Mi compañero de viaje
Era o creía ser heterosexual, hasta que la deserción de un amigo, lo llevó a publicar un aviso buscando compañero de viaje. Ahí le cambió la vida.
Creo que todo comenzó casi en el momento en que la Fiesta de Fin de Año de la empresa en la que ambos trabajábamos, estaba terminando. Mi amigo y futuro compañero de viaje, Guillermo Laguna, se había conquistado a una secretaria suplente de Finanzas, de grandes tetas, culito de melón y boca de frutilla. Realmente era una "potra" estaba bien buena como diría un salsero, y encima tenía una cara de puta y de bombachita veloz que la vendía. Guillermo tenía suerte, se levantaba a las minas más hermosas, ó a las más fáciles y me pasaba a mí , las sobras. Se las cogía y después me daba el teléfono de las chicas, siempre que no le hubieran gustado demasiado. Si las calificaba de 5 a 10 puntos, no me decía nada, pero si la nota que le ponia era entre 0 y 4 o sea que la chica era un desastre, una calamidad, me las "derivaba"..
Las mujeres que me presentaba siempre venían como mercadería averiada: sea por histéricas, chifladas, pretensiosas, caza maridos, frígidas, muy tontas, algo excedidas de peso, o poco higiénicas, defectuosas o insoportables. En fin, yo me quedaba con "la mercadería de saldo" de su carrera de seductor quizás porque soy un poco tímido, cagón para decir la verdad, y no por falta de atractivo físico.
Pero esta chica con carita de tramposa, no sería un "levante" de los habituales, de mi amigo Guillermo. El no lo sabía todavía, en ese momento en que la tenía agarrada del culo, bailando un tema lento, en lo que parecia más una cogida de parado que otra cosa, pero esa chica, le cambiaría la vida e indirectamente cambiaría también la mía, como les contaré después..
Después de aquella fiesta, supe que empezaron a salir, a coger como conejos, a pasar largas jornadas y largas noches juntos. Tambíen me enteré que al mes de conocerse se fueron a vivir bajo un mismo techo.
Un día no pude más y lo encaré:
No me vayas a fallar Guille- le dije harto y molesto por no haberlo encontrado en su casa las quince veces que lo llamé por teléfono, y no haber devuelto los muchos mensajes en su contestador.
Nunca te voy a fallar Santi - me dijo con cara seria y formal. Aclaro que me llaman Santi pero mi primer nombre es Santiago, y mi segundo nombre es Valentin y aunque no lo uso nunca, tiene algo que ver con lo que luego contaré.
Mirá que pagué los pasajes con mi tarjeta de crédito le dije alarmado por su indiferencia. Mirá que pagué los hoteles y la mitad de las excursiones con mi tarjeta de crédito también.- agregué preocupado.
El 15 de febrero nos vamos a Europa -quedate tranquilo Santi. - fue su contesación pero no me tranquilizó. Había algo en su voz que me decia otra cosa. Pero me callé.
Habíamos planeado ese viaje durante dos años: el dinero no nos sobraba y viajando juntos abarataríamos los costos de hoteles.y algunas excursiones. Un presentimiento me decía que algo pasaría, que se iba a arruinar mi sueño de viajar al viejo continente. Y así fue. Bueno en parte, pero no nos adelantemos. La tetona que conoció en aquella fiesta de fin de año, quedó embarazada, de él parece. (mellizos, encima), y el boludo (huevón, tonto, pendejo) de Guillermo, se tuvo que casar "de apuro" con la chica para salvar las apariencias y también para que el padre de Patricia (asi se llamaba la mina), no le cortara los huevos. El viejo tenía fama de violento y sanguinario.
En consecuencia, en lugar de acompañarme a Europa, mi amigo Guillermo se tuvo que casar con la tetona, y hacerse cargo de los hijos que vendrían pronto.
