Mi cuñada (3)

Tercera entrega en la que se sigue narrando la relación incestuosa entre el protagonista y su cuñada mediana, con la que soñó y a la que deseó desde hace mucho tiempo.

MI CUÑADA (III)

Desde aquel segundo encuentro no había podido volver a estar con mi cuñada, a pesar de haber aceptado su propuesta un problema laboral me impidió ir a su casa. Pasaron los días, y también los meses, hasta que un día:

Era viernes noche y el penúltimo día de julio, como cada año para estas fechas nos encontrábamos cenando toda la familia de mi esposa, sus hermanas, cuñados y sobrinos. Ya en la sobremesa el sobrino mayor de mi mujer me pidió si podía ocuparme de alimentar sus peces durante las primeras dos semanas de agosto en las que iba a estar fuera de vacaciones. Acepté sin dudarlo ya que ese verano no iba a poder disfrutar de ningún día de vacaciones debido a que ya las había consumido en el mes de junio. Para ello me facilitó una copia de las llaves de su piso y me explicó la cantidad de comida y el pequeño control que debía de hacer con la pecera. Mientras recibía las explicaciones e instrucciones en mi mente una idea empezaba a rondar. Por fin un lugar donde mantener un encuentro con mi cuñada sin prisa y sin peligro de ser descubiertos in fraganti. Toda la conversación entre mi sobrino y yo había transcurrido en la mesa por la cual cosa mi cuñada había oído todo perfectamente, lo que quería decir que ella ya era conocedora del encargo que acababa de recibir. La velada continuó. A eso de las dos de la madrugada alguien dijo que ya empezaba a ser tarde y todos empezamos a levantarnos de nuestros asientos para dar por finalizada la cena. Empezamos a intercambiar besos de despedida entre todos y deseos de unas buenas vacaciones a aquellos que las habían de realizar. Cuando nos tocó el turno a mi cuñada y a mí nos acercamos para besarnos las mejillas y fue entonces cuando casi en un susurro que solo pudo oír ella le dije:

-El lunes a las 6 en punto vendré a dar de comer a los peces-

Me separé de ella y la miré a los ojos, ella me miró y guardó silencio. Continuaron las despedidas como si nada.

El fin de semana se me hizo eterno, solo pensaba en el momento de ir a casa de mi sobrino y la incerteza de saber si ella aceptaría mi invitación y vendría. En caso afirmativo sería la primera vez que ambos podríamos estar juntos sin prisa y sin peligro de ser descubiertos. Solo imaginar la escena de ambos juntos follando hacía que la excitación invadiera mi cuerpo.

El lunes a las 17:30 me dirigí impaciente al piso de mi sobrino, a menos 5 ya estaba en el portal de abajo, impaciente y nervioso me acerqué al aparador de una tienda de objetos de regalo que hay justo en el bloque de al lado, para de esta manera disimular la espera.

A las 18:00 en punto la vi aparecer por la esquina. Vestía un tejano y una camisa blanca de hilo. En los pies unas menorquinas dejaban asomar la punta de sus dedos. Con paso lento se fue acercando, yo al verla me dirigí al portal del piso y abrí la puerta para evitar miradas indiscretas de algún vecino, cuando ella llegó al portal el ascensor ya se había detenido y yo desde dentro sujetaba la puerta del mismo para que ella entrase. Un simple hola fue todo lo que nos digimos en el trayecto de subida del ascensor.

Salimos del ascensor. Abrí la puerta y me aparté a un lado para que ella pudiera entrar. Seguí sus pasos cerrando la puerta tras de mí. Mientras yo me dirigí a la cocina a coger el pote de la comida de los peces ella entró al comedor dejando caer el bolso que llevaba sobre uno de los sillones. Me dirigí al salón donde está la pecera y di de comer a los peces. Finalizado el encargo ya podía centrarme en aquello que realmente me interesaba, mi cuñada.

