Mi Cruz de Ceniza (5: La Primera Cita a Solas)

Capítulo 5: La Primera Cita a Solas.

Mi querido Señor de los Sueños:

Sr. acabo de llegar de la cita que me encomendó y me dispuse a escribirle todas mis sensaciones antes de que se me escapen hasta los más pequeños detalles. Deseo cumplir con Su premisa de no aplacar las sensaciones que vayan surgiendo en mi y además deseo mantenerlo permanentemente al tanto de todo.

Lo extrañé mucho hoy Sr. Ahora estoy entre torbellinos de sensaciones. Intentaré serle totalmente franca y que ésta carta salga sin correcciones de un tirón desde mis entrañas.

Tuve que llamar al Sr. L, como Ud. me lo había anticipado. Cuando lo llamé, no sabía que decirle me sentía una tonta estando allí abajo, esperando por El. Me quedé muda y El se dio cuenta de que yo estaba en la calle. Me dijo:

"Estas en la calle? donde estas?"

y entonces pude decirle que estaba allí en la puerta de su trabajo, esperando por El. Se rió y me dijo:

"Ya bajo"

Cuando bajó pasó de largo, no me vio y yo me sentí aún más tonta yendo detrás de El… Lo peor fue cuando llegué cerca Suyo y El justo de dio vuelta buscándome, y yo (que venía con el envión) lo pisé!!

No lo toqué con ninguna parte de mi cuerpo, se lo juro Sr. Sólo lo pisé con unas sandalias negras de plataforma de madera que no son las que estuve usando últimamente, son otras, más altas. Fue un accidente desafortunado. Esta esclava que tiene Ud., siente mucho a veces ser tan torpe y dejarlo mal, Sr.

Luego caminamos hasta el Círculo Danés por las calles llenas de pocitos y desniveles, Me costaba mantener el equilibrio y se me ampollaron los pies. Llegamos al edificio y nos subimos al ascensor. No sé que tengo yo con los ascensores y los hombres. Me sentí repentinamente muy acalorada. En la calle hacía mucho calor. Me miré al espejo del ascensor y estaba toda transpirada en el pecho y la cara. El Sr. L estaba como recién salido de la ducha, perfecto, lleno de sensual charme.

Bueno, le cuento Sr. que yo ya había tenido un episodio extraño en el ascensor del edificio de mi oficina. Cuando salí a eso de la una y diez para buscar al Sr. L, justamente es el horario en que salen todos a comer.

Volviendo a lo que pasó hoy en la cita con el Sr. L, cuando llegamos tuvimos suerte ya que nos tocó una de las mejores mesas del restaurante. Le ofrecí sentarse justamente donde yo estaba por que desde allí había una mejor vista. El accedió y vino una chica a comentarnos lo que había para comer ese día.

Yo estaba con mil dudas y no sé por que todavía permanecían en mi, la ansiedad de los hombres del ascensor de mi oficina y también la sensación de haber sido vista como puta por tantos hombres durante la espera en la calle.

Estaba sentada ahora con el Sr. L y todavía sentía clavadas todas las miradas masculinas que en menos de veinte minutos me habían desnudado y vaya a saber cuántas cosas más habían fantaseado conmigo. Me sentía acelerada.

Brindamos con agua con gas. Yo conversaba rápido, como para llenar espacio y no sentirme más angustiada por todas las tonterías que tenía en mi cabeza. El me preguntaba que tenía allí dentro (refiriéndose a mi cabeza) y yo no podía decir nada por que tenía tantas cosas dándome vueltas que nada era definible en palabras.

Pasó el Buquebus y aproveché para cambiar de tema. Con el accidente que había tenido uno de esos barcos ese mismo día. De eso, saltamos al tema de las manta rayas y que El había estado nadando, con lo que yo entendí como una especie de cerdo pelado y blanco en algún lugar de la costa (luego comprendí que se trataba de una tonina).

El estaba calmado, aunque hablaba muy bajito. Tardé en animarme a decirle que no escuchaba nada y entonces, subió el tono de Su voz. A veces me pasa que con los nervios me sube la presión, me retumban los tímpanos y no escucho nada por fuera de mi cuerpo. (Algunos días más tarde, el Sr. L me confesaría que hablaba bajito a propósito para probar mi actitud sumisa.)

Pobre el Sr. L!! Me comentaba cosas de las que yo sólo pude escuchar la mitad. El casi no había comido nada y yo pensé que quizá no le había gustado lo que había pedido. Le ofrecí que cambiase el plato si no le gustaba pero me dijo que no era el caso, que había estado hablando mucho y era esa la razón por la que no había comido.

