido anda detrás de ti como un baboso. Que lo he visto yo, igual que Marcelo.
Paula – Si se hace el machito. Pero según Rosalía la fuerza se le va por la boca. Perro ladrador poco mordedor. Y me da que Marcelo y Rexina anduvieran por ahí. Pero eso ya no lo s seguro.
Yo – Pero eso no es ponerla a huevo.
Paula – No seas impaciente, yo te puedo decir a que club irán en concreto algún día. Porque algunas veces me lo cuenta antes y después de ir.
Yo – Si son como tú dices, en menos de una semana irán a algún club.
Paula – Pero aceptas o no aceptas.
Yo – Déjame esta noche para pensarlo.
No se quedó muy convencida y nos levantamos para subirnos a nuestras habitaciones. Ella subía delante, las escaleras tenían unas luces muy tenues. Yo me agache y no se veía bien, pero mi imaginación era peligrosa. Eran dos tramos de escaleras, con un descansillo en medio. Justo en ese descansillo agarre a mi cuñada, que casi se cae y tuvo que apoyarse con sus manos en los escalones, no la di tiempo, pegue mi boca por detrás, pudiendo notar su coño. Mi lengua salió como si fuera una serpiente, metiéndose por cualquier recoveco. Paula no decía nada para que no se la oyera, pero trataba de irse. Vi que contra más se movía mi lengua ella flaqueaba más y se resistía menos. Es más, abrió más las piernas y se apoyó mejor en las escaleras dejando su trasero en mejor posición. Notaba como toda mi cara y mi boca se llenaban de sus líquidos. La posición que teníamos era para hacernos una foto, ella sacudía cada vez más su cuerpo. Llegando a aplastar todo su coño contra mi boca y luego se quedó como congelada, intuí que se corría por los soplos tan profundos que soltaba. Quise metérsela, pero se dio la vuelta quedándose sentada sobre un escalón y no me dejo. Hacía mucha mímica con sus manos, queriéndome decir que ya estaba bien, que me estuviera quieto. Me di cuenta de que una teta se le había salido por el escote del camisón y ella no se había dado cuenta, me incliné un poco y me metí el pezón en la boca. Que rico que estaba, duro y puntiagudo. Con sus manos trataba sin mucho convencimiento de quitar mi cabeza de aparatarla, pero yo era como una ventosa pegado a ella. Se dio por vencida y apoyo sus manos a el escalón. Volvía a resoplar y ahora sin yo insistir en nada ella se escupió en la mano y agarro mi rabo, sacudiéndolo con furia, yo esperaba que se lo llevara a su boca, pero no, ni yo me había hecho una paja así, con fuerza, con rabia, como la meneaba y me corrí sin avisar, lo que significó que mi corrida dio en su camisón, en su escote, es su cara, en su pelo. Ni yo me creía la corrida que solté.
Se levantó enfurecida, me dio un tortazo en el hombro. En voz baja.
Paula – Ya podías haber avisado, coño, que me has puesto perdida.
Yo – Ha sido sin querer.
Paula – Ahora no veas como oleré. Si tu hermano se entera me mata.
Yo – No creo que sea para tanto.
Paula – Y tú que sabrás.
Fueron sus últimas palabras y la vi meterse en su habitación. Encendiéndose la luz de cuarto de baño. Ya en mi cama seguía con mi rabo todo tieso y tuve que hacerme otra paja pensando en mi cuñadita. Por la mañana en el desayuno hice la gracia de pedirle a mi cuñada que me pusiera una jarra grande de leche. Pero por lo que pude ver a ella no le hizo ninguna gracia. Ese día mi hermano me acerco a la uni. En el coche mi hermano me pregunto que como iba con Paula, yo le dije que bien. El me pidió que la disculpara si la notaba susceptible, era por las oposiciones, que la traían por la calle de la amargura y sobre eso se desarrolló la conversación. También me entere que ese viernes noche no estaría en casa que se marchaba de viaje y regresaba el sábado por la mañana, por lo que tendría que llevarle al aeropuerto el viernes temprano para luego recogerlo al día siguiente.
Me baje del coche y mi cuerpo se alegró, una noche sin mi hermano. No quería ni pensarlo. Esa noche cuando llegue a casa estaban mi hermano y ella hablando y riéndose, se les había pasado el enfado del día anterior. Antes de cenar Ignacio se fue a hacer cosas del trabajo y Paula me pidió que le ayudase en la cocina, cuanta amabilidad. Fui a dejar mis cosas a mi habitación. Una vez en la cocina y en plan confidencia.
