Mi Confesión
Al mirar películas eróticas se despertó en mi la curiosidad uq satisfice con mi tío, hermano de mi madre, y me llevó a experimentar sensasiones de enamoramiento con mi hermano.
Mi confesión
La práctica del amor filial es una experiencia atrevida y muy excitante.
Recuerdo mis tiernos días cuando veía por televisión aquellas cargadas de erotismo, donde las parejas se daban grandes abrazos, como abrían sus bocas y se notaba el movimientos de sus lenguas dentro de su bocas por la forma de sus mejillas, luego el chico acariciaba sus pechos sobre su ropas al mismo tiempo que su boca bajaba besando su cuello y después el pabellón de su oreja; luego veía como rápidamente de quitaban sus ropas y la escena cambiaba bruscamente a estar desnudos en la cama y el chico sobre la chica moviéndose de atrás hacia adelante, ella dando gritos de placer y el bramidos durante varios segundos. Luego de estos movimientos acompañados de besos y caricias de ella hacia él rodeando sus brazos sobre su espalda y él sobre el cuello de ella terminaban echados en la cama donde sólo podía verse sus piernas, parte de sus pechos y visiblemente el trasero de los dos aunque no en su totalidad.
Estas escenas eróticas me hacían fantasear, deseaba hacer la escena de la película con mi hermano, con mis padres, con mis primos, con mis tíos, con toda persona de la familia que estuviera cerca de mí. Sentía en mi interior una gran curiosidad por mi cuerpo y por el cuerpo de los demás. A tan tierna edad jugaba con mi hermano, con mis primas y con mis primos a las escondidas, juegos de vóleibol, y otros más, donde el que perdía o los que perdían debían dejarse besar por los ganadores. Mis tíos y mis padres escuchaban desde lejos nuestros gritos y saltos, risas y aplausos. No faltó un tío que preguntó sobre el griterío a lo que mis padres decían, deja a los chicos jugar.
A veces los adultos tienen la malicia en su mente y la curiosidad de saber que sucede a su alrededor y sobretodo de saber que no éramos unos niños para tener estos arrebatos de griteríos y aplausos. Y sucedió, que uno de mis tíos vio que uno de mis primos me besaba, fue un segundo, nos miramos a los ojos mi tío y yo, luego se dio media vuelta y sentí que se alejaba diciendo a mis padres y sus hermanos, mis abuelos, que los muchachos estaban entretenidos en sus juegos. Desde el siguiente día, notaba como mi tío trataba de estar a solas conmigo, la casa era grande pero muy concurrida en esos días de verano. Cuando se daba la ocasión, me acariciaba el rostro y me decía que era una atrevida, que me gustaba besar a mis primos, me sonreía y yo también le sonreía, sabía que no iba a decir nada. Cuando podía me abrazaba, se ponía detrás de mí y sentía cerca de mis nalgas un bulto grande y duro, otras veces pegaba sus labios a los míos y me besaba, en otras más acariciaba mis nalgas y mis pequeños pechos.
Todas estas cosas pasaban tan rápido y en contados minutos. En algunos de estos momentos, estando en trusa ancha, toma una de mis manos y la mete dentro de su trusa junto con la de él y me hace cogerle el pene. Con su mano guió la mía y me hizo apretárselo por su parte media, me sonrió y yo también le sonreí, sin decirnos ni una palabra, luego me fui a la sala donde estaban los demás e hicimos como si nada pasara.
Los siguientes días cuando mi madre me decía que lo vaya a ver a su cuarto para que se siente a la mesa a comer con la familia, desde la puerta del cuarto le decía que lo llamaban, él se bajaba la trusa y su calzoncillo y me enseñaba su pene con todo y testículos, ambos nos sonreíamos de esto. Y luego con la familia como si nada pasara.
Seguía teniendo mis juegos con mi hermano y mis primos pero el pene de mi tío era más grande que el de ellos. Muchas veces mi tío me seguía con la mirada por todos los lugares de la casa, tratando de quererme pillar en algo, y es, en una de esas travesuras que me vio besándome con mi primo, su hijo y como mi primo me tocaba las piernas y las nalgas, mi tío sólo miraba, sonreía y se retiraba donde estaban mis padres y el resto de la familia.