La luz de la ventana nos daba de costado en nuestras pupilas. Pensé que esa era la luz perfecta para atravesar esas ventanas y llegar a tocar Su alma. Varias veces tuve que arrancar dolorosamente mis ojos de los Suyos. Las primeras ocasiones en las que intenté llegar más allá de Su mirada, sentí cómo Sus ojos me penetraban mucho más allá de lo que yo podía soportar.

Sentía una necesidad vital de despegar mis ojos de los Suyos esas primeras veces. Sentía demasiadas cosas que creía no poder soportar. Sentí que podría sorprenderme un orgasmo involuntario y me llenaría de vergüenza.

Buscaba excusas para que nuestras miradas se posasen sobre cualquier cosa que no fuera entre nosotros. Al principio las excusas fueron los hombrecitos que trabajan pintando y limpiando las ventanas de todos estos edificios de Catalinas que estaban en el paisaje. Hablaba sobre sus arneses, sus sogas... cualquier cosa me venia bien.

Cuando los hombrecitos se me terminaron, seguí con las plantas que estaban allí en el balcón del restaurante. Hablamos sobre las plantas suculentas que son las que tienen una reserva de agua en las hojas. El me dijo que odia los malvones por que le parecen vulgares. Hablamos de los cactus que no son cactus y de que El pensaba que sería una buena opción poner algunas mesas del restó en el balcón.

Cuando las plantas se me terminaron seguí con unas fotos que habíamos sacado anoche de la cajita de mi abuela (un artefacto harto interesante presumiblemente utilizado para alguna especie de terapia de choques eléctricos).

Para ése entonces yo ya había engullido mi plato de pollo con arroz y zanahorias y algunos arrocitos intrépidos habían caído en mi ex transpirado escote, seguidos por la mirada audaz del Sr. L y mi posterior vergüenza.

Hice a un lado el plato semi vacío y me acodé en la mesa para mostrarle las fotos desde la Leica. Vimos las fotos una por una, ampliando detalles que le interesaban en algunas de ellas. Estábamos muy cerca y nuestros brazos se tocaban, me excitaba mucho sentir Su calor.

Nuestros ojos estaban posados en la pantallita, que hasta el momento, me resguardaban de sus ojos violadores. Pero a la vez, tenía una necesidad imperiosa de volverlos a ver.

Alcé la vista varias veces en intervalos cortos y por escasos fragmentos de segundo para intentar robarle detalles de las expresiones en Su piel, en Su cara, en Sus ojos y en las comisuras de Sus labios. A veces me atrevía a mirarlo a los ojos que le brillaban al mirar las fotos de la cajita.

Luego me pasé de rosca pasando las fotos de la cajita y apareció, impertinente, la última de las fotos que sacamos en nuestra última sesión donde estrenamos las pinzas. Ups!!!

De tanta vergüenza que sentí, me llevé la Leica al pecho intentando ocultar lo que ya había aparecido en pantalla. Estábamos frente a mi cachamai y a Su postre de puré de manzanas con crocante y crema.

  • Tragame tierra!!!! Pensaba yo.

Los nervios siempre me hacen hacer cosas tontas. Ud. ya me conoce bien Sr. En este caso, extendí mi dedo índice y lo unté en un poco de crema que había quedado en el borde del vaso donde había venido presentado el postre del Sr. L. Sin pensarlo, llevé el dedo con crema a mi boca y en ese preciso instante me pregunte:

"Qué carajo estoy haciendo?!?!?!?!"

Levanté la vista con el dedo todavía entre mis labios, y allí me penetraron Sus ojos nuevamente. Me quedé como un escracho de disco melódico, tragando saliva y con el dedo que se me negaba a reaccionar.

El pecho se me cerró y con mis últimas fuerzas pude despegar mis ojos de los Suyos una vez más. Quedé mirando el mantelito blanco en rombo sobre el celeste de fondo. La cuchara estaba dentro de mi cachamai disipando el calor para que se enfriase mas rápidamente.

Mi presión debió haber saltado a las nubes por que los oídos comenzaron a silbarme, las orejas me hervían y sentí el flujo violento de sangre por mi todo mi cuerpo concentrado en mis tímpanos. El me tomó desde el mentón para obligarme a levantar la mirada y decirme algo que yo entendí como que estaba esperando ansioso la llegada de ese domingo. Mis ojos se derritieron en los Suyos, como caramelo sobre el flan.

Ya no me quedaban más escudos, ni siquiera podía parpadear. Tuve una fuerte sensación de hormigueo por todas las extremidades y el mundo entero desapareció. Ese momento duró tanto como El lo haya querido. No tengo la menor idea de cuándo fue que terminó de echarme ese conjuro ni de cuánto tiempo duró todo esto.

