Mi compañero de viaje (2)

Santi descubre la vida gay, sufre un desengaño y encuentra un compañero de viaje definitivo.

Ya no podía negarse. Me había convertido en gay, casi de la mañana a la noche. Del homofóbico hijo, de un Teniente Coronel en retiro efectivo y su pacata y piadosa esposa, no quedaba ni el huesito dulce. Me miraba en el espejo, una y otra vez, lo que era una costumbre nueva y me decía: sí, sos un culo roto, y confesalo: te gusta. Si te gusta. No cabían dudas. Del Santiago Valentín Domínguez , alias Santi, que habia puesto un aviso en el diario pidiendo acompañante para un viaje a Europa, no quedaba nada, o casi nada.

Como decía aquella publicidad de los cigarrillos Virginia Slims "Has recorrido un largo camino muchacha"… Yo también había hecho un largo camino, había cruzado el puente que me separaba de mi verdadera inclinación sexual y lo habia hecho a toda velocidad, pero tropezando y saliendo mal herido. Ya he conocido la desilusión y el desengaño., me han ganado la desconfianza y el escepticismo. Pero no nos adelantemos.

En la víspera del viaje, pude darme cuenta por fín de algunos pequeños detalles de nuestras conversaciones anteriores, que me hubieran dado la pista de que Fabían, no sólo era un gay muy asumido sino de que yo le calentaba. Yo era el ideal de todo depredador: un hetero confundido que lo miraba arrobado. Un macho presunto "que la miraba con cariño" (a la pija aclaro).

Aquella primera noche, en las vísperas de nuestro viaje a Paris, Fabíán me había hecho empezar a conocer los placeres del sexo entre varones. Y yo, solitario, tímido y confuso hasta entonces, creí que aquella felicidad carnal sería eterna y duradera. Había encontrado a alquien para toda la vida y con él envejecería feliz. En el fondo soy un pequeño burgués asustado. El me decía que luego de su divorcio, se había podido liberar, soltar, pero que no le gustaba el desenfreno ni las relaciones de una noche. Dijo, que había sido una suerte haberme encontrado… Yo le creí.

Fabían lo tenía todo, era hermoso físicamente, inteligente, sensual, morboso, simpático, divertido, con un sentido del humor irónico y corrosivo, un culo para hacerle un monumento, un físico privilegiado, una pija para comérsela con salsa mayonesa, bíceps, tríceps, cuádriceps y todo lo demás muy desarrollado y atrayente. Parecía un tesoro envuelto para regalo.

Era seductor, conquistador, carismático, sensible. Podía ofrecerte la luna y te la traía al día siguiente a la hora del desayuno. Cogíamos como los dioses. Y yo me enamoré. Me enamoré hasta los huesos. Amar a otro tipo, que huele como vos, que goza como vos, que siente igual a uno, reacciona parecido, amar a alguien que tiene barba , pelos , bigotes, músculos, pija, huevos, fuerza masculina, voz de macho, es algo que me resultaba novedoso , impresionante e incomparable. ¿Qué otro ser humano me entendería mejor que otro hombre?.. Si hasta en el momento de acabar, sentíamos cosas parecidas….

Claro que Fabían además de todo eso, tenía "veleidades de coqueta": no había a paz en su deseo y actividad sexual y trataba de levantarse a cuanto macho se le cruzaba en el camino. Claro que tarde me enteré que Fabián todavía veía a su ex mujer, y aún se encamaba con ella para sacarle dinero. Claro que tarde supe que Fabián le debia una vela a cada santo y siempre andaba pidiendo dinero prestado. Incluso a mi. Claro que después me di cuenta, que Fabián bajo su apariencia de seguridad y desenvoltura arrolladora, era un chiquilín, un inmaduro, un ser inestable.

Demasiados claros para tanto oscuro.