En otras palabras, yo quedé como nave al garete, como escupidera sin culo, como forro sin pija, o como moco sin nariz. Totalmente "en banda" con dos pasajes a Paris ida y vuelta por Air France, que ya había pagado y reservas de hoteles y excursiones que no me devolverían o que de hacerlo, implicarían una fuerte pérdida para mi.
¡¡Cómo putié a Guillermo y a su novia, la concha esa, por arruinarme los sueños, por un momento de calentura o varios momentos, no se .!!! Yo con las valijas hechas, y solo de toda soledad, como guante de manco, como inodoro de baño clausurado, como Bush el día del amigo, como pajero en dia feriado. .Confundido. Aturdido. Con ganas de matar a alguien, hacerme monje tibetano y cortarme las venas.
Lo único a que atiné cuando me enteré de la noticia, fue a hacerme una paja, una paja lánguida, triste, melancólica. Ese tipo de pajas que cuando acabas, salen dos chorritos debiluchos y desganados. Mi pija que es grande, no lo voy a negar, parecía que se negaba a ponerse dura. Mientras me pajeaba me miraba en el espejo, y me veía, sexy, guapo, bien armado, con linda cara, físico trabajado de gimnasio y deportes, buenas piernas, bien dotado, peludito, un ganador. Pero ¿Qué me pasaba? ¿Por qué terminaba siempre en mi casa sólo y con la verga en mis manos? ¿Tenía alguna falla o avería? ¿Qué les pasaba a las mujeres conmigo? ¿Qué me pasaba a mí con ellas ?.
Una compañera de trabajo vino con lo que parecía una solución para el tema que me quitaba el sueño: buscar "un compañero de viaje". Alguien aceptable que quisiera compartir los gastos y emprender conmigo la aventura de conocer Europa. Una prima segunda de ella, había publicado un aviso en la sección turismo que aparece los dias domingos en un matutino de Buenos Aires pidiendo alguien para compartir su travesía y de esa manera encontró a una profesora de Grafología , dos veces divorciada, medio bruja y sinvergüenza pero buena compañera, con la cuál emprendieron un largo "tour" por China y la India., sin ningún problema.
Después de pensarlo mucho y casi como desesperado, publiqué el aviso, que era gratuito por suerte, y el lunes siguiente ya había recibido varios llamados. Tenía que elegir bien, no sea que me tocara un loco, un tipo insoportable, o maleducado, o un aguafiestas.o alguien que pudiera perjudicarme en el viaje. Uno de la oficina me dijo que los buscara jóvenes porque los viejos roncaban, se tiraban pedos, eructaban o tendrían problemas para moverse de un lado al otro .Un amigo me cargaba, diciendo que me cuidara, que la persona que eligiere no fuera puto porque me rompería el orto a la primera oportunidad. Me reí y fingí no darle importancia.
Eso les pasa a los indecisos como vos, Flores, que no se sabe para donde patean - le dije con alguna rabia.
Le puede pasar a cualquiera Dominguez (me llamo así de apellido), - llevá calzoncillos de plomo por si acaso- agregó.
A vos no te sirvieron parece- agregué entre carcajadas. Nunca se me había ocurrido algo asi.
La circunstancia que mi compañero de viaje fuera gay, no se me había pasado por la cabeza hasta entonces. Yo estaba muy seguro de mi sexualidad, no tenía nada contra los gays, pero yo no lo era. Y si uno no lo es, pensaba, no le puede pasar nada. Si no te gusta la pija ajena viajá tranquilo y dormí sin frazadas, decía para mí. Pero el pánico ancestral pudo más y entre los requisitos que quedaron en mi mente, además de edad, solvencia económica , nivel cultural, higiene, buen carácter, ganas de viajar, aspecto y estado físico, coloqué un requisito que pasó a ser esencial : que mi compañero de viaje no fuera ostensiblemente puto. Que no fuera "obvio". Por supuesto que no le dije a nadie. Pero debo reconocer con mucha vergüenza que el prejuicio intervino permanentemente en el proceso de selección.