Paula – Yo cumplo con mis promesas. Este viernes Rosalía ira a un club. El nombre luego te lo digo y buscas la dirección o la busco yo ya te la doy.
Yo – No me estarás tomando el pelo. ¿Verdad?
Paula – Yo no te tomo el pelo. He sido muy seria.
Yo- No sé si creerte.
Paula – El tiempo dirá si yo miento.
La vi muy segura y muy seria cuando me lo decía. Pero si no hubiera sabido que mi hermano no estaría esa noche, me la hubiera creído a la primera. Me daba el palpito de que podía ser una excusa para quitarme de en medio. Aceptaría, si una vez en el club no apareciera, me vendría directo para aquí. Esa noche después de cenar, nos pusimos a repasar el temario de las oposiciones de Paula. Allí fue cuando me paso el nombre y la dirección del club. Me lo guarde en el bolsillo. Al momento empecé a tocar el muslo de mi cuñada y ella muy seria me paso otra nota escrita anteriormente y en al que me recordaba el pacto. Tenía razón esperar a lo que pasara el viernes. Esa noche acabamos pronto de estudiar y me subí inmediatamente a la habitación, encendí el ordenador y busqué el nombre del club, hasta ahí era todo verdad de momento, el club existía, los comentarios eran muy buenos y solo le encontré dos pegas, que decía que los hombres solos serian seleccionados rigurosamente y el precio que era un poco más caro que al otro que fui. Yo estaba un poco tieso de dinero.
El viernes cuando lleve a mi hermano, como despedida me dio dinero, lo quise rechazar, pero me deje convencer y lo cogí. Cuando estaba ya en casa, mi cuñada estaba en todo momento con el niño, era como si se hubiera buscado un parapeto. Cené temprano y antes de irme quise saber cosas de su amiga.
Yo – Como es Rosalía.
Paula – Pues como la has visto.
Yo – Vamos cuñadita no te hagas la tonta. Que le gusta, como quiere las cosas.
Paula – Si y ya te la preparo yo y os abanico.
Yo – Pues paso de ir.
Paula – Es que lo que se es poco y no sé si lo que ella cuenta es verdad. Ya sabes que en los temas de sexo o la gente exagera o se corta. Ella siempre está diciendo que le gusta un hombre que no se ande con tonterías, que domine la situación, que no sea remilgoso, que no se contenga y que sea hablador.
Yo – Lo de que domine la situación y lo de hablador, por donde va eso.
Paula – Por lo que yo he entendido de todo lo que me ha contado, pero lo mismo me equivoco, que el chico que este con ella no se atemorice por su marido, que sepa dar juego a los dos y lo de hablador que le gusta que la hablen picante.
Yo – Con lo de dar juego a los dos es que ¿al marido hay que hacerle algo?
Paula – No creo, lo que he entendido yo es darle chance a él para que participe.
Llegué al club y fui con más seguridad que al anterior. Era muy temprano, no quise ir más tarde no fuera a ser que no me dejaran por haber demasiada gente. Me abrió la puerta un hombre mayor que yo, me dijo que esperase y sin cerrar la puerta oí como hablaba con alguien, era una mujer, al final el veredicto fue que me dejara pasar, que iba bien vestido, que tenía buena pinta y que venía bien sabia nueva. Apareció el hombre y me dejo pasar. Me explicaron todo, el funcionamiento me di cuenta que era prácticamente igual que en el otro sitio.
Había ya dos chicos más, los dos mayores que yo y ya veía que eran conocidos. Por la forma de tratarse entre el personal que atendía y ellos. Entable conversación con ellos y me contaron que era de los mejores sitios de parejas y que las parejas que iban eran de buen nivel, con clase. Llegaron más hombres solos y rechazaron a muchos, no los llegue a ver. Al final estábamos 7 chicos solos. Ya no dejarían entrar a más. También habían entrado muchas parejas. Vino la encargada del club y nos dijo que era momento de ponernos con la toallas y los chicos me lo explicaron, no era obligatorio. Pero todos se pusieron toallas menos otro y yo. Esos 5 que se habían puesto toallas al rato se enrollaron con parejas, que se trataban por sus nombres, que ya se conocían. El otro chico y yo nos metíamos por unas salas que teníamos accesos, para ser más exactos por las únicas que podíamos tener accesos por ir solos, las parejas no tenían límites para estar por cualquier sitio.