Viajamos a Paris, aquel 15 de febrero y yo estaba tan contento que tenía miedo que la gente en el Aeropuerto o en el avión notara mi sensación de felicidad en mi rostro, en mi cuerpo extenuado, esa paz que me había traído esa noche de sexo, pasión, entrega, gritos, gemidos, risas y llantos. Noche de muchos "quiero más", de muchos "te gusta" de infinidad de "asi si", de muchos apresurados "te quiero", de mucha saliva, sudor, semen, descontrol. Noche para terminar despeinado, desnudo, arañado, con taquicardia, con distensión de ligamentos, calambres, irritaciones faciales, moretones, y marcas de pasión en el cuello.

Llegamos al Aeropuerto Internacional y en el estand de la compañía aérea, nos atendió un chico con aspecto decididamente gay: cabello algo largo con claritos platinados sobre sus cabellos castaños, modales algo afeminados, un par de aritos en sus orejas, las cejas algo depiladas, resto de rimmel o algo así en sus pestañas. Nos miró a Fabián y a mi y fue como que su radar le dijo, que eramos novios, pareja, amantes, o algo así. Nos sonrió reconciéndonos como sus iguales. O eso me pareció a mi Yo todavía era un perseguido. Nos ubicó en la mejor fila de la clase económica, esa que da a la salida de emergencia, y que por lo tanto tiene más espacio para estirar las piernas. Nos entregó los permisos de embarque con un guiño de ojos muy intencionado y nos deseó buen viaje.

Cuando nos alejamos de allí, Fabián me dijo algo que no me gustó: que lindo orto que tenía el pibe ese. Lo había hecho agachar a propósito con una pregunta sobre el equipaje, para que nos mostrara involuntariamente su culo redondo y paradito.

No hagas pelotudeces (tonterías) – le dije enojado, y porqué no, celoso.

Santi, no seas celoso que te parto la boca a besos delante de todos – me dijo para mi sorpresa. En ese momento me dije para mi, si hace eso, le parto la boca yo pero de una trompada y salgo corriendo para mi casa. Me molestaba llamar la atención, me importaba mucho lo que podría pensar la gente. Puto si pero no escandaloso

No te atrevas – le dije, tratando de quitarle dramatismo al diálogo con una sonrisa.

Vení conmigo – dijo sonriendo y yo lo seguí. Me llevó al baño de hombres y luego de esperar que saliera un tripulante de una línea aérea, me estampó un beso de esos que me habían hecho delirar aquella noche, un beso en la boca que devolví sin dudar, ya sin vergúenza.

En el Free Shop, compró varios perfumes, cigarrillos, y chocolates. Me dijo que con dinero que le "habia regalado" su ex mujer tras una noche de amor , la semana anterior.

¿Pero no están divorciados? – pregunté curioso.

A veces me la "volteo" cuando necesito plata – contestó con una risa que no me gustó. Y agregó: "yo siempre necesito plata".

El viaje empezaba por fín. Traté de olvidarme de todo lo negativo. Las doce o catorce horas que estuvimos juntos confinados en ese avión que cruzaba el mar, fueron horas de increíble intimidad. Dormimos juntos, el apoyando su cabeza en mi pecho, nuestras piernas mezcladas, nuestros corazones latiendo uno al lado del otro. Tomados de la mano por debajo de las mantas. Sus manos me daban seguridad: me sentía unido al mundo con ese simple gesto. Yo tardé en dormirme, estaba excitado, contento, feliz. Su perfume invadía mis manos, mis brazos, mi olfato. Pensé en mi soledad anterior, en los largos años de confusión y desencuentro conmigo mismo. Me reproché no haberme atrevido, o no haberlo advertido antes. Pero ahora, era feliz.

En la oscuridad del avión acaricié el pelo de Fabián, suave y brillante, y entendí por primera vez que hasta yo era capaz de sentir ternura por otro hombre. Yo el lisiado sentimental, el discapacitado en sensibilidad, el prejuicioso, el cerrado.

