Mi cuñada (2)

Segunda entrega en la que se sigue narrando la relación incestuosa entre el protagonista y su cuñada mediana, con la que soñó y a la que deseó desde hace mucho tiempo.

MI CUÑADA (II)

Como cada mañana sonó el despertador a eso de las 6:30. Mientras mi esposa se dirigía al baño y tomaba su ducha vespertina yo preparé una cafetera de negro y fuerte café para empezar bien a tope el día. Si todo sucedía como esperaba y deseaba necesitaba buenas dosis de cafeína circulando por mi cuerpo.

Tras la partida de mi esposa, tomé mi baño habitual para acabar de despejar aquello que no había logrado despejar la cafeína. A partir de aquí la rutina de cada día, una rutina que finalizaba a las 9 en punto de la mañana dejando a mi hijo en la puerta de la escuela.

Regresé a casa y tras realizar alguna de las tareas domésticas, de las cuales me hacía cargo diariamente, me preparé un nuevo café y me senté en el sillón dispuesto a saborearlo y disfrutarlo. Miré el reloj, eran la 10 de la mañana. Mi optimismo de primera hora sobre la visita de mi cuñada empezaba a desaparecer. Así sentado empecé a recordar los acontecimientos de la mañana anterior y como se había ido desarrollando todo. Solo recordarlo hacía que mi miembro se pusiera duro. Embelesado estaba en estos pensamientos cuando de pronto sonó el interfono. El corazón me dio un vuelco. Corrí al recibidor, descolgué el auricular y pregunté:

-¿Quién?-

-Soy yo-

Abrí la portería. Efectivamente era la voz de mi cuñada. Una emoción embargó mi cuerpo o quizá debería de decir una enorme excitación por lo que se avecinaba.

A los pocos instantes sonó el timbre de casa. Abrí la puerta. Busqué su cara con la mirada y la saludé:

-Hola-

Ella me miró a los ojos y me devolvió el saludo:

-Hola-

Apartándome a un lado de la puerta la invité a pasar.

-Por favor pasa-

Sin decir nada pasó. A diferencia del día anterior, esta vez no se detuvo en la entrada sino que siguió hacia adentro. Yo, tras cerrar la puerta, me dispuse a seguirla. Conocedora de la casa se dirigió directamente a la sala de estar, lugar donde nosotros hacemos toda la vida ya que es una sala con sofás y donde se halla el televisor y el ordenador. Al llegar al centro de la sala se detuvo y girándose quedó a medio metro frente a mí. ¡Estaba preciosa!. Vestía un jersey marrón de punto con cuello de pico y bastante calado, la cual cosa permitía adivinar bastante el sujetador que llevaba debajo y una falda beige a juego con el jersey y que le colgaba por debajo de las rodillas.

-¿Te apetece un café?, lo hice hace un rato-

Ella dijo que no con un ligero movimiento de cabeza.

La contemplé unos instantes, finalmente di un paso hacia delante y tomándola con mis manos por la cintura la acerqué a mí. Mis labios buscaron sus labios, mi lengua buscó su lengua, y nos besamos. Nos besamos una y otra vez, y en cada beso la pasión y el deseo aumentaba y aumentaba. Mis manos buscaron sus pechos y los empezaron a acariciar por encima del jersey. Sus tetas me parecieron tanto o más maravillosas que el día anterior. El abultamiento de sus pezones y la dureza de los mismos me excitaban aún más si cabe, mientras, seguíamos besándonos. Ella deslizaba una y otra vez sus manos por mi espalda, desde la nuca hasta el culo, apretándome contra ella como en un intento de no sé qué, tal vez de no dejarme escapar. Abandoné su boca para dedicarme a besar su cuello, ella se dejaba hacer levantando la cabeza ligeramente hacia atrás para dar paso libre a mis labios por todo el cuello. De tanto en tanto me detenía en sus orejas y se las rozaba y besaba suavemente y con la punta de la lengua se las acariciaba tiernamente produciéndole una tremenda erección de su bello, señal de la agradable sensación que experimentaba.

Decidido a avanzar más bajé mis manos a lo largo de su cuerpo hasta llegar a su culo. Era la primera vez que se lo acariciaba. Empecé a pasar mis manos sobre él una y otra vez. A pesar de la falda lo notaba en toda su extensión. Sobaba sus cachetes, los apretaba, los acariciaba. Noté su tanguita a través de la falda. Lo recorrí con mis dedos por encima de la tela, esto hizo que me excitara más. Ella mientras tanto había colocado una de sus manos encima de mi paquete y me sobaba y acariciaba una y otra vez mi miembro por encima del pantalón. Estaba a tope, la polla parecía que me iba a explotar dentro de su escondite.