Había un sitio por donde se podía meter manos a las parejas a través de unos barrotes y ellas a ti. Eso valía para cogerse unos calentones de mucho cuidado. Lo mejor que no se distinguía que pareja podía ser porque no se veía nada, en ese sitio las parejas se metían mano entre ellas, otras la mujer se acercaba a los barrotes y allí podías meter tu mano. Calentón al máximo, gemidos, olores. Algo inédito para mí. Al final resultaba incomodo, porque lo que quería era estar sin barrotes por medio, decidí ir a la barra a refrescarme. Estaba en un extremo de la barra bebiendo y veo a Rosalía y Seve, con una copa en la mano y hablando con otra pareja. Era verdad lo que había dicho mi cuñada. A ella se la notaba en su ambiente, pero él no parecía el mismo lenguaraz que con mi cuñada, estaba retraído, menudo cambiazo. Ahora pararon a la encargada.
Regrese a donde había estado, porque se veía que acababan de llegar y quería esperar a que se soltasen para luego aparecer yo. Se nos apareció la encargada y nos dijo que había alguna pareja que buscaba chicos solos, que, si queríamos, que eran buenas parejas, que eran de confianza. Había muchas posibilidades de que fueran ellos, fui con la encargada y antes de salir me volvió a preguntar cómo me llamaba. Efectivamente eran Rosalía, Seve y la otra pareja, las mujeres estaban de espaldas, pero quien me vio al momento fue Seve, que se quedó confundido y desconcertado, su cara fue tal, que Rosalía se dio la vuelta. Yo me aguanté la risa y quise dar normalidad a la situación. Me los presentaron y no sabía si decir que los conocía, si hacerme el distraído. Primero salude a la otra pareja que decían llamarse Anxo y Emma. Yo lo de calcular las edades lo llevaba y lo llevo muy mal, por lo que hay muchas posibilidades de equivocarme en mis cálculos. Rosalía y Seve. Son más o menos de la edad de mi hermano y mi cuñada, pero estos se veían mayores que ellos. Aunque físicamente tenían muy buena pinta los dos. Seve me dio la mano y no era capaz de decir nada, pero Rosalía dio normalidad al encuentro, diciendo que quien les iba a decir que me encontrarían allí. La otra pareja pregunto y ella les conto todo. Emma le pregunto si no le daba corte y ella muy resuelta dijo, mientras sea mayor de edad, qué más da.
Seve era el único que se encontrar fastidiado y yo les dije que si querían me marchaba, por no fastidiarles la noche. Emma dijo que por ella no y Rosalía dijo lo mismo. Se acercó bastante a mí y me dijo que no me preocupara por Seve, que era su estado normal. Anxo se disculpó y se fue a la barra y se puso a hablar con una pareja que ella era muy guapa y el bajito y gordito. Emma propuso ir al jacuzzi. Rosalía no lo pensó, dijo vamos. Yo me tuve que ir a desnudarme a otra zona y ellos fueron a otra. Me puse la famosa toalla en la cintura y me quedé esperando. Cuando ya estaban me hicieron una seña para que fuera. En el jacuzzi había una pareja que cuando nos vio llegar a los 4 se levantaron y se fueron. Las primeras en meterse fueron ellas. Fue verlas y quedarme hechizado, estaban bárbaras. Quise ser natural y que no se me notara y antes de que mi rabo se pusiera duro me metí tras ellas. El agua estaba muy bien. Ellas habían quedado juntas y yo al lado de Emma. Seve se había quedado sentado en un asiento de obra que había en la pared, pegado al jacuzzi. Sin esperármelo Emma llevo su mano a mi rabo, que nada más notarla se puso todo empalmado. Su mano lo recorrió todo y luego llevo su mano a mis testículos.
Emma – Rosalía me has dicho que tenía 18 años. Pero no te imaginas lo que le he encontrado.
Rosalía – Toca, toca y veras que no exagero.
Rosalía se movió de su sitio toco y toco bien tocado. Robertito quien diría que guardabas semejante secreto. Y cuando toco mis testículos, dijo a su marido que los tenía como los de un toro. Rosalía le dijo a Seve que buscara un reservado que nos secábamos e íbamos. Seve obedeció sin rechistar. Nos secamos y ellas me dijeron que fuera con ellas. Para ir al sitio que íbamos pasamos por donde estaba Anxo, que le dijo a su mujer que se tomara una copa con ellos y ella renegando se quedó con su marido y la otra pareja. Seve estaba en la puerta de un reservado y nos metimos, ella le dijo que cerrara bien y el así lo hizo.