Al llegar a Paris, nos agarramos fuerte de las manos, antes de que encendieran las luces y nos miramos a los ojos con emoción. Yo cumplía un sueño..

Tomamos un taxi que manejaba un muchacho árabe, un marroquí de ojos vivaces, sonrisa de dientes desparejos y piel tostada por el sol y en su buen francés, Fabián intentó seducirlo delante de mí. Varias veces le llamé la atención con gestos, codazos, pataditas en los tobillos, mientras ambos reían de chistes que yo no llegaba a captar.

No haré una descripción de aquellos días en Paris, donde aún hacía frio, nevaba y llovía. Nuestro hotel en la Rive Gauche, era viejo pero refaccionado y no tuvimos reparo en compartir una cama doble. Cogíamos como desesperados, muchas veces yo tenía que decirle basta luego de tres o cuatro sesiones de sexo: el se reía y pedía mas. Pero a mi no me quedaba "combustible" Una noche ante mi negativa a seguir cogiéndolo (tenia la pija en carne viva de tanta fricción) me pidió el culo. Le dije que no. Que yo era activo solamente. Se rió a carcajadas. Ya vas a caer me dijo. Y te voy a romper el orto.

De dia recorríamos los museos y de noche paseábamos por los restaurantes, los bares, las calles llenas de turistas, y también los bares gays. Daba la impresión de conocerlos todos. Me parecía mentira estar ahí, rodeado de tipos que gustaban de otros tipos, devolver sus miradas, sufrir algún acoso de alguien, percibir la onda de sensualidad y deseo que recorría esos lugares.

Bailábamos entre la gente y a veces nos mezclábamos con otras parejas. El buscaba a la gente más joven, y descaradamente se besaba o toqueteaba con ellos, asi como al pasar. No le importaba mi opinión ni mi desagrado. Sabía enfurecerme. Yo me contenía.

Una madrugada muy regada por alcohol, el empezó a provocarme toqueteándose con un francés musculoso y agresivo en uno de esos antros: Fabián sabía como sacarme de mis casillas, sabía de mis celos, de mi absoluta pasión por él, pero no le importaban mis sentimientos: no aguanté más y salí corriendo del lugar. A las pocas cuadras tomé un taxi hacia el hotel.

Esa noche al regresar, muy borracho, Fabián me pidió perdón y yo lo perdoné. Se bañó y al rato volvió a la cama, y se acurrucó a mí como un animalito herido. Nos besamos, nos abrazamos, lloramos juntos. Tomé su sexo entre mis manos, su verga hermosa y gorda y comencé a acariciarla, la besé despacio despertándola después de un largo rato de su letargo, acariciando al mismo tiempo sus huevos húmedos y colgantes. Moría de deseo por él, y él era en ese momento al menos, esa pija gorda que me tragaba y que chupaba lentamente saboreándola, y sintiendo como crecía inexorablemente dentro de mi garganta.

Cuando sentí que él estaba cerca de acabar, la saqué de mis labios y el me besó apasionadamente y yo devolví aquel beso. Me miró a los ojos y en su mirada vi su pedido, lei su íntimo deseo de entrar en mi cuerpo y poseerme por primera vez. Una ráfaga de temor me hizo temblar, titubear, pero el deseo venció todas las barreras y le entregué mi culo virgen, me dejé penetrar por otro macho, ay Dios, me pregunté o le pregunté ¿Qué estaba haciendo?.

El dilató mi orto con paciencia, con un juego incesante de uno y dos dedos lubricados, se puso un profiláctico que cubrió con crema y buscó mi ano, acercando mi culo lampinio expectante y deseoso. Me la puso despacito, como si temiera romper algo muy frágil en mi.Y lo frágil no era mi culo, sino mi voluntad ante tamaña verga que me fue metiendo de a poquito en medio de besos y lamidas en las orejas. Ay papito, ay ay ay. Grité, lloré de dolor, movía mi cuerpo como un reptil moribundo. Me matás le decia, me matás, sacala que me duele mucho, que me duele, pero el continuaba sin escuchar mis ruegos, sin deternerse hasta que pudo entrar. Yo trataba de controlarlo con mi mano, sosteniendo su pija, intentando que la penetración se demorase y no fuera tan profunda, y eso lo excitaba aún más. Abrite Santi, repetía. Dejame papito, dejame entrar me decia, mientras golpeaba mis nalgas con una cachetada seca y caliente.