Sucedió que en uno de tales momentos, salieron a pasear mis abuelos, algunos tíos, mi hermano, unos primos; quedando en casa mi madre, un primo, mi tío y yo. Mi madre y yo junto con mi primo éramos los encargados de preparar la comida mientras que mi tío estaba enfermo de la pierna, al menos eso había dicho. Demoramos mucho preparando la comida, mi tío llegaba a la cocina de rato en rato buscando agua para beber y mirándonos a los tres. Luego de preparar la comida fuimos con mi primo y mi madre a la sala a mirar algo de televisión, a los pocos minutos mi madre quedó dormida sentada en el mueble de la sala, mi primo quería jugar conmigo aprovechando que mi madre estaba dormida y mi tío permanecía en su cuarto, pero le dije que porque vayan a vernos. Mi tío sale de su cuarto y me pide de beber agua y le pide a mi primo que vaya a hacerle unas compras, dándole una buena propina a un lugar que demoraría muchos minutos.
Cuando salió mi primo, mi tío fue hacia su cuarto y hasta allí llevé su agua, con la cabeza, moviéndola de arriba hacia abajo me decía que entrara. Con una mano me recibió el vaso y lo puso en la mesita junto a la cama y con su otra mano sujetó una de mis manos para que no salga del cuarto, era un lenguaje de gestos entre nosotros. Me sentó en la cama, se puso frente a mí, se bajó los pantalones hasta sus rodillas, tomó una de mis manos la puso al medio de su pene y con la otra mano me cerró los dedos rodeando su pene, luego puso su mano sobre la mía y empezó a frotarse el pene de arriba hacia abajo. Los dos sonreíamos, sin decirnos nada. Luego me echó en la cama, me subió la faldita, bajó mi calzoncito hasta mis rodillas, acercó su boca a mi vagina y me la lamió, como lamer una paleta de dulce, sentí cosquillitas y estuve a punto de reírme pero él puso un dedo en mi boca en gesto de guardar silencio. Con una de sus manos, apoyada en la cama y con la otra sujetando su pene me frotaba la puntita por mis labios vaginales, luego por toda la raja de mi trasero. Todo era un completo silencio hasta oír los movimientos de mi madre en el mueble, me subí el calzón, me bajé rápido de la cama y mi tío se arregló rápido sus ropas y me asomé despacio a la puerta del cuarto mirando hacia afuera y mi madre no se asomaba por ahí. Al estar de pié mirando desde el umbral de la puerta siento que mi tío me sube la faldita y baja mi calzón hasta mis rodillas otra vez, sintiendo hincones entre mi raja con su pene. Con una de mis manos me sostenía a la pared de la puerta, y a los pocos minutos se oyó el golpe de la puerta, me separé de mi tío y salí del cuarto, por el camino me fui subiendo mi calzón, y él me miraba desde la puerta con su pene bien parado y sonriendo los dos, luego que abrí la puerta y entró mi primo, la aparente calma volvía de nuevo.
Después de esto, con mi madre adormilada en el mueble de la sala y mi tío descansando en su cuarto, mi primo y yo fuimos a la parte última de la casa a jugar entre nosotros. Ahí nos quitamos la ropa hasta las rodillas y me frotaba su pene en mi vagina y luego entre mi raja, inclinándome hacia adelante y él sujetándome desde la cintura. Sin duda que mi tío adivinaba lo que pasaba pero había que guardar las apariencias y esto también sucedía en contados minutos. Poco después mi mami despertó, mi tío salió a la sala y nos juntamos los cuatro en espera de los demás miembros de la familia.