Entré al comedor, ella estaba de espaldas mirando a través del ventanal hacia la calle. Me acerqué a ella hasta que nuestros cuerpos quedaron pegados, mis labios buscaron el lateral de su cuello iniciando una serie de suaves y tiernos besos. Mis brazos rodearon su cuerpo, y mis manos se colocaron raudas sobre aquellos pequeños pechos que tanto y tanto deseo y que verdaderamente me vuelven loco. Sus pezones al contacto de mis dedos por encima de su ropa empezaron a ponerse duros fruto de mis caricias. Yo notaba como mi polla se endurecía cada vez más, ahora ya era un bulto prominente que yo restregaba suavemente una y otra vez por el culo de ella.

Así estuvimos un rato, en silencio, ella dejándose acariciar y yo notando como mi deseo aumentaba cada segundo que pasaba.

A continuación fui deslizando hacia abajo una de mis manos por encima de su camisa y su pantalón hasta situarla encima de su vagina. Una vez allí presioné ligeramente e inicié un suave y lento masajeo vertical en la zona y que parecía que a ella le gustaba a juzgar por los leves gemidos y suspiros que de tanto en tanto dejaba escapar. Mi excitación ya era total.

Seguidamente dejé de acariciar su pecho con mi mano y la bajé en busca de una de las manos de ella, se la cogí y separándome ligeramente de ella se la coloqué sobre el tremendo bulto que provocaba la erección de mi polla y que ella empezó a acariciar inmediatamente.

No sé cuanto tiempo permanecimos así, ella de espaldas a mí, yo masajeándole la vagina y el pecho por encima de la ropa y ella pasando una y otra vez su mano por encima de mi bragueta. La excitación de ambos era total.

Pasado un rato y en un intento de avanzar un poco más me separé de ella, la tomé de la mano y me encaminé al dormitorio de mi sobrino. Una vez allí me giré hacia ella quedando ambos de frente, la miré a los ojos y en ese momento me pareció la mujer más hermosa sobre la faz de la tierra. Miré sus labios carnosos y enrojecidos, estaban un poco entreabiertos, los deseé. Acercándome a ella coloqué mis labios sobre los suyos, mi lengua buscó la suya y nos besamos apasionadamente. Tras este primer beso otro, y otro, y otro. Nuestros labios húmedos se restregaban una y otra vez, nuestras lenguas se retorcían juguetonas intercambiando fluidos y sabores. No sé cuanto duró la sesión de apasionados besos pero ambos acabamos más excitados si cabe de lo que ya estábamos. Separándome de ella dirigí mis manos a los botones de su camisa, uno a uno fui desbrochándolos, tras soltar el último y deseoso de contemplar su cuerpo abrí su camisa dejando al descubierto aquellos dos pechos cubiertos por un blanco sujetador que los recogían un poco y que los hacían muy apetecibles. Nuevamente mi boca buscó la suya y nos volvimos a dar algunos besos más.

Nos separamos nuevamente, mientras ella se quitaba la camisa yo me desabroché la mía y también me la quité. Volvimos a besarnos una vez más. Mientras nuestras bocas se comían entresí bajé mis manos hasta el botón de su tejano, lo desabroché y bajé la cremallera de su bragueta. Nuestros besos cesaron, ella se retiró medio paso hacia atrás y con un ligero movimiento sensual y tirando con sus manos hacia abajo fue deslizando su pantalón a lo largo de sus piernas hasta el suelo. Imitándola también me despojé yo del mío. Quedamos uno frente al otro, ella en sujetador y braguitas, yo en calzoncillos y con un bulto que evidenciaba el grado de excitación que mi polla tenía. Por unos instantes contemplamos nuestros cuerpos. Seguidamente ella se llevó las manos a la espalda y con un hábil movimiento soltó el cierre de su sujetador, los tirantes se deslizaron por sus hombros y brazos, y con un suave movimiento se desprendió de la prenda. Ante mí aparecieron aquellas pequeñas tetas, deseosas y apetecibles, con sus rosados y erectos pezones apuntando al infinito. Seguidamente sus manos buscaron el elástico de sus braguitas y con un ligero movimiento fue tirando de ellas hasta que cayeron al suelo, inclinando ligeramente su cuerpo hacia delante acabó de sacárselas. Al incorporarse pude contemplar como su vagina estaba "decorada" por una cuidada capa de negro bello y que "disimulaban" sus labios vaginales. Ver a mi cuñada completamente desnuda ante mí me parecía un verdadero milagro. Me costaba un gran esfuerzo no dejarme llevar por la excitación y el deseo y lanzarme sobre ella como animal salvaje. Me despojé del slip liberando la polla y dando por concluida su cautividad, esta saltó como movida por un resorte. El sueño se hacía realidad, mi cuñada y yo, uno frente al otro, los dos desnudos y sin nada que pudiera interrumpir este maravilloso momento.

