Mi cuarta vez

De como logré "comerme" una grandota y dolorosa, pero al final MUY SATISFACTORIA.

MI CUARTA VEZ

Lo prometido es deuda y por ello hoy les relato como me fue con mi segundo amante. Ya dije como es su tamaño de entrepierna y saltaré expresamente los juegos previos, donde me disfruté intensamente mamándole el trozo hasta que se estuvo bien duro. Él no se estuvo inactivo pues aparte de ser pasivo, realmente estaba gozando con mi tratamiento oral a su pedazo, que literalmente no entraba todo en mi boca. Tras una intensa jugada oral, nos fuimos acomodando en el lecho hasta quedar yo de espaldas y él me acariciaba para aumentar mi excitación que ciertamente ya estaba en un alto voltaje y volaba por sentirme apoyado con tan tremenda herramienta de carne.

Jugó con sus dedos ensalivando mi orto, hasta lograr penetrarme con sus tres finos dedos, haciéndome arquear y gemir del placer que ello me provocaba. Levantó mi pierna izquierda y acercó su cuerpo al mío, y entonces percibí contra mi raya la punta tibia de su instrumento. Con mi mano izquierda abrí el cachete hasta donde me fue posible y él acercó ese glande palpitante e inmensamente duro. Empujó levemente como probando la entrada. Me relajé lo más que pude y entró. Grité de la sorpresa y el dolor, pero él no cejó en el intentó y mientras mordía mi nuca ingresó otros centímetros. Me tenía firmemente levantada la pierna izquierda y comenzó a moverse en un mete y saca endemoniado. El ardor que esa pija me provocaba era lacerante. Evidentemente mi anillo no era para semejante tamaño, pero mi suerte como pasivo estaba echada y no era momento para retroceder, o al menos pensaba que si retrocedía el dolor sería más duro de tolerar. La quitó entre mis quejidos, colocó mayor cantidad de saliva y recomenzó. Ingresó con menos dolor y a medida que desaparecía en mi recto, sentía como náuseas por la presencia de semejante invasor. Se me colocó una puntada en el final del canal y jadeaba como perro en celo. "Así, mi cielo, así…"; atinaba a gritar hundiendo mi rostro en la almohada, y él no se hizo rogar. Me penetró otra porción, y ahora el dolor fue más que insoportable. Se retiró hasta dejar solo el enorme glande en la puerta de mi culo. Él también jadeaba por el esfuerzo y la tremenda excitación que sentía. Su pija estaba como de metal, estiré mi mano hacia atrás y le sobé las inmensas bolas. Gimió y empujó. Ahora grité yo, pero de gozo. Me la enchufó hasta la mitad y recomenzó la cogida. Yo ayudaba a como me era mejor y esa pijaza se hundía ahora casi hasta los pelos. Veía estrellas de todos colores, pero este tipo me estaba brindando la realidad de mi afiebrada fantasía: tener adentro una de esas grandes que duelen; y ésta era así y se hacía sentir.

Quitó su mano de mi pierna y tomándome de los hombros me atrajo hacia él a la par que su mandoble se hundía lentamente en mi culo hasta que percibí sus pelos en la puerta del culo. ¡19 centímetros de pija!, acababan de entrar en mi recto. Cada pechada hacía golpear rítmicamente el glande contra el fondo de mi recto y oleadas de gemidos escapaban de mis labios. Reculaba hasta mantenerla totalmente adentro y ahora me comenzó a venir una desesperación por retenerlo todo adentro. Lucho (tal su apodo), estaba como ido y me gritaba guarangadas al oído y alternadamente mordía mi nuca para hacerme gozar más. "¿Te gusta mi pija?"… "Siiii… es grandota y hermosa", le respondía entrecortadamente. La quitaba hasta un poco más de la mitad y retornaba en una velocidad que iba en aumento, hasta que cesó y la retiró completa.

Me hizo volver y nos unimos en un duelo de lenguas hasta saciarnos. Se levantó y me condujo hasta una gran silla donde se sentó. Me colocó de frente y haciéndome sentar sobre él, acomodó "su mástil" contra mi ano y levantó sus caderas haciendo que el glande se colara en mi culo hasta entrar hasta la mitad. Ya estaba bien dilatado que no sentía dolor, sino un inmenso disfrute. "Subí y baja por mi pija", me requirió. Mientras lo hacía cadenciosamente, mi culo se abría para recibir tan bello instrumento. Puso sus manos sobre mis hombres y mientras nuestras bocas de unían en un más que apasionado beso, levantando nuevamente sus caderas me ensartó hasta el final. Se mantuvo a buen ritmo entrando y saliendo mientras no dejábamos de gemir, suspirar y decirnos lo hermoso que era lo que estábamos haciendo.

Perdí la noción del tiempo de cuanto estuvo en mis entrañas. Cambiamos de pose y esta vez quiso penetrarme "en cuatro". Coloqué mi tronco sobre el borde de un sofá y mi culo en pompa. Ladeé la cabeza y observé que se estaba ensalivando nuevamente el tronco. Se inclinó y apuntando, de una sola estocada me enculó hasta el fondo. Casi no me dio tiempo a gemir. ¡Ahora sí que estaba clavado como lo deseábamos!

Me dio pijazos entre gritos, guarangadas, gemidos y profundos "ayes" de gozo. Yo estaba como en un limbo y solo sabía que estaba gozando con semejante pija metida hasta los pendejos (pelos). Sus bolas golpeaban contra las mías, y no dejaba de pasar sus mano hacia delante para sobarme la garcha que estaba dura por semejante enculada.

Dio un grito, tembló entero y tomándome con mayor fuerza se estuvo metido totalmente mientras sentía como si me desgarrara el fondo del ano a la par que la tibieza de su líquido seminal era derramada a chorros intensos. De la calentura que ello me provocó me acabé sobre el sofá. Quedamos laxos por unos instantes. Quitó esa bestialidad de carne de mi culo, me di vuelta y pude observar que junto a gotas de semen había rastros de sangre. "Me rompiste el culo". ¿Y que te parece? Me respondió. "¿No querías una pija de verdad?, me preguntó.

Me levante mareado y fui al baño donde en el inodoro siguieron cayendo goterones de semen manchados de rojo claro. Sentía un intenso ardor y algo de dolor en mis entrañas, pero nadie iba a quitarme el intenso placer que acababa de deleitarme.

Esa oportunidad, me taladró dos veces más y cuando regresé a casa todo dolido, caderas, tetillas, y en especial el culo, me pregunté a solas en mi lecho si lo que acababa de hacer servía para hacer realidad esa loca fantasía de ser penetrado "por una grande". Ciertamente no encontraba la respuesta, pero en mi interior había nacido un individuo que estaba latente. Siempre fui heterosexual, prefería a las mujeres para coger, pero desde hace más de cinco meses de manera efectiva en que mantengo relaciones sexuales con varones, creo haber encontrado a mi verdadera personalidad. No soy gay, pero si acepto que tengo inclinaciones homo, aunque sin que por ello deje de cogerme a mi vecina del barrio cuando no está su marido, la cual le agrada meterme un dedo en el culo mientras nos revolcamos en su lecho matrimonial. ¡Me gusta muchísimo que me lo haga! ¿Me habré convertido en puto?

Nota: gustosamente recibiré tus comentarios a lubasexo@hotmail.com