Detuve mis besos, separándome ligeramente de ella y mirándola a los ojos le pedí que se sentara en el sofá. Ella sin objetar palabra se sentó en una butaca. Decidido a devolverle el placer que ella me había proporcionado el día anterior me arrodillé delante de ella. Coloqué mis manos en sus rodillas y le separé las piernas, tomé la falda y se la levante hasta la cintura. A la vista quedó un tanguita negro incapaz tapar el abundante bello que cubría el sexo de mi cuñada. Colocando un dedo en cada lado del elástico del tanga tiré de él y se lo fui bajando poco a poco hasta los tobillos. ¡No lo podía creer!, ante mis ojos tenía el sexo desnudo de mi cuñada, ¡y a mí me parecía maravilloso!. Coloqué mis manos sobre cada uno de sus muslos y muy poquito a poco empecé a acariciárselos y a masajeárselos. Mi cuñada, bien reclinada sobre el respaldo de la butaca, con los ojos cerrados y con la cabeza tirada un poco hacia atrás se dejaba hacer.

Paulatinamente y sin dejar de acariciar la parte interna de sus muslos fui acercando mis manos a su sexo, hasta que llegué a rozar su bello. Así estuve un rato, acariciando una y otra vez su bello púbico con el extremo de mis dedos. Ella notaba agradable ya que a cada caricia se estremecía más y más. Ansioso de poder saborear aquel manjar fui acercando mi rostro a su sexo hasta que mis labios se encontraron con sus labios vaginales. Se los besé. Separé mi cara y miré a mi cuñada. Ella seguía con aquella expresión de placer en su rostro. Volví a acercar mi cara nuevamente a su sexo y nuevamente besé sus labios vaginales. Pero esta vez no fue solo un beso, esta vez fue mi lengua la que tomó el protagonismo y atrevida y juguetona empezó a recorrer todas y cada una de las partes de aquella vagina maravillosa. Entraba y salía, subía y bajaba, lamía y acariciaba. Mi cuñada no cesaba de gemir de placer y de gusto fruto de la mamada de sexo que estaba recibiendo. Yo seguía con mis labios colocados sobre su coño y con mi lengua explorando aquella magnífica y húmeda cueva. No sé cuanto rato estuvimos así, pero fuera el que fuese a mi cuñada parecía no importarle ya que ella seguía con aquella expresión de satisfacción a la que había añadido unos ligeros gemidos.

En un intento de proporcionarle mayor placer y provocarle un gran orgasmo, le abrí con los dedos su sexo, la cual cosa me permitió poder introducir mi lengua un poco más profunda, y sobretodo poder acceder a su clítoris, aquel pequeño botoncito rosado el cual empecé a rozar, lamer y acariciar con mi juguetona lengua. Mi cuñada comenzó a aumentar el ritmo y el tono de sus gemidos señal evidente que mis caricias vaginales estaban dando los resultados esperados. Había colocado sus manos sobre mi cabeza y me la apretaba contra su sexo, no sé si como respuesta instintiva de la excitación o en un intento de introducir mi lengua más profundamente. Finalmente y tras unos intensos minutos de masaje y caricias sobre su clítoris mi cuñada explotó en un maravilloso y espectacular orgasmo que ni quiso ni pudo disimular. Sus gemidos se convirtieron en ahogados gritos de placer, todo su cuerpo vibró en un espasmo continuado que duró unos prolongados instantes y en su vagina empezaron a brotar grandes cantidades de flujo y líquidos vaginales que yo saboreé durante un rato sin dudarlo un instante.

Transcurridos varios minutos desde el orgasmo de mi cuñada y acalorado y a la vez satisfecho de haberle provocado placer aparté mi rostro de su sexo, y levanté la mirada para buscar la cara de mi cuñada. Ella seguía reclinada totalmente sobre el respaldo, con la cabeza todavía ligeramente hacia atrás pero con los ojos abiertos, abiertos y mirándome. Me incorporé, las rodillas me dolían. Miré el reloj. Me sorprendí al ver la hora.

Ella preguntó:

-¿Que hora es?-

-Las 12:35-, respondí.

-¡Vaya!, mi hermana está al llegar. Creo que debería irme-

-¡Me temo que si!-, le respondí.

Ella se incorporó de la butaca, ya de pie cogió el tanga que lo tenía en los tobillos y se lo subió volviéndolo a poner en su sitio. Colocó su falda corréctamente. Se arregló el pelo con las manos. Me miró y acercándose me besó. Sin más dio media vuelta y salió de la sala. La acompañé hasta la puerta. Ya en el recibidor y antes de abrir la puerta se giró y mirándome dijo:

-Gracias-

Yo no supe que decir. La miré a los ojos y le sonreí ligeramente.

Ella sin dejar de mirarme a los ojos dijo:

-Mi marido estará fuera dos días. ¿Te va bien venir mañana a casa?-

La sorpresa me invadió. No lo podía creer. Mi cuñada me estaba emplazando para seguir teniendo sexo.

-Claro que si-, le dije.

Giró, abrió la puerta y sin más salió.

Agradecería vuestras opiniones y comentarios, especialmente si son de mujeres.

Continuará

TheIncestMan

theincestman@hotmail.com