Mi conejito quiere disfrutar.

Sara es una mujer divorciada aragonesa y que tiene unos cuantos amigos con los que tiene a su "conejito" alimentado cuando lo necesita, pero también le gusta tener nuevos amigos, aunque seamos maduros. Lo importante no es la edad sino saber como dar placer a su cuerpo y mente y ella sabe hacerlo.

11 de octubre 2019, vísperas del día festivo nacional. Aragón.

Recibo el siguiente mensaje en una de las páginas de contactos que tengo, y como me llama la atención, pues tras leer lo siguiente le contesto:

“Que no puedo dormir, ¿y tú? Me he despertado hace un rato y chafardeando he dado contigo. Pensé que estarías durmiendo, pero es que no me aguanto las ganas de conocerte. Y de echar un polvo también, no te voy a mentir jajá. ¿Cómo está eso tan rico que tienes entre las piernas a estas horas? No te gustaría que estuviera bien apretadito y disfrutando de mi conejito durante horas y así poder disfrutar ambos, ¿no crees?”

A lo que yo le respondo sin cortarme un pelo “Pues la verdad es que no sé qué necesidad tiene tu conejito, pero si es cierto que mi zanahoria está lista para sentir el calor interno que tienes y la verdad es que quiero que no pase hambre tu conejito, ¿qué te parece si quedamos o hablamos por otro lado?”

Entonces, Sara que es como se quiere llamar ella me manda su número de teléfono, para así contactar directamente con ella. Le mando un mensaje por la aplicación de mensajería y enseguida me contesta con “necesito ya de ti, te llamo” teniendo en cuenta que eran las dos de la madrugada y yo aún no me había dormido.

En cuanto recibo su llamada, ella con su voz sensual y algo agitada me indica que si quiero quedar con ella ahora, solo que sería en su cama, no se iba a poner a vestirse, a lo que yo la respondo que mejor y si se aguanta un poco, sería al día siguiente, ya que estoy en Huesca por motivos de trabajo y como al día siguiente es festivo, pues mejor quedar, pero que si ella tiene la gran necesidad de hacerlo en ese momento, por mi parte no había problema, aunque yo estaba en la habitación del hotel que le indico y que ella misma me dice que mejor incluso.

Tras hablar un buen rato y ella incluso sincerándose que se estaba tocando mientras hablamos, me dice que ha tenido un orgasmo solo con mi voz y la conversación y que, si soy capaz de hacer eso por teléfono, que será lo que le haga en real. Me indica Sara que sí, quiere que tengamos un encuentro, por lo que, al día siguiente, festivo nacional, le venía bien para quedar.

Quedamos. Bueno, en realidad me dice ella que desea follar ahora mismo, pero yo le indico que si quiere que vaya a su cama a follarla como dios manda o si, por el contrario, como una mujer independiente de su sexualidad quiere follar en la cama de un hotel. Siempre hay que dejar la oportunidad de la discreción a una mujer, y así cubrirse un poco las espaldas. No todo es meter y hasta luego.

Sara entonces se sincera un poco diciéndome que no está sola en la cama, que en realidad está con un amigo, pero que últimamente no la deja muy satisfecha, por lo que decide que si solo con mi voz está cachonda perdida como estará en persona. Por ello, me dice que en menos de media hora estaría a mi lado, disfrutando, pero yo le indico que no venga para estar un rato, ya que yo esa noche la verdad es que no tenía sueño, y más cuando recibo por la mensajería, una foto de ella, en ese momento, vestida solo con el pantalón del pijama y una gabardina. Y me dice que si está bien así para ir al hotel. Joder. La verdad es que ya me puso bastante caliente, pero luego recibo otra foto con los pantalones del pijama por su rodilla y abierta la gabardina. Que zorra. Sabe cómo poner a un hombre caliente. No llevaba nada de ropa, totalmente desnuda. Claro. Así quien le dice a esta mujer que no venga, que se quede en su cama con ese hombre que la ha dejado a medias por no decir que la ha dejado caliente y sin llegar a su pleno sexual de orgasmos. Pues yo no fui el que le dijo que no. Es más, raro en mí, le mandé una foto de una lata de refresco y solo le puse de comentario, “este es el grosor de la zanahoria, por si tu conejito tiene hambre” y luego oí en la llamada que me hizo mientras la oía bajar las escaleras “joder que zanahoria tienes majo, mi conejito me dice que quiere tragárselo todo, que vicioso que es, jajaja”.