Dejame que te haga mío, decía. Cuando se vaya el dolor, vas a gozar como un marrano, y seguía gritando, sofocado por el esfuerzo, dejate, no te cierres, abrite, abrite, mi amor. Su voz, su aliento en mi oreja, su cuerpo deseado sobre el mío, y la fuerza de esa pija grandota pudieron más que toda mi resistencia, y luego de soportar como pude un dolor terrible, me penetró con mucha fuerza y regodeándose con su triunfo, comenzó a ir y venir y hasta a moverla de derecha a izquierda ya seguro de haber vencido el último baluarte para su placer. Me pareció que me ahogaba, que esa enorme verga iba a salir por mi garganta, pero el vaivén calentaba mis entrañas, y yo mismo le entregaba mi culo para que su penetración fuese más completa: te gusta putito eh- decía él, mientras serruchaba en mi ano, mientras tomaba posesión de mi culo vencido. El placer tardó en llegar y el seguía con ese movimiento implacable que encendía mis entrañas, que las convertía en llamas, en fuego, en una llamarada, haciendo mi entrega más completa e irremediable.

Habia cruzado el río y quemado los puentes. El sexo se convirtió, desde ese momento en algo mas sensual y más apasionado aún, sin roles ni límites. Durante varios días fuimos felices.

De día estaba Paris, el barrio latino, Saint- Germain - des- Prés, Montparnasse, Montmartre, y esas avenidas impresionantes que salían del Arco de Triunfo., especialmente la Avenue des Champs Elisées Las cúpulas de los edificios, la belleza de los escaparates, los museos, y el Sena con sus puentes dominando un paisaje de luz y belleza. Eramos como dos adolescentes que recién descubren el sexo y toda ocasión era propicia para tocarnos, buscarnos, besarnos en los baños y los parques.

Esa paz bucólica casi, se rompió cuando visitamos Le Marais, el barrio antiguo y gay por excelencia. El quiso ir a una calle chiquita y sin salida, con muchos cafés y terrazas.la Rue du Tresor, En una de sus esquinas, la de la calle Rue Vielle Du Temple, había un café llamado Thes Philosofes, con mesas en la calle para sentarse y mirar a la gente. El no perdía la vista de cuanto tipo atractivo pasara, hacía comentarios en voz alta, comparaba, y hasta no dejaba de mirar largamente, sonreir o hasta guiñar un ojo intencionadamente a alguno.rato. Le dije que no hiciera el ridículo, que no me agradaba ese coqueteo, esa avidez por otros hombres en mi presencia. No me escuchó. Se levantó para ir al sanitario, y como demoraba, lo busqué y lo encontré acariciándose y besándose en un rincón oscuro pasando la barra, con un hombre que antes había estado sentado en una mesa contigua a la nuestra.

Pagué la cuenta y me fui al hotel. Hice rápidamente mis valijas, pedí la cuenta y me cambié a otro hospedaje.

Nunca más volví a ver a Fabián. A veces pienso que me ganó la inexperiencia, el orgullo herido, mi ignorancia de ese mundo en el que había entrado hacía poco. Me juzgo y me condeno por haber sido histérico, un Otelo estúpido, un apresurado. Pero en otras creo que era una cuestión de dignidad. Sigo pensando que cuando se tiene algo bueno en la vida hay que cuidarlo. Creo que a Fabián nunca le importé demasiado.

