Mi corazón... a 3000 pulsaciones de placer
Nuevamente se puso sobre mí, su pecho reposaba por mi paquete hambriento. Metió su cabeza bajo mi camiseta y...
MI CORAZÓN... A 3.000 PULSACIONES DE PLACER
Después de aquel susto en los baños del intercambiador de Las Américas, Fernando y yo estuvimos en contacto hasta que un buen día quedamos. Fue una tarde lluviosa, habíamos quedado a las 19:00 junto a la Universidad Bécquer, en el sector sur. Yo, había llegado diez minutos antes así que me tocó esperar bajo un árbol intentando resguardarme un poco de la lluvia, pero no lo conseguí. Cuando llegó Fernando, yo ya estaba completamente empapado. Nos saludamos con la mano.
Empezamos a andar a través del parque de la Viga, el cual estaba junto a la universidad, mientras hablábamos de cómo nos iba en el trabajo y demás. De repente nos encontramos con Sergio y Nacho, unos amigos que había conocido en el equipo de voleibol hacía ya cuatro años. Éstos eran pareja desde entonces. Nos dimos los números de teléfono para quedar un día.
Por fin, llegamos al portal de su casa, Fernando sacó las llaves del bolsillo y abrió el portal invitándome a entrar. Mi ropa, unos pantalones militares y un jersey de cuello alto estaban completamente empapados. Mientras subíamos los cinco pisos a pata, Fernando me comentaba que en cuanto llegara a casa me quitara la ropa, pues no me fuera a constipar.
Por fin, después de subir esas escaleras interminables, llegamos a su casa, abrió la puerta y entramos. La casa era pequeña pero acogedora. Me dijo que me cambiara, que metería la ropa en la secadora. Sobre la cama, me dejo un pantalón de algodón algo ceñidito y una camiseta de manga larga. Me cambié y pasé al salón donde me esperaba con un cola-cao bien calentito. Nos sentamos en la mesa y seguimos hablando. Él me empezó a contar chistes, entre ellos, uno me hizo mucha gracia: "entra una señora a un sex-shop y le dice a la dependienta hola, quería un consolador-, la dependienta señala hacia la pared y la dice son aquellos. La señora se acerca, los mira con detenimiento y vuelve junto al mostrador, la dependienta la mira y la dice -¿y bien?-, la señora responde, -sí, quería el rojo- y la dependienta mira a la pared y al instante se le ponen ojos como platos, vuelve mirar a la señora y la dice señora, del extintor a la izquierda-" mis ojos lloraban y mi tripa me dolía pues creo que nunca me pude reír tanto.
Después de estar así un par de horitas, pasamos al sillón donde nos pusimos más cómodos. Fernando puso la tele, había una peli que hacía tiempo que no veía, nos quedamos un rato viendo Casa de Arena y Niebla , él me puso su cabeza sobre mi hombro y yo me puse más cerca de él y reposé mi cabeza sobre la suya mientras con una mano, le acariciaba el brazo de arriba abajo, desde la mano hasta casi llegar al pecho, una y otra vez. Ésto hizo que Fernando se le fuera poniendo más y más dura hasta el punto de desabrocharse los pantalones porque ya le molestaba del hinchazón que tenía. Yo me recosté sobre su tripa, apoyándome en su enorme paquete. Fernando me acariciaba la espalda terminando en mi culete. Decidimos pasar al cuarto para estar más cómodos.
Yo me fui a la habitación y le esperé sobre la cama tumbado, mientras, Fernando apagaba las luces de la casa y cogía el lubricante y los condones de la habitación de al lado. Cuando entró por la puerta de la habitación, sólo tenía puesta una camiseta y los bóxer marcándole un enorme y voluminoso paquete. Dejó las cosas sobre la mesilla, encendió la luz de la mesilla y apagó la del techo. Se acostó sobre mí.
Con su duro paquete iba jugueteando con mis pantalones ceñidos mientras me comía poco a poco los labios, y de ahí pasaba al cuello, mientras que cada vez me iba poniendo más y más cachondo, me fui a quitar los pantalones pero me cogió de las manos y me las puso en la cabecera de la cama y me dijo "déjame a mí, tu disfruta", así que le obedecí, me relajé, cerré los ojos y le dejé hacer.
Se separó de mí y de repente, no le noté sobre la cama, acto seguido, notaba como me iba quitando los calcetines podo a poco al mismo tiempo que me iba dando lametoncillos en el empeine hasta llegar a los pelos de las piernas, luego, empezó a hacer una especie de masaje en los gemelos, sacó sus manos de debajo de mis pantalones y poco a poco fue subiendo por una pierna y luego por la otra, hasta llegar a mi entrepierna pero para mi desilusión, ni la tocó haciéndome sufrir, pues me moría de ganas de sentir sus fuertes manos cogiendo mi rabo.
Lentamente subió hasta llegar a la cadera, y, con mucho sigilo, me fue desabrochando con la boca el cordón que me lo había atado a la cintura. Mis pelos se ponían de punta al notar su respiración sobre mi tripa. Cuando consiguió su propósito, con las manos me lo quitó por completo y lo dejó sobre un sofá beige.