Así pasaron los calientes veranos en familia de visita a casa de los abuelos. Al final de este verano unas despedidas con la promesa que el próximo verano sería mejor. Antes de separarnos en una de las cortas reuniones entre mi tío y yo le pedí una revista de sexo para admirar las excitantes fotos que se muestran allí. Ya en casa, lo primero que hice fue sacar la revista y guardarla en el fondo del cajón de mi ropero. Muchos días pasaban que admiraba las fotos de la revista y me veía a mí como la protagonista de ella. Imaginaba estar con mi madre, con mi padre y hasta con mi hermano porque eran los únicos miembros de mi familia que estaban siempre cerca de mí. Me pareció menos difícil desear a mi hermano. Siempre le pedía ayuda a la hora de acomodar mis cosas de mi cuarto en los momentos que nuestros padres descansaban en la sala y sabía que no llegarían hasta mi cuarto.
Siempre vestía con faldas anchas y cortas, debajo de ella un calzoncito pequeño. En una de tantas veces, llevé una silla a mi cuarto y le pedía que me la sostuviera para pararme en ella y ordenar unos adornos sobre la pared. Como buen hermano me sostuvo la silla, subí en ella poniendo un pie en la asentadera y el otro en el respaldo de la silla, eso hizo que abriera mis piernas con lo que mi calzón quedaba expuesto ate sus ojos y podía ver fácilmente lo que cubría. Lo hice tres veces, y en la tercera vez me dijo que se me veía el calzón cuando me subía en la silla. Otras veces vestía blusas escotadas sin sostén y cuando me ayudaba a levantar objetos del piso tenía que agacharme con él, y podía verme fácilmente mis pechos y el movimiento que hacían mis pechos cuando nos movíamos, pudiendo notar su distracción más de una vez. Otras veces un masaje por encima de mis rodillas para calmarme unos pequeños dolores y notaba como clavaba su mirada en mis piernas y creo que deseando subirlas más arriba hasta mi vagina.
Durante muchos días fue un solícito ayudante, lo provocaba de muchas maneras, se me hacía un nudo en la garganta cuando lo tenía cerca, algunas veces me era difícil pronunciar oraciones completas, me ponía nerviosa cuando lo estaba provocando quería mostrarle la revista que mi tío me obsequió pero temblaba de miedo, mi corazón palpitaba demasiado rápido y sentía pequeños movimientos en mi estómago. Cuando iba a mi ropero y abría el cajón mi corazón se me aceleraba y se me iban las ganas de hablar, todo era pensar en tener sexo con él, muchas veces lo intenté y muchas veces me detuve. El día que me atreví, simplemente la tomé del cajón y se la mostré, sin pronunciar palabra. Él sólo la tomó, se sentó en la cama, empezó a mirarla, de rato en rato me veía y sonreía, pero mucho más las fotos de la revista. Me acerqué a él, acerqué mis boca a su oreja y le susurré para hacer las cosas que hacen en la revista. Con un lenguaje simple me dijo que ya. Así con la ropa puesta me senté encima de él y me empecé a mover con mis nalgas pegadas a su pene pero con nuestras ropas puestas. Después que estaba de pie en el cuarto, mi hermano se puso detrás de mí y me sobó su pene sobre mis nalgas, tuve la sensación d su pene duro sobre mis nalgas sin llegar a verlo. El nerviosismo de mi cuerpo se fue, los movimientos de mi estómago cesaron, mi corazón desaceleró en sus palpitaciones y una nueva sensación vino a mí; el placer de estar con mi hermano tantas veces deseado y tener mi cerebro alerta por si nuestros padres se acercaran al cuarto. Nuestros juegos se hicieron más continuos aunque cortos, me tocaba la vagina por encima de mis ropas, otras veces las nalgas, a veces cuando podía metía un dedo entre mis pechos y lo movía de lado a lado, excitándome, yo también le cogía su pene por encima de su ropas.