Alargando un brazo hacia ella la tomé por la cintura y la atraje hacia mí. Nos abrazamos, pude sentir el calor de sus pezones en mi pecho y el roce de su bello en mi polla. Una vez más nuestras bocas se buscaron para intercambiar besos apasionados y comerse una a la otra. La sensación de sentir todo su cuerpo pegado al mío era magnífica y excitante. Empujándome ligeramente se separó de mí, se sentó en la cama y me miró, no hizo falta palabras para adivinar sus intenciones. Me acerqué colocándome frente a ella. Mi polla quedó a escasos centímetros de su cara. Acercó sus labios y la besó, a continuación sacó la lengua y empezó a recorrer con ella toda mi polla, desde los huevos hasta la punta, hizo varias pasadas hasta que en una de ellas abrió más la boca y se introdujo mi polla dentro de ella. ¡Ohhhhh!, el placer que sentí al notar el roce de sus labios fue máximo, su boca subía y bajaba una y otra vez a lo largo de mi polla. Con una de sus manos empezó a sobar mis huevos y colocando la otra apoyada en uno de mis cachetes del culo empezó un suave movimiento de vaivén al ritmo que marcaba su mamada. La sensación era como si me la estuviera follando por la boca. Yo había bajado mis manos a sus tetas y rodeándolas con las palmas de las manos se las masajeaba una y otra vez.

Así estuvimos por un rato hasta que empecé a notar que la corrida estaba próxima, llegado este punto decidí que me vaciaría dentro de ella y no en su boca, con una mano presioné ligeramente sobre uno de sus hombros apartándola de mi polla. Flexionando las rodillas me agaché colocándome ante ella. Besé sus labios, para continuar bajando por su cuello, pecho y finalmente llegar a una de sus tetas. Coloqué mis labios alrededor de su pezón y empecé a besárselo tiernamente. Entre beso y beso mi lengua traviesa lo acariciaba jugueteando con él durante unos instantes para dejar paso nuevamente a mis labios. Tras unos minutos de besos y caricias en ambas tetas mi boca pasó a su ombligo al tiempo que mis manos colocándose sobre cada uno de sus muslos fueron separando sus piernas. Ella sabedora de lo que se le avecinaba dejó caer su cuerpo hacia atrás quedando tumbada boca arriba en la cama. Sin más preámbulo busqué con mi boca su coñito, mis labios buscaron los suyos y mi lengua juguetona buscó ese botoncito que tanto ansiaba acariciar. Los jadeos y suspiros que mi cuñada emitía era la prueba evidente del placer que estaba recibiendo. Mientras le frotaba una y otra vez su coño con mi boca mis manos se habían apoderado de sus tetas masajeándolas y acariciándolas sin parar. Por el aumento de jadeos deduje que su orgasmo no estaba lejos y así fue, al cabo de unos minutos ella colocó ambas manos sobre mi cabeza y empezó a empujarme contra su coño, noté como todos los órganos de su vagina se tensaban y en ese mismo instante dejó escapar un grito de placer a modo de anuncio del orgasmo que acababa de tener. Debió de ser intenso por el número de sacudidas y palpitaciones que su cuerpo experimentó.

Una vez ya recuperada se incorporó quedando nuevamente sentada al borde la cama, yo seguía de rodillas frente a ella, nos miramos a los ojos y sin mediar palabra alguna juntamos nuestras bocas en un beso. Al separar nuestros rostros ambos sabíamos que había llegado el gran momento, ese momento con el que tantas y tantas veces yo había soñado y deseado, ese momento por el que tanto suspiré desde el primer día que la vi.