El resto del viaje fue triste, Paris quedó atrás, Londres y Roma no tuvieron mucho interés. En Hamburgo me emborraché y me corrieron dos turcos. En Bruselas, conocí a un yugoslavo y pasé una noche diferente en su cama de sábanas no demasiado limpias. El tipo cogía maravillosamente y casi no hablaba. El ideal de todo gay. .

Pero nada compensó la decepción, la sensación de fracaso, la certidumbre que mi soledad ahora iba a ser mayor, y que no podría olvidarlo a Fabián.

El tiempo pasó, y con los días se fueron calmando mis sentimientos, ordenando mis ideas. Pude repensar lo que me había pasado y hasta perdonar. Pero me replegué un tiempo hasta ponerme mejor anímicamente

Mis antiguos amigos ya no despertaban mi interés. Rehuía sus discursos machistas, su pedantería. No soportaba sus chistes sobre gays. Quedaban muy pocos puntos en común , salvo hablar del pasado. Mis padres continuaban con sus vidas tan burguesas y aburridas de siempre. Guillermo, mi amigo y compañero de trabajo era un devoto marido y padre de familia. Ya no entraba en su cuadro.

Pasó un año, y en todo ese tiempo además de dejarme la clásica barba candado, adelgazar un poco, ir al gym mas seguido, cambiar mi vestuario, comencé a asumirme como gay, a conocer gente, a moverme por el circuito gay, frecuentar discotecas, bares, pre-dances, saunas, cines pornos, baños públicos, chats en la web, líneas de encuentros, páginas para solteros buscando pareja. Conocí alguna gente, me hice más adulto, menos temeroso y poco a poco me fui abriendo a una nueva vida. Pero nada de eso me hacía feliz.

Llegaban las vacaciones y puse aquel aviso buscando un compañero para Macchu Pichu, las famosas ruinas del Imperio Inca en las proximidades de Cuzco Perú. Dudé mucho en hacerlo. No quería ser un depredador de la clase de Fabián. No se presentaron candidatos. Tuve que viajar solo.

En el avión de Aerovías Cuzco, una empresa áerea nueva, atestado de turistas, todo relucía pero más que nada, un comisario de a bordo de unos 32 años, castaño de ojos marrones brillantes, mirada atenta, de mi estatura y casi mi mismo cuerpo, espaldas anchas, piernas gruesas de futbolista, y un culo de nunca acabar. No quería observarlo mucho, era demasiado atractivo, simpático y sonriente, pero nuestros ojos se encontraron, se hicieron varias preguntas, las contestaron afirmativamente, se aceptaron, se gustaron y en un momento dado, nos condujeron hasta el sanitario de la primera clase, a sus instancias. Yo no podía creerlo. Alli sin demasiadas palabras, ni preparaciones, me bajó el cierre del pantalón, sacó mi pija ya excitada de la bragueta, y luego de olerla y temblar de deseo, me la chupó de una manera increíble. Se la metia toda en la garganta, y mamaba como un bebé la teta, y no importaban el espacio reducido, la gente que quizás esperaba afuera, ni los movimientos y ruidos del avión. Nada lo hacia desistir del propósito de hacerme tener el mejor orgasmo posible.

Acaricié su pelo castaño, su nuca, su cuello delgado y con las dos manos, empuje su cabeza hacia mi pija dura y gorda con urgencia, ya sentía que estaba muy cercano a acabar. Toqué mi pija y estaba increíblemente mojada. El chico ponía muchas ganas y mucha saliva. Eso me calentó mucho. Por momentos mi verga emergía de su boca con su cabeza grande como un champignon, y él la besaba, la olía y lamía con dedicación. Yo moría de placer, y en un momento sintiendo que me venía, lo separé de mi pija pero sin poder evitar cubrir parte de su cara y de su pelo con mi leche, Me senté en el inodoro mientras recuperba fuerzas y él se arreglaba las ropas y el aspecto. .Lavó su cara y de su mejilla desprendió una muestra de mi pasión liquida. Se rió. Y cuando iba a salir, le dije gracias. Me llamo Santiago. A ti y yo me llamo Rafael, soy chileno., dijo.