Siete personas respondieron al aviso. Una era una mujer y la rechacé de plano. Por más liberal que yo fuera, no quería compartir el viaje, el baño, la mesa, el asiento, el cuarto con una concha y más desconocida.. Las mujeres para la cama están bien, pero nunca como amigas. Si, yo era muy misógino. A dos de los candidatos, les dije que no, porque me parecieron poco confiables, tenían pinta sospechosa, como de delincuentes, malos modales, falta de higiene corporal. A otro, pelado y de bigotes, muy velludo pero muy culto, muy fino, muy delicado, demasiado prolijito, con mucho perfume importado, lo descarté por sospecha de que fuera maricón. Un gordo que dijo ser profesor de música, no me gustó porque pensé en las dificultades que tendría para moverse de un lado al otro con semejante cuerpo. Yo era el maestro del prejuicio y del descarte. El tipo macho mata putos como le decimos acá. Reconozco que yo en ese momento, era una mierda de persona. Debo confesar que por suerte he cambiado, para bien, creo.
El único que satisfacía todos mis requisitos era un tal Fabián Sorrentino, de 35 años, cinco más que yo, recién divorciado, un hijo, arquitecto, culto y muy educado. Necesitaba poner distancia de su matrimonio fracasado y un viaje a Europa como el que yo tenía organizado, lo ayudaría a recuperar el equilibro y la armonía en su vida.
Nos reunimos en un bar, un once de enero, porque al dia siguiente el se iba con su hijo a una playa de la costa bonaerense, y yo necesitaba asegurarme desde ya, a mi compañero de ruta.
Fabián era casi de mi misma estatura, un poco más atlético, de cabello castaño claro muy corto y ojos imposiblemente verdes. Espaldas anchas y pecho musculoso, hacían juego con sus piernas fuertes, brazos poderosos, culito muy redondo. No, en la pija no reparé en ese momento. Los heteros nunca miran esas cosas
Eso si me pareció triste, como apenado, y sonreía poco.
Conversamos largamente, tomamos café, unos vinos, y comimos algo liviano mientras comparamos notas, mapas, información sobre itinerarios y lugares, gustos e intereses y nos íbamos conociendo un poco más. Teníamos bastante en común, nos gustaba viajar, nos interesaba el cine, el teatro, la fotografía y el arte, sabíamos varios idiomas, éramos fanáticos de las mismas bandas de rock, teníamos orientación política parecida, educaciones semejantes, y hasta éramos "hinchas" del mismo equipo de fútbol.
En el curso de la noche, comenzó a soltarse, y a sonreir y a veces hasta se rió a carcajadas. Le caí bien pensé.
Nos despedimos como lo harían dos viejos amigos en la Argentina, con un abrazo y un beso en la mejilla. Bajó la escalera del subterráneo y lo vi perderse en la multitud y me empecé a sentir solo.
Fabián me había devuelto la tranquilidad respecto del viaje. Era un tipo confiable culto y ubicado. Pero me había traído una inquietud nueva que no sabía explicar. En mi conciencia no cabía otra cosa que preguntarme, qué me estaba pasando .
El apretón de manos, el abrazo, su perfume cerca de mi nariz, el leve beso en la mejilla, algo cálido que venía de el, su buena onda, su manera de sonreir, me desorientaron mientras caminaba hacia mi casa, pero sintiendo un peligro inexplicable preferí mirarle las tetas a una mujer parada en la puerta de un restaurante. Eso era normal: porque pensar en otro hombre era un tabú, algo inexplicable para mi.
Unos días antes de viajar, Fabián fue conmigo al casamiento de Guillermo. Me habían pedido los novios, que lo invitara, un poco para compensarme por el cambio de planes, y otro poco para lavar las culpas de Guillermo de desertar del viaje dos meses antes de viajar.