Colgué la llamada indicando que yo la esperaría en la puerta del hotel, así me daba tiempo a sobornar al recepcionista del turno de noche, aunque a veces no hace falta, pero mejor dejar las cosas claras y que no haya problemas. Entonces me puse un pijama que nunca uso, porque soy naturista, es decir, duermo desnudo y me baje a la entrada del hotel. Hablé con el recepcionista y en menos de media hora estaba ella allí, bajando de su coche blanco y sonriendo, pero bajando un poco la cabeza hacia el suelo mientras entraba en el hotel, pude ver que era algo bajita para lo que yo me había imaginado, si llegaba al metro setenta era por los tacones, pero claro, es que yo mido metro noventa, ante eso, no se puede hacer mucho.

Salude con un beso en los labios, como si nos conociéramos de toda la vida, cosa que Sara me respondió metiendo toda su lengua en mi boca y entonces, nos subimos en el ascensor a la habitación.

No hizo falta meter mucho mis manos calientes por su cuerpo, ya que aunque no lo crean, en Aragón, en pleno mes de octubre, a las tres de la madrugada, hace frio, mucho frio, pero ella ya iba bastante caliente y encima, el calor del hotel, la hizo que mis manos apenas las notara, porque enseguida estuvimos en la segunda planta del hotel, en donde yo tenía la habitación reservada para toda la semana.

Cuando ella salió del ascensor, se quedó quieta y espero que le indicará el camino, sin desabrocharse la gabardina de color piel, pero esta vez ya no miraba hacia abajo, hacia el suelo, sino que me miraba con sus ojos de leopardo a mi cara y mi cuerpo, vamos, que me hizo una visualización completa y entonces vio que en mi pantalón se apreciaba un bulto. Yo es que la verdad no disimulo lo que mi cuerpo hace, para eso estamos en ese momento, y a ella le encanto que ya estuviera algo empalmado deseando entrar en su cuerpo, por eso cuando llegamos a la puerta de la habitación, ella si acaricio por encima de la tela del pantalón y solo me dijo:

— ¿Esto es producido por mí? Mmmm, interesante se presenta la noche.

¿Interesante?

Bueno, a veces hay que ser bien explícito y si hay que demostrar cosas, que mejor que con el tacto.

En cuanto entramos en la habitación, ella detrás de mí, no por nada, sino porque todas las mujeres, o casi todas, les gusta ver el culo del hombre, o más bien el contorno de la espalda, culo y piernas por detrás, así saben que van a tener un placer mayor aparte de la vista. Cerré la puerta y ella puesta en mitad de la habitación se abrió la gabardina.

No quiero decir lo que se me paso en ese momento por la mente, solo con ver sus preciosas tetas y sus pezones duros tanto por la excitación como por el frio, hicieron que me desnudara por completo, quería que viera que la zanahoria estaba ya dispuesta para que su conejito y boca se deleitaran con ella.

Me acerqué a ella, metí mi lengua en su boca mientras ella paseaba por toda mi espalda y parte de mi culo una de sus manos, mientras la otra no podía despegarse de mi hortaliza.

Me sonreía cuando me despegué de su boca y entonces, le dije sinceramente:

— Sara, voy a comerme tu conejito, quiero saber cómo está el pobre, que debe de estar casi helado.

Dicho y hecho.

Baje su pantalón del pijama.

Le quite sus zapatos de tacón.

Le quite el pantalón.

Alce una pierna suya por encima de mi espalda

Abrí con mis dedos sus labios.

Puse mi lengua en su entrada, a esa cueva casi fría por los labios, pero ardiendo en su interior.

No miré hacia arriba, no me interesaba que viera mi cara o lo que pudiera ver en ese momento.

Sus manos ahora estaban en mi cabeza, apretando.

Alce un poco el cuello, para que mi lengua subiera por entre sus labios hasta llegar a su clítoris.

Le di un golpe con la punta de mi lengua.

Y entonces succione con mi boca su botón y martillee con la punta su clítoris más que hinchado.

Oía como gemía de placer.

Oía como jadeaba porque le gustaba.

Oía como intentaba decirme algo, pero la verdad es que me da igual en esos momentos, yo concentrado en mi labor de arrancar gemidos y jadeos de placer de una mujer que quiere que le coman el conejo como debe de ser.

Cuando ya creía que le podría venir el orgasmo, mientras seguía con mi tortura bucal, le metí dos dedos en su más que lubricada y jugosa cueva, y empecé a medio follarla con los dedos.

Mis dedos fueron el corazón y el índice, y mientras el corazón tocaba su zona rugosa, el índice iba abriendo camino entre sus paredes, para que supiera que no pensaba acabar tan rápido.

Entonces Sara ya no pudo más y casi gritando, me dijo:

— Para Jorge, por dios, para que me corro y no respondo a lo que pueda hacer mi cuerpo, pero me voy a correr.