Cuando se iba observé que una gota de mi leche aún coronaba su nuca pero no dije nada. A mi manera, lo había bautizado.

Volví a mi asiento y al rato el vino y me trajo una copa. Se quedó un instante mirándome a los ojos y yo no pude sacar los míos de aquella mirada brillante y sugestiva Junto con la servilleta me dejó una nota en la bandeja.

Lo leí con disimulo. En una letra agitada y temblorosa había escrito "Gracias papi, me gustó mucho. Espérame en la terminal de Lima. Raf."

En el Aeropuerto Jorge Chávez de Lima, y parado frente al mostrador de Aerovías Cuzco, me esperaba Rafael. Que guapo es, me dije. Que bello. Parecía como avergonzado. En tierra y a plena luz del día nos volvíamos a ver, traás aquella experiencia de sexo casi animal. Dos tipos que se ven, se seducen, y terminan haciendo fellatio en un baño. Pero cuando nos volvimos a mirar aquella inicial timidez desapareció.

Me sonrió y dijo algo que me pareció increíble:

Sabes, Santiago, ya no pareces el chico triste que conocí hoy día

Con mi valija a cuestas, tomamos un taxi y nos dirigimos al centro de Lima. El tenía habitación reservada por la línea aérea en un hotel de Miraflores y allí fuimos. Tomé una habitación separada y quedamos que él vendría en una hora.

Me saqué la ropa, tomé una ducha, me tiré en la cama, encendí la televisión y me quedé dormido hasta que escuché unos golpecitos en la puerta y al abrirla encontré los ojos brillantes, la sonrisa llena de dientes, el cuerpo macizo y bello de Rafael.

Cerramos la puerta, la aseguramos, pusimos el cartelito de "No disturben" y nos fuimos a la cama. En el camino, el me pidió que no creyera que el hacia eso que habíamos hecho en el avión.con todos los pasajeros. Dijo que todavía no entendía que le había pasado conmigo.

Me di vuelta y abrazándolo, le pregunté si quería que se lo explicara. Tomé su silencio como afirmativa y lo tiré en la cama king size. Saqué lentamente sus zapatos, y sus ropas. El me ayudó a quitarle el pantalón elevando suavemente su culito de la cama, y cuando estuvo desnudo en su espléndida desnudez, me maravilló su perfección, su aparente tranquilidad, y el ardor de su mirada en mis ojos. Me dijo que me sacara el pijama y lo hice y me acosté a su lado, para abrazarlo con ternura y el buscó mi boca y no pude contenerme de besarlo una y otra vez. Sus labios eras suaves y carnosos. Su piel suave, sus espaldas anchas, su torso liso y coronado por dos pezones rosados que mordí con pasión. El acarició mi cabeza y mi cara y besó mis ojos. Yo besé los suyos y me dejé llevar por esa atracción que nos unía como un imán. Lo besé despacito por todo el cuerpo y al llegar a su sexo gordo y duro, lo llevé a mi boca, y comencé a chuparlo primero lentamente y luego con desesperación.

Su verga era rica, y yo un niño goloso. El acariciaba mi cuello y mi cabeza mientras yo seguía chupando apasionadamente. Me dijo que esperara, que no quería correrse tan pronto. Nos besamos varias veces y el comenzó a acariciar mi culo con sus manos grandes y huesudas. Déjame ver ese culito me dijo, y corriéndose hacia debajo de la cama colocó su lengua en mis nalgas y luego las besó. Comencé a gemir de deseo y él entonado quizás por eso, comenzó a lamer la raya de mi culo y luego mi agujerito, con una lengua magníficamente grande caliente y mojada.

Su lengua en mi orto, sus brazoa apretando mis piernas y mi pija dura y a punto de reventar.