Incorporándome le pedí que se tumbara. Ella lo hizo estirándose en medio de la cama y colocando la cabeza sobre la almohada. La visión era increíble, mi cuñada desnuda, tumbada en la cama y con las piernas ligeramente separadas esperándome, ¿qué más se podía pedir?. No me hice esperar. Gateando por encima de la cama me coloqué entre sus piernas, con mis rodillas entre sus gemelos y mi cara a la altura de su vagina. Mi boca buscó su coño y lo besó, pasé suavemente mis labios y mi lengua por encima de sus labios vaginales a modo de beso-caricia. Paulatinamente mi boca empezó a ascender besando y lamiendo cada centímetro de piel por donde iba pasando. Al llegar a sus tetas mis labios se entretuvieron jugueteando, chupando y mordisqueando sus pezones los cuales se mostraban tiesos y duros fruto de la excitación. Tras una ligera pausa mi boca continuó su ascensión rumbo a aquellos carnosos labios que tanto le gustaban. Nos besamos varias veces. Rompiendo el silencio ella dijo:

-Métemela ya-

Así lo hice, con mi mano tomé mi polla y guiándola la coloqué a la entrada de su cueva, solo bastó una pequeña presión y noté como mi polla se iba introduciendo en aquel coño húmedo.

Sin más demora me separé de ella y le pedí que se tumbara en la cama. La visión era increíble, mi cuñada desnuda, tumbada en la cama y con las piernas ligeramente separadas esperándome, ¿qué más se podía pedir?.

La fui introduciendo lentamente, disfrutando de cada sensación que me provocaba el roce de mi polla al ir avanzando en el interior de su coño. No lo podía creer, por fín estaba penetrando a mi cuñada. Una vez se la metí toda me quedé quieto, quería disfrutar de todas y cada una de las sensaciones que este momento me podía ofrecer. A través de mi polla notaba el calor de su vagina y la humedad de sus fluidos, notaba como sus paredes vaginales envolvían mi polla. Deseoso de disfrutar de aquella penetración inicié un suave y rítmico vaivén, mi polla andaba y desandaba el camino por aquella gruta que a mí me parecía tan maravillosa. Cada vez que la penetraba la sensación de placer iba en aumento. ¡Estaba gozando de mi cuñada!. Con el paso de los minutos aquel vaivén que empezó siendo suave y rítmico fue dando paso a un ritmo más frenético y salvaje fruto de la excitación y el gozo. Los gemidos y los besos se mezclaban. ¡Que placer!. Seguimos por un rato así hasta que el cuerpo de ella se tensó bajo el mío, sus músculos vaginales se contrajeron y sus ojos se cerraron apoyando la cabeza sobre la almohada, estaba llegando al clímax. Notaba que mi corrida estaba cercana, dos, tres, cuatro embestidas más y una explosión invadió mi cuerpo desde mis huevos hasta mi cerebro. Los borbotones de semen empezaron a salir inundando el interior de aquella maravillosa gruta. ¡Me estaba corriendo en el coño de mi cuñada!, ¡que maravilla!. Los borbotones cesaron y la explosión dio paso a una sensación de placer que se extendió por todo mi cuerpo. Dejando caer mi cuerpo junto al suyo busqué con mi mirada su rostro. Sus ojos se clavaron en los míos y una ligera sonrisa cómplice se dibujó en sus labios. Entonces hablé:

-Ha sido maravilloso-

Ella no dijo nada. Continué:

-¿Arrepentida?-

-No. A mí también me ha parecido maravilloso-

-¿Dispuesta a repetirlo?-

-Tal vez-

-El próximo viernes a las seis he de volver a dar de comer a los peces-

Ella no respondió, levantándose de la cama tomó su ropa y se dirigió al baño del dormitorio. Unos minutos después, vestida y peinada tal como había llegado dos horas y media antes salió del dormitorio y del piso.

Continuará

TheIncestMan

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