Y llegó el momento que un fin de semana nos dejaron juntos y al cuidado de la casa, dijimos que sí, sin mostrar mucho entusiasmo por estará solas. Ya a solas, lo primero que hice fue sacar la revista y mostrársela a mi hermano una vez más, pero ya sin nerviosismo. Mi hermano me entendió y le dije para ir a mi cuarto y me siguió. Me quité el vestido y me quedé en ropa interior, mi hermano me pidió que me quitara todo y lo hice con la condición que él también se quite todo, los dos desnudos. Nuestros primeros momentos fue explorarnos, tocándonos, yo su pene y su pecho, él mi vagina, mis nalgas y mis pechos. Me eché en la cama con las piernas abiertas y le pedí que se subiera en mí, puso su pene erecto y echado a lo largo de mis labios vaginales, moviéndose de atrás hacia adelante, frotándome con el tronco de su pene los labios vaginales. Era la primera sensación de tener a mi hermano sobre mí, con su pene tocando mi vagina, con mis manos apretando sus nalgas. Luego me puse boca abajo con el culo hacia arriba y mi hermano queriéndome penetrar, pero sólo me frotaba el pene sobre mi raja y tímidamente sentía que una pequeña parte de pene me entraba pero sólo eran pequeños hinconcitos y nada más, hasta sentir como un líquido recorría mi raja y mi hermano se bajó d encima de mí, limpiándose con la mano y limpiándome las nalgas con sus manos también. Con el sudor de nuestros cuerpos y la leche de mi hermano sobre mi cuerpo que despedía un olor fuerte y a veces poco soportable, un líquido pegajoso y espeso, nos fuimos a dar un baño, juntos. En el baño, nos limpiamos, nos reímos, prometiéndonos silencio entre los dos.
Al salir del baño y notar que aún faltaba mucho para que nuestros padres lleguen a casa, secamos nuestros cuerpos y nos acostamos desnudos en la cama. Él me acariciaba la vagina y yo le frotaba el pene, mientras hablábamos para seguir haciéndolo cuando nuestros padres no estén en casa. Pude sentir como su pene nuevamente se endurecía y crecía. Le dije que se pusiera al revés con su pene cerca de mi boca y mi vagina cerca de la suya. Al tener su pene cerca, lo admiré, le acaricié sus testículos con mis dedos, con dos de mis dedos recorría todo el largo de su pene, luego mi lengua haciendo lo mismo que hicieron mis dedos y finalmente metí todo su pene en mi boca, durante buen tiempo, hasta sentir algo pegajoso en la cabeza de su pene que quité mi boca de ahí, lo froté un poco más con mi mano y recibí su rica leche en mi otra mano.
Durante los siguientes días, nos tocábamos continuamente, pendientes siempre que no nos vieran. Algunas veces me recostaba contra la pared, me besaba y tocaba mi vagina, pequeños momentos de placer, en algunas noches quisimos dormir juntos pero desistimos porque el miedo nos invadía, porque nuestros padres tenían el cuarto anterior al mío, separados sólo por una pared. Acordamos no hacerlo durante los días de la semana para aprovechar los fines de semana a solas y desatar todos nuestros deseos con la excitación que nos da el tocarnos. Los días viernes por las noches dormíamos intranquilos, tocándome a solas pensando en el mañana con mi hermano desnudo a mi lado, esperando que ninguna visita inoportuna nos estropee el día. Y una hora antes que nuestros padres salgan, el nerviosismo, la intranquilidad de cuándo estar solos, realizando todas las tareas posibles para no tener nada que hacer cuando estemos solos, más que tener sexo entre nosotros.
Nuestros momentos a solas eran sublimes, cuando nos tocábamos nos sentíamos los mejores amantes del mundo. Cuando la mano de mi hermano tocaba mi vagina, acariciaba mis nalgas, recorriéndolas suavemente, me sentía dichosa, deseaba que ese momento no termine nunca, cuando tocaba su pene mi placer aumentaba por cinco. Deseaba que nuestros padres no llegaran para convertirnos en dos amantes perfectos. Estábamos de costados abrazados y besándonos y el sólo contacto de mis pechos contra su pecho encendía mi pasión, cuando nuestras piernas se entrecruzaban, y nuestras manos acariciaban nuestros traseros. Mientras no besábamos abríamos nuestras bocas y sacábamos la lengua para juguetear entre ellas y prometiéndonos ser amantes hasta la muerte por encima de algún novio o alguna novia, prometiendo ser infieles a nuestras parejas si algún día la tuviéramos. Nuestros abrazos eran tan fuertes que aprisionábamos nuestros cuerpos. El sólo hecho de ver a mi hermano desnudo me excitaba, tocarlo era la floración de nuestros instintos sexuales con la mente puesta en la seguridad que ofrecía la casa para nuestros privados placeres, éramos muy delicados en nuestros toqueteos, como evitar hacernos daño porque nos amábamos como hermanos, pero nos atraíamos como amantes apasionados.