Cuando lo vi llegar a Fabián al lugar de la boda, casi me cago de la impresión. Estaba tostado, algo más delgado, los dientes parecían más blancos y vestía ropa impecable.Las vacaciones en la playa le habían sentado bien. Seguramente era el tipo más elegante de la fiesta. Y a juzgar por las miradas de las mujeres, el más atractivo. Nos saludamos con un abrazo y entramos a la fiesta. Entre tanta gente tratamos de pasar casi desapercibidos y nos sentamos en una mesa apartada. Cosa de poder hablar, comer y beber sin ser demasiado vistos y comentar con ironía, la extraña pareja que se casaba esa noche: una novia tan embarazada y un novio con tanta cara de susto.
Mi nuevo amigo tenía mucho un raro sentido del humor y simpatía, especialmente cuando bromeaba sobre el matrimonio y lo mal que lo había pasado con su ex mujer. Cuando me miraba parecía que el resto del mundo desaparecía. Este tipo es un seductor nato pensé. Y ese pensamiento inspirado por algo inconciente o por algun mandato familiar, no me gustó. No quería mirarlo tanto. Me habían enseñado que un tipo no mira a otro tipo, salvo por un instante y mejor de reojo. Pero yo no podía dejar de mirarlo, de ver esos ojos verdes y esa piel acariciada por el sol. Estaba volviéndome loco, o puto o ambas cosas: un loco puto. O un puto loco. Tomamos demasiado vino, champagne, licores, comimos muy bien, charlamos por horas y el resto de la gente del casamiento desapareció.
Nos despedimos de los novios, y finalmente salimos a la calle. Era muy tarde y había poca gente en la calle. Caminamos muchas cuadras juntos, como si no quisiéramos separarnos, hasta que llegamos a un parque y alli el paró un taxi, me abrazó y se fue.
Esa noche me hice la mejor paja de mi vida. Tardé mucho en reconocerme a mi mismo que me había calentado con un tipo, con ese tipo, con mi futuro compañero de viaje. En la oscuridad de mi cuarto, en algún momento se cruzó su imagen, bebiéndo, bromeando y mirándome con esos ojos tan verdes y vivaces y esa cara tan bronceada por el sol que contrastaba con el blanco absoluto de sus dientes.
Imaginé a Fabián desnudo, con sus piernas fuertes, su cuerpo trabajado por la gimnasia y los deportes., y tambien su pija y sus huevos, ese bulto adivinado en su ropa de fiesta, mientras mi mano derecha iba y venía sobre mi pija tan sufrida y esta se endurecía crecía y se calentaba a temperatura de fiebre.
En mi fantasía, el se sentaba al lado mío en un sillón y nuestras piernas se tocaban y el presionaba con la suya en la mía y el calor intenso y la fuerza que irradiaban me ponían más que cachondo El notaba mi erección imposible de ocultar bajo mi pantalón y se inclinaba para chuparme la pija, primero sobre la tela del algodón y luego, bajado el cierre, directamente sobre la piel. Chupaba (en mi fantasía) como los Dioses si los Dioses chupan vergas, y yo muerto de placer gritaba su nombre y en verdad lo hice, hasta acabar copiosamente. Desperté con un intenso sentimiento de culpa.
Me levanté de inmediato y abrí la ducha caliente para bañarme, para borrar las pruebas de la infamia: me había masturbado pensando en un hombre y no en cualquier hombre sino en mi futuro compañero de viaje. El tema fue que después de ducharme, mi pija permanecía parada y gorda y hacía un movimiento hacia arriba cuando me acordaba de Fabián. ¿Qué me estaba pasando? Lo sabía pero no quería ni pensarlo.