Nuevamente se puso sobre mí, su pecho reposaba por mi paquete hambriento. Metió su cabeza bajo mi camiseta y empezó a comerme la tripilla hasta llegar los pezoncillos que mientras me comía el derecho, al izquierdo le daba pequeños pellizquitos. ¡¡Ya no podía más!!. Notaba las pulsaciones en mi rabo y cómo iba se iba lubricando él solito de jugosa lefa. Al final, sacó su cabeza y me quitó la camiseta dejándome completamente desnudo ante sus ojos.
Fernando puso sus bóxer a la altura de mi boca y sin pensármelo dos veces, le agarré con mis dientes la goma y se lo estiré como un perro hambriento hacia abajo, éste cedió y de un golpe, salieron sus numerosos centímetros. Luego, ya con las manos, le bajé por completo los bóxer y pude observar sus enormes huevos, llenitos de lefa que le haría sacar para mí. Sin más dilaciones, le quité su camiseta y le empecé a besar entusiastamente. Mientras yo no paraba de comerle, él puso su culo sobre mis huevos y empezó a hacer movimientos cada vez más rápidos. De mi polla brotaba el merengue de la vida. Poco a poco fue parando y me hizo bajar un poco de la cabecera pues íbamos a empezar a comernos la tranca barranca.
Empezamos a hacer un sesenta y nueve, que madre mía, sólo notar su lengua en el frenillo de mi polla creía correrme pero pude aguantar el tirón. Yo le empecé a comer desde la punta de su polla, pasando por el tronco, hasta metérmela enterita y por consiguiente dar una buena arcada, cosa que le excitó a Fernando así que me cogió fuerte de la cabeza y me empezó a follar fuertemente mi boca, sus huevos golpeaban continuamente en mi nariz, al cabo de un rato, se retiró, notando toda mi boca con un cierto sabor saladillo el cual me hacía estar al límite. Pero yo seguí, entre mi salivilla y su toque de lefa entrelazados le empecé a comer sus huevos hasta llegar a su culo, el cual, sin importarme lo más mínimo me lo fui comiendo poco a poco y entre mi lengua y tres dedos que le iba metiendo, le pude dilatar rápidamente. Así que le dije "¿puedo penetrarte?", a lo que me respondió, "es lo estaba esperando".
Así que mientras que me ponía el condón, Fernando se iba preparando para el gran evento, le pregunté por la posición y me dijo que le encantaba que le follaran a cuatro patas, y así fue.
Poco a poco le fui introduciendo mi rabo en aquel agujero del placer. Fernando, al igual que yo, estábamos muy cachondos pero para evitar hacerle daño, le fui introduciendo la polla muy lentamente mientras le besaba la espalda y jugaba con su rabo. Sin esperármelo lo más mínimo, se echó para atrás haciendo que se la metiera de un golpe, ambos gemimos.
Apreté mi polla con todas mis fuerzas contra su culo y así repetidas veces, mientras me decía el "si, si, dame fuerte", así que como parecía no saciarle, decidí sacarla del todo y con toda mi excitación se la metía una y otra vez hasta el fondo de una sola vez.
Me pidió que cambiáramos de postura, así que se la saqué y empezamos la postura del misionero, Fernando boca arriba, yo de rodillas frente a él, sus piernas sobre mis hombros y su culo levantado esperando que mi tren se metiera rápidamente en su túnel.
Sin esperarlo él, se la metí muy fuerte, tan fuerte que no dejaba de gemir así que le cogí su rabo y se la empecé a machacar hasta ver como un chorro enorme de lefa iba directo a mi cara, yo no lo dude y abrí la boca, varias ráfagas de su lefa calentita llegaron a mi boca, lo cual hizo que no pudiera más, así que se la saqué, me quité el condón rápidamente y me corrí sobre su tripa y barbilla.
Ambos nos quedamos extasiados pero pronto me eché sobre él y nos empezamos a besar efusivamente juntando nuestras salivas y nuestros sémenes dentro de nuestras bocas, en seguida, ambos, nos habíamos comido éste manjar.
Nos levantamos y me dijo que si me quería duchar, yo asentí, así que me dio una toalla y me metí en la ducha. Mientras tanto, Fernando se puso unos pantalones de atletismo y una camiseta, sacó mi ropa de la secadora y me la dejó en la mesa del salón. Cuando terminé en la ducha, me sequé y salí totalmente desnudo hacia el salón, y allí, delante de él, me empecé a vestir. Pude ver como su polla volvía a empalmarse, al igual que la mía se ponía morcillota pero ya no podía quedarme más rato, pues se me había hecho tarde.
Nos fundimos en un abrazo notando nuestras pollas latir, nos besamos y nos despedimos: "bueno Fernando, ha estado genial", le dije, "te llamo para otra ocasión, ¿vale?", él dijo: "eso espero". Abrí la puerta y me fui. Cuando bajaba las escaleras, creía escoñarme, pues hacía mucho que no era activo y las piernas me flojeaban.
ATENCIÓN: Ya es algo confirmado, eximir las precauciones a la hora de enrollaros en un servicio público pues lo que sospechaba, que estaban instalando cámaras en los techos es verídico. En teoría, por seguridad.