Convertimos nuestros momentos a solas en un ritual de deseo, pasión y desenfreno donde entre nosotros nos permitíamos todos, diciéndole que me hurgue con su lengua en los labios vaginales, mi clítoris, muerda suavemente mis pechos con sus labios, acaricie todo mi cuerpo y él que frote su pene, que se lo mueva de abajo hacia arriba, que lama sus testículos, que se lo chupe. Nos encantaba conversar de aquello que nos gustaba, algo que no puedes hacer con un amante común. Así pasábamos nuestros momentos a solas: explorándonos, acariciándonos, frotando nuestros cuerpos, teniendo el mejor sexo oral, el mejor 69.
Durante mucho tiempo mi hermano fue mi único hombre y yo su única mujer, decidimos no tener enamorado o enamorada al menos por un tiempo, por ese año, hasta llegar el siguiente verano.
Y en este nuevo verano, nuevamente en casa de los abuelos, con sus tres hijos con sus parejas y mis tres primos y una prima, éramos catorce en la casa. Tratando de estar a solas para hacer travesuras.
Sucedió que mis tíos y mis padres estaban planeando un viaje a una playa no tan cercana, pero mi tío cariñoso también tenía sus planes, se fingió enfermo del estómago y me dijo que pidiera quedarme porque tenía una sorpresa para mí. El día siguiente esperado partieron muy temprano por la mañana en un vehículo de veinte pasajeros, dejando las ventanas de la casa a viertas de par en par y la puerta junta para abrirla desde afuera y desde adentro. El vehículo partió y a los diez minutos se perdió en la carretera. En ese momento mi tío cerró la puerta con seguro para que pueda abrirse sólo desde dentro, cerró todas las ventanas de la casa. Se me acercó, y me dijo que tenía un regalo para mí, lo acompañé a su cuarto, se acercó a la mesita de noche y de una caja pequeña sacó un precioso reloj y me lo puso en la muñeca de mi mano; me enseñó la factura de dicho reloj y pude comprobar que era muy costoso. Después de esto nos besamos, acarició mi vagina por encima de mis ropas.
Con la mayor paciencia del mundo me fue quitando toda mi ropa hasta dejarme completamente desnuda, luego se quitó la suya y pude admirar su cuerpo. Nos echamos en la cama y él quedó sobre mí, me empezó a besar mientras con uno de sus dedos recorría de arriba hacia abajo los labios de mi vagina, luego acariciaba mis pechos, jalando mis pezones con sus dedos. Luego su boca se fue hacia mis pechos y uno de sus dedos escarbaba dentro de mi vagina queriendo entrar, produciéndome pequeños dolores cuando trataba de penetrarme, yo acariciaba su cuerpo, acariciaba su pene grande y duro. Bajó luego un poco más su cuerpo hasta tener su boca cerca de mi vagina, con su lengua hurgaba al medio de mis labios vaginales y con sus dedos frotaba mi clítoris. Luego con la punta de su lengua golpeaba mi clítoris y sus dedos acariciaban mi vagina, tímidamente uno de sus dedos me quiso penetrar pero di un brinco de dolor. Me excitó tanto ese sexo oral que deseaba ser penetrada. Se subió nuevamente y me besó los labios con una de sus manos cogía su pene y frotaba la puntita por todo el largo de mis labios vaginales, me hacía inquietar mucho más, hasta que sentí un dolor fuerte como si una estaca de madera entrara por mi vagina, y se quedó quieto, me siguió besando la boca, acariciando mis pechos y mis pezones, a veces introduciendo su lengua dentro de mi oreja. Del ombligo hacia abajo estábamos muy quietos y una vez más otro dolor delataba que otra parte de su pene entraba por mi vagina hasta quedar totalmente penetrada con su gran pene, me besaba como nunca, me apretaba los pechos sin causarme dolor, y después de unos minutos empezó a moverse lentamente sacándomelo y metiéndomelo. Me gustaba pero mi dolor era más que mi placer, cuando terminó y sentí su leche que recorría por mi abdomen, sentí una satisfacción única. Se levantó de la cama, fue hacia el baño y me dejó ahí con las piernas abiertas descansando, luego regresó con una toallita húmedo y me limpió suavemente y delicadamente como una frágil porcelana. Se acostó a mi lado y me dejó descansar poco más de una hora, al tiempo que él hacía lo mismo. Después de estar descansando más de una hora nos levantamos y así desnudos fuimos hacia la cocina a beber unos refrescos. Estando en la cocina con sus dedos acariciaba mis pechos, mi vagina por los costados de mis labios vaginales y pude notar como su pene se le iba poniendo rígido y grande, movió sus ojos de arriba hacia abajo en señal de querer hacerlo otra vez.