A ver, en cualquier otro momento de la vida, no hay que hacer caso a las mujeres, sobre todo si le estás comiendo el coño y le estás haciendo que se corra, que tenga uno de los maravillosos orgasmos, por tanto, yo no iba a parar porque ella me lo dijera, aunque si hubiera pensado un poco, sabría que ella quería que me apartará no porque horas antes su amigo le había llenado el coño con su leche y pudiera quedar algún resto, sino porque ella tiene unos orgasmos bestiales que le hacen temblar las piernas, y al temblar tanto, no puede estar en esa postura, con una pierna en el suelo, ya que no se puede sujetar, por eso, en cuanto exploto dentro de su cueva, se cayó encima de mí, literalmente, y claro, casi caímos en el suelo de una manera algo rara, a cámara lenta, porque ahora yo le estaba intentando seguir comiendo el coño, mientras ella no podía mantenerse de pie, mientras su cuerpo se abalanzaba sobre él mío, y mientras yo intentaba sujetarle para que no se diera un porrazo grande.

Resultado final:

Sara tirada encima mía.

Yo esparcido en el suelo de moqueta de la habitación del hotel.

Sara riendo mientras su cuerpo temblaba.

Yo riéndome, porque no me podía haber comido el coño como quería, pero sabiendo que el primer asalto le había gustado.

Al final, nos estamos conociendo.

Sara quería conocerme.

Yo ya conozco su conejito, al menos por parte de mi boca.

Pero ella quiere conocer ahora mi zanahoria, que, aunque no está del todo erecta, por la situación de antes, entre las risas siempre se baja algo, pero ella quiere darse su banquete y así me lo dice:

— Jorge, guapo. Vaya boca y lengua que tienes. Estás superando mis expectativas, por tanto, ahora me toca a mí.

Nos levantamos del suelo y nos vamos a la cama.

Sara tira su gabardina en la butaca que hay al lado.

Se sube encima de la cama estilo perrita, pero casi gateando, y me hace la señal con la mano de que me tumbe en la cama. Yo lo hago, no soy tonto, la verdad.

Agarra con una mano el trozo de hortaliza.

Me mira.

Saca la lengua de su boca y la desliza por mi contorno.

Sigue mirándome a los ojos, esa mirada que a un hombre le hace pensar “joder con la zorra, como sea tan caliente como su mirada, me va a destrozar” y acto seguido se aparta su melena de su cuello y se pone a lamer y a ensalivar todo lo que puede.

Intenta meterse todo el capullo en su boca, pero por la postura que tiene no puede.

Se pone sentada de rodillas frente a mi cara, y entonces recogiéndose el pelo, abre su boca todo lo que puede y desliza la zanahoria para intentar tragarse todo lo que puede.

La verdad es que siempre he querido apretar la cabeza de una mujer cuando me empieza a realizar una mamada, pero con ella no es que lo hiciera, es que ella con la otra mano, agarra de la mía y la pone encima de su cogote. Sin palabras.

Agarro de su cabeza y la bajo para que le entre más, y vaya que, si le entra, tanto que su nariz choca contra mi pubis depilado.

Una campeona.

Se ha tragado toda mi polla por su boca.

Pero noto que empieza a querer levantar la cabeza, cosa que yo no le dejo, y entonces sin que Sara lo espere, levanto un poco mi cadera, lentamente para que se trague algún centímetro más, hasta que ella me pellizca con su mano en mi muslo, señal de que se está ahogando, por tanto, suelto su cabeza y ella como cuando sales del agua porque no tienes aire en tus pulmones, se saca mi polla de la boca y casi con lágrimas en los ojos, respira casi como su primer aliento de su vida.

Entonces ahora sabiendo que le ha entrado toda en su boca, se esmera en hacer una señora mamada, con garganta profunda y de todo lo que se puede ver en un video porno, solo que a mí me lo hace en directo, tanto, que me deja la polla más dura y gorda que nunca la he tenido, y entonces me dice relamiendo su boca:

— Jorge, supongo que estás sano, pero te pongo condón o me puedo fiar de ti que no tienes ninguna enfermedad y follamos como debe de ser?

Yo le respondo sinceramente:

— Sara, estoy sano, más sano no se puede estar. Llevo sin follar con una mujer un mes, ya que estoy felizmente divorciado, pero no tengo amigas como tú, por tanto, decide tú, pero que sepas que con el condón yo no me corro, no siento nada, por tanto, eres tú la que decide.

Acto seguido, gatea un poco encima de mí, pone su culo justo a la altura de mi polla, abre sus piernas, agarra mi zanahoria que es más casi un pepino de lo gorda que me la ha puesto, roza un poco entre sus labios. Me mira, y desliza su coño sobre mi polla, entrando lentamente y con suavidad, ya que ella sigue muy lubricada, y entonces, cuando nota que está casi metida, acerca sus labios a mi boca, me besa y solo sale de su boca ese gemido característico de toda mujer cuando se clava una buena herramienta en su cueva.