Una vez que cerró la puerta Seve, se desato como un huracán, ella se quitó la toalla tiro de la mía. Más que tumbarme en la cama fue que me empujo y me tiro. Estaba irreconocible, no me la chupaba, me la destrozaba, pero de gusto, nos pusimos a hacer un 69, ella debajo y yo arriba, era como si me la follase, porque metía mi rabo en su boca de la misma manera. Yo me comía su coño y mis dedos entraban en su coño. Fui más atrevido y le metí uno en su culo, cambio su manera de moverse, yo estaba preparado para quitarlo cuando protestara, pero ella no lo hizo, lo que me hizo sentirme más seguro. Tuvo un grandioso orgasmo con dos dedos dentro de su culo. Se puso de rodillas mirando hacia Seve y le decía, tiene un pollón como la del negro de Santo Domingo, desde entonces no había tenido otra igual. Lo único que esta me va a llenar de leche. Qué manera tenia de hablar a Seve que en vez de protestar nos miraba atentamente. Desde atrás se la fui metiendo, al principio con duda, cierta timidez, pero cuando me fijé en Seve, ese que no paraba de decir cosas a mi cuñada, dándole igual todo, dándole igual quien estuviera, me hizo follar con más ganas a su mujer.
Recordé lo que me dijo Paula de que le gustaban las frases picantes. Empecé diciéndole que me gustaba más así que cuando la había visto otras veces, que me gustaba más esa Rosalía. Y ella con lo que dijo me marco el camino a seguir. Que te gusta que sea la puta que soy, eso es lo que te gusta cabrón, que eres un cabrón, aquí follándote a la amiga de tu cuñada y tu hermano, delante de su marido. Yo más cachondo me agarraba bien a ella y la sacaba del todo para metérsela con mucha fuerza. Mire a Seve y me lance, vamos más que puta eres un putón, mira Seve mira como le gusta mi rabo. Mira como se lo meto. Si lo llego a saber, te hubiera follado en el concierto, para que tu marido lo supiera. Ella muy cachonda me preguntaba si lo hubiera hecho de verdad, yo le decía que sí. Y tu marido nos hubiera tapado para que nadie se diera cuenta y a ella que le costaba hablar, me decía que eso seguro.
Vamos Seve saca tu rabo, que te lo coma esta puta mientras me la follo. Seve se quitó la toalla y estaba empalmado se acercó a su mujer y se la puso en la boca. Contra mas cochinadas les decía Seve me miraba con mejor cara. Ponte debajo de tu mujer, cómele el clítoris mientras me la follo, el obedeció gustosamente y Rosalía le decía si hazlo, que así veras como esos cojones que tiene te dan en la cara, que es como un toro. Era verdad y era la primera vez que no me daba vergüenza, porque los testículos eran muy llamativos por su tamaño, que mi culada por cierto no había visto. Me subió la autoestima que tanto a Emma como a Rosalía les hubiese gustado. Seve se corrió y lo note, con sus berridos y yo le animaba para que se corriera a gusto. Rosalía se tragó toda su corrida y le decía a su marido que no se parase. Tan cachondo estaba que fue imposible aguantarme y me empecé a correr dentro de ella, Rosalía decía que lo notaba y le decía a su marido que siguiera, su orgasmo fue también como el de su marido fenomenal y yo la animaba sin dejar de follarla, le decía córrete puta y Seve mira como lleno el coño de tu mujer. Cuando ella acabo y me salí, el marido lamio un poco más, por lo que tuvo que chupar parte de mi lechada. Cuando ya nos quedamos bien los tres, ella le pidió a su marido que fuese a por una copa para ella y yo pedí otra, él se puso la toalla y se fue. Rosalía me beso en la boca, no me lo esperaba, ya que su marido se había corrido en su boca, ella se dio cuenta y me beso con más énfasis y me dijo que me quedaba mucho por aprender.
Rosalía – Roberto que sepas que, a pesar de tus 18 años, eres el primero que has logrado que mi marido participe de la manera que ha participado y eso que he estado con hombres que por ser mayores que tu pensaba que serían eso, hombres. ¿tienes mucha experiencia en esto?
Yo – Que va, es la segunda vez que vengo a un club de estos. Y el primero no fue nada gratificante.
Rosalía – Pues has estado de 10. Y seguro que si sigues así tendrás matrícula de honor.
Yo – Si tú eres mi profesora segura.
Rosalía – Me gusta que no te andes por las ramas. Si tú eres discreto seré tu profesora cuando quieras. Hasta te puedo dar clase particulares.
Yo – Y Seve que dirá luego.
Rosalía – No tengo ni idea, pero disgustado no está seguro. Lo único porque no me da tiempo a mas, busca en internet a hombres como mi marido y la próxima vez seguro que será mejor. Que por fin he encontrado a alguien que sepa, pero te repito busca, lee y otro día ponemos todo en práctica.
Yo – Y si leo algo y luego me equivoco.
Rosalía – Pues ya lo resolvemos en el momento.