Caminamos despacio hacia el cuarto observando cómo su pene duro se movía hacia arriba, hacia abajo. En la cama me eché y él sobre mí pero esta vez sentí que su pene me entró fácilmente y a una sola vez. Metió sus manos por mi espalda y las descansó en mis hombros, de ahí se sujetó para moverse un poco más rápido que antes; en ese momento sentí más placer, más excitación, acariciando su espalda mientras era penetrada una y otra vez. A punto de terminar sacó su pene de mi vagina y apuntó hacia mis pechos, se masturbó unos segundos más y su leche fue recibida por mis pechos. Vino luego un descanso más prolongado, las energías de mi amante estaban agotadas, pero sabíamos mi tío y yo que el paseo de nuestra familia duraría como mínimo ocho horas y aún faltaba mucho tiempo, habían transcurrido poco más de tres horas y así desnudos en la cama descansamos y dormimos casi dos horas, quizás un poco más.
Nos levantamos con un desgano tremendo, pero mi tío, me empezó a acariciar mi cuerpo mientras me pedía que le haga un sexo oral. Cogí su pene con una mano, desde el medio y acerqué mi boca y empecé a lamer la puntita de su pene, luego me lo metí en la boca y dentro de mi boca, mi lengua lo recorría y apretaba luego mis labios al contorno de su pene y al sacarlo de mi boca daba ruidos excitantes. Su pene se puso duro otra vez, me subí sobre él. Con mi mano cogí su pene lo llevé hacia la entrada de mi vagina y me lo fui introduciendo despacio hasta quedar mi vagina llena de su pene, me empecé a mover de atrás para adelante, con mis manos en su pecho. Luego acerqué mi boca a la suya para besarnos sin dejar de moverme hasta sentir el latir de su pene y recibir su leche en mis manos, bañando de su leche todo su pene. Cuando llegaron los bañistas encontraron a mi tío durmiendo, las ventanas de la casa entreabiertas, la puerta sin seguro que pudieron abrir fácilmente desde fuera y yo mirando televisión tranquilamente. Ese día, todos estábamos cansados así que nos dormimos temprano.
A la mañana siguiente mi tío obsequió relojes a mis primos y mi hermano para disimular con el mío a un costo que no superaba la décima parte del que tenía.
Mi tío era 23 años mayor que yo pero fue un buen amante. En el siguiente paseo a la playa, fuimos todos para no llamar la atención de los otros. Un día de playa normal como cualquier familia.
Los días pasaron, y un día mi tío invitó a su hijo, y todos sus sobrinos al cine y comer algo en un restaurante. Todos aceptamos. En el cine compró cinco entradas para una sala y dos para otra sala, en una película de dos horas y media, acordando juntarnos a la salida. En la primera sala entraron mis primos y mi hermano, antes de entrar a la segunda sala mi tío me propuso para irnos a un hotel cercano mientras dure la película. Ya dentro del hotel nos comportamos como dos amantes desesperados, nos quitamos rápidamente la ropa, nos abrazamos, nos besamos. Se echó en la cama y me subí sobre él, puse mi vagina cerca de su boca y mi boca cerca de su pene.