Entre mis piernas algo estaba manchando la silla en la que me estaba sentando. Necesitaba azúcar. Necesitaba ocupar mi boca en cualquier cosa. Tomé mi cucharita de té y sin pedir permiso, la metí en Su postre y comí de él. Tomé conciencia de que se trataba de una especie de papilla de bebé y me pareció un contraste interesante.

Dejé mis malos modales de lado intentando avocarme a mi cachamai que ya estaba de lo más frío. Con tragos de desierto, mi garganta se rehidrataba. Mis ojos irreverentes, sientiéndose refugiados detrás de la taza, se alzaron para mirarlo una vez más.

Entonces El se atragantó con un poco del crocante de Su postre y sorbió agua de Su copa. El contenido de mi taza ya se había acabado y no me había percatado. Sentía que allí, mis labios estaban seguros y de alguna manera inconsciente la aferraba entre mis dos manos apretada contra mi boca como si fuera mi último bastión.

Sorbiendo el líquido que ya era inexistente, me hizo falta Su presencia Sr. Cuánto más fácil hubiera sido todo a Su lado! Yo me hubiera sentido igual de cachonda pero a la vez estaría de Su mano y me sentiría dentro del resguardo de Su aval y contención.

Recordé mi habilidad por hablar coherentemente mientras duermo. La sensación que tuve fue exactamente igual. Como si hubiera estado hablando coherentemente con el Sr. L durante toda la cita sin que El pudiera notar todo este torbellino de sensaciones que llevaba por dentro.

Recapitulé los temas más importantes de los que estuvimos hablando. Conversamos sobre lo que pensábamos de aquellos Amos que considerábamos coherentes y de sus preferencias para motivar cambios y doblegar voluntades antes que cohesionar u ordenarlos. Hablamos también sobre cómo me sentía con respecto a éste pedido de mi Sr. de querer que yo no aplacase ninguna de mis sensaciones.

Expresé mis sentimientos sobre estar dentro de un pozo de arena movediza. Le comenté que me sentía descontrolada y ciega pero que tenía la convicción y el placer de sentir la guía de mi Sr. en todo momento.

Le mostré la pelotita fluorescente que encontré para ser transformada en un ball-gag y El me convidó con Su cuchara un poco de Su postre.

Cuando volví a la realidad, comprobé que éramos los últimos en el restó, entonces me di vuelta y le dije a la señorita:

"Disculpame, te puedo pagar?"

Entonces el Sr. L sonrió, con esa sonrisa hermosa que adoro de dientes de leche y me dijo:

"Te das cuenta hasta qué punto sos sumisa vos?"

"A qué se refiere Sr.?" dije con gesto perplejo.

"A que en lugar de pedirle la cuenta a la señorita, le preguntaste si le podías pagar", me dijo contento.

"La verdad, no me había percatado de eso Sr. pero que lindo que me lo haya hecho notar!" le dije feliz.

Cuando llegamos a planta baja me quedé sobre el escalón del edificio y El bajó a la vereda. El tiempo tirano nos estaba por separar. Me abrazó para intentar una despedida que duró varios minutos. Me abrazó y me dijo:

"Bueno, entonces nos vemos el domingo en casa." y me besó en la mejilla.

"Si nos veremos en Su casa el domingo" dije besándolo en la mejilla para despedilo. "A qué hora quiere que vayamos?", agregué.

"A las cuatro de la tarde mas o menos" me dijo sin soltar el abrazo en el que permanecíamos unidos.

"Estaremos allí entonces. Ya sabe lo que cocinará?"

"Todavía no lo he pensado. Hay algo que no te guste?"

"A mi me gusta toda la comida Sr." le dije

"Y al Señor de los Sueños?"

"El tampoco tiene problemas con ninguna comida Sr."

"Está bien entonces" me dijo mientras yo le apoyaba mi cabeza sobre Su hombro.

"Nos veremos entonces Sr." le dije besándolo una vez más en Su suave mejilla e intentando llenar mis pulmones con Su aroma para llevarme un trocito de El conmigo.

"Bueno damita nos despedimos de una vez por que sino no paramos más" dijo besándome nuevamente y aflojando el abrazo.

Entonces nos alejamos caminando los dos en sentidos contrarios de la calle y con enormes sonrisas en nuestras caras.

Sr. le agradezco mucho todo lo hermoso que estoy viviendo a Su lado. No entiendo mucho hacia dónde vamos, no puedo ver con nitidez, pero estoy feliz de estar bajo Su protección Sr.

Suya por siempre,

dama{SS}