Abrí la ducha nuevamente para ver si el agua fría mataba esta calentura peligrosa e imposible, pero se me aparecía Fabián con su piel bronceada, su físico tan masculino y fuerte, sus brazos musculosos, su vientre trabajado, sus sandalias franciscanas con los pies totados al aire. Fabían con su culito encantador apretado por su pantalón vaquero. Fabían sonriéndome, y mostrándome su pija y sus huevos llenos de leche. Y no tenía más remedio que hacerme otra soberana paja
Esa calentura permanente que tenía por Fabián me tenía destruído, me sentía mal, muy culpable. Avergonzado. . Ya no miraba a las minas, ni para disimular. Sólo pensaba en él. Era una obsesión. Me había convertido en un homosexual en potencia o en algo parecido, y aunque mi conciencia lo negara, mi inconciente no me dejaba en paz. ¿Qué pensaría mi padre, el teniente coronel en retiro efectivo? ¿Qué diría mi madre, tan creyente y pacata? Imaginaba que ella haría un comentario salido del título de una película de Almodovar: "Que hecho yo para merecer esto? Un hijo gay. Y ni quería pensar qué pensarían mis amigos compañeros de trabajo y conocidos . Nunca les había dado motivos para dudar de mi hombría pero me imaginaba que de enterarse, tratarían de recordar alguna acción sospechosa, algún gesto ambiguo, algún incidente extraño que les permitiera decir algo asi: "Yo ya lo sahía, parecía de afuera muy machito, pero era un puto en realidad". Luego me borrarían del mapa.
Y por fín llegó la víspera del viaje, el 14 de febrero. Yo tenía ya todo listo para marcharme, valijas, dinero, pasajes. Había arreglaado para llevar esa misma noche, a mi gato Keanu a lo de mi vecina de piso para que me lo cuidara. Un amigo tenía las llaves de mi casa con precisas instrucciones de regar mis plantas. Ya no cocinaba para no ensuciar nada. Usaba casi la misma ropa para no utilizar la que estaba ya empacada. Había comprado una tarjeta nueva para mi cámara digital. Cambiado los dólares y euros que consideraba suficientes. En suma ningún detalle había sido pasado por alto por mi.
Pero no recordé que el 14 de febrero era San Valentín, el patrono de los enamorados. Es un festejo algo extraño, para mi al menos. No estaba enamorado ni lo había estado nunca. Ese festejo era muy foráneo. Fue importado de otros países por los shopping centers pues antes no se festejaba en la Argentina, y lo hicieron con fines comerciales: como un incentivo para estimular las compras de regalos entre los enamorados. En mi caso particular, tenía una resonancia especial porque Valentín es mi segundo nombre como dije antes. Era la una de la tarde, cuando sonó mi teléfono móvil. Estaba en la cama descansando del trajín de la mañana, y me sorprendíó el llamado. Era Fabián.
Feliz día de San Valentín me dijo con su voz simpática que tanto me calentaba.
¿A mi me lo decis? Ese festejo me parece una estupidez de los comerciantes.-dije en tono poco cordial.
¿Acaso no es el dia de tu santo, San Valentín? -preguntó sorprendido.
Ahhh si - contesté al fin
Me dijo que teníamos que festejarlo. Que además sería como nuestra celebración anticipada del viaje que emprenderíamos al día siguiente.
No quise contradecirlo y el me dijo que estaba saliendo para mi casa. Me extrañaron, el hecho, la hora, el llamado. Los dos ya estábamos de vacaciones, pero todo parecía todo tan forzado que no me cerraba. Finalmente me dije: son los nervios que tenés por el viaje. Todo lo que perturba la idea del viaje te parece raro.
Me levanté de la cama como impulsado por un cohete, me bañé, me afeité, peiné mi pelo corto, elegí la única ropa aseada a que tenía, y me puse el único slip limpio que aún conservaba. Me pregunté porqué tantos preparativos mientras perfumaba mi pañuelo y encendía el aire acondicionado. Sentía calor, frío, calentura. ¿Qué escondía mi compañero de viaje que venia tan abruptamente a verme? ¿Le pasaría lo mismo que a mí que estaba recaliente con él? La pija me crecía dentro del pantalón a pasos agigantados, el orto se me contraía y dilataba, sudaba, me puse más desodorante.