Tomé su pene con mi mano y lo chupé rodeando con mis labios el contorno de su pene, sacándomelo y metiéndomelo, moviendo mi cabeza de arriba hacia abajo, mi tío me abría la vagina con sus dedos, metiendo su lengua hurgando por los costados y metiéndola toda luego, después unas grandes lamidas desde mis labios vaginales hasta mi clítoris. Nos acomodamos luego en la cama, me eché en ella, abrí las piernas, me sujetó de mis nalgas y con una mano metió su pene en mi vagina, cogió una de mis piernas y la pasó por uno de sus hombros, luego la otra e hizo lo mismo, quedando su pecho entre mis muslos por su parte trasera y se pegó a mí, haciéndome doblar mi cuerpo en dos, penetrándome rápido y sin parar hasta terminar bañada con su leche debajo de mis pechos. Cuando mi hermano y mis primos salieron de la sala de cine nos encontraron esperándolos, fuimos a comer algo ligero y a casa nuevamente.
Tuvimos contados encuentros mi tío y yo disfrazadas con salidas en grupo, una vez a solas, durante ese hermoso verano. Al término del verano, en casa otra vez a continuar el año. Y nuestras labores diarias otra vez, a la espera del ansiado fin de semana en que mi hermano y yo nos quedábamos solos.
A solas mi hermano y yo, nos desnudamos junto a la cama, hice acostar a mi hermano en la cama y me subí en él, la raja de mi culo la froté en su pene y notaba la gran excitación de mi hermano, después cogí con mi mano su pene apunté a la entrada de mi vagina y me penetré. Al sentir mi hermano su pene dentro de mi vagina estalló del gusto, apretó mis nalgas y me empecé a mover en círculos sobre su caliente pene. Casi a los segundos de salir sobre él, me salpicó de leche todo mi cuerpo. Nos fuimos al baño y nos limpiamos. Regresamos a la cama y nuevamente hacerlo otra vez, mi hermano tenía mucha más energía que mi tío y me gustaba. Luego de hacerlo cuatro veces seguidas, descansamos a conversar y le dije que fue nuestro tío mi primera vez, a lo que mi hermano se molestó un poco conmigo, prometiéndole ahí en la cama que sólo sería suya de ahora en adelante. Se contentó más conmigo cuando le dije que estrenara mi culo para el fin de semana siguiente porque nadie me había tocado por ahí. Estando en confidencias mi hermano me dijo que al abuelo era un viejo verde porque siempre abrazaba a la prima por detrás y le sobaba su pene duro y grande cuando le hacía cariños paternales, que la prima siempre le contaba a él, que la primera vez lo tomó a la causalidad pero casi todos los días ya no era casualidad sino deseo.
Tanta conversación caliente me encendió y a mi hermano también, decidí darle una alegría a mi hermano que me lo haga por atrás, que tantas veces lo había deseado. Le dije que me lama la rajita, que me la humedeciera bien, que me introdujera su dedo más pequeño y luego otro más grande. Luego de esto sentí la punta de su pene en mi ano y un dolor fuerte cuando me penetró que lo excitó al máximo, mis gemido aumentaron su placer, haciéndomelo no tan suave pero no tan duro, cogiéndome de la cintura, en posición de perrito, con mis manos en la cama y mi mirada hacia la cama, hasta terminar su leche dentro de mí, y sentir como su pene perdía dureza en mi ano.
A través del tiempo mi hermano y yo hemos tenido parejas, mi hermano novias y yo chicas y chicos, pero nuestros momentos a solas disfrutando de placer prohibido es tan intenso como la vez primera.
No es que desee comparar pero mi tío fue fruto de mi curiosidad de mujer y con mi hermano nació de un fuerte deseo que sentía por él.
Todos aquellos que han experimentado el amor filial, sabrán de ese deseo oculto que se siente que se trata de disfrazar de mil maneras, de ese nudo en la garganta que se forma cada vez que quieres estar con ese alguien que está frente a ti. Y cuando después de provocar a dicha persona, sientes un nerviosismo traído por el miedo a que te delaten observas que no te es indiferente del todo, surcan por tu mente mil ideas, donde el deseo sexual se eleva y culmina en la total satisfacción de tu placer, no importa más nada.