Se queda quieta, abre los ojos y entonces sin decir nada, empieza una cabalgada rápida y fuerte que hace incluso que en algunos momentos mi polla salga de su coño, pero al estar ya relajada y caliente entra igual, lo hace tan rápido y tan fuerte que el sonido de nuestros cuerpos chocando es el hilo musical de la habitación, mezclado con sus jadeos, con mis gemidos y jadeos, y con la velocidad en que el chapoteo es lo que rompe el silencio de la habitación, pero de repente se queda quieta encima de mí.

Noto por mi capullo, como hay contracciones dentro de su vagina.

Sara me mira, con ojeras en sus ojos.

Ojos brillantes.

Sonrisa casi iluminando todo su rostro.

Noto entonces como le empiezan a temblar las piernas.

Agarro de su cuello y la beso.

Ella apenas puede respirar.

Sara ha tenido otro orgasmo.

Dejo que se tumbe un poco en mi pecho, pero sin salir de su conejito, y entonces sigo notando sus contracciones, el temblor de sus muslos y por supuesto, los jadeos que van bajando en intensidad.

Alza la cabeza, que, con su melena teñida de rubio en un pelo castaño, apenas puedo ver sus ojos y su rostro.

Y le pregunto:

— Sara, te has quedado a gusto?

Ella como puede, me dice:

— Jorge, siempre eres así con las mujeres o es que yo te he puesto así, porque joder, menudo polvazo me estás metiendo, y no te has corrido, y yo estoy ya casi empezando a estar agotada. Dime que aguantas más y entonces vas a ser mi nuevo amigo con derecho a muchas cosas.

Y le respondo con voz suave:

— Sara, yo aún no tengo ganas de correrme, pero cuando las tenga, te lo diré, eso si, lo quieres todo dentro o prefieres que te bañe tu cuerpo, aunque no soy de echar mucha leche.

Entonces Sara, moviendo un poco su culo de un lado a otro, me responde:

— Córrete donde quieras, pero si aguantas más, la que no va a parar de correrse voy a ser yo, por tanto, si esto es natural en ti, con casi medio siglo, no quiero pensar como eras cuando tenías treinta años o veinte. Tuviste que destrozar muchos corazones o muchos coños, porque madre mía, que aguante y que dotado estas, para no ser larga.

A lo que yo, sutilmente le respondo:

— Sara, no todo en esta vida son centímetros de largo, a veces, sentirte llena por el grosor es mucho más placentero que si mide más de veinte centímetros, o sino pregúntale a tu conejito si prefiere ahora mismo lo que tiene metido o una de veinte, creo que él ahora está muy feliz con lo que tiene, y todavía no te he empotrado como te voy a hacer en breves momentos.

Sara me besa y entonces alza un poco su cuerpo, para sentarse encima mía, y mover su cadera lentamente, por lo que empieza ese baile del vientre que muchas mujeres saben hacer para estimular su clítoris contra el pubis del hombre, mientras mueven la polla dentro de su cueva para hacer que las paredes palpiten y vuelvan a excitarse, para otra tanda.

Ese movimiento lento, aparte de todo lo que me había hecho antes, hace que mis huevos quieran explotar, por tanto, esa preciosa danza del vientre que ella realiza sobre mí despierta mis ganas de soltar mi leche y así se lo hago saber, indicando que puedo aguantarme, pero Sara sigue con ese meneo pélvico y entonces, sin poder aguantar mucho más por mi parte, agarro sus preciosas tetas, literalmente, agarradas, apretando y dando un empujón fuerte hacia arriba, intentando entrar más adentro de ella, exploto dentro de su cueva, como si fuera un cohete, a lo que ella también explota, porque vuelvo a sentir esas contracciones en su interior, porque siento como sus muslos tiemblan y porque ella me grita que se corre.

La verdad es que pocas mujeres en mi vida han conseguido que nos corramos a la vez, y me sobran dedos de una mano para decir cuántas, ella y otra más, pero bueno, el caso es que los dos acabamos corriéndonos a la vez. Por supuesto, que ella cae de nuevo encima de mí, su melena ahora casi me tapa todo mi rostro, y entones nos quedamos así, en dicha postura, sin yo sacar mi zanahoria de su conejito, que se está alimentando.

Como autor, os doy las gracias a todas las personas que lean el relato, en especial a quienes les guste y sobre todo a la gente que sabe valorar un buen polvo. Versión larga en cuento con el mismo titulo, ya que está registrado bajo copyright de autor.