Apenas sonó el portero eléctrico contesté. Era él, bajé a abrirle la puerta. Estaba tan bronceado como siempre, tan bien vestido, pero ahora con unas sandalias franciscanas que dejaban ver sus pies tostados, sus pies grandes de macho pero delicados y bien cuidados. Nos saludamos con un beso en la mejilla y traté de disimular mi calentura: la pija me dolía de tan dura estaba. Subimos al ascensor y noté que el se tocaba el bulto como tratando de separar el pantalón de sus partes íntimas.
Lo miré por el espejo del ascensor pensando que asi disimulaba más, pero me encontré con sus ojos. Sus ojos y su mirada. Y me dije, no sos puto Santiago, no hagas locuras, el guacho te gusta, es cierto, te calienta, vaya saber porqué, pero es un macho y vos también y no naciste para puto
Llegamos al piso 11° donde vivo, y me anticipé para indicarle el camino hacia mi departamento. Abrí la puerta. Entramos y lo invité a sentarse en un sillón del estar, mientras preparaba algo para tomar. Le pregúnté que quería beber y el me dijo, que no había apuro, que me sentara por favor. Me senté a su lado. El se movió ligeramente en el asiento y nuestras piernas se tocaron. Fue como una descarga eléctrica, quise retirar mi pierna pero la suya era como un imán.
Vine porque tengo que decirte algo. - me dijo muy serio, como preocupado y tenso.
No me digas hoy que no podés viajar, porque me tiro por el balcón de cabeza., afirmé muy nervioso.
No es eso Santiago Su voz resonaba distinta, muy seria, como si estuviese a punto de sufrir un ataque de nervios
.
¿ Y entonces qué es.- pregunté ansioso
Me vas a matar estoy seguro - me dijo.
Yo no mato a nadie le dije intranquilo.
Lo pensó un rato. Buscaba las palabras mas adecuadas, las elegía pero no conesguia que salieran de su boca.
Quiero coger con vos No me mandes a cagar porque desde que decidí decirtelo estoy constipado, y no me pegues porque no soy violento, ni me gustaría golpearte, ni lastimarte, ni hacerte nada malo.- me dijo mirandome a los ojos, después se quedó callado, y separó su pierna de la mía y yo lo miré, lo miré como quien ve a alguien por primera vez.
Yo no le dije nada, pero volví a apoyar mi pierna en la suya, Era como mi permiso. Mi visa. Yo le decía en silencio a otro tipo, que estaba todo bien, que yo también quería coger con el. Me asombra mi coraje de ese momento, mi determinación.
El se paró, como sin saber que hacer, como arrepentido de lo que había dicho, como con vergüenza y fue hacia la ventana. Yo lo segui. Dije su nombre, se dio vuelta, y sin decir palabra alguna nos abrazamos. En ese momento le dije adiós a los preconceptos del Teniente Coronel, a los prejuicios de la madre pacata, a Guillermo y sus mezquindades, a mi vida anterior, Al mata putos , homofóbico y estrecho de mente que había sido. Me sentí inmensamente contenido en sus brazos y algo raro, al abrazarlo sentí que también lo contenía a él. Buscó mi boca y me besó como cinco minutos. Fue un beso definitivo, de lengua y con toda el alma y yo devolví ese beso que me daba otro hombre como si fuera mi debut en la materia (que lo era en cierto sentido) y busqué su boca, su cara, su nuca, y lo empecé a besar suavemente, despacio, como no lo hubiera hecho con una mujer: eran besos voraces y tiernos, besos febriles que rompían los puentes, que iniciaban una era nueva. Nos desnudamos ahí mientras mi gato aullaba y nos abrazamos como si con ese gesto de nuestros cuerpos desnudos nuestras pieles se reconocieran, y yo casi ronroneaba del deseo y de la calentura, y nos miramos a los ojos y en ese instante último previo a la entrega total, me sonrió y yo casi sin querer asentí con la cabeza, con el cuerpo, con el calor de mi piel Desesperadamente.
Fabián era lindo. Tenía ese algo que hace que un hombre te levante la temperatura. Acaso la agilidad de su cuerpo, la pureza de sus líneas, su hombría, la anchura de sus hombros, su suave vello por todas partes, la dulzura de sus pezoncitos que chupé, besé y mordí mientras el gemía y me decía si, si, si .
En un momento me separó de su cuerpo y me miró con una gran sonrisa y se fueron definitivamente todos mis miedos, y lo besé yo, y fue un beso de esos que enloquecen., porque lo vi flaquear y casi se cae de la emoción y yo me tiré en el piso para besarle la pija, como nunca lo había hecho en mi vida. Y su pija de tan de cerca me pareció grande, enorme, amenazante Saboreé aquel miembro como si fuera un chupetín, corriendo la pielcita y acariciando con mi lengua su cabecita húmeda. Gemía y gritaba, mientras que al par que le chupaba la poronga, acariciaba su pecho, su vientre, sus piernas musculosas y fuertes.
Pasé mis manos por su culo perfecto, y el me dejó hacer, permitió que mis manos recorrieran sus rincones más intimos, que recorrieran sus orificios y sinuosidades, entregado a mi placer y a mi deseo tantas veces postergado
.
Me levantó del suelo, suave y enérgicamente y el se agachó buscando mi pija , que lo esperaba muy gruesa y dura, muy caliente y chorreando. Besó mis huevos, los lamió, y fué subiendo por el tronco de mi miembro, por el lado interno , recorriendo las zonas mas sensibles, y generándome escalofríos de placer. Desde el suelo me miró a los ojos, y notando el efecto que había conseguido con su lengua golosa, sonrió de un modo caliente y sabio y se puso mi pija en la boca hasta el fondo , y comenzó a chupar , a lamer , a lustrar con su lengua el largo de mi verga , haciendo pequeños ruiditos de satisfacción.
Cuando yo creía que iba a acabar, lo aparte suavemente , y entendiendo mi movimiento se incorporó para besarme una vez más.
En la cama, nos abrazamos como dos chicos con miedo, y luego en forma jugetona y sensual comenzamos a acariciarnos las pijas respectivas, y a reirnos locamente no sabíamos de que, salvo de la enorme alegría de habernos encontrado.
Nos pajeamos largo rato hasta que acabé con un orgasmo glorioso que salpico su abdomen trabajado y los pelitos que unían su cintura con su sexo, y el se deleitó con el calor de mi leche hirviendo en su vientre, esparciéndola ,mientras mi mano seguía apretando aquella pija tan deseada, y subiendo y bajando, suavemente lubricada por su juguito delicioso y en un momento como si se desmayara de gozo, acabó un montón de leche sobre su cuerpo y sobre el mío y nuestras leches se casaron resbalando suavemente por nuestra piel. Transpirada.
El me ofreció el culo, me entregó el orto con determinación y deseo, y hasta puso un forro perfumado en mi pija erecta. Apoyé sus piernas fuertes sobre mis hombros y luego de un largo juego con primero uno y luego dos de mis dedos, y un buen lubricante, me metí en su cueva ardiente, penetré su culo deseoso, y ahí me dí cuenta que mi viaje sería maravilloso. Un viaje de descubrimiento y lleno de sexo
Me fue muy bien en ese viaje y por eso ahora estoy buscando un compañero de viaje para una excursión al Machu Pichu, que no es lo mismo que la picha del macho como decía alguien por ahí. Pienso viajar en la segunda quincena de abril y dispongo de mapas e itinerarios El candidato tiene que ser varón, mayor de 30 años, con muchas ganas de conocer .el Machu Pichu, y de compartir momentos inolvidables. Los gastos y todo lo demás será compartido.
galansoy
Es mi relato Nro 120 para Todorelatos, y se lo dedico a todos aquellos lectores que me colman de atenciones y de afecto. Valórenlo y coméntenlo. Espero que les guste. g.