Le dije que me cogiera, le entregué el culo, y el se tomó su tiempo y siguió hundiendo su lengua en mi hoyo como una daga caliente y fria a la vez. Luego como queriendo prolongar ese momento, elevó su lengua hasta mis huevos y los lamió despacio y repetidamente.

El giró su cuerpo y su pija quedó a muy poca distancia de mi boca. El comenzó a chuparme la verga y yo hice lo mismo con la suya en un 69 delicioso. Era un mamador consumado, sabía donde apretar y donde insitir, mantener un ritmo cada vez mas sensual y dar el máximo de placer con cada movimiento. Yo hice lo mismo, chupé su verga y sus huevos colganes, al mismo tiempo que é mi pija con su garganta.

Cuando ya no pude más, le pedí otra vez que me cogiera. Mi culo era un horno que se dilataba esperando visitas.

Me abrí a él y el me penetró sin ningún esfuerzo, cabalgando sobre mi cuerpo entregado. Traté de abrirme aún mas , para que su pija me entrara más, para sentirlo dentro de mi y en ese instante , el comenzó una larga serie de estocadas que me llevaron al cielo del placer y me trajeron a la tierra de la emoción.

Acabó sobre mi espalda, largos chorros calientes de leche. Y se tiró encima de mi, para que su semen nos uniera en un solo cuerpo.

Nos dormimos el uno pegado al otro y cuando uno de nosotros despertó , ya no sé si fue Rafael o yo, nos separamos y el tomó mi pija y comenzó a masturbarme , y ya sin poder contenerme acabé sobre su pecho y su brazo.

Un momento despueés y de la mano fuimos a tomar una ducha. El agua estaba algo fría al principio y nos despertó un poco, Comenzó a enjabonarme y yo hice lo mismo con él. Mis manos recorrían con la espuma, sus hombros, su espalda, su pecho, su vientre, los globos levantados de su culo, su verga y sus huevos. El hacía lo mismo produiéndome escalofríos de deseo.

Nos besamos bajo la lluvia de la ducha y enjabonados nos abrazamos y acariciamos. Busqué su culo, ese culo hermoso que se me ofrecía caliente y hermoso y tras prepararlo con los dedos y un poco de jabón, lo penetré, lo cogí, lo hice mío, le di mi verga, se la puse, y su culo fue mi refugio, mi descanso, mi nido, hasta que muerto de deseo y gritando, abandonando su calor y su suavidad, largué un largo chorro de mi semen sobre los azulejos blancos.

El acabó después, temblando y gritando mi nombre.

Rafael no pudo acompañarme al Cuzco. No fue mi compañero de viaje a Macchu Pichu. Debía regresar a Santiago esa misma noche. En todo el día que estuvimos juntos en Lima, mientras afuera caía una fina llovizna, hicimos el amor muchas veces, y nos hicimos muchas promesas. Nos dijimos muchas cosas. Soñamos con un futuro juntos Nos prometimos un amor para siempre.

Los romances gays suelen ser así. Avanzan rápido, encienden la imaginación. de los protagonistas. Convierten a dos casi extraños, en antigüos conocidos en pocas horas. Muchas veces son el espejismo de las personas solitarias que buscan uno igual y que creen haberlo encontrado entre las sábanas de una cama, en medio de caricias y abrazos que agigantan la calentura de una noche, En otros casos, esas historias duran menos que el último suspiro. A veces generan esperanzas que mueren con el cambio de estación. Pero en muy contadas ocasiones, esos encuentros carnales y rotundamente pasajeros son el comienzo de una historia de amor verdadero, el triunfo del amor por sobre todas las miserias de la humanidad. En esa búsqueda eterna, la de amar y ser amados para siempre están todos los gays de la tierra. Aunque no lo admitan.

No sé que va a ocurrir en el futuro, pero muy escondida en mi alma, tengo la ilusión que Rafael sea mi compañero de viaje definitivo por la vida.

galansoy

A Rafael, el verdadero, a Julio mi lector tan consecuente, y a tantos amigos que me siguen en estas páginas, con